Salvemos las montañas - Reinhold Messner - E-Book

Salvemos las montañas E-Book

Reinhold Messner

0,0
7,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Reinhold Messner es un defensor del mantenimiento del paisaje cultural y de la protección de la montaña ante la amenaza de su desertización El turismo de masas amenaza la naturaleza única y virgen de las montañas. Cada vez hay más aparcamientos, remontes y carreteras que perfilan las cordilleras. Reinhold Messner reclama una interacción sostenible y razonable con el paisaje cultural alpino, y hace una llamada a todos y cada uno de nosotros para proteger las montañas de manera que podamos disfrutar de su estado natural en el futuro. Cuando los románticos descubrieron la belleza de las montañas, nadie se podía imaginar que este sería el principio del turismo de masas alpino. Hoy en día, regiones montañosas enteras se han convertido en parques temáticos y en pendientes yermas. Ciclistas, escaladores, senderistas, esquiadores… todos esperan un ocio perfecto, y a la vez confían en un servicio de rescate de montaña omnipresente. La grandeza de la naturaleza, no obstante, se banaliza cada vez más. Reinhold Messner, que conoce las montañas de este mundo como nadie más, es un defensor del mantenimiento del paisaje cultural y de la protección de la montaña ante la amenaza de su desertización. De manera contundente y con voz fuerte, demuestra que todos compartimos la responsabilidad de la supervivencia de este paisaje ancestral. Solo si las personas cambiamos de estilo de vida, podremos salvar las montañas de su desaparición.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 120

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Reinhold Messner, nacido en 1944, es el alpinista y aventurero más reconocido de nuestros tiempos. Como escalador, es alguien que se pone los límites al extremo y, como «filósofo en acción», siempre ha estado indicando nuevos estándars. Fue la primera persona en lograr las 14 cimas de más de 8.000 metros sobre el nivel del mar y, junto con Arved Fuchs, cruzó la Antártida a pie. Actualmente, lucha por un tratamiento ecológico de la naturaleza, gestiona iniciativas de agricultura de montaña y promueve el Messner Mountain Museum en seis lugares diferentes. Además, es autor, director y productor de películas de montaña.

 

El turismo de masas amenaza la naturaleza única y virgen de las montañas. Cada vez hay más aparcamientos, remontes y carreteras que perfilan las cordilleras. Reinhold Messner reclama una interacción sostenible y razonable con el paisaje cultural alpino, y hace una llamada a todos y cada uno de nosotros para proteger las montañas de manera que podamos disfrutar de su estado natural en el futuro.

Cuando los románticos descubrieron la belleza de las montañas, nadie se podía imaginar que este sería el principio del turismo de masas alpino. Hoy en día, regiones montañosas enteras se han convertido en parques temáticos y en pendientes yermas. Ciclistas, escaladores, senderistas, esquiadores… todos esperan un ocio perfecto, y a la vez confían en un servicio de rescate de montaña omnipresente. La grandeza de la naturaleza, no obstante, se banaliza cada vez más.

Reinhold Messner, que conoce las montañas de este mundo como nadie más, es un defensor del mantenimiento del paisaje cultural y de la protección de la montaña ante la amenaza de su desertización. De manera contundente y con voz fuerte, demuestra que todos compartimos la responsabilidad de la supervivencia de este paisaje ancestral. Solo si las personas cambiamos de estilo de vida, podremos salvar las montañas de su desaparición.

Salvemos las montañas

Una llamada deReinhold Messner

• Colección Momento – 4 •

Salvemos las montañas

Una llamada deReinhold Messner

 

Título original:

Ein appell von Reinhold Messner: Rettet die Berge

© 2019 Benevento, para Benevento Publishing

Primera edición: octubre de 2021

© del texto: Reinhold Messner

© de la imagen de la cubierta:

Steffen Kugler / dpa picture alliance / Alamy Foto de stock

© de la edición:

9 Grupo Editorial

Lectio Ediciones

C/ Mallorca, 314, 1º 2ª B - 08037 Barcelona

Tel. 977 60 25 91 - 93 363 08 23

[email protected]

www.lectio.es

Asesoramiento: Francesc Roma i Casanovas

Diseño y composición: 3 x Tres

Producción del ePub: booqlab

ISBN: 978-84-18735-50-9

Índice

Sobre el autor

PRÓLOGO: Montañas integrales

1. ¿Dónde estamos?

La montaña como paquete turístico

La montaña domesticada

Silencio

Vacaciones en la montaña

Escenario de soledad

Los glaciares como base de la vida

Las montañas y el cambio climático

La responsabilidad humana

¿Deporte, juego o aventura?

Peligro y muerte en la montaña

El retorno a las montañas

Decrecer para valorizar la montaña

2. La montaña y yo

El consuelo de las montañas

A las montañas, a pie

Nuevas perspectivas

Tras la pista de la historia del alpinismo

La libertad de ir a donde se quiera

3. Lo que hay que cambiar

Salvemos las montañas

También cuenta el cómo

Un turismo suave

No hay montañas de recambio

¡Atención!

Suficiente nunca es suficiente

Mi decálogo para la montaña

Subir montañas, a pesar de que sea absurdo.Una entrevista

Notas

Sobre el autor

Reinhold Messner, nacido en 1944, es el alpinista y aventurero más conocido de nuestro tiempo. Como escalador, aventurero extremo y filósofo en acción, siempre ha establecido nuevos estándares: fue la primera persona en completar los catorce picos de ocho mil metros y cruzó, junto a Arved Fuchs, la Antártida a pie. En la actualidad, lucha por una relación con la naturaleza ecológicamente sostenible, regenta granjas de montaña y diseña los Museos de Montaña Messner, que ya cuentan con una red de seis centros. Se dedica también al cine como autor, director y productor. El conflicto entre naturaleza humana y naturaleza de la montaña y cómo potenciar a escala mundial la autosuficiencia de las zonas de montaña son algunos de los temas que le ocupan en el presente.

PRÓLOGO

Montañas integrales

A cada paso que damos en la naturaleza, recibimos mucho más de lo que buscamos en ella.

John Muir

Desde siempre, el tradicional saludo Berg Heil1 me ha parecido problemático. Incluso cuando era un niño que escalaba por los Dolomitas, cada vez que oía estas palabras algo en mi interior se resistía a responder con este saludo. En el sur del Tirol, quizá hubiera respondido con Grüß Gott (‘hola’, ‘buenos días’), en el Nepal con Namasté (‘una reverencia a aquello divino que hay en ti’) y en el Tíbet con Tashi Delek (‘bendiciones y suerte’). Aunque por aquel entonces no tuviera muy claras las referencias relacionadas con este saludo consagrado (Berg Heil), me parecía muy difícil identificarme con él. Había una asociación implícita con los estereotipos que las agrupaciones de preservación de las montañas solían utilizar para ennoblecerse, reclamando a su vez las montañas como una reserva personal.

Hace cincuenta años, cuando me comprometí con los ideales del alpinismo, percibía la escalada como una antítesis de estar abajo. Mi visión se podría decir que era en blanco y negro: aquí las montañas, allá la ciudad; aquí la libertad, el espacio y el silencio, allá el confinamiento, la limitación y el ruido.

En aquel momento escribí: «Nuestro mundo está programado. Todas las posibilidades de una jornada están calculadas desde el día anterior. Estamos asegurados contra cualquier riesgo. No soporto la certeza de que las cosas solo puedan ir de una manera determinada. Desde un punto de vista técnico, no tengo nada en contra del hormigón, de las carreteras asfaltadas o de los altos edificios tan útiles a las personas, pero el lugar donde me siento humano es allá donde el mundo es como siempre fue.»

En este momento me he vuelto suficientemente realista para reconocer que la cultura urbana se extiende hacia las montañas, y más allá y más arriba. Curado de muchos de los ideales románticos que caracterizaron al alpinismo durante dos siglos, sigo siendo fiel a mis ideas, pero sin idealismos. Ya no me afectan las críticas de algunos integristas que, desde una perspectiva casera, pretenden impedir incluso la vida. Muchos de los planes que hice en ese momento se han convertido en realidad, y para otros, nuevos, aún me queda energía y tiempo, incluso en la vejez. No es que esté cansado, pero sí que me he vuelto más práctico y creo que las únicas montañas que vale la pena escalar son las montañas integrales.

Las montañas integrales son la suma del paisaje natural, que en el pasado fue tierra árida, y el paisaje cultural, que manos humanas han modelado, remodelado y cuidado desde hace siglos. Solo estas dos mitades unidas tienen como resultado la idea de montaña integral, imagen de un paisaje especial y a la vez expresión de algo único.

No es posible imaginarse una parte sin la otra. El paisaje cultural, idealmente en uso, sujeto a una transformación que garantiza un hábitat sostenible a la población de montaña. Y, por encima de este, el paisaje natural, antaño estéril para la población local, que contiene todos los elementos —circos, rocas y glaciares— que protegen esta tierra árida de los abusos. Es allí donde se encuentra lo sublime, la terrible belleza, lo que impidió a los humanos seguir avanzando.

Estas montañas intactas ejercieron de guía, de obstáculo, de mito, pero por encima de todo fueron inaccesibles a causa de las dificultades, los peligros y la imprevisibilidad que albergaban. El silencio, la inmensidad, el infinito de allá arriba fueron respetados como si fueran divinos. Si estos elementos, que están en una zona de peligro de la cual lo humano no forma parte, permanecen inalterados, la montaña no necesita ser protegida. La fuerza es una parte esencial de la naturaleza de la montaña.

 

1. El saludo Berg Heil, que no tiene equivalente en lengua castellana, es la manera tradicional de saludar en las montañas, especialmente de la zona este de los Alpes, de habla alemana. Normalmente se emplea después de conseguir una cima. Por ello, lo traducimos como ‘hemos hecho cima’. Sin embargo, algunas connotaciones del alemán se pierden porque en el Heil se pueden hallar resonancias del saludo nazi (Heil Hitler).

1. ¿Dónde estamos?

La montaña como paquete turístico

El espectáculo más grande que existe es el mundo: ¡contémplalo!

Kurt Tucholsky

Cuando nos hallamos entre las montañas, no surge en nosotros un sentimiento de grandeza o de elevación. Hay algo de constreñidor en las rígidas masas de roca y hielo que no resulta nada liberador, que nos espanta. Nuestro campo de visión queda constantemente reducido. Si buscamos extensión, ampliación, debemos subir a las alturas. En la llanura nuestra vista solo alcanza un diámetro de hasta cinco kilómetros. Desde una cima de tres mil metros, los ojos humanos pueden percibir un horizonte a kilómetros de distancia. A los ocho mil metros, el sol sale mucho antes que en la llanura. Cuanto mayor es la lejanía, más amplia es la vista panorámica.

El deseo de gozar de las vistas condujo a pastores y cazadores2 a las alturas mucho antes que el Romanticismo creyera descubrirlas. En la medida de las necesidades humanas, estas altitudes se exploraron y se usaron, pero no se explotaron.

En calidad de límite natural, se respetó lo que resultaba inaccesible.

En muchas regiones y culturas algunas montañas eran y continúan siendo consideradas sagradas: montañas de los dioses, altares o lugares de sacrificio. En el Tíbet aún hoy en día está bien viva la idea que los dioses bailan en la cima del Himalaya. La población nativa traza una línea imaginaria de santificación en torno de sus montañas, a la manera del legendario rey Laurino, que delimitó su jardín de rosas3 de manera que quien osara traspasar sus límites sufriría un castigo de desmembramiento.

En los últimos doscientos cincuenta años, nuestra concepción de la montaña ha cambiado más de lo que lo ha hecho el paisaje montañoso. Con la Ilustración, los mitos y el miedo fueron desapareciendo y, finalmente, también se extinguió la veneración. El alpinismo no lo inventaron las poblaciones indígenas, sino exploradores y conquistadores. Se racionalizó el caos y se aceptó el horror de las montañas como dificultades y peligros.

Desde ese momento, la urbanización hace tiempo que ha superado cualquier frontera. En la actualidad, aquello de lo que se quería escapar en el pasado es precisamente lo que se reserva y consume en vacaciones: ¡la civilización perfectamente organizada, inteligentemente empaquetada!

En las cimas ya no bailan los dioses… Ahora en las cimas solo se encuentran personas extrañas que no saben qué hacen allí, puesto que en el paquete vacacional del todo incluido no está descrita la acción de maravillarse frente al infinito.

 

2. En esta traducción, en la medida de lo posible, se ha utilizado un lenguaje inclusivo. Ahora bien, cuando la solución resultaba demasiado artificiosa o retorcida, se ha dejado el masculino, como aquí pastores y cazadores.

3. El Rosengarten (‘jardín de rosas’) es un macizo de los Dolomitas, al norte de Italia. Una de sus peculiaridades es su sombra rosada, a causa del mineral de dolomía. El texto hace referencia a la leyenda del rey Laurino y a su jardín de rosas, una historia tradicional que explica el aspecto del macizo.

La montaña domesticada

La naturaleza es como la tranquilidad: soñamos con ella, hablamos de ella, pero a la mayoría de las personas literalmente no les gusta.

Wolf Schneider

Para las personas aficionadas al esquí y al snowboard, lo único que les importa hoy en día es que haya nieve. Quieren bajar deslizándose por la montaña por diversión y tanto les da si la nieve es natural o artificial. La primera cada vez es más escasa y el suministro de la segunda, maravilla artificial del invierno, malbarata masivamente valiosos recursos tales como el agua, la energía y el paisaje. Los peligros que comporta un alud no preocupan en nada al deportista, las grietas de los glaciares están indicadas. ¿De qué sirven, si no, las advertencias de alud, los servicios de pistas y las señales de prohibido esquiar? En conclusión, ¡esquiad a gusto!

En la actualidad, quien practica la escalada confía en los mosquetones de seguridad, el alpinismo cuenta con el pronóstico meteorológico, cualquier deporte de nieve con un equipo adecuado, y absolutamente todo el mundo con el teléfono móvil para poder llamar al helicóptero de rescate en caso de necesidad. Desde cualquier rocódromo deportivo o pared se puede sentir la misma alegre «¡cima conseguida!», como si rocas, pistas nevadas o glaciares no fueran más que estructuras para escalar, aptas para la diversión, en planos más o menos inclinados. El paisaje de fondo y la naturaleza de los alrededores se experimentan como mero telón de fondo: bello quizá desde la distancia, pero no una verdadera zona de ocio.

Actualmente dominan en las montañas los deportes de moda cada vez menos respetuosos con el medio ambiente, en tanto que menor es la relación que tienen con la naturaleza. Frecuentemente, la naturaleza se experimenta solo como escenario. Basándose en el modelo del centro urbano, se crea en la montaña una segunda naturaleza donde las pistas de esquí se preparan, las rutas se aseguran, los refugios se señalizan y un helicóptero de salvamento se convierte en requisito previo para poder disfrutar del placer recreativo. Se presuponen todo tipo de servicios y de comodidades, como también la total controlabilidad de la naturaleza. Muchos elementos en la montaña se han convertido en objeto de consumo, y esto incluye el culto al cuerpo y las emociones. Unas cuantas décadas atrás pensábamos que con una cuerda y un mosquetón podíamos escapar de la sociedad de consumo. Vemos, sin embargo, que la presión por el rendimiento que caracteriza a nuestra sociedad consumista se transfiere a la montaña: ciclistas que entrenan hasta la extenuación, personas haciendo escalada libre con bronceado deportivo y, en general, mucha persistencia, tenacidad y fuerza de voluntad. Según Werner Bälzing, «el ser humano cada vez siente una mayor soledad y menos sentimiento de pertenencia a su entorno vital». En contraste con la necesaria oposición naturaleza / ámbito laboral, habría de ser posible