Todo es ventura - Juan Ruiz de Alarcón - E-Book

Todo es ventura E-Book

Juan Ruiz de Alarcón

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Beschreibung

En Todo es ventura Juan Ruiz de Alarcón empieza a experimentar con la comedia de caracteres. Antonio Castro Leal considera que en esta pieza el autor crea una estructura dramática más sólida, fundada en la intriga y en la acción, con el propósito de marcar las diferencias entre sus personajes. En Todo es ventura el héroe se apropia de su destino y consigue cambiarlo, mediante acciones bien pensadas y desafíos a las circunstancias. Esta pieza pertenece a la segunda etapa de la obra de Ruiz de Alarcón. Esta etapa comprende la mayor parte de las obras escritas durante su segunda estancia en Madrid, entre 1613 y 1618.

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Juan Ruiz de Alarcón

Todo es ventura

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Todo es ventura.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-311-7.

ISBN ebook: 978-84-9897-937-4.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Brevísima presentación

La vida

Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.

Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608.

En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.

Personajes

Alguaciles

Belisa, dama

Castro, escudero de Leonor

Celia, criada

Don Enrique, galán

El Duque Alberto, galán

El Marqués, galán

Fabio, criado del duque

Gente

Julio, criado del duque

Leonor, dama

Marcelo, criado del duque

Sancho, criado del Marqués

Tello, galán

Tristán, gracioso, criado de don Enrique

Un Alguacil

Un Galán, que acaba luego

Un Paje

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 49

Jornada tercera 91

Libros a la carta 131

Jornada primera

(Salen don Enrique, Tello y Tristán.)

Enrique Tello...

Tello Señor...

Enrique Ya ha logrado

la Fortuna su intención,

pues mi larga pretensión

me ha traído a tal estado,

que no puedo sustentar

los criados que solía.

Tristán Negocio que cada día

sucede en este lugar.

(A Tello.)

Enrique Grande es Madrid. Muchos buenos

con quien medres hallarás;

no puedes esperar más

ya de mí que ir siempre a menos.

Obligado estoy de ti;

conmigo te has de perder.

Ningún bien te puedo hacer

como apartarte de mí.

Solo ya en mi compañía

quedará agora Tristán,

y según mis cosas van,

presto llegará su día.

Tristán No llegará —¡vive Dios!—

que aunque despedirme quieras

por pobre, donde tú mueras

hemos de morir los dos.

Tello Sin razón me has despedido;

que también moriré yo,

si está en eso.

Enrique No harás, no;

que eres tú menos sufrido.

(A Tristán.) Yo sé bien de qué manera

te fatigas si algún día

falta el sustento. ¿Qué haría

si en un año no lo hubiera,

como de mi pobre estado

es ya forzoso temello?

Tú te ves agora, Tello,

de ese vestido adornado.

No tienes más que esperar;

porque si roto lo ves,

ni hallarás amo después,

ni yo te lo podré dar.

Tello Habréte de obedecer,

pues es mi fortuna escasa;

porque a «salte de mi casa»

no queda qué responder.

(Yéndose don Enrique.)

Enrique Lo que puedo asegurarte

es que si el cielo algún día

colma la esperanza mía,

tendrás en ella gran parte.

Tello Guárdete Dios; que lo creo

de ti todo; y quiera Amor

que con Belisa, señor,

logres tu justo deseo.

(Vase don Enrique.)

Tristán Tello, adiós.

Tello Tristán, adiós.

Tristán Él sabe que voy sentido

de ver que haya dividido

la Fortuna así a los dos.

(Vase Tristán.)

Tello ¡Bueno habéis quedado, Tello,

sin amo y sin un real,

sumado todo el caudal

en un vestido y un cuello!

Amigo no lo tenéis,

ni aun conocido en la corte;

pues si a dueño que os importe

entrar a servir queréis,

¿que poderoso señor

para ello os ha de ayudar,

si en Madrid se ha de alcanzar

hasta el servir por favor?

(Salen doña Leonor y Celia, con mantos, tapadas, y un Galán.)

Tello (Aparte.) (De un coche se han apeado

dos damas solas, a quien

quizá, como a mí, también

saca su tristeza al Prado.

Con ellas quiero un momento

mis desdichas olvidar;

mas no teniendo qué dar,

me falta el atrevimiento.

Ya se ha llegado a coger

otro la ocasión.)

Galán El velo

que niega el hermoso cielo,

señora, habéis de correr;

que ninguna cosa es bella

entre la tiniebla oscura.

Leonor Galán, ni tengo hermosura,

ni a vos os importa vella;

y la mayor cortesía

que hacerme agora podéis,

es que solas nos dejéis.

(Sale don Enrique y Tristán, y hablan aparte los dos.)

Enrique En el talle y bizarría

es ella.

Tristán Como la noche

su manto empieza a tender,

no la puedo conocer;

mas puesto que partió el coche

de cas de Belisa, es llano

que es ella.

Enrique Seguirla quiero.

(Al Galán.)

Leonor Ya os vais pasando al grosero

del limite cortesano.

Galán No os espantéis; que yo os veo

tan constante en porfiar,

que habéis venido a trocar

en tema ya mi deseo.

Que estar tan endurecida

cuando yo por veros lucho

muestra que os importa mucho

no ser de mí conocida;

y eso mismo viene a ser

causa en mí de más porfía.

Perdonad, si es grosería;

que os tengo de conocer.

Leonor ¿Atrevéisos por estar

tan solas?

Galán Lo mismo fuera

si el mundo todo viniera

a querérmelo estorbar.

(Va a destaparla por fuerza.)

Leonor ¡Villano! ¡Desvergonzado!

Enrique Aquélla es ya demasía.

Tristán ¿Adónde vas? Que podría,

señor, haberte engañado

el pensamiento, y no ser

Belisa.

Enrique Aunque no lo sea,

soy noble, y basta que vea

injuriar una mujer.

Tristán Hombre de poco dinero

no lo quisiera rijoso.

Galán ¡Acabad ya! ¡Qué enfadoso

resistir!

(Acercándose al Galán y a Leonor.)

Enrique ¡Ah, caballero!

No es bien hecho descubrir

una dama a su despecho.

Galán Cuanto yo hago es bien hecho,

y quien osare decir

lo contrario, miente.

(Sacan los dos caballeros las espadas y éntranse riñendo.)

Leonor ¡Ay, Dios!

Celia En esto pudo parar

un tan necio porfiar.

(Tello saca la espada.)

Tello ¡Oh, que bien riñen los dos!

(Éntrase Tello; cae dentro el Galán.)

Galán (Dentro.) ¡Muerto soy!

Celia Presto pagó

su delito el desdichado.

Tristán ¿No hubiera aquí otro criado

con quien me matara yo?

(A Tello o a don Enrique, que vuelven a salir.)

Leonor Mirad por vos, caballero.

Enrique La noche me ha de ayudar.

(Vase don Enrique y Tristán con él.)

Tello La justicia ha de llegar,

y al que topare primero

ha de ser el delincuente.

quiero quitarme de aquí.

(Vase Tello.)

Leonor Ya la justicia —¡ay de mí!—

ha acudido, y diligente

buscando va al homicida.

Válgale la oscuridad.

¡Cielos, a un hombre ayudad

que me deja agradecida!

(Sale el Duque.)

Duque Hermosa doña Leonor,

¿qué es esto?

Leonor Sin duda el cielo

por fin de mi desconsuelo

os trajo agora, señor.

Un hombre aquí descortés

por fuerza verme quería

el rostro, y su demasía

otro, que no sé quien es,

con la espada castigó;

y la justicia al momento

llegó, y va en su seguimiento.

Duque, la causa soy yo.

Si es verdad que me estimáis

mostradlo agora; librad

a quien vida y libertad

arriesgó por quien amáis.

Duque ¿Por dónde va?

Leonor Hacia la calle

de Alcalá.

Duque Tu amante soy.

No te aflijas, que yo voy,

bella Leonora, a libralle.

(Vase el Duque.)

Leonor ¡Plega a Dios que a tiempo

llegues que le valga tu favor!

Celia No hay cosa como un señor

por amante. No me niegues

que es gran gusto ser amada,

señora, de un hombre tal,

que pueda en un lance igual

hacer una señorada.

Leonor Celia, si las voluntades

no mueve la inclinación,

de poca importancia son

provechosas calidades.

De un hombre viviera yo

con gran gusto enamorada,

como el que ahora la espada

en mi defensa sacó.

¡Con qué bizarro ademán

y airosa resolución

dio en un punto información

de valiente y de galán!

Celia ¿Y conoceráslo?

Leonor No;

que aunque la luz me ayudara,

para no verle la cara

la turbación me bastó.

Celia ¿Si alcanzase en un instante,

sin haberlo pretendido,

éste lo que no ha podido

el duque en siglos de amante?

Leonor ¡Calla, necia!

Celia (Aparte.) (¡Plega a Dios,

no conocido homicida,

que con una misma herida

no hayáis muerto a más de dos!)

(Vanse doña Leonor y Celia. Salen un Alguacil con Gente, asido de Tello; luego, el Duque y Fabio.)

Tello ¿No ha de valer la verdad?

Alguacil ¡Eso es bueno!

Tello ¡Santo cielo!

A vuestra justicia apelo.

(Salen el Duque y Fabio.)

Duque Hidalgo...

Alguacil ¿Quién es?

Duque Parad.

El duque Alberto.

Alguacil Señor,

¿qué me manda vueselencia?

Duque ¿Qué es esto?

Alguacil De una pendencia

llevo preso al agresor,

que en este punto en el Prado

una muerte ha cometido.

Tello Favor, gran señor, os pido;

que el Alguacil se ha engañado.

Alguacil Mirad si es causa bastante

ver que apriesa se apartaba

del lugar en que dejaba

hecho un daño semejante,

y hallar cuando le alcancé

que lleva, señor, la espada,

como veis, desenvainada.

Tello A poner paz la saqué.

Alguacil Pues, ¿por qué íbades huyendo,

si decís verdad, de mí,

sin culpa?

Tello Porque temí

lo que me está sucediendo.

Duque Aunque en este caso veo

que tenéis bastante indicio

para ejercer vuestro oficio

justamente, también creo

que está sin culpa este hidalgo;

mas que esté inocente o no,

ya estoy de por medio yo,

y si puedo con vos algo,

le habéis de dar libertad.

Alguacil Vueselencia manda cosa,

no solo dificultosa,

pero imposible.

Duque Acabad;

que por mí lo habéis de hacer,

por más que imposible sea.

Alguacil Señor, vueselencia vea

que será echarme a perder.

Duque A ser vuestro defensor

me obligo.

Alguacil ¡Un necio fiara