No olvido, recuerdo. Crónicas universitarias desde la tercera edad (segundo certamen) - Varios autores - E-Book

No olvido, recuerdo. Crónicas universitarias desde la tercera edad (segundo certamen) E-Book

Varios autores

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Este libro se propone el reconocimiento de nuestra historia universitaria contada por su gente mayor, vivencias que jubilados o personal aún en servicio quieran dejar constancia de sus experiencias.

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Índice

Presentación

Manuel Moreno Castañeda

Memorias en papel | Crónicas

Logré obtener un título como licenciada en Música en la carrera de Concertista Solista en la Universidad de Guadalajara en el siglo xx

María del Consuelo Medina Guerrero

Con la tecnología de hoy, ¡claro que seguiría siendo bibliotecaria!

María Asunción Pérez Rodríguez

Tengo un corazón de león, siempre me quedo en todas las historias y en todos los proyectos realizados

Maricela Solís Aguilar

Recordar es vivir

Graciela Flores Cueva

Mi paso por la Universidad de Guadalajara

Armando Martínez Ramírez

Triunfo a la vida

Esther Rodríguez Durán

Un doctor llamado Paul

Joel Robles Uribe

“6 trazos cronológico-literarios para un óleo inacabado”

Luis Hernández Castillo

32 años vividos en el ambiente librero

Margarita Carrillo Cázares

¿Quién dijo que 20 años no es nada?

María Inés Van Messen

Cuestión de género, una experiencia de vida

María Rita Chávez Gutiérrez

No olvido, la Reforma Académica, una vivencia desde la Facultad de Trabajo Social

María Teresa de la Mora Melo

La Universidad de Guadalajara: mi casa, mi familia

Mirna López Araujo

Mi vida en la Universidad de Guadalajara

Nora Patricia Salazar Ríos

Mi autógrafo favorito

María Antonia Martínez Venegas

Voces y relatos | Entrevistas

Con actitud, querer es poder

Roberto Garibaldi Padilla

Carrera por el deporte

Juan Manuel Ruvalcaba Gómez

Manos al volante

Víctor Manuel Hernández Contreras

Relatos que guardo en la memoria y el corazón

José Carlos Ramírez Esparza

Un jesuita en la UdeG

José de Jesús Gómez Fregoso

30 años, un cúmulo de experiencias

Ma. Cecilia Valle Galindo

Al servicio de la Universidad

Ramón Pérez Arellano

Alma, corazón, pasión y vida

Ricardo Figueroa Rosales

En defensa del trabajador

Vicente Sandoval Tovar

El Centro de Estudios para el Desarrollo de las Comunidades Rurales del Estado de Jalisco

Vicente Zuno Arce Manuel Moreno Castañeda

Presentación

Manuel Moreno Castañeda

En primer lugar, nuestro reconocimiento a la Rectoría General, al Sistema Universitario del Adulto Mayor, al Sistema de Educación Media Superior, al Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, a la Biblioteca Pública Juan José Arreola y al Sistema de Universidad Virtual de la Universidad de Guadalajara por su participación en este segundo certamen de Crónicas Universitarias desde la tercera edad, proyecto de recuperación de la memoria histórica de la Universidad de Guadalajara a través de quienes la han vivido, personas que en su actuar cotidiano le dan vida para que cumpla con su misión social.

En esta obra se propone el conocimiento y reconocimiento de nuestra historia universitaria contada por su gente mayor, que jubilados o aún en servicio, quieren dejar constancia de su vida en la Universidad. Destaca la diversidad desde múltiples perspectivas, entre ellas la función y trabajos realizados, sea en intendencia, administración, academia, tecnologías, puestos directivos u otras labores; también se aprecian diferencias según la óptica desde la que se vea la Universidad, sean sus políticas, sus impactos sociales o la cotidianeidad de su vida interna. Asimismo, observamos distintas ideologías y maneras de pensar. Podríamos decir que es un crisol de la vida universitaria, que sólo puede rescatarse con una metodología basada en testimonios directos.

No es la pretensión de este libro escribir la historia de la Universidad de Guadalajara, sino narrar las historias que se viven en ella y que suelen pasar desapercibidas porque no se registran como se documentan los actos oficiales; son vidas que se narran en la cotidianeidad y quedan en la memoria de la gente, así van pasando de boca en boca, de memoria en memoria. Ahora se presentan impresas en papel y formatos digitales.

Son visiones variadas que desean compartirse. Reflexiones de los universitarios mayores que quieren compartirnos su vida. No es una historia sacada de archivos, informes y documentos oficiales; son historias sacadas del vivir y pensar cotidiano. Vidas, pensamientos y sentimientos que dentro de su diversidad tienen algo esencial en común: el deseo de expresar lo que para ellas y ellos ha sido y es la Universidad de Guadalajara.

Esta publicación es, a la vez, un reconocimiento a quienes han dedicado una gran parte de su vida a nuestra universidad y una excelente oportunidad de recuperar la historia universitaria desde la voz de quienes la han vivido, que algunos expresan con narraciones escritas y otros mediante entrevistas.

En las entrevistas se trataron temas de lo más variado, que fueron narrados con abierta espontaneidad, hablaron de experiencias en la defensa del trabajador, deportes, los transportes e interesantes generalidades de la vida diaria; en algunos casos, situaciones muy emotivas, en otras, conflictos ideológicos y luchas por el poder, resueltas o no, pero vividas con intensidad. En paráfrasis de las personas entrevistadas, podemos decir que son relatos de vidas que se guardan en la memoria, el corazón y el alma, con toda la pasión puesta al servicio de la Universidad.

Los ensayos, quizá sin la espontaneidad de las entrevistas, en las que no hay tiempo para la reflexión, con la tranquilidad y mejor manejo de los tiempos que permite la escritura, tenemos textos muy interesantes desde quienes ven a la Universidad de Guadalajara como su casa y familia, pues prácticamente aquí viven o vivieron, otros se refieren a cuestiones muy específicas como las de género, los libros, las prácticas médicas, la música o la emotividad del corazón de león.

La lectura de estas vivencias me llevó a diversas reflexiones, entre las que destaco, primero, que si bien, lo conocido y evidente hacia fuera de la universidad son sus programas académicos y culturales, es adentro donde eso se vive y opera en áreas y por personas no siempre conocidas. Otro aspecto interesante es su diversidad, cuando vemos a la universidad desde una sola perspectiva, desde nuestro lugar de trabajo, la relación con ella o lo que escuchamos en los medios masivos, no percibimos sus diversidades, ni entendemos su complejidad.

No es que con esta obra pretendamos el entendimiento y explicación de una organización tan compleja, es sólo contribuir a que nos asomemos a algunos de sus ámbitos menos conocidos, como son las vidas de los universitarias en sus distintos campos de trabajo.

Espero que libros como éste contribuyan a revalorar actividades que son pocos reconocidas, incluso suelen pasar desapercibidas aunque son de suma importancia para que las funciones universitarias se realicen. Para tener una visión integral de la universidad, nadie debe quedar fuera. Cualquiera que sea la actividad que desempeñemos, es importante y tiene una finalidad que cumplir, sin la cual las demás funciones no podrían realizarse.

Además cuando se trabaja en la planeación universitaria, como estos días que estamos dedicados a la actualización de nuestro Plan de Desarrollo Institucional, es bueno saber que para vislumbrar el futuro hay que tener una perspectiva desde el pasado. De ahí debe venir la visión a futuro, de ahí la riqueza de sus experiencias y el ánimo de su entusiasmo para seguir adelante. Para una buena visión de gran aliento de futuro, se requiere una memoria de gran alcance. Por eso celebramos los cien años de la Preparatoria de Jalisco, los veinte de la más reciente reforma universitaria y este certamen sobre las crónicas universitarias desde la tercera edad.

¿Qué hicimos o dejamos de hacer en el pasado para llegar a lo que hemos llegado? ¿Qué debemos hacer en adelante para llegar al futuro deseado?

CRÓNICAS

Memorias en papel

Logré obtener un título como licenciada en Música en la carrera de Concertista Solista en la Universidad de Guadalajara en el siglo XX

María del Consuelo Medina Guerrero

Les contaré acerca de la forma en que logré, en 50 años, obtener en mi alma máter el tan anhelado título de Licenciada en Música en la carrera de Concertista Solista, con orientación en piano, crédito que me permitió continuar impartiendo la cátedra de Instrumento en el Departamento de Música del Centro Universitario de Arte Arquitectura y Diseño (cuaad).

Antecedentes musicales familiares

La casa de mis abuelos maternos, los señores Albino Guerrero Arana (1874-1957) y Andrea García Sandoval (l887-1938), está ubicada en la calle Jesús García 781, en el Sector Hidalgo de esta ciudad de Guadalajara, Jalisco. Una casa con su tradicional patio con dos naranjos, un arco enorme y el consabido corredor. La sala tenía dos de aquellos balcones hermosos de hierro forjado que daban a la calle, muebles austriacos de bejuco, sus deliciosas mecedoras, un maravilloso piano vertical Weser Bros, que adquirió mi abuelo para la familia y un gran mueble elaborado por él mismo, precisamente para alojar un fonógrafo y aquellos enormes discos de acetato con maravillas de música clásica.

Ése era el hogar de un honorable artesano que, para sostener a una familia de ocho hijos, trabajaba la madera, fabricaba mundos —esos enorme baúles— para clientes que realizaban viajes trasatlánticos; algunos eran verdaderas joyas artísticas, estuches para objetos religiosos como custodias, copones, cálices, ornamentos sagrados y algunos muy especiales como aquel en que los monjes franciscanos transportaban a la santísima virgen de Zapopan. En ese tiempo, personajes del clero y negociantes franceses, almacenes como El Nuevo Mundo, Las Fábricas de Francia, le confiaban valores para crear estuches personalizados para protegerlos.

En nuestra familia se practicó y se escuchó música clásica como tradición. En mis recuerdos infantiles, en nuestras visitas a casa de los abuelos, tuve la oportunidad de escuchar obras importantes y de sorprenderme con ejecuciones de violín, Aires gitanos y Zapateado de Pablo Sarazate, sinfonías de Beethoven.

Mi abuelo, Albino Guerrero, tocaba el violoncelo y la mandolina. Mis tíos Jesús (1909-1992), Guillermo (1913-2010) y Juan (1915-19?) fueron alumnos de la violinista Amparo Palomera, originaria de Tala, Jalisco, quien impartía clases en la escuela de Bellas Artes, después Escuela de Música, ubicada en el Museo Regional, ella había tomado clases en el extranjero. Entre los recuerdos de las hijas de mi tío Guillermo se encuentra una invitación y un diploma obtenido por él el 21 de junio de 1937, con el siguiente programa: concierto de Vivaldi, otro de Bach, Minuet L’Antique de Paderewsky, marcha Caprice de Kreutzer-Saar, Gold son de Hauser, Ballade et polonaise Vieux temps; al piano el profesor Antonio Moreto.

Además de un piano americano Weser Bros, mi abuelo adquirió dos violines: uno de ellos marca Crematus, fabricado precisamente en Cremona, Italia, con registro del siglo xvii.

El gran músico jalisciense José Rolón Alcaraz (1876-1945), quien nació en Ciudad Guzmán, Jalisco, pianista, compositor, director de orquesta y pedagogo, inició sus estudios musicales con su padre. Estudió en París, y a su regreso, en 1907, fijó su residencia en Guadalajara. En esa fecha comenzó un verdadero desarrollo en la cultura musical: fundó un instituto y promovió la integración de grupos de cámara para ofrecer audiciones. Por iniciativa del señor Rolón, un grupo de músicos jaliscienses comenzaron a ofrecer al público de esta ciudad audiciones de música de cámara y sinfónica.

En 1915 fundó la Orquesta Sinfónica de Guadalajara, y su director fue Amador Juárez. En 1923, el maestro José Trinidad Tovar (1882-1953) asumió la dirección de la orquesta. De 1915 a 1924 fue administrada por la Sociedad de Conciertos que funcionaba mediante una mesa directiva, con apoyo de la iniciativa privada y una subvención del gobierno estatal.

En entrevista con los profesores Luis Cisneros y Salvador Zambrano (1927), exalumnos del maestro Tovar, coinciden en que mis tíos Jesús y Guillermo también eran miembros de dicha Orquesta Sinfónica de Guadalajara y viajaron con los atrilistas a tocar a la ciudad de México, por una invitación que recibieron.

Mi padre fue Salvador Medina Orendain, (1893-1967) contador privado, y mi madre Clementina Guerrero (1905-2006), profesora normalista, personas rectas y trabajadoras. Ella aprendió a tocar el piano antes de casarse y me comentó haber llegado hasta el 4º año. Solía acompañar a sus amigas Micaelita Ochoa, y María Trinidad González, quienes cantaban en las celebraciones del templo La Inmaculada, por calle Santa Mónica entre Manuel Acuña y Juan Álvarez. Aún conservo algunos de sus libros de estudio y partituras. También su hermano menor, Juan, estudió piano con el profesor Rosalío Ramírez (1904-1975), a su vez alumno y colaborador de José Rolón y Ramón Serratos (1895-1973). Tengo en mi poder recibo de dicha academia a su nombre, por $4.00 el mes.

Entre mis recuerdos de infancia escuché que en ese domicilio de la calle de Jesús García se organizaron tertulias; la música corría a cargo de la familia y algunos amigos como el señor Manuel Ramírez. Ellos integraron un quinteto de piano y cuerdas, interpretaban obras como: Minueto en sol de Beethoven, Melodía en fa de Arturo Rubinstein, Saludo de amor de Eward Elgar, Berceuse de B. Godard; románticos valses mexicanos como Olímpica de José Herrera, Recuerdo de A. M. Alvarado, Dios nunca muere de Macedonio Alcalá, Sobre las olas de Juventino Rosas, música de salón como la Mazurka Elodia de Luis G. Jordá. Igualmente, se entonaban canciones de moda como Estrellita de Manuel M. Ponce, ¿Dónde estás corazón? de L. Martínez Serrano, Íntimo secreto de Alfonso Esparza Oteo, Princesita de José Padilla, entre otros.

Otros vecinos fueron: Carmencita Velarde, Lucita y Humberto Fonseca, Lucita Rosas. Escuché una anécdota acerca del día en que una vecina, casi contigua al citado domicilio, amiga de la familia, la señorita Esthercita Velarde, tenía de pretendiente nada menos que al licenciado Agustín Yáñez. Mis celosos tíos, típicos adolescentes bravíos, lo corrieron a pedradas hasta casi el templo del Santuario de Guadalupe, grosería que fue inútil, ya que tiempo después contrajeron nupcias la bella Esthercita y don Agustín. Años más tarde entablé amistad con su hija Magdalena.

Una anécdota secreta de familia fue que en aquellos tiempos aciagos de la lucha cristera, mientras una parte de los asistentes participaban de la misa oficiada por un sacerdote amigo, por allá dentro en la huerta en una especie de terraza, otras personas hacían música, recitaban poemas y cantaban en la sala.

Desde luego que en la época navideña, hasta la muerte de mi abuelo, se celebraban las posadas, entonando aquellas jornadas escritas por A. Loreto, partituras manuscritas, que aún conservo; para mí tienen un gran valor estimativo. Recuerdo que el primer día de posadas, el 16 de diciembre, era la fecha de cumpleaños de mi abuelo. Nos reuníamos toda la familia, se hacía comida, cena deliciosa, los mayores brindaban con un vino seco llamado pechuga o uno dulce de zarzamora, ambos preparados por el festejado, en casa.

Recuerdo que cuando él ya casi había perdido su vista, cuando yo iba a practicar en su piano, me pedía que le leyera las fórmulas para preparar los vinos. Llegamos a reunirnos en esa fecha durante varios años, sus 48 nietos más tres hijas, un yerno, mi padre, cuatro hijos y sus esposas, además vecinos y amigos. Ya cuando empecé a tocar el piano fui aprendiendo música que él poco a poco me fue facilitando siempre linda y alegre como el vals Estudiantina Op. 191 de Émily Waldteufel Estrasburgo (1837-1915). En ocasiones, él mismo improvisaba textos y tonadas; fue muy buen solfista y tenía oído absoluto, me tarareaba los nombres de las notas, luego las cantaba con texto y hubo ocasiones que hasta las bailaba, era una persona muy alegre y muy querida en el barrio de Mezquitán.

Fue un hombre de bien, de carácter fuerte, generoso y respetuoso. Los domingos se reunían un buen grupo de niños y niñas, en los alrededores había vecindades en donde habitaban personas muy humildes. A las ocho de la mañana abría el cancel, los pasaba al patio, hacían fila y al salir, usualmente, les obsequiaba moneditas de plata de 20 centavos. Por la Navidad y Reyes, los nietos le ayudábamos a hacer paquetes de galletas de gragea, cacahuates garapiñados, colaciones y chocolatitos. Después del reparto, nos íbamos con él a misa de nueve; ya ciego, lo guiábamos las nietas mayores a la parroquia de la Sagrada Familia o al templo de la virgen de los Dolores de la calle Contreras Medellín.

¡Ay, Dios mío, qué tiempos, en la citada sala de cortinas beige transparentes combinadas con otras de textura gruesa y color tinto, igual que la gran funda que protegía ese piano, cuidadosamente guardado con su llave que parecía un clavo de oro! Una tarde de visita familiar, mi abuelo advirtió que se me iluminaban los ojos cuando hablaban del piano y me permitió sentarme en el banco, abrió el teclado y pude tocarlo; cuando me llevé la sorpresa de que se podían “sacar” tonadas como el primer tema del Minuet en Sol de Beethoven que tanto me gustaba, mi abuelito me preguntó: “Chelo, ¿quieres estudiar piano?” La respuesta decidida fue sí, y ese ser maravilloso me abrió el paso para la aventura más apasionante de mi vida costeando mis clases de piano.

Hasta 1957 fui a practicar todos los días a su casa, y él, con ese sentido musical innato que tenía, estuvo al pendiente de que no tuviera errores de lectura o de ritmo. Aparte de mis clases me obsequió partituras de música popular de su agrado. Fue un tiempo maravilloso en que me desenvolví musicalmente y me enamoré del estudio del instrumento. A su muerte, aquel piano se trasladó a nuestro domicilio en Mezquitán 800, a media cuadra de casa de mi abuelito; mi papá se lo compró previamente, con la condición de que debía permanecer con mi abuelo hasta su fallecimiento.

Bases de mi formación musical

Fue en el Colegio Central, hoy Colegio Matel, de las religiosas del Verbo Encarnado que brindaban instrucción primaria en el número 375 de la hoy avenida Alcalde, entre Herrera y Cairo y Manuel Acuña. En esa institución, entre el personal docente, se encontraba la religiosa Teresita del Niño Jesús, llamada antes de profesar Carolina Martínez Martínez (1909-2001). Fue una excelente pianista y maestra, una de las alumnas más jóvenes del ilustre jalisciense José Rolón, titulada con honores en 1934, a la edad de 24 años. Al Ingresar al convento impartía la clase de piano entre otras actividades. Recuerdo a mis compañeras Margarita Acosta y Lilia Castellanos.

A pesar de que éramos un grupo de niñas de primaria, impartía sus clases con seriedad, puntualidad y profesionalismo; así obtuvimos bases sólidas muy claras y precisas en la lectura musical. Conocimos la importancia que tiene el estudio cotidiano en la formación de un pianista, nos trasmitió el conocimiento progresivo de la técnica pianística, de la ejecución de obras contrapuntísticas menores y de algunos estilos musicales; por mi parte, me interesé en la lectura a primera vista de piezas fuera de los métodos obligatorios, sentía una gran curiosidad y deleite por conocer nuevas obras y saber acerca de compositores.

Como no había herramientas como internet ni tenía acceso a libros de información, me conformaba con recortar datos que aparecían en el periódico Excélsior que mi padre recibía todos los días; fue una época en que aún no había ni televisión ni contábamos con dinero para ir al cine, pero el piano sí estaba a mi disposición, qué suerte. Anualmente, el colegio organizaba presentaciones ante nuestros padres, sinodales y público invitado, por supuesto, tocando de memoria las piezas aprendidas, y recibíamos créditos correspondientes.

El 20 de octubre de 1956, en el auditorio de Radio Centro de Jalisco, ubicado en Pino Suárez 181 de esta ciudad de Guadalajara, ofrecí un recital con el siguiente programa: Sonata opus 27 No. 2 Claro de luna de Beethoven, 16 Waltzes de Brahms, Nocturno Sueño de amor de Liszt, Scherzo opus 31 No. 2 y Polonesa opus 40 No. 1 Militar de Chopin. Se me entregó un diploma de aptitud, otorgado por el mismo Instituto Musical, fundado por el profesor Rolón. Este nivel corresponde más o menos al de Instructor de Música en la Universidad de Guadalajara, firmado por los pianistas Carolina Martínez, Elena del Muro y Refugio Mendoza, titulados con el maestro José Rolón.

En esa misma época ya asistía regularmente a tomar clases de armonía y composición con Domingo Lobato Bañales (1920-2012), maestro emérito de la UdeG. Para plasmar la importancia y bonhomía de este personaje originario de Morelia, Michoacán, sería necesario integrar un libro muy extenso: personalidad inteligente, visionario, de carácter firme, bondadoso por naturaleza, de trato recto sencillo y de buenas maneras. Obtuvo el título de Maestro en Composición en 1943 y el Magisterio en Canto Gregoriano en 1945. En 1946 asumió la titularidad de la cátedra de composición en la Escuela Superior Diocesana de Guadalajara.

En los años cuarenta funcionaba la Escuela de Bellas Artes en las calles de Hidalgo y Pino Suárez, dependía del gobierno del estado, cuando el licenciado José Guadalupe Zuno fue rector de la UdeG en 1948; dicha escuela pasó a ser dependencia universitaria. Después hubo otros cambios de domicilio y en 1952 la Escuela de Música cambió domicilio a Pavo 162; el entonces director Abel Eisenberg, quien además era director titular de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara (lo fue de 1951 a 1956), invitó al maestro Lobato a impartir las cátedras de solfeo, armonía, composición y análisis musical. En julio de 1957 hasta 1962, la escuela se cambió a Liceo 139 esquina con Juan Manuel, y el maestro Domingo fue nombrado director, cargo que ocupó hasta 1973, fecha en que se jubiló.

En el tiempo de gestión del profesor Lobato, se definieron las carreras de Instructor de Música y Maestro en la Enseñanza de Instrumento o de Canto, esta última a nivel de licenciatura. La Secretaría de Educación Pública tenía registradas ambas a nivel técnico. Se incrementó la inscripción de alumnos, se organizó una orquesta de cuerdas, que en ocasiones reforzó a la Orquesta Sinfónica; se organizó un taller de ópera. Él mismo dirigió un grupo coral que participó con la asociación Conciertos Guadalajara y con la Escuela Superior de Música Sagrada.

Fue compositor prolífico, recibió el Premio Jalisco (1958) como investigador de la música del virreinato en la catedral de esta ciudad. Pedagogo excelente, conductor de incontables alumnos que tuvimos la fortuna de recibir sus enseñanzas, el ejemplo de dedicación al estudio y ejercicio de la música. Este personaje me sugirió solicitar clases de piano con el maestro Manuel de Jesús Aréchiga, con quien continué estudiando de noviembre de 1956 hasta 1959.

Bajo la dirección del padre Aréchiga trabajé el primer libro de Los preludios y fugas del Clavecín bien Temperado de Juan Sebastián Bach, con la indicación de presentarlos de memoria; Preludios y estudios de Federico Chopin, Balada mexicana de Manuel M. Ponce, vals Capricho de Ricardo Castro.

Manuel de Jesús Aréchiga (1903-1984) inició sus estudios con su madre, la señora Ma. Guadalupe Fernández y continuó a los 10 años con el profesor Ramón Serratos y se tituló en 1928. Se trasladó a Roma al Instituto Pontificio de Música Sacra, en donde, además de ordenarse como sacerdote, estudió órgano con Rafael Casimiri. A ss Pío XI le planteó la posibilidad de fundar en Guadalajara una escuela de música sacra afiliada al citado instituto, con el mismo plan de estudios de Roma; en 1936 se realizó su proyecto. Ya en Guadalajara, además de sus actividades anteriores, colaboró con la Asociación Amigos de la Música, llamada posteriormente Conciertos Guadalajara. Fue organista titular de la catedral metropolitana de esta ciudad.

En diciembre de 1957 participé en un Festival Bach realizado en el teatro Degollado, acompañados por la Orquesta de Cámara de Jalisco, dirigida por el doctor Helmut Goldman, alternando con los pianistas Fausto García Medeles, María Muñoz y Fernández, Carmen Peredo y Leonor Montijo en conciertos para uno, dos, tres y cuatro pianos.

Universidad de Guadalajara

En 1957, el ya citado maestro Lobato, nuevo director de la Escuela de Música de la UdeG, ubicada en Liceo 130, me invitó a colaborar con él y acepté el nombramiento de secretario, y a la vez asistí a tomar algunas materias como Apreciación, Historia de la música, Conjuntos corales e Idiomas. La Escuela contaba con alumnos regulares y otro grupo que iba a tomar materias como Idiomas e Historia de la música. Entre otras personas, recuerdo a los ingenieros Marcelino Orozco y Abel Camacho Galván, los médicos Rubén Pérez Plazola, Fernando González, el licenciado Miguel Humberto Miranda Valdez, Reginaldo Coffeen. En dos años más o menos renuncié al cargo en la secretaría y me inscribí como alumna; en 1964 me titulé. Algunos de mis compañeros fueron: Martha Ashida, Consuelo Cueva, Amelia Arámbula (pianistas); Antonio Yáñez Jr.; (cellista) y Federico Palacios (trompetista). Más tarde, Yolanda y Gilda Cruz (pianista y soprano); Sergio Mariscal, Javier Retolaza (guitarristas) y el tenor Antonio Velazco, entre otros.

La primer egresada desde 1948 en que se fundó la escuela, 15 años, fue Eva Pérez Plazola, el 24 de mayo de 1963. En segundo lugar recibí mi título un 30 de mayo de 1964. La tercera fue Ana Eugenia González Gallo, un 27 noviembre 1964. En cuarto lugar, Rosario Manzano Sevilla, un 25 de marzo de 1966, y el quinto David Vázquez Cosío, un 31 de mayo de 1967. Estos datos fueron extraídos del libro de actas del Departamento de Música de la Universidad de Guadalajara, que constan en publicación de la licenciada Enriqueta Morales de la Mora.

El 22 de junio de 1960 presenté un recital de piano en el Paraninfo de la UdeG con el siguiente programa: Partita No. 1 en Si bemol mayor de Bach, Sonata opus 27 No. 2 de Beethoven, Suite Mexicana de Ramón Orendain, Estudios opus 25 No. 2 y opus 10 No. 3 y 5, la Berceuse opus 57 y el Scherzo No. 2 de Chopin. Programa parcialmente repetido el 25 de enero de 1961 en el teatro Degollado combinado con áreas de ópera, acompañando al tenor José Juan Solana.

Realmente me siento muy afortunada de haber contado siempre con los mejores profesores. Además de los ya citados, en la Escuela de Música como mi profesora de piano me asignaron a Leonor Montijo Beraud, maestra emérita de la UdeG (1932), originaria de Hermosillo, Sonora. Ella se tituló con el presbítero Manuel de Jesús Aréchiga y Domingo Lobato, y recibió su grado en 1951. Desde 1961 hasta la fecha ejerce como docente en la cátedra de piano, desarrolla a la vez notables actuaciones como pianista de concierto con la Orquesta Sinfónica de Guadalajara y otras integradas en esta localidad. Son incontables sus participaciones de música de cámara con el cellista Arturo Xavier González. Ha sido mentora de innumerables generaciones de pianistas en la universidad.

Recuerdo también al maestro Ramón Orendain Amaya (1923-2013): compositor, organista, director de coros, formado en la Escuela de Música Sacra; estudió piano y órgano con el padre Aréchiga. A su vez es formador de grupos corales, entre ellos, el Femenino de Guadalajara. Catedrático en la Escuela de Música de la UdeG durante 35 años, recibió las preseas Clemente Aguirre y José Rolón. Tuvo a su cargo las cátedras de Solfeo Superior, Teoría de la Música y Canto Gregoriano en la Escuela Superior Diocesana de Música y en el Instituto Cultural Cabañas.

Otros de mis mentores fueron, en música de cámara, don Ignacio Camarena (1887-1975) y en apreciación musical y asesorías diversas el Dr. Helmut Goldman (1929-1988), quien fue pianista y director titular de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara. Nació en Nuremberg, Alemania, terminó las carreras de piano con Nemesky, Otto Graef y el señor Kempff, de dirección de orquesta con Rolf Agop y Schonherr y Scherchen en Bayreuth.

Una de mis materias predilectas fue Conjuntos corales, asignatura obligatoria por tres años, pero varios compañeros, por gusto, continuamos asistiendo indefinidamente. Bajo la dirección del maestro Lobato participamos con la Orquesta Sinfónica de Guadalajara en obras como la Novena Sinfonía de Beethoven, bajo la dirección de Carlos Chávez; estreno de composiciones de Blas Galindo; Preludio Nubes y Sirenas de Debussy, entre otras. Tuvimos presentaciones en la Escuela de Música Sacra en El Peregrino de Emaús, de la autoría de Víctor Manuel Amaral. El 19 de mayo de 1961 fuimos invitados a participar en la zarzuela Luisa Fernanda, presentada en el teatro Degollado; los protagonistas fueron Pepita Embil y su hijo el tenor Plácido Domingo.

El 27 de agosto de 1964 ofrecí un recital de piano en el Paraninfo Enrique Díaz de León, con un programa integrado por 16 Waltzes de Brahms, Tres estudios de Chopin y la Sonata No. 3 de Kabalevsky.

En marzo de 1964, Conciertos Guadalajara AC me invitó a presentar un recital en el teatro Degollado tocando Sonatas de Scarlatti, 16 Valses de Brahms, Estudios opus 10 No. 9 y 10, opus 25 Nos. 21 y 24 de Chopin y Sonata No. 3 de Kabalevsky. El mismo material se había presentado el 26 de febrero en la Sala Juárez, en Pedro Moreno 975 y el 20 de mayo de 1964 en el teatro del Instituto Mexicano del Seguro Social.

Al concluir con el material del plan de estudios vigente, integré una tesis con el título “Iniciación de los niños a la música”, presentado en mayo de 1964, con asesoría del maestro Lobato. Fungieron como sinodales el licenciado en Canto Gregoriano Ramón Orendain Amaya, el profesor Francisco Espinoza y el licenciado en Órgano Francisco Javier Hernández.

El 7 de julio de 1964 recibí el título de Maestra en la Enseñanza del Piano. Firmaron como mi profesora de piano Leonor Montijo Beraud, el rector doctor Roberto Mendiola, el secretario licenciado Alberto Rosas Benítez, el gobernador del estado Juan Gil Preciado y el secretario general de gobierno Pablo Ascencio Rosales. El programa del recital público de titulación se integró con las siguientes obras:

Partita No. 1 Prelude, Allemande, Courante, Sarabande, Menuet y Guigue de Juan Sebastian Bach, Preludio Coral y Fuga de César Frank, Estudios opus Nos. 14, 21 y 12 y Polonesa op. 53 de Chopin. Con duración de una hora, el escenario fue el Paraninfo Enrique Díaz de León, el jueves 25 de noviembre de 1965. Este mismo programa se presentó en privado en el mismo lugar el 7 de julio de 1964. Fueron sinodales la profesora pianista Amelia García de León Santacruz, el pianista y director de orquesta Helmut Goldman y el licenciado Francisco Javier Hernández.

El 18 de abril de 1966 contraje nupcias con el señor Raúl de León Gerardo y el 27 de septiembre de 1968 tuve la mayor dicha de toda mi vida al nacer nuestro hijo Mauricio de León Medina.

En aquel piano de mi abuelo al que me referí y que aún conservo, practiqué durante medio siglo mis lecciones y recitales. En 1972 comencé de nuevo a impartir clases en mi domicilio particular, entre ellos a la licenciada Rocío Díaz Villaseñor (1963), actual subdirectora del Departamento de Psicopedagogía, quien terminó las materias de la carrera de Maestro en la Enseñanza del Piano. Ella desarrolló una gran musicalidad; se casó con Arturo Valencia, tenor, premio Plácido Domingo en Operalia 1991; son padres del joven cellista Álvaro (1995), actualmente invitado suplente por la Filarmónica de Jalisco. Mi sobrina Ana Silvia Guerrero González (1964), actual pianista de la Orquesta Filarmónica de Jalisco y hasta hace pocos años del Coro del Estado, es excelente lectora a primera vista de música de todas las épocas y estilos, se caracteriza por una segura y limpia ejecución. Es madre de David, flautista, y Daniel, oboísta, jóvenes talentosos también. Años después con Felipe Aceves González (1968) trabajamos el Concierto para Piano y Orquesta del compositor Carlos Jiménez Mabarak, quien tuvo la gentileza de escucharnos en su domicilio en la ciudad de México, y realizar algunos ajustes a las partituras del piano y de la orquesta. Esta obra formó parte de un programa final presentado en la Escuela de Música, actualmente estudia la licenciatura en Composición. Rocío, Ana Silvia, Felipe egresaron titulados en la Universidad. Éric Fernández Carmona (1972) por su talento y dedicación se consideró niño prodigio, actualmente es repertorista en Bellas Artes y docente en el Centro Cultural Ollin Yoliztli de la ciudad de México. Pablo Silva Guerrero (1963) decidió enfocarse al jazz y música para salón.

En 1977 solicité trabajo en mi casa de estudios; fui sujeta a una prueba de lectura a primera vista de la ópera de Pietro Mascagni Cavallería Rusticana, acompañando a un elenco que la iba a presentar en breve. Gracias a Dios gané la plaza. También escucharon una audición de una parte de mis alumnos particulares. Esta nueva oportunidad fue para trabajar y para continuar mi aprendizaje, ahora guiando a los alumnos.

En septiembre de 1977 recibí nombramiento como maestra de piano en la Escuela de Música, actualmente Departamento de Música del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño, División de Arte y Humanidades, en donde trabajé ininterrumpidamente hasta mi jubilación en 2008.

En la materia de instrumento, es posible, si el alumno lo desea, tener un solo profesor en toda la carrera. La cátedra de instrumento es 80 por ciento personalizada, el docente tiene que conocer a cada uno de sus alumnos para enseñarles a estudiar, a ser disciplinados y ordenados en todos los aspectos de la vida; en la música, como en toda actividad intelectual, hay que tener gran capacidad de concentración y en ocasiones les cuesta trabajo lograr este objetivo.

En el trato con la gran variedad de alumnos que me confiaron, los hubo con diferentes grados de educación, personalidades muy diversas. Me propuse ayudarlos a que paulatinamente cambiaran su actitud ante la vida; a adquirir responsabilidad y conciencia del esfuerzo de la universidad y de la sociedad para brindarles la oportunidad de tener una profesión. Observé en todos estos años que en Jalisco el talento musical aparece con frecuencia en todos los estratos sociales. Pienso que el docente tiene que concientizar al alumno del don recibido.

En esta rama del saber es muy importante el dominio del “pánico escénico”, por lo cual es necesario trabajarlo con cada alumno. Es interesante observar cómo en sus recitales de graduación parece que fueran otras personas totalmente diferentes de cómo entraron, unos verdaderos profesionistas, confiados y satisfechos de su esfuerzo, con preparación para afrontar la vida y con capacidad, en la mayoría de los casos, de convertirse a su vez en formadores de otras generaciones. Aprendieron a darse a respetar y a respetar a un público que los acompañe en una presentación.

Master class

Para reforzar el trabajo de los docentes profesores regulares, las instituciones formadoras implementan master class con instrumentistas destacados con gran experiencia, con la finalidad de perfeccionar obras ya aprendidas. El Departamento de Música no fue la excepción, así como en la capital de México y en el extranjero. En este punto, me corresponde agradecer estos apoyos, entre otras personalidades, a Fausto García Medeles, 1956; Ramón Serratos, 1964; Georg Sändor, 1979; Guadalupe Parrondo, sobre Estudios de Chopin, febrero 1980 y en 1998; María Teresa Rodríguez, febrero 1981, 1996; Reah Sadowsky, agosto 1981, 1988, 2001; Bernard Flavigny, 1982, 1988, 1989, 1993, 1994, 2006; Jorg Demus, 1994; Walter Blakenheim, 1994; Raúl Herrera, 1995, 2000; Alla von Bush, sobre Mazurkas de Chopin.

Asesorías recibidas en el extranjero

La Universidad me otorgó beca para asistir a la Escuela Chigiana de Siena, Italia, con Güido Agosti y recibir unas clases privadas con él mismo en el verano de 1980; después, ya sin beca, regresé en agosto de 2000 y más tarde con Joaquín Achucarro.

En el verano de 1984 realicé el curso de Pedagogía y Didáctica Edgard Willems en el Real Conservatorio de Bélgica. Tuvimos oportunidad de observar la aplicación del método con niños débiles mentales, fue en el escenario del gran auditorio iluminado, mientras que en completa oscuridad y silencio estuvimos observando a Jaques Chapuy, músico especialista y psicólogo, trabajar musicoterapia aplicada. En Lyon, Francia, llevé el seminario de Profesores de Piano en el cual cada asistente tocó una obra de piano y compartió la manera en que le fue posible adquirir el dominio técnico e interpretativo de la misma. Hubo sesiones de trabajo de solfeo a primera vista, de alguna sinfonía, en que cada grupo tenía a su cargo la particella de algún instrumento, hasta completar la dotación de una orquesta sinfónica, con un director al frente.

En agosto 1997 obtuve la beca para asistir a “Música en Compostela”, España, con Manuel Iglesias y Manuel Carra. Aprendí obras de españoles de diferentes épocas, recibíamos una lista de autores a elegir de entre tres o cuatro y teníamos dos días para tocarlas; es de las pocas sedes en que no hay edad máxima para que se presenten los ejecutantes. Escuchamos conciertos para piano y orquesta de literatura española. Con Carra, compartimos con la eminente pianista Alicia de la Rocha. La ceremonia de clausura fue una misa solemne en la catedral de Santo Santiago con su descomunal botafumeiro o incensario de dos metros de alto tirado por malacates que lo elevan hasta lo alto de la catedral y perfuman el recinto, oficiada y presidida por altos funcionarios eclesiásticos y políticos, profesores, alumnos y algunos peregrinos. La entrega de créditos y memorias la realizaron autoridades con vestuarios a la usanza antigua, se entonó el tradicional himno universitario y finalmente una gran cena de despedida.

En agosto de 1984 asistí al Mozarteum en Salzburgo, Austria, al curso Karl Orff impartido por la profesora Lucrecia Arroyo, mexicana, especializada en ese lugar. Cuenta con salones perfectamente acondicionados para trabajar, dotación completa de instrumentos fabricados expresamente para impartir ese sistema musical. Las asesorías y hospedaje fueron en esa maravillosa mansión que en la película La novicia rebelde pertenecía a la familia Von Trapp, y hoy aloja al Mozarteum, importante centro cultural musical que guarda recuerdos de Mozart y es sede de un gran movimiento musical. Se ubica en un bellísimo paraje de los Alpes.

En 2000 participamos del International Workshops con los pianistas Paul Badura Skoda e Idil Biret, francesa, en el Conservatorio de Graz, Austria. Vivimos unos días inolvidables en compañía de las pianistas y docentes Reah Sadowsky y Luz María Puente, mi amiga compositora y pianista Miriam Sustiel y yo. Tuvimos la posibilidad de presenciar sus clases, escuchar sus recitales, compartir en un ambiente de alta cultura artística; además de gozar de una pequeña ciudad ecológica, aspirar el aroma a bosque, admirar la floración del nugget y caminar sobre alfombras de esa bella flor en el traslado del albergue a la universidad.

Graz es una preciosa ciudad rodeada de hectáreas completas de sembradíos de flores; es llamada la cuna del perfume y de las flores de Bach. Visitamos la casa del señor Badura Skoda, un museo de pianos antiguos como el de Beethoven con unos aditamentos, una especie de címbalos que se activan con un pedal para hacerlos sonar en obras como la Marcha a la Turca de Mozart; desde luego que escuchamos una interesante ejecución histórica en esos famosos instrumentos.

Otras actividades

En noviembre de 1976 fui acreditada como socia fundadora y miembro del Consejo Directivo del Ateneo José Rolón. Se nombraron socios honorarios al pianista José de Jesús Oropeza (1910-1995), Hermilio Hernández (1931), Leonor Montijo (1932); como coordinadores: Amelia García de León (1932), Juan Rodrigo Pérez Cárdenas, yo fui elegida en 1979-1981. La actividad principal era en torno al piano, recitales semanales gratuitos, conferencias, un concurso a nivel nacional de dicho instrumento y uno más de canto con Gilda Cruz, gran soprano tapatía de fama internacional. Tuvimos como sede la Galería Jaime Torres Bodet. En 1991 se canceló la asociación.

En el Departamento de Extensión Universitaria, el licenciado Genaro Cornejo, su director, presidió la inauguración de un piano de concierto Rosenthal en el Salón de Eventos Especiales, piso 2, del Edificio Administrativo. El concierto corrió a cargo de las pianistas Eva Pérez Plazola, y yo con programa a cuatro manos: obras de Diabelli, Schubert y Brahms.

Después, el director de dicho departamento fue el licenciado J. Trinidad Padilla López, de 1989 a 1991. Se organizaron cursos, conferencias, recitales gratuitos, preferentemente de piano por ejecutantes destacados como María Luisa Lizárraga; los organistas Hermilio Hernández, Javier Hernández, Sergio Peña; los cantantes Enrique Suárez (bajo), Rosa Ma. Partida (mezosoprano); y el coro que dirige el maestro Engelberto Aguilar. Como resultado de un taller de ópera impartido por el maestro Suárez se presentaron dos óperas. También participaron conjuntos de música de cámara, guitarristas, actividades bajo la coordinación propia y de Rosa María Partida Valdovinos (1940-1985 ).

Posteriormente, el salón se destinó al Departamento de Informática. El piano se bajó al Cineforo, en donde se continuaron las presentaciones y audiciones didácticas escolares, después lo alojaron en el Paraninfo Enrique Díaz de León. Este programa permaneció funcionando de 1978-1996.

En 1986, con apoyo del citado departamento, coordiné la Primera Semana Internacional de Arte Terapia y Educación, como asesores estuvieron Guillermo Villegas y Consuelo de Champs por la Universidad Pedagógica de la Ciudad de México. La cede fue en las instalaciones de Villa Primavera de esta casa de estudios. Se ofertaron conferencias magistrales, más de 30 talleres diferentes, exposiciones, hubo como 500 participantes. Fue tanto el éxito que luego se repitieron materiales con el título “Ecos de la Primera Semana en el Cineforo”.

De 1992 a 1993 asistí al diplomado en Musicología Histórica cenidim en Morelia, Michoacán; los fines de semana y diariamente durante el verano.

El 14 de febrero de 1994, la maestra Eva Pérez Plazola y yo ofrecimos concierto a dos pianos de Bach con la Orquesta Filarmónica de Jalisco, bajo la dirección de José Guadalupe Flores, en el teatro Degollado y en el Departamento de Música.

También ofrecimos el recital de piano a cuatro manos con el profesor Juan Rodrigo Pérez Cárdenas en el Paraninfo de la UdeG. El programa: Ravel (Suite Mamá la Oca), Rachmaninoff (Seis piezas opus 11), Brahms (Seis danzas húngaras). El organizador fue la Coordinación General de Extensión, Promoción y Difusión Cultural. También participé para la Secretaría de Cultura en el recital de piano en el ex Convento del Carmen. El programa: Kabalevsky (Sonata 3), Chopin (Nocturno opus póstumo, Mazurkaopus 63 No. 3, Estudios opus 25 Nos. 8 y 9), Villanueva (3ª Mazurka opus 27), Mendelssohn (Alas de la canción), Liszt (Nocturno 3 Libestraum) y Albéniz (Asturias).

En 1994 conté con el estímulo de la convocatoria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (fonca), para realizar 35 conciertos didácticos, dueto de piano Medina-Zatín Anatoly. Programa: Diabelli (4 sonatinas), Schubert (Fantasía en Do menor opus 103), Hermilio Hernández (Dos invenciones), Brahms (Danzas húngaras). Se repitió el mismo programa en el hotel Camino Real de Puerto Vallarta, en Ciudad Guzmán, en Ahualulco del Mercado (1996) y en el Paraninfo Enrique Díaz de León.

El 7 de marzo de 2005 ofrecí el recital de piano para la Secretaría de Cultura en el ex Convento del Carmen. Programa: Kabalevsky (Sonata 3), Chopin (Nocturno opus Póstumo, Mazurka opus 63 No. 3, Estudios opus 25 Nos. 8 y 9), Villanueva (3ª. Mazurka opus 27), Mendelssohn (Alas de la canción), Liszt (Nocturno 3 Libestraum). Menciono también mi recital de piano del 5 de octubre de 2006 para la Organización Cultural y Artística AC. Programa: el anterior más Asturias de Albéniz.

Reconocimientos

El 15 de mayo de 2002 tuve la honra de recibir la Medalla Maestro Ignacio M. Altamirano, “Como un reconocimiento a destacada trayectoria docente durante 40 años de servicio” y carta del presidente Vicente Fox Quesada por mi trabajo en la Secretaría de Educación Pública, como profesora de enseñanza musical y supervisora de maestros de Enseñanza Musical Escolar.

El 30 de septiembre 2004, en el Teatro Degollado tuve un reconocimiento por parte de la Secretaría de Cultura de Jalisco.

El 17 de noviembre de 2006 la Organización Cultural y Artística AC me otorgó el Premio Anual de Música “por la larga y fructífera labor como maestra, concertista y autora de libros en beneficio de Guadalajara”.

En 2007 participé, en el teatro Torres Bodet, en la presentación del libro Protagonistas de la música en Jalisco de Amelia García de León, obras: de Villanueva (Tres Danzas y Mazurka 3), y de José Rolón (Tres bosquejos, Coqueta, Amorosa y Risueña; Minuet, Mariposas, y Scherzino).

El 22 de febrero de 2008, en el segundo encuentro “La memoria histórica de la educación escolar en Jalisco”, en el Instituto Superior de Investigación y Docencia para el magisterio, fui incluida en la lectura de semblanzas de trayectorias notables.

El 3 de mayo de 2012 tuve un recital de canto y piano con el tenor Arturo Valencia en el Paraninfo Enrique Díaz de León.

Puedo aseverar que lo mejor que el Señor me regaló fueron vida, familia, maestros, amigos, música, universidad y patria. Aprendí disciplina, a tomar decisiones, plantearme metas, amar la docencia, la investigación y atravesar por la vida con dignidad.

Agradezco las entrevistas y fotografías que me facilitaron: sor Cecilia Langarica, pianista sobrina de la profesora Carolina Martínez; a los maestros Salvador Zambrano y Luis Cisneros; a mis primos Javier Pérez Guerrero, Graciela, Rosa María y el doctor José Guerrero Gálvez, Daniel y Pablo Guerrero Romo.

Bibliografía

García de León, Amelia. Vida musical en Guadalajara. Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1996.

García de León, Amelia. Protagonistas de la música en Jalisco. Jalostotlitán, Jal., conaculta, 1996.

Morales de la Mora, María Enriqueta. La Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara. Guadalajara, 2010.

Pareyón, Gabriel. Diccionario de Música en Jalisco. Guadalajara, Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco, 2000.

Con la tecnología de hoy, ¡claro que seguiría siendo bibliotecaria!

María Asunción Pérez Rodríguez

Nació en Xalisco, Nayarit, en 1918. Estudió la primaria, mecanografía y taquigrafía. Creció en el mar y en Tepic. Desde niña deseó estudiar para maestra, pero no fue posible. Llegó a Guadalajara en 1944. Tiene 95 años. Es madre de dos mujeres y un varón, y cuatro nietos, cuatro bisnietos y muchos sobrinos. Es bibliotecaria jubilada de la Biblioteca Pública del Estado “Juan José Arreola”.

Nayarita en Guadalajara

“Eres la más inteligente de la familia, vas a estudiar para maestra”, me decía mi padre, quien me complacía en casi todo. Fui su orgullo por mucho tiempo porque heredé la vena intelectual que tanto le apasionó a él. En mi casa todos eran músicos y formaban bandas u orquestas que tocaban en Nayarit; a mí me gustaba recitar, participar en festivales, en oratoria, gané concursos de carreras, corría muy bien aunque nos alimentáramos con pura manteca, maíz, frijol, hierbas. La vida en la costa tiene pocas expectativas, no había mucho qué hacer más que casarse. Éramos pobres, comíamos lo que mi padre pescaba, los frutos de la granja, vestíamos con lo elemental.

Para cuando me casé ya había estudiado mecanografía, conocí a mi marido en la plaza porque me gustaba convivir con mis amigos; tenía pretendientes, pero me agradó Mario y sostuvimos un noviazgo exclusivamente por cartas.

Me casé en 1944 y tuve que venir a Guadalajara siguiendo la suerte de él: era zapatero, había estudiado la secundaria y quería ser abogado, cosa que logró con mi apoyo; se especializó en lo penal y, precisamente eso me lo quitó en 1956 cuando fue asesinado en una calle del centro por un ajuste de cuentas. Había ganado un caso y le dieron un balazo. Entonces a mis 40 años de edad ya tenía conmigo a Aída, Mario y Oralia, estaba sola, lejos de mi familia y ante la circunstancia de sacarlos adelante. Cosa que hice. Las tías de mi marido, las famosas hermanas Hernández tenían un colegio y, a través de ellas, entré a trabajar como secretaria en la Secundaria núm. 1 para señoritas. Primero hice oficios y luego me dieron más responsabilidades: llevar los papeles de los alumnos, cartas de recomendación, cartas de buena conducta, listas de asistencia para los maestros, de las materias y sus horarios; todo era a máquina, y a fin de año tenía que hacer todos los certificados y boletas. Trabajaba de 8 a 1 de la tarde y fue por conducto de la maestra Carmen Gutiérrez, esposa del director de la Biblioteca Pública del Estado don José Cornejo Franco, que entré a la biblioteca; ella tenía amistad con las maestras Hernández y entonces por la mañana iba a la secundaria y por la tarde a la biblioteca. No había mucho qué pensar, era sacar adelante a mis tres hijos y punto.

De vivir por el Centro Médico nos cambiamos a un cuartito en la calle Independencia donde ahora se ubica el periódico El Informador; era una casa antigua muy grande en la que se rentaban cuartos, lo hice porque me quedaba a una cuadra de la biblioteca donde ahora es el Museo Regional y cerca pasaba el camión que por las mañanas me llevaba a la secundaria en Bartolomé de las Casas y 20 de Noviembre. Conocí Guadalajara por la necesidad de salir adelante.

Después se cambió la secundaria a un lado del templo de San Agustín, hoy Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara. Llegué a la biblioteca porque en la escuela la señorita Queta Hernández le dijo a la maestra Carmen, esposa del señor Cornejo, que yo tenía necesidad de trabajar y por la amistad que tenían y mi buen desempeño como empleada me ayudó. El señor Cornejo era el director de la Biblioteca Pública del Estado. Me tocó que se cambió de sede al nuevo edificio del arquitecto De la Peña en el Agua Azul y luego hubo otros directores. El cambio fue cuando hicieron el edificio especial para la biblioteca, pero como quedó en malas condiciones por la humedad, sucede que brotaba agua y le hacía mal a los libros; el motivo es que allí era un río, uno que cruza por toda la Calzada Independencia. Cuando me jubilé todavía allí estaban. Supe que se cambiaron temporalmente a la planta baja del edifico Chalita frente a la Rotonda de los Hombres Ilustres y ya después hicieron la nueva sede de Belenes.

De lectora a bibliotecaria

Inicié como bibliotecaria en un horario de 3 de la tarde a 9 de la noche; entré ganando doscientos y tantos pesos, era poco salario, pero debía trabajar. Salía a la 1 de la de la secundaria, medio comía en casa y después tomaba el camión en Alcalde que me dejaba en el Agua Azul, y por la noche, igual, me regresaba en camión, me bajaba y apretaba el paso porque ya era noche, oscuro y yo andaba sola.

Yo sola iba aprendiendo, en mi época era puro catálogo y si querían algún libro que yo no conocía les prestaba el catálogo a los lectores o uno lo buscaba, estaban por orden alfabético y numérico. Nadie me dio una capacitación o instrucción, sola fui aprendiendo cómo hacer más fácil la búsqueda de libros. En el catálogo estaban comprendidos los libros que me correspondían: historia, literatura y estadística. Tuve que leerlos todos, hojearlos para saber orientar a los usuarios.