Por la senda de Judas - Varios autores - E-Book

Por la senda de Judas E-Book

Varios autores

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Beschreibung

Catulo, Cavalcanti, Dante, Petrarca, Boccaccio, Aretino, Miguel Ángel, Camões, Shakespeare, Marlowe, John Donne, Metastasio, William Blake, Lord Byron, Lamartine, Musset, Víctor Hugo, Théophile Gautier, José María de Heredia, Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Rosalía de Castro, Apollinaire, Blaise Cendrars, Valéry, D'Annunzio, Rilke, Edgar Lee Masters, Saint-John Perse, Montale, Quasimodo, Paul Éluard, Tristan Tzara, son algunos de los más de cien poetas de todos los tiempos y de los más importantes de la literatura universal que forman parte de esta selección traducida por Jesús David Curbelo y que incluye un poema de cada uno estos autores con su correspondiente texto en su lengua original.

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Título original:Por la senda de Judas. Cien poemas de amor

Edición y corrección: Maryuri Echevarría del Valle

Composición y cubierta: Axel Rodríguez García

© Sobre la presente edición:

Editorial Arte y Literatura, 2016

ISBN 978-959-03-0733-1

Colección LIRA

Editorial Arte y Literatura

Instituto Cubano del Libro

Obispo no. 302 esq. a Aguiar, Habana Vieja

CP 10 100, La Habana, Cuba

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Pequeñas maniobras de un apóstata

Para muchos resulta eficaz la conocida frase traduttore/traditore porque, de alguna manera, encierra los sinsabores de ese arte tan antiguo como la propia poesía. No es mi caso. Creo que el traductor es una suerte de co-autor, alguien que reescribe el texto y lo adecua a los nuevos contextos culturales y lingüísticos en aras de la difusión de sus valores en la época y la tradición de la lengua meta. Desde luego, en ese proceso de reescritura es preciso acomodar el original y se incurre en cierta traición que nace, como en el caso de Judas, de la envidia y de la adoración que suelen anonadar al traductor ante los hallazgos del autor principal, y de los acertijos a que este nos somete cuando queremos transcribirlo a nuestro idioma.

Por ese motivo he titulado Por la senda de Judas esta antología de poemas de amor que me hubiera gustado escribir y que otros hicieron antes mucho mejor de lo que podría yo haberlo hecho. Por suerte, me queda el consuelo de fingirme su co-autor y poner en español esas composiciones que hablan de las diversas formas de entender el hecho amoroso en las distintas edades de la humanidad y de las disímiles maneras de plasmarlo literariamente. Para que pueda apreciarse la discutible evolución de la poesía desde la antigüedad latina hasta nuestros días, los coloqué en un aparente orden cronológico que facilitara, a mi entender, seguirle la pista al enamoramiento, la fiebre, el desengaño, el ansia de posesión, el dolor, la angustia, la ironía, los celos, el intercambio carnal, la picardía, la ausencia, la locura y la muerte a través de sonetos, canciones, baladas, versos libres y prosa poética.

Como este puede ser un libro interminable, pues siempre habrá poemas que me gusten y quiera traducir, me limité a incluir en esta versión aquellos que, bajo ningún concepto, aceptaría dejar fuera de esa parte de mi obra personal que consiste en replantearme textos ajenos hasta terminar convirtiéndolos en propios. Lamento sinceramente que mis debilidades lingüísticas me hubieran vetado la posibilidad de verter poetas griegos, rusos, chinos, rumanos, checos, nórdicos, árabes y japoneses, entre otros que me hubiese encantado saber compartir con ustedes.

Por último, aunque no menos importante, quisiera agradecer a aquellas personas sin cuyo entusiasmo y apoyo no hubiera podido concretarse este volumen. En primer término, a mis entrañables Aleyda Quevedo y Edwin Madrid, gestores del proyecto editorial «La línea imaginaria». También en primer término, aunque desde otros ángulos, a mi mujer, Susana Haug, por su indispensable ayuda con la antología en general y con los textos de lengua inglesa en particular, y a un grupo de amigos que a lo largo de estos años me facilitaron libros, copias digitales y consejos específicos acerca de autores, versos, pasajes y otros detalles del arte de traducir: Paolo Maurizio Bottigelli, Guy de Valence, Geisel García Graña, Enrique Saínz, Tania Cordero, Amado del Pino, Olga Sánchez Guevara, Mayerín Bello y Francisco Díaz Solar. A todos ellos, y a ustedes, gracias por la gentileza.

JDC

En La Habana, agosto y 2012

Mi mujer dice…

Con Cayo Valerio Catulo

Mi mujer dice que no aceptaría casarse con otro hombre

que no fuera yo, ni aunque se lo rogara el mismo Júpiter.

Lo dice: pero lo que una mujer dice a un amante apasionado,

es preciso escribirlo en el viento y en el agua que fluye.

V

Con Guillermo de Aquitania

Haré unos versos, pues tengo sueño;

y camino, y me paro al sol.

Damas hay de malas intenciones,

y puedo decir cuáles:

aquellas que el amor de un caballero

toman a mal.

La dama no comete pecado mortal

si ama a un caballero fiel;

pero si ama a monje o clérigo

no tiene razón:

por derecho se la debería quemar

con un tizón.

En Alvernia, pasado el Lemosín,

iba yo solo, con esclavina,

y me encontré a la mujer de Guari,

y a la de Bernart;

ellas me saludaron simplemente

en nombre de San Leonardo.

La una me dijo en su latín:

«¡Dios os salve, peregrino!

De muy buen sitio parecéis,

en mi opinión;

mas por el mundo vemos ir

a demasiada gente loca».

Ahora oiréis lo que respondí:

no le dije ni esto ni aquello,

ni menté hierro ni madera,

sino tan solo:

«Babariol, babariol,

babiarán».

«Hermana —dijo Agnes a Ermessen—,

hemos hallado lo que queríamos».

«Hermana, por amor de Dios, démosle albergue,

que este es bien mudo,

y a través suyo nuestra intención

no se sabrá».

La una me tomó bajo su manto

y me llevó a su cuarto, junto al hogar;

sabed que me sentí en la gloria,

y que el fuego era bueno,

y me calenté con mucho gusto

con los gruesos carbones.

De comer me dieron capones:

sabed que conseguí más de dos;

allí no había cocinero ni ayudante,

solo nosotros tres;

y el pan era blanco y era bueno el vino,

y la pimienta, copiosa.

«Hermana, si acaso este hombre es engañoso

y deja de hablar por causa nuestra,

traigamos nuestro gato bermejo

ahora mismo,

que de seguro lo hará hablar,

si él en algo nos miente».

Agnes fue en busca del odioso:

era grande y tenía largos bigotes;

y yo, cuando lo vi entre nosotros,

me espanté tanto

que por poco no perdí el valor

y la intrepidez.

Cuando hubimos comido y bebido,

me desnudé a su voluntad;

me pusieron detrás el gato

malo y felón,

y una me lo estiró desde el costado

hasta los talones.

Por la cola, de inmediato,

la otra haló al gato y él arañó;

me hicieron más de cien heridas

aquella vez;

pero yo no me habría movido

ni aunque me matasen.

«Hermana —dijo Agnes a Ermessen—,

mudo es, como bien sabemos».

«Hermana, para el placer preparémonos

y para el goce».

Ocho días y más estuve

en aquel horno.

Tanto las jodí como vais a oír:

ciento ochenta y ocho veces,

que por poco no rompí mi equipo

y mi arnés;

y no os puedo decir la enfermedad

tan grande que cogí.

Monet, irás en la mañana de parte mía,

con estos versos en tu alforja,

derecho a la mujer de Guari

y a la de Bernart,

y les dirás que, por mi amor,

maten al gato.

De corazón quiero servir a Dios

Con Giacomo da Lentini

De corazón quiero servir a Dios,

para así poder ir al paraíso,

santo lugar en el que, he oído decir,

siempre hay solaz y juego y alegría.

Mas no quisiera irme sin mi dama,

la de cabeza rubia y claro rostro,

porque sin ella no podría gozar,

al estar de mi amada separado.

Mas no lo digo con esta intención

porque quisiera cometer pecado;

sino por contemplar su hermoso porte,

su bello rostro y su mirada suave:

pues para mí sería un gran consuelo

el ver que ya mi amada está en la gloria.

Oh, mi dulce marido Aldobrandino

Con Rustico di Filippo

Oh, mi dulce marido Aldobrandino,

devuélvele a Pilletto su jubón,

él es un mozo tan fino y cortés,

que no debes creer lo que te han dicho.

No estés entre la gente cabizbajo,

no eres cornudo, te lo han desmentido;

porque él, como un vecino amable,

solo vino a dormir en nuestro lecho.

Devuelve ya el jubón, no lo retengas,

que él no vendrá contra tu voluntad,

después que ha conocido tu deseo.

No se desnudará ya en nuestra cama.

Tú no debes gritar, sino callarte:

que no hizo nada de lo que me queje.

He visto a la brillante estrella diana...

Con Guido Guinizelli

He visto a la brillante estrella diana,

que surge antes de que nazca el día,

que forma de figura humana toma;

y sobre cualquier otra resplandece:

rostro de nieve en grana coloreado,

ojos brillantes, gayos, de amor plenos;

no creo que en el mundo haya cristiana

tan llena de belleza y de valor.

Y yo por su virtud soy asaltado

con tan fiera batalla de suspiros

que hablar delante de ella no osaría.

¡Ah, si ella conociese mis deseos!

pues, sin nada decir, me serviría

por la piedad que habría de mis martirios.

Beldad de dama y corazón de sabio...

Con Guido Cavalcanti

Beldad de dama y corazón de sabio,

caballeros armados y gentiles;

cantar de aves, razonar de amor,

ornadas naves que surcan el mar;

aire sereno cuando el alba surge,

y blanca nieve que sin viento cae;