Los favores del mundo - Juan Ruiz de Alarcón - E-Book

Los favores del mundo E-Book

Juan Ruiz de Alarcón

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Beschreibung

En Los favores del mundo, compleja trama de marcado carácter amoroso, se da una situación de amor desigual: la dama Anarda, de la más rancia aristocracia castellana, se ha enamorado del noble García Ruiz de Alarcón —posible ancestro del dramaturgo—, pero ambos deberán sobrevivir a las intrigas de sus enemigos Juan de Luna y de doña Julia.​ El noble y generoso don García triunfa en el amor gracias a su perseverancia, ya que nunca se dejó engañar por las pruebas que le presentó el destino. Juan Ruiz de Alarcón introduce en Los favores del mundo una modificación clave de su estilo dramático. A pesar de ser una comedia de enredos, la pieza tiene un final abierto. Juan de Luna no está dispuesto a renunciar a Anarda aunque ésta se haya casado con Garci Ruiz. Por tratarse de una comedia social,​ Alarcón castiga las falsedades en cuestión de amores, ridiculizando la falta de verosimilitud en dichas situaciones dramáticas. Este es el caso de Los favores del mundo, donde se descubre a un galán valiente incapaz de arredrarse ante cualquier obstáculo. Según Antonio Castro Leal, Los favores del mundo es un «puente de transición» en la obra teatral de Ruiz de Alarcón. La obra de Juan Ruiz de Alarcón puede clasificarse en tres grupos: - El primero (1607-1612), concebido durante su estancia en Sevilla y la Nueva España, refleja el frustrado interés de Alarcón por imitar la comedia de enredos. - El segundo (1613-1618) es el más famoso del dramaturgo: comedias de carácter donde se muestran sus fallidas pretensiones por alcanzar un lugar en la corte. - El último de ellos (1619-1625) contiene comedias que abordan el tema del honor y sus conflictos derivados.

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Juan Ruiz de Alarcón

Los favores del mundo

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Los favores del mundo.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-283-5.

ISBN rústica: 978-84-9816-307-0.

ISBN ebook: 978-84-9897-933-6.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 53

Jornada tercera 95

Libros a la carta 147

Brevísima presentación

La vida

Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.

Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608.

En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.

Personajes

Anarda, dama

Buitrago, escudero

Criados

Don Diego, viejo, tío de Anarda

Don Juan de Luna

Dos pajes

El Conde Mauricio

El príncipe don Enrique, hijo de don Juan II de Castilla

García Ruiz de Alarcón

Gerardo, paje del príncipe

Hernando, gracioso

Inés, criada de Anarda

Julia, dama

Leonardo, su criado

Jornada primera

(Salen don García Ruiz y Hernando, con vestido de color.)

Hernando ¡Lindo lugar!

García El mejor;

todos, con él, son aldeas.

Hernando Seis años ha que rodeas

aqueste globo inferior,

y no vi en su redondez

hermosura tan extraña.

García Es corte del rey de España,

que es decirlo de una vez.

Hernando ¡Hermosas casas!

García Lucidas;

no tan fuertes como bellas.

Hernando Aquí las mujeres y ellas

son en eso parecidas.

García Que edifiquen al revés

mayor novedad me ha hecho,

que primero hacen el techo,

y las paredes después.

Hernando Lo mismo, señor, verás

en la mujer, que adereza,

al vestirse, la cabeza

primero que lo demás.

García Bizarras las damas son.

Hernando Diestras pudieras decir

en la herida del pedir,

que es su primera intención.

Cifrase, si has advertido,

en la de mejor sujeto,

toda la gala en el peto,

toda la gracia en el pido.

Tanto la intención cruel

solo a este fin enderezan,

que si el «Padre nuestro» rezan,

es porque piden con él.

Hoy a la mozuela roja

que en nuestra esquina verás,

dije al pasar: «¿Cómo estás?».

Y respondió: «Para aloja».

García Con todo, siento afición

de Madrid en ti.

Hernando Y me hicieras

merced si aquí fenecieras

esta peregrinación;

que molerán a un diamante

seis años de caminar

de un lugar a otro lugar,

hecho caballero andante.

García Hernando, estoy agraviado,

y según leyes de honor,

debo hallar a mi ofensor;

no basta haberlo buscado.

Mas no pienses que me canso,

que hasta llegar a matarle,

de suerte estoy, que el buscarle

tengo solo por descanso.

No a mitigarme es bastante

tiempo, cansancio ni enojos,

que siempre tengo en los ojos

aquel afrentoso guante.

¡Ah, cielos! ¿En qué lugar

escondéis un hombre así?

Cielos, o matadme a mí,

o dejádmelo matar.

Yo, que en la africana tierra

tantos moros he vencido;

yo, que por mi espada he sido

el asombro de la guerra,

yo, que en tan diversas partes

fijé, a pesar del pagano

y el hereje, con mi mano

católicos estandartes,

¿he de vivir agraviado

tantos años, cielo? ¿Es bien

que esté deshonrado quien

tantas honras os ha dado?

Hernando Por Dios te pido, señor,

que no te aflijas así,

que yo espero en Dios que aqui

has de restaurar tu honor.

Si las señas no han mentido,

don Juan en Madrid está.

Sufre lo menos, pues ya

lo más, señor, has sufrido.

Deja esa pena inhumana,

no pienses en tu contrario.

García Es pedir al cuartanarío

que no piense en la cuartana.

Hernando Diviértete, considera

cómo está en caniculares

con ser pobre Manzanares,

tan honrada su ribera,

que de él dijo una señora,

cuyo saber he envidiado,

que es, por lo pobre y honrado,

hidalgo de los de agora.

Bien puede aliviar tus males

ver ese parque, abundoso

de conejo temeroso,

blanco de tiros reales.

García Detente. ¿No es mi enemigo

el que miro?

Hernando ¿Don Juan?

García Sí,

el que viene hablando allí...

con aquel coche...

Hernando Yo digo

que me parece don Juan,

pero no puedo afirmarlo.

García Ya ves que importa no errarlo.

Pues tan divertidos van,

al descuido has de acercarte,

y con cuidado mirar

si es él; que yo quiero estar

escondido en esta parte

hasta que vuelvas. Advierte

que certificado quedes.

De espacio mirarlo puedes,

que él no podrá conocerte.

Hernando El coche paró... una dama

sale...; él sirve de escudero.

García Acaba, vete.

Hernando El cochero

me dirá cómo se llama.

(Vase Hernando; don García se esconde a un lado, y por el opuesto salen doña Anarda y doña Julia, con mantos, y don Juan.)

Juan El Príncipe, mi señor,

que de este parque en la cuesta

dando está con la ballesta

lición, y envidia al amor,

como vuestro coche vio,

contento y alborotado

a daros este recado,

bella Anarda, me envió.

miradlo en aquel repecho,

sobre el hombro la ballesta,

la mira en el blanco puesta

que sigue tan sin provecho.

Anarda Al parque, don Juan, subiera,

no dando qué murmurar,

mas está todo el lugar

de ese río en la ribera.

Perdón me ha de dar su alteza,

y porque pueda advertir

que nace en mí el no subir

de honor, y no de esquiveza,

aquí me quiero asentar,

donde el príncipe me vea;

(Siéntanse las damas; don Juan se arrodilla.)

que ver lo que se desea,

algo tiene de gozar.

Y vos, que con él priváis,

estaos aquí, porque arguya

que esta fortaleza es suya,

pues por alcaide quedáis.

(Habla aparte doña Julia con doña Anarda.)

Julia Parece que se mitiga

tu acostumbrado rigor.

Anarda A esto me obliga el temor,

ya que el amor no me obliga.

(A don Juan.) ¿De rodilla?

Juan Tus despojos

adoro.

Anarda Mucho te humillas.

Juan ¿No pondré yo las rodillas

donde el Príncipe los ojos?

Y cuando no a tu deidad

tal veneración le diera,

a tu prima se la hiciera,

pues adoro su beldad.

(Sale Hernando. Sale don García al encuentro a Hernando y habla con él sin ser vistos de don Juan ni las damas.)

García ¿Es don Juan?

Hernando Sin duda alguna,

que yo pregunté al cochero

quién es este caballero

y dijo: «don Juan de Luna».

García En cas del embajador

de Ingalaterra te espero.

Con mis joyas y dinero

ponte en salvo.

Hernando Voy, señor.

(Vase Hernando. Don García saca la espada y embiste a don Juan; él se levanta, y la saca también.)

García Aquí pagará tu vida

tu atrevimiento.

Juan Detente.

García ¡Ah, don Juan! aquí no hay gente

que la venganza me impida.

Anarda ¡Qué confusión!

Julia Prima mía,

¿qué haremos?

Anarda ¡Oh, trance fuerte!

Juan ¿Veniste a buscar tu muerte?

¿No me conoces, García?

García Tanto mayores serán,

si aquí te venzo, mis glorias,

cuanto lo son tus victorias.

(Vienen a los brazos y cae debajo don Juan.)

Anarda Vencido cayó don Juan.

(Don García saca la daga.)

García Ya llegó el tiempo en que salga

de tanta afrenta. ¡Enemigo,

éste es tu justo castigo!

(Va a darle una puñalada.)

Juan ¡Válgame la Virgen!

(Detiene el brazo alzado don García, y se levanta.)

García Valga;

que a tan alta intercesora

no puedo ser descortés.

Juan Déjame besar tus pies.

García Don Juan, a nuestra Señora,

virgen, madre de Dios hombre,

de la vida sois deudor;

que refrenar mi furor

pudiera solo su nombre.

Juan Matadme; que más quisiera

morir, que haber agraviado

a quien la vida me ha dado.

García Más queda de esta manera

satisfecha la honra mía;

que si ya pude mataros,

más he hecho en perdonaros

que en daros la muerte haría.

Matar pude, vencedor

de vos solo; mas así

he vencido a vos y a mí,

que es la victoria mayor.

Solo faltó derribar

el brazo ya levantado;

más fue perdonar airado,

que era, pudiendo, matar.

Anarda (Aparte.) (De turbada estoy sin mí.)

Necio, descortés, grosero,

si valiente caballero,

fuera bien mirar que aquí

estaba yo, para dar

a ese intento dilación.

¿Faltáraos otra ocasión

de poderlo ejecutar?

García En que os habéis ofendido,

reparad, señora mía,

llamando descortesía

lo que ceguedad ha sido.

Ciego llegué del furor;

que, ¿quién, señora, os mirara,

que suspenso no quedara

o de respeto o de amor?

Anarda Vanas las lisonjas son,

cuando con lo que intentastes,

de ningún modo guardastes

el decoro a mi opinión.

¿Qué dijeran los que están

buscando que murmurar,

viendo a mi lado matar

un hombre como don Juan?

Juan Si advertís, señora mía,

perdón merece en su error

quien, por tener mucho honor,

tuvo poca cortesía.

Anarda ¡Bueno es disculparlo vos!

Juan ¿No estoy a hacerlo obligado,

cuando la vida me ha dado?

(Sale Gerardo, paje.)

Gerardo Su alteza llama a los dos.

García ¿El príncipe?

Gerardo Veislo allí.

Juan No tenéis que alborotaros,

que presto pienso pagaros

lo que habéis hecho por mí.

(A las damas.) Su alteza a llamarme envía.

Anarda Bien es que le obedezcáis.

Juan Si el coche, Anarda, tomáis,

dejaros en él querría.

Anarda Desde aquí del aire y soto

gozar queremos las dos.

Juan Julia, adiós.

Julia Don Juan, adiós.

(Vase don Juan.)

García Perdonad este alboroto,

si puedo esperar perdón

de quien, solo con mirar

da muerte.

Anarda De perdonar

vos me habéis dado lición.

Julia ¡Qué bizarro caballero!

Las almas lleva tras sí.

(Sale Hernando. Don García se encuentra con él al retirarse y los dos hablan aparte.)

García ¿Aquí estás?

Hernando Quise de aquí

ver el suceso primero.

García Quédate, y sabe quién son

esas mujeres.

Hernando ¿Ya estás

herido?

García En ellas verás,

si es bastante la ocasión.

(Vase don García y Hernando se queda en el fondo.)

Gerardo El príncipe, mi señor,

que este caso viendo ha estado,

os dice que se ha alegrado

de tener competidor

que a su privado ha querido,

porque os hablaba, ofender;

que dueño debe de ser

quien cela tan atrevido.

Anarda Decid, Gerardo, a su alteza

que mostrárseme penado

de este susto que me han dado,

fuera más alta fineza

que condenarme a liviana

con tanta resolución,

por sola la información

de una conjetura vana.

Que ya de don Juan sabrá

cuán otra la causa ha sido,

y de haberme así ofendido

el yerro conocerá.

Y porque entienda que yo

no sé a dos favorecer,

le suplico haga prender

al que mi agravio causó.

Id con Dios.

Gerardo Quede contigo.

(Vase Gerardo.)

Julia Yo pensé que merecía

su humildad y cortesía

antes premio que castigo.

Villana estás, por mi fe,

con quien perdón te pidió.

(Aparte.) (Préndaos Anarda; que yo,

forastero, os libraré.)

Anarda ¡Oh, qué mal me has entendido!

¿Ves este enojo y rigor?

Pues ardides son que amor

ha trazado y ha fingido.

Julia ¿Quieres al príncipe ya?

Anarda Nunca tan necia te vi.

Quien vio el forastero, di,

¿cómo otro dueño querrá?