Mitógrafos griegos - Varios autores - E-Book

Mitógrafos griegos E-Book

Varios autores

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Beschreibung

Estos cinco opúsculos ejemplifican a la perfección las distintas modalidades de los estudios de mitografía en la Grecia antigua. Los cinco escritos que se recogen aquí forman una unidad (pese a su diversidad aparente) por cuanto ilustran de forma impecable tres de las modalidades en que los griegos de la Antigüedad practicaron la mitografía. Los tres primeros opúsculos (las "Historias increíbles" de Paléfato, Heráclito y el Anónimo Vaticano) son básicamente representativos de la exégesis racionalista del mito. Con la obra de Eratóstenes ("Catasterismos") volvemos, del tiempo impreciso del Anónimo, a la época helenística, momento en que se debió de componer esta suerte de astronomía mitológica que narra las conversiones en estrellas de personajes famosos del mito. Por último, el "Repaso de las tradiciones teológicas de los griegos" de Aneo Cornuto (obra que se traduce aquí por vez primera al castellano) ejemplifica la corriente alegórica de análisis del mito.

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 376

Asesor para la sección griega: CARLOSGARCÍAGUAL.

Según las normas de la B.C.G., la traducción de este volumen ha sido revisada por JUAN MANUEL GUZMÁN HERMIDA.

© EDITORIALGREDOS, S. A. U., 2009

López de Hoyos, 141, 28002 Madrid.www.editorialgredos.com

La traducción de Comuto incluida en este volumen ha sido preparada en el marco del proyecto de investigación HUM 2007 - 60515 («Graecia capta. El influjo de la literatura latina en la cultura y literatura de Grecia, II»), del Ministerio de Educación y Ciencia de España.

REF. GEBO451

ISBN: 9788424937485.

NOTA PREVIA

Los cinco escritos que se recogen aquí conforman una unidad (pese a su diversidad aparente) por cuanto ilustran de forma impecable tres de las formas en que los griegos de la Antigüedad practicaron la mitografía. Los tres primeros opúsculos (las Historias increíbles de Paléfato, Heráclito y el Anónimo Vaticano) son básicamente representativos de la exégesis racionalista del mito. Con la obra de Eratóstenes (Catasterismos) volvemos, del tiempo impreciso del Anónimo, a la época helenística, momento en que se debió de componer esta suerte de astronomía mitológica en la que se narran las conversiones en estrellas de personajes famosos del mito. Por su parte, el Repaso de las tradiciones teológicas de los griegos de Aneo Comuto (obra que se traduce aquí por vez primera al castellano) ejemplifica la corriente alegórica de análisis del mito.

LISTA DE ABREVIATURAS

ANRW

Haase W., Temporini, H. (eds.), Aufstieg undNiedergang der römischen Welt, Berlín, Gruyter, 1972-

DGE

F. R. Adrados, E. Gangutia (eds.), Diccionariogriego español, Madrid, C.S.I.C., 1980-

DNP

H. Cancik, H. Schneider (eds.), Der neue Pauly:Enzyklopädie der Antike, Stuttgart, Metzler, 1998-2003.

FGrHist

F. Jacoby (ed.), Die Fragmente der griechischen Historiker, Leiden, Brill, 1954-

LSJ

H. G. Liddell, R. Scott, H. Stuart Jones, A Greek-English Lexicón, Oxford, Clarendon Press, 19409 (con suplemento: E. A. Barber [ed.], 1968; suplemento revisado: P. G. W. Glare [ed.], 1995).

RE

G. Wissowa et alii (eds.), Paulys Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, Stuttgart, Metzler-Müller, 1893-1978.

SVF

J. von Arnim (ed.), Stoicorum veterum fragmenta, Stuttgart, Teubner, 1964 (=1905-1924).

PALÉFATO

HISTORIAS INCREÍBLES

INTRODUCCIÓN

1. EL AUTOR

Paléfato (Palaíphatos) es, según los códices, el nombre del autor del compendio de Historias increíbles (Perì apístōn) que aquí traducimos. Este nombre parlante (Palaíphatos significa «el que habla de cosas antiguas») se le asigna en el léxico de la Suda (IV 8-9 Adler) a cuatro individuos diferentes. Descontando el primero, un épico ateniense1, es bastante verosímil (aunque no seguro) que los otros tres, autores de obras historiográficas y sobre mitología, sean realmente la misma persona2. Este grammatikós (la denominación se la aplica la Suda al cuarto Paléfato) podía proceder de Priene, Paros, de Abidos o quizá de Atenas3. Si Paléfato fue conocido de Aristóteles, según se puede colegir de Elio Teón, debió de vivir en la segunda mitad del siglo cuarto a.C.4

2. LAS «HISTORIAS INCREÍBLES» DE PALÉFATO Y SU MÉTODO DE APROXIMACIÓN AL MITO

La obra de Paléfato conservada a través de los códices5 se conoce por el nombre de Historias increíbles. Lo que ha llegado hasta nosotros es una colección de cincuenta y dos relatos breves de los que los siete últimos (46-52), distintos por sus contenidos, estilo y estructura6, son un añadido posterior. Ahora bien, el problema capital de este corpus estriba en que no sabemos de cuántos libros constaba la obra original de Paléfato y qué es lo que nosotros poseemos: un solo libro de un conjunto mayor, un epítome de toda la obra o un epítome de un solo libro. Todas estas hipótesis han sido planteadas en relación con las Historias increíbles a partir de los datos que nos ofrecen la Suda y otros autores antiguos como Teón, Probo o Eusebio de Cesárea7. Nótese que la idoneidad de textos como el de Paléfato para su uso en la escuela pudo conducir a la elaboración de epítomes diversos del texto original, que quizá confluyeron al fin, en fecha incierta8, en la colección definitiva que ha pervivído. Aclarar qué queda en el conjunto de la obra primigenia no es tarea fácil; con todo, algo se puede avanzar en este sentido.

Del plan original de la obra procede posiblemente la estructura típica seguida dentro de cada historia. En los cuarenta y cinco primeros capítulos lo habitual es que cada sección se inicie con una narración sucinta del mito que va a ser discutido. A continuación se presenta una breve crítica en la que se sintetizan los motivos por los que el mito tradicional atenta contra la razón. Alguna expresión típica («la verdad es la siguiente», «la verdad es ésta»…) sirve de transición a una segunda narración del mito en la que se ofrece una versión depurada de la que el autor ha eliminado los aspectos inverosímiles. Finalmente el capítulo concluye con otra frase hecha del tipo de «esto es lo que sucedió y lo demás es mito». Es de suponer asimismo que no se deben atribuir a un refundidor sino al autor los comentarios irónicos que afloran ocasionalmente en el texto9. En cambio es más discutible que los principios asociativos mínimos que se detectan en la composición del conjunto hayan de proceder del texto de Paléfato. P. ej., los capítulos 3-5 desarrollan leyendas tebanas10. Es perfectamente posible que este tipo de asociaciones entre historias hayan sido establecidas a posteriori por los compiladores.

Es importante observar que la obra viene precedida de un prólogo de importancia conceptual. En él indica Paléfato cuál es el propósito de su texto: analizar las «historias increíbles» de la tradición para mostrar que los acontecimientos narrados en ellas sucedieron realmente, pero de forma natural y no de la manera fantasiosa que proclama el mito. Con el fin de desenmascarar los errores que contiene la leyenda, Paléfato recurre a tres tipos de explicaciones básicas11: la verdad histórica ha sido alterada por un error verbal, por un error de percepción o por un error en la narración de un hecho. Del primer caso se puede poner como ejemplo la historia de las yeguas de Diomedes (7), por criar a las cuales consumió su amo todos los bienes: de ahí que se dijera que estos animales devoraban a los hombres. En cambio, se ha de explicar por un error de percepción lo que se relata sobre Atalanta y Milanión (13): los dos jóvenes entraron en una cueva donde acabó con ellos una pareja de leones; como de la cueva no salieron ya dos jóvenes sino un león y una leona se entendió que aquéllos se habían transformado en estas fieras. El error en la narración de un hecho puede hacer también que nazca el mito, según sucedió con el caballo de madera (16); según Paléfato, el espacio hueco en el que se hallaban emboscados los argivos no era el caballo que éstos abandonaron a las puertas de Troya sino una hondonada próxima a la ciudad.

Llegados a este punto hemos de preguntamos por las relaciones que mantiene Paléfato con otras corrientes antiguas de interpretación del mito. Más que con el alegorismo parece que a Paléfato se lo ha de relacionar con la otra gran corriente antigua de exégesis mítica, la histórico-racionalista12. El máximo representante de esta corriente en la Antigüedad es, ciertamente, Evémero (siglos IV-III a.C.)13. No obstante, este tipo de exégesis ya venía siendo practicada por autores como Hecateo (siglo VI a.C.) o Heródoto (siglo V a.C.)14.Paléfato parece escribir en la misma línea de éstos cuando procura salvaguardar la veracidad del mito eliminando de él todo rasgo contrario a la razón. El aspecto que singulariza a Paléfato se halla en el hecho de que nuestro autor no intenta desmitologizar a los dioses como Evémero sino que los salvaguarda en tanto que nunca los convierte en protagonistas de sus historias increíbles15: en la medida en que no habla de ellos no se ve obligado a reconocer que sus figuras no se adecuan a nuestra experiencia de la realidad. Paléfato parece cumplir de esta forma con su objetivo aunque sea al precio de escribir historias que, si no increíbles, sí pueden resultarnos al menos un tanto simplistas16.

3. EDICIONES DEL TEXTO Y TRADUCCIONES

La propia sencillez del texto de Paléfato da cuenta de su éxito relativo en la tradición. Que las Historias increíbles se hayan convertido en lectura escolar explica, por ejemplo, el número de manuscritos conservados (más de treinta)17, que además transmiten la obra en dos recensiones diferentes. La primera edición del texto griego fue la Aldina (Venecia, 1505), a la que vino a sumarse en el mismo siglo XVI la de Fasianino (Basilea, 1543), acompañada de traducción latina. En los siglos siguientes aparecieron al menos otras seis ediciones de Paléfato, hasta que en 1843 se publicó la preparada por Westermann18. Para acceder hoy al Perì apístōn en su lengua original debemos seguir acudiendo a la edición crítica de N. Festa (1902), quien escogió editar el texto de una de las recensiones (la de las familias B y S), acompañándolo de un doble aparato crítico en el que también recogía las lecturas de las familias A y E. En nuestro país se publicó en 1976 la edición de E. Roquet, cuyo texto reproduce básicamente el de Festa. J. Stem (1996) sigue un proceder similar en su edición bilingüe comentada (griego-inglés), así como A. Santoni (2000: texto en griego e italiano) y K. Brodersen (2002: texto griego y alemán). La primera traducción de Paléfato publicada en España es la versión catalana de E. Roquet. Posteriormente se ha editado la traducción al castellano de M. Sanz (2002)19. Con respecto a nuestra propia versión comentaremos que seguimos el texto griego de Festa, del que sólo nos apartamos en el lugar que se indica más adelante; no obstante, mantenemos en la traducción los títulos de los cincuenta y dos capítulos, que Festa edita entre corchetes.

4. BIBLIOGRAFÍA

4.1. Ediciones

N. FESTA (ed.), Mythographi Graeci. III. 2. Palaephati Perì apístōn. Heracliti qui fertur libellus perì apístōn. Excerpta Vaticana (vulgo anonymus De incredibilibus), Leipzig, Teubner, 1902.

E. ROQUET (ed.), Palefat. Històries increїbles. Text revisat i traducció, Barcelona, Fundació Bernat Metge, 1976.

4.2. Traducciones y comentarios

K. BRODERSEN,Die Wahrheit über die griechischen Mythen. Palaiphatos’ «Unglaubliche Geschichten», Stuttgart, Reclam, 2002.

A. SANTONI,Storie incredibili, Pisa, ETS, 2000.

M. SANZ,Mitógrafos griegos. Eratóstenes, Partenio, Antonino Liberal, Paléfato, Heráclito, Anónimo Vaticano, Madrid, Akal, 2002.

4.3. Estudios

A. VON BLUMENTHAL, «Palaiphatos [4]», RE XVIII.2 (1942), cols. 2451-2455.

G. F. OSMUN, «Palaephatus. Pragmatic Mythographer», Class. Journ. 52 (1956), 131-137.

M. SANZ, «Paléfato y la interpretación racionalista del mito: características y antecedentes», Anuario de estudios filológicos (Univ. Extremadura) 22 (1999), 403-424.

J. SCHRADER,Palaephatea. Berlín, Heinrich, 1893.

DIVERGENCIAS ENTRE EL TEXTO EDITADO POR FESTA (1902) Y EL NUESTRO

1Cf. N. FESTA (ed.), Mythographi Graeci. III. 2, Leipzig, Teubner, 1902, págs. XLIII-XLV.

2 Ésta es la hipótesis de FESTA, op. cit., págs. XXXIII-XXXVIII. En la época, J. SCHRADER (Palaephatea, Berlín, Heinrich, 1893, págs. 41 ss.) era contrario a tal hipótesis.

3 Según la Suda, el segundo Paléfato era oriundo de Paros o Priene (hay un problema textual: cf. FESTA, op. cit., pág. XXXIV); según este mismo léxico, el tercero procedía de Abidos y el cuarto de Atenas.

4Cf. ELIO TEÓN, Progymnásmata II 96, 4 s. Spengel. Que el nombre parlante de «Paléfato» le fuese aplicado por el Estagirita a este personaje en razón de sus intereses intelectuales es una conjetura que se ha formulado (cf. p. ej. M. SANZ (trad.), Mitógrafos griegos, Madrid, Akal, 2002, pág. 197) a partir de la historia análoga que transmite DIÓGENES LAERCIO (V 38) en relación con Teofrasto (Theóphrastos, «que se explica de forma divina»).

5 Poseemos asimismo fragmentos de las obras historiográficas que la Suda les atribuye al tercer y al cuarto Paléfato (Ciprias, Délicas, Áticas, Troyanas: cf. FGrHist 44).

6Cf. n. 90. Los números 46-52 sólo aparecen en una parte de los manuscritos (en la familia A).

7Cf. lo que indican A. VON BLUMENTHAL, «Palaiphatos [4]», RE XVIII.2 (1942), cols. 2451-2455 (cf. col. 2454); J. STERN, Palaephatus. On Unbelievable Tales, Wauconda, Bolchazy-Carducci, 1996 (cf. págs. 4-6); SANZ, op. cit., págs. 197-198.

8Cf. FESTA,op. cit., págs. XVIII y LI.

9 P. ej., en el capítulo 30 se pregunta Paléfato si en tiempos de Eetes las pieles eran tan escasas y preciosas como para que un rey aceptase un vellocino a cambio de la mano de su hija.

10 «Espartos», «La Esfinge cadmea», «El zorro del Teumeso».

11Cf. M. SANZ, «Paléfato y la interpretación racionalista del mito: características y antecedentes», Anuario de estudios filológicos (Univ. Extremadura) 22 (1999), 412-415. Son distintos los planteamientos de E. ROQUET,(ed.), Palefat. Històies increïbles, Barcelona, Fundació Bernat Metge, 1976, págs. 34-38, y de STERN, op. cit., pág. 18.

12Cf. W. NESTLE,Vom Mythos zum Logos, 2a ed., Stuttgart, kröner, 1942, págs. 148-152; G. F. OSMUN, «Palaephatus. Pragmatic Mythographer», Class. Journ. 52 (1956), 131-137; SANZ, art. cit.

13Cf. V. DOMÍNGUEZ GARCÍA, Losdioses de la ruta del incienso: un estudio sobre Evémero de Mesene, Oviedo, Univ. de Oviedo, 1994.

14Cf. A. MOMIGLIANO, «Il razionalismo di Ecateo di Mileto», en Terzo contributo alla storia degli studi classici e del mondo antico, vol. 1, Roma, Storia e Letteratura, 1966, págs. 323-331; D. LATEINER, The Historical Method of Herodotus, Toronto-Búfalo-Londres, Univ. de Toronto, 1989.

15 No los hace protagonistas de las historias recogidas en los capítulos 1-45: la situación en 46-52 (capítulos espurios) es diferente.

16 H. J. ROSE(A Handbook of Greek Mythology, Londres, Methuen, 1958, pág. 5) tildaba de «nonsense» el racionalismo del texto. A la vez no se ha de pasar por alto el hecho de que la obra trasluce la impronta del Perípato; cf. FESTA,op. cit., págs. XXXVI-XXXVII, y SANZ, op. cit., págs. 196-197, 210-213.

17Cf. FESTA, op. cit., págs. V-VIII.

18 Para datos sobre estas ediciones cf. STERN, op. cit., págs. 6 y 164.

19 Las referencias completas de los trabajos de Roquet, Stern, Santoni, Brodersen y Sanz pueden consultarse seguidamente en el apartado bibliográfico.

HISTORIAS INCREÍBLES

Esto es lo que yo he escrito acerca de las historias increíbles. Pues la gente más crédula hace caso de todo lo que se cuenta, en tanto que personas sin trato con la sabiduría ni la ciencia. En cambio, los de naturaleza más sutil y mente inquieta dudan por completo de que haya sucedido nada de ello. A mí me parece que todo lo que se cuenta sucedió (pues no surgieron por sí solos los nombres, sin que hubiese ninguna de las historias en que aparecen; antes bien, primero fue el acontecimiento y luego la historia acerca de ello); pero, todas las figuras y formas que se dice que existieron antaño y que ahora no las hay, tales cosas no pudieron darse. Es que, si algo existió alguna vez y en otro tiempo, también ahora existe y volverá a ser1. Yo siempre alabo a los escritores Meliso y Lamisco el de Samos, que dicen: «Lo que surgió en un principio existe y seguirá existiendo»2. Algunas de las cosas que sucedieron, los poetas y logógrafos las transformaron buscando el lado increíble y asombroso, por sorprender a la gente. Pero yo sé que tales cosas no pueden ser tal como se cuentan; aunque también hago la distinción de que, si no hubieran sucedido, tampoco se contarían. Y, recorriendo muchísimos países, averigüé de los mayores qué habían oído acerca de cada uno de los relatos y, lo que averigüé gracias a ellos, eso es lo que pongo por escrito. También vi personalmente cuál es la apariencia de cada uno de los países; y he puesto por escrito esto no según lo que se contaba sino tras hacer yo mismo mis exploraciones e indagar.

1. Centauros

Acerca de los centauros dicen que eran animales que tenían aspecto completo de caballo salvo por la cabeza, que la tenían de varón.

Y, por si alguno se cree que pueda existir un animal de estas características: es imposible. Es que ni hay nada concorde en las naturalezas de caballo y varón, ni la alimentación es la misma, ni es posible que pase por la boca y la faringe de un hombre la alimentación de un caballo. Y, de haberse dado en tiempos tal ser, también ahora existiría. La verdad es la siguiente.

Cuando Ixión era rey de Tesalia, se hizo a la vida salvaje en el monte Pelio una manada de toros, los cuales hacían también intransitables los restantes montes, pues los toros bajaban a las zonas habitadas, asolaban los árboles y sus frutos y llegaban a matar a las bestias de labor. Así pues, Ixión proclamó que, si alguien acababa con los toros, le daría muchas riquezas. Unos jóvenes del somontano, de una aldea llamada Nube3, tuvieron la idea de adiestrar caballos como montura (la gente de antes no sabía ir a caballo, sino que sólo empleaban carros). Así que montaban y guiaban a sus corceles hasta el lugar en que estaban los toros, caían sobre la manada y la acribillaban con sus armas. Y los jóvenes, cuando se veían perseguidos por los toros, huían, pues los caballos eran más veloces; pero, cuando los toros se paraban, volvían grupas y los asaeteaban de nuevo. De esta manera los mataron y en razón de ello recibieron el nombre de centauros, porque habían acribillado a los toros4 (que no se les llama así por tener aspecto de toros, pues los centauros no tienen nada característico de los toros, sino que su aspecto es de caballo y de varón: por tanto, recibieron el nombre por su hazaña).

Y, tras recibir los centauros las riquezas prometidas de parte de Ixión, como se vanagloriaban de su gesta y su riqueza, se volvieron insoportables y cometieron muchas maldades, incluso contra el propio Ixión, quien habitaba la ciudad que ahora se llama Larisa5 (en aquel entonces, los moradores de ese territorio se llamaban lapitas). Al invitarlos una vez a un banquete, ya borrachos raptaron a las mujeres de aquéllos y, tras hacerlas montar en los caballos, emprendieron la huída hacia su tierra. Tomándola como base de operaciones, les hacían la guerra y, descendiendo durante la noche a la llanura, preparaban emboscadas y, cuando se hacía de día, después de saquear e incendiar volvían a la carrera a los montes. Al irse ellos así, los que los veían de lejos sólo distinguían por detrás la grupa del caballo, pero no su cabeza, y de los hombres el resto del cuerpo, pero no las piernas. Así pues, como veían una visión extraña, decían: «Los centauros, los de Nube, nos avasallan».

Esta imagen y este dicho hicieron que se formara el mito, indigno de crédito, según el cual en el monte fue engendrado, a partir de una nube, un ser que era a la vez caballo y varón6.

2. Pasífae

Acerca de Pasífae se cuenta la historia de que se enamoró de un toro que estaba pastando, y que Dédalo creó una vaca de madera y metió a Pasífae dentro de ella, y que de esta forma el toro la montó y se unió con la mujer, ésta concibió y dio a luz a un hijo con cuerpo de hombre y cabeza de res.

Yo afirmo que esto no ocurrió. Es que, en primer lugar, es imposible que un animal sienta pasión por otro que no tenga un aparato genital conforme al suyo, pues no puede ser que un perro y un mono, un lobo y una hiena, se unan los unos con los otros, ni un antílope con un ciervo (es que son de especies distintas); y, si se unieran los unos con los otros, no engendrarían. Y un toro no me parece a mí, lo primero, que se uniera con una vaca de madera, pues todos los cuadrúpedos huelen el aparato genital del otro antes de la unión, y entonces lo montan; y, además, la mujer no habría soportado que un toro la cubriera, y tampoco puede gestar un feto provisto de cuernos. La verdad es la siguiente.

Dicen que Minos, que padecía de sus partes, fue curado por Prócride, la nieta de Pandión, a cambio del cachorro de perro y la jabalina <con los que obsequió a> Céfalo7. Por esta época hacía compañía a Minos un joven de gran belleza llamado Toro8. Pasífae se enamoró de éste, lo convenció para que se acostaran juntos y engendró de él un hijo. Minos echó cuentas sobre el momento de la afección de sus partes, comprendió que no era posible que el niño fuera suyo porque no se habían acostado juntos e, indagando con precisión, cayó en la cuenta de que la criatura era de Toro. Así pues, al niño no le pareció oportuno matarlo porque pasaba por ser hermano de sus hijos; en su lugar lo envió a la montaña para que, cuando creciera, fuese su suerte ser criado de los pastores. Pero éste, al hacerse un hombre, no hacía caso de los vaqueros. Enterado de ello Minos, dio orden de que acudiese a su presencia en la ciudad y de que lo apresaran; y, si seguía por propia voluntad a sus captores, que viniera suelto y, si no, atado. El joven, al enterarse, se retiró a las montañas, donde vivía de asaltar ganados. Cuando Minos envió un contingente más numeroso para capturarlo, el joven hizo un agujero profundo y se encerró en él. En el resto del tiempo que estuvo allí sobrevivía alimentándose de las ovejas y cabras que le echaban; pero, cuando Minos quería vengarse de un hombre, se lo enviaba a éste, que permanecía encerrado en su habitáculo, y así lo ejecutaba. También a Teseo, un hombre belicoso al que había capturado, lo llevó Minos hasta aquel lugar para que muriera. Pero Ariadna había introducido de antemano en el tabuco una espada, con la que Teseo mató al Minotauro ***9.

Éste fue el suceso que ocurrió, y luego los poetas transformaron el relato en mito.

3. Espartos10

Una antigua historia dice que Cadmo mató una serpiente11, que recogió sus dientes y los sembró en su país; luego brotaron hombres con armas.

Pero, si esto fuera cierto, ningún hombre sembraría otra cosa que no fueran dientes de serpiente; y, si no brotaran en otra tierra, por lo menos se sembrarían en aquella tierra en la que ya antes hubieran brotado. Así pues, la verdad es ésta.

Cadmo, un varón de origen fenicio, llegó a Tebas después de haberle disputado la dignidad real a su hermano Fénix12. Era entonces rey de Tebas Draconte, hijo de Ares, quien poseía, entre otras muchas pertenencias propias de un rey, también colmillos de elefante. Cadmo lo mató y se convirtió en rey. Los amigos de Draconte le hacían la guerra, mientras que sus hijos se pusieron al lado de Cadmo. Así pues, los amigos de Draconte, al quedar perdedores en el combate, se apoderaron de las riquezas de Cadmo y de los colmillos de elefante, que estaban depositados en el templo, y escaparon, huyendo cada cual a su patria; pero otros se diseminaron por diversos sitios, y unos se fueron al Ática, otros al Peloponeso, la Fócide y Lócride. De allí partían para hacer la guerra contra los tebanos, y eran unos guerreros terribles, que tenían su misma lengua y conocían el terreno. Y, como huyeron tras apoderarse de los colmillos, los ciudadanos de Tebas decían esto: «¡Éstas son las calamidades que nos ha causado Cadmo al matar a Draconte! Que, gracias a los colmillos de aquél, han surgido muchos hombres de valor que, diseminados, combaten contra nosotros».

Este suceso es lo que ocurrió en realidad y luego se formó el mito.

4. La Esfinge cadmea

De la Esfinge cadmea13 se dice que era una fiera con cuerpo de perro, cabeza y rostro de muchacha, alas de pájaro y voz humana. Se sentaba sobre el monte Ficio14 y le proponía un enigma a cada natural de la ciudad; al que veía que no era capaz de resolverlo lo mataba. Cuando Edipo resolvió el enigma la Esfinge se mató tirándose de lo alto.

La historia no es digna de crédito y es inverosímil. Pues no puede haber existido tal engendro, es una chiquillada lo de que quienes no podían resolver los enigmas eran devorados por ella, y es además una simpleza lo de que los cadmeos no disparasen sus flechas contra la fiera, sino que se resignaban a ver devorados a sus conciudadanos como si fueran enemigos. La verdad es la siguiente.

Cadmo, quien tenía por esposa a una amazona llamada Esfinge, llegó a Tebas, y tras matar a Draconte se quedó con su fortuna15 y su reino, así como (más tarde) con la hermana de Draconte, que se llamaba Harmonía. Al enterarse Esfinge de que Cadmo se había casado con otra convenció a muchos de los ciudadanos para que abandonaran con ella la ciudad; así pues, tras apoderarse de la mayor parte del dinero y coger un perro velocísimo con el que había llegado Cadmo, se marchó con todo ello al monte llamado Ficio, y desde allí le hacía la guerra a Cadmo. Tendía emboscadas en el momento adecuado y mataba a los que iba atrapando. Los cadmeos a la emboscada la llaman «enigma». Así pues, los ciudadanos andaban constantemente diciendo: «Esfinge, la muy cruel, se pone en emboscada y nos atrapa mientras continúa sentada sobre su monte. Nadie es capaz de descubrir el enigma y es imposible pelear a cara descubierta, pues no corre, sino que vuela, y es a un tiempo perro y mujer: así es de veloz». Cadmo pregonó que, a quien matara a Esfinge, le daría riquezas en abundancia. Así pues, llegó Edipo, un corintio experto en lances militares que tenía un caballo muy veloz; tras distribuir por grupos a los cadmeos, salió de noche, le tendió una trampa, descubrió el enigma (o sea, la emboscada) y mató a Esfinge.

Esto es lo que sucedió y lo demás es mito.

5. El zorro del Teumeso

Acerca del zorro del Teumeso16 dicen que atrapaba a los cadmeos y los devoraba.

Pero es una simpleza, pues no existe ninguna bestia terrestre capaz de atrapar a un hombre y arrastrarlo y, por otra parte, el zorro es un animal pequeño y sin fuerza. Lo que sucedió fue algo del tipo siguiente.

A un tebano, un varón de calidad, lo llamaban Zorro, o sea, «sagaz», pues aventajaba a todos los hombres en inteligencia. El rey, temiendo que conspirara contra él, lo expulsó de la ciudad. Pero el otro, juntando un ejército numeroso y sumando a otros como mercenarios, ocupó la colina llamada Teumeso. Tomándola como base de operaciones asediaba a los tebanos, los cuales decían: «El Zorro cae sobre nosotros y luego se retira». Pero he aquí que llega un varón llamado Céfalo17, oriundo de Atenas, quien traía un gran ejército para proteger a los tebanos. Éste mató al Zorro y echó a sus tropas del Teumeso.

Sucedido lo cual, empezó a contarse aquel mito.

6. Acteón

Dicen que Acteón fue devorado por sus perras.

Pero esto es falso, pues una perra quiere sobre todo a su amo y criador, y especialmente porque las perras de caza menean el rabo delante de todos los hombres. Algunos aseguran que Ártemis18 <lo convirtió en un ciervo> al que las perras mataron. Yo estoy de acuerdo en que Ártemis puede hacer lo que quiera. Pero no es cierto lo de que un hombre se convierta en ciervo o un ciervo en hombre; estos mitos los compusieron los poetas para que su auditorio no se enojase con la divinidad. La verdad es ésta.

Acteón era un hombre de Arcadia, aficionado a la caza, que andaba siempre criando muchas perras y cazando en los montes, con lo que se desentendía de sus asuntos. Los hombres de entonces vivían de su propio trabajo y no tenían criados <sino que labraban la tierra ellos mismos>, y el más rico era aquel que <labraba sus propios campos y> más se aplicaba a la faena. Así pues, Acteón, al despreocuparse de los asuntos de su hacienda y preferir la caza, arruinó sus medios de vida. Cuando ya no le quedaba nada, decía la gente: «¡Infeliz Acteón, que lo devoraron sus propias perras!»; también ahora, si es que alguno cae en la desgracia por mantener rameras, solemos decir: «las rameras lo devoraron».

Algo de este tipo es también lo que ocurrió con Acteón.

7. Las yeguas de Diomedes19

Acerca de las yeguas de Diomedes dicen que comían carne de hombres, cosa risible, pues este animal disfruta más con el pasto o la cebada que con la carne humana. La verdad es ésta.

Los hombres de antaño vivían de su propio trabajo y así obtenían el alimento y los bienes, gracias al trabajo de la tierra. Pero a uno se le ocurrió criar caballos y se complacía hasta tal punto en ellos que perdió sus bienes, pues lo vendió todo y lo gastó en criarlos. Así pues, sus amigos llamaron a estos caballos «antropófagos»20.

Sucedido lo cual, se extendió el mito.

8. Níobe21

Dicen que Níobe se convirtió de mujer viva en piedra sobre la tumba de sus hijos.

El que se crea que un hombre se convierte en piedra o una piedra en hombre es un simple. La verdad es ésta.

Al morir los hijos de Níobe, alguien hizo una imagen en piedra de ella y la colocó sobre la tumba <de los hijos>. Así pues, los que pasaban al lado decían: «En piedra está Níobe sobre la tumba: nosotros la hemos visto». Así también se dice ahora: «estaba sentado junto al Heracles de bronce», o «estaba junto al Hermes pario»22.

Esto es lo que significaba aquello, no que Níobe misma se convirtiera en piedra.

9. Linceo

Se dice que Linceo veía hasta lo que estaba bajo tierra23.

Esto es falso y la verdad es la siguiente.

Linceo fue el primero que obtuvo, practicando la minería, bronce, plata y demás metales. Para las excavaciones llevaba bajo tierra antorchas, que dejaba en el lugar, mientras él sacaba a la superficie sacos con el bronce y el hierro. Así pues, la gente decía: «Linceo ve hasta lo que está bajo tierra, y además se mete en su interior para sacar plata a la superficie».

10. Ceneo

Dicen que Ceneo era invulnerable24.

Pero, quien suponga que hay alguien que, siendo hombre, no puede ser herido por el acero, desvaría. La verdad es la siguiente.

Ceneo era un varón oriundo de Tesalia, hábil en las cosas de la guerra y ducho en el combate. Habiendo participado en muchas batallas, no fue herido nunca, ni cuando murió peleando al lado de los lapitas contra los centauros; ahora bien, cuando lo atraparon, simplemente lo sepultaron, y de esta forma pereció. Así pues, los lapitas decían, después que hubieron recogido su cadáver y visto que no habían herido su cuerpo: «Ceneo no recibió ninguna herida durante el resto de su vida y murió sin recibirla».

11. Cicno

Se cuenta también la misma historia acerca de Cicno el de Colonas25, pues también dicen de aquél que era invulnerable. Era él un guerrero y hombre experto en el combate, que murió en Troya, alcanzado por Aquiles con una piedra, y ni siquiera entonces resultó herido. Así pues, la gente decía al ver su cadáver que era invulnerable, igual que también ahora se dice de los luchadores si es que no reciben heridas. De esta misma forma también se llamó a aquéllos26 invulnerables. Pero a estos dichos contradice, y da testimonio en mi favor, Ayante, el hijo de Telamón; pues también él era llamado «invulnerable», y sin embargo murió tras herirse a sí mismo con la espada.

12. Dédalo e Ícaro

Dicen que Minos encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro por culpa de cierta acusación27, pero que Dédalo creó para ellos dos unas alas postizas y que así escapó volando junto a Ícaro.

Pensar que un hombre vuele es un sinsentido, aun llevando unas alas postizas. Así pues, lo que cuentan sucedió de este modo.

Dédalo, que estaba en prisión, se coló por un ventanuco, tiró luego de su hijo y, embarcando en un barquichuelo, se escapó. Minos, al darse cuenta, mandó barcos que los persiguieran. Cuando ellos notaron que los seguían, como soplaba un viento impetuoso y favorable, daba la sensación de que volaban. Más tarde, cuando navegaban con un viento de cola que soplaba desde el sur, por la parte de Creta, volcaron en el mar. Y Dédalo se salvó llegando a tierra, pero ícaro pereció (por lo cual recibió de él su nombre el mar Icario28); cuando las olas devolvieron el cadáver, su padre lo enterró.

13. Atalanta y Milanión

Acerca de Atalanta y Milanión se dice que él se convirtió en león y ella en leona.

Lo que pasó en realidad fue lo siguiente.

Atalanta y Milanión estaban de cacería. Milanión convenció a la muchacha de que se acostara con él y entraron en una gruta para acostarse juntos. Pero en la caverna estaba la guarida de un león y una leona, que, al oír voces, salieron y atacaron a Atalanta y su compañero hasta matarlos. Cuando, después de un tiempo, salieron el león y la leona, los compañeros de cacería de Milanión, al verlos, pensaron que aquéllos se habían convertido en estos animales. Así pues, presentándose en la ciudad hicieron correr el bulo de que Atalanta y su compañero se habían convertido en leones29.

14. Calisto

También es similar lo que se cuenta sobre Calisto: que, yendo de cacería, se convirtió en osa30.

Pero yo afirmo que también ésta, al ir a parar a una espesura donde se hallaba por casualidad una osa, yendo a cazar acabó devorada; y que sus compañeros de cacería, al ver que entraba en la espesura pero que luego no salía, dijeron que la muchacha se había convertido en osa.

15. Europa

Dicen que Europa, la hija de Fénix, llegó montada en un toro, cruzando el mar, de Tiro a Creta.

A mí me parece que ni un toro ni un caballo podrían atravesar un mar tan enorme, y que una muchacha no se subiría a un toro salvaje; y que, Zeus, si quería que Europa llegase a Creta, podría haberle encontrado otro medio de viaje más adecuado. La verdad es ésta.

Un hombre de Cnoso llamado Toro le hacía la guerra al país de Tiro. Al final, pues, raptó de Tiro a otras muchas doncellas y, entre ellas, a la hija del rey, Europa. Por tanto, la gente decía: «Toro se fue llevándose a Europa, la hija del rey».

Esto es lo que sucedió y luego se formó el mito31.

16. El caballo de madera

Dicen que unos aqueos, los campeones que iban en el caballo hueco de madera, se apoderaron de Ilio.

Pero este relato es fantasioso en exceso. La verdad es ésta.

Construyeron un caballo de madera según la medida de las puertas, para que no pudiese entrar cuando lo arrastraran sino que resultara de un tamaño excesivo. Mientras, los jefes de filas se hallaban apostados en una hondonada32 cercana a la ciudad, la cual ha recibido el nombre de «Emboscada de los argivos» hasta el presente. De la parte de los argivos llegó corriendo, como un desertor, Sinón, quien les explicó que, según un vaticinio, si no introducían el caballo en la ciudad, regresarían los aqueos; pero que, si lo introducían, ya no volverían. Los troyanos, escuchado esto, derribaron el muro e introdujeron el caballo. Cuando estaban en medio del banquete cayeron sobre ellos los griegos, quienes habían entrado por donde estaba demolido el muro, y así fue capturada Ilio.

17. Éolo

Se dice que Éolo era un hombre que regía la atmósfera y que le entregó a Odiseo los vientos dentro de un saco33.

En cuanto a esto, creo que a todos les resulta evidente que no es posible que ocurriese.

Pero sí es lógico que Éolo, que era un astrónomo, le explicase a Odiseo las estaciones y los ortos en función de los cuales soplarán ciertos vientos. Y dicen que también rodeó su ciudad con una muralla de bronce, lo cual es mentira: es que tenía soldados que protegían su ciudad.

18. Las Hespérides

Se dice que las Hespérides eran unas mujeres y que tenían manzanas de oro en un manzano al que protegía una serpiente, y también que Heracles hizo una expedición para conseguir las manzanas. La verdad es la siguiente.

Héspero era un hombre de Mileto que vivía en Caria y tenía dos hijas a las que llamaban Hespérides. Éste contaba con unas ovejas hermosas y buenas productoras, de esa raza que hay ahora en Mileto. Y, por este motivo, las llamaban «de oro», pues el oro es precioso, y también aquéllas eran preciosas. Y, al ganado menor, se lo llamaba «manzanas»34. Heracles las vio pastando junto al mar y, arreando con ellas, las introdujo en su nave y, <tras matar>35 a su pastor, llamado Draconte, las condujo a su patria, cuando ya no vivía Héspero sino sus hijas36. La gente decía: «Vimos las manzanas de oro que trajo del país de las Hespérides Heracles, después de matar a su guardián Draconte37».

De aquí salió el mito.

19. Coto y Briáreo

La historia sobre Coto y Briáreo, lo de que, siendo hombres38, tenían cien manos, ¿cómo no va a ser una simpleza? La verdad es ésta.

La ciudad en la que vivían tenía por nombre Centímana, y era de la parte de Caonia, que ahora se llama Orestíade. Lo deduzco porque combatieron al lado de los Olímpicos en la batalla contra los Titanes: es que estos territorios son colindantes con el Olimpo. Así pues, la gente decía: «Coto y Briáreo [y Giges]39, los Centímanos, acudieron en ayuda de los Olímpicos y expulsaron a los Titanes del Olimpo».

20. Escila

Se dice acerca de Escila que era un ser salvaje que habitaba en el Tirreno, que era mujer hasta el ombligo, que en ese punto le nacían unas cabezas de perros y que el resto del cuerpo lo tenía de serpiente40.

Imaginarse que existe un ser con tal naturaleza es una enorme simpleza. La verdad es ésta.

Había unas naves de los tirrenos que saqueaban las costas de Sicilia y el golfo de Jonia41. Por aquel entonces había también una trirreme veloz llamada «Escila», nombre que llevaba pintado en la proa. Como esta trirreme apresaba muchas veces al resto de los barcos, de ahí sacaba sus provisiones, y los relatos sobre ella eran abundantes. De ésta logró escaparse Odiseo merced a un viento favorable y potente, y luego le relató en Corcira a Alcínoo42 cómo lo persiguió, cómo se escapó y el aspecto del barco.

Luego se formó el mito.

21. Dédalo

Se dice acerca de Dédalo que fabricaba esculturas que se movían por sí mismas.

Esto a mí me parece imposible, que una escultura se mueva por sí misma. La verdad era la siguiente.

Los escultores e imagineros43 de entonces hacían los pies unidos el uno al otro y las manos pegadas al cuerpo. Dédalo fue el primero que las elaboró con un pie adelantado. Por eso la gente decía: «Dédalo hizo esta imagen que camina, que no está parada»; así también ahora decimos: «están pintados unos hombres que luchan», y «unos caballos que corren» y «una nave azotada por un temporal». Así también decían que él hacía imágenes que caminaban.

22. Fineo

Acerca de Fineo se cuenta la historia de que las Harpías le privaban de su sustento, y piensan algunos que éstas eran unas criaturas aladas que arrebataban la comida de la mesa de Fineo.

La verdad es ésta.

Fineo era un rey de Peonia44. Cuando era viejo se quedó sin vista y, además, se le murieron los hijos varones. Tenía por hijas a Erasia y Harpiria <(a las dos les aplicaban los bárbaros el nombre de Harpías)>45, que dilapidaban su hacienda. Así pues, la gente de la ciudad decía: «¡Desdichado Fineo! Las Harpías le privan de su sustento». Pero se apiadaron de él Cetes y Calais, sus convecinos, hijos de Bóreas (el varón, no el viento)46, y, acudiendo en su ayuda, expulsaron de la ciudad a las hijas, agruparon sus riquezas y pusieron como guardián de las mismas a un tracio.

23. Mestra

Acerca de Mestra, la hija de Erisictón47, dicen que, cuando quería, podía cambiar de aspecto.

Esto es propio de una fábula risible. Pues, ¿cómo va a ser lógico que de muchacha se convirtiera en vaca, y de nuevo en perra o pájaro? La verdad es la siguiente.

Erisictón era un varón de Tesalia que, tras dilapidar sus riquezas, se volvió pobre. Tenía una hija hermosa y en edad de merecer llamada Mestra; todo el que la veía concebía una gran pasión por ella. Pues bien, la gente de entonces no pretendía a las mujeres con dinero; unos le dieron caballos, otros vacas, algunos ovejas o lo que deseara Mestra. Los tesalios, al ver cómo engrosaba la hacienda de Erisictón, decían: «De Mestra le han venido el caballo, la vaca y lo demás».

A partir de ello se formó el mito.

24. Geriones

Dicen que Geriones nació con tres cabezas. Pero es imposible que un solo cuerpo tenga tres cabezas. Se trata de una cosa del tipo siguiente.

En el Ponto Euxino48 hay una ciudad llamada Trescabezas. Geriones era un hombre renombrado entre la gente de entonces, pues descollaba por su riqueza y por todo lo demás. Tenía también un rebaño de vacas asombroso, en pos del cual llegó Heracles, quien mató a Geriones cuando éste se le resistió49. La gente que veía cómo arreaba con las vacas se admiraba, pues eran pequeñas de tamaño, pero su lomo, de la cabeza hacia la parte posterior, era alargado y abombado, no tenían cuernos pero sí una osamenta grande y ancha. Los había que decían a quienes preguntaban por ellas: «Heracles se llevó estas vacas, que eran de Geriones, el de Trescabezas». Algunos supusieron, a partir de lo dicho, que él tenía tres cabezas.

25. Glauco, hijo de Sísifo50

Dicen que también éste fue devorado por sus caballos.

Ignoran que se consumió por criar caballos, realizar a causa de ello gastos enormes y desentenderse de los asuntos de su casa; así perdió sus medios de vida.

26. Glauco, hijo de Minos51

También es totalmente ridículo este relato, que, tras haber muerto Glauco en una tinaja de miel. Minos metió en su tumba a Poliido, el hijo de Cérano, quien procedía de Argos. Y, como vio que una serpiente ponía sobre otra serpiente ya muerta una hierba, y así la hacía resucitar, hizo él también lo mismo con Glauco y lo devolvió a la vida.

Esto es imposible, lo de resucitar a un hombre muerto, a una serpiente o a cualquier otro animal. Lo que sucedió fue algo del tipo que sigue.

Glauco se sintió malo del estómago tras tomar miel, al removérsele la bilis en gran cantidad, y se desmayó. Entre otros muchos médicos que acudieron por sacar dinero se presentó también Poliido, cuando Glauco ya estaba expirando; como conocía una hierba curativa que le había mostrado un médico llamado Draconte, utilizó esta planta y le devolvió la salud a Glauco. Así pues, la gente decía: «Poliido resucitó a Glauco, que había muerto por culpa de la miel, gracias a una planta que le había mostrado Draconte»52.

A partir de aquí formaron el mito los mitógrafos.

27. Glauco, el del mar53

Se dice que este Glauco, por haber comido también en tiempos una hierba, se libró de la muerte y vive ahora en el mar.

Lo de que fuese Glauco el único que tropezó con esta hierba es una enorme simpleza, así como lo de que pueda vivir en el mar un hombre o cualquier otro ser terrestre, cuando ni siquiera puede vivir en el mar una criatura de los ríos, ni pueden a la inversa vivir en los ríos las criaturas marinas. La verdad es la siguiente.

Glauco era un pescador oriundo de Antedón; era buceador, y en esto aventajaba a todos los demás. Una vez se sumergió en el puerto a la vista de la gente de la ciudad, llegó buceando a cierto lugar y, después de no haber sido visto por los suyos durante bastantes días, volvió a salir buceando y entonces se lo vio. Cuando le preguntaron: «¿Dónde pasaste tantos días?», les dijo: «En el mar». Metió peces en una nasa y, cuando hacía mal tiempo y no podía coger peces ningún otro pescador, preguntaba a la gente de la ciudad qué peces querían que se les llevaran y, como él les llevaba lo que querían, recibió el apodo de «Glauco, el del mar», igual que ahora, si uno vive en el monte y es buen cazador, se le llama «un hombre de monte». Así también Glauco, como pasaba la mayor parte del tiempo en el mar, recibió el nombre de «Glauco, el del mar». Y murió al encontrarse con un animal marino. Como no salía del mar, la gente inventó la historia de que vivía en el mar y que allí se quedaría en adelante.

28. Belerofonte

Dicen que a Belerofonte lo llevaba por el aire Pegaso, un caballo alado.

A mí me parece que un caballo no ha sido nunca capaz de tal cosa, ni aun llevando en su cuerpo todas las alas de las aves. Es que, si hubiera existido alguna vez tal ser, también ahora existiría. Dicen también que éste mató a la Quimera de Amisódaro54. La Quimera era

por delante león, por detrás serpiente, por el medio cabra.

Algunos piensan que existió tal ser con tres cabezas y un solo cuerpo. Pero es imposible que una serpiente, un león y una cabra tengan una alimentación similar. Y, lo de que teniendo una naturaleza mortal espirara fuego, es una simpleza. Y, ¿a qué cabeza obedecía el cuerpo? La verdad es como sigue.