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Lucy, la niña Antecessor, está creciendo. Isabel Vega, su madre adoptiva, y su madrina Azahara, tendrán que luchar para ponerla a salvo en un mundo despiadado. Atrapadas en una eterna contradicción, las tres mujeres no saben que una multinacional llamada GENX quiere a toda costa una muestra de Lucy para empezar una investigación genómica prohibida por las Naciones Unidas. De nuevo la codicia y la falsa confianza en que la mejora tecnológica llevara a la raza humana a un futuro mejor arrasarán la vida de muchas personas que ni siquiera imaginan a lo que se enfrentan.
J.P. Johnson vive en la isla de Mallorca. Ex-guardaespaldas de autoridades militares y broker de bolsa, actualmente se dedica en exclusiva a la literatura. Es autor de las célebres sagas "El Quinto Origen", "La Venganza de la Tierra" y "El Diablo sobre la isla" (publicada con su verdadero nombre, Joan Pont), además de la serie de autoayuda "Sí, quiero. Sí, puedo" y el libro de literatura infantil "Una mascota para Tom".
LIBROS DE J. P. JOHNSON
2-Nefer-nefer-nefer
3-Un Dios inexperto
4-El sueño de Ammut
5-Gea (I)
6-Gea (II)
7-ἢ τὰν ἢ ἐπὶ τᾶς
Serie La Venganza de la Tierra
1-Mare Nostrum
2-Abisal
3-Phantom
4-Un mundo nuevo
5-Ultra Neox
6-Éxodo.
Serie La Chica de la Gran Dolina
1-La Chica de la Gran Dolina
2-Lucy
OBRAS DE JOAN PONT
Serie El Diablo sobre la isla
1-El Diablo sobre la isla.
2-Venganza.
3- Perros de Guerra.
Serie Benet.
1-Jamm Session. (La primera entrega del detective Toni Benet)
2-Puro Mediterráneo
Glaciar. (Ecothriller)
NO FICCIÓN
Serie "Sí quiero. Si puedo". (Traducida a múltiples idiomas)
1-Cómo escribir tu primer libro y publicarlo online.
2-Consejos imprescindibles para prosperar económicamente en la vida.
3-¡Socorro, mi hij@ quiere ser youtuber!
4-Los 12 mandamientos de la autopublicación independiente.
5-En busca de tu Equilibrio. Claves del pensamiento estoico.
6-¡Socorro, mi hij@ es adolescente!
Serie juvenil Tom, el cerdo Tik-toker (traducido a múltiples idiomas)
1-Una mascota para Tom
2-¡Hikikomori, resuelve tu problema!
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J. P. Johnson
La Chica de la Gran Dolina 2. LUCY.
© J. P. Johnson /Joan Pont Galmés [2023)
Portada de Joe Mcnally
Todos los derechos reservados.
La capacidad de alterar rápidamente el código de la vida nos otorga un poder sin precedentes sobre la naturaleza. La cuestión es si debemos hacer uso de él.
Azahara Vega estiró los brazos para levantar a Lucy en el aire y lanzarla lo más lejos posible, pero no lo logró. El cuerpo de la niña resbaló por sus caderas debido a su peso y a la capa de bronceador que cubría la piel de ambas. La niña, que ahora tenía casi cinco años pero aparentaba diez, cayó pesadamente al agua junto a sus piernas pero, lejos de demostrar su decepción, buceó por debajo de su madrina para salir por el otro lado, escupiendo agua y mocos. Era un juego que practicaban cada vez que iban a la playa desde que Azahara e Isabel Vega, su hermana, junto con Lucy, la pequeña Antecessor, habían regresado a las islas Baleares, aquel paraíso del Mediterraneo.
El piso en el Boulevar Zipoli y la ciudad de Córdoba, en Argentina, habían quedado atrás. Ninguna de las dos se encontraba mal allí, todo lo contrario, pero tras los dramáticos sucesos que desembocaron en el nacimiento de Lucy no lograban centrarse, dar un rumbo determinado a sus vidas.
-¡Hicimos bien en volver, Isabel! ¡Esto es lo que necesitábamos! ¡Lo que necesitaba ella! - gritó Azahara hacia su hermana, que también acababa de emerger del agua cristalina. Se hallaban en el deslumbrante arenal llamado Es Carbó, una pequeña playa situada al sur-sureste de la isla de Mallorca. Eran casi las ocho de la tarde y el sol empezaba a desaparecer tras los frondosos pinares de la finca de Sa Vall que flanqueaba el arenal y lo protegía, de manera desacostumbrada, de la especulación urbanística.
Isabel sonrió sin entender muy bien qué le decía su hermana, pero no era demasiado difícil, viendo la expresión de su cara, saber que Azahara, igual que ella misma, estaba logrando dejar atrás los terribles meses de huida y exilio.
Habían pasado cuatro años medio en Argentina, aunque a Isabel le había parecido toda una vida. Ella no quiso salir a la calle hasta seis meses después de su llegada, a mediados del mes de enero, pensando que la gente de ADNTRO la encontraría y se llevaría a Lucy, a pesar de que Azahara le recordaba que, al haber tenido tanta repercusión internacional su video sobre la violación por parte de la multinacional de casi todos los artículos de la Declaración Universal sobre el genoma humano, ADNTRO estaba herida de muerte, ya que la habían despojado de la mayoría de sus monopolios en todo el planeta.
-Sal a la calle con la niña, Isabel, te lo pido por favor. Ella necesita tomar el aire, jugar en el parque, corretear por ahí, relacionarse con otros niños de su edad - le rogaba constantemente, aunque, al mirar ambas el rostro de Lucy, supieran que lo de “relacionarse con otros niños” no sería su punto fuerte.
Sí, Lucy era diferente en muchas cosas a una niña Sapiens. Empezando por sus pronunciados arcos supraciliares y su nariz aplastada, de boxeador, continuando por su pelo, de una textura como de algodón, pero a la vez de un estropajo metálico, imposible de domar ni siquiera por los acondicionadores más caros del supermercado, y continuando con su fuerza, porque la niña, a los dos años, casi era igual de fuerte que su madre, lo que provocaba, con mucha frecuencia, que Isabel luciera los hombros y la espalda llenos de moratones a causa de los abrazos que le daba su hija, incapaz de dominar la poderosa energía de sus músculos.
Por lo demás, el aprendizaje de Lucy transcurría de una manera aparentemente normal. Isabel llevaba un exhaustivo control de su desarrollo motor para compararlo con los establecido por las asociaciones de pediatría. Entre los ocho y los doce meses los bebés humanos levantaban la cabeza y el pecho, agarraban objetos, rodaban sobre el estómago y quedaban en posición supina, sentándose con apoyo y girando la cabeza a ambos lados. Entre los doce y los dieciocho meses Lucy ya permanecía de pie sin ayuda, aunque ella había pasado de levantarse a caminar en apenas unos días debido a la fortaleza muscular de sus piernecitas, subía escaleras y dominaba el agarre de pinza, además de comer por sí misma.
-Es posible que Lucy tenga las ventajas de las dos especies, la Sapiens y la Antecessor - le decía Isabel a Azahara mientras buscaba sin parar información sobre paleoneurología del cerebro humano.
-¿Qué quieres decir, Isabel? ¿Puede que ella tenga una capacidad física mayor que las Sapiens, pero la misma capacidad craneal? - Azahara le seguía la corriente. Isabel asentía con los ojos brillantes de expectación, pero su hermana, cansada de aquella pantomima, terminaba por aportar su teoría más sensata.
-Todo lo que sabemos sobre la mujer Antecessor es aproximativo, Isabel. Ya sabes que el gran problema para determinar cómo ha evolucionado el cerebro del ser humano es que el cerebro es tejido blando, no se fosiliza y termina por pudrirse y desaparecer, así que no se han encontrado cerebros de homínidos para poder compararlos.
Isabel, sentada junto a la cama de Lucy, que movía su amplio pecho con una respiración tranquila y apacible, hacía gestos de fastidio ante las palabras de Azahara:
-Sí, hermanita, ya se que es imposible estudiar cerebros de Antecessor, pero recuerda que, gracias a que se encontró la mandíbula de la Chica de la Gran Dolina, una niña de entre diez y once años, se pudo determinar que su capacidad craneal debía ser de unos mil centímetros cúbicos, no muy lejana de la nuestra…
Azahara no podía evitar echarse a reír cuando Isabel se entusiasmaba en sus teorías sobre la inteligencia de las Antecessor.
-¡Ja, ja, ja! ¡Pero Isabel, la capacidad de nuestro cráneo es de entre mil trescientos y mil ochocientos, casi el doble! Yo quiero tanto como tú a Lucy, pero la realidad es esta y no la que tú quieres que sea.
-¿Y la irrigación sanguínea? - respondía Isabel, empecinada. - Un aspecto muy importante en la evolución de la capacidad intelectual es el nivel de irrigación sanguínea, y eso es imposible determinarlo solo con los restos de la mandíbula que se encontró en la Gran Dolina…
Al final, casi siempre que se ponían a hablar sobre la capacidad intelectual que tendría Lucy al desarrollar por completo su cerebro, Azahara se levantaba de su asiento, se acercaba a Isabel, y le estampaba un gran beso en la mejilla.
-Hermanita, yo tengo tantas esperanzas como tú de que Lucy sea una niña normal, incluso más inteligente que las Sapiens, pero la única forma de saberlo sería que una especialista la estudiara, y de momento tú te niegas…
Ese era un gran tabú para Isabel, que su hija adoptiva se convirtiera en una rata de laboratorio. Prefería hacer las pruebas ella misma, observar de primera mano cómo lograba comunicarse su hija con las demás niñas y niños de su edad. Su lugar preferido en Córdoba era el salón de fiestas infantiles Campanita. Con la niña fuertemente agarrada de la mano, tomaba el colectivo hasta la Avenida Duarte Quirós, entre D. Cala y F. A. Candiotti, y luego caminaba unos cuatro minutos. En el salón Campanita siempre había fiestas de cumpleaños, su eslógan era “Hace un cumpleaños inolvidable y nico. Recorda que tenemos para ofrecerte todo lo que necesitas”, pero aunque no fuera su cumpleaños también podías llevar a tu hija a pasar unas horas jugando en el super estructural, en la cama elástica, el toro mecánico y la zona blanda, ah, y también hacerse fotos divertidísimas en la cabina de fotos digitales.
Ella se encontraba muy a gusto en el Campanita. Pedía un café latte, dos medialunas y un juguito de naranja y observaba a Lucy jugando en la pool de bolas. Todo el mundo creía que la niña padecía una enfermedad rara, de esas para las que no hay tratamiento y, aunque el resto de madres y padres no podían evitar una cierta prudencia al ver a sus hijos acercarse a ella, los primeros dos meses la niña interactuaba con normalidad.
Ahora, viendo a Lucy sumergirse en el agua cristalina de la playa d’es Carbó, Isabel recordó con amargura aquel triste día en el Campanita en que la niña agredió de una forma brutal a otras dos, varios años mayores que ella. Un estallido de ira incontrolable y una fuerza física fuera de lo común desembocó en la llegada de la policía y una ambulancia, puntos de sutura para las heridas en la cara de las niñas y un informe prontuarial para radicación de extranjeros, ya que ni Isabel ni Lucy tenían la nacionalidad argentina.
-¡Lucy, vamos, sal! ¡Tenemos que irnos, cariño!
Siempre costaba un montón que Lucy accediera a salir del agua. Isabel la esperaba en la orilla, con la toalla abierta para envolver la piel cobriza de su cuerpo, pero Lucy se empecinaba en quedarse el tiempo que a ella le daba la gana.
-¡No!
Últimamente Isabel tenía la sensación, confirmada por Azahara, de que la niña estaba retrocediendo en el lenguaje. Había empezado muy temprano a construir frases de varias palabras, como “mamá, quiero comer”, pero en las últimas semanas su repertorio se limitaba a monosílabos como “sí”, “no”, “espera” o “vete”. Su madrina lo justificaba porque con aquella manera de hablar Lucy se daba cuenta de que llamaba mucho más la atención y conseguía lo que deseaba, pero Isabel estaba seriamente preocupada porque sabía que no podía demorar mucho más la visita a una especialista en logopedia.
Por fin lograron que la niña saliera del agua, justo cuando los últimos rayos del sol desaparecían tras el frondoso pinar, aunque todavía quedaba una hora de claridad. El arenal ya estaba desierto, excepto una pareja besándose sobre sus toallas.
-¡Vamos, que ya me están empezando a picar los mosquitos! - exclamó Azahara, dirigiéndose hacia el sendero con la nevera portátil en la mano y las tres sombrillas en la otra.
-¡Vamos! ¡Vamos! - repitió Lucy. Isabel se puso a la cola para vigilar que la niña no se despistara y saliera corriendo detrás de un saltamontes o de algún pequeño roedor que cruzara el sendero, lo había hecho ya otras veces.
Una vez en el coche, que habían aparcado en la cuneta de la carretera del faro de Ses Salines, les quedaba una hora de camino hasta el pueblo de Sant Llorenç d’es Cardassar. Isabel no quería regresar a su antiguo domicilio, porque Daya había estado allí y temía que ADNTRO pudiera localizarlas, pero la realidad se impuso y ella y su hermana no tuvieron más remedio que instalarse en la vieja casona de tres alturas. Los precios en los últimos años en las islas Baleares habían alcanzado niveles prohibitivos para los residentes debido al apetito de compra por parte de ciudadanos de la Unión Europea con alto poder adquisitivo. Aquel paraíso en el Mediterráneo, a dos horas de vuelo de la mayoría de ciudades europeas, estaba en venta y nadie quería desaprovechar la oportunidad de fijar allí su segunda residencia.
A pesar de estar a la sombra de los árboles, el coche abrasaba y las tres empezaron a sudar como si acabaran de salir del agua.
-¡Pon el aire acondicionado a tope, me estoy asando! - le gritó Isabel a Azahara, que manipulaba los mandos.
-¡Asando! ¡Yo! ¡Asando! - dijo Lucy, lo que provocó que su madre la mirara, preocupada.
-Está bien, tú ganas, Azahara - dijo al cabo de cinco minutos. -La llevaré a una logopeda.
Su hermana se volvió hacia ella.
-Me alegro. Es por su bien.
-¿Pero qué le diremos? Me refiero a su morfología.
-Síndrome de Moebius - respondió Azahara. -Lo estuve mirando en internet y es la enfermedad rara que más se parece. Ocurre cuando dos nervios craneales no se desarrollan totalmente. Estos nervios son responsables del parpadeo, del movimiento lateral de los ojos y de las expresiones faciales, así que causa parálisis en la cara. También puede provocar babeo, dificultades en el habla y problemas de pronunciación. Los niños con Síndrome de Moebius no pueden sonreír o fruncir. ¿Qué te parece? ¿Se lo creerán?
Isabel chasqueó los labios en señal de impaciencia.
-No sé. Me pedirán un diagnóstico, supongo.
-No creo que una logopeda necesite el diagnóstico de enfermedad rara, se nota perfectamente - respondió su hermana, pero enseguida rectificó. -Oh, lo siento, cariño, no he querido decir eso.