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De acuerdo con Ursula K. Le Guin, el acto de imaginar nos humaniza, nos ayuda a dar forma al mundo y no se limita a la literatura o a la creación artística: abarca todos los aspectos de la vida. Esa humanización, sin embargo, no pasa por una idea lineal de "progreso" en la que nuestro rol como personas se afianza más entre más arriba escalamos una estructura jerárquica y masculina, sino un poco al contrario: nos volvemos más seres humanos entre más capaces somos de aceptar de manera horizontal que otros seres vivos tienen la misma jerarquía que nosotros. En la selección que cobija este libro hay tres cuentos de Ursula K. Le Guin, dos de ellos se pueden etiquetar como ciencia ficción y uno, como fantasía.
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LOS HUESOS DE LA TIERRA
Y OTROS CUENTOS
LOS HUESOS DE LA TIERRA
Y OTROS CUENTOS
Licenciado Vidriera cumple 20 años y ha contado ya 100 historias
COLECCIÓN
RELATO LICENCIADO VIDRIERA
COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial
Introducción
Libia Brenda
Los huesos en la tierra y otros cuentos
La dirección del camino
La autora de las Semillas de acacia. Y otros extractos de la Revista de la Asociación de Terolingüística
Los huesos de la Tierra
Aviso legal
III
IV
V
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Cover
Las lenguas que hablaremos algún día
La verdad es una cuestión de imaginación.
El hecho más contundente puede fallar
o prevalecer según la manera como se relate.
ursula k. le guin
De acuerdo con Ursula K. Le Guin, el acto de imaginar nos humaniza, nos ayuda a dar forma al mundo y no se limita a la literatura o a la creación artística: abarca todos los aspectos de la vida. Esa humanización, sin embargo, no pasa por una idea lineal de “progreso” en la que nuestro rol como personas se afianza más entre más arriba escalamos una estructura jerárquica y masculina, sino un poco al contrario: nos volvemos más seres humanos entre más capaces somos de aceptar de manera horizontal que otros seres vivos tienen la misma jerarquía que nosotros.
En la selección brevísima que cobija este libro hay tres cuentos de esta autora, dos de ellos se pueden etiquetar como ciencia ficción y uno, como fantasía. Una de las maneras más rápidas y más simples de acotar lo que es ciencia ficción parte de la premisa del what if: imaginar qué pasaría si… El primer cuento, “La dirección del camino”, nos plantea, con base en ese principio, lo siguiente: ¿qué pasaría si un árbol hablara? Y más allá: ¿qué pasaría si gracias al punto de vista de ese árbol corroboráramos que la ilusión óptica de su movimiento no es una ilusión óptica? Quien haya tenido la impresión, mientras viajaba en un carro o en un autobús, de que los árboles a la orilla de la carretera avanzan a toda velocidad, entenderá la propuesta de que si uno de ellos nos contara cómo suceden las cosas desde su punto de vista, el relato sería muy distinto de como lo cuenta una persona. La premisa de este texto, publicado por primera vez en 1974, se basa en un punto de vista arbóreo: imagina la voz y la opinión de un ser vivo al que, de manera tradicional, le adjudicamos características de estático, sin conciencia o mudo. Nada más por eso, me parece, el cuento puede clasificarse como ciencia ficción; aunque también está el hecho de que en este texto se explora un principio de la física con gracia y humor, pero es mejor dejar esa parte sin examinar, para que las personas lectoras puedan hacer sus propias asociaciones.
En el segundo cuento, “La autora de las Semillas de acacia” (también de 1974), uno de los puntos de partida es qué pasaría si lográramos interpretar el lenguaje, la literatura o el arte de criaturas que no son humanas. Esta idea se explora gracias a una ciencia que inventó la propia autora: la terolingüística (therolingüistic en el original en inglés); el prefijo deriva del griego therion,[1] que en español puede traducirse como “bestia” o “animal salvaje”. El what if de este texto plantea también preguntas hipotéticas como: ¿podremos las personas ser capaces de comprender los mensajes de otros habitantes de este planeta?, ¿llegará un momento en el que las revistas académicas acepten discusiones sobre la poesía de una especie de ave o la letra de las canciones escritas por un simbionte? Estas preguntas no se relacionan únicamente con el sentido del humor de la autora o con una de sus tantas formas de hacer literatura; del mismo modo, reflejan una manera de examinar nuestras acciones que es más necesaria que nunca, a la sombra de la crisis climática y de los efectos del capitaloceno. Para Ursula K. Le Guin,[2] el mundo no se limita a la —posiblemente equívoca— importancia de la gente que lo habita, ni a su vida en las grandes urbes, ni a su “progreso” lineal: el mundo es mucho más grande de lo que parece incluir esa visión de túnel. Este cuento lo refleja de una manera divertida y novedosa, incluso en 2024, ya no digamos hace cincuenta años.
Tenemos hasta ahora, en unas cuantas páginas, un ejemplo de cómo ampliar o evitar un punto de vista antropocéntrico, que puede ser muy limitado. En estos dos cuentos se admite la posibilidad de que compartimos casa con otras entidades que tienen el mismo grado de dignidad que nosotros y poseen su propia sofisticación, su propia vida fascinante con la que podríamos entablar una conversación antes que apresurarnos a explotar los posibles beneficios que nos puedan traer como “recursos”.
Para Ursula K. Le Guin, fantasear, imaginar, explorar la creatividad no son actividades inútiles ni un medio para alcanzar un resultado concreto: se trata de necesidades vitales. Plantea que la imaginación es una cualidad indispensable para las personas, mucho más relevante de como se le suele concebir desde un punto de vista utilitario. En “The Operating Instructions”, un texto de uno de sus libros de no ficción, Words Are My Matter, afirma: “Creo que la imaginación es la herramienta más útil que posee la humanidad. Mejor incluso que el pulgar oponible. Me puedo imaginar una vida sin pulgares, pero no sin mi imaginación”.
El cuento “Los huesos de la Tierra” (publicado por primera vez en 2001) pertenece al ciclo de Terramar, que empezó en 1964 con dos relatos que dieron pie a Un mago de Terramar (novela publicada en 1968) y se cerró en 2018 con Los libros de Terramar. Edición completa ilustrada, volumen conmemorativo que incluye las cinco novelas más los diversos textos breves de este conjunto, y que celebró el cincuentenario del primer libro. El cuento se puede leer de manera independiente, aunque no se hayan leído las novelas; es cierto que si ya se conocen las otras historias, adquiere una mayor dimensión, pero para esta brevísima selección, se presenta como una muestra del trabajo de esta autora en materia de fantasía y podría servir como puerta de entrada a ese vasto y hermoso universo. Como dice la propia autora en la introducción a Tales from Earthsea: “‘Los huesos de la Tierra’ trata sobre los magos que instruyeron al primer hechicero que instruyó a Ged; y muestra que se necesita más de un mago para detener un terremoto”. Es un relato situado en un punto cronológicamente anterior a la historia de la primera novela, así que se le puede ver como una especie de miniprecuela.
Este cuento aborda (una vez más) el tema del género de una manera brillante e inesperada; sobre todo si se toma en cuenta que se había establecido que en Terramar la “alta” magia sólo podían practicarla los hombres: “Hay un dicho en Gont: débil como magia de mujer; e incluso hay otro: maligno como magia de mujer”. Pero la autora supo cómo ampliar varios de los conceptos de sus primeros libros, a lo largo de varios años y varios otros libros.
Es difícil establecer si las obras más famosas de Ursula K. Le Guin son las de fantasía o las de ciencia ficción y si se han leído más las novelas de Terramar o las del ciclo Hainish (también llamado del Ekumen). Hay dos cuentos que se conocen mucho, en especial desde hace unos años: “Los que se alejan de Omelas” y “El día antes de la revolución”. Una de las razones para no incluir ninguno de ellos en esta selección es, precisamente, que son fáciles de conseguir o de rastrear (traducidos al español o en inglés) y son muy populares, porque en conjunto con las tres novelas El nombre del mundo es bosque, Los desposeídos y La mano izquierda de la oscuridad —una de sus obras más importantes— representan algunos de los temas sobre los que más trabajó: la equidad, el feminismo, el colonialismo, las alternativas pacíficas ante los conflictos, la esperanza y otras formas de organización social que no se basen en la explotación, la libertad, entre muchos otros.
También le preocupaba, por ejemplo, nuestra obsesión por estar siempre con la nariz pegada a la pantalla del celular y la sordera que implica asumir que esa es la encarnación del máximo avance tecnológico, en el que lo más nuevo desplaza obligatoriamente a lo anterior, dejándolo obsoleto, y como si eso (una pantalla lisa y portátil con circuitos y chips) fuera la forma más relevante y más acabada de la tecnología. Y tanto la idea de progreso entre comillas como la concepción y uso de la tecnología, en un sentido amplio, eran temas que la ocupaban y que discutió en varias de sus obras.
La obra de Ursula Kroeber Le Guin (21 de octubre de 1929-22 de enero de 2018) es de las más importantes de los últimos cincuenta años; autores tan reconocidos como Salman Rushdie o Harold Bloom han hablado sobre su influencia y la importancia que tiene: es una de las escritoras fundamentales del siglo xx