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- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.
Las madres suelen sentirse incapaces de entender a sus hijos cuando se acerca la edad de la pubertad. Su hijo parecía tan brillante en los primeros años. El adolescente, en cambio, se ha convertido en un doloroso enigma: ya no se puede adivinar lo que piensa; muchos datos sobre su desarrollo fisiológico y psicológico siguen siendo desconocidos o, al menos, muy misteriosos para ellos. Sobre este problema, el gran pedagogo Pierre Dufoyer pone a su disposición sus vastos conocimientos y su capacidad para divulgar con extrema claridad y rara precisión los resultados de los últimos descubrimientos de la ciencia y la experiencia. Examina el carácter del adolescente como resultado de tres factores: la herencia, el entorno social y familiar y el esfuerzo personal. A continuación, acompaña a las madres y a los educadores en el juego de las transformaciones fisiológicas y, sobre todo, psicológicas que hacen de un niño un hombre. La adolescencia es una edad de crisis. El lector encontrará aquí, de forma breve, científicamente segura y con claras intenciones morales, gran parte de los datos necesarios para comprender el alma del adolescente, y será conducido sin esfuerzo a apreciar los sublimes consejos que encabezan el tratamiento. Es el estudio teórico el que lleva a la práctica.
La adolescencia es el momento en que muchas madres, presas de este sentimiento de impotencia para entender a sus hijos, se sienten superadas por la situación y dejan, al menos parcialmente, de seguir de cerca la educación de sus hijos. Tienen la impresión de sentirse cruelmente inferiores a las nuevas tareas educativas que les impone el crecimiento de sus hijos.
Por lo tanto, van a tientas, sin confianza, y minimizan sus intervenciones. Se cuidan de no discutir con ellos nada que tenga que ver con problemas psicológicos, emocionales o morales, y en su trato con ellos mantienen una cautelosa reserva, una actitud de espera, en el umbral del alma y quizás incluso fuera de ella. No hay nada extraño en esta actitud de la mayoría de las madres.
Este folleto no pretende ser una enseñanza científica. No es una obra de ciencia, sino de utilidad práctica. Las nociones dadas sobre el carácter, sus orígenes, sus aspectos generales y particulares están lejos de ser exhaustivas. Hemos preferido hacer una obra incompleta y simplificada pero utilizable. La madre de familia que lea estas páginas habrá obtenido -ésta es al menos la esperanza y la ambición de los autores- una mejor comprensión de sus hijos y, por tanto, la posibilidad de ayudarlos más eficazmente.
El punto de partida es éste: tienes que aceptar que tu hijo crecerá. Nunca más será un niño: se convertirá en un hombre.
No hay que desanimarse, hay que adaptarse, hay que tener paciencia, hay que encontrar el momento oportuno para hablar; hay que ser amable; hay que sugerir a menudo; hay que animar constantemente; hay que hacer que tu hijo entre en razón en su forma de sentir y de comportarse.
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ÍNDICE
Presentación
PREFACIO
PRIMERA PARTE - LOS ORÍGENES DE NUESTRA PERSONALIDAD
CAPÍTULO UNO - ¿DE DÓNDE VIENE NUESTRO CARÁCTER?
SEGUNDA PARTE - LA ADOLESCENCIA Y SU EVOLUCIÓN
CAPÍTULO I - LAS TRANSFORMACIONES FÍSICAS DE LA ADOLESCENCIA
CAPÍTULO II - LAS TRANSFORMACIONES PSICOLÓGICAS DE LA ADOLESCENCIA
CAPÍTULO III - DOS TIPOS DE JÓVENES
TERCERA PARTE - LA JUVENTUD
CAPÍTULO ÚNICO - EL JOVEN
CUARTA PARTE - CONCLUSIONES
CAPÍTULO ÚNICO - CONSEJOS A LAS MADRES EN FORMA DE CONCLUSIÓN
Metamorfosis en la adolescencia
comprender y ayudar a sus hijos en la fase más delicada de su vida
Varios autores
Traducción y edición 2021 - Ale. Mar. sas
Las madres suelen sentirse incapaces de entender a sus hijos cuando se acerca la edad de la pubertad. Su hijo parecía tan brillante en los primeros años. El adolescente, en cambio, se ha convertido en un doloroso enigma: ya no se puede adivinar lo que piensa; muchos datos sobre su desarrollo fisiológico y psicológico siguen siendo desconocidos o, al menos, muy misteriosos para ellos. Sobre este problema, el gran pedagogo Pierre Dufoyer pone a su disposición sus vastos conocimientos y su capacidad para divulgar con extrema claridad y rara precisión los resultados de los últimos descubrimientos de la ciencia y la experiencia. Examina el carácter del adolescente como resultado de tres factores: la herencia, el entorno social y familiar y el esfuerzo personal. A continuación, acompaña a las madres y a los educadores en el juego de las transformaciones fisiológicas y, sobre todo, psicológicas que hacen de un niño un hombre. La adolescencia es una edad de crisis. El lector encontrará aquí, en forma breve, científicamente segura y con claras intenciones morales, muchos datos necesarios para comprender el alma del adolescente y será llevado, sin esfuerzo, a apreciar esos consejos, muy sublimes al fin y al cabo, que conducen al tratamiento. Es el estudio teórico el que lleva a la práctica.
En las conferencias sobre la vida conyugal y la educación que se celebran en diferentes países en los más diversos ambientes sociales (de ciudad y de pueblo, culturales y populares), no se puede dejar de constatar la gran dificultad que encuentran casi todas las madres para adivinar lo que piensan, sienten y experimentan sus hijos cuando llegan a la edad de la adolescencia.
Las madres tienen la impresión de entender a sus hijos en sus primeros años. De hecho, creen, y no se equivocan, que su psicología no es demasiado complicada. Aparte de cualquier circunstancia de enfermedad corporal, emocionalidad excepcional o matrimonios rotos, su vida interior es más bien reducida. Su principal interés es totalmente externo: el juego.
En ellos no aparece nada indescifrable. La situación es muy diferente cuando se acerca la pubertad: el niño comienza a replegarse sobre sí mismo: su vida inferior (emocional y moral) se expande: se producen fenómenos fisiológicos cuya naturaleza y sobre todo repercusiones psicológicas siguen siendo desconocidas para la madre, o al menos siguen siendo muy misteriosas. El niño le parecía luminoso a la madre: el adolescente, en cambio, le parece opaco.
Es el momento en que, presas de este sentimiento de impotencia para comprender a sus hijos, al sentirse superadas por la situación, muchas madres dejan, al menos parcialmente, de seguir de cerca la educación de sus hijos.
Es cierto que los mejores no renuncian totalmente a formarlos; siguen exigiéndoles un marco general de disciplina, para animarles en su esfuerzo por trabajar. Pero tienen la impresión de sentirse cruelmente inferiores a las nuevas tareas educativas que les impone el crecimiento de sus hijos.
Por ello, avanzan a tientas y sin confianza, reduciendo sus intervenciones al mínimo. Se cuidan de no discutir con ellos nada que tenga que ver con problemas psicológicos, emocionales o morales, y en su trato con ellos mantienen una cautelosa reserva, una actitud de espera, en el umbral del alma y quizás incluso fuera de ella.
La mayoría de los padres, absortos en los negocios o torpes ante las complejidades del alma adolescente, se comportan de la misma manera.
No hay nada extraño en esta actitud de la mayoría de las madres. ¿Quién, en nuestro mundo de ayer y de hoy, les ha preparado para entender a sus adolescentes y jóvenes?
Nueve de cada diez niñas de nuestras escuelas están destinadas a ser algún día novias y madres, es decir, a vivir junto a los hombres y criar a sus hijos. ¿Cuántas de ellas reciben clases de psicología masculina?
¿Cuántos hacen un curso de puericultura o de pedagogía familiar? Que si, por casualidad, se da este curso de pedagogía, ten por seguro que el niño discutido morirá a una edad temprana y no llegará a la pubertad.
Según las encuestas realizadas, ni siquiera el 3% de las madres de los adolescentes actuales han oído hablar de la adolescencia masculina. Hay muchas mujeres, de entre treinta y cuarenta años, que confiesan no saber qué reacciones fisiológicas experimenta un adolescente a esta edad; cuando no ignoran este detalle, muchas confiesan no saber representarse el mundo imaginativo y afectivo en el que se mueven sus pensamientos, deseos, preocupaciones y esperanzas.
Este folleto pretende responder a estas preguntas. No tiene ninguna pretensión de instrucción científica. No es una obra de ciencia, sino de utilidad práctica. Las nociones dadas sobre el carácter, sus orígenes, sus aspectos generales y particulares están lejos de ser exhaustivas. No dan clasificaciones sistemáticas, sino datos concretos. De hecho, no hay nada tan poco práctico en el plano inmediato, para una madre de familia, como un libro de caracterología.
Si hubiéramos querido ser demasiado conocedores y exactos, nos habríamos vuelto incomprensibles y, lo que es peor, inútiles. Hemos preferido hacer una obra incompleta y simplificada pero utilizable.
La madre de familia que lea estas páginas habrá obtenido -ésta es al menos la esperanza y la ambición de los autores- una mejor comprensión de sus hijos y, por tanto, la posibilidad de ayudarlos más eficazmente.
Antes de precisar las líneas de la psicología del adolescente, parece útil buscar sus orígenes profundos.
Aquí hay un chico de trece, catorce, quince años. Tiene una "personalidad" bastante bien definida, es decir, un conjunto de características que lo diferencian ligera o profundamente de tal o cual compañero de clase: es tímido o descarado, impulsivo o esquivo, jovial y optimista o sensible y atormentado. ¿De dónde provienen estos rasgos de personalidad?
Incluso entre hermanos hay profundas diferencias de carácter. Esto sorprende a las madres. ¿Cómo es posible, piensan, que dos seres que provienen del mismo padre y la misma madre, criados en el mismo entorno familiar y social, puedan ser tan diferentes?
El origen más profundo de nuestro carácter es la fisiología. El clima emocional del entorno en el que crecemos puede tener una gran influencia, pero la psicología explicará en gran medida y, al menos en parte, la forma en que nuestra emocionalidad reaccionará a este clima.
Hay muchas pruebas de que nuestra constitución física influye directamente en nuestra personalidad moral. Las madres suelen notar ciertos aspectos del carácter del bebé desde los primeros meses. Franco es celoso y codicioso, Franchina es sobria, Giacomo pacífico y abierto, Giacomina enfadada y terca, Luca nervioso, Maria-Luisa tranquila. A una edad en la que el niño es todavía totalmente espontáneo y la influencia de la educación es necesariamente muy limitada, ¿de dónde podrían proceder estas diferencias si no es de tendencias arraigadas en el ser físico?