Pasos hacia una economía de los goces - Gerardo Arenas - E-Book

Pasos hacia una economía de los goces E-Book

Gerardo Arenas

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"Freud quiso mostrar que el aparato psíquico está sometido a la economía de cierta magnitud que se redistribuye sin que su total cambie, en consonancia con el hecho clínico de que, cuando el análisis reduce el goce que alimenta al síntoma y aniquila el sentido por el cual éste se repite, devuelve al analizante ese goce de la vida que el síntoma le había quitado. Su modelo cosechó innumerables logros, sólo opacados por el erróneo prejuicio de considerar que esa economía admite un principio de placer, y dejó varias cuentas pendientes. Lacan las retomó. Propuso su propio modelo de una economía rectora de los goces, planteó una tópica de los mismos apoyada en el lazo borromeo entre registros, y mostró cómo el conjunto respondía a una dinámica dependiente de dos modos de interpretar. Esta verdadera metapsicología, que anuda el goce fálico con el goce del sentido y el goce de la vida, dista de estar acabada. El presente libro la hace avanzar unos pasos más, plantea nuevos problemas que vinculan el goce con los cuerpos y con el deseo, aborda el goce sin ley y el fenómeno psicosomático, y arroja algunas luces sobre el autismo y la naturaleza del trauma".

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Pasos hacia una economía

de los goces

Gerardo Arenas

Pasos hacia una economía

de los goces

Índice
Prólogo
1. El eterno tormento de Freud
¿Cuál es el proyecto del Proyecto?
Ascensión del punto de vista económico
La angustia, ¿obstáculo insalvable?
El principio de placer, error atávico
El padre contra el goce, un nuevo recurso
Recapitulación y nuevas perspectivas
Del placer a la satisfacción
2. Lacan después de mayo
¿Energética o lógica?
Goce y repetición
La interpretación del cuerpo
Amor, falo, goce del Otro
Goce del sentido
3. La tercera y la herejía
Tópica: un esquema geométrico
Economía: ¿goce del Otro o goce de la vida?
Dinámica: un sesgo práctico para sentirse mejor
La herejía como consecuencia
Dos notas para releer La ética
4. Problemas abiertos y derivaciones
Cuatro supuestos y una economía floue
El many-body problem y el lugar del deseo
¿Dónde situar el goce sin ley?
Lacan y la termodinámica
El fenómeno psicosomático
Transferencia y goces en el autismo
El atípico trauma de Genet
Referencias bibliográficas

© Grama ediciones, 2017.

Av. Maipú 3511, 1° A (1636) Olivos. Pcia. de Buenos Aires.

Tel.: 5293-2275 • [email protected]

http://www.gramaediciones.com.ar

© Gerardo Arenas, 2017.

Arenas, Gerardo

Pasos hacia una economía de los goces / Gerardo Arenas.–1a ed.–Olivos : Grama Ediciones, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8941-62-2

1. Clínica Psicoanalítica. I. Título.

CDD 150.195

Diseño de tapa: Gustavo Macri.

© Fotomontaje de tapa: Gerardo Arenas.

Primera edición en formato digital: junio de 2023

Versión: 1.0

Digitalización: Proyecto 451

Hecho el depósito que determina la ley 11.723.

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por medios gráficos, fotostáticos, electrónicos o cualquier otro sin permiso del editor.

Prólogo

La economía del goce […] es algo que no tenemos, así como así, al alcance de la mano. Sería bastante interesante alcanzarla. A partir del discurso psicoanalítico se vislumbra que, acaso, tengamos alguna probabilidad de encontrar algo al respecto.

JACQUES LACAN, Aun.

Cada vez que pretendemos hablar de goce, dejamos al desnudo la impotencia de las palabras. Es cierto que lo mismo ocurre cuando intentamos definir cuestiones tan vitales, esenciales y básicas como el placer, el dolor o la satisfacción, pero en el caso del goce los escollos se multiplican. Para peor, esos tres términos –placer, dolor y satisfacción– resultan inseparables de cualquier consideración sensata del goce, y entonces arrojan sus propias sombras sobre la oscuridad de éste. La economía, en cambio, se nos presenta como algo concreto y definido, vinculado con los aspectos materiales de la existencia. La noción que de ella nos hacemos remite a la medida y a la contabilidad de bienes o valores y, por lo tanto, a la posibilidad de someter esa medida y esa contabilidad a las leyes matemáticas del cálculo. La luz que emana del álgebra en particular y de la ciencia en general realza, así, la claridad que la idea de economía ya posee. Desde esta perspectiva, la expresión economía de los goces suena como una suerte de oxímoron, como un recurso poético para consumar la imposible conjunción de dos contrarios por naturaleza. Sin embargo, en estas páginas nos aventuraremos, al menos unos pasos, por el camino que lleva en esa improbable dirección.

Para ello, seguiremos las huellas de quienes por esa vía nos precedieron en el terreno del psicoanálisis. Ante todo, las de los analizantes mismos, que sin duda son responsables de que la noción de una economía de los goces, a pesar de su oscuridad, se imponga como una evidencia. Es que difícilmente hallemos uno solo de ellos que no hable de pérdida, recuperación, exceso o falta de goce, incluso de sustitución de un goce por otro, o que no conciba la meta de su propio análisis en términos iguales o equivalentes a éstos. También seguiremos las huellas de Freud, quien pronto notó que el trabajo analítico no logra sino ciertos intercambios y desplazamientos, y que en última instancia la ganancia terapéutica es una permuta. (1) Para ello puntuaremos las claves, el alcance y los escollos de la concepción freudiana de una economía rectora, no sólo de los goces, sino de todo acontecer psíquico. Quien se refiere explícita y extensamente a la economía de los goces es Lacan, sobre todo en la conferencia que dio bajo el título de “La tercera”. (2) En ella desemboca una elaboración cuya fecha de inicio sería arbitrario establecer, pero que tiene un primer hito en La ética del psicoanálisis (3) y adquiere marcado impulso a partir del seminario De un Otro al otro. (4) En consecuencia, será preciso revisar con especial detalle los desarrollos de Lacan correspondientes al año 1960 y al periodo 1968-1974.

Ahora bien, ¿para qué tomarse este trabajo? Por más difícil que resulte definir con exactitud la noción de goce, es innegable que hay goces de muy diversa índole y que transitar la experiencia analítica altera, en cada quien, la distribución de los mismos. En consecuencia, nuestro desafío será entender qué sentido tiene afirmar que una economía vincula entre sí los diferentes goces. Si aceptamos que el psicoanálisis es un sesgo práctico para sentirse mejor, (5) y que tal “sentirse mejor” depende de la configuración de los goces, también tendremos que admitir que ésta debería ser alterada por el análisis de una manera no librada al azar. Y, como el interés fundamental que nos impulsa es clínico, (6) habremos de inspeccionar de qué se vale el analista para incidir en cada uno de los modos de gozar.

Este libro no presenta resultados concluyentes y acabados. Apenas resume el estado actual de un work in progress de varios años, para que el debate con otros permita llevarlo más lejos. (7) Un esfuerzo de formalización presidirá las siguientes páginas, a fin de que tal debate no sea estéril, pero también para que los atolladeros con que ese afán se tope posibiliten circunscribir el real que aquí está en juego. (8) Acompañaremos, pues, los pasos dados por Freud y por Lacan, arriesgaremos algunos más, e invitaremos al lector a dar los siguientes.

Este volumen fue uno de los doce finalistas del

Premio Heterónimos de Ensayo 2016, en el que se presentaron

más de trescientas obras de treinta y cuatro países.

1. Véase una carta de 1910 a Ferenczi (Jones, 1955: 465).

2. Lacan (1974b).

3. Lacan (1960).

4. Lacan (1969).

5. Lacan (1977).

6. Cf. Arenas et al. (2012: 100).

7. Agradezco los aportes de Laura Arias y Marcela Negro, creativas colaboradoras de mi seminario en la Escuela de la Orientación Lacaniana, y de todos aquellos que participaron en él durante 2016; los de quienes asistieron a mi curso en la Maestría en clínica psicoanalítica de la Universidad Nacional de San Martín entre 2014 y 2017; los de Patricia Moraga y Kuky Mildiner, interrogadoras del goce del Otro; los de Gabriel Tanevitch, en el terreno del autismo; y los de Gustavo Stiglitz, lector crítico del primer manuscrito de este libro.

8. Cf. Lacan (1973a: 112).

1

El eterno tormento de Freud

Sin una pasión arrolladora, Freud no puede vivir. (9) Se lo dice a su amigo Fliess en una carta donde le confiesa su necesidad de ser tiranizado por una pasión. A continuación, le anuncia que al fin la ha encontrado, que ella lo ha puesto a trabajar sin respiro, demandándole todo minuto libre e incluso horas de sueño, y que ha llegado a privarlo de todo interés por la actividad médica que le da el sustento. ¿Cuál es esa pasión? Dos propósitos lo torturan:

revisar el aspecto que toma la doctrina de las funciones de lo psíquico cuando se introduce la consideración cuantitativa, una especie de economía de la fuerza nerviosa, y en segundo lugar, espigar de la psicopatología la ganancia para la psicología normal. (10)

Este doble tormento que lo devora por entero, (11) y cuya íntima unidad él explica en la carta citada, habrá de gobernarlo hasta el fin de sus días, aunque con dispares resultados.

El propósito de colegir lo normal a partir de lo patológico fue en gran medida coronado por el éxito, si bien tuvo como inesperado corolario el cuestionamiento radical de la categoría de normalidad. (12) Con el paso del tiempo, los incontables logros obtenidos en este terreno aliviaron a Freud de esa preocupación tan extrema, (13) y sustrajeron de ese componente de su pasión “el tormento y la dulzura”, (14) no el empeño –que jamás cejó. Más aún, la orientación así definida hizo escuela, a tal punto que incluso la pormenorizada revisión crítica de la obra de Freud llevada a cabo por Lacan avanzó, hasta sus últimos desarrollos, siguiendo la línea así trazada. (15)

Distinta fue la suerte de su otro designio, el de cuantificar las funciones psíquicas a fin de mostrar que están regidas por alguna economía. Esa aspiración nunca dejó de acicatearlo, de desvelarlo, de atormentarlo. En ese terreno ganó muchas batallas, creyó haber perdido la guerra tras una derrota aplastante, y emprendió el rearme junto a un viejo aliado de otras lides. Esta faz de la empresa freudiana no tuvo descendencia significativa, (16) por lo demás, hasta que Lacan replanteó la totalidad del problema en términos inéditos.

¿Cuál es el proyecto del Proyecto?

Tras someterlo durante largos meses a una febril actividad plagada de entusiasmos, alegrías, perplejidades y sinsabores, la pasión de Freud, ya convertida en cruz, (17) da el primer fruto que él considera medianamente aceptable: el famoso “Proyecto de psicología”, (18) cuyo invisible espectro será la base de toda su teorización ulterior, (19) incluso de la segunda tópica, ya que contiene “su concepción fundamental de la estructura psíquica”. (20) Para comprender cuál es el proyecto que ese manuscrito plasma, no hace falta adentrarse en los detalles de la compleja arquitectura de los sistemas f, ψ y ω. (21) Basta con leer atentamente las tres primeras páginas, (22) en las cuales Freud enuncia su propósito de forjar una psicología a la manera en que las ciencias físicas describen la naturaleza, (23) o sea, presentando todos los

procesos psíquicos como estados cuantitativamente comandados de unas partes materiales comprobables, (24) y hacerlo de modo que esos procesos se vuelvan intuibles (25) y exentos de contradicción. (26)

El primer axioma, (27) denominado concepción cuantitativa, conjuga los dos designios que atormentan a Freud, y surge

de observaciones patológico-clínicas, en particular aquellas en que se trata de unas representaciones hiperintensas, como en la histeria y en la neurosis obsesiva, (28) donde […] el carácter cuantitativo resalta con más pureza que en el caso normal.

Por lo tanto, de la patología se derivará lo propio de la normalidad, y ello mediante una descripción cuantitativa del acontecer psíquico:

Procesos como estímulo, sustitución, conversión, descarga, que allí se podían describir, sugirieron de una manera directa la concepción de la excitación neuronal como cantidades fluyentes. No parecía ilícito un ensayo de generalizar lo ahí discernido.

En otras palabras, la base del modelo será la intuición –nacida en el terreno psicopatológico y luego generalizada– de que la excitación es cierta cantidad capaz de fluir.

Ahora bien, hablar de tal clase de cantidades equivale a postular aquella economía cuya construcción torturaba a Freud desde hacía meses, pues las leyes físicas que rigen magnitudes análogas a éstas implican que su flujo se conserva. En otras palabras, si una cantidad Q circula por cada uno de los elementos α, β y γ que (unidos en e) desembocan en el elemento δ, por este último fluirá una cantidad 3Q.

Antes y después del empalme, el flujo total es el mismo, distribuido de otro modo, y esto es lo que define una economía. Igual principio es la base de la contabilidad: la suma de los créditos es igual a la de los débitos. Si llamamos crédito al flujo que entra en e, y débito al que sale, la suma de los créditos (Q + Q + Q) es igual al débito total (3Q). (29)

Aquí radica el meollo del proyecto freudiano. Su segundo axioma, “suponer como partículas materiales las neuronas”, (30) no es más que una hipótesis auxiliar. Por eso Freud puede eliminarlo en La interpretación de los sueños, donde introduce un nuevo modelo que remplaza neurona por representación. (31) Si hubiera sido un verdadero axioma, tal operación habría requerido una reformulación completa.

Que algo esté sujeto a una economía significa que la suma total de sus montos es invariable. Ese algo, que aquí es excitación, en modelos freudianos ulteriores será libido o satisfacción pulsional, y goce en el lacaniano. Pero, más allá de tales variantes, la concepción económica del primer Freud se mantiene hasta el último Lacan, y perdura.

Ascensión del punto de vista económico

La concepción económica permite intuir la naturaleza del trauma como

una vivencia que en un breve lapso provoca en la vida anímica un exceso tal en la intensidad de estímulo que su tramitación [por] las vías habituales y normales fracasa, de donde por fuerza resultan trastornos duraderos para la economía energética. [Son traumáticas las] vivencias a las que nuestros neuróticos aparecen fijados. [La neurosis] nacería de la incapacidad de tramitar una vivencia teñida de un afecto hiperintenso. (32)

Así, Freud accede a una definición estructural de los cuadros clínicos: la causa inmediata de cada cuadro es “una perturbación particular de la economía nerviosa”, aunque su fuente común sean las pérdidas de goce sexual que impiden que dicha economía se libre de la tensión. (33) En síntesis, una excitación que no logra descargarse por vía del goce sexual, alimenta la formación de un síntoma que sustituye dicho goce, y que sólo perdura y se repite si se le suelda un sentido gracias al cual otra “corriente psíquica” le da “una función secundaria” que lo deja “anclado en la vida anímica”. (34) Puede así también explicarse la regularidad con que los síntomas se forman en periodos de aumento normal de la libido, como la pubertad. Frustración, fijación e inhibición del desarrollo sólo resultan eficientes cuando provocan una “estasis libidinal” de cierta altura (por más que no podamos medirla), ya que “no existe ninguna diversidad cualitativa entre las condiciones de la salud y de la neurosis”. (35) La sexualidad cobra valor clave porque “se introduce con violencia en la unidad de la economía individual” y avasalla al yo; es traumática por su esencia misma, y no –como se creyó al comienzo– porque unos obstáculos hayan impedido el acceso al goce sexual. (36) La concepción económica, que además permite a Freud explicar fenómenos no patológicos como la relación entre sueño y restos diurnos, la tendencia al ahorro en las técnicas del chiste, e incluso la fijación misma, “aspira a perseguir los destinos de las magnitudes de excitación y a obtener una estimación por lo menos relativa de ellos”; aunque ese objetivo sólo se consiga “en unos pocos lugares”, ella corona la metapsicología. (37)

En 1915, la estelar ascensión del punto de vista económico se topa con dos escollos. El primero es planteado por el dolor del duelo normal, por el trabajo de la melancolía y, en menor medida, por el júbilo maníaco. (38) El segundo proviene de la dificultad para “separar claramente la libido yoica de las otras energías que operan en el interior del yo”. (39)