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Este examen acerca de la repercusión de los medios electrónicos y digitales, previo a la llegada del smartphone y las redes sociales, se desarrolla a partir de una premisa: la próxima sociedad es la sociedad de los computadores. Aquella sociedad, para Dirk Baecker, difiere dramáticamente de la sociedad de la imprenta de modo semejante a como lo hizo la sociedad de la escritura antigua: si la Antigüedad tuvo que lidiar con un exceso de símbolos y la Modernidad con un exceso de críticas, la próxima sociedad se caracterizará por un exceso de control. Niklas Luhmann ha señalado que una cultura debe responder a la estructura de un exceso de significado, administrándolo selectivamente para su adaptación, en vista de la penetración de nuevos medios de comunicación, lo que hace de Estudios acerca de la próxima sociedad una interpelación indirecta, una pregunta incómoda para nosotros, por el diagnóstico de nuestra contemporaneidad ante la importancia que tiene actualmente la hipermedialidad y la introducción de dispositivos de comunicación que modelan significativamente las lógicas sociales. Este es un libro imprescindible para todo aquel interesado en aquella incómoda pregunta.
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Registro de la Propiedad Intelectual Nº 293.875
ISBN Edición impresa: 978-956-9843-69-3
ISBN Edición digital: 978-956-9843-70-9
Imagen de portada: Demian Schopf, Máquina Cóndor 3.0. Monitor exhibiendo en tiempo real una estrofa generada por la máquina así como el proceso generativo y una explicación total del algoritmo, Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos, Santiago, 2016-2017. Cortesía del artista. © Demian Schopf
Diseño de portada: Paula Lobiano
Corrección y diagramación: Antonio Leiva
Traducción: Niklas Bornhauser
Studien zur nächsten Gesellschaft
© Suhrkamp Verlag Frankfurt am Main 2007
Todos los derechos reservados y controlados por Suhrkamp Verlag Berlin.
De esta edición: © ediciones / metales pesados
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Madrid 1998 - Santiago Centro
Teléfono: (56-2) 26328926
Santiago de Chile, diciembre de 2018
Diagramación digital: ebooks [email protected]
Índice
Prefacio a la edición en castellano
Prefacio
Empresas innovadoras
Épocas de organización
Trabajar es peligroso
En el comienzo era el techo
Teatro mediático
La próxima universidad
Educación para la ciencia
¿Qué es lo que mantiene juntas [zusammen]a las sociedades?
Magia de imágenes
Dicha familiar
El principio de relatividad
Referencias
Prefacio a la edición en castellano
Han pasado más de diez años desde que publiqué los estudios aquí reunidos en su traducción al castellano. Uno podría decir: están pasados de moda. Cuando los escribí, aún no existían los medios sociales, el smartphone tenía pocos años de edad y ni hablar de internet de las cosas. El gran debate acerca de la posibilidad de la inteligencia artificial se había silenciado, porque progresivamente se había descubierto que se estaba mal encaminado con la ruta de la automatización del procesamento de símbolos. Y del aprendizaje de las máquinas, que a este debate debía otorgarle la significación que tiene actualmente, al menos para el lego –entre los cuales debía contarse la sociología en asuntos de saber tecnológico– no había señal alguna. ¿Acaso debería haber reescrito todos los ensayos?
En aquel entonces me había enfocado en el computador, incluso había hablado de una sociedad del computador. Hoy en día creo que los medios electónicos han de ser examinados a partir del telégrafo, del teléfono, de la radio, del cine y de la televisión. Porque con ellos comienza la catástrofe medial de la posibilidad de conexiones instantáneas a nivel global a velocidad de la luz. A ellas Marshall McLuhan les debe la expresión de la aldea global; al hecho de que nada se mantiene oculto ante nadie, le debe su razón. Si esto es así, entonces los computadores, la internet, la inteligencia artificial y la internet de las cosas, en cierto modo, no son algo radicalmente nuevo, sino tan solo nuevas formas de la explotación, también de la domesticación de las posibilidades de la electricidad y de la conducción, conmutación e interconexión. La sociedad 4.0 es la sociedad de todos los medios electrónicos y digitales, así como la sociedad 3.0 era la dirección de la imprenta del libro, la sociedad 2.0 la de la escritura y la sociedad 1.0 la sociedad del lenguaje oral.
La próxima sociedad, entonces, no comenzó en algún instante en los años cuarenta, sino en algún instante en los años sesenta. Ya alrededor de 1900 se sentía temor frente a la posibilidad de la desaparición de la materia, del lugar y del tiempo en los rayos y flujos de la electricidad. La catástrofe de los medios, propiamente tal, aconteció durante la primera mitad del siglo XX. En la segunda mitad se impuso cierto apaciguamiento que luego dejó tiempo para la recopilación y descripción científico-cultural.
El tiempo que se tiene juega un rol fundamental para el trabajo científico. Con el traspaso de internet a la internet de las cosas, en todas partes se espera y teme, dependiendo del temperamento, que los computadores no tan solo se vuelvan omnipresentes sino, al mismo tiempo, invisibles. ¿Quién en la sociedad moderna reflexionó sobre la imprenta del libro? En este momento reflexionamos sobre los medios electrónicos y digitales, porque nos encontramos en medio de un cambio radical y porque fenómenos decisivos –la aparición de los medios sociales, la creación de plataformas digitales, la entrada de la inteligencia artificial en la ciencia, el comercio, el ejército y la vida cotidiana– ocurren ante nuestros ojos. La comparación histórica y sociológica, que los estudios aquí presentes arriesgan, dentro de un tiempo previsible ya no interesarán a nadie. Para entonces nadaremos en los medios electrónicos y digitales como el pez en el agua. Y este libro sufrirá su justo destino como reliquia de un tiempo pasado.
Me alegro de que este libro aparezca en Chile y pueda participar de una discusión sudamericana, que, como el lector rápidamente constatará, ignoro en su mayor medida. No tengo idea de cómo en Sudamérica se representan las distintas épocas mediales. Me remito a los estudios levi-straussianos acerca de los Bororo que viven en el Amazonas y tengo ante mis ojos los mayas como ejemplo de una alta cultura antigua. Pero tengo claridad sobre el hecho de que la sociedad sudamericana está bendecida con más desigualdades que la europea. En algunos países de Sudamérica las cuatro épocas mediales transcurren simultáneamente. Por lo tanto, por un lado, pido indulgencia y, por el otro, espero con ilusión los aportes que desde una perspectiva sudamericana discuten críticamente las tesis de las épocas mediales y de una próxima sociedad. Al menos, en Sudamérica la puerta de la observación por esta desigualdad presumiblemente se mantiene abierta por más rato que en Europa o en los EE.UU., en los cuales estructura y cultura de la próxima sociedad se desarrollan casí homogéneamente.
Dirk Baecker
Dresden, marzo de 2018
Prefacio
Detrás de la expresión de la próxima sociedad hay más que un título nacido del apuro. Nos la tenemos que ver nada menos que con la sospecha que la introducción del computador para la sociedad tendrá consecuencias tan dramáticas como anteriormente solo las tuvo la introducción del lenguaje, de la escritura y de la imprenta de libros. La introducción del lenguaje constituyó la sociedad tribal, aquella de la escritura la alta cultura de la Antigüedad, la de la imprenta del libro la sociedad moderna y la del computador la próxima sociedad. Cada nuevo medio de difusión confronta a la sociedad con posibilidades nuevas y excedentes de comunicación, para cuyo manejo selectivo la estructura y cultura de la sociedad actual son insuficientes. Cada introducción de un nuevo medio de difusión, por consiguiente, debe llevar a la permutación de esta estructura y de esta cultura, si es que ella ha de ser posible en un frente amplio. De otro modo, el nuevo medio es restringido a un modo de uso periférico.
Es discutible si acaso a la fotografía el film, el teléfono y la televisión no les corresponde una relevancia al menos tan grande como al lenguaje, la escritura, la imprenta del libro y el computador. Es discutible si el lenguaje puede ser pensado razonablemente como un medio de difusión de la comunicación. Y es tanto más discutible si de cara a la complejidad y diversidad de toda sociedad hace sentido en cada caso hablar de una forma estructural y una forma cultural por formación social, ni hablar de que también es discutible qué formaciones sociales particulares puedan ser asociadas tan inequívocamente a un medio de comunicación dominante, tal como aquí es presupuesto. ¿Acaso a la teoría de los medios y la historia de los medios, a partir de Harold A. Innis, Marshall McLuhan y otros, no le convendría más apostar a priori a la multiplicidad y la falta de inequivocidad, con tal de obtener a partir de lo anterior preguntas capaces de diferenciación empíricamente?
Los estudios reunidos en el presente volumen deben su cohesión a la sorpresa de que ambas preguntas, una por la forma estructural y otra por la forma cultural de una sociedad, es decir, que las preguntas por su producción mediática de exceso de sentido y su reducción formal de exceso de sentido, ya permiten observar y distinguir bastante selectivamente fenómenos sociales en su establecimiento. En el caso del teatro, la arquitectura, el trabajo, las organizaciones, la universidad, las imágenes y la familia nos la tenemos que ver con inventos únicos de la sociedad, que por lo tanto existen en toda sociedad, pero lo hacen de un modo estructural y culturalmente distinto en cada caso. En los ensayos siguientes miramos estos fenómenos más de cerca para estudiar en y a través de ellos cómo reaccionan a los nuevos problemas que se plantean a una sociedad en el marco de la introducción de un nuevo medio de comunicación.
La próxima sociedad le otorga su título al volumen presente. Peter E. Drucker ha llamado «next society» a la sociedad que comienza a reaccionar ante la introducción del computador, porque ella se distinguirá de la sociedad moderna en todas sus formas de procesamiento de sentido, en sus instituciones, sus teorías, sus ideologías y sus problemas1. Más allá de esto, en la palabra clave «la próxima» posiblemente se encuentre un núcleo de la verdad tan relevante como en la palabra de lo «moderno». Se entendía por «moderno» lo que se dejaba entender al interior de una sociedad devenida inquieta, estabilizada dinámicamente, como modo de sí mismo, como estado de moda, es decir, pasajero, en la disputa con otros estados. Posiblemente en la referencia a lo «próximo» se encuentre semejante fórmula estructural problemática. Posiblemente nos la tendremos que ver con una sociedad que ya no está calibrada
hacia la figura del equilibrio del modo, sino hacia la figura de orientación del próximo. La próxima sociedad, si es que ella se impone, en todas sus estructuras estará enfocada en la capacidad de encontrar en cada caso un paso siguiente y a partir de ahí arriesgar una mirada fugaz sobre las relaciones que ahí se encuentran. Ella ya no confiará en el orden social de estatus y jerarquía, ni tampoco en el orden objetivo de estados y de sus funciones, sino que será un orden temporal, caracterizado por el carácter acontecimental de todos los procesos y que define cada acontecimiento particular como el paso siguiente en un terreno por principio inseguro.
Pero no tan solo será un orden temporal, porque la sociedad moderna ya lo es; más allá, de modo más radical de lo que podamos imaginar hasta el momento, será un orden ecológico; si ecología significa que uno se las tiene que ver con relaciones de vecindad entre órdenes heterogéneos que carecen de cualquier conexión preestablecida, cualquier orden trascendente, cualquier sentido contrario. De lo anterior, la idea de forma de George Spencer-
Brown extrae su sentido. Le es adecuada al carácter de proyecto de cada forma singular, que consiste en que en semejante ecología la forma ahora tan solo puede ser pensada como algo que está en condiciones de combinar referencia escritural recursiva con un saber de la intransparencia de las relaciones. El arte ha pensado esto con anterioridad al establecerse cada obra de arte, documentando cómo, sin embargo, se las arregla con las circunstancias por ella incontrolables. Posiblemente esto sea un cianotipo que puede ser vuelto a encontrar en la fundación de empresas, relaciones amorosas, movimientos políticos y escisiones eclesiásticas, si es que se sabe qué es lo que hay que buscar. Es importante que el computador capaz de memoria –que comienza a participar de la comunicación en la sociedad de un modo en que hasta la fecha solo se conocía para el hombre– para esta combinación entre autorreferencia recursiva e intransparencia robusta devenga el paradigma en el que se instruye lo que luego podrá llamarse estructura y cultura de la próxima sociedad.
La próxima sociedad presumiblemente se entenderá mejor si se describe como una población de proyectos de control que se complementan, atraviesan y requieren mutuamente, que sin embargo no pueden ser llevados ni al orden de una jerarquía de estatus como en la sociedad escritural, ni a un orden objetivo funcional como en la sociedad de la imprenta del libro. En comparación con estos proyectos todavía impresionantes de órdenes del todo (piénsese en Henry Adams), la próxima sociedad a lo más evocará el recuerdo de las relaciones tribales en la sociedad oral. Pero también este abordaje se queda corto porque la próxima sociedad no consistirá de unidades homogéneas ordenadas segmentariamente («tribus»), sino de unidades heterogéneas, ordenadas ecológicamente («proyectos de control») – si es que los indicios del presente no nos engañan.
En lo que sigue colocamos a esta sociedad, cuyos contornos aún son borrosos, en el contexto de las formaciones, más reconocibles, de la sociedad tribal, de la alta cultura de la Antigüedad y de la sociedad moderna. Por lo tanto, volvemos a revisar las reflexiones que intentan cercar la próxima sociedad en cada caso, a modo de ejercicio en las tres otras formaciones sociales. Esto sirve tanto al agudizamiento de la formulación de la pregunta como al ejercicio de la mirada sociológica. Se verá que con ello contravenimos a más de alguna obligación de prolijidad histórica. Tenemos que vérnoslas, calculado a partir de la presunta introducción del lenguaje, con cuatro millones de años de historia de la humanidad, con lo que alguna imprecisión, algún salto y alguna conjetura temeraria es inevitable. No obstante, a mi juicio hace sentido exponer reflexiones y observaciones de este tipo en una fase esquemática. Y es que no se trata del proyecto de una historia universal, sino de ensayar una teoría formal de la sociedad, que se las arregla con solo una formulación de un problema, el de la recursividad de toda reproducción social, y que pone a prueba esta formulación confrontándola con las cuatro variantes de un medio de comunicación dominante.
A todo esto, debo la tesis de la cual parto en lo que sigue a uno de los pasajes a mi juicio más especulativos del libro de Niklas
Luhmann Die Gesellschaft der Gesellschaft [La sociedad de la sociedad], en el cual expone la idea de que la sociedad tan solo sobrevivió a la introducción de la escritura, la imprenta del libro y del computador porque logró encontrar así llamadas formas culturales del trato selectivo con el sentido excedente producido por los nuevos medios2. En los estudios que siguen me reaseguro de esta idea una y otra vez, de modo que desde ya al lector hay que pedirle indulgencia con la redundancia resultante. Pero se verá que estas pasadas repetidas tienen su sentido. Dirigen la mirada sobre fenómenos detallados en cada caso relativamente robustos de la sociedad en un contexto en cada caso relativamente sorprendente con otros fenómenos, y aquí sobre todo: con las respectivas formas culturales de la sociedad. Pero, al revés, estas formas culturales también obtienen su plausibilidad tan solo del hecho de que justamente no solo acontecen en el mundo de los valores y discursos, sino que son incorporados en las estructuras de la realidad empírica. La magia liminar del chamán, la teleología de Aristóteles, la metafísica del equilibrio de Descartes o el cálculo formal de George Spencer-Brown se deben a reflexiones que tienen que ver con una variedad de problemas, situados fuera del contexto relacionado, de la búsqueda de formas de elaboración del sentido excedente de una sociedad. Pero de inmediato ganan cierta evidencia en la cotidianidad de una sociedad, en sus formas de cooperación comprensibles de suyo, en la comprensión de lo que es una familia y de lo que ella se debe, que teóricamente puede ser llevada a un denominador de la autosemejanza en las estructuras de una sociedad y que prácticamente a pesar de ello desconcierta.
Luhmann había referido su tesis de la forma cultural, en singular, de una sociedad a un sentido excedente producido por todos los medios de comunicación de esta sociedad (lenguaje, escritura, imprenta del libro y televisión, dinero, poder, verdad y amor), inmediatamente a continuación, sin embargo, tan solo la había demostrado, exhibiéndola en los medios de difusión (a diferencia de los medios exitosos de la comunicación). En lo que sigue nos atenemos a ese proceder ejemplar, sin con ello querer excluir que se puedan exponer futuras preguntas de investigación preguntándose, de manera mucho más exacta de lo que se ha hecho hasta la fecha, por el sentido excedente de dinero y poder, verdad y poder en su producción y reducción a través de distintas instituciones de la sociedad, desde la familia pasando por el colegio hasta la universidad, desde la iglesia pasando por el teatro hasta el ejército.
Entendemos estos estudios como una contribución a una posible arqueología de la sociedad. Porque evidentemente los medios singulares de difusión en su producción de sentido excedente no se siguen unos a otros sino que se que sobreponen, de modo que las viejas formas culturales en el trato con el lenguaje y la escritura siguen siendo requeridas incluso cuando nuevas formas, que están en condiciones de lidiar con la imprenta del libro y el computador, se suman a estas3. Esto implica guerras culturales de un carácter conciliador variable respectivamente de una violencia explícita variable cuando una de las formas culturales, entrenada en el trato con el sentido excedente de la escritura, proclama la pretensión de también poder arreglárselas con problemas estructurales que aparecen junto a la imprenta del libro y el computador. Entonces, uno se las tiene que ver con fundamentalismos que aplican la bella idea de Aristóteles, según la que todo en la sociedad tiene su lugar (telos) adecuado, en coincidencia con el alma del individuo, la justicia de la ciudad y la armonía del cosmos, a relaciones que en su dinámica social, objetiva y temporal ya no pueden ser retratadas de esta manera. Y viceversa, las exigencias desconsideradas de un orden objetivo ya no tan solo moderno, sino, más allá de esto, de una próxima filosofía procesal, sobrepasan sociedades simples únicamente acostumbradas a lenguaje y escritura, de modo que en estas ya nadie entiende dónde él y ella tienen la cabeza.
Recusaciones de este tipo también han de ser consideradas, junto a lo que se piensa, aun si en lo que sigue les es otorgada demasiada poca atención. Nos concentramos en la distinción, lo aguda posible, entre las cuatro formas estructurales y culturales de la sociedad tribal, la antigua sociedad esclavista, la cultura moderna de la imprenta del libro y de la próxima sociedad computacional. En toda situación actual de la sociedad que se encuentra en camino a la globalización en sociedad mundial, estas formas estructurales y culturales, sin embargo, se hallan en una situación llena de roces, compleja, que a ratos distrae. Uno ha de estar familiarizado con ellas, aunque sea un poco, para, en cada situación, tener los instrumentos diagnósticos que según la buena vieja usanza de los sociólogos pueda contar no solamente con el hombre y la naturaleza, sino también con la sociedad. El diagnóstico de formas estructurales es un asunto que corresponde a la ciencia. Las formas culturales de la sociedad, sin embargo, nos conciernen a todos. De ellos pende nuestro corazón y nuestro intelecto, de manera nostálgica en las viejas formas, dubitativamente en las nuevas. Por ende, no estaría del todo mal si estuviéramos un tanto más familiarizados con ellas.
Berlín, marzo de 2007
1 Véase Peter E. Drucker, «The Next Society. A Survey of the Next Future». En: The Economist, 3 de noviembre de 2001, reimpreso en Peter E. Drucker, Managing in the Next Society. Nueva York: St. Martin’s Griffin, pp. 233-299.
2 Véase Niklas Luhmann, Die Gesellschaft der Gesellschaft. Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1997, p. 405 ss.
3 En esta medida el topos de la sociedad envejecida, a que a ratos puede encontrarse entre teóricos de sistemas, es perfectamente aplicable. Véase especialmente el memorándum de Gregory Bateson, «Time is Out of Joint», que hizo repartir en 1978 a miembros del consejo administrativo de la University of California, reimpreso en: Mind and Nature: A Neccessary Unity. Nueva York: Duton, 1979, pp. 215-223. Véase también W-Ross Ashby, «The Brain of Yesterday and Today». En: Mecanisms of Intelligence: Ross Ashby’s Writings on Cybernetics. Ed. por Roger Conant, Seaside, Cal.: Intersystems, 1981, pp. 397-403. Sin embargo, no resulta del todo evidente cómo se llega a este sobreenvejecimiento o a la impresión de tal sobreenvejecimiento. En estos estudios emprendemos el intento por fundamentar esta impresión, remitiendo a las etapas de la evolución sociocultural cuyos umbrales en cada caso son marcados por la introducción de un nuevo medio de la difusión de comunicación.
Empresas innovadoras
I
Las empresas innovadoras en la próxima sociedad tendrán que hacer frente a tres desafíos: el computador, el hombre y la sociedad. Ninguno de estos desafíos es nuevo, pero los tres se agudizarán dramáticamente y caracterizarán a toda forma de la organización empresarial que actualmente consideramos racional y eficiente como anticuada.
La significación del computador recién se volverá comprensible si comparamos su introducción con la introducción de la escritura hace tres mil años y la introducción de la imprenta del libro quinientos años atrás. Cada vez la forma de la sociedad cambió profundamente. Y cada vez apenas se comprendió siglos después qué es lo que había sucedido. Niklas Luhmann ha dedicado su obra de vida [Lebenswerk] a la pregunta acerca de qué teoría sociológica necesitamos para empezar a descifrar estos procesos. Una de sus ideas centrales consiste en asumir que cada medio de comunicación pone a disposición más posibilidades de comunicación de las que la sociedad en principio puede dominar. La sociedad, según su formulación1, por ende, requiere de las así llamadas formas culturales para reducir lo posible a lo que es elaborable.
A la escritura le debemos la invención de la forma cultural teleología. La sociedad recién se las pudo arreglar con la explosión de las posibilidades comunicativas más allá de la comunicación oral entre seres presentes, cuando Aristóteles tuvo la idea de que uno podía someter a examen toda oferta de sentido pensable inspeccionando qué meta perseguía, a qué fin [Zweck] servía y qué medios adecuados o inadecuados aplicaba. De esta invención las ciencias económicas [Betriebswirtschaftslehre] se benefician hasta el día de hoy. A ella le deben toda su racionalidad. Pero la idea de la teleología no se vuelve solamente decisiva bajo el punto de vista de cómo ella ordena el mundo según un fin y un medio, sino también bajo el punto de vista de qué sentido permite rechazar porque no aprueba el examen de fines y medios. La magia, hasta el momento uno de los medios más importantes para orientarse en el mundo y ejercer influjo sobre este, no aprobó este examen. Max Weber hizo de esto uno de los grandes temas de su sociología: la expulsión de la magia y el desencantamiento del mundo mediante la racionalización, es decir, mediante la aplicación, cada vez más avanzada, de la relación entre fines y medios2.
A la imprenta del libro le debemos la invención de la forma cultural del equilibrio. Nuevamente habían explotado las posibilidades del mundo. Ahora no tan solo comunicaban los que no estaban presentes, sino que ahora la comunicación escrita fue sistemáticamente multiplicada, mil veces copiada y –con lo que nadie contaba– se volvía comparable entre sí. Libros, billetes de dinero, sentencias judiciales, hojas volantes, certificados de notas, artículos científicos, noticias de diarios no tan solo deben ser tomados en cuenta, sino que pueden ser puestos lado a lado y uno puede extraer respectivamente, según la esperanza de Leibniz, incluso «calcular»3 consecuencias a partir de su comparación, en las que un interlocutor o también el autor de cada uno de estos documentos jamás habría pensado. El mundo es cogido por una inquietud inmensa para los contemporáneos, en la que la figura ordenadora de la teleología es consumida. Fines y medios de ahora en adelante solamente dan buenos resultados en las organizaciones; comienza una cadena interminable de intentos de generalizar su ventaja ordenadora de cara a la inquietud social y, de este modo, según se pensaba, volver a organizar la sociedad4.
No obstante, no hay organización, burocracia, economía dirigida a gran escala que esté a la altura de la inquietud social. En su lugar se naturaliza el nombre de la libertad. Esto, sin embargo, recién se volvió posible después que Descartes, sobre la base de las reflexiones de Montaigne, Pascal y otros, tuvo la idea de ya no dejarse asustar por la inquietud, sino de convertirla en material y garante de la movilidad individual. Cogito, ergo sum: sea lo que sea lo que te sucede, independientemente de que sea agradable o desagradable, refiérelo a ti y ten claro que en el momento te convierte en quién y qué eres, sin con ello excluir que inmediatamente a continuación te vuelva a suceder algo para lo que vale lo mismo. La idea es filosóficamente exigente y hasta el día de hoy está sometida a toda sospecha pensable. ¿Qué pasa con la identidad? ¿No hay nada esencial? ¿Dónde queda la sustancia?, esas son las preguntas con las que la idea de una inquietud estable, un equilibrio dinámico es mantenido a rayas. Esto, sin embargo, no cambia en nada que el orden de la sociedad a partir la Modernidad tan solo puede fundarse en este pensamiento. Surgen cálculos políticos, económicos, religiosos y artísticos, que no están cimentados en nada más que en la pregunta autorreferente sobre en qué medida después de cada decisión política, de cada inversión, de cada hipótesis, de cada mandamiento, de cada obra de arte seguirá siendo posible que haya política, economía, ciencia, religión y arte5.
También la organización de empresas y burocracias confía en este principio de ordenamiento que consiste en reacuñar la inquietud ganada a partir de procesos de acciones, cálculos de inversión, desarrollos personales, observaciones de mercado y patrones decisionales en un cálculo que permite averiguar cómo sigue todo. La pregunta por el fin y el medio aquí se torna un material entre otros. Ella es mantenida en alto por ingenieros comerciales con el objetivo del apaciguamiento interno y sobre todo externo, a pesar de que todos saben que de ella no puede derivarse estrategia alguna6.
La imprenta del libro llevó a que el mundo se reordenara. Este aparece como un orden cósico, tal como si la biblioteca en la que los libros son colocados y mantenidos a disposición según materias, fuera la medida de todas las cosas. Posibles alternativas son empujadas hacia un segundo plano – ante todo el orden social que había dominado en sociedades orales y literales, un orden según estatus y respeto, y el orden temporal, que igualmente es mantenido en reserva, un orden según progreso, decadencia y retorno. Deviene virtud central de la sociedad, la crítica, que al comparar los escritos entre sí y con la realidad advierte los errores que luego también han de ser corregidos, lo que conduce a nuevas alteraciones del equilibrio.
Y ahora el computador. Por supuesto que es posible preguntar si no también la radio, el film y la televisión tienen repercusiones drásticas. La respuesta está a la mano. La reproducción de tonos transforma la comunicación oral, el movimiento de imágenes transforma todo el ámbito de la comunicación en hechos perceptibles, que ya no son ordenables con los medios de la confrontación [Auseinandersetzung] directa y la lectura crítica, sino que o cautivan al otro con su encanto o son rechazados rotundamente7. En el caso de textos, el «no» resulta fácil; en el de imágenes, no.
No obstante, el computador lleva más allá de esta problemática. Confronta con comunicaciones de las cuales no sabemos quién y cómo las llevó a cabo. Números y textos se despliegan sobre la pantalla, que debemos valorar debidamente sin tener información confiable acerca de su fuente e intención. La única decisión que de cara a las informaciones aparece en el monitor del computador, dispuesta por nuestro propio ordenador, por el servidor de la empresa o por internet, es si podemos hacer algo con esta información aquí y ahora – o no. Las figuras ordenadoras de la teleología y del equilibrio, es decir, la pregunta por fin y medio y la confianza en la propia inquietud aquí únicamente ayudan en apariencia. En realidad, se requiere de una nueva figura del orden, de la que no sabemos si ya la hemos desarrollado. El candidato actualmente más auspicioso para una nueva forma cultural es la idea de la forma, tal como la desarrolló el matemático George Spencer-Brown en su libro Laws of Form [Las leyes de la forma]8. Él piensa la forma como una distinción con dos lados, una de las cuales marca algo determinado mientras que la otra lleva consigo lo indeterminado. Solo así puede uno imaginarse procesos de cálculo, algoritmos, cálculos, que arriban a resultados, en esto sin embargo dejan correr con ellos el pensamiento que la procedencia del acontecimiento es desconocida y el procedimiento de cálculo es libremente flotante.
Empresas innovadoras han logrado ajustarse tanto a la escritura como a la imprenta del libro. Ellas utilizan las ideas de la racionalidad dirigida a fines, así como aquella del equilibrio inquieto. Y ellas se embarcan en las aventuras del «management del saber» para averiguar, mediante propias esperanzas y desilusiones gradualmente, qué se puede esperar de computadores y cómo hay que tratar con ellos9. Sin embargo, las empresas innovadoras de la próxima sociedad tendrán que ir más allá de esto. Ellas tendrán que observar y conformarse, ellas mismas, en tanto «forma» en el sentido de George Spencer-Brown, es decir, como algo determinado en vecindad inmediata de lo indeterminado10. Solo así ellas lograrán siempre volver a calcular posibilidades propias, sin perder de vista la diferencia, a veces fina, a veces nítida, que las separa del mundo en el que han de probarse. Se puede esperar con curiosidad qué significará esto para formación, dirección y control de las empresas.
II
La primera consecuencia del desafío de la introducción del computador ya ha de ser extraída ahora. Las posibilidades de cálculo de la economía, en las cuales las empresas en gran parte habían confiado para observar los propios riesgos y posibilidades, y tomar decisiones adecuadas, si bien bajo las condiciones de la sociedad de la escritura y de la imprenta del libro son suficientes, presumiblemente ya no lo son bajo condiciones de la sociedad del computador. Con los medios de la teleología y del equilibrio, por muy imprescindibles que ellos sigan siendo, no se podrá asegurar la navegación en el mundo de las formas. Empresas innovadoras necesitan nuevos ordenadores, que sean más inteligentes, poniendo en vecindad inmediata a saber y no-saber.
El economista Erich Gutenberg tuvo la genial idea de separar la empresa de la economía, y de diseñar y dirigir tradicionalmente la empresa con los medios de la economía. Esto ha dado buenos resultados11. Ningún otro medio que no sea la referencia a costos y beneficios al interior de una organización, puede ser empleado con un éxito tan rotundo para fundamentar o rechazar decisiones, comenzar o dar por terminados proyectos. Todas las demás organizaciones que conocemos, es decir, iglesias, universidades, ejércitos, oficinas administrativas, juzgados, hospitales y teatros, son diseñados y dirigidos con los medios de ideologías de la profesión, que son selectivos a nivel de contenidos, pero a los que les cuesta distinguir e imponer inicio y fin de sus proyectos.
Pero también la doctrina de la economía se topa con los límites de su saber cuando se trata de calcular fórmulas. Ella está acostumbrada a excluir lo indeterminado, no de volverlo parte del cálculo, es decir, incluirlo. Está fuera de cuestión que ella aún pueda aprenderlo y que en esto le podría ayudar una reflexión acerca de los rendimientos de cálculo ya contenidos en costos, beneficios y sobre todo en precios, pero actualmente aún está lejos de una reflexión de contexto de ese tipo.
La empresa innovadora de la próxima sociedad ya no será diseñada ni dirigida conforme a la doctrina económica, sino a la psicología social. Funcionará según el modelo de high-reliability organizations, a las que los investigadores de organizaciones Karl E. Weick y Kathleen M. Sutcliffe le dedicaron un libro notable, tomando como ejemplos las unidades de cuidados intensivos en hospitales, los portaaviones y las centrales nucleares12.
El ordenador, que es capaz de construir, calcular y controlar formas bajo estas altísimas exigencias de confiabilidad, no es la economía. La demanda de precios, costos, beneficios y ganancias no nos lleva ningún paso más adelante si se trata de coordinar el trabajo de Gis en la cubierta de un avión, asegurar la atención de un equipo de una central nuclear o de apoyar el trabajo seguro bajo las estresantes condiciones de una unidad de cuidados intensivos. Aquí tan solo ayuda el ordenador hombre, es decir, una unidad altamente compleja, que es capaz de percibir y de comunicar, que puede ser entrenada y formada, y que, además de todo lo anterior, está en condiciones de observar, reflejar y describir sus propias condiciones.
El ordenador que es el hombre desde la Modernidad solo ha sido valorado bajo las dos formas de su devaluación a la función de la fuerza de trabajo y de su revalorización al potencial de una autorrealización humanista. Recién las ciencias cognitivas más nuevas descubrieron que aquí nos la tenemos que ver con una unidad que ya puede hacer lo que estamos lejos de poder enseñarle a máquinas y computadores13. Las empresas innovadoras de la próxima sociedad descubrirán que de lo que se trata es de emplear [einsetzen]
al hombre siempre ahí donde es crítico, en la dirección, en el contacto con clientes, en el diseño de procesos de trabajo y en las negociaciones con partners de network. Descubrirán que no es solamente empleable [einsetzbar] como funcionario al servicio de fines [Zwecke] y medios y tampoco solo como factor de inquietud y garante de la autorreferencia («interés»), sino que se puede recurrir a él en cuanto a su capacidad de referir entre sí a percepción y comunicación, y de obtener formas a partir de ellas: ideas, propuestas y puntos de fuga con los cuales otras [personas] pueden obtener otras diferentes y con las cuales se puede seguir trabajando.
Las empresas innovadoras de la próxima sociedad descubrirán que la presencia-de-espíritu o de-ánimo [Geistesgegenwart] –Weick y Sutclife hablan de mindfulness– en el trato con hombres, máquinas e ideas es el recurso más escaso de todos. Y descubrirán que exclusivamente el hombre puede proporcionar este recurso. Esto cambiará la organización interna de empresas fundamentalmente.
III
Ya estamos argumentando a un nivel social. Pero esto no significa que ya esté lo suficientemente claro en qué consistirá el desafío social a las empresas de la próxima sociedad. El trato con el computador y la reconceptualización del hombre aquí tan solo son ideas primerísimas, que insinúan el problema del todo.
La próxima sociedad será una sociedad que habrá dejado tras sí el orden feudal de la tradición, al igual que la diferenciación funcional de la Modernidad. Por supuesto que seguirán existiendo diferencias sociales y estratos sociales. Y seguirá siendo posible distinguir entre actuar económico, político, religioso, científico, pedagógico, artístico, legal y familiar. Pero, a su vez, estos patrones se volverán elementos de una forma de autoorganización social, que tanto a nivel micrológico como macrológico admite mucho más variaciones de lo que estamos acostumbrados hasta la fecha. Nacerán imperios y perecerán, aparecerán formas familiares y volverán a desaparecer, habrá medios de conducción de la vida que nadie hasta la fecha pueda imaginarse, movimientos sociales se volverán atractivos e inatractivos, enfermedades aparecerán como amenazas, exigirán sus víctimas y serán combatidas, sectas encontrarán seguidores y volverán a perderlos, colegios serán fundados y disueltos, que por el momento no podemos imaginarnos. Las empresas innovadoras de la próxima sociedad, sin embargo, estarán preparadas para ellos.
¿Cómo pueden lograr esto?
Las empresas innovadoras de la próxima sociedad se despedirán de la inquieta certeza de sí mismo –esa certeza que permanentemente trabaja en ella misma, se perturba, duda para parmanecer despierta–, que su destino está decidido exclusivamente al interior de la economía, es decir, se decide en mercados en los cuales se rivaliza con competidores por la demanda de clientes solventes. El destino de las empresas, por un lado, se decide aquí, en los mercados de la economía, pero, a su vez, también se decide en los laboratorios de la ciencia, en los vestíbulos oratorios de las iglesias, en las salas de los juzgados, en las piezas traseras de la política y en las redacciones de los periódicos, canales televisivos y operadores de internet.
¿Cómo uno puede prepararse para ello?
En principio, no se puede en absoluto – y justamente de eso se trata. Las empresas innovadoras de la próxima sociedad en vez de ello se ajustarán a la forma en la que tiene lugar lo que puede tener lugar. Aprenderán que la forma social de orden social siempre tiene algo que ver con identidad y control, tal como fue descrito por Harrison C. White14. Aprenderán que en economía y religión, y entre todos estos ámbitos tienen que enfrentarse con networks, en los cuales personas, ideas, historias e instituciones luchan por su identidad, intentando controlar, a veces apaciblemente, otras veces sin miramientos, a todos aquellos de quienes dependen. Y aprenderán que hay tan solo una forma de control efectivo, a saber, la disposición a dejarse controlar por los que uno quiere controlar. En este punto al menos, Maquiavelo, la sociología del network y la cibernética están de acuerdo.
Es notable que esta forma del orden social –que identidad, control y network a su vez son formas en el sentido de Spencer-Brown– de algo determinado en el contexto que siempre marcha conjuntamente a lo indeterminado. Una identidad tiene el flanco abierto de su diferencia con otras identidades, con las cuales tiene en común el que se distingue de ellas. Cada control ha de mantener abierto de qué se deja controlar con tal de no perder el control. Y el network de antemano ha de ser pensado como un modo del entrelazamiento en el que toda relación no ha de valer tan solo en tanto intercambiable, sino en tanto incalculablemente intercambiable.
Todo esto suena mucho peor de lo que es. Mucho de ello ya lo dominamos, aunque sea sin saberlo. De lo contrario, no nos la arreglaríamos con formas más exigentes de la comunicación tales como cenas entre amigos, negociaciones comerciales o el sondeo de posibilidades políticas. No obstante, nuestras autodescripciones sociales no apuntan a estas formas ni a la competencia de nuestro trato con ellas. Pero esto puede cambiar.
De todos modos, para las empresas innovadoras de la próxima sociedad la situación se presenta tan confusa como clara. Nadie sabe a qué ajustarse. Pero aquello, a lo que uno ha de ajustarse, es la forma de la forma. Al menos esto puede saberse si nuestra hipótesis de la transformación de la sociedad a una sociedad del computador es acertada. Esta forma es autosemejante. Vale para el gran todo de la sociedad, este cálculo abstracto de la continuación de la comunicación, para el nivel medio de la organización, enhebrado en sus networks, y para el diálogo, en el que saber siempre es intercambiado solo conjuntamente con el no-saber correspondiente.
IV
Y algo más puede saberse. La próxima sociedad no dejará solas a sus empresas innovadoras. Estas empresas ni lograrán ir cojeando detrás del desarrollo de la sociedad, ni lograrán anticiparse a ella. La forma de la empresa innovadora de la próxima sociedad apunta a esta empresa en el lado interior determinado de la distinción y a la sociedad en el lado exterior, con esto lo suficientemente indeterminadamente determinado, de la distinción. Uno de los lados no puede existir sin el otro.
La conexión en redes de estos dos lados tendrá lugar con la ayuda de estructuras que ya son claras y manifiestas. Nombremos aquí únicamente a tres de ellas:
En primer lugar, para las empresas de todo tipo en la conexión en redes entre ellas y con administraciones, sindicatos y organizaciones de protección del consumidor devienen cada vez más dominantes aquellas formas de control indirecto sobre las que Michael Powers ha dicho todo lo esencial15. Todas las organizaciones a través de agencias de rating, sociedades auditoras de cuentas e instalaciones con fines de verificación de calidad se ven puestas en la inevitable situación de diseñar y transparentar sus propios procesos, de modo que pueda ser documentada la calidad del diseño de procesos, y no su contenido, y esto de manera permanente frente a otras organizaciones con las cuales uno quiere hacer o seguir haciendo negocios. Es inevitable que los criterios con los cuales la calidad de los procesos es documentada hacia el exterior, también adquieran cierta significación hacia el interior y, por ende, las organizaciones se vuelvan más parecidas entre sí a un nivel estructural. Esto ayuda en la difusión de innovaciones. Y ayuda a advertirse ante innovaciones en las cuales otros ya han fracasado.
En segundo lugar, con toda tendencia hacia la autorrepresentación heroica de organizaciones de todo tipo, especialmente de las empresas innovadoras, ya se volvió patente que cambios y mejorías nunca pueden ser decretados por una organización sola ni pueden ser implementados por ella sola. Las organizaciones únicamente se mueven en el contexto de poblaciones de organizaciones parecidas16. El intento de hablar de empresas innovadoras a diferencia de otras empresas, por ende, también puede valer como un intento de identificar una población de tales empresas y de especificar las posibilidades bajo las cuales esta población le puede hacer justicia a su nombre, sin dejarse frenar por la población de empresas hostiles frente a la innovación, si es que algo así habría de existir17. Sin embargo, en cualquier caso, una población de empresas es la unidad de investigación más pequeña posible si se trata de averiguar qué posibilidades hay para un rediseño de procesos empresariales. También y ante todo, las empresas innovadoras se mueven en cohortes: determinan su dirección y velocidad de cambio intentando desviarse de las demás empresas, que las copian, posiblemente en grado mínimo, para no perder el contacto codo a codo, pero sí de manera lo suficientemente clara como para distinguirse. Tan solo en este contexto, la identidad de una empresa puede ser determinada y tan solo en este marco se aplica la sentencia que las condiciones en cada empresa son otras.
En tercer lugar, ninguna empresa se salva de referirse, al igual que toda otra empresa, a un público, es decir, a un mercado, que comparte con otros y acerca del cual en primer lugar ha de cumplir toda pretensión de distinción. También esto relaciona entre sí a distintas empresas y asegura que aprendan de ellas y no se alejan demasiado entre sí. El economista Armen A. Alchian constató que nada vuelve más uniforme que la certeza que uno comparte con otros18. Sin embargo, más allá de esto, esta incertidumbre está estructurada por la posibilidad del público tanto de seguir siéndole fiel a una empresa como de darle la espalda. Lo anterior otorga un alto grado de seguridad, porque solo así se sabe en qué puede uno confiar y a partir de ahí puede concentrarse en observar los propios contrincantes, con qué actualmente en este público, por lo demás desconocido, se tiene éxito y con qué no19.
Apoyado por estos tres rasgos estructurales e inspirado por el saber acerca de la forma de la forma, la empresa innovadora puede embarcarse en la próxima sociedad. El resto es cuestión de evolución. Aquí se decidirá cómo los tres mecanismos de la evolución, la variación, la selección y la reestabilización se reparten entre la empresa y la sociedad en la que opera20. Hasta la fecha, las empresas variaban de manera más o menos azarosa, mientras que los mercados seleccionaban qué les parecía atractivo y la sociedad se esforzaba por compatibilizar las nuevas selecciones con las antiguas estructuras. Las empresas innovadoras no se contentarán con aquello. Intentarán, por su parte, no volverse solamente aptas para la evolución, sino capaces de evolucionar. No quieren tan solo sobrevivir, sino diseñar, ellas mismas, las condiciones de su sobrevida. Sin embargo, esto significa que tienen que conformar sus propios mecanismos de variación, selección y reestabilización.
Esto no será fácil. Porque el punto de partida de toda evolución social, como ha constatado Niklas Luhmann, es la capacidad de decir «no»21. Solo el «no» es una variación que desafía a los mecanismos de selección y que puede ser decidida con miras a las posibilidades de reestabilización de las estructuras. Hasta ahora, a una empresa le resulta fácil decir «no» a su mundo circundante social y ofrecer productos, en los cuales con anterioridad tan solo había pensado la propia competencia. No obstante, para volverse capaz de evolución, la empresa ha de poder decir «no» a sí misma y ha de poder tratar este «no» productivamente, es decir, selectivamente, y examinar su incorporación fértil en las estructuras ya existentes. En ello yace un desafío que apunta a una cultura empresarial que se distinguirá en muchos aspectos de la estructura hasta la fecha acostumbrada y probada.