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Marie Curie fue la primera científica en recibir un reconocimiento universal y la primera en recibir un premio Nobel. El descubrimiento de la radiactividad, que hizo con su marido, Pierre Curie, fue el inicio de una brillante carrera que culminó con la adición de dos nuevos elementos a la tabla periódica: el radio y el polonio. A pesar de que su labor minaba seriamente su salud, nunca dejó el laboratorio y, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, supo poner al servicio del ejército francés y de sus heridos todos sus logros. Murió víctima de su pasión, pero su legado ha salvado miles de vidas.
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© Adela Muñoz Páez por el texto., 2012.
© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2018. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
www.rbalibros.com
REF.: ODBO170
ISBN: 9788482986968
Composición digital: Newcomlab, S.L.L.
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.
Índice
Introducción
Una polaca en París
Polonio y radio
Gloria y tragedia
La vida sin Pierre
Anexo
Lecturas recomendadas
No hay ninguna otra mujer en la historia de la ciencia cuyos logros hayan sido tan universalmente reconocidos como Marie Curie. Ella fue la primera profesora de la Universidad de la Sorbona en sus más de 600 años de existencia, la primera mujer que obtuvo un premio Nobel y el primer científico que logró por segunda vez este galardón. Pero Marie fue sobre todo una persona apasionada que dedicó su vida a cultivar la más absorbente de las pasiones: la pasión por descubrir. Sin embargo, no es esa la imagen que nos ha llegado de ella. Marie ha pasado a la posteridad como la suma sacerdotisa que sacrificó su vida en el altar de la ciencia, una especie de diosa por encima de las pasiones humanas. Lo cierto es que la vida de Marie estuvo llena de pasiones: pasión por la ciencia, pero también pasión por su país, Polonia, que dio nombre al primer elemento químico que descubrió; pasión por sus hijas, pasión por los hombres de los que se enamoró. También defendió de forma apasionada su derecho a figurar en la historia de la ciencia en una época en la que las mujeres carecían de los derechos más elementales.
Las investigaciones de Marie se desarrollaron en París. A finales del siglo XIX la Ciudad de la Luz era la capital del mundo: capital del arte con los pintores impresionistas, de la literatura con escritores como Zola, de la arquitectura con obras como la Torre Eiffel, de la magia del cinematógrafo con la máquina de los hermanos Lumière, que atrapaba las imágenes en movimiento. El matrimonio Curie también haría de París la capital de la ciencia. Sin embargo, no fue la Academia de Francia la primera en reconocer la genialidad de ambos investigadores. Tal honor estuvo reservado a la Academia de Ciencias sueca, que otorgaba los premios instituidos por el inventor de la dinamita y que les concedió el premio Nobel de Física en 1903 por el «descubrimiento de la radiactividad».
¿Qué era la radiactividad? ¿Por qué era tan relevante? En las últimas décadas del siglo XIX la ciencia parecía un edificio terminado y bien construido en el cual materia y energía eran mundos separados que se regían por leyes diferentes. Pero en torno al cambio de siglo, en un período de apenas veinte años, una serie de descubrimientos derribaron gran parte de los pilares sobre los que se asentaba el conocimiento de la naturaleza. La relevancia del descubrimiento de la radiactividad estribaba en que puso de manifiesto que materia y energía estaban relacionadas y podían transformarse una en otra. Los principales artífices de este descubrimiento fueron Pierre Curie, un genial pero desclasado profesor de la Escuela de Física y Química Industriales de París, y su esposa, Marie, una polaca recién licenciada en Física y Matemáticas en la Universidad de la Sorbona.
Cuando descubrieron la radiactividad, Pierre vivía una espléndida madurez científica y ya había hecho varios descubrimientos notables. No obstante, no había merecido el reconocimiento oficial de la Academia de Francia. La trayectoria científica de Marie Skłodowska, por su parte, era mucho más corta, dado que había presentado su tesis doctoral —dedicada al estudio de las propiedades de unas sustancias que emitían de forma espontánea unos rayos de naturaleza singular— el mismo año que la Academia de Ciencias sueca les concedió el premio Nobel.
Como todo gran descubrimiento, el de la radiactividad fue el producto del trabajo de muchos científicos. Los rayos en sí mismos los había descubierto un científico francés, Henri Becquerel, heredero de una saga familiar dedicada al estudio de las radiaciones emitidas por minerales. La comprensión detallada de los procesos que originaban el fenómeno fue fruto de las investigaciones llevadas a cabo por diversos laboratorios de todo el mundo, muy especialmente los dirigidos por el neozelandés Ernest Rutherford en McGill (Canadá), Manchester y Cambridge. Primero se constató que la radiación que había descubierto Marie era fundamentalmente de tres tipos, llamados α, β y γ. El empleo posterior de los rayos α como proyectil puso de manifiesto la existencia del núcleo atómico, donde se concentraba la carga positiva y la mayor parte de la masa del átomo. Este descubrimiento revolucionó la química, pues mostró que la propiedad que identificaba a un elemento químico no era la masa atómica, sino el número de protones en su núcleo, mientras que la reactividad química venía determinada por los electrones de la corteza externa del átomo.
En los albores de la Segunda Guerra Mundial y tras haber dedicado media vida al estudio de la estructura del núcleo atómico, la física austríaca Lise Meitner entendió su ruptura como un proceso que liberaba cantidades ingentes de energía. La aparición de esta energía procedente de la «pérdida» de pequeñas cantidades de masa había sido predicha por Albert Einstein muchos años antes, a comienzos del siglo XX. Con ayuda de la tecnología, esta energía fue empleada con fines bélicos para la construcción de la bomba atómica por un enorme equipo de científicos y obreros dirigidos por Robert Oppenheimer.
Pero la aplicación más conocida de la radiactividad, la que dio más popularidad a su descubridora, fue su empleo en medicina. Esta aplicación fue intuida de forma visionaria por Pierre Curie, siendo inicialmente conocida en Francia como «curieterapia». Comenzó a estudiarse en hospitales de todo el mundo a los pocos meses de su descubrimiento y hoy es una herramienta imprescindible en el tratamiento del cáncer.
A pesar del trabajo de todos los científicos que contribuyeron a la comprensión de la radiactividad y al desarrollo de sus aplicaciones, Marie Curie es la persona universalmente reconocida como la descubridora de tal fenómeno. Por ello en 1995 fue enterrada en el Panthéon de París en un funeral de Estado, presidido por el entonces presidente francés François Mitterrand. Resulta paradójico que una mujer polaca ocupe un lugar de honor en este santuario laico dedicado a acoger los restos de los «grandes hombres de Francia». Una mujer en un mundo de hombres; una polaca que triunfó en el país que acuñó la palabra «chovinismo» para definir el orgullo patrio; una viuda que crió sola a dos hijas; una mujer sin prejuicios que tuvo que arrostrar un ataque tan brutal de la prensa amarilla que casi acaba con su vida. ¿Quién era esta mujer que las fotografías suelen mostrar vestida de negro y con gesto adusto?
La gesta de Marie Skłodowska-Curie se inició en la Varsovia de mediados del siglo XIX. Marie nació en 1867 en la capital de Polonia, país entonces repartido entre Austria, Rusia y Prusia. Su infancia estuvo marcada por la muerte de su madre, que falleció cuando ella tenía diez años, y por la feroz represión rusa, que impedía a los niños estudiar en su lengua. Durante la adolescencia Marie soñó con dedicarse a la ciencia, pero debido al poco dinero que tenía su familia tuvo que esperar siete largos años antes de ir a estudiar a la universidad de sus sueños, la Sorbona de París. Durante estos años de espera hizo planes de boda con el joven Kazimierz Zorawski, hijo de la familia polaca para la que trabajaba como institutriz; la oposición a esa boda por parte de la familia de él, la llenaría de amargura.
Cuando en 1891 Marie por fin se estableció en París, el poco dinero del que disponía apenas le bastaba para comer. Pero sus ansias de conocimientos eran tan fuertes que en apenas tres años obtuvo una licenciatura en Física y otra en Matemáticas, ambas con excelentes calificaciones. A continuación obtuvo una beca para estudiar las propiedades magnéticas de los aceros, estudio que tendría una extraordinaria trascendencia en su vida, pues le puso en contacto con un científico brillante y tímido llamado Pierre Curie. En un principio los unió el amor por la ciencia, pero luego encontraron muchas más afinidades, tantas que terminaron casándose en 1895.
A las pocas semanas del nacimiento de su primera hija, Irène, a finales de 1897, Marie comenzó la investigación que la haría famosa. Para desentrañar la naturaleza de las misteriosas radiaciones que acababa de descubrir Henri Becquerel, Marie procesó grandes cantidades de uranio en un cobertizo anejo a la Escuela de Física y Química Industriales en la que trabajaba Pierre. Gracias a su entusiasmo, Marie arrastró a Pierre a colaborar con ella y juntos anunciaron en 1898 el descubrimiento de dos nuevos elementos, el radio y el polonio. En 1903 les concedieron a ambos, junto a Becquerel, el premio Nobel de Física por el descubrimiento de la radiactividad, término que había sido acuñado por Marie. Sus descubrimientos abrieron un nuevo y fascinante campo de investigación, el dedicado al estudio del núcleo atómico. Al año siguiente nació su segunda hija, Ève.
La tragedia irrumpió en la vida de Marie en 1906: Pierre murió atropellado por un coche de caballos. A Marie le ofrecieron una pensión como viuda de un «gran científico», pero la rechazó y afrontó la pena de la única forma que sabía: trabajando. Se hizo cargo de la cátedra de Pierre en la Sorbona y también de la dirección del laboratorio. En un caso sin precedentes, en 1911 Marie recibió un segundo premio Nobel, en solitario y de Química, por el descubrimiento del polonio y el radio y sus trabajos con ambos elementos. Sin embargo, aquel fue un año muy turbulento para Marie, pues fue entonces cuando estalló el denominado «escándalo Langevin», al hacerse pública su relación amorosa con uno de los alumnos de su marido. No hubo sangre en el duelo al que Langevin retó al periodista que escribió los peores libelos, pero la salud de Marie, que ya empezaba a acusar los efectos de la radiación, sufrió tan serio quebranto que estuvo alejada del laboratorio durante un año.
Una vez recuperada, Marie puso en marcha la creación del Instituto del Radio, pero al finalizar la construcción de sus instalaciones el proyecto se vio interrumpido por el inicio de la Primera Guerra Mundial. Y aquella a la que habían tildado de «extranjera robamaridos» no dudó en arriesgar su vida y la de su hija Irène para luchar por su país de adopción. Con las camionetas denominadas «pequeñas Curies», que contenían sistemas de rayos X portátiles, Marie, su hija y las personas a las que ellas habían enseñado recorrieron los frentes de guerra y realizaron más de un millón de radiografías de los soldados heridos de bala. Al terminar la guerra, y dada la escasez de fondos y las dificultades para disponer de radio, Marie se embarcó hacia Estados Unidos, de donde se trajo un gramo de este elemento, que le fue entregado por el presidente Harding en nombre de las mujeres norteamericanas. Fue su última cruzada a favor de la investigación de la radiactividad. Su salud se hallaba muy resentida a causa de las largas horas de exposición al radio y se había quedado ciega de unas tempranas cataratas. Además, sufría de anemias agudas, que solo remitían cuando pasaba temporadas alejada del laboratorio, aunque siempre fue incapaz de abandonarlo totalmente; la investigación era su vida.
Su hija Irène, que comenzó a trabajar bajo la dirección de su madre, se hizo cargo del Instituto del Radio y posteriormente contribuyó de forma notable al desarrollo de la ciencia francesa y a la conquista de los derechos de la mujer. Irène le dio la última gran alegría a Marie al descubrir la radiactividad artificial junto con su marido Frédéric Joliot-Curie, por lo que ambos recibieron el premio Nobel de Química en 1935, un año después de la muerte de Marie.
En general, es difícil encerrar la vida de una persona en las páginas de un libro, pero si esa persona es Marie Curie, que no solo realizó los descubrimientos que le darían la fama, sino que además llevó a cabo todo tipo de actividades inimaginables en su época, la tarea es casi imposible. En efecto, Marie fue una ciclista apasionada, una extraordinaria políglota, una fiera defensora de su Polonia natal, una celosa y a la vez desprendida propietaria de su preciado radio, una científica meticulosa hasta la extenuación en sus experimentos. Pero quizá lo más destacable de Marie Skłodowska-Curie es que, a pesar de que a lo largo de su vida se enfrentó con enemigos formidables de muy distinta naturaleza, nunca se rindió ante nada ni ante nadie. Acabó con ella la leucemia provocada por la radiactividad que descubrió. Pero antes tuvo tiempo de ver cómo el nuevo mundo que ella había alumbrado originaba una nueva ciencia y cambiaba una gran parte de lo que se sabía de la antigua.
1867 Marie Skłodowska nace el 7 de noviembre en Varsovia.
1877 Pierre Curie, nacido el 15 de mayo de 1859 en París, se gradúa en Ciencias en la Universidad de la Sorbona.
1880 Pierre y su hermano Jacques descubren la piezoelectricidad.
1883 Pierre es nombrado jefe de laboratorio de la Escuela Municipal de Física y Química Industriales. Marie termina el bachillerato con medalla de honor.
1886 Marie trabaja como institutriz de los Zorawski en Szczuki, empleo que mantendrá tres años.
1891 Marie empieza sus estudios de Física en la Sorbona.
1893 Marie se gradúa en Física.
1894 Marie se gradúa en Matemáticas. Conoce a Pierre.
1895 Pierre presenta su tesis doctoral sobre magnetismo. En julio, Marie y Pierre contraen matrimonio. La pareja tendrá dos hijas: Irène, nacida en 1897, y Ève, nacida en 1904.
1898 Marie y Pierre descubren el polonio y el radio.
1900 Pierre obtiene una plaza de profesor de Física en la Sorbona y Marie da clases en la École Normale de Sèvres.
1903 Marie presenta su tesis doctoral sobre radiactividad. El matrimonio recibe el premio Nobel de Física junto a Henri Becquerel.
1904 Pierre obtiene la cátedra de Física en la Sorbona. Marie es nombrada jefe de laboratorio.
1906 El 19 de abril Pierre Curie muere en París, atropellado por un carruaje. En noviembre, Marie ocupa la cátedra de Física de la Sorbona.
1910 Marie publica el Tratado sobre la radiactividad.
1911 Marie es rechazada por la Academia de Ciencias francesa y, el mismo año, recibe el premio Nobel de Química.
1914 Finaliza la construcción del Instituto del Radio en París. Durante la Primera Guerra Mundial, Marie recorre los frentes con unidades móviles de rayos X.
1921 Primer viaje de Marie a Estados Unidos; consigue un gramo de radio.
1934 El 4 de julio Marie muere de anemia aplásica en Sancellemoz (Francia).
1935 Irène y su esposo Frédéric Joliot-Curie reciben el premio Nobel de Química por el descubrimiento de la radiactividad artificial.
1995 Entierro de Pierre y Marie en el Panthéon francés.
En un principio, parecía que Marie lo tenía todo para ser una niña feliz, pero durante su infancia vivió dos grandes dramas. El más terrible fue que su hermosa y cultivada madre, Bronisława Boguska, enfermó de tuberculosis poco después de que ella naciera y murió cuando Marie tenía diez años. Ello causó un efecto devastador en toda la familia, pero muy especialmente en su hija pequeña, que la adoraba, y a la cual, por miedo a contagiarla, nunca abrazó.
El otro gran drama en la vida de Marie fue consecuencia de la situación política de Polonia. Desde 1772 el país había desaparecido como Estado y estaba dividido entre Austria, Rusia y Prusia. Varsovia y sus alrededores se hallaban bajo la dominación rusa, cuyo Gobierno había aplastado todo atisbo de rebelión. El abuelo paterno de Marie participó en la revuelta de los jóvenes cadetes que tuvo lugar en 1830 y, tras ser detenido, tuvo que recorrer descalzo 200 km hasta la prisión de Varsovia en la que fue internado. Los cadáveres de los cabecillas que participaron en el levantamiento de 1863 estuvieron colgados en la fortaleza de Varsovia, no lejos de la casa de la calle Freta donde Marie nació cuatro años después, el 7 de noviembre de 1867; sus padres ya tenían otros cuatro hijos: Zofia, Józef, Bronia y Helena.
La represión del levantamiento de 1863 no solo afectó a los que habían participado directamente en la revuelta, sino a todo el pueblo polaco, ya que las autoridades rusas prohibieron el uso del idioma polaco y la enseñanza de la historia y literatura nacionales. No cumplir alguna de estas prohibiciones entrañaba un destierro a Siberia. Este proceso de rusificación era sufrido especialmente por los niños en edad escolar, que debían realizar todos sus estudios en un idioma que les era extraño. A pesar del peligro, una gran parte de los profesores polacos llevaban a cabo una doble enseñanza: una clandestina, en el idioma nativo, que incluía la historia y literatura polacas, y otra oficial, en ruso. Mucho después, la propia Marie describió aquellos momentos en sus Notas autobiográficas:
Los niños eran objeto de sospecha y espionaje; sabían que una sola conversación en polaco o un comentario imprudente les perjudicarían gravemente no solo a ellos, sino también a sus familias. Era tal la hostilidad que perdían la alegría de vivir y de forma prematura el desasosiego y la indignación se apoderaban de su infancia.
Cuando los inspectores rusos visitaban su colegio, Marie solía ser la alumna elegida para contestar sus preguntas porque hablaba y escribía ruso a la perfección, aunque le mortificaba extraordinariamente tener que atender a los requerimientos de quienes consideraba esbirros de las autoridades rusas. El sentimiento nacionalista anidó bien pronto en su corazón y permaneció siempre en él, a pesar de que con el tiempo Marie haría de Francia su país de adopción.
La rusificación de Polonia trajo más desgracias a la casa de Marie, pues cesaron a su padre Władysław Skłodowski como director del instituto en el que daba clase debido a su nacionalismo. El padre de Marie tuvo que ocupar puestos de menor categoría y salario, hasta que finalmente fue expulsado del sistema de enseñanza público. Para mantener a su familia se vio obligado a admitir huéspedes, a los que proporcionaba alojamiento, pensión completa e instrucción. Ello tuvo la consecuencia de dejar a dos de sus hijas, Marie y Helena, sin dormitorio: ambas pasaban la noche en los sofás del comedor, que debían desalojar al amanecer para que los huéspedes pudieran tomar el desayuno. Pero lo peor fue que alguno de estos huéspedes debió de llevar a la casa chinches y otros parásitos que contagiaron de tifus a dos de los hermanos de Marie, causando la muerte de Zofia, la hija mayor. La madre, ya muy enferma a causa de la tuberculosis, nunca se recuperó de esta tragedia y murió un año después. A partir de entonces la relación de Marie con su padre y hermanos, particularmente con Bronia, se hizo aún más estrecha.
La difícil situación económica y las muertes familiares no impidieron que Marie terminara a los quince años la educación secundaria con las máximas calificaciones, incluida una mención de honor. A pesar de sus vehementes deseos de seguir estudiando, ni ella ni sus hermanas pudieron ir a la Universidad de Varsovia, porque en ella, como en todas las universidades del Imperio ruso, estaba vedado el acceso a las mujeres. Tampoco pudieron matricularse en una universidad extranjera, porque la ya deteriorada situación económica de la familia se había terminado de hundir cuando Władysław invirtió sus ahorros en un negocio, organizado por uno de sus cuñados, que resultó ruinoso.
Pero ni Marie ni Bronia estaban dispuestas a renunciar a su sueño de ir a París, a la Universidad de la Sorbona, que sí admitía mujeres. Para alcanzar esta meta, Marie propuso a Bronia un pacto según el cual ella trabajaría para pagar los estudios de Medicina de su hermana, y cuando esta los finalizara y comenzara a trabajar, sería Bronia la que financiase los estudios de Marie. Ambas hermanas cumplieron el pacto, pero pasaron siete años antes de que Marie pudiera viajar a París. En el transcurso de los mismos Marie se enamoró del hijo mayor de la familia para la que trabajaba como institutriz, Kazimierz Zorawski, hasta el punto de que hicieron planes de boda. Pero la pareja topó con la oposición frontal de los padres del joven, y el compromiso se deshizo, lo que llenó a Marie de tristeza y amargura cuando aún no había cumplido veinte años.
Durante los años de espera Marie participó activamente en la Universidad Volante, una organización clandestina de enseñanza superior. La mayor parte de sus alumnos eran mujeres, dado que ellas tenían vedado el acceso a cualquier otra forma de educación superior y, en la sojuzgada sociedad polaca, las mujeres tenían un papel protagonista, pues la causa anti-rusa no podía prescindir de nadie. Estas clases, que por motivos de seguridad se impartían cada día en un lugar diferente, fueron determinantes para la futura investigadora. En efecto, durante las mismas Marie, que por aquel entonces escribía poesía y consideraba la posibilidad de convertirse en escritora, confirmó su afición a la ciencia y decidió que dedicaría a ella su vida.
Además, en esa época Marie obtuvo unos conocimientos que habrían de revelarse fundamentales en su futuro trabajo científico. Uno de sus primos maternos, Józef Boguski, director del Museo de Industria y Agricultura, que había realizado estudios de Química en San Petersburgo, le proporcionó la oportunidad de realizar experimentos en un laboratorio. Se trataba de una actividad particularmente difícil en la Polonia bajo autoridad rusa, porque esta había prohibido expresamente a los polacos realizar trabajos experimentales. La reproducción de los experimentos que había encontrado descritos en los textos de química durante incontables tardes de domingo le proporcionó a Marie una base que habría de serle muy útil durante su tesis doctoral.
Józef Boguski había estudiado con el químico Dmitri Mendeléyev, del que posteriormente fue asistente. En 1869, un par de años después del nacimiento de Marie, Mendeléyev había creado la tabla periódica de los elementos químicos. Se trataba de una ingeniosa forma de ordenar los elementos conocidos hasta entonces en columnas que reunían a los que tenían propiedades químicas parecidas. Una de las intuiciones más geniales de Mendeléyev fue predecir la existencia de elementos aún no descubiertos que habrían de rellenar los «huecos» de su magna tabla. Cuando científicos franceses y alemanes descubrieron varios de los elementos cuya existencia había predicho Mendeléyev, este alcanzó fama mundial. Para que Marie tuviera la amplitud de miras que le permitiría en el futuro descubrir nuevos elementos, fue crucial el convencimiento de Mendeléyev de que había elementos químicos que tenían que existir aunque nadie los hubiera descubierto aún.
La madre de Marie, Bronisława Boguska, fallecida en 1878.
Władysław Skłodowski junto a sus hijas Marie, Bronia y Helena, fotografiados en 1890.
Los hijos de la familia Skłodowski: de izquierda a derecha, Zofia (nacida en 1862), Helena (1866), Marie (1867), Józef (1863) y Bronia (1865).