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«Se desliza lentamente dentro de mí y la fuerza de su peso me empuja contra el cuerpo de Sofía. Yo lucho para que mi primer orgasmo se prolongue el mayor tiempo posible entre sus cuerpos resbaladizos. Me encuentro con la mirada y labios de Sofía. Estos últimos son increíblemente suaves y saben a vino de fresa. Su lengua es resbalosa y suave. Ella hace todo lo posible para abrazar a su novio con sus largos miembros. Estoy rodeada por sus cuerpos, su olor y su tacto.» –El sueño húmedo de una noche de verano Las curvas de una mujer desnuda sobre una duna, masturbándose, llaman al hombre que está de vacaciones y mira por la ventana. En la penumbra de un vagón de tren, mientras llueve afuera, dos mujeres se tocan. Pasiones de una sola noche, pasiones de parejas nuevas y viejas, y hasta una orgía en medio del solsticio de verano sueco. Todo eso y más te espera en esta selección de relatos eróticos. Esta compilación contiene los relatos: -Sueño húmedo de una noche de verano -El lobo solitario- Relato erótico -Nadie como Gaia -Recién enamorados de nuevo -La sensación de su presencia -Aprovecha el momento -Viola Estos relatos cortos se publican en colaboración con la productora fílmica sueca, Erika Lust. Su intención es representar la naturaleza y diversidad humana a través de historias de pasión, intimidad, seducción y amor, en una fusión de historias poderosas con erótica.
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Seitenzahl: 185
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Malin Edholm, Lisa Vild, Camille Bech, Katja Slonawski, B. J. Hermansson
Translated by Begona Romero Garcia, Javier Orozco
Lust
La serie del Zodíaco. 10 relatos eróticos cortos para Leo
Translated by Begona Romero Garcia, Javier Orozco
Original language: Swedish
Copyright © 2024 LUST
All rights reserved
ISBN: 9788727173290
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Llegamos a la casa justo un día antes del solsticio de verano. En mi opinión, el único feriado que vale la pena celebrar. Una celebración en nombre de la naturaleza, el resurgimiento, la fertilidad y el amor. Una celebración para todos nosotros. Todo el mundo está aquí. "Todo el mundo" implica un grupo grande de amigos compuesto por parejas y solteros, lo cual llama la atención a nuestra edad. Compramos comida y bebidas y pasaremos el fin de semana en una cabaña grande, más bien una quinta. Una casa grande de madera pintada de amarillo, con enormes ventanas y cortinas blancas tejidas, que está escondida en la espesura del bosque.
Está bastante alejada del vecindario más cercano. La vegetación alrededor de la casa es salvaje y necesita un buen mantenimiento. Las flores silvestres que crecen por doquier marcan la grama como pertenencia del bosque. La casa es el paraíso en la Tierra y la he visitado cada verano desde que tengo memoria. Es un día caluroso, no tan caliente como al sur de Europa, sino cálido de una manera agradable y fresca. La cabaña se refleja en el lago impasible, el sauna flotante está en la superficie y el bosque entero aguanta la respiración, en anticipación. Mientras ayudo a sacar las cosas del auto, mi cuerpo se llena de expectación y felicidad.
Una de mis parejas favoritas, Fredrik y Sofia, están de pie en la cocina amarilla con decoración estilo años setenta: mesadas desgastadas y pisos de linóleo. Probablemente suene extraño idealizar una pareja, pero son extremadamente genuinos y amigables. Ambos son altos y bien parecidos, casi como si se hubieran fusionado en una sola persona. Se nota que están muy cómodos el uno con el otro, y me prestan toda su atención cuando me preguntan cómo estoy o cómo me va en el trabajo. Rozan mi brazo al hablar y me dirigen sonrisas cálidas que me hacen sentir un poco avergonzada.
Nunca me he acercado a ellos porque me asusta cómo me hacen sentir y la manera en que mi cuerpo reacciona cuando estoy cerca de ellos, pero ahora sólo estoy siendo discreta y hago mi mayor esfuerzo por no toparme con ellos. Conversan alegremente mientras guardan nuestros víveres y yo me aseguro de tener todo lo que necesitaremos para el fin de semana. Sobre todo, lo hago para mantenerme ocupada mientras me fijo en David, que está guardando los productos secos en un armario. Se estira para alcanzar el estante superior y se le sube la camiseta, revelando sus abdominales.
Cuando esto sucede, quiero caminar hasta él y pasar mis dedos por el vello que nace en su ombligo. Se da cuenta de que lo observo y me sonríe. Arquea una de sus cejas y me ofrece una mirada divertida y desafiante, mi cuerpo reacciona de una manera casi graciosa: mis rodillas tiemblan y no puedo evitar lamerme los labios. Bajo la mirada hasta mis zapatos antes de mirarlo de nuevo. Mis ojos se pasean desde su trasero esculpido hasta su cabello corto.
Siento mariposas en el estómago cuando me mira de nuevo. Aprieto las mandíbulas y se me hace agua la boca. Lo quiero devorar. Justo entonces, decido que eso es exactamente lo que voy a hacer. Sin dudar, sin miedo, sin esperar a que él tome la iniciativa. Me quedo allí parada mientras olvido por completo que sostengo un plato en la mano. Miro su cuerpo bronceado sobre el que quiero esparcir helado de vainilla y me prometo a mí misma atreverme. Al menos por el fin de semana.
*
Hoy doy un paseo para empaparme de la belleza del bosque, una vez más. Del silencio. De la grandeza. De los abedules, los pinos y los abetos. Del musgo que ha reclamado la tierra del bosque. De los caminos en los que debes andar con cuidado. De los mosquitos que me pican y chupan mi sangre. La naturaleza salvaje e intacta, tan difícil de encontrar hoy en día, pero que existe aquí en este pequeño rincón que parece una pintura romántica. Rozo los árboles con la palma de mi mano al pasar por su lado. Me corto con los pedazos más afilados, pero la conexión que siento hace vibrar mi cuerpo.
El sonido del bosque y el canto de los pájaros me acompaña como un amigo cercano. Me gusta estar aquí por mi cuenta y disfruto de la soledad antes de tener que volver y unirme al grupo. Llego hasta un arroyo y camino cuidadosamente por las rocas del camino. Recojo agua cristalina con matices turquesa en mis manos y la bebo. El líquido está frío y mis manos se entumecen, pero las mantengo dentro del agua. No quiero sacarlas del hermoso arroyo que ha logrado llegar hasta aquí desde la naciente en la montaña. Rápidamente, me saco el ligero vestido de verano por la cabeza y me sumerjo en el agua fría.
De pie dentro del agua, deslizo mis manos por la piel erizada que cubre mi cuerpo congelado y siento mis suaves curvas. Mis manos se pasean por mis clavículas, mis senos y mi estómago antes de alcanzar mi monte de Venus. Heme aquí, desnuda y libre, acariciando mi clítoris de arriba hacia abajo. Una idea se ha estado formando en mi mente últimamente, una teoría sobre la naturaleza como un mecanismo vivo, como una entidad de culto. Todos estaríamos muertos sin la naturaleza y lo sabemos; sin embargo, no nos guiamos por esa verdad.
Lo que siento ahora mismo es una necesidad física y fuerte de la naturaleza, un deseo de estar cerca de la ella. Últimamente, mi cuerpo ha empezado a reaccionar de forma diferente frente a la naturaleza. Como dominado por una excitación constante. Quiero arrojarme desnuda a la naturaleza, fusionarme con los árboles, la tierra y la grama. Deseo hacer muchas cosas, pero no sé lo que necesito en realidad. Sólo sé que lo intentaré, intentaré dejarme llevar. Y encontrar la magia. Con el último movimiento de mi mano y la sensación de alivio que le sigue, estoy un paso más cerca de ese mundo mágico.
Me encanta cómo se siente mi cuerpo al emerger del agua. Siento un cosquilleo a medida que mi piel se vuelve a calentar. Intentaré recordar ésta sensación. Me reconforta y necesito toda la calma que pueda conseguir si quiero convertirme en una persona seductora y valiente. Una persona capaz de tomar la iniciativa y tomar lo que quiere. Primero que nada, David.
*
Estamos sentados en el muelle, solos y en completo silencio. Escuchamos ruidos que nos indican que la cena se aproxima y eso hace que el ambiente sea aún más perfecto. Aun siento en mi nariz el olor de la parrilla, el último olor del verano. El bosque que nos rodea se refleja en las profundas aguas frente a nosotros. Balanceo mis piernas al borde del muelle, las sumerjo en el agua y creo pequeñas ondas en la superficie. Los magníficos árboles que rodean el arroyo parecen estar bailando. El cielo es de un azul claro y pálido y el sol está a punto de ocultarse. Una familia de patos nada en la distancia y los mosquitos zumban enloquecidos.
David me mira y la tensión entre nosotros es tangible, así que respiro profundo y apoyo una mano en su muslo. Siento sus músculos tensarse bajo mi tacto, haciendo que mi mano se mueva, y su piel se eriza bajo los vellos suaves que siento contra la palma de mi mano. Establezco contacto visual con él, deslizo mi mano bajo su ropa interior y envuelvo su erección entre mis dedos. Me mira con los ojos bien abiertos y emite un gemido. Muevo mi mano hacia arriba y hacia abajo sobre su rígido falo, palpando cada vena y la suavidad de la punta.
Yo también gimo al apoderarme de su virilidad con mi mano. Una potente sensación se apodera de todo mi cuerpo. Sigo acariciándolo mientras lo miro a los ojos y disfruto la perplejidad que despierta mi osadía. Me inclino hacia adelante para besar sus labios carnosos mientras le bajo los pantalones cortos de jean, lentamente. Siento la madera rústica bajo mis rodillas al sentarme a horcajadas sobre él con grácil precisión. Cuando mi cuerpo desciende suavemente sobre su erección y penetra mi vagina húmeda con facilidad, él maldice de sorpresa y excitación. Mi ropa interior está guardada en mi maleta, arriba en mi habitación.
Mi vestido corto cae sobre nuestro vínculo y yo empiezo a mecerme lentamente hacia arriba y hacia abajo. El beso se profundiza mientras nos seguimos mirando a los ojos. Todo es tan salvaje e intenso que siento ganas de reír. Pero elijo apretarlo con más fuerza dentro de mi y moverme lentamente contra su cuerpo hasta que alcanzo el clímax en tan sólo un par de minutos y grito de placer. Él acaba poco después y se aferra a mis caderas con fuerza hasta que los espasmos cesan. Me mira con ojos adormecidos y soñadores.
—Vaya. Simplemente, vaya.
Sonrío y deposito un beso en su nariz. Cuando me levanto veo sangre en su pene y en mis muslos. La penetración debe haber activado mi período. Me carcajeo, me quito el vestido y me quedo desnuda frente a él durante un par de segundos. Permitiendo que admire mis curvas antes de zambullirme en el arroyo y dejar que el agua lave mi cuerpo. El agua se siente como terciopelo contra mi piel, fresca y relajante. Él sigue mi ejemplo y, mientras nadamos, Verónica, Charlotte y Trude se nos unen.
Desde la superficie las observo desnudarse y saltar al agua tibia y agradable. La idea de que nos hayan escuchado me produce un escalofrío y estoy lista para otro orgasmo. El hecho de que nos hayan visto tener sexo y decidieran nadar desnudas con nosotros me enloquece y envía descargas eléctricas por mi estómago, brazos, piernas y vagina.
Trude y Charlotte han estado juntas por un par de años y se abrazaban rápidamente dentro el agua. Casi siento que es incorrecto verlas, pero su intimidad está tan llena de amor que es incluso más tentador. Son dos polos opuestos que se complementan maravillosamente mientras se estrechan recostadas a la escalera. Por su parte, Verónica flota a cierta distancia y observa el cielo luminoso que estaría inundado de estrellas si fuera otra época del año o si estuviéramos en cualquier otro lugar del mundo.
Pero el sol de medianoche ahuyenta las estrellas. Nado hacia ella y entrelazamos nuestras manos. Su cabellera la envuelve como plumas de color naranja y parece un ángel. Estar tomadas de las manos se siente tan natural. Permanecemos juntas, con el sonido de besos y de cuerpos balanceándose en el agua de fondo, disfrutando de la noche de verano.
Salimos del agua y subimos la colina que lleva a la casa, donde nos encontramos con una mesa vacía.
—Buenas noches —susurro cuando paso junto a las pocas personas que siguen despiertas.
Algunos juegan cartas en la mesa de la sala y otros se relajan en el sofá de cuero marrón. Al verlos en sus cómodas pijamas o con sudaderas de capucha sobre conjuntos más elegantes, me doy cuenta de lo fría que está la noche. David, Veronica y yo subimos a mi habitación. Soy una de las pocas personas en la casa con cama matrimonial, así que nos metemos bajo el suave edredón, nos besamos y acariciamos hasta quedarnos dormidos.
*
El rocío cubre la grama al despertar la mañana. Ha llegado el día. Ya es solsticio de verano. Me despierto antes que todos, la luz del sol baña el muelle, aunque todavía hace frío afuera. Todo está en calma y en paz. Un pájaro canta en la distancia y el viento mece los árboles de un lado a otro. No hay una sola nube en el cielo y luce hermoso. Me siento sobre la grama y el frío impacta las partes de mi cuerpo que no cubre mi camisón. La grama me recibe y yo me sumerjo en ella.
Si existe algo más maravilloso que este día, un día lleno de tanta belleza natural y pureza, me gustaría saber qué es. El aire es más fácil de respirar aquí y lleno mis pulmones hasta que alcanzan su máxima capacidad. Hacía mucho tiempo que no pasaba eso. Mientras estoy tumbada sobre la grama verde y silvestre, mirando al cielo, Torbjörn y Leo me acompañan con tazas de café en sus manos. El aroma del café deleita mi nariz y mi estómago gruñe.
Se sientan a mi lado y permanecemos en silencio. Apoyo mi cabeza en el regazo de Leo mientras me acaricia el cabello. Su roce gentil se siente natural. Casi como si nuestras almas nos suplicaran intimidad, en silencio. Cercanía. Sus piernas son peludas y las acaricio cuidadosamente con un dedo. Los vellos de sus piernas me recuerdan la grama sobre la que estoy acostada, que crece a un ritmo lento y crea un amasijo suave y enmarañado. Después de un rato, la necesidad física de ser tocada crece en mi interior. Mi vagina empieza a latir y siento crecer el bulto en sus pantalones, debajo de mí.
Acostada cerca de su erección, le echo un vistazo a sus mejillas sonrojadas. Luego miro a Torbjörn, que también ha percibido la repentina tensión en la atmósfera. Casi se puede oler la excitación que emana de nuestros cuerpos. Desde la casa nos llegan sonidos que nos indican que todos están despertando: una puerta que cruje y alguien dice algo que no logramos distinguir por la distancia.
—Vengan, vamos a recoger flores —sugiero, nos levantamos y caminamos hacia el campo.
Pasamos junto a unas vacas que pastan tranquilamente y los ranúnculos brotan en grandes cantidades a nuestro alrededor. Nos detenemos y quedamos de pie en medio del campo, rodeados de hierba alta. Las vacas mugen esporádicamente y el viento alborota nuestras prendas ligeramente. Empezamos a recoger flores para adornar nuestras cabezas y para decorar el mástil del solsticio. Recolectamos flores de diferentes tipos, tamaños y colores, pero no logro relajarme. No podré disfrutar de los hermosos colores y de la encantadora campiña hasta que mi cuerpo no se haya liberado de ésta tensión.
Siento mis jugos deslizarse por mis muslos, me pican los dedos y mi corazón late de deseo. No quiero perturbar la frágil atmósfera con mis palabras. No quiero reventar la burbuja de la espontaneidad y el destino. Las palabras están de más. Decido saltar sobre la espalda de Torbjörn. Aunque un poco sorprendido por mi acción infantil, se erige con estabilidad. Corre describiendo un círculo y yo me aferro a él, muerta de risa. Luego cae al piso y yo termino aplastada bajo su peso. Sus ojos brillan y separa mis muslos mientras presiona su erección contra mi ropa interior mojada.
Mi cuerpo se llena de deseo, un deseo loco que nunca antes había experimentado con tal intensidad y voracidad. Pienso en David y Verónica, en mi cama. Pero mi breve momento de culpa se desvanece cuando Leo se une a nosotros en la grama. Dos pares de manos me suben el camisón por los muslos y el estómago hasta removerlo del todo. A pesar de ser un día caluroso, un escalofrío recorre mi espalda y mi piel se eriza. Siento cada brizna de vegetación en cada célula de mi cuerpo.
Ante la repentina ráfaga de viento, mis senos se ponen firmes y mis pezones pulsan de una manera casi dolorosa. Claman por sentir los labios de alguien y yo arqueo la espalda para atraer la atención hacia ellos. El sol quema mi piel expuesta al tiempo que el viento la enfría. Ambos hombres me bañan de besos que se sienten como plumas sobre mi piel. La barba de Torbjörn me raspa de una manera deliciosa. Toman turnos. Se pelean por los suspiros de placer que arrancan de mis labios. No puedo soportarlo más y sus manos en mi cuerpo no son suficiente, sólo me tientan. Son demasiado cuidadosos y delicados.
Como Torbjörn está posicionado entre mis muslos, le bajo los pantalones con facilidad. Aparto mis panties mojadas del camino, lo atraigo hacia mí con mis piernas alrededor de sus caderas y mi vagina húmeda le da la bienvenida a su pene. Lo mantengo allí, aplicando más presión con mis piernas alrededor de su cintura y empiezo a presionarme contra su cuerpo, hacia arriba y hacia abajo. Lo monto con fuerza. Está atrapado, y veo cómo se relaja y disfruta el hecho de que yo tenga el control. Leo sigue besando mis senos desnudos que se balancean y se golpean contra su rostro a medida que me muevo contra Torbjörn.
La lengua de Leo acaricia mi pezón erecto y tengo la necesidad repentina de tomar un pene en la boca, de probarlo y dejar que mi legua se pasee por su cabeza pulsante. Reduzco un poco la velocidad para poder concentrarme y bajar pantalones de Leo. Encuentro su pene erecto y lo libero, se estrella contra mi boca. Empiezo por pasar la punta de mi lengua por la cabeza hinchada. Su miembro se sacude al tacto así que lo sujeto por la base, le acaricio las bolas y lo chupo mientras rodeo la punta con mi lengua. Mi lengua describe círculos y disfruto explorando su erección.
Profundizo la mamada y separo más sus piernas para poder tener mejor acceso a sus bolas y a su periné. Masajeo sus nalgas al mismo tiempo que Torbjörn masajea las mías. Tenso los glúteos y me muevo más rápido a medida que Torbjörn aplica más presión sobre mi clítoris y lo acaricia en círculos con su pulgar. No sé qué hacer con mis manos, mi cuerpo se estremece con cada roce. Siento electricidad. Como si todas mis células y todo mi ser alcanzaran el clímax al unísono. Le doy a Torbjörn un poco más de espacio para que me coja con más fuerza mientras mis caderas se encuentran con él en cada embestida.
Está aferrado a mis caderas y tengo que ajustar el ritmo de la mamada que le doy a Leo al ritmo de Torbjörn. Estoy tan cerca del orgasmo que me obligo a concentrarme en Leo para que tarde un poco más en llegar. Exploro el trasero de Leo con mis dedos y le hago cosquillas en el ano. Se arquea contra mi mano y deslizo un dedo en su interior. Con un gemido que suena casi desesperado, se acerca a Torbjörn y lo toma con fuerza. Se besan y siento la erección pulsante de Leo dentro de mi boca. Libero su pene con una especie de chasquido y derrama su leche sobre el estómago de Torbjörn. Ahora sí me enfoco en mi propio orgasmo.
Cuando acabo, mis contracciones musculares detonan el orgasmo de Torbjörn y alcanza el clímax. Cuando pasan los espasmos, nos tumbamos en la grama, riendo, cubiertos de tierra, semen, jugos vaginales, sudor y sangre. Nos reímos tan duro que nos duele el estómago, en realidad me duele todo el cuerpo de todo el sexo que tuve en las últimas veinticuatro horas. Terminamos de recoger las flores y me doy cuenta de que Leo y Torbjörn quedaron con ganas de tocarse, aunque se sienten avergonzados. Sonrío al verlos intercambiar miradas sensuales y moverse con cierta torpeza en su cercanía.
*
Cuando volvemos a la casa todos están despiertos y ocupados de los preparativos para la fiesta. Veo sonrisas colmadas de dientes blancos por doquier y todos caminan con energía mientras ponen la mesa y se preparan para la celebración. La enorme mesa está cubierta de manteles gruesos de lino y veo platos decorados con diminutas flores azules, hermosas copas de cristal y jarrones vacíos. De la cocina me llega el olor a papas, a salmón y a arenque en escabeche. Las ramas de abedul se extienden como adornos y las flores que escogimos completan el aspecto de postal.
Nuestros amigos nos miran con sorpresa cuando volvemos con las flores y las colocamos en los floreros. Pero nadie nos juzga ni nos hace preguntas. Verónica se acerca a mi, me da un beso en la mejilla y se queda junto a mi hasta que la beso en los labios.
—Gracias por una magnífica noche —me susurra al oído y deja allí sus labios en una embriagadora cercanía.
—Gracias a ti —digo, un poco avergonzada porque acabo de tener sexo con otras dos personas. Pero luego me enseña a hacer una perfecta corona de verano, entrelazando flores y hojas, y sé que todo está bien entre nosotras.
*
Todos están de pie detrás de sus sillas, esperando que yo salga de la casa. Bajo la escalera y me encuentro con una escena que me llena de alegría: el sol, el viento jugando con los árboles, mis hermosos amigos, el abundante banquete veraniego y las coloridas flores silvestres. Todos me miran. y me siento como una diosa sexy en mi vestido ligero y transparente de papel, con la corona de flores moradas, rosas y azules en lo alto de mi melena rizada. Me invade la extraña sensación de ser un depredador, un gran felino o reptil, acechando a mis amigos a través de cautivadores pero peligrosos ojos, mientras analizo la situación.
Todos están atentos a lo que haré con mis poderes. Camino lentamente hacia mi silla; mi vestido ondula en el viento como una capa. Los observo a todos y les sonrío, luego levanto mi copa y digo: —Brindemos por esta noche de solsticio y por todos los hermosos amigos reunidos hoy aquí. Brindemos también por la fertilidad, una de las principales razones por las que celebramos esta fiesta. Y, finalmente, por mi período que me permite disfrutar de todo este sexo fantástico sin preocuparme por las consecuencias. ¡Salud por dejar atrás nuestras inhibiciones!
Todos levantan sus copas y se ríen. El cristal produce un hermoso sonido al brindar, todos aplauden y la bebida burbujeante se siente espumosa en mi lengua y al bajar por mi garganta. Llega hasta mi estómago vacío y lo calienta, en espera del fantástico banquete de verano. Papas asadas con eneldo, salmón, arenque en escabeche, tartas, cebollín y una ensalada veraniega con nueces y granada. Y, por supuesto, muchas fresas. Yo estaba a cargo de las fresas y, en mi opinión, mientras más fresas, mejor. Se me hace agua la boca y devoro la comida en mi plato.