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La pandemia del Covid 19 se constituyó en un motor impensado de transformaciones urgentes para la mayoría de las actividades humanas, y la virtualidad y las tecnologías salvaron del colapso a la sociedad. En el periodismo, aquello significó unos cambios en las agendas informativas, en los estilos de trabajo, en lógicas y lenguajes, para acometer un hecho histórico que además combinaba la esfera científica con la cotidianidad más próxima. Coincidente en el tiempo, en Colombia estalló un fenómeno de malestar y protesta social generalizados, relativamente inéditos a pesar de la vieja violencia estructural. Desde el centro, la gran prensa nacional se vio desbordada y perpleja y asistió a toda una cátedra de buena reportería y responsabilidad histórica por cuenta de los medios regionales. Y en un plano universal, y ante la acometida de nuevas realidades que parecen peligrosamente irreversibles, como el calentamiento global, los desastres naturales que de él se derivan, el agotamiento de tierras fértiles, los cambios climáticos, el periodismo sigue buscando nichos, signos, estrategias para montarse en una información que se volvía más vital que cualquier otra, y que como nunca en la historia implica mover voluntades, exigir políticas y hacer pedagogía.
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Reinvenciones sobre la marcha / organizan Feria Internacional del Libro de Bogotá ; Universidad Externado de Colombia. Facultad de Comunicación Social - Periodismo. -- Bogotá : Universidad Externado de Colombia. Facultad de Comunicación Social – Periodismo ; Feria Internacional del Libro de Bogotá, 2023. -- Primera edición.
313 páginas ; 21 cm. (Encuentro Internacional de Periodismo ; 12)
ISBN: 9786287620148 (impreso)
1. Periodismo -- Aspectos sociales -- Colombia -- Congresos, conferencias, etc. 2. Corresponsales extranjeros -- Congresos, conferencias, etc. 3. Covid-19 (Enfermedad) -- Congresos, conferencias, etc. 4. Pandemias -- Congresos, conferencias, etc. 5. Paros cívicos – Congresos, conferencias, etc. I. Encuentro Internacional de Periodismo (12 : 2021 : Bogotá) II. Universidad Externado de Colombia. Facultad de Comunicación Social – Periodismo III. Feria Internacional del Libro de Bogotá IV. Título V. Serie
302.23 SCDD 21
Catalogación en la fuente -- Universidad Externado de Colombia. Biblioteca. MRJ.
febrero de 2023
ISBN 978-628-7620-14-8
© 2022, UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA
Calle 12 n.º 1-17 Este, Bogotá
Teléfono +57 (601) 342 0288
www.uexternado.edu.co
Primera edición: febrero de 2023
Diseño de cubierta: Departamento de Publicaciones
Corrección de estilo: Javier Correa Correa
Composición: David Alba
Impresión: Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S. - Xpress Kimpres
Tiraje de 1 a 1.000 ejemplares
Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra, sin autorización expresa y por escrito del Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad de los autores.
Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions
Reinvenciones sobre la marcha
Ecología: ¿es tarde para el hombre?
La otra Guerra
Pandemia: un año y medio con titular a seis columnas
Los restos de la revolución
Noticias falsas: ¿una guerra perdida para el periodismo?
Paros y malestar social: una cátedra desde las regiones
Corresponsales extranjeros: el reporte diario sobre un país convulso
Imágenes de un país desconocido
Vidas que cuentan
Participantes en el XII encuentro internacional de periodismo
Brigitte Baptiste y Alma Guillermoprieto son dos mujeres que en sí mismas envuelven toda la metáfora de la reinvención. Brigitte, bogotana, hoy rectora de la Universidad EAN, y antes directora del Instituto Humboldt, nació siendo Guillermo Baptiste en 1963, y luego de recorrer su propio camino, desentrañar sus claves y resolver sus incógnitas se encontró a sí misma en Brigitte, bióloga, ecologista, profesora, madre y esposa. Alma, mexicana, partió hacia Nueva York en los años 60 con la meta de ser bailarina de ballet clásico, y luego de persistir un buen tiempo, y tras la declaración sincera del gran coreógrafo Merce Cunningham de que quizá debería intentar otra cosa, se aventuró en el periodismo. Cubrió los conflictos bélicos centroamericanos, la guerra en Colombia, las crisis políticas de México, hasta derivar en la ecología y en el feminismo, y elevarse como una de las cronistas más importantes de Latinoamérica, premio María Moors Cabot y Princesa de Asturias.
Brigitte y Alma entonces son ejemplos vivos de las posibilidades de la reinvención, y de la llegada al lugar posible, al espacio en el que cada quien quiere ser, estar por vocación, por sensibilidad, por compromiso vital.
Esa es la temática que nos propusimos para la decimosegunda edición del Encuentro Internacional de Periodismo, de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, 2021, que paradójicamente también tuvo que hacer sus reinvenciones sobre la marcha, luego de que la pandemia del Covid 19 obligó a cancelar la versión del año 2020, y exigió en el 21 apelar a la virtualidad y a la programación académica en bibliotecas y auditorios pequeños, ante la imposibilidad de acudir al espacio multitudinario y masivo de Corferias.
La pandemia en sí misma se constituyó en un motor impensado de transformaciones urgentes para la mayoría de actividades de la especie humana, y la virtualidad y las tecnologías salvaron del colapso a la sociedad. Y en el periodismo, aquello significó unos cambios en las agendas informativas, casi siempre priorizadas hacia la política, lo judicial y la economía, y con la salud y otros temas imprescindibles mas no urgentes en el vagón de cola. En muy pocas semanas, las redacciones de los diarios y los noticieros tuvieron que cambiar no solo sus estilos de trabajo, sino sus temáticas, sus lógicas, sus lenguajes, para acometer un hecho histórico que además combinaba de modo forzoso la esfera científica con la cotidianidad más próxima. Enorme reto el de ir explicando en la sencillez y exactitud necesarias un fenómeno que también estaba develando sus claves y sus misterios sobre la marcha.
Coincidente en el tiempo, en Colombia estalló un fenómeno de malestar y protesta social generalizados, relativamente inéditos a pesar de la violencia estructural y del viejo conflicto armado. Desde el centro, los medios tuvieron que repensar sus cubrimientos, sus neutralidades, sus compromisos para entregar informaciones que pusieran en contexto y en equilibrio el momento histórico. Sigue abierto el debate acerca de cómo lo hicieron, pero quedó registrado que, desde las regiones, desde los medios pequeños, independientes, comunitarios, hubo toda una cátedra de periodismo de profundidad, responsable, a tono con las víctimas, y sin obediencias a los eternos poderes económicos y políticos. Una gran lección sobre la marcha.
Y en un plano universal, y ante la acometida de nuevas realidades que aún no se dimensionan en su magnitud, y que parecen altamente perniciosas y peligrosamente irreversibles, como el calentamiento global, los desastres naturales que de él se derivan, el agotamiento de tierras fértiles, los cambios climáticos, el periodismo sigue buscando nichos, signos, estrategias para montarse en una información que se volvió más vital que cualquier otra, y que como nunca en la historia implica mover voluntades, exigir políticas y hacer pedagogía.
He ahí a grandes rasgos las discusiones centrales de este XII encuentro Internacional de Periodismo, cuyas memorias entregamos ahora.
Sergio Ocampo MadridEscritor.
Invitados: Brigitte Baptiste y Andrés HurtadoModerador: Sergio Ocampo Madrid
Presentadora: Este encuentro de periodismo es catalogado como uno de los más importantes de la región y, en su decimosegunda versión, propone la discusión acerca de las “Reinvenciones sobre la marcha”. ¿Por qué reinvenciones, por qué sobre la marcha? Esto es producto de los desafíos que han traído acontecimientos sociales como los estallidos mundiales que hemos visto en varias subregiones, la transnacionalización de industrias criminales, los fuertes activismos por la ecología y la actual pandemia del Covid 19. Ante todos estos acontecimientos, el periodismo ha decidido revisar sobre la marcha sus agendas, sus formatos y hasta sus principios, y asumir unas nuevas apuestas en un horizonte arriesgado en el que todavía faltan muchas certezas para obtener conclusiones verdaderas y confiables. Esta tarde estamos muy contentos, ya que esta presencia de ustedes, estudiantes y docentes, y todo el equipo administrativo de la Facultad en este Campus de la Universidad, es muy importante para nosotros y para este Encuentro. Esperamos que sea el inicio de una nueva etapa en su proceso de formación y aprendizaje. Saludamos también a las personas que nos acompañan vía streaming a través del Centro de Eventos de la Zona Digital del Externado, del Facebook Live de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo y de Filbo Digital. Los invitamos a que compartan el hashtag #VolvernosAEncontrar y el hashtag #EncuentroPeriodismo2021. Sin más preámbulo, vamos a dar inicio al XII Encuentro Internacional de Periodismo y para eso quiero invitar al doctor Hernando Parra Nieto, rector de la Universidad Externado de Colombia. Rector, maravilloso volver a vernos presencialmente; le dejo entonces la inauguración del Encuentro.
Rector: Muy buenas tardes para todas y todos y, como decía Clara Marcela, qué grato volver a encontrarnos, volvernos a mirar a los ojos, sin que exista de por medio una pantalla. No hay nada más maravilloso que eso para un ser humano, así que gracias por haber venido, gracias por estimularnos para continuar construyendo nuestra casa de estudios. Le extiendo un caluroso saludo a la doctora Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN; al doctor Andrés Hurtado, invitado especial para este encuentro; a Sandra Pulido, directora de la Feria del Libro de Bogotá; a la doctora Luz Amalia Camacho, nuestra decana de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo; al profesor Sergio Ocampo Madrid, escritor y periodista; a los amigos de la Cámara Colombiana del Libro; a los docentes, egresados y a ustedes, nuestros queridos estudiantes. Como rector de esta universidad, extiendo un cordial saludo de bienvenida a todos y todas al Décimo Segundo Encuentro Internacional de Periodismo organizado por la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de esta casa de estudios, en asocio académico con la Cámara Colombiana del Libro en el marco de la celebración de la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Durante estos últimos doce años, estos encuentros han sido una oportunidad vertiginosa y fundamental para la exposición de ideas, libros, investigaciones, reportajes y ensayos periodísticos adelantados por escritores y escritoras de las más altas calidades. Además, este espacio académico y cultural se ha transformado en un soporte para los estudiantes de Comunicación Social y Periodismo, y también en un foro para que la comunidad académica tenga acceso a los conocimientos de los nuevos desarrollos, las tendencias y los cambios en el ámbito de la comunicación social. Me asiste la plena convicción de que las temáticas desarrolladas en los próximos días serán de completo interés para quienes nos acompañan presencialmente desde este auditorio principal, así como desde los espacios sincrónicos que la virtualidad ahora nos ofrece. Bajo este espíritu propositivo, quisiera presentar algunas reflexiones con ocasión de las temáticas que serán desarrolladas por nuestros invitados e invitadas tanto nacionales como internacionales. Durante las últimas dos décadas, y en especial durante los últimos cinco años, el mundo ha afrontado enormes cambios a nivel tecnológico, económico, social, cultural y político, los cuales no solo han pasado innumerables fronteras físicas e idiográficas, sino que también han afectado diversos aspectos de la cotidianidad, habiendo generado con ello un nuevo panorama mundial en diferentes sectores. Los medios de comunicación, y en especial el periodismo, no han sido ajenos a ello; en casi la totalidad del mundo, la forma de comunicarse y especialmente de informarse se ha transformado. De una parte, el acceso a la información se ha abierto de manera irreversible y, de otra, los canales de comunicación y los vehículos de expresión, así como su alcance, han aumentado; lo que hasta hace unos años era privilegio de unos pocos pasó a ser un acto cotidiano para la gran mayoría de seres humanos: la producción y emisión de contenidos. En medio de este escenario, los medios de comunicación se han visto enfrentados a una repentina competencia, motivante en la gran mayoría de los casos, pero también peligrosa y desleal en muchos de ellos. En materia periodística, atrás quedaron las épocas en las que solo algunos podían emitir una información y esta debía pasar por todo un proceso de comprobación, verificación y editorialización antes de ser emitida. Había responsabilidades y responsables de la ética y los altos estándares de calidad; otrora, quien difundiera un contenido de cualquier tipo, realizara una afirmación o emitiera un juicio, debía surtir una cierta y rigurosa cantidad de etapas. No obstante, hoy cualquier persona, mediante un teléfono celular con acceso a internet, puede informar o desinformar a millones de personas en cuestión de segundos. Frente a esta innegable realidad, surge la necesidad y obligación en los medios de comunicación, y desde la academia, de no ceder ante la competencia de la mal llamada “nueva forma de hacer las cosas”, sino por el contrario reincorporarse, fortalecerse y responder ante esta nueva realidad y exigencia de las audiencias con calidad, rigurosidad, propuestas innovadoras, nuevos formatos, e incluso con educación y pedagogía en el consumo. Desde la academia, estamos seguros de que, por lo menos en materia informativa y periodística, no se trata solo de formar periodistas como productores de información, sino, por el contrario, se trata de instruir en procesos de calidad informativa, de oportunidad, veracidad, objetividad y todo bajo la certeza del inmenso impacto social que genera la labor del periodista. Los medios de comunicación tienen un deber y una responsabilidad y cumplen una función social por el bien de todos; por ello, no los podemos marginar. Esta casa de estudios está comprometida con la formación de una nueva generación de comunicadores y periodistas que consoliden en el perfil profesional lo mejor del conocimiento y experiencia de los grandes periodistas a nivel nacional e internacional, que los incorpore con las competencias propias de los nuevos y grandes avances tecnológicos, de suerte que se construya para el profesional de la comunicación una sólida base de principios, valores y derechos fundamentales, los cuales habrán de guiar un modelo de ejercicio de la comunicación que cumpla con el objetivo de informar y educar en un contexto de mejora social como medio de asegurar un futuro más promisorio para nuestro país. En este instante debo presentar ante ustedes la preocupación de la academia, y específicamente de la Universidad Externado de Colombia, por la aprobación reciente de la Ley 2142 que permite a instituciones sin formación ni vinculación universitaria promover programas de maestrías y doctorados; registro ante ustedes y ante este auditorio esa inmensa inquietud de los que hemos trabajado en la academia durante muchos años y vemos que esa tradición, y que toda esa labor y legado, pueden verse en algún momento opacados por la aprobación de esta ley. Finalmente, debo manifestarles que el camino es largo y que el análisis profundo requiere de diversas visiones y, además, de la contribución de diversos sectores, pero estoy seguro de que con la voluntad de todas y todos encontraremos un adecuado balance entre lo que nos imponen los acelerados cambios del momento que vive el mundo, y la sensatez que se exige para el ejercicio consciente de una profesión con tanta responsabilidad social como el periodismo. Muchas gracias, buenas tardes y buen augurio para este evento.
Presentadora: Damos inicio a la primera sesión, denominada “Ecología, ¿es tarde para el hombre?”. Nos acompañan la doctora Brigitte Baptiste, bióloga y rectora de la Universidad EAN, columnista del periódico La República y el diario El Espectador, y el doctor Andrés Hurtado, reportero, cronista, ambientalista, fotógrafo, licenciado de la Universidad del Valle y doctor en Literatura de la Universidad Complutense de Madrid. Ellos estarán en compañía, como moderador, del profesor, escritor y periodista Sergio Ocampo Madrid. Bienvenidos.
Sergio Ocampo Madrid: De verdad es muy emocionante para mí estar aquí otra vez después de un año y medio de encierro. Hace poco estuve en una cita médica y en la sala de espera alguien me miraba desde el otro lado hasta que no se aguantó más y me preguntó: ¿Usted es el profesor Sergio Ocampo? Le contesté que sí, me dio su nombre y me dijo que era de la revista Percepciones. Fui su profesor y probablemente de aquí en adelante jamás lo vuelva a ver, y nunca hubiera sabido cuál era su cara si no hubiera sido por esa ocasión. Es glorioso estar aquí nuevamente, en este auditorio en el que hemos pasado tantas cosas importantes del Encuentro de Periodismo de la Universidad, y es un honor estar aquí en toda la mitad de dos referencias fundamentales para el ambientalismo y otras causas de este país. Brigitte es una referencia obligada desde la academia, la ciencia, la investigación, y también desde la docencia e inclusive el periodismo, por sus columnas, y Andrés es el gran cronista de la naturaleza, de los viajes; yo casi me atrevería a decir que es el cronista ambiental y el cronista de viajes por Colombia más importante del último siglo. Estuve hurgando unas notas de prensa y hace 26 años salió una en El Tiempo en la que contaban que había caminado un millón de kilómetros hasta 1995 y que los llevaba registrados gracias a un pequeño aparato. En estos 26 años puede haber caminado otro millón de kilómetros más. Entonces tenemos aquí una enorme referencia desde la crónica, el periodismo, la fotografía y también la docencia. Muy bienvenidos Brigitte y Andrés; comencemos entonces. Este año ha sido particularmente crítico en cuanto a las informaciones sobre calentamiento global. El 13 de enero, de acuerdo con una columna tuya, Brigitte, un grupo importantísimo de 17 científicos de talla mundial entregaron un informe aterrador sobre cómo, en menos de 10 mil años, la humanidad destruyó la mitad de la vegetación del planeta, extinguió el 20% de su biodiversidad, puso en riesgo otro 40% de las especies de animales silvestres, que han decaído en un 68%; que los insectos están desapareciendo; solo queda el 15% de los humedales que existían en el siglo XVII... en fin. Para completar, el 9 de agosto, o sea hace menos de un mes, el IPCC, que es el Grupo Intergubernamental para el Cambio Climático, entregó un informe que dice que de aquí al 2050 esto se va a haber calentado 2 grados más, con todo lo que eso significa. Yo quiero arrancar preguntándoles qué tan aterrador es el panorama. ¿Hemos llegado a un punto de no retorno? ¿Hay alguna expectativa de cambio? ¿Alguna posibilidad de corregir todavía este horizonte que es apocalíptico?
Brigitte Baptiste: Buenas tardes a todas y a todos. Andrés, debe ser por lo que camina tanto que se mantiene idéntico durante los años y espero que siga haciéndolo; la fuente de la juventud es la naturaleza, indudablemente. Bueno, yo creo que estamos ante un escenario muy preocupante, para no utilizar la palabra aterrador, porque lo aterrador tiende a dejarnos inmóviles y no queremos eso: necesitamos movernos muy rápidamente. Y es un escenario en que el mundo ha cambiado radicalmente; estamos habitando otro planeta. En los años 60 y 70 yo era muy aficionada a leer historias de marcianos y a pensar que quería ser astronauta como el astronauta Spiff de las tiras cómicas e ir a descubrir mundos; nunca me imaginé que íbamos a convertir la Tierra en ese planeta un poquito agreste al que había que volver a adaptarse y en el cual íbamos a necesitar utilizar todo nuestro ingenio para sobrevivir. Lo que sucede es que, en un planeta tan distinto, nosotros vamos a tener que ser sustancialmente distintos si queremos persistir. Una parte de la respuesta a esa preocupación tiene que ver con la capacidad adaptativa que tengamos a las nuevas condiciones climáticas, sobre todo porque esas ya son en gran medida irreversibles. El daño climático está hecho; por supuesto no queremos agravarlo ni que el daño climático convierta esto en un caos, pero vamos a tener que entender esa condición como una condición dada, probablemente inmanejable por centenares o miles de años. Los glaciales no van a volver y muchas de las predicciones que hace el IPCC son en el orden de las decenas de los centenares de años, de manera que eso está bastante consolidado. Insisto: no hay que empeorarlo, pero por el lado de la vida, por el lado de la biodiversidad, que es el otro elemento que mencionan los informes de la IPCC, de la Convención de Diversidad y de los organismos científicos, tenemos una esperanza un poquito más amplia porque la vida reacciona rápido. La vida tiene un poder increíble de reorganizarse, de recolonizar y de restaurarse, así que, si los seres humanos logramos asumir una actitud restauradora de la vida, una actitud completamente distinta desde la espiritualidad, desde las prácticas, desde la ética, desde nuestros consumos... en fin, en todo sentido, si logramos pensar distinto. En Colombia es donde todo eso tiene que empezar, además, porque es el país de la biodiversidad. Estoy segura de que vamos, cuando menos, a avanzar en estas dos o tres décadas que necesitamos para adaptarnos al cambio climático. Va a requerir un ingenio y una capacidad creativa tremendas, pero no dudo que ustedes las tengan.
Sergio Ocampo Madrid: Andrés, ¿qué dices tú ante esa pregunta? ¿Es tarde para la humanidad?
Andrés Hurtado: Permítanme comenzar saludando a Brigitte: la ciencia (la señala), la experiencia (se señala a él mismo). Y empezar como hacen los copleros en los llanos cuando llegan por primera vez, o lo que dicen los argentinos en una payada de contrapunto: como es la primera vez que en esta casa yo canto, Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo.
Bueno, creo que vamos a tener dos visiones distintas y ambas creo que verdaderas, si es posible. Brigitte habla desde la ciencia –ella es científica y respetable– y yo hablo desde la experiencia. Yo soy 101% pesimista; no más, para no exagerar. Tengo 80 años bien vividitos; sigo subiendo montañas, sigo haciendo de todo. Hace 60 años no conozco la Navidad en las ciudades, siempre siguiendo ese consejo de Teilhard de Chardin, que es clave dentro del ecoturismo pero que nadie lo practica: “Dejadme sentir la inmensa música de las cosas”. Hace 60 años que comencé a recorrer el país y más todavía, porque a los 4 años, en la finca de mi papá, entre Armenia y Calarcá, a orillas del rio Quindío, me fui a la orilla del río a ver cómo era eso, cómo era que llegaba el agua. Sigo sin entender cómo nace el agua, por más que he recorrido nacimientos de ríos en todo el mundo. Caño Cristales es uno de ellos. Lo que sí sé es cómo se acaban los ríos muy rapidito. A los 4 años me perdí casi en el páramo (qué berraco el niño); mi papá era un importante cafetero y organizó lo que pudo en Armenia y me buscaron con perros y todo. Casi muerto de hambre me encontraron. A los 7 años subí por primera vez al Nevado del Ruiz; aquello sí tenía nieve. Yo era scout y a los niños scout lobatos no nos dejaban hacer esas excursiones, pero mi papá era un cafetero importante y logró que en el colegio de los hermanos maristas (yo soy marista) me autorizaran. Llegué tranquilo a la cumbre, 5.220 metros, y los grandes vomitaban, se orinaban y como dice el Quijote en su capítulo sexto, se desaguaban por entrambas canales. Yo corría feliz en la nieve y ellos casi se morían; yo bajé y casi me muero a la bajada, y en cambio, ellos bien. Desde entonces llevo recorriendo el país. Fuera del país, atravesé dos veces el desierto del Sahara (Sájara, como dicen allá), con temperaturas de 50 grados hasta llegar a una ciudad francesa que está al sur del Sahara, donde murieron mil personas el año que yo llegué. Yo no soy científico ni soy profeta, pero soy simplemente una persona lógica que mira las cosas y saca las conclusiones. Lo acaba de decir Brigitte muy sabiamente: todavía hay tiempo, y tiene razón; si nosotros queremos restaurar, y recalco el “si” condicional, el “if” de los ingleses, como va a decir mi próximo artículo de El Tiempo, el cual escribo con miedo y se titula “¿Todavía es tiempo?: no nos mientan”, si queremos y nos ponemos las pilas, se puede. La pregunta es: ¿nos las vamos a poner? ¿Cuántos foros ha hecho la humanidad y nada? Y tenemos Trumps y tenemos Bolsonaros. Los países no quieren hacerlo. Una cosa que descubrí, y puedo estar equivocado, es que quien salva al país no son ustedes ni yo, son los gobiernos con ayuda de nosotros. ¿Qué ganamos si yo me desgañito defendiendo los páramos y el gobierno hace carreteras? ¿Qué hacemos si el gobierno manda destruir la Selva del Darién haciendo otra carretera más? ¿Se necesitan carreteras? Llevo toda la vida viendo destrucción de selva, viendo minería, viendo narcotráfico, me ha cogido la guerrilla, los conozco a todos, etc. No quiero alargarme, pero cada vez nos dicen Sí y ponen fecha; han puesto 2030 pero debería ser ya. Para que Colombia haga algo, tenemos que acabar con el petróleo ya; Petro dijo que si es presidente acaba con el petróleo, pero yo no votaré por él porque es muy loquito. Pero si acabamos con el petróleo, que deberíamos de acabarlo, ¿ya tenemos otra forma de energía? No la tenemos de aquí al 2030, entonces soy 101% pesimista; esto no tiene salvación. La vida del hombre se acaba en la Tierra y, como dijo Brigitte, seguirá la Tierra con sus cambios, pero la vida del hombre en la Tierra se acaba. Para no extenderme y no faltarles al respeto, más adelante hablamos de lo que hay que hacer.
Sergio Ocampo Madrid: Es muy fácil rastrear el pensamiento de ustedes dos en los últimos 20 años porque casi todo ha quedado registrado en columnas, en textos, en conferencias, y evidentemente Brigitte resuma optimismo, y Andrés, escepticismo. Hoy, Brigitte, publicaste en El Espectador tu columna y es sobre el clima; creo que se titula “Primero el clima” y decías algo que me llamó la atención: se pueden hacer cosas, pero qué tal convertir las Fuerzas Armadas en contingentes de paz climática. ¡Wow! Se necesita un espíritu muy elevado para pensar en los soldados haciendo algo como eso y se necesita un espíritu muy optimista también para pensar que podríamos, que deberíamos, o que podemos llegar hasta allá. Igual aplaudiste la ley contra la deforestación empresarial cuando la sancionaron, el BanCO2, siempre con una mirada muy positiva. Andrés, en cambio, hay una columna tuya en los años 70 y acabas de decir lo mismo, que el hombre se va a extinguir y el planeta va a seguir, y aquí apelo a Gonzalo Arango cuando decía que “La Tierra reverdecerá sin nosotros, pero nosotros sin ella no viviremos ni un instante”. Lo decía hace 45 o 50 años. Andrés, la pregunta ya más específica es: ¿Y a Colombia cómo le va en ese panorama tan espantoso?, ¿qué es lo que hay que hacer? Sabiendo que nadie debe tener las fórmulas exactas, pero que ustedes dos sí lo han pensado muchísimo en todos estos años trasegando por el ambientalismo. ¿Cómo le va a Colombia específicamente y qué es lo que tienen que hacer estos gobiernos? Andrés, arranca tú, que dejaste sobre el tapete esa respuesta.
Andrés Hurtado: Hace poco, a raíz de esto que dijo la ONU, hubo una entrevista en la que le preguntaron a uno de los grandes que dirige una de las organizaciones del medioambiente, no voy a dar el nombre, y no eres tú, Brigitte, le preguntaron sobre cómo estamos en Colombia y dijo: “Muy bien”. Yo me tocaba aquí, aquí y aquí, que es lo único que tenemos: sexo, para usarlo bien; para amar, el corazón, y la cabeza. El resto, colesterol y pelos. ¿Que en Colombia estamos bien? Hablando con otro de los íconos, otro pesado del ambientalismo en Colombia, que está totalmente de acuerdo conmigo, me decía: “Andrés, lo que tú dices no hay que decirlo”. El muy cínico me decía: “Andrés, si uno es pesimista como usted, no le dan plata”. Yo le respondí: “Yo no tengo ninguna fundación, ni organización, ni voy detrás de eso. Yo no voy para que me den plata”. Pero tiene razón, si voy a una fundación y digo que no hay futuro, no me dan plata. ¿Cuál fue su pregunta?
Sergio Ocampo Madrid: ¿Cómo está Colombia en cuanto a cambio climático y qué hay qué hacer?
Andrés Hurtado: ¡Pues muy mal! Este presidente que tenemos es muy simpático, muy querido, muy de la casa, hay que reconocerle que no insulta como otros presidentes, pero... (hace gesto de que Duque es un pelmazo). Este señor se declaró a favor del Puerto del Pacífico. ¿Cómo se llama eso, Brigitte?: Tribugá, y es un problema porque hay que hacerle carreteras y las carreteras destruyen la selva. No ha querido firmar Escazú. Me puse a ver el presupuesto del año pasado (el de este año no lo vi) y el medioambiente era de lo último. Tiene buena fama internacional porque habla muy bonito sobre defender la selva, pero acá no hace nada. Hablan de la minería y de que el río Caquetá está envenenado; yo lo he recorrido todo y eso es muy sencillo. Si van a dinamitar las dragas, avisan a la gente para que se vaya, y entonces pasan y no encuentran ni una. De vez en cuando dinamitan una, desde el aire la destruyen. Yo he propuesto también cosas para los páramos, fáciles de hacer relativamente. Para que los campesinos, que son los que menos destruyen los páramos, pero que de todos modos hacen leña, siembran papa y tal, pues que les den a los campesinos bombonas con gas. Todos los campesinos bajan cada 15 días al pueblo a conseguir el mercadito y llegan a cierta parte que se llama Las Partidas donde están las mulas que los esperan y los llevan; que les financien el gas para que no destruyan el páramo. Hay muchas formas. La selva amazónica, ¿qué cuesta tener dos carros que vayan por las carreteras de penetración en el Guaviare, Retorno-Libertad-Calamar, por ejemplo, por lo menos para controlar a la gente que entra? ¿Por qué no hacer como hacen en Brasil que ya les enseñaron a los indios a usar los drones para mirar la selva? Hay muchas formas de hacer las cosas, pero el gobierno no ha querido, no ha podido, etc. ¿Qué es lo que hay que hacer? A mí me piden, a cada rato, consejos y eso es un tiquete para un tren que ya se fue, pero, de todos modos: ¿qué hay que hacer? Yo me rio de los granitos de arena que todos tienen que poner; esta niña tan linda que escribe un artículo para el periódico, no, pues ya salvó el país. Los particulares no podemos hacer mayor cosa que poner los granos de arena, cuando los poderosos no hacen nada para evitar los bultos o las volquetadas. Ahora sí termino: el país tiene cáncer, y el cáncer ha hecho metástasis. A un paciente con metástasis lo único que lo puede curar es un milagro; y el médico admite que ya no puede hacer nada porque ha hecho metástasis. Los demás podemos no hacer ruido para no molestar al enfermo, llevarle alcoholcito, un vasito de agua, y eso no hace nada. Lo único es un milagro; ya ni el médico. Y yo, que soy el papá o la mamá del niño enfermo que es el país, no lo voy a abandonar porque no hay futuro. Voy donde los sacerdotes de la Iglesia Católica y no pudieron; voy donde los evangelistas, menos; voy donde los indios de la selva que le dieron caca de rana y no sé qué más para curar al niño y no pudieron. El niño me dijo: “Papá, mamá, yo quiero ir a ver al ratón Mickey en Estados Unidos”; me empobrecí, pero lo llevé. El niño se murió, pero yo hice todo lo que podía hacer por el niño. Todos tenemos que hacer todo lo que podamos hacer; ¿servirá para algo? Brigitte, habla tú, querida... No me vayas a atacar mucho...
Brigitte Baptiste: Cuando he sobrevolado el Guaviare en las cabeceras del Inírida y el Guayabero, y uno ve esos campos deforestados inmensos y quemados, que sabe que los están viendo por satélite en tiempo real en todas partes, se pregunta: ¿por qué es tan difícil controlar que eso suceda? Uno ve los grandes hatos y las casas gigantescas de madera en la frontera de la deforestación, y piensa por qué no se pueden destruir, por qué no se pueden bombardear; dice uno: déjeme a mí el avioncito que yo espicho el botón para bombardear la casa. Puedo pasar dos veces para avisar y que no vaya a haber nadie. A uno le dicen mucho: “es que es más complicado, doctora”. El “más complicado” es el caballito de la voluntad o de la falta de voluntad política, porque allá hay una cadena gigantesca de intereses, de corrupción, de expectativas de gente a la que no le importa ni el cambio climático ni la biodiversidad ni las futuras generaciones ni nada de lo que está pasando aquí. Uno esperaría que fuera la minoría porque dicen que los buenos somos más; no sé cómo será el censo de esas cosas porque uno se pregunta también “¿bueno para qué?”. La incertidumbre también nos lleva a un punto muy cerquita al de la religión, que es el de la fe, de la esperanza contra toda evidencia, porque así ha pasado muchas veces en la historia; los milagros existen y las sorpresas sistémicas existen. Puede que sean equivalentes o puede que no. ¿Qué tal que hayamos aprendido algo en la Covid? ¿Qué tal que logremos tomar decisiones un poquito más avezadas y más atrevidas en los próximos años? No digo que para revertir los efectos de las cosas que ya son irreversibles, pero sí para garantizar que queda mundo para dos o tres mil millones de personas en el 2050, que hay una nueva humanidad que se está construyendo para vivir y colonizar de nuevo un planeta que reverdezca, pero donde ojalá también estemos nosotros. Hay muchos mensajes por todos lados, muchas ideas; yo trato en mis columnas de lanzar muchas ideas que escucho por la calle, de comunidades, de buenos políticos y otros no tan buenos, pero que también tienen ideas que uno puede aprovechar. Yo creo que no es falta de ideas sino de colectivos que las pongan en práctica. Mencionaba Sergio el tema de BancO2, una iniciativa que reconoce en los campesinos del país la posibilidad de proteger el bosque a cambio de un pago que el resto de la sociedad les hace para que lo cuiden, porque son proveedores de servicios ecosistémicos. Unos dirán: “ah, pero es meter a los campesinos en un negocio tremendo”; puede que sí o puede que no, pero es reconocer que en las ciudades dependemos completamente de la población rural para tener agua, oxígeno, comida, para tener mundo funcional ecológicamente hablando y que lo que tenemos que hacer es retribuir parte de esa condición. Uno se pregunta qué hay que hacer, después de que aprobamos el proceso de paz, sobre la reforma del proceso rural; el camino del proceso de paz es hacerlo con unos grupos humanos que van a proteger la selva, reconstruir los ríos, van a ayudarnos a todos a cuidar el ambiente. Pero no se ha implementado, va lentísimo. Todos los indicadores que esperábamos haber alcanzado, así como los niveles de desarrollo de esos indicadores, no se han cumplido por los temas de siempre: la tierra, la tierra, la tierra. En esta universidad han tenido expertos importantísimos, como el profesor Darío Fajardo, en temas de desarrollo social y de equidad, de Reforma Agraria, y ahí hay muchas respuestas por todas partes. Esa es una pregunta que quisiéramos hacer en una consulta popular y es parte de una lucha que uno da hasta el último día, para que no se diga que nos dimos por vencidos antes de tiempo. ¿Qué viene en la política? ¿Quiénes van a participar los próximos años en las decisiones? ¿Cuáles son las innovaciones tecnológicas que vamos a utilizar? ¿Cómo nos vamos a organizar para limpiar los ríos? Respuestas potenciales hay, y también la posibilidad de unas sorpresas sistémicas, insisto, que pueden reorganizar completamente las condiciones de vida muy rápidamente. Costos puede haber muchos, no financieros sino sociales gigantescos. De repente | más adelante hablamos de eso.
Sergio Ocampo Madrid: Bueno, Brigitte, qué bueno que metiste el tema de la fe en esa afirmación de que sí hay milagros, porque me das pie a lo que quiero proponerles en este momento, aunque ya de alguna manera Andrés me había dado pie cuando insistió en que “ahí está la ciencia; aquí está la experiencia”. Yo tengo una impresión muy personal, y no soy un experto ni pretendo serlo, ni saber algo de ambientalismo, solo me mueve una sensibilidad particular, pero la idea que tengo desde niño es que el ambientalismo, el ecologismo, nació de un intangible, con un sustento intangible, con una fuerte herencia espiritual, de reverenciar lo ancestral, de volver a lo natural, de mirar la maravilla de la diversidad; casi podría decir, como yo lo recuerdo, que el ambientalismo nace como de unos locos marihuaneros maravillosos y, con el paso de los años, se va convirtiendo en un tema terriblemente científico y económico, además. Y hace más de tres décadas le metieron el tema de la sustentabilidad, de la sostenibilidad; a ti, Brigitte, te leí algo que me gustó mucho, que todo proyecto no solo debería pensar en sostenibilidad sino en una capacidad regenerativa; algo como: “no solo no vamos a generar impactos negativos, sino que además vamos a rescatar”. Mi impresión es que la ecología, por darse más estatus, más credibilidad, hizo a un lado todas esas facetas místicas, esos saberes tradicionales; lo que te quiero preguntar a ti, Brigitte, es: ¿se abandonó esa esencia mística de la ecología para enfatizar demasiado en lo económico y en lo científico?
Brigitte Baptiste: Indudablemente, a partir de la modernidad, sobre todo los seres humanos, nos fuimos distanciando del mundo, pensando que con el conocimiento racional que íbamos adquiriendo podíamos controlar todo, pero esa idea del control no proviene de los científicos ciento por ciento: es una idea política. El que propone el control con vehemencia y que promete que va a lograr cosas a través del uso de la ciencia es el que hace la política a partir del conocimiento; los científicos son incluso tremendamente prudentes y conservadores. Sí, tenemos unos 200 o 300 años de una racionalidad muy arrogante y muy utilitaria, en el sentido de que el universo entero está a nuestra disposición, de que podemos disponer de las demás especies, podemos disponer del territorio, de los ríos, de los océanos, para satisfacer no solo nuestras necesidades sino para prolongar nuestras vidas más allá de unos umbrales que antes eran impensables, y para tener niveles de consumo que tampoco nunca habían existido previamente; eso es lo que llamamos huella ecológica. Ese distanciamiento es el que nos ha hecho perder de vista el funcionamiento del mundo, y eso para no hablar de la apreciación estética del mundo, del goce de la vida en el mundo, de que somos parte no accidental sino gozosa del mundo; los creyentes dirán que somos parte integral de la Creación y vivimos para regocijarnos, que es una palabra muy bonita, presente en la Biblia. Y yo no soy creyente, pero creo que el llamado a sentirnos parte del mundo y corresponsables del mundo y de la Creación es fundamental; es un llamado ético profundísimo y gran parte de la ciencia contemporánea lo siente y lo tiene muy presente. La sostenibilidad, en la actualidad, es una construcción intermedia entre la ética del científico que entiende el riesgo de la transformación y su valoración estética del goce de la vida y de la existencia, y del bienestar y la justicia, o sea los elementos que nos permiten seguir transformando el mundo con un propósito; allí es donde, como dicen, la marrana torció el rabo; el propósito se nos embolató y superamos todos los umbrales. Nos estamos disparando en los pies pensando que este planeta lo podemos dejar hecho chiros y no nos va a pasar nada a nosotros; ahí definitivamente hay una ruptura muy grande. No es la miopía sino claramente una enfermedad mental, una enajenación, creer que estamos en una condición sobrenatural y que por tanto los fenómenos físicos, químicos y biológicos del planeta no nos afectan porque ya vivimos en unas ciudades donde nos aislamos, donde podemos conectarnos a través de pantallas con el resto del universo. Ahí hay unos problemas importantes de conciencia y ahí quizás Andrés pueda hablar un poquito más de ese tema de la conciencia, que es tan complicado.
Sergio Ocampo Madrid: Andrés, tú te defines como un católico budista, lo que me parece una cosa maravillosa, y sé que eres un crítico profundo de los ecologistas; lo has hecho público, además, básicamente por algo de lo que acabamos de hablar aquí, de lo que acaba de denunciar Brigitte, de lo que yo pregunté, pero también porque la ecología se ha asumido desde una visión totalmente antropocentrista y utilitarista: hay que cuidar el agua porque los seres humanos necesitamos el agua, hay que cuidar el aire porque si no cómo vamos a respirar las personas... tú tienes una visión que va mucho más allá y que tiene que ver con una hermandad universal y con esta idea de que los seres vivos compartimos todo este entramado de la vida. ¿Cómo es eso, Andrés?
Andrés Hurtado: Usted es como muy sapo y chismoso, ¿no? No se le puede contar las cosas porque las viene a sacar aquí en público; qué grave, hermano. Ay, Sergito, mijo, usted se ve que leyó un artículo mío, que es mi credo ecológico. Vuelvo a lo que dijo Brigitte, porque yo la respeto profundamente; lo que ella dijo es todo cierto, pero, ¿quién lo va a hacer? ¿Quién va a hacer lo que ella propone? Eso es como en un tiempo cuando yo decía que la primera gran prioridad de Colombia era salvar los páramos porque ahí nace el agua. Ya le dije a mi comunidad religiosa que compremos fincas donde haya agua porque se va a comenzar a vender agua. Yo decía que el ecologismo no funciona porque tiene una base falsa. ¿Por qué hay que cuidar los árboles? Porque purifican el aire para el hombre. ¿Por qué hay que tener limpios los ríos? Porque de ahí sacamos el agüita para el hombre. ¿Por qué no hay que hacer ruido en las ciudades? Porque nos daña el oído. ¿Por qué evitar el calentamiento global? Porque nos da cáncer. Todo por el hombre: eso es egoísmo cósmico. Lo aprendí un poquito de los budistas. Sergio sabe que le serví tres días al Dalai Lama, décima cuarta encarnación del dios Chenrezi, tercera encarnación de Buda. Le tendí la cama en la casa de los maristas en Roma y lo atendí; después lo visité en Dharamsala, donde vive actualmente, al norte de la India. Aprendí mucho también de un hombre que, después de Jesucristo y de Mahatma Ghandi, es para mí el tercer hombre más grande de la Tierra: Henry David Thoreau; cinco premios Nobel dicen que se lo deben todo a él. Puede ser considerado el abuelo del ecologismo; usted, Sergio, mencionó algo así: los hippies también lo consideran como su padre. Fue maestro de escuela; Dios, ¡cuánto hizo este señor! Vivió solo en un bosque dos años y, como decía Aristóteles, solamente un ser inferior al hombre, como los animales, o Dios pueden vivir solos. La soledad, que todos necesitamos, aunque huyamos de ella. Ahora con la pandemia, yo decía: “Estoy feliz!”. Me fascina la soledad y me sometí a la prueba de la soledad; me fui quince días a la cumbre del nevado del Quindío. Me llevé una carpa; no me llevé libros, no me llevé transistor, nada más que una ollita para someterme a la soledad. Al tercer día, yo hablaba en voz alta, desesperado, pero me aguanté los quince días; cuando bajé a Santa Rosa de Cabal, no bajé como el Moisés de Miguel Ángel, que bajó con los cuernos y que hablaba con la divinidad y que esos cuernos eran los rayos de la luz. Yo bajé con un hijueputa edema pulmonar; el médico dijo: “un día más y se tuesta”. Soporté la soledad, y ahora cuando me dicen: “Usted que vive en la naturaleza, ¿está triste en la pandemia?”. “No, ¡qué va!”. Pero yo quería decir lo siguiente: los seres del universo somos hermanos de camino y yo necesito del árbol, pero el árbol me necesita a mí para subsistir. Y así todo lo demás; cuando entendamos eso, que la ecología no es solamente los palos, las maticas y los animales, sino también el hombre, pero no en el centro sino como una criatura más, la más llamada a la responsabilidad, cuando eso sea así no se morirán los gringos de obesidad ni los del África de inanición; habrá comida para todos los seres humanos. Lo mío empezó siendo muy chiquito cuando leí el texto que para mí es lo más bello que se ha escrito en ambientalismo en el mundo y que todos conocemos: el texto del cacique Seattle de la Tribu Swamish para contestarle al presidente de Estados Unidos. Sabemos que ese texto es un poquito falso, que se lo arreglaron, pero no importa; como decimos los italianos (ah, pero yo no soy italiano): si non e vero e ben trovato, si no es verdadero, está bien inventado. Ahí, Seattle, con palabras sibilinas le dice al hombre blanco: “Continúe ensuciando en su cama y alguna noche terminará asfixiándose en sus propios desperdicios”. Como dice el artículo mío del miércoles de la próxima semana: permítanme, le digo a los lectores en palabras por si no entendieron, “continúe cagando en su cama, en vez de salir al baño, y algún día la mierda lo va a tener hasta aquí”. Eso es lo que estamos haciendo con la Tierra: llenando con toda clase de contaminación a los ríos, los mares y la atmósfera; tanto, que ya hablan algunos científicos de hacer unas cajas iónicas en el espacio para mandar la basura allá. Pobre espacio, pero ¿su pregunta cuál fue?
Sergio Ocampo Madrid: ¡Ya no me acuerdo tampoco! No, mentira, te mencioné lo del católico budista, pero de alguna manera ya contestaste con tu crítica a los ecologistas y esa visión antropocentrista y utilitarista de la naturaleza. No sé si quieres añadir algo más.
Andrés Hurtado: Sí. Cuando yo tenía siete años (tengo 80), descubrí una cosa que los científicos dijeron en un Congreso Mundial, igualito en el método, pero no en la importancia, obvio, a lo que postuló Newton cuando descubrió por qué se caen las manzanas; obviamente porque pesan mucho y hay una ley de gravedad. Parece ser que nadie antes de mí se había dado cuenta de que los escorpiones no muerden el suelo y que las arañas no muerden el suelo y que las serpientes no muerden el suelo, pero no se lo preguntaban porque era algo tan elemental como por qué se caen las manzanas. Entonces experimenté con muchos animales venenosos, de los que no vuelan, y me los puse en la palma de la mano; ningún animal venenoso pica el suelo sobre el que camina. Eso con todos; las serpientes con más cuidado, los escorpiones son medio bobos, las arañas igual, pero no pican la mano porque cuando están sobre ella están en el suelo. Basado en eso, una vez le metí la mano a un hormiguero y fue horrible; ¡claro, las hormigas se comen el suelo! Entonces añadí: ningún animal venenoso pica el suelo sobre el que camina, a menos que se alimente de ese suelo. Una vez en equis ciudad de Colombia, unos espiritistas me vieron hacer eso, me pidieron reunirme con ellos y me soltaron que yo era la reencarnación de Brahmaputra Rawalpindi; me dio risa y se pusieron bravos. “Señor, esto es muy serio”, dijeron; les volví a preguntar quién era yo y lo apunté varias veces para aprendérmelo. Años después estuve en Nepal, cerca del Everest, aunque no subí el Everest, y entré a un lamasterio. Allí, solo con pegarme un vistazo, los monjes me dijeron lo mismo, que yo era la reencarnación de Brahmaputra Rawalpindi. Tiempo después, conocí el país de la felicidad, donde se mide el Producto Bruto Interno (PIB) por la felicidad, no por la producción económica. Hablo de Bután, un país que vive en la edad media, en un absoluto Shangri La; el rey me invitó; fui y cuando estaba visitando uno de sus templos, vi a un monje de espaldas, rezando con el rosario de las 108 pepas la oración de la flor de loto Ome Ame Padme Um. Él se dio la vuelta, se acercó y me puso las manos así, como acunando las mías, me hizo una reverencia y me dijo: “Reconocemos en usted la reencarnación de uno de nuestros grandes sabios; le agradecemos todo lo que hace por la Tierra y le damos esta manilla para que lo defienda de todo mal”; me dio una manillita que ya se me desapareció. Nunca supe, hasta que estuve en un instituto de estudios orientales de Londres, que Brahmaputra Rawalpindi era un monje sabio y santo (yo de eso no tengo nada), que vivió en el siglo octavo en el Himalaya y se entendía con las plantas y los animales. Yo siento la vibración de las plantas y trato de influir en las personas que hacen excursiones conmigo para que sientan la naturaleza.
Hace mucho tiempo, una sección del Ministerio de Ambiente me pidió que hiciera como un manual con normas para las salidas ecológicas; lo hice y la única que les llamó la atención fue la del respeto por el silencio de la naturaleza. Es que todo el mundo dice: “no arranquen las matas, no se traigan un mico a la casa”, pero el silencio ¿qué? A la naturaleza hay que entrar y respetar su silencio, el silencio de los bosques.
Sergio Ocampo Madrid:El Tiempo publicó hace menos de un mes un informe de que Colombia es el país más peligroso del mundo para los defensores del medioambiente. La violencia, el narcotráfico, la guerrilla complican todavía mucho más el panorama de calentamiento global, de depredación. Brigitte, yo sé que para ti ha sido una preocupación muy grande, y lo has dejado así por escrito, que mientras no se pare el desangre por la muerte de líderes indígenas y sociales, no vamos a poder hacer nada para sacar adelante todo esto que tenemos de recuperación de la naturaleza, de sostenibilidad, etcétera. Quisiera escuchar un poco tu reflexión sobre cómo la violencia termina de completar el panorama ambiental colombiano.
Brigitte Baptiste: La violencia en todas sus expresiones es el síntoma de la incapacidad de habitar el mundo, de respetar el mundo, de pedir respeto también, y de que sucedan cosas; mientras haya un ejercicio de violencia, estamos inhabilitados, incluso en la práctica, para hacer cosas. La violencia que se ejerce por ejemplo sobre personas como el guardián de los loros amarillos en el Tolima, personas desarmadas que viven en silencio, además, que han dedicado su vida a cuidar la fauna, la flora y a conversar largamente con el paisaje sin esperar ninguna retribución, sino como parte de un sentido de integralidad de su vida, cuando esas personas son atacadas y son asesinadas, el oriente de todos desaparece porque esa violencia es, como siempre dice la gente, absurda, es incomprensible, es brutal, pero la ejercemos nosotros mismos como seres humanos. ¿De dónde surge esa brutalidad tan tremenda como para acabar con un personaje como estos? Piensen ustedes en Martin Luther King, piensen en Gandhi, en los grandes líderes religiosos que promovieron siempre la no violencia, y en cómo acabaron, y es porque la única alternativa para oponerse a una extrema violencia es una extrema paz, una extrema serenidad y una disposición a defender la vida sin apelar a la violencia bajo ninguna circunstancia. Lamentablemente, la guerra para los seres humanos como instrumento para apropiarse de cosas, para controlar el mundo es tan antigua como la misma humanidad: Caín y Abel. Creo que en Colombia necesitamos algún ejercicio ético y de justicia profundísimo para que toda la vida realmente sea respetada y eso debería ser la prioridad del gobierno, de los gobiernos, porque mientras siga persistiendo la violencia, todo lo otro que hagamos también tiene el regusto de ser un mal consuelo: “están matando a algunos, pero dándole de comer a otros”. Uno dice siempre que estamos perdiendo de vista las prioridades: la prioridad es la paz, la prioridad es la convivencia, la prioridad es el respeto, y uno no puede decir que está medio desarrollando el país a costa de la medio destrucción del país, porque las contradicciones son evidentes, así que yo en este momento de mi vida, básicamente, sin ser ecologista ni ambientalista ni nada, creo que a lo que tenemos que dedicarnos es a proteger la vida y a hablar del derecho a la vida en compañía de los líderes espirituales de los pueblos indígenas, con los líderes cívicos, de todos aquellos y aquellas que saben que si no defendemos la vida, perdemos los argumentos para pedir la defensa de nuestra vida. Eso no es utilitario sino solidario; necesitamos estar juntas y juntos en este planeta para tomar decisiones.
Sergio Ocampo Madrid: Andrés, sobre este tema de la violencia, sé que tú has expresado una paradoja impresionante y es que, si bien la guerrilla colombiana depredó la selva, construyó carreteras y taló un mundo de hectáreas para sus negocios ilícitos, fueron ellos mismos los que terminaron siendo los grandes protectores de la selva y, de alguna manera, si no salvaron la selva, por lo menos dilataron en el tiempo su destrucción. Quisiera que contaras esa anécdota de la columna en El Tiempo en la que cuestionabas las carreteras de la guerrilla y terminaste retenido por el Mono Jojoy; quién sabe cuánto tiempo te iban a dejar secuestrado. Cuéntanos por favor eso.
Andrés Hurtado: Yo conozco a casi todos los líderes de la guerrilla; me han respetado, motivo por el cual mucha gente cree que soy amigo de ellos. No, los he criticado hasta que ya, pero opero con un poquito de inteligencia. Cuando yo me encuentro con ellos, me dicen: “¿Dónde está el Ejército?”. “No sé”, respondo. A campesinos amigos míos les han preguntado dónde está el Ejército y los terminan matando por sapos. Igual le digo al Ejército cuando me preguntan si he visto a la guerrilla. “No”. Por ahí me respetan. Por otro lado, me dicen: “No nos metemos con usted porque de pronto se alborotan los ecologistas”. Tengo todas las experiencias que quieran saber, cuentos con la guerrilla terribles, hasta que hice matar un guerrillero también una vez; eso me costó seis meses de psiquiatra. La del Mono Jojoy es esta: la guerrilla protegió la selva porque a la gente le daba miedo ir allá, pero más fue el daño que hizo, porque hicieron carreteras que del aire no se ven. Carreteras entabladas muy estrechitas; pura tabla; dañaron mucho. Además, porque estaban aliados con los narcos que han dañado tanto la selva; más ha sido el daño que han hecho que el beneficio que acabo de decir. Resulta que una vez yo había criticado fuertemente las carreteras de la selva, las que hacen ellos. Me explico, las verdaderas carreteras de la selva son los ríos que nacen en la cordillera y van hacia el oriente. La mayoría son perpendiculares a la cordillera; el único que no, es el río Meta, pero de resto todos los que van hacia la cuenca del Orinoco son perpendiculares y corren paralelos entre ellos. Hagan de cuenta que son las carreras de nuestras calles urbanas; entonces los guerrilleros les hacían calles, que se llaman varaderos para unir los ríos y ahí es donde hacían las carreteritas esas. Una vez escribí sobre la carretera que hicieron en la Macarena, considerado por todos como el parque más biodiverso del mundo porque es sierra, es llano, es selva amazónica y es cordillera, o sea es el más rico en formas de vida de todo el planeta. Y llega el Mono Jojoy y el caminito que yo he recorrido muchas veces lo convirtieron en carreteable. Señores: si quieren ir a Caño Cristales no necesitan pagar avión, váyanse por ahí; la guerrilla, muy querida, cobra 15 mil pesos, que no empobrecen ni enriquecen a nadie, como dicen los que piden en los buses. No los estoy defendiendo; cobran 15 mil y los dejan pasar. Una carretera larga; demoran ocho horas, pero llegan a Caño Cristales sin pagar avión. Yo siempre lo he criticado: hay que hacer carreteras, sí, pero toda carretera destruye la selva. Entonces, después de criticar eso, llego yo a La Macarena, a Caño Cristales, y de pronto veo a mi amiguito Jojoy con dos escoltas a su lado; apenas me ve, que yo nunca lo había visto en mi vida, ni él a mí, pero nos habíamos visto en televisión, dice: “Cojan a ese cura hijueputa”. “Yo no soy cura, hágame el favor; soy hermano marista, que yo no digo misa”. Con más ganas me cogieron. El hombre que me retuvo, un escolta me recordó al cabo de las horas como el tipo bogotano que les llevó uniformes de fútbol cuarenta años atrás. Resulta que un campesino muy querido, en La Macarena, viendo que los muchachos no tenían ni con qué divertirse, porque allá no hay ni Millonarios ni Santa Fe; no hay fútbol ni hay cines ni nada, decidió organizarles equipos y un torneo. Ese señor, que fue quien me mostró por primera vez Caño Cristales, me dijo: “Don Andrés, tráiganos alguna vez un uniforme de fútbol para estos muchachos”. Yo, con un poquito de inteligencia, le llevé prendas originales, que me costaron un millón ochocientos mil pesos. Mucha plata en los años setenta. Les llevé 17 uniformes de Nacional, porque ese era el que pedían. Los muchachos quedaron felices. El escolta del Mono Jojoy era el capitán de ese equipo de fútbol y cuando me contó, de inmediato le reclamé: “Oiga hijueputa, ¿y qué hubo de los uniformes que yo le traje?”; una mentadita de madre sirve de vez en cuando. Esa misma tarde, me liberaron y Jojoy me dijo: “Váyase y no vuelva a molestarnos”. Y aquí estoy vivito. He tenido muchas experiencias con ellos, pero en términos generales han sido destructores de la selva, eso sí nada que hacer. Una cosa buena de la paz, de la que soy partidario, aunque respeto opiniones en contra de la paz que hizo Santos, es que gracias a eso los científicos han entrado a muchas zonas del país donde no se podía, y se están haciendo grandes expediciones por esos lados del Putumayo; descubren plantas y animales y acaban de descubrir otra ranita. Sí ha servido la paz, eso no lo podemos negar.
Sergio Ocampo Madrid: Bueno, me toca ir cerrando ya los temas; Brigitte: tú has dicho varias veces que esta pandemia, la Covid 19, deja unas muy importantes lecciones, inclusive sobre lo que se viene por el calentamiento global, todas estas catástrofes que muy pronto, auguran los científicos, van a empezar a acaecer y que no van a tener ni picos altos ni picos bajos, sino que van a ser una secuencia aterradora. ¿Qué lecciones le ves tú a la Covid 19 desde la ciencia y desde el ambientalismo? ¿Qué nos dejó?
Brigitte Baptiste: La primera quizás es la resiliencia, la capacidad de recuperarse después de un impacto negativo en cualquier ámbito: puede ser psicológico, puede ser la recuperación de un hecho de violencia familiar o, en ingeniería, lo que viene después de que los materiales se desgastan. Hay muchas definiciones, pero en ecología es la capacidad de mantener cierta información y las instrucciones para volver a armar. Eso es más importante aún que proteger la infraestructura per se