Nuevos retoquecitos - Gerardo Arenas - E-Book

Nuevos retoquecitos E-Book

Gerardo Arenas

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Beschreibung

Consecuencia lógica más que secuela de Retoquecitos, donde se exploraba qué y cómo cambia la doctrina freudiana si se erradica de ella el principio de placer, Nuevos retoquecitos hace lo propio con la enseñanza de Lacan, acompañándola desde el primero hasta el último de sus seminarios, con sorprendentes resultados. De aceptar sin crítica ese principio, Lacan pasa a disfrazarlo y a puentear las incongruencias que introduce, y tanto llega a distorsionarlo que al fin lo vuelve irreconocible. Sin embargo, por no desestimarlo se ve obligado a colocar, sobre innumerables secuencias argumentales, unos parches que ahora quedan a la vista y que sugieren revisar la concepción del objeto, el lazo entre necesidad, demanda y deseo, la diferencia entre marca y letra, y el carácter mismo de la estructura. Esto tiene radicales implicancias en la manera de entender el síntoma y su relación con el inconsciente.

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NUEVOS RETOQUECITOS

Gerardo Arenas

NUEVOS RETOQUECITOSLacan sin principio de placer

Damasia Amadeo de FredaDiego CoppoElena MancinelliSusana Reif

Índice de contenido
Portada
Portadilla
Legales
Prefacio
1. ¿A qué apunta la cura?
Hipnotizados que empujan
Tobogán revisitado
Otra vez el principio de placer
Conflicto y resistencia
La enseñanza de Lacan
2. Del objeto por fin cuestionado
Operación lacaniana
La pulsión, la fobia y sus objetos
Estructura y economía del chiste
Objeto en problemas
Los dos principios: del placer al goce
3. Constelación del objeto
Bichos que pican
Vacío y falta
Seis perlas
Fantasmagorías
Angustia, amor, deseo, goce, pulsión
4. Revisión crítica
¿Sustancias episódicas?
Amor y angustia
Duelo y sexuación
¿Qué representa al sujeto?
Salida del tobogán
Del objeto a la estructura
5. La estructura imaginaria
Buena forma y malas distinciones
Amos y malestares
Discusión acerca de los goces
Surcos y pinceladas
Goce y vida
6. Escritura: letras y marcas
Del amor
Otra vez el objeto y la escritura
Potencia de lo imaginario
El equívoco y su goce
Cuatro perlas más
7. Freud distorsionado
Nudo, inconsciente y despertar
La histeria, entre el sexo y la economía
¿Final del principio?
Imaginar lo real, etcétera
Resonancias
Conversación Damasia Amadeo de Freda y otros
Deseo de gozar y diferencia absoluta Diego Coppo
La letra de lo bello en Kant Elena Mancinelli
Palabras más, palabras menos Susana Reif
Referencias bibliográficas

© Grama ediciones, 2022

Manuel Ugarte 2548 4° B (1428) CABA

Tel.: 4781-5034 • [email protected]

http://www.gramaediciones.com.ar

© Gerardo Arenas, 2022

Arenas, Gerardo

Nuevos retoquecitos / Gerardo Arenas. - 1a ed. - Olivos : Grama Ediciones, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8941-06-6

1. Psicoanálisis. I. Título.

CDD 150.195

Diseño de tapa: Gustavo Macri

Primera edición en formato digital: abril de 2022

Versión: 1.0

Digitalización: Proyecto 451

Hecho el depósito que determina la ley 11.723

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por medios gráficos, fotostáticos, electrónico o cualquier otro sin permiso del editor.

La única marca de reconocimiento que se puede testimoniar a un pensamiento [es] utilizarlo, deformarlo, hacerlo chirriar, gritar. [Los] comentaristas se dedican a decir si se es o no fiel, cosa que no tiene ningún interés.

MICHEL FOUCAULT, Microfísica del poder.

El pensamiento de Freud está abierto a revisión.

JACQUES LACAN, Los escritos técnicos de Freud.

Disidir es romper con lo impuesto y con las imposturas para una exploración sin garantías de lo que aún no sabemos.

DIEGO TATIÁN, Spinoza disidente.

Una poderosa transferencia de trabajo [puede llamarse] orientación. [Es] una orientación argumentada, discutida, […] sostenida por más de uno.

JACQUES-ALAIN MILLER, Conversación sobre el significante amo.

Olvide todas las reglas.

SUN QIANLI, Tratado de caligrafía.

Prefacio

[Hay] un saber que se extrae del sujeto mismo. […] Este saber no es supuesto, es saber, saber caduco, sobras de saber.

JACQUES LACAN, …o peor.

Las páginas que siguen no pretenden enseñar nada. No son producto de un autor que tiene los bolsillos llenos de un saber cuyas monedas decide compartir generosamente con los demás, sino de uno más bien pobre que, frente a las urgencias cotidianas impuestas por la práctica del psicoanálisis, pasa hambre y necesidad, no halla en la teoría con qué responder a ciertas cuestiones que aquellas le plantean, y rebusca entre las sobras de esa frágil doctrina montada a partir de las sobras del saber producido por cada analizante, como bien lo subraya Lacan. Pero ese pobre autor tiene algo de gourmet, pues no se traga cualquier hueso, y en eso consiste la dignidad de su indigencia, la que le da el ánimo requerido para no obligarse a esconder el modo en que rebusca entre esas sobras y mastica las migajas que cada tanto encuentra.

Acaso sea una empresa riesgosa, pero Lacan observa que “nunca es un error ser osados un poquitín de más”, además de que “el efecto de choque, de despertar, […] parece necesario en el camino de nuestro progreso”. Semejante búsqueda no menosprecia la doctrina existente ni falta el respeto debido a sus creadores, así como convoca a “quienes reflexionan y conservan, tal como se debe, su espíritu crítico” frente a lo que, allí como aquí, se formula.(1) El debate es bienvenido, necesario incluso, mientras sea el de las Luces. Lacan esperaba que objetaran su discurso.(2) Quería “reanimar el campo del psicoanálisis y obtener la lengua más adecuada al mismo”.(3) Sin duda, logró lo primero e hizo mucho por lo segundo, pero semejante tarea nunca cesa y la lengua que usamos requerirá retoquecitos siempre. Los aquí presentados, continuación de los propuestos para la doctrina freudiana,(4) pretenden estar a la altura del deseo de Lacan. El lector juzgará si lo han logrado o si, por el contrario, no traducen más que ese forma de “glotonería, [propia de] la institución analítica”, nacida del anhelo de “hacerse reconocer en el plano del saber”.(5) En cualquier caso, así como Lacan hizo de “repensar a Freud” su método,(6) repensaremos el seminario de Lacan de punta a punta, procurando derivar las implicancias de erradicar el principio de placer.

Él nos advierte que una exploración y un método como los nuestros entrañan serias dificultades y graves riesgos. Observa que, si Freud no dice tonterías, contradecirlo puede llevarnos a decirlas y hacernos patinar –un peligro que corremos a conciencia– y, en cuanto al motivo por el cual lo hacemos, agrega que “la verdad de la hipótesis […] se reconoce por el orden que otorga al conjunto del campo” en que se la plantea.(7) Precisamente por eso, desde hace años, proponemos erradicar la hipótesis del principio de placer, que no hace más que chocar con ese campo que es el nuestro. Él hace lo mismo con otros pilares de la construcción freudiana, como el complejo de Edipo (al que califica de inservible, y cuya función mítica revela opuesta a la del mito de Tótem y tabú, ya que en éste el goce precede a la ley, y en aquél la ley precede al goce) y el Moisés y la religión monoteísta (al que considera fascinante pero sin pies ni cabeza).(8)

Dado que Lacan no dice tonterías, debemos extremar los recaudos a la hora de criticarlo. En la contraportada sus Escritos, escribe que todos los textos allí compilados prosiguen un solo debate: el de las Luces. La argumentación debe ser clara para que pueda discutirse sobre la base de razones. El hecho de que, al final de su enseñanza, él mismo afloje esta exigencia que se había impuesto, no nos obliga a hacer lo mismo.

Para que los analistas digan menos tonterías, es partidario de arrojar algunas “Luces” sobre un campo oscuro, sin rendir homenaje a ningún poder, ni siquiera el emanado de la veneración.(9) Quien quiera lograrlo, debe saber leer. Para ello, Lacan cree necesario desuponer el saber en aquel a quien leemos (único modo de tomarlo en serio, incluso a él).(10) Por nuestra parte, ya no compartiremos esta posición suya, innecesariamente extrema. La desuposición de saber, la transferencia negativa y hasta el odio (también invocado por Lacan a este respecto) no son condición sine que non para una buena lectura, pues incluso pueden cegar.(11) Pero tampoco nos inclinaremos hacia lo opuesto, sugerido por Miller cuando propone forzar el principio de caridad (ese que sugiere apostar a que el otro siempre dice algo sensato) hasta el punto de “dar crédito a lo insensato”.(12) En Lacan, al igual que en Freud, no suponemos saber (aunque lo hay, ¡y mucho!), sino seriedad y sensatez, y por ello no los cuestionamos en general, sino que nos apartamos de ellos solamente en los casos en que hallamos buenos argumentos para hacerlo, tal como aquí lo hacemos en relación con el principio de placer. Si persistimos en esto, se debe a que, tal como Lacan mismo lo considera, “es difícil seguir un camino cuando apartarse de él vale la pena”, y a que es digno el pensamiento que se arriesga a no seguir caminos trillados.(13) En esto, no estamos solos.(14)

1. Lacan (1959: 226; 1960a: 97, 125).

2. Lacan (1968: 24/ene/68).

3. Miller (1998b: 250).

4. Arenas (2021a).

5. Lacan (1967: 19/abr/67).

6. Lacan (1966b: 1/jun/66).

7. Lacan (1970: 75; 1971b: 149).

8. Lacan (1970: 104, 118, 121s; 1971b: 40s).– Cf. Freud (1913; 1938).

9. Lacan (1972a: 32, 182; 1972b: 45).

10. Lacan (1973a: 83s, 86).

11. Le ocurrió a Roudinesco (1993) con Lacan; cf. Arenas (2010: 74n).

12. Miller (2005: 55).

13. Lacan (1972a: 82, 1973b: 578).– No remitimos a escritos propios por infatuación, sino para no trillar nuestro camino.

14. Han colaborado de diversas maneras Damasia Amadeo de Freda, Fernando Bellver, Liliana Callirgos, Diego Coppo, Marisol Díaz Escobar, Sergio Ferraiuolo, Gabriela Galarraga García, Beatriz García Moreno, Verónica Hernández, Clarisa Kicillof, Jorge Andrés Landeros, Gabriela Lautersztein, Elena Mancinelli, Patricia Moraga, Marcela Negro, Susana Reif, Susana Sobol, Flavia Valicenti, Azucena Zanón, y los demás participantes del seminario virtual El placer de Lacan (2021).

1

¿A qué apunta la cura?

Recientemente hemos demostrado que Lacan, durante la época de su retorno a Freud, no sólo reintroduce en el centro del discurso analítico la función de la palabra dentro del campo del lenguaje: cuando critica a los psicoanalistas posfreudianos, además suele corregir a Freud sin decirlo.(15) Uno de los blancos de esta operación consiste en reinterpretar y aun contradecir la dirección de la cura que la 31ª Conferencia resume en la fórmula Wo Es war, soll Ich werden y que para Freud significa el objetivo de fortalecer el yo, independizarlo del superyó y hacerlo dueño del ello;(16) en otras palabras, lograr el autodominio. La apertura del primer seminario de Lacan critica frontalmente ese objetivo: “El ideal del análisis no es el completo dominio de sí”,(17) dice, pero no aclara que entre quienes sostienen ese ideal se encuentra Freud. Luego afirma que “toda una corriente del análisis” cree que, si el ego es débil, “es necesario reforzarlo”,(18) y omite decir que esa corriente navega en la estela de un Freud que proponía al analista ser un superyó perfeccionado –uno que eduque al paciente mejor que sus padres. En los años 50 cuestiona y reinterpreta el imperativo freudiano reiteradas veces y desde diversos ángulos(19): ensaya lo que ocurriría si el ello se equiparase al sujeto, no acepta interpretar tópicamente esa fórmula, tampoco leerla en términos de un fortalecimiento del yo, y hasta llega a replantearla en función del falo. Si esta secuencia enseña algo, es que Lacan no acepta la dirección de la cura propuesta por Freud, con lo cual insinúa la posibilidad de que éste no se haya mantenido a la altura de su propio descubrimiento hasta el final.(20)

Hipnotizados que empujan

Al mismo tiempo, por ese medio intenta arrancar a sus oyentes, cuya capacidad de crítica ha sido “obliterada”, de la posición de “idolatría” para con la sagrada obra de Freud, despertarlos, aplicando a esa obra “los mismos principios que ella da a su construcción”, o sea, examinando analíticamente el psicoanálisis.(21) En suma, busca poner fin a la hipnosis provocada por el significante amo –peligro mortal de toda comunidad de analistas– y no oculta su opinión de que, si la literatura analítica desembocó en un delirio ready-made, fue por iniciativa de Freud y en complicidad con esa cobardía de los analistas frente a lo desconocido e ignorado, que los empuja a la “cantinela”.(22) Su resultado fue la reintroducción del viejo yo y el olvido de la función de la palabra –dos cosas a las que Lacan se opone interpelando a Freud con herramientas freudianas, y recordando que lo propiamente humano es lo simbólico y que el análisis es una “técnica de la palabra”.(23)

En sus últimos años, Freud explicita que toda su doctrina se edificó sobre la base de un único problema clínico: el de la resistencia. Él la consideraba indicio inequívoco de un conflicto, pero ello sólo es así para quien acepte el principio de placer;(24) en caso contrario, hay que revisar toda esa doctrina. Lacan parece haber tenido presente esta aserción de Freud, ya que su primer seminario se aboca a discutir en detalle el problema de la resistencia y el segundo quiere “advertir a qué dificultad única y constante respondía”.(25) Y, si bien no conecta con el principio de placer la crítica que propone, su abordaje aleja la resistencia de la noción de un conflicto. Al comentar los Estudios sobre la histeria, por ejemplo, refiere la resistencia al hecho de que la corriente de palabras no puede sino rodear el núcleo patógeno, lo cual no corresponde a un conflicto sino a una incompatibilidad, y además pone en tela de juicio la posibilidad de que las resistencias provengan del yo como lo proponía Freud.(26) En lugar de eso, sugiere que nacen de la imposibilidad de la palabra para “expresar el ser del sujeto”, lo cual es más bien el problema de lo singular –que él confunde con el del límite de lo simbólico para dar cuenta de lo real.(27) Ahora bien, ¿de dónde provienen? Lacan muestra que nacen del analista, lo ejemplifica mediante el caso Dora, y adscribe el hecho a la creencia en que habría una ciencia de la relación sexual –creencia por la cual el analista empuja y provoca resistencias–, y también a la distancia entre el yo y el sujeto.(28)

Tobogán revisitado

Freud quiso enlazar el psicoanálisis con la ciencia por dos vías: incluyéndolo en la psicología y articulándolo con la biología. Lacan, en cambio, rechaza tal objetivo en sus dos aspectos, si bien propone incluir el psicoanálisis entre las ciencias conjeturales.(29) Al mismo tiempo, reconoce que la clave del análisis, su brújula inclaudicable, es la singularidad: según él, tal es el descubrimiento freudiano, y así lo dice desde su primer seminario –aclarando que lo singular no es lo individual, en la medida en que la singularidad es el estilo de los lazos libidinales del sujeto.(30) Pero esto lo lleva a contradecirse, ya que desde Aristóteles entendemos que no hay ciencia de lo singular.(31) Quizás esta sea la única razón por la cual dice que el análisis es una ciencia de lo particular, y luego remplaza ciencia por experiencia.(32) Si el análisis fuese parte de la ciencia biológica, el deseo sexual respondería a ciclos objetivados –observa– y nuestra práctica no tendría más sentido que la magia, pese a lo cual hablamos de los seres hablantes como universales y razonamos sobre ellos “como si se tratara de lunas”, con el efecto de “hacerlos callar”.(33)

Con la palabra y el lenguaje se reintroduce el sujeto, o sea, la otra dimensión que, junto con lo singular, queda excluida de toda ciencia, y esto permite a Lacan situar la necesidad de repetición en lo simbólico,(34) no en la fantasiosa biología freudiana. En sus últimas conferencias, Freud propuso dejar de hablar del inconsciente y poner en su lugar el ello, entendido como una “caldera llena de excitaciones borboteantes”.(35) Así consumaba la separación entre el inconsciente y el lenguaje, ya que éste había sido remitido al preconsciente. Lacan rechaza ambas propuestas y afirma que en el inconsciente, organizado como discurso, “el sujeto habla”, y la necesidad de repetición nace de esto, no del plano biológico al que Freud pretende reconducirla.(36) Para él, en el inconsciente “la palabra sigue propagando sus ondas”.(37)

Freud arrastró a buena parte del psicoanálisis por un tobogán biológico que lo conduce al suicidio.(38) Lacan, de entrada, procura no caer por él (“No seguimos a Freud –dice–, lo acompañamos”), y esta distancia le permite despegarse del binarismo pulsional y situar lo humano a distancia de cualquier instinto animal –a diferencia de Balint, que siguió el consejo freudiano de interesarse en la psicología animal.(39) Su posición es ambigua. Por un lado, considera que este tobogán da lugar a una “conceptualización monstruosa”, mientras por otro lado parece querer convencernos de que “la biología freudiana no tiene nada que ver con la biología” y sólo pretende introducir nociones energéticas y homeostáticas, es decir que sólo sirve para plantear una perspectiva económica en el sentido de redistribución con suma constante (no en el del principio de placer ni en el de las localizaciones anatómicas o la herencia genética),(40) pero hay argumentos de peso que nos impiden aceptarlo.(41) Esto no le veda asociar un espejo de su esquema óptico con el córtex cerebral y situar el ojo como apéndice de éste, ni considerar la relativa “admisibilidad de la construcción biológica de Freud”.(42) Pues bien, como esa construcción se apoya por entero en el esquema del arco reflejo, que es el que lo lleva a postular el principio de placer, deberemos calibrar qué efectos tiene retirar de la enseñanza de Lacan este postulado.(43) Tal es el objeto de este libro.

Otra vez el principio de placer

Si, a la luz de la distinción entre los dos sentidos de la palabra economía,(44) leemos el comentario que, en el Seminario 2, Lacan dedica al “Proyecto…” freudiano, lo veremos patinar una y otra vez por el mismo equívoco que confundió a Freud a lo largo de toda su obra.(45) Más fácil le resulta desestimar en ella el enfoque genético y la idea de la regresión,(46) pero esa confusión –patente o latente– reaparecerá a lo largo de ese seminario, que es el primero que aborda centralmente el principio de placer y su más allá.

Repasemos sus hitos clave.

Lacan critica el rid principle, que se apoya en el proceso estímulo-respuesta, pese a que no es sino una versión moderna del pleasure principle, al que adorna con el término homeostasis (ausente en Freud aunque contemporáneo suyo), y yerra al considerar que la compulsión de repetir y el síntoma contradicen la energética, cuando en verdad sólo refutan el principio de placer –cuyo carácter de postulado basado en la función del sistema nervioso no se priva de subrayar.(47) Con el fin de abordar (ya que no resolver) las contradicciones freudianas, echa mano de la distinción entre energía y entropía, inaugurando así un camino que hasta el Seminario 17 seguirá metiéndolo en atolladeros.(48) Eso no le impide tratar con ironía las supuestas pulsiones yoicas (Hay que comer, dice),(49) pero, si bien nota que “adormecimiento y reposo” constituyen el anhelo del principio de placer, no destaca el hecho de que la ausencia de ansiedades en Dick, el paciente de Melanie Klein, sería un ejemplo del acatamiento de ese principio, pues constituye una vida desinteresada.(50) Con esa posición contrasta la inicial apertura del niño al mundo, que es la regla y que Lacan mismo siempre señala, en contradicción con la idea piagetiana (y freudiana) de un egocentrismo y autoerotismo iniciales.(51)

Estas cuestiones doctrinarias inciden en la concepción de la cura y en la forma que adquiere la experiencia misma. Lacan observa que se habla del yo “como si fuera un aliado del analista” a pesar de que tiene la estructura de un síntoma, pero omite señalar que el primero en decirlo fue Freud, quien proponía al analista como colaborador del yo en su tarea cultural de dominar las pulsiones venciendo el principio de placer y aceptando el de realidad (cosa que Lacan también critica, ya que el analista sería entonces un modelo de semejante dominio, y eso no puede sino infatuarlo).(52) De ahí que el analista se vea tentado a empujar al analizante y considerarlo un imbécil, mientras que Lacan propone, más bien, una ignorancia humilde.(53) Otra consecuencia de lo mismo es pensar que el análisis educa el yo para así normalizar al sujeto. Lacan la pone a cuenta de Anna Freud, quien en verdad la deduce de la obra de su padre, por más que Lacan afirme que “lo que Freud nos enseñó es exactamente lo opuesto”.(54) No es casual que, allí donde el analista se cree habilitado para empujar en cierta dirección, la resistencia se manifieste con peculiar intensidad, sobre todo en su forma transferencial, como bien señala Freud. Lacan agrega que allí suele pasar al primer plano, en calidad de tal, la presencia del analista.(55) Por otro lado, Lacan no deja de notar cuán paradójica es la posición del analista propuesta por Freud y retomada por Strachey, si ha de cumplir la función del superyó, ya que tal función es un resorte clave de la neurosis; también critica el análisis centrado en las resistencias, pese a que Freud lo propugnaba, y llega a decir que esa técnica no está “implicada en las premisas del análisis”.(56)

¿Qué consecuencias tiene el hecho de afirmar que la resistencia no es indicio de un conflicto intrapsíquico, sino respuesta subjetiva a la acción de un analista que empuja en una dirección predeterminada? Para resolver este asunto, deberemos avanzar siguiendo dos líneas de interrogación: la que cuestiona la vigencia del modelo conflictual, y la que indaga la razón por la cual esa respuesta se revela como resistencia aun cuando no haya conflicto al que adscribirla.

Conflicto y resistencia

La imagen del conflicto parece constituir el único modo razonable de compatibilizar el principio de placer con la existencia de síntomas, ya que éstos violan ese principio. Sin firmar su acuerdo con esto, Lacan comenta al Freud que dice distinguir dos tipos de pulsiones debido a “su experiencia de las neurosis”, pero critica la oscuridad de la pulsión de muerte, introducida para “salvar a toda costa cierto dualismo, en el momento en que éste se le deshacía”, y paralelamente presenta modos de explicar la represión sin apelar al modelo del conflicto, teniendo en cuenta que ella tiene lugar en lo simbólico –registro en el cual “jamás hay encuentro que sea un choque”.(57) Por ejemplo, dice que puede haber “límites internos a lo que se puede decir” y que “lo que no llegó a tiempo permanece suspendido” en la represión.(58)

La segunda línea de interrogación que se abre al rechazar el conflicto como fundamento de la resistencia lleva a indagar por qué la respuesta subjetiva al empuje del analista se revela así. Esto es lo que permite leer de un modo novedoso la compulsión de repetir cuando no suponemos que exista un principio de placer. Una vez descartado este principio, el ser hablante revela ser un Lustsucher,(59) un buscador de goce cuyo deseo no surge de la frustración, sino de la inagotable ansia de gozar bajo las más variadas formas. Esto es más general que la definición del niño como perverso polimorfo (que Lacan parafrasea diciendo que el aporte de Freud consistió en plantear que el motor clave de la vida humana “es la lujuria”), pero no concuerda con el principio de placer –pese a lo cual él no concluye la necesidad de erradicarlo, sino que achaca a cierta desesperación de los analistas el señalamiento del “gusto por la estimulación” y del hecho de que “buscamos divertirnos”, e incluso ironiza acerca de la técnica que se deduciría de ello.(60) No tenemos por qué acompañarlo en esta crítica, pues el estudio de la economía de los goces permite refutarla con facilidad.(61)

Lacan se acerca más a lo que la clínica nos demuestra cuando dice que “el masoquismo no es un sadismo invertido” y que “la vida no quiere curarse”, pues ambas cuestiones son solidarias de la búsqueda de goce; pero retrocede cuando acepta que “la vida sólo piensa en descansar lo más posible mientras espera la muerte” y cuando afirma que la vida del lactante lo revela.(62) De estos erráticos tanteos surge su sorpresa al captar que Freud da como paradigma de la interpretación del sueño el de la inyección de Irma, cuyo deseo es “completamente consciente”,(63) cuando lo esencial no es que ese deseo sea inconsciente o reprimido, sino que sea un deseo de gozar. De hecho, tal es la clave de la alucinación primaria. Lacan critica la afirmación de Freud según la cual esa alucinación busca satisfacer al sujeto en virtud del principio de placer –sin el cual ella debe ponerse a cuenta de la insaciable búsqueda de goce derivada de la compulsión de repetir.(64) Para salvar esta discrepancia, invoca una insólita “satisfacción que es lo contrario de una satisfacción” y que no se sitúa en lo real sino que es la fuente del fantasma.(65) No hay, a su entender, alucinación natural de las necesidades; la mera observación de los niños así lo demuestra.(66)

La alucinación primaria puede inscribirse en la amplia y aún tentativa noción de réplica indicial.(67) En el Fort-Da, el niño se alegra al arrojar el carretel (en un gesto contrario al principio de placer y que simboliza la penosa partida de la madre) y también al recuperarlo,(68) pero no repite el vaivén de la madre (es imposible), sino sus propios gestos, que lo replican en dos sentidos: responden a ese vaivén y lo reproducen de una manera no mimética, apoyada en ciertos indicios (aquí, la alternancia cerca-lejos). Pues bien, aunque en sus primeros seminarios Lacan no cuestione el principio de placer, muchas de sus nociones se aproximan a variantes de la réplica indicial. Por ejemplo, vincula el superyó –imperativo insensato– con los primeros traumas y lo deriva de una mitológica introyección del padre, en contraste con otras formas de concebirlo también presentes en Freud (como fuente de la censura), para luego referirlo a una escisión que el trauma provoca en el sistema simbólico.(69)

El estadio del espejo puede leerse en función de la réplica indicial, y esto da a la asunción de la propia imagen un carácter definido: por tratarse de un proceso de investidura, esa “nueva acción psíquica” (que toma indicios de esa imagen y hace de su constelación el objeto de una catexia libidinal) viola el principio de placer.(70) Asimismo, la impronta de la escena traumática del Hombre de los lobos hace de ésta una imago, o sea, una imagen simbólica investida libidinalmente que así rige el estilo de los lazos eróticos del sujeto,(71) tal como se desprende de la noción freudiana de núcleo del propio ser.

La enseñanza de Lacan

Lacan no oculta su esperanza de enseñar “nuevas categorías que introduzcan distinciones esenciales”, no que multipliquen “al infinito las biparticiones” mediante “cada vez más hipótesis”.(72) De este modo critica los binarismos y el efecto epicíclico que causan las biparticiones a priori. Así como las oposiciones perfecto-imperfecto, sublunar-supralunar y corruptible-incorruptible, unidas al postulado del círculo como figura perfecta, durante más de un milenio obligaron a los astrónomos ptolemaicos a multiplicar artilugios para describir el movimiento aparente de los planetas y otros astros, la hipótesis del conflicto psíquico, necesaria para sostener el principio de placer, alambicó el modelo freudiano innecesariamente.(73) Es lo que Lacan pretendió evitar en su enseñanza. Como veremos, no siempre lo consiguió.

Mejor suerte corrió su designio de evitar otro de los riesgos que una enseñanza puede correr: el riesgo de no correr riesgos. Así lo enuncia en dos pasajes de su segundo seminario, al comienzo negativamente y luego en forma positiva. El primero dice lo siguiente:

Todo lo que les enseñan, de modo más o menos predigerido, en los pretendidos institutos de psicoanálisis [es] muy útil, sobre todo para los que no son analistas. Sería estúpido que un psicoanalista [lo] descuidara sistemáticamente, pero es preciso que sepa que no es ésa la dimensión en la que opera. El psicoanalista debe formarse, moldearse en un dominio diferente de aquel en que se sedimenta […] el saber que poco a poco se va formando en su experiencia.(74)

La formación analítica no pasa por lo que se aprende en los institutos de psicoanálisis, por mejores que sean, sino por el análisis del analista, por su propia práctica, y por el control de ésta. El analista no está solo, debe al menos tener un analista y un controlador que a su vez se analicen y controlen, de modo que el lazo analítico implica toda una comunidad de trabajo que, para constituirse como tal, necesita una lengua analítica común. Los institutos pueden proporcionarla, si bien no son el único camino. Lo que sí es fundamental es que la lengua analítica se mantenga viva. Pero el saber que decanta de la experiencia puede cristalizar en una lengua hecha de slogans sagrados que la conviertan en una lengua muerta, inútil, con lo cual el lazo se rompe, la orientación se torna imposible, y así resurgen los problemas que Lacan detectó en la ipa. El único modo de evitarlo es introducir en esa lengua retoquecitos que la mantengan viva.

El segundo pasaje enuncia, en el último tercio del mismo seminario, cuál es la enseñanza a la que Lacan aspira. Allí sostiene que

la única enseñanza verdadera es aquella que consigue despertar en los que escuchan una insistencia, ese deseo de conocer que sólo puede surgir cuando ellos mismos han evaluado la ignorancia como tal –en cuanto ella es […] fecunda– y también del lado del que enseña.(75)

Las páginas que siguen, de hecho, apuntan a inscribirse en la línea así planteada por Lacan.

15. Arenas (2021a: 117).

16. Freud (1932: 74).– Cf. Arenas (2012: 31s, 52s, 99, 122s, 264, 277s, 303, 321s).

17. Lacan (1954: 14).

18. Ibíd., p. 286.

19. Lacan (1954: 288, 338s; 1955: 370, 479; 1958: 496s).

20. Lo mismo ocurre cuando se refiere a esa estructura del lazo analítico que cabe llamar “la solución IPA” (cf. Arenas, 2015a) y que es el hilo rojo de esta operación, pues desde el primer seminario plantea a sus oyentes la opción entre “cuestionar toda su actividad [y] asociarse a una […] burocracia” (Lacan, 1954: 20).

21. Lacan (1954: 44; 1955: 87, 175, 215).

22. Lacan (1954: 41, 46; 1955: 12, 364, 372, 464).

23. Lacan (1954: 29, 266, 271s, 318, 380; 1955: 387, 453).– He aquí una curiosa variante de la operación lacaniana: dice que el libro de Anna Freud transmite muy bien “la última elaboración de Freud en lo que concierne al yo” (Lacan, 1954: 104s) y luego se dedica a despedazar minuciosamente a la autora y el libro mismo.

24. Freud (1932: 63).– Cf. Arenas (2021a: 12s).

25. Lacan (1954: caps. i- vi; 1955: 225).

26. Freud (1895a); cf. Arenas (2012a: 86-91).– Véase Lacan (1954: 41-44; 1955: 68); la versión castellana traduce noyau (“núcleo”) por “nódulo”.

27. Lacan (1954: 110, 167).– Esta confusión conduce a otra: la de tomar lo real como la cosa-en-sí kantiana; cf. Arenas (2020b).

28. Lacan (1954: 272s; 1955: 315, 340s, 478).

29. Lacan (1954: 46, 404s; 1955: 12, 22s, 28, 438).

30. Lacan (1954: 26); cf. Arenas (2010; 2012).

31. Metafísica iii, 1003a7ss, xiii, 1086b16ss.

32. Lacan (1954: 40).– Hay en ello un desliz, pues lo singular escapa a todo universal, que sí incluye lo particular.

33. Lacan (1955: 337, 353, 362).

34. Ibíd., pp. 138, 481.

35. Freud (1932: 68).

36. Lacan (1954: 109; 1955: 95, 141).

37. Lacan (1955: 389).

38. Cf. Arenas (2021a: 77-94, 108-123).

39. Lacan (1954: 186, 250, 304ss; 1955: 44, 136).

40. Lacan (1955: 120s; 1960b: 695); cf. Laurent (1993: 47).

41. Cf. Arenas (2021a: passim).

42. Lacan (1954: 129; 1955: 75).

43. Véase la discusión acerca del modelo que toma como base el arco reflejo, en la que Lacan (1953a: 239s) prosigue la operación que aquí discutimos.

44. Constancia de la suma versus tendencia al ahorro; cf. Arenas (2021a: 23ss).

45. Freud (1895b), Lacan (1955: 164-169).– Lamentablemente, él no deja de asociar conflicto y economía energética, e incluso cae en la misma trampa que Freud al hablar de la economía del chiste; véase Freud (1905b), Lacan (1957a: 35, 294s), Arenas (2021a: cap. 4).

46. Lacan (1955: 202ss, 216ss, 316).

47. Lacan (1955: 96-106, 127).

48. Lacan (1955: 129s, 176s; 1970: 51ss, 71, 87).– Cf. Arenas (2017: 70-73).

49. Lacan (1957a: 186) también cuestionará al sesgo la existencia de pulsiones yoicas o de autoconservación cuando señale el carácter netamente sexual de la oralidad.

50. Lacan (1954: 112s; 1955: 151, 347).– Cf. Arenas (2021a: 63s