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En La verdad sospechosa, comedia de madurez y una de las mejores de Ruiz de Alarcón, al contrario de lo que ocurre en el teatro de la época, no puede encontrarse ninguna moraleja; de hecho, se ha visto en ella una comedia de regocijo que muestra cierto gusto juvenil por la vida.
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Seitenzahl: 138
LA VERDAD SOSPECHOSA
“Con Alarcón —son palabras famosas de Alfonso Reyes—, México toma la palabra ante el mundo.” Y el mismo don Alfonso, uniendo a Juan Ruiz de Alarcón (¿1581?-1639) la figura de Sor Juana, añade: “¡Oh, qué grandes Juanes de México! ¡Qué voces claras, únicas, diferentes de las demás! ¡Son nuestros de pleno derecho... nuestro él por la discreta y urbana manera, de que la sociedad colonial vivía como enamorada, entre su señorío provinciano y su candorosa exaltación del buen decir!”
Don Juan Ruiz de Alarcón habla con voz velada, afirma que la suave cortesía es la rueda donde se afinan los bajos estímulos animales. Es su deseo que haya un hombre verdaderamente humano, que logre emanciparse del arrebato, que no esté entregado a la casualidad y que imponga a su acción y a su pensamiento su querer consciente y libre.
No extraña que un hombre así haya chocado directamente con el público que asistía a los teatros –corrales– madrileños donde se representaban las comedias, público al que llama sin ambages “bestia fiera”, no menos bestial, sin embargo, que la desatada intelectualidad peninsular de su tiempo que acumuló contra el mexicano tal cantidad de zaherimientos que con ellos podría llenarse un volumen.
La verdad sospechosa, comedia de madurez y una de las mejores de Ruiz de Alarcón, tiene como personaje principal a don García, quien en la obra se ve atrapado por la máquina de mentiras que pone en circulación. Al contrario de lo que ocurre en el teatro de la época, no puede encontrarse ninguna moraleja en la comedia; al contrario, se ha visto en ella una comedia de regocijo que muestra cierto gusto juvenil por la vida.
letras mexicanas
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición (Lecturas Mexicanas), 1985 Segunda edición (Letras Mexicanas), 1997 Primera reimpresión, 2013 Primera edición electrónica, 2015
D. R. © 1997, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008
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ISBN 978-607-16-2582-3 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
ESTA pieza, una de las mejores de Ruiz de Alarcón, parece haber sido escrita hacia 1619-1620, y desde luego con anterioridad al 31 de marzo de 1621, fecha de la muerte del rey Felipe III, apellidado el Santo, a quien como vivo se alude en la comedia.1
De la trama de ésta dará idea el resumen siguiente del conde de Schack:2
“Un joven de prendas poco comunes, aunque deslustradas por su propensión a la mentira, ve, recién llegado a Madrid, dos bellas damas, enamorándose de una. Habla con ella, y pretexta, ya por seguir su natural propensión, ya por realzar su mérito a sus ojos, que es un americano residente en Madrid hace un año, y que desde esta fecha está enamorado de ella, sin haber encontrado ocasión de declarárselo. Poco después encuentra a un amigo, enamorado también de la misma dama, y celoso de ella por haber oído que otro amante le ha dado una fiesta a orillas del Manzanares la noche anterior; el embustero, que ignora la pasión de su amigo, le dice, para darse importancia, que él ha sido el autor de aquella fiesta. Habla luego con su padre, que le propone un enlace con una dama de belleza y amabilidad tan extraordinarias, que ninguna otra puede comparársele. Ésta es la misma de quien está apasionado el mancebo; pero no conociendo su verdadero nombre y para oponerse al casamiento propuesto por su padre, finge que se ha casado ya en Salamanca, y lo obliga, por tanto, a anular el trato ya hecho. De estas tres complicaciones, y de otras que nacen de su argumento, combinadas con el mayor ingenio, teje Alarcón su fábula, desenlazándose de suerte que el embustero pelea con su amigo, se convierte en objeto de las burlas de todos, pierde la mano de su amada y se casa con otra que no es de su agrado.”
La crítica por lo común ha visto en esta y otras producciones de Ruiz de Alarcón una intención moralizadora. “Lo primero que observaremos a nuestros lectores es que su autor se propone manifiestamente en ella un fin moral, lo cual pocas veces se verifica en nuestras comedias, cuyo principal objeto es divertir; y si encierran lecciones morales, es como de paso y mezcladas unas con otras. Aquí es al revés: toda la fábula se encamina a demostrar que el embustero se cubre de oprobio a los ojos del mundo, y cae a veces en los mismos lazos que arma a los demás hombres. Además, como el vicio que ridiculiza es uno de los más propios de la comedia, resulta una pieza de carácter, que puede competir con cualquiera de las mejores que se han escrito dentro y fuera de España.”3 “Esta pieza es eminentemente moral, y su acción la misma que la de la fábula del zagal que engañaba a los pastores gritando que venía el lobo. No se creyó al mentiroso cuando dijo la verdad, y se halló cogido en su mismo lazo. La máxima que Esopo encerró en un pequeño apólogo, la amplificó Alarcón en una comedia en tres jornadas. El embustero es castigado, no sólo porque pierde su crédito, sino también la mujer que amaba, y la pierde de resultas de sus mentiras. Es imposible ejercer mejor la justicia dramática.”4 “Toda la desarmonía de su físico fue compostura y orden en su carácter moral que refleja su producción, especialmente las comedias de carácter; por ellas vemos que debió de ser un hombre rebelde a la calumnia y a la murmuración, porque escribió Las paredes oyen, contra la maledicencia; agradecido y leal, porque contra la ingratitud redactó La prueba de las promesas; firme en sus sentimientos y empresas, porque en Mudarse por mejorarse, clamó contra la inconstancia amorosa; y hombre veraz a fuer de honrado, como lo muestra su obra más importante, que fue La verdad sospechosa, ingenioso dardo contra el innoble vicio de mentir.”5
Ángel Valbuena, por su parte,6 considera que La verdad sospechosa “pertenece al grupo de índole moral, género creado por el autor, con modalidad característica. Aunque Lope había compuesto obras como Las flores de don Juan o pobre y rico trocados, en que se castiga al pródigo y se apremia al virtuoso, y Mira de Amescua nos deja la moraleja contra el vicio del juego en La casa del tahur, se trata de planos distintos al de la fina observación psicológica, al de la fusión del orden ético y el estético que representa, con algunas otras obras alarconianas, La verdad sospechosa”.7
Castro Leal, en cambio, al enjuiciar la comedia de que tratamos, adopta una posición distinta. La verdad sospechosa no sería “una invectiva contra los mentirosos”, sino “una comedia de regocijo que muestra cierto gusto juvenil por la vida… Las mentiras de don García son un triunfo de la imaginación sobre la realidad, y constituyen una verdadera rebelión poética. Esta figura juvenil desconcierta, pero agrada secretamente a todos los que se sienten vencidos por la verdad… Don Beltrán, asegurándose primero de que no lo ve su hijo, paga con una sonrisa complaciente el entusiasmo de las damas. Porque don Beltrán no es tan severo como parece, ni Alarcón tampoco. Don García es al fin castigado, no por haber mentido, sino simplemente porque confundió a Jacinta con Lucrecia. La comedia no tiene ningún propósito didáctico, y debemos agradecerle a Alarcón que no haya redondeado en ella todas las aristas en las que siempre tropiezan los que quieren demostrar que La verdad sospechosa es la obra de un moralista”.
La argumentación es ingeniosa, y lleva a sus últimas consecuencias una observación de Henríquez Ureña, según la cual, diríase que Alarcón por momentos se pone de parte de don García. Por lo demás, no nos parece imposible conciliar el modo tradicional de considerar la comedia en cuestión y ese punto de vista nuevo, tan brillantemente defendido por Castro Leal. Sin atrevernos a negar la persistente preocupación ética de nuestro dramaturgo, habrá que reconocer, en definitiva, con el ilustre crítico dominicano, que “afortunadamente su doctrina no se presenta como adición estorbosa: va siempre entretejida en la estructura de la obra, y el problema moral es muchas veces la sustancia del conflicto dramático”.8
1 Aunque la edición que salió al público con el nombre de Lope de Vega lleva la fecha de 1630, la aprobación y licencia del racionero Andrés Omella están dadas en Zaragoza el 11 de noviembre del año anterior. La verdad sospechosa debieron de estrenarla María de Avendaño y Roque de Figueroa, ya que en marzo de 1624 figuraba en el repertorio de estos representantes “como obra de general y reiterado aplauso”. Sainz de Robles, El teatro español. Historia y antología (Bibliografía A, núm. 20).
2Historia de la literatura y del arte dramático en España, IV, pp. 27-28.
3 B. García Suelto, en Obras, ed. Hartzenbusch (Bibliografía A, núm. 5), p. 526.
4 A. Lista, ibid., p. 527.
5 A. del Saz, prólogo a su ed. de La verdad sospechosa (Bibliografía de esta comedia, núm. 29), p. VI.
6 Prólogo a su ed. (ibid., núm. 40).
7 “Son muy contadas las comedias de nuestro antiguo repertorio en que se castiga un vicio: todas ellas se reducen por lo general a un ingenioso enredo en que el poeta se propone lucir su talento de interesar con lances inesperados y de halagar el oído con hermosos versos. Alarcón, por el contrario, nunca pierde de vista el fin moral.” Ochoa, Tesoro (Bibliografía A, núm. 4, p. 432).
8 Prólogo al núm. 37 de la Bibliografía de La verdad sospechosa.
DON GARCÍA, galán.
DON JUAN, viejo grave.
DON JUAN, galán.
TRISTÁN, gracioso.
DON FÉLIX, galán.
Un Letrado.
DON BELTRÁN, viejo grave.
CAMINO, escudero.
DON SANCHO, viejo grave.
Un Paje.
JACINTA, dama.
LUCRECIA, dama.
ISABEL, criada.
Un Criado.
La escena es en Madrid.
ESCENA I
Sala en casa de don Beltrán.
Por una puerta, don García, de estudiante,ay un letradobviejo, de camino;cy por otra, don Beltrán y Tristán.
DON BELTRÁN: Con bien vengas, hijo mío.
DON GARCÍA: Dame la mano, señor.
DON BELTRÁN: ¿Cómo vienes?
DON GARCÍA: El calor
del ardiente y seco estío
me ha afligido de tal suerte,
que no pudiera llevallo,
señor, a no mitigallo
con la esperanza de verte.
DON BELTRÁN: Entra, pues, a descansar.
Dios te guarde. ¡Qué hombre vienes!
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Tristán…
TRISTÁN: Señor…
DON BELTRÁN: Dueño tienes
nuevo ya de quien cuidar.
Sirve desde hoy a García;
que tú eres diestro en la corte,
y él bisoño.
TRISTÁN: En lo que importe
yo le serviré de guía.
DON BELTRÁN: No es criado el que te doy,
mas consejero y amigo.
DON GARCÍA: Tendrá ese lugar conmigo.
(Vase.)
TRISTÁN: Vuestro humilde esclavo soy.
20
(Vase.)
ESCENA II
Don Beltrán, el Letrado.
DON BELTRÁN: Déme, señor Licenciado,
los brazos.
LETRADO: Los pies os pido.
DON BELTRÁN: Alce ya. ¿Cómo ha venido?
LETRADO: Büeno, contento, honrado
de mi señor don García,
a quien tanto amor cobré,
que no sé cómo podré
vivir sin su compañía.
DON BELTRÁN: Dios le guarde; que en efeto
siempre el señor Licenciado
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claros indicios ha dado
de agradecido y discreto.
Tan precisa obligación
me huelgo que haya cumplido
García, y que haya acudido
a lo que es tanta razón.
Porque le aseguro yo
que es tal mi agradecimiento,
que, como un corregimiento
mi intercesión le alcanzó
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(según mi amor, desigual),
de la misma suerte hiciera
darle también, si pudiera,
plaza en Consejo Real.
LETRADO: De vuestro valor lo fío.
DON BELTRÁN: Sí, bien lo puede creer;
mas yo me doy a entender
que, si con el favor mío
en ese escalón primero
se ha podido poner, ya
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sin mi ayuda subirá
con su virtud al postrero.
LETRADO: En cualquier tiempo y lugar
he de ser vuestro criado.
DON BELTRÁN: Ya, pues, señor Licenciado,
que el timón ha de dejar
de la nave de García,
y yo he de encargarme dél,
que hiciese por mí y por él
sola una cosa querría.
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LETRADO: Ya, señor, alegre espero
lo que me queréis mandar.
DON BELTRÁN: La palabra me ha de dar
de que lo ha de hacer, primero.
LETRADO: Por Dios juro de cumplir,
señor, vuestra voluntad.
DON BELTRÁN: Que me diga una verdad
le quiero sólo pedir.
Ya sabe que fue mi intento
que el camino que seguía
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de las letras don García
fuese su acrecentamiento;
que para un hijo segundo,
como él era, es cosa cierta
que es ésa la mejor puerta
para las honras del mundo.
Pues como Dios se sirvió
de llevarse a don Gabriel,
mi hijo mayor, con que él
mi mayorazgo quedó,
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determiné que, dejada
esa profesión, viniese
a Madrid, donde estuviese,
como es cosa acostumbrada
entre ilustres caballeros
en España; porque es bien
que las nobles casas den
a su rey sus herederos.
Pues como es ya don García
hombre que no ha de tener
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maestro, y ha de correr
su gobierno a cuenta mía;
y mi paternal amor
con justa razón desea
que, ya que el mejor no sea,
no le noten por peor,
quiero, señor Licenciado,
que me diga claramente,
sin lisonja, lo que siente
(supuesto que le ha criado)
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de su modo y condición,
de su trato y ejercicio,
y a qué género de vicio
muestra más inclinación.
Si tiene alguna costumbre
que yo cuide de enmendar,
no piense que me ha de dar
con decirlo pesadumbre.
Que él tenga vicio es forzoso;
que me pese, claro está;
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mas saberlo me será
útil, cuando no gustoso.
Antes en nada, a fe mía,
hacerme puede mayor
placer, o mostrar mejor
lo bien que quiere a García,
que en darme este desengaño
cuando provechoso es,
si he de saberlo después
que haya sucedido un daño.
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LETRADO: Tan estrecha prevención,
señor, no era menester
para reducirme a hacer
lo que tengo obligación;
pues es caso averiguado
que cuando entrega al señor
un caballo el picador
que lo ha impuesto y enseñado,
si no le informa del modo
y los resabios que tiene,
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un mal suceso previene
al caballo y dueño y todo.
Deciros verdad es bien;
que demás del juramento,
daros una purga intento
que os sepa mal y haga bien.
De mi señor don García
todas las acciones tienen
cierto acento, en que convienen
con su alta genealogía.
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Es magnánimo y valiente,
es sagaz y es ingenioso,
es liberal y piadoso;
si repentino, impaciente.
No trato de las pasiones
proprias de la mocedad,
porque en ésas con la edad
se mudan las condiciones.
Mas una falta no más
es la que le he conocido,
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que por más que le he reñido,
no se ha enmendado jamás.
DON BELTRÁN: ¿Cosa que a su calidad
será dañosa en Madrid?
LETRADO: Puede ser.
DON BELTRÁN: ¿Cuál es? Decid.
LETRADO: No decir siempre verdad.
DON BELTRÁN: ¡Jesús, qué cosa tan fea
en hombre de obligación!
LETRADO: Yo pienso que, o condición
o mala costumbre sea.
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Con la mucha autoridad
que con él tenéis, señor,
junto con que ya es mayor
su cordura con la edad,
ese vicio perderá.
DON BELTRÁN: Si la vara no ha podido,
en tiempo que tierna ha sido,
enderezarse, ¿qué hará
siendo ya tronco robusto?
LETRADO: En Salamanca, señor,
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son mozos, gastan humor,
sigue cada cual su gusto:
hacen donaire del vicio,
gala de la travesura,
grandeza de la locura;