Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Es Nochebuena y la familia está reunida: Felicia y Jonas, su hija de cuatro años, y sus padres. Comida, risas y regalos de Navidad. Por supuesto que quieren a su familia, pero Felicia y Jonas están pensando en otra cosa. Hace mucho tiempo que no están solos, demasiado. El mejor regalo de Navidad es el de la abuela, que les regala una Nochebuena sin niños, y en cuanto la casa se vacía de gente, se lanzan el uno encima del otro. Es una Nochebuena alegre, pero no de mucha paz. Oh, noche profana es una historia de Navidad sobre el amor, el deseo reprimido y el mejor regalo de Navidad.-
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 41
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Amanda Backman
Translated by Carolina Gandia Segura
Lust
Oh, noche profana - una novela erótica
Translated by Carolina Gandia Segura
Original title: Åh, ohelga natt
Original language: Swedish
Copyright © 2019, 2022 Amanda Backman and LUST
All rights reserved
ISBN: 9788726372656
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
La Navidad tiene algo que hace que toda la sociedad se meta en una burbuja. Una burbuja donde el dolor del mundo ya no llega, solo en forma de regalos caritativos que la abuela o el abuelo reciben de los nietos por Navidad. Puedes mirar con confianza las imágenes de niños hambrientos y pueblos devastados por la guerra y saber que en ese mismo momento, has hecho todo lo que tenías que hacer.La rutina parece desvanecerse y la sensación de cotidianidad se sustituye por algo acogedor y suave. Cálido, rojo y seguro. Incluso la culpa se toma un muy necesario descanso. El sentimiento de culpabilidad que se adhiere a la médula porque todo va bien y al mismo tiempo enfurruñarse por ello. Atreverse a ser infeliz cuando hay gente que muereen el mundo. Todo eso desaparece y se sustituye por la gratitud. Es casi imposible no ser amable con los desconocidos, o por lo menos eso es lo que se supone. A menos que te llames Felicia, por supuesto. O “Felizia”, como siempre la llama Greta, su suegra, en esta época del año.
Ja, ja, ja.
La imagen publicitaria de lo que debería ser una Nochebuena yace como un boceto inconsciente en su cerebro mientras da un paso atrás y examina el salón. Sí, lo hace. Un poco de verde, un poco de rojo, un poco de dorado y un poco de desorden. Jodidamente perfecto. Felicia puede admitir que se ha vuelto bastante hogareña, sin duda, pero le sigue costando más y más encontrar ese espíritu navideño cuanto más mayor se hace. A pesar de que año tras año se intenta superar en lo visual, una pequeña parte de ella siempre queda vacía. Le faltaba algo. Nunca ha podido mitigar esa sensación con nada. Un poco avergonzada, piensa en aquella visita a esa desconocida tienda de adornos, con el insoportablemente alegre dueño que nunca dejaba de balbucear y que siempre intentaba ser simpático. Felicia no soportaba la cortesía en medio de las prisas navideñas, no tenía tiempo, sin duda, para ser su burbujeante interlocutora. Todo llegó tan lejos que su cuerpo, por instinto, le dijo que POR FAVOR la dejara en paz sin que su cerebro la siguiera. El arrepentimiento le había golpeado de forma directa, con fuerza en el estómago, y como consecuencia se había gastado demasiado dinero en adornos.
Los ojos heridos de aquel hombre parlanchín volaban como flechas de vergüenza en su estómago. Por un lado, se sentía con derecho a su arrebato, por otro sabe que a veces no es razonable. Pero no hay que subestimar la capa extra de estrés que parece intensificarse especialmente en la época navideña. Jonas está silbando en la cocina, preparando el jamón de Navidad como Per Morberg. Es difícil conectar con él cuando está cocinando, lo que a Felicia le resulta muy atractivo. Una mirada intensa, concentrada y los músculos de los antebrazos trabajando con herramientas afiladas es una de sus debilidades. Solo con Jonas. La agradable música navideña suena de fondo, con un volumen que no permite adivinar la canción que suena, pero uno sabe que es música navideña. Para evitar los síntomas del estrés post-traumático por las molestas y muy ruidosas compras navideñas. Felicia respira profundamente y pone las manos a sus costados. El olor del árbol domina el ambiente, pero le gusta. Una especie de aroma a bosque almizclado, feliz de permanecer en el aire mucho después de la Navidad. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que los humanos son animales del bosque: aunque el mundo parece diferente de cuando corríamos por el bosque, deben quedar en nosotros algunas intuiciones básicas, piensa Felicia. Vuelve a respirar profundamente por la nariz. Una tímida vocecita interrumpe sus pensamientos.
—¿Dónde están todos los paquetes?
Es Elvira, que se ha unido a ella. Se abraza a la pierna izquierda de Felicia y apoya su brillante cabecita en su regazo. Felicia le pone una mano en el pelo y se ríe de ella.
—¡En casa de Papá Noel, por supuesto!—responde y se pone en cuclillas. Elvira le devuelve una sonrisa caprichosa y entorna los ojos como si, a pesar de sus cuatro cortos años de vida, ya pudiera ver a través de ella.