Tratados hipocráticos III - Varios autores - E-Book

Tratados hipocráticos III E-Book

Varios autores

0,0

Beschreibung

Este hito histórico de la filología clásica, la traducción íntegra de los Tratados hipocráticos, es una ocasión única no sólo para los interesados en el nacimiento y la evolución de la ciencia médica, sino para cualquier amante de la cultura griega. El Corpus Hippocraticum es un conjunto de más de cincuenta tratados médicos de enorme importancia, pues constituyen los textos fundacionales de la ciencia médica europea y forman la primera biblioteca científica de Occidente. Casi todos se remontan a finales del siglo V y comienzos del IV a.C., la época en que vivieron Hipócrates y sus discípulos directos. No sabemos cuántos de estos escritos son del "Padre de la Medicina", pero todos muestran una orientación coherente e ilustrada, racional y profesional, que bien puede deberse al maestro de Cos. Más importante que la debatida cuestión de la autoría es comprender el alcance de esta medicina, su empeño humanitario y su afán metódico. Este corpus resulta esencial no sólo para la historia de la ciencia médica, sino para el conocimiento cabal de la cultura griega. Éste es el primer intento de verter al castellano todos estos tratados, y se ha hecho con el mayor rigor filológico: se ha partido de las ediciones más recientes y contrastadas de los textos griegos, se han anotado las versiones a fin de aclarar cualquier dificultad científica o lingüística y se han añadido introducciones a cada uno de los tratados, con lo cual se incorpora una explicación pormenorizada a la Introducción General, que sitúa el conjunto de los escritos en su contexto histórico. El tercer volumen de los Tratados hipocráticos incluye los textos "Sobre la dieta", "Sobre las afecciones", "Apéndice a "Sobre la dieta en las enfermedades agudas"", "Sobre el uso de los líquidos" y "Sobre el alimento".

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 408

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 91

Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .

Según las normas de la B. C. G., las traducciones de este volumen han sido revisadas por M.a DOLORES LARA NAVA .

© EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1997.

Las traducciones, introducciones y notas han sido llevadas a cabo por: C. G.a Gual (Sobre la dieta ), J. M.a Lucas de dios (Sobre las afecciones ), B. Cabellos Álvarez (Apéndice a «Sobre la dieta en las enfermedadesagudas ») e I. Rodríguez Alfageme (Sobre el uso de los líquidos y Sobre el alimento ).

PRIMERA EDICIÓN , 1986.

REF. GEBO207

ISBN 9788424931056.

SOBRE LA DIETA

(Perì diaítēs )

INTRODUCCIÓN

El tratado Perì diaítēs es uno de los escritos más amplios y variados del Corpus Hippocraticum . Hemos preferido traducir su título por Sobre la dieta —en lugar de Acerca del régimen de vida —, porque así conservamos el término griego originario; pero la palabra debe ser tomada en su acepción más amplia: se trata de prescribir un régimen de alimentos y de ejercicios para mantener o recobrar la salud, atendiendo al equilibrio que es la condición indispensable de ésta. Esta obra, dividida por su autor en cuatro libros, representa «la culminación del desarrollo de la teoría dietética en el período clásico», según la expresión de W. D. Smith1 . Es, desde luego, el escrito más amplio y más sistemático sobre este tema, tan importante dentro de la medicina hipocrática.

Desde sus primeros párrafos el autor se nos presenta como un ecléctico, que conoce y piensa utilizar las obras de otros en la medida en que le parecen válidas, pero reclama para sí una mayor sistematicidad y un enfoque global que se echa de menos en los escritos de sus precursores. Esta visión de conjunto, más clara y completa, es lo que reclama como mérito fundamental de su exposición. Por ello, intenta exponer, en su libro I, una concepción general de la naturaleza humana recurriendo a teorías filosóficas, de acuerdo con un programa que esboza en el capítulo segundo del mismo. En los libros siguientes su escrito cobra un perfil más empírico, al describir los alimentos y ejercicios, pero este afán sistemático de resumir en una exposición completa y orgánica la teoría dietética es lo que da un sello peculiar al tratado. Por otro lado, como se ha señalado repetidamente, caracteriza a este autor la finalidad no sólo terapéutica, sino básicamente profiláctica con la que propone sus tratamientos.

Saber conduce a prever y a proveer, y así por los síntomas puede el terapeuta detectar la evolución de la enfermedad, que surge como desequilibrio, y puede, mediante un régimen dietético que compense los efectos nocivos del mismo, volver al enfermo a su condición saludable natural. Los elementos básicos de esta teoría son muy sencillos: alimentación y ejercicios tienen efectos contrarios; los procesos fundamentales en el cuerpo son los de repleción (plēsmonḗ) y vaciamiento (kénōsis); todo exceso es perjudicial; los alimentos presentan varias dynámeis («cualidades naturales, influencias, efectos») que el buen médico ha de conocer para ponerlas al servicio de su tratamiento. Con una concepción tan sencilla de la enfermedad y el tratamiento, nuestro autor propone un método dietético que no sólo trata de medicar al enfermo, sino de prevenir la enfermedad antes de que ésta se desarrolle. Sus prescripciones se basan en el reconocimiento previo, la prodiágnōsis , y es justamente por ello por lo que se le ha calificado como precursor o fundador de la medicina preventiva.

En su tratamiento, el autor de Sobre la dieta recurre a alimentos naturales y a ejercicios físicos, dosificados y graduados para producir un cambio inverso al del proceso morboso; rehúye la administración de fármacos, y no deja de ser curioso el hecho de que, cuando en algunas pocas ocasiones acude al eléboro, propone, a la vez, como alternativa un tratamiento sin uso de tal droga. Este recurrir a lo natural, evitando la farmacopea, es uno de los rasgos de nuestro autor, cercano probablemente a un paidotríbēs famoso: Heródico de Selimbria. Otro trazo característico es su afición a las teorías de algunos filósofos presocráticos (Anaxágoras, Arquelao, Empédocles, Heráclito, algún pitagórico, acaso Protágoras, etc.2 ) acerca de la naturaleza humana, y sus aparentemente escasos conocimientos anatómicos concretos —p. ej., esas vagas alusiones a los tres períodoi del interior del cuerpo humano— que parecen limitar su formación y práctica profesional.

A costa de repetir estas líneas, parece interesante recoger el programa que se nos presenta en el cap. 2:

«Afirmo que quien pretende componer acertadamente un escrito sobre la dieta humana debe, antes que nada, reconocer y discernir la naturaleza del hombre en general; conocer de qué partes está compuesto desde su origen, y distinguir de qué elementos está dominado. Pues si no reconoce la composición fundamental, será incapaz de conocer lo que de ella se deriva. Y si no discierne qué es lo dominante en el cuerpo, no será capaz de procurarle lo conveniente al ser humano. Por tanto, eso debe conocerlo el autor de tal escrito y, juntamente con ello, la cualidad de todos los alimentos y las bebidas con las que nos mantenemos, qué propiedad tiene cada uno, tanto si proviene de su misma naturaleza, como si es debida a la ocasión forzada y a la técnica del hombre. Pues es preciso saber cómo hay que disminuir la influencia de las cosas que son fuertes por su naturaleza y cómo hay que potenciar el vigor de las débiles, por medio de la técnica, cuando quiera que se presente el momento oportuno para lo uno y lo otro.

Los que ya conocen lo dicho ahora, todavía no poseen con ello el tratamiento completo para medicar al hombre, ya que no puede el ser humano mantenerse sano sólo comiendo, sino que tiene además que practicar ejercicios. Pues presentan influencias opuestas entre sí comidas y ejercicios, pero se complementan con vistas a la salud. Porque los ejercicios físicos producen naturalmente un gasto de lo acumulado, mientras que los alimentos y bebidas restauran lo vaciado.

Conviene, según está admitido, discernir la influencia de los ejercicios físicos, tanto de los naturales como de los violentos, y cuáles de ellos proporcionan un aumento de las carnes y cuáles una disminución; y no sólo esto, sino además las relaciones convenientes de los ejercicios con respecto a la cantidad de alimentos, la naturaleza de los individuos y las edades de los cuerpos, y su adecuación a las estaciones del año, a las variaciones de los vientos y a las situaciones de las localidades en que se habita, y la constitución del año. Hay que conocer las salidas y las puestas del sol, de modo que se sepa prevenir los cambios y los excesos de las comidas y bebidas, de los vientos, y del universo entero, de todo lo que, ciertamente, les vienen a los seres humanos las enfermedades.»

A lo largo de los tres primeros libros el autor intenta cumplir con ese amplio programa. Comienza, pues, por exponer sus ideas sobre la naturaleza del hombre en general (I, caps. 3-36), tomando como base de su antropología un dualismo sustancial, del fuego y el agua como componentes últimos del organismo, y pasando a tratar de embriología, anatomía, genética, caracterología, con un amplio excursus sobre la doctrina del cuerpo como microcosmos y la curiosa mímēsis que las téchnai realizan inconscientemente de ciertos procesos somáticos3 . El libro II comienza tratando de las constituciones de los lugares y de los vientos (caps. 37-38), y prosigue con un catálogo de las dynámeis de los alimentos y de los ejercicios (caps. 39-66) desde una perspectiva dietética. También el libro III comienza con una breve digresión, sobre el régimen propio de las distintas épocas del año (cap. 68), y luego expone los tratamientos adecuados en quince casos de enfermedad, basándose en los síntomas y en un diagnóstico previo o prodiágnōsis de la situación, causada por una preponderancia morbosa de los alimentos o de los ejercicios (caps. 69-85). El libro IV (caps. 86-93), bastante más breve que los anteriores, trata de los sueños en cuanto signos premonitores, tekmḗria , de determinados desarreglos corporales.

Como se ve, el plan seguido está de acuerdo con el programa, y en conjunto puede decirse que la composición de la obra revela un notable cuidado en pos del sistema y de la claridad del conjunto. Esta unidad de composición ha sido destacada por H. Diller y R. Joly. Mientras que el primer estudio fundamental sobre el tratado, el de C. Fredrich (Hippokratische Untersuchungen , Berlín, 1899), insistía en las múltiples influencias filosóficas detectables en el texto (sobre todo en el libro I, que tiene, a este respecto, una posición especial), y consideraba a nuestro autor como un «compilador» de opiniones anteriores, H. Diller y R. Joly, por distintos caminos, ya que los estudios de uno y otro aparecieron casi a un mismo tiempo4 , han insistido en la realización detallada de un plan unitario.

Ya W. Jaeger (en Paideia , II, 1944) señalaba que «el autor es un filósofo y un sistemático, aunque apenas lo caracterizaríamos con justicia calificándolo de simple compilador». Las páginas que Jaeger dedica al examen del tratado5 son muy interesantes, y significan un avance de la posición mantenida por Fredrich6 . En nuestro autor encontramos un afán de completar en una síntesis superior los logros de sus predecesores en el estudio de la dietética, como él mismo nos dice; es, mucho más que un compilador, un ecléctico, y no es un mero teórico, sino un tratadista observador y empírico, como muestran muchos detalles de los libros II y III, que sabe concertar sus teorías con la observación de datos y hechos, y al que sería injusto negar una visión cuidada del conjunto de la obra y una cierta originalidad en lo que respecta a su doctrina de la prodiágnōsis , que es precisamente aquello en lo que él mismo insiste como «invención» propia, heúrēma , y una gran dosis de sistematismo en la redacción de su obra. Es, además, un autor muy consciente de su condición de tal, de escritor para un público bastante amplio, y de redactor de un sýngramma , un tratado que se inserta en una tradición, la de los escritos de dietética que pretende coronar. En los caps. 1 y 2 del libro I, aparecen, ocho veces, formas del verbo syngráphō , y esas repeticiones indican esa consciencia del escritor7 .

Que era alguien instruido en filosofía lo muestran las numerosas influencias que pueden detectarse en el libro I de filósofos anteriores, a veces estilísticas (de Heráclito) y, especialmente, de fondo (sobre todo, de Anaxágoras y Arquelao, pero también de algunos pitagóricos y de Empédocles y de algunos sofistas). Y también lo muestra su programa, que tiene cierta similitud con el que Platón atribuye al propio Hipócrates, en un conocido pasaje del Fedro8 . Se trata de un escritor ilustrado, más cercano a los ambientes de los filósofos que otros autores del CH , pero a la vez un experto en temas médicos, distinto de los autores criticados por el hipocrático que escribió Sobre la medicina antigua .

Contrasta, en efecto, la generalidad y esquematismo de las teorías expuestas en el libro I sobre la naturaleza del hombre y la constitución del mismo, apuntaladas sobre tesis de algunos presocráticos, con las listas detalladas de alimentos y de ejercicios que encontramos en el libro II9 . E, incluso, con la cautela que testimonia en el cap. 39, con el que prologa ese catálogo de alimentos, que seguramente está basado en una lista tradicional, como señalan R. Joly y W. D. Smith. «Todos cuantos han intentado expresarse de modo general acerca de la cualidad básica de las cosas dulces o saladas o grasas o sobre alguna otra sustancia del mismo tipo, no andan bien informados. Porque no tienen la misma cualidad unas que otras las cosas dulces, ni las grasientas, ni ninguna de las demás por el estilo. Pues muchas cosas dulces son laxantes, y otras son astringentes, unas desecan y otras humedecen... Así que no es posible acerca de todas en conjunto demostrar que son de tal o cual manera. De cada una en particular yo enseñaré la cualidad que posee.» Y, a continuación, empieza a tratar de los efectos de la cebada, los panes diversos, el ciceón , el trigo, etc., con el mismo sentido crítico con que lo postulaba el autor de Sobre la medicina antigua . A los asertos generales de base filosófica, postulados abstractos de abolengo presocrático, suceden una serie de observaciones basadas, en parte, en la tradición y, en parte, en la experiencia que se refieren a datos muy concretos en la línea de la medicina hipocrática empírica y tradicional. (Una lista de alimentos y sus propiedades que guarda relación con otras que están en otros textos del CH , como Sobre las afecciones o con algunos párrafos del Apéndice a sobre la dieta en las enfermedades agudas )10 .

Es difícil precisar la fecha en que se escribió Sobre la dieta . W. Jaeger, que aproximaba su texto a los escritos de Diocles, dice que debió de escribirse bien entrado el s. IV . G. S. Kirk lo cree posterior al 350 a. C11 . R. Joly prefiere, con buenas razones a nuestro parecer12 , situarlo hacia el 400 a. C., una fecha ya defendida por C. Fredrich.

NOTA BIBLIOGRÁFICA

El texto seguido en la versión ha sido el editado por Robert Joly, Hippocrate. Du régime , «Les Belles Lettres», París, 1967.

He tenido a la vista, además, las ediciones anteriores de: E. Littré en Oeuvres complètes d’Hippocrate , volumen VI, París, 1849, págs. 462-663, y de W. H. S. Jones, Hippocrates IV , Londres-Cambridge (Mass.), 1931, páginas 223-447.

Los tres volúmenes citados presentan el texto acompañado de una traducción, sea francesa o inglesa. He contado también con la versión al italiano de U. Biasieli Dilemmi (hecha sobre el texto editado por R. Joly), publicada en Opere di Ippocrate , ed. por M. Vegetti, Turín, 1976, 2.a ed. ampliada.

Para una bibliografía sobre este tratado remito a las obras citadas en las notas de la Introducción.

CARLOS GARCÍA GUAL

1 W. D. SMITH , «The Development of Classical Dietetic Theory», en Hippocratica , París, 1980, pág. 583.

2 La influencia fundamental, como ya señaló C. Fredrich y, luego, ha precisado R. Joly, es la de Anaxágoras y su discípulo Arquelao. La influencia de Heráclito, cuyo estilo sentencioso parece imitar el autor del Perì diaítēs en varios pasajes del libro I, es menor de lo que apuntan algunos críticos guiados por una impresión de primera lectura. También, en puntos concretos, es importante el influjo de los pitagóricos, precursores en el campo de la dietética y en el estudio del alma.

3 Sobre el tema del microcosmos y las posibles influencias orientales, véase el minucioso comentario de R. JOLY , Recherches sur le traité pseudo-hippocratique Du régime , París, 1961, págs. 35-52, y sobre la mímesis de los procesos naturales, ibid ., págs. 52-75.

4 El artículo de H. DILLER , «Die innere Zusammenhang der hipp. Schrift De victu », apareció en Hermes (1959), 39-56, y está recogido en sus Kleine Schriften zur antiken Medizin , Berlín-Nueva York, 1973, págs. 71-88.

5 Corresponden a las págs. 816-29 de la trad. esp. en un tomo de Paideia , México, 1957 (trad. de W. ROCES ).

6 Anterior a las páginas de Jaeger es el estudio de A. PALM , Studien zur hippokratischen Schrift Perì diaítēs , Tubinga, 1933.

7 Me parece que éste es un trazo personal de nuestro autor. No olvidemos que los textos de la medicina hipocrática aparecen al tiempo que se hace más «escrita» la cultura griega. (Cf. I. M. LONIE «Literacy and the Development of Hippocratic Medicine», en Formes de pensée dans la Collection Hippocratique , Ginebra, 1983, págs. 145-61; aunque no habla en concreto de este tratado.)

8 Hemos tratado de esto en nuestra «Introducción general» a Tratados hipocráticos , I, Madrid, B. C. G., 1983, págs. 34-7. Contra la tesis de W. D. Smith de que el autor de Sobre la dieta fuera el mismo Hipócrates, polemiza, de nuevo, R. JOLY en «Platon, Phèdre et Hippocrate: vingt ans après», en el vol. Formes de pensée... (Actes del IV coloquio internacional hipocrático celebrado en Lausannne, del 21 al 26 de septiembre de 1981), págs. 407-22, y en «Hippocrates and the School of Cos», en Nature Animated , M. RUSE ed., Dordrecht, 1983, págs. 29-47.

9 GALENO , que admiraba especialmente este libro, reputándolo digno de Hipócrates, nos testimonia (en VI, 473 K.) que circulaban ediciones sueltas del mismo, unas comenzando en el § 37 y otras en el 39. También Diocles de Caristo utilizaba este libro con frecuencia.

10 Sobre la relación de Sobre la dieta con otros textos del CH remito a R. JOLY , Recherches ..., págs. 183-209, y a las notas de nuestra traducción. Está, al parecer, en cierta relación con los tratados cnidios, pero no es un texto de esa escuela; sino como se ha dicho, un ecléctico atento a muy diversas corrientes.

11 G. S. KIRK , Heraclitus, The Cosmic Fragments , Cambridge, 1954, págs. 27 y sigs.

12 Entre ellas nos parece que es clara la que un eclecticismo filosófico como el del libro I, que hace un pastiche de Heráclito, y acude a Anaxágoras, a Empédocles y a otros presocráticos, habría sido arcaizante en exceso en la segunda mitad del siglo IV . El estudio detallado de la prosa de los tres últimos libros no permite, por nuestros restringidos conocimientos sobre la cuestión, llegar a una datación concreta.

SOBRE LA DIETA

LIBRO I

Si yo considerara que alguno de quienes me han precedido [1 ] en escribir acerca de la dieta humana adecuada a la salud había expuesto en sus escritos, en conjunto y en detalle, conociéndolo correctamente, cuanto le es posible abarcar a la inteligencia humana, a mí me bastaría, tras el trabajo realizado por otros, con reconocer lo que es atinado y valerme de estos resultados en la medida en que cada uno de ellos me pareciera ser útil. Ahora bien, son muchos los que ya han escrito sobre estos temas1 , pero ninguno aún supo bien cómo debían tratarse por escrito. Unos acertaron en un punto, otros en otro; pero en el conjunto todavía no lo hizo ninguno de mis predecesores. No obstante, no es justo hacerle reproches a ninguno de ellos por no haber podido completar sus descubrimientos; más bien hay que elogiarlos a todos por haber emprendido tal investigación.

Con que no vengo dispuesto a censurar lo que no se ha dicho acertadamente, sino que mi intención es confirmar con mi asentimiento lo que está bien entendido. Porque todo cuanto mis predecesores han expuesto acertadamente no me es posible describirlo de manera diferente si lo describo correctamente. En cuanto a lo que han escrito de modo equivocado, con sólo rechazarlo y decir que no es así, nada concluiré. Con exponer lo que me parece acertado en cada tema dejaré claro cuál es mi propósito.

Y hago estas observaciones iniciales por la razón siguiente: que la mayoría de la gente, una vez que han oído al primero que dio explicaciones sobre algo, no aguardan a los que luego comentan sobre el tema, sin advertir que es propio del mismo proceso intelectual2 reconocer lo dicho acertadamente y descubrir lo que aún no estaba enunciado.

Yo pues, como dije, confirmaré con mi aprobación lo que esté expuesto acertadamente, y en cuanto a lo dicho inexactamente mostraré cómo es en realidad. Y todo aquello que ninguno de los anteriores intentó explicar, yo indicaré3 también cómo se presenta.

Afirmo que quien pretende componer acertadamente [2 ] un escrito sobre la dieta humana debe, antes que nada, reconocer y discernir la naturaleza del hombre en general; conocer de qué partes está compuesto desde su origen y distinguir de qué elementos está dominado. Pues si no reconoce la composición fundamental, será incapaz de conocer lo que de ella se deriva. Y si no discierne qué es lo dominante en el cuerpo, no será capaz de procurarle lo conveniente al ser humano4 . Por tanto, eso debe conocerlo el autor de tal escrito y, juntamente con ello, la cualidad5 de todos los alimentos y las bebidas con las que nos mantenemos, qué propiedad tiene cada uno, tanto si proviene de su misma naturaleza, como si es debida a la ocasión forzada y a la técnica del hombre. Pues es preciso saber cómo hay que disminuir la influencia de las cosas que son fuertes por su naturaleza y cómo hay que potenciar el vigor de las débiles, por medio de la técnica, cuando quiera que se presente el momento oportuno para lo uno y lo otro.

Los que ya conocen lo dicho ahora todavía no poseen con ello el tratamiento completo para medicar al hombre, ya que no puede el ser humano mantenerse sano sólo comiendo, sino que tiene además que practicar ejercicios. Pues presentan influencias opuestas entre sí comidas y ejercicios, pero se complementan con vistas a la salud. Porque los ejercicios físicos producen naturalmente un gasto de lo acumulado, mientras que los alimentos y bebidas restauran lo vaciado6 .

Conviene, según está admitido, discernir la influencia de los ejercicios físicos, tanto de los naturales como de los violentos, y cuáles de ellos proporcionan un aumento de las carnes y cuáles una disminución; y no sólo esto, sino además las relaciones convenientes de los ejercicios con respecto a la cantidad de alimentos, la naturaleza de los individuos, y las edades de los cuerpos, y su adecuación a las estaciones del año, a las variaciones de los vientos y a las situaciones de las localidades en que se habita, y la constitución del año. Hay que conocer las salidas y las puestas del sol, de modo que se sepa prevenir los cambios y los excesos de las comidas y bebidas, de los vientos y del universo entero7 , de todo lo que, ciertamente, les vienen a los seres humanos las enfermedades.

Y con haber analizado todo eso aún no queda completa la investigación. Si, además de esto, pudiera hallarse, en cada caso, la proporción de alimentos y el número ajustado de ejercicios que no ofrecieran un desequilibrio ni por exceso ni por defecto, así se descubriría de manera exacta la salud para los individuos. Ahora bien, mientras que todo lo dicho anteriormente está investigado y descubierto, tal como es, esto es imposible descubrirlo.

Cuando uno está presente y puede observar a un hombre que en el gimnasio se desviste y realiza sus ejercicios físicos, puede conocerlo de forma que puede mantenerlo sano, privándole de algunas cosas y complementando su dieta con otras. Pero si uno no está presente, le resulta imposible prescribir con exactitud8 alimentos y ejercicios. Por otra parte si, aunque sea en muy pequeña dosis, los unos resultan inferiores a los otros, forzoso será que con el paso del tiempo el cuerpo se vea vencido por el exceso y caiga enfermo. Así que con esto queda dicho lo que me parece que es posible investigar.

Mis predecesores, en efecto, han emprendido la investigación hasta este punto, pero ni siquiera estas cosas las han enunciado correctamente. En cambio, yo las he expuesto hasta el fondo, y además he descubierto el diagnóstico previo9 , que indica antes de que el individuo caiga enfermo por efectos del exceso en qué sentido se producirá el desequilibrio. Porque las enfermedades no les atacan a los hombres de improviso, sino que se incuban poco a poco para declararse luego de golpe10 . Yo he descubierto a fondo lo que sufren los pacientes y cómo hay que recompensar esto para recobrar la salud, antes de que lo sano en el hombre sea derrotado por lo enfermo. Con que se añada esto a lo ya escrito concluye la tarea objeto de mis propósitos.

[3 ] Los seres vivos, tanto el hombre como todos los demás, están constituidos por dos elementos, diferentes en cuanto a su propiedad esencial, pero complementarios en su funcionamiento11 : fuego y agua. Ambos aunados son autosuficientes frente a todos los demás y para sí mismos; pero cada uno por sí, separadamente, no lo es ni para sí mismo ni ante ningún otro.

En cuanto a su propiedad natural cada uno posee esto: el fuego puede moverlo todo en cualquier circunstancia y el agua nutrirlo todo en cualquier caso12 . A su vez, por turnos, cada uno domina y es dominado hasta lo más amplio y lo mínimo en lo posible. Porque ninguno puede imponer su dominio totalmente por la razón siguiente: al fuego, al avanzar sobre lo último del agua le falta la nutrición; de modo que se retira adonde encuentra de qué nutrirse; y al agua, al avanzar sobre lo último del fuego, le falta movimiento, con que en eso se detiene, y cuando se detiene ya no es potente, sino que ya se consume en alimento del fuego que la ataca.

Por eso ninguno de los dos puede imponer su dominio de un modo absoluto. Si alguna véz quedara vencido cualquiera, el que fuera, de los dos, nada de lo que existe sería tal cual es ahora; pero mientras sea así, los seres continuarán siempre siendo los mismos, y ninguno de estos principios ni ambos a la par se extinguirán. De modo que el fuego y el agua, como dejo dicho, son autosuficientes en todo y para todo igualmente para un máximo y un mínimo.

[4 ] A cada uno de ellos, respectivamente, se le asocian estas cualidades: al fuego lo cálido y lo seco; al agua lo frío y lo húmedo. Pero cada uno retiene algo del otro: el fuego del agua lo húmedo; pues existe humedad en el fuego; y el agua del fuego lo seco; pues hay sequedad en el agua13 . Siendo así estos principios, de uno y otro se segregan muchas y varias formas, tanto de simientes como de seres vivos, que no son nada semejantes entre sí ni en su aspecto ni en su modo de actuar. Porque como los elementos no se fijan jamás en un mismo punto, sino que continuamente están mudándose hacia esto y lo otro, por necesidad resultan distintos los seres que se originan segregándose de ellos.

En realidad nada perece de todas las cosas ni nada nace que ya antes no existiera14 . Sólo varían 〈los seres〉 combinándose y disgregándose. Pero los humanos estiman que lo que crece viene a nacer desde el Hades a la luz, y que lo que mengua desde la luz al Hades perece. Pues dan más crédito a sus ojos que a su entendimiento, cuando no son capaces siquiera de juzgar sobre lo visible. Yo en cambio explico estas cosas de acuerdo con la razón15 . Seres vivos, en efecto, los hay tanto aquí como allí. Y no es posible que algo, si está vivo, muera a no ser junto con todo. ¿ Pues adónde irá a morir? Ni tampoco que lo que no existe se origine, pues ¿de dónde vendría a existir? Lo que sucede es que todo aumenta y disminuye hasta el máximo y el mínimo de sus posibilidades.

Lo que en mi charla llamo «nacer» o «perecer» lo describo así de acuerdo con la gente, pero aclaro que se trata de que eso se mezcla y se disgrega. Lo que sucede es de este modo: nacer y perecer es lo mismo; mezclarse y disgregarse, lo mismo; aumentar y disminuir, lo mismo; nacer y mezclarse, lo mismo; morir y separarse, lo mismo; cada ser frente a todos y todos frente a cada uno, lo mismo, y nada de todo ello es lo mismo. Pues la convención es contraria a la naturaleza respecto de todo esto.

Todas las cosas, divinas y humanas, se mueven cambiando [5 ] arriba y abajo. El día y la noche se mueven hasta un máximo y un mínimo. Como la luna va hasta un máximo y un mínimo, asaltos del fuego y del agua, así también el sol va hasta lo más largo y lo más breve, y todo es lo mismo y no lo mismo. Luz para Zeus, oscuridad para Hades; luz para Hades, oscuridad para Zeus; lo de allí viene aquí, y lo de aquí va allá; en cualquier época, en cualquier lugar contrarrestan aquellas cosas la función de éstas y, a la par, éstas de aquí la de aquéllas.

Pero 〈los hombres〉 no saben lo que hacen, mientras que creen saber lo que no hacen, y desconocen lo que ven. Sin embargo todo les sucede por una divina necesidad, tanto lo que quieren como lo que no quieren. Al presentarse acá las cosas de allá, y al ir allí las de aquí, mezclándose unas con otras, cada una cumple el destino asignado, en su aumento y su disminución. A todas les viene la destrucción, a unas de otras, a lo mayor de lo menor y a lo menor de lo mayor; y se desarrolla lo mayor a partir de lo menor, y lo menor a partir de lo mayor.

[6 ] Todas las cosas, así el alma del hombre, y el cuerpo igual que el alma, están implicadas en un orden16 . En el ser humano se introducen partes de partes, conjuntos de conjuntos, que presentan una combinación de fuego y de agua, los unos para tomar, los otros para dar. Los que toman causan disminución, los que dan aumentan. Unos hombres sierran un madero: el uno empuja, el otro tira. Hacen lo mismo, disminuyendo aumentan17 . Tal es la naturaleza del hombre: lo uno empuja, lo otro tira; lo uno da, lo otro recibe; y a lo uno se lo da y a lo otro se lo toma; y le da a esto tanto más y le toma a esto tanto menos. Cada parte conserva su espacio propio; las unas, al disminuir, se separan yendo a ocupar un espacio menor; las otras, al progresar hacia lo mayor, se mezclan y pasan a una disposición superior. Las partículas extrañas, heterogéneas, son expulsadas de un lugar que les es ajeno.

Cada alma, que tiene sus partes mayores y menores, circula por sus propias partículas, sin necesitar de la adición o de la supresión de partes, sino que tan sólo requiere un espacio de acuerdo con el aumento y la disminución de sus componentes; cumple sus funciones en cualquier espacio al que llega y acoge lo que le sobreviene18 . Lo que no es del mismo género no puede quedarse en lugares que le son inconvenientes, y así vaga sin rumbo y al azar; en cambio los elementos que se juntan unos a otros conocen a qué se agregan; porque se agrega lo conveniente con lo conveniente, mientras que lo inconveniente guerrea y combate y se distancia lo uno de lo otro. Por eso el alma del hombre crece en el ser humano y en ningún otro más; y del mismo modo ocurre en los demás grandes animales. Cuando sucede de otro modo, se producen separaciones violentas de lo demás19 .

Ahora voy a dejar de tratar de los demás seres vivos, [7 ] y me explicaré acerca del hombre. Pues bien, en el ser humano penetra un alma que contiene una combinación de fuego y agua, y es una parte del cuerpo humano20 . Sus partes, tanto masculinas como femeninas, se forman muchas y variadas, y aumentan con el régimen de vida adecuado al hombre. Forzoso es que las partes del hombre contengan todos sus constituyentes, pues de aquel que no hubiera desde un principio una partícula no podría desarrollarse ni recibir nutrición, sea mucha o poca, ya que carecería de base para su posterior crecimiento.

Conteniéndolos todos, cada parte crece en su propio espacio, recibiendo la nutrición que proviene de un agua seca y de fuego húmedo, introduciéndose algunos elementos a la fuerza y expulsando otros. Del mismo modo que los carpinteros sierran un madero, el uno tira y el otro empuja, y hacen lo mismo; y al presionar hacia abajo se desliza hacia arriba, ya que no admitiría bajar fuera de su momento, y si se lo fuerza todo se estropea. Así la nutrición humana: lo uno tira, lo otro empuja; forzando hacia adentro sale afuera, y si se hace violencia a contratiempo todo va al traste.

[8 ] Cada parte mantiene su propia disposición durante tanto tiempo como su espacio lo admite, y cuando ya no y tampoco recibe suficiente nutrición para el desarrollo máximo de sus posibilidades, entonces cambia a un espacio más amplio, tanto las partes femeninas como las masculinas, impulsadas del mismo modo por fuerza y necesidad. Las que primero cumplen el destino asignado, éstas se separan primero, y al mismo tiempo se combinan unas con otras. Pues cada parte primero se separa, y luego se combina de nuevo.

Una vez que han cambiado de lugar y consiguen insertarse en un sistema armonizado según relaciones musicales exactas, en el que aparecen las tres consonancias, cuarta, quinta y octava, viven y se desarrollan con los mismos ingredientes que antes. Pero si no consiguen alcanzar este acuerdo armónico, y no resultan acordados los graves con los agudos en el primer intervalo o en el segundo o en la octava, si un solo tono falla, todo el acorde queda malogrado, como que no podría servir de acompañamiento al canto21 . Entonces cambian de lo mayor a lo menor antes del momento asignado, porque desconocen lo que hacen.

Acerca de machos y hembras, de por qué nacen unos [9 ] y otras daré mis explicaciones al avanzar el escrito. Pero cualquiera que sea el sexo de la parte que avanza y consigue la armonía, ésta se mueve, siendo húmeda, por efecto del fuego. Al moverse se inflama y consigue su nutrición de los alimentos y del aire respirado que penetran en la mujer; así al comienzo en todo igualmente, en tanto que es algo tierno. Pero por efecto del movimiento y del fuego se seca y se solidifica; y al solidificarse se endurece en toda su superficie. Entonces el fuego, que queda encapsulado, ya no puede obtener suficiente nutrición ni expulsa el aire interno a causa de la dureza de la capa envolvente. De modo que consume la humedad del interior.

En cuanto a las partes duras y secas por naturaleza en el organismo, éstas no se consumen en nutrición del fuego, sino que se hacen más sólidas y se quedan compactas al faltarles la humedad, y son las que se denominan huesos y tendones. El fuego, a partir de la humedad combinada y agitada por él, organiza el cuerpo de acuerdo con la naturaleza y según el destino asignado de este modo: a través de las partes duras y secas no pueden forjarse pasajes duraderos, porque ahí no obtiene nutrición, lo que sí puede en las partes húmedas y blandas, ya que éstas le sirven de sustento. Pero también en éstas hay una sequedad que no es consumida por el fuego, y estas partes se cohesionan unas con otras.

El fuego que está encerrado en lo más dentro es el más abundante y consigue hacerse una salida más amplia, porque lo húmedo era por allí más abundante, y eso es lo que llamamos «vientre»22 . De allí salió hacia afuera, una vez que se encontró falto de alimento, y se fabricó conductos para el aire respirado y la obtención y distribución de los alimentos. La parte encerrada, que era la más húmeda del fuego, produjo en esos espacios interiores del resto del cuerpo tres conductos, que son lo que se llaman «venas cavas». Y entre éstas, lo que resta del agua se concentra y se densifica sólidamente en lo que se llaman las «carnes»23 .

[10 ] En resumen, el fuego todo lo ha organizado por sí mismo en el interior del cuerpo, a imitación del universo, acordando lo pequeño con lo grande y lo grande con lo pequeño24 . La cavidad estomacal es como el órgano más amplio, recipiente para el agua seca y húmeda, a fin de proporcionarla a todo el resto y recibir de todo lo demás, a la manera del mar, nutridor de los animales adaptados a él y destructor de los inadaptados. En torno a esta 〈cavidad estomacal〉 produjo el fuego una condensación de agua fría y húmeda, conducto para un aire interior frío y caliente, a imitación de la tierra, que transforma todo lo que cae sobre ella. Y al consumir esto y desarrollar lo otro, ha logrado una dispersión de agua ligera y de fuego aéreo, invisible y visible, secreción de lo compacto, en lo que se mueve cada elemento para llegar a hacerse visible en el momento prefijado. En el interior el fuego ha formado tres circuitos, que se corresponden entre sí tanto por dentro como por fuera: el uno en las cavidades de lo húmedo, a la manera de la luna, el otro en la capa sólida circundante, a la manera de los astros, y el circuito medio que alcanza tanto el interior como el exterior, a la manera del sol.

El fuego más cálido y más intenso, que domina todo, que todo lo dirige de acuerdo con la naturaleza, inaccesible a la vista y al tacto, es aquel del que depende el alma, la inteligencia, el pensamiento, el crecimiento, la disminución, el movimiento, la alteración, el sueño, el estar despierto. Éste lo gobierna todo en todo momento, tanto lo de aquí como lo de allí, sin vacilar jamás.

Los hombres no saben observar lo invisible a partir [11 ] de lo visible25 . Porque usan técnicas semejantes a la naturaleza humana y lo ignoran26 . La providencia de los dioses27 les enseñó a imitar sus propias funciones, sabiendo lo que hacen pero desconociendo lo que imitan. Pues todo es semejante siendo distinto, concertado siendo divergente, dialogante sin entrar en diálogo, poseedor de razón siendo irracional. Opuesto es el modo de ser de unas cosas y otras, concertándose entre sí. Porque convención y naturaleza, con las que actuamos en todo, no andan de acuerdo, concordando28 .

Los hombres han establecido ellos entre sí lo convencional, aunque ignoran sobre qué bases lo establecieron; pero la naturaleza de todo la ordenaron los dioses. Lo que los hombres establecieron jamás se mantiene en los mismos términos ni correcta ni incorrectamente, pero cuanto los dioses determinaron persiste justamente. Tanto se diferencia lo recto y lo no recto.

[12 ] Yo voy a demostrar que las artes conocidas son similares a los procesos experimentados por la naturaleza humana, tanto visibles como internos. Así en el caso de la 〈técnica〉 adivinatoria29 . Por los signos visibles conoce lo invisible y por lo invisible lo visible, y por lo que es conoce el futuro, y por los muertos lo vivo, y por los hechos irracionales comprenden los adivinos, el que es sabio siempre de modo acertado, el que no es sabio unas veces sí y otras no. Eso es un simulacro de la vida y la naturaleza del hombre. Un hombre, tras haberse unido a una mujer, engendra un niño. Por lo visible conoce lo invisible, cómo será. La razón humana, que es invisible, conociendo lo visible avanza desde el niño hasta el hombre; por el presente conoce el futuro. No es similar el muerto al vivo; pero por el cadáver se conoce al ser viviente. El estómago carece de entendimiento, pero con él entendemos que tenemos sed o hambre. Las mismas experiencias están en la base del arte adivinatoria y de la naturaleza humana. Para quienes las conocen están siempre correctas, para los que no las conocen de manera permanente, unas veces sí y otras no.

Los artesanos funden el hierro con el fuego, presionando [13 ] al fuego con el soplo del aire; le sustraen el alimento que tenía, y volviéndolo maleable lo baten y lo moldean. Y con el alimento de otra agua 〈el hierro〉 se hace resistente. Lo mismo hace con el hombre el maestro de gimnasia: le sustrae mediante el fuego la nutrición de que disponía, presionándolo mediante la respiración. Y cuando se ha vuelto maleable 〈el individuo〉, lo golpea, lo moldea, y lo purga; y éste con una aportación de aguas de otra parte se vuelve resistente.

También los bataneros hacen eso: pisotean, baten, [14 ] estiran, y con rudo tratamiento fortalecen, cortando lo que sobresale y recosiendo embellecen los tejidos. Lo mismo le ocurre al hombre con ese tratamiento.

Los zapateros cuartean lo entero en trozos y de los [15 ] trozos hacen piezas enteras; cortando y taladrando lo que está pasado las recomponen en buen estado. También eso le pasa al ser humano. De sus conjuntos se cuartean trozos y de estos trozos ensamblados se originan conjuntos nuevos; sometidos a punzadas y cortes por los médicos en lo que tienen deteriorado, recuperan la salud. Y esto es lo propio de la medicina: rechazar lo que causa dolor, y al eliminar lo que motiva el dolor devolver la salud. La naturaleza por sí misma lo sabe: hace incorporarse al que está echado y reposar al que está en agitación, y también otros trazos de la medicina los posee la naturaleza.

[16 ] Los carpinteros sierran: el uno empuja, el otro tira, y ambos están haciendo el mismo trabajo; al empujar sube un lado y desciende el otro. Al hacer menor hacen mayor. Imitan la naturaleza del hombre. La respiración expele el aire y lo atrae; hace lo mismo en ambos casos. Por un lado oprime, por otro impulsa hacia arriba. De una sola alma, al dividirse, resultan otras, más o menos numerosas, más o menos grandes.

[17 ] Los arquitectos construyen sus obras conjuntadas de materiales diversos, humedeciendo los secos, secando los húmedos, troceando las piezas enteras y ensamblando las troceadas. De no ser así no resultaría lo que debe ser. Imitan la dieta del hombre: humedeciendo lo seco, secando lo húmedo, 〈los seres humanos〉 trocean lo entero y recomponen lo troceado. Todo eso, que es diverso, se armoniza.

[18 ] Las composiciones musicales no son idénticas a partir de los mismos tonos, de los agudos y de los graves, similares en el nombre, pero desiguales en su son. Los que más difieren mejor se acuerdan, y los que muy poco difieren muy poco se ajustan. Y si uno compone todo en un solo tono, elimina el placer. Los cambios más amplios y más varios son los más placenteros.

Los cocineros les preparan a la gente platos de manjares varios, distintos, que se combinan de varios modos, y de los mismos ingredientes resultan cosas diferentes, alimento y bebida para el hombre. Si todo lo hicieran igual, no habría en ello deleite. Ni si en el mismo plato lo combinaran todo tampoco estaría bien.

Los instrumentos de percusión en música dan unas notas altas y otras bajas. La música imita a la lengua30 que distingue lo dulce y lo ácido de lo que se le da a gustar, lo desacorde y lo acorde. Y da los sonidos altos y bajos, y no es correcto dar los altos bajos ni los bajos altos. Cuando la lengua está bien afinada hay placer en el acorde y disgusto en lo discordante.

Los curtidores tensan, frotan, peinan, lavan; del mismo [19 ] modo se trata a los niños. Los canasteros dando vueltas al cesto lo trenzan, y partiendo de un comienzo concluyen volviendo al mismo comienzo. Lo mismo acaece en el ciclo del cuerpo: donde comienza ahí viene a concluir.

Trabajan otros el oro: lo baten, lo lavan, lo funden. [20 ] Al fuego suave, pero no al violento, se solidifica. Y, una vez que lo tienen trabajado lo utilizan para todo. El hombre sacude el trigo, lo lava, lo muele, y lo utiliza cociéndolo al fuego; pero no se aglutina en el cuerpo con un fuego violento, sino con uno suave.

Los escultores hacen una imitación del cuerpo sin [21 ] alma, y forman seres no dotados de razón, a partir de agua y tierra, humedeciendo lo seco y secando lo húmedo; recortando lo que sobra y añadiendo lo que falta, desarrollando (sus obras) de lo más pequeño a lo más grande. Lo mismo sucede en el hombre: va creciendo de lo más pequeño a lo más grande, eliminando lo que sobra, añadiendo lo que falta, humedeciendo lo seco y secando lo húmedo.

Los alfareros hacen girar el torno, y éste no se desplaza [22 ] ni adelante ni atrás, y al moverse en los dos sentidos a la vez imita la rotación del universo. Y con la misma rueda que voltea sobre sí fabrican variados cacharros, nada semejantes uno a otro, a partir de los mismos materiales y con los mismos instrumentos. Lo mismo les pasa a los hombres y al resto de los animales. En el mismo ciclo son modelados todos, de los mismos materiales y con los mismos órganos, tornando seco lo húmedo y húmedo lo seco, y no son semejantes en nada.

[23 ] Un caso parecido es el de la escritura: combinación de figuras, signos de la voz humana, capacidad de rememorar los hechos pasados, y de indicar lo que debe hacerse31 . El conocimiento se construye con siete figuras. Todo eso lo ejecuta el hombre, tanto el que sabe de letras como el que no sabe. A través de siete estructuras también se construyen las sensaciones del hombre: el oído en contacto con los sonidos, la vista con lo visible, las narices con el olor, la lengua con el sabor de lo gustoso y lo desagradable, la boca con el habla, el cuerpo con el tacto, los conductos interiores y exteriores con el aire cálido o frío. Gracias a estos sentidos le llega al hombre el conocimiento.

[24 ] El esfuerzo competitivo, el aprendizaje gimnástico es algo así por el estilo: 〈los maestros de gimnasia〉 enseñan a transgredir las normas según una norma, a ser injustos justamente, a engañar, hurtar, robar, cometer actos violentos, a lo peor de la mejor manera32 . El que no hace eso es malo, y el que lo hace bien bueno. Una muestra de la insensatez popular. Admiran eso, y consideran que entre todos 〈los participantes〉 sólo uno es bueno, y todos los otros malos. Muchos son los que admiran, pocos los que entienden.

Las gentes que acuden al mercado hacen lo mismo. Los hombres practican el engaño comprando y vendiendo. Y el que más engaña, ése recibe admiración. Bebiendo y enfureciéndose hacen lo mismo. Corren, pelean, combaten, roban, engañan, y uno solo de todos es premiado. El arte del actor embauca a los espectadores. Dicen unas cosas y piensan otras; los mismos entran y salen que no son los mismos. Propio del hombre es decir esto y hacer aquello, y que la misma persona no sea la misma, y sostener unas veces un juicio y otras otro. Así que todas las artes tienen algo en común con la naturaleza humana.

El alma humana que, como ya dejé dicho, presenta [25 ] una combinación de fuego y agua y las partes del ser humano, se introduce en todo ser vivo que respira, y ciertamente en cualquier humano, sea joven o viejo. Pero no en todos se desarrolla del mismo modo, sino que en los cuerpos más jóvenes, donde la circulación es rápida y el cuerpo está creciendo, se inflama y se consume ligera en el desarrollo del cuerpo. En cambio, en los de más edad, cuando la circulación ya es lenta y el cuerpo está más frío, se gasta en la mengua del individuo.

Pero todos los cuerpos 〈humanos〉 que están en su plenitud y en las edades de procreación pueden nutrirla y desarrollarla. Un guerrero que puede dar comida a numerosos hombres es un jefe poderoso, pero cuando éstos le abandonan se ve más débil. Así es también para cada cuerpo. Los que pueden nutrir muchísimas almas ésos son los más fuertes, y a medida que éstas les abandonan son más débiles33 .

[26 ] Lo que penetra en otro terreno no se desarrolla, tan sólo lo que penetra en la mujer se desarrolla si encuentra las condiciones favorables. Entonces todos sus miembros se distinguen y se desarrollan a la vez, y ninguno con anterioridad o retraso sobre otro34 . Los mayores por su condición natural se hacen visibles antes que los menores, sin haber nacido antes ninguno.

No todos los seres se estructuran en el mismo tiempo, sino que unos van más deprisa y otros más despacio, según como consiga cada uno el fuego y la nutrición. El caso es que algunos alcanzan a ser visibles a los cuarenta días, lo otros a los dos meses, y los otros a los cuatro. Y del mismo modo llegan al nacimiento: unos más aprisa, a los siete meses, completamente formados, y los otros, más lentamente, a los nueve meses se muestran a la luz por completo con la composición que mantendrán a lo largo de su vida.

[27 ] Con que machos y hembras se originan regularmente, en lo posible, de este modo. Las hembras, que son más afines al agua, se desarrollan a partir de comidas, bebidas y hábitos fríos, húmedos y blandos; los machos, más próximos al fuego, de los alimentos secos y cálidos y de una dieta semejante. De modo que si se quiere engendrar una hembra hay que adoptar un régimen afín al agua, y, si un varón, hay que mantener una pauta afín al fuego. No sólo al hombre le conviene hacerlo, sino también a la mujer.

Porque lo que se desarrolla no es sólo 〈el germen〉 segregado por el hombre, sino también el de la mujer, por lo siguiente35 . Ninguna de las dos partes tiene de por sí suficiente movimiento a causa de la abundancia de lo húmedo y por la debilidad del fuego para consumir el flujo y volverlo sólido. Pero cuando ambos 〈gérmenes〉 se encuentran convergiendo en un mismo lugar, se suman uno al otro, el fuego con el fuego y el agua con el agua del mismo modo. Si entonces han caído en lugar seco, se produce el movimiento y el fuego domina al agua confluyente, y desde este encuentro se desarrolla el fuego, hasta el punto de no ser apagado por el flujo que sobreviene, sino que resiste su avance y lo solidifica sobre la base ya formada. Pero si caen en húmedo, enseguida desde un comienzo 〈ambos gérmenes〉 se apagan y se disuelven en el proceso de mengua.

Sólo en un día de cada mes pueden solidificarse unidos y dominar los flujos que les sobrevienen, y eso siem-pre que resulte que han convergido en un mismo lugar al mismo tiempo desde ambos lados36 .

[28 ] Pueden cohesionarse mutuamente lo femenino y lo masculino porque en uno y otro de los progenitores se nutren uno y otro37 y porque el alma es lo mismo en todos los seres vivientes, aunque el cuerpo de cada uno sea diferente. En efecto el alma siempre es idéntica, tanto en el más grande como en el más pequeño; porque no se altera ni por su condición natural ni por presiones, en tanto que el cuerpo nunca es el mismo, ni por naturaleza ni a la fuerza, ya que algo de él se disgrega en todo y algo se mezcla con todo.