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Incluso en las escuelas ya no se sabe estimular de otra manera el pensamiento de los niños si no es invitándolos a tomar partido a favor o en contra de algo. Se cita la frase de un gran autor y se les dice: "¿Están de acuerdo o no? Desarrollen sus argumentos". Los desgraciados, en el examen, deben terminar su exposición al cabo de tres horas, pero no pueden dedicar más de cinco minutos a preguntarse si están de acuerdo. Cuánto más fácil sería decirles: "Mediten sobre este texto y expresen las reflexiones que les lleguen al espíritu". Casi por todas partes, e incluso a veces por problemas puramente técnicos, la operación de tomar partido, de tomar posición a favor o en contra, ha sustituido a la obligación de pensar. Es una lepra que ha tenido origen en los ambientes políticos y se ha extendido, a través de todo el país, casi a la totalidad del pensamiento. Es dudoso que se pueda remediar esta lepra que nos mata si no se comienza por suprimir los partidos políticos.
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Simone Weil nació en 1909 en París Francia. A los 19 años ingresa en la École Normale Superiore, con la calificación más alta, seguida por Simone de Beauvoir.
Apasionada estudiosa del marxismo logró conocer a León Trotsky, con quien pudo discutir ideas respecto de la situación rusa del momento, así como también sobre la doctrina marxista y el régimen de Stalin. En 1934, por decisión propia, pidió una licencia y se sumó a trabajar junto a los obreros como operaria en la fábrica Renault.
Participó junto a grupos anarquistas en la Guerra Civil Española para pelear contra el régimen franquista y también intentó ingresar a Francia como combatiente. Poco tiempo después le diagnosticaron tuberculosis y, según las crónicas de la época, se negó a ingerir los alimentos prescriptos por su estado de salud. Murió el 24 de agosto de 1943. Toda su obra fue conocida en forma póstuma.
Ediciones Godot publicó Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social/ en 2021.
Página de legales
Portada
Apuntes sobre la supresión general de los partidos políticos
Reflexiones sobre la revuelta
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Weil, Simone Apuntes sobre la supresión de los partidos políticos / Simone Weil. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : EGodot Argentina, 2021. Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y onlineTraducción de: Aníbal Díaz GallinalISBN 978-987-8413-49-5
1. Filosofía Contemporánea. 2. Filosofía Política. 3. Marxismo. I. Díaz Gallinal, Aníbal, trad. II. Título.
CDD 320.5322
ISBN edición impresa: 978-987-8413-46-4
Título originalNote sur la suppression générale des partis politiques; Réflexions sur la révolte. Ambos son textos póstumos.Traducción Aníbal Díaz GallinalCorrección Luz RodríguezDiseño de tapa y guardas Martín BóDiseño de interiores Víctor MalumiánIlustración de Simone Weil Juan Pablo Martínez
© Ediciones Godotwww.edicionesgodot.com.ar [email protected]/EdicionesGodotTwitter.com/EdicionesGodotInstagram.com/EdicionesGodotYouTube.com/EdicionesGodot
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, 2021.
Simone Weil
TraducciónAníbal Díaz Gallinal
TOMAREMOS AQUÍ LA PALABRApartido con la significación que tiene en el continente europeo. La misma palabra en los países anglosajones designa una realidad totalmente distinta. Tiene su raíz en la tradición inglesa y no puede transponerse. Un siglo y medio de experiencia lo demuestra bien. Los partidos políticos anglosajones tienen algo de juego, de deporte, que solo puede darse en una institución de origen aristocrático; todo es serio en una institución que, en su comienzo, es plebeya.
La idea de partido no entraba en la concepción política francesa de 1789, solo era un mal a evitar. Pero existió el Club de los Jacobinos. Al principio solo era un lugar donde hablar con libertad. No fue ningún mecanismo fatal el que lo transformó. Únicamente la presión de la guerra y la guillotina lo convirtieron en un partido totalitario.
Las luchas de las facciones bajo el Terror estuvieron gobernadas por ese pensamiento que Tomski formuló perfectamente: “Un partido en el poder; los demás, en la cárcel”. Por ello, en Europa, el totalitarismo es el pecado original de los partidos.
Los partidos políticos se establecieron en la vida pública de Europa debido a la herencia del Terror, por una parte, y a la influencia del ejemplo inglés, por otra. Pero el hecho de que existan no es de ningún modo motivo suficiente para conservarlos. Solo el bien es motivo legítimo de conservación. El mal de los partidos políticos salta a la vista. El problema que hay que examinar es si hay en ellos un bien que supere al mal y vuelva más deseable su existencia. Pero sería mucho más pertinente preguntarse: ¿tienen algo de bien aunque sea infinitesimal? ¿No son el mal en estado puro o casi puro?
Si son malos, es seguro que, de hecho y en la práctica, solo pueden producir mal. Es un artículo de fe. “Un árbol bueno no da frutos malos, ni un árbol malo da frutos buenos”. Pero, antes, es preciso que reconozcamos cuál es el criterio del bien. Y este solo puede ser la verdad, la justicia y, en segundo lugar, la utilidad pública.
La democracia, el poder de la mayoría, no son bienes. Son medios para el bien que se consideran eficaces, con razón o sin ella. Si la República de Weimar, en lugar de Hitler, hubiera decidido, por los medios más rigurosamente parlamentarios y legales, llevar a los judíos a los campos de concentración y torturarlos refinadamente hasta la muerte, las torturas no hubieran tenido ni un ápice más de legitimidad que la que tienen ahora. Ahora bien, semejante cosa no es de ninguna manera inconcebible.
Solo lo que es justo es legítimo. El crimen y la mentira de ninguna manera lo son.
Nuestro ideal republicano procede por entero del concepto de voluntad general de Rousseau. Pero el sentido de la noción se perdió casi enseguida debido a su complejidad y a que exige un alto grado de atención.
Dejando de lado algunos capítulos, hay pocos libros tan bellos, fuertes, lúcidos y claros como El contrato social. Se dice que pocos libros han tenido tanta influencia. Sin embargo, en los hechos, todo ocurre como si nunca hubiera sido leído.
Rousseau partía de dos evidencias. Una, que la razón distingue y elige la justicia y la utilidad inocente, y que todo crimen tiene como móvil la pasión. Otra, que la razón es idéntica en todos los hombres, mientras que las pasiones difieren a menudo. En consecuencia, si cada uno reflexiona solo sobre un problema general y expresa su opinión, y después comparamos las distintas opiniones, probablemente coincidirán en la parte justa y razonable y se diferenciarán por las injusticias y los errores.
Solo en virtud de un razonamiento de este género se puede admitir que el consensus general llegue a la verdad.
La verdad es una. La justicia es una. Los errores, las injusticias son indefinidamente variables. Así, las personas convergen en lo justo y lo verdadero en vez de que la mentira y el crimen los lleven a divergir indefinidamente. Dado que la unión es una fuerza material, se puede esperar encontrar en ella el recurso para hacer que, aquí abajo, la verdad y la justicia sean materialmente más fuertes que el crimen y el error.