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Don Domingo de don Blas relata la historia de Don García, el hijo rebelde de Alfonso III, quien, tras se el nuevo rey de León, promueve a la privanza a don Domingo. En esta comedia de Juan Ruiz de Alarcón el personaje hace comentarios muy agudos y satiriza las costumbres en una reflexión sin precedentes sobre el poder en la España medieval. En la trama mezcla enredo amoroso con circunstancias históricas. Esta pieza teatral también se le conoce con los nombres de No hay mal que por bien no venga y El acomodado don Domingo de don Blas. Su escritura y su estilo delatan, sin duda, que se trata de una obra de Alarcón. No se conoce a ciencia cierta por qué no se publicó en sus comedias. Tampoco se sabe cuándo vio la luz, aunque se conjetura que fue escrita antes de 1630.
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Juan Ruiz de Alarcón
Don Domingo de don Blas. No hay mal que por bien no venga
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Don Domingo de don Blas.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-327-3.
ISBN rústica: 978-84-9816-292-9.
ISBN ebook: 978-84-9897-041-8.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 47
Jornada tercera 87
Libros a la carta 123
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.
Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608.
En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.
Don García, el hijo rebelde de Alfonso III, es el nuevo rey de León y promueve a la privanza a don Domingo, quien había provocado su fracaso y prisión. En esta comedia de privanza el personaje principal hace comentarios irónicos y satiriza las costumbres de su época en una ardua reflexión sobre el poder.
Beltrán, criado de don Juan Bermúdez, gracioso
Criados
Don Domingo de Don Blas
Don Juan Bermúdez, galán
Don Ramiro, viejo grave
Doña Constanza, dama
Doña Leonor, dama
El príncipe don García
El rey don Alfonso III, viejo
Inés, criada
Mauricio, criado
Nuño, criado de Don Domingo de don Blas
Un Gentilhombre
Un Sastre
Un Sombrerero
(Salen don Juan, con unas llaves, y Beltrán.)
Juan La casa no puede ser
más alegre y bien trazada.
Beltrán Para ti fuera extremada,
pues vinieras a tener
pared en medio a Leonor;
mas piden adelantados
por un año cien ducados
y estás sin blanca, señor.
Juan Yo pierdo mil ocasiones
por tener tan corta suerte.
Beltrán Pues ya no esperes valerte
de trazas y de invenciones.
No hay embuste, no hay enredo
que puedas lograr agora
porque todos ya en Zamora
te señalan con el dedo,
de suerte que me admiró
que no temiese el empeño
de sus llaves, cuando el dueño
de la casa me las dio.
Juan Nada me tiene afligido
como ver que he de perder
a Leonor, después de haber
sus favores merecido,
y después que me ha costado
tanta hacienda el festejarla,
servirla y galantearla.
Beltrán Con eso me has [acordado]
una bien graciosa historia
que has de oír aunque esté triste.
Bien pienso que conociste
a Pedro Núñez de Soria.
Juan En Castilla le traté
y era hombre amable y gustoso.
Beltrán Ése, pues poco dichoso,
tan pobre en un tiempo fue
que por alcanzar apenas
para el sustento, jugaba
la mohatra y adornaba
todo de ropas ajenas.
Riñó su dama con él
y, en un cuello que traía,
ajeno como solía,
hizo un destrozo cruel.
El dueño, cuando entendió
la desdicha sucedida,
a la dama cuellicida
fue a buscar, y así la habló:
«Una advertencia he de haceros
por si acaso os enojáis
otra vez, y es que riñáis
con vuestro galán en cueros;
que cuando la furia os viene,
el vestido le embestís,
haced cuenta que reñís
con cuantos amigos tiene.»
Juan Bueno es el cuento; mas di,
¿a qué propósito ha sido?
Beltrán ¿Pues aún no lo has entendido?
Estás tú sintiendo aquí
el dinero que has gastado
en celebrar a Leonor,
y lo pudieran mejor
sentir los que lo han prestado.
Juan ¿Era mi hacienda tan poca
que no puede entrar en cuenta?
Beltrán No; pero deja que sienta
cada cual lo que le toca.
Juan ¡Qué bien sabes discurrir
contra mí!
Beltrán ¿Puedes culpar,
pues que te ayudo a pecar,
que te ayude a arrepentir?
Juan Entra, y mira si a Leonor
puedo hablar, y aquí te espero.
Beltrán No sé cómo, sin dinero,
puede durarte el amor.
(Vase Beltrán. Sale Nuño.)
Nuño (Aparte.) (Ésta se alquila y parece
a medida del intento,
si es tan buena de aposento
como la fachada ofrece.
El dueño debe de ser
éste que a la puerta está
con las llaves; bien será,
si agora la puedo ver,
llevar de ella relación.
Quiero hablarle.) Caballero,
para cierto forastero
quisiera, si es ocasión,
ver esta casa.
Juan Es muy cara;
que han de darse adelantados
por un año cien ducados.
Nuño No importa; que no repara
mi dueño, que mucho más
puede dar en interés
si es a su gusto.
Juan ¿Y quién es?
Nuño Don Domingo de Don Blas.
Juan ¿De Don Blas?
Nuño Sí.
Juan ¿Qué apellido
tan extraño!
Nuño Extraño y nuevo
es sin duda; mas me atrevo
a apostar que el más lucido,
linajudo caballero
de este reino le tomara,
como el nombre le importara
lo que importa al forastero.
Juan Si no os llama algún cuidado
que requiera brevedad,
lo que apuntáis me contad
y dejaréisme obligado.
Nuño Es dar gusto granjería
tan hidalga, que, supuesto
que tanto mostráis en esto,
a mayor costa lo haría.
Cuando en las ardientes fuerzas
y en los juveniles bríos
del ya anciano rey Alfonso,
que guarde Dios largos siglos,
España gozaba triunfos
y el moro hallaba castigos,
siendo su cuchilla asombro
de pendones berberiscos,
don Blas, hidalgo tan noble
cuanto el que más presumido
en León de ilustre sangre
cuenta blasones antiguos,
le fue a servir en las talas
que al moro extremeño hizo,
llevando en su compañía
por soldado a don Domingo,
que era su sobrino. Y era,
aunque fue don Blas su tío
valiente cuanto ninguno,
su emulación su sobrino.
Llegaron a saquear
a [Mérida], donde quiso
la suerte que le tocase
de un moro alfaquí tan rico
la casa a don Blas, que el oro
que halló en ella satisfizo
la sed con que despreciaba
de la guerra los peligros.
A su vida y su ventura
llegó el plazo estatuido,
quedando por heredero
de sus bienes don Domingo,
mi señor, a quien tenía
obligación por sobrino,
y amor por su educación;
que le [crió desde niño].
Cuatro mil ducados fueron
de renta, de los que hizo
un vínculo en su cabeza,
hacienda que en este siglo
ilustrara a un gran señor,
con estatuto preciso
de que el nombre de Don Blas
tomase por apellido
cualquiera que el mayorazgo
por derecho sucesivo
herede, por evitar
las injurias del olvido
[en] origen de su nombre.
[Ya] de su estado os he dicho;
agora os he de contar
su condición, por serviros.
En la guerra, cuando pobre,
nadie mejor satisfizo
la obligación de su sangre.
Nadie fue con los moriscos
más audaz, ninguno fue
al trabajo más sufrido
o la peligro más valiente;
mas después, que se vio rico,
solo a la comodidad,
al gusto del apetito,
al descanso y al regalo
se encaminan sus designios,
tanto que «el acomodado»
se suele llamar él mismo.
Y, en orden a ejecutar
este asunto, es tan prolijo
el discurso de las cosas
que por no cansaros digo
que ni basta a referirlas
el más elegante estilo,
ni el ingenio a imaginarlas,
ni a sumarlas el guarismo.
Juan Ni es el asunto muy necio,
ni es muy bobo don Domingo
que pienso que, si pudieran,
hicieran todos lo mismo.
Pero las llaves tomad.
Ved la casa; que imagino
que le ha de agradar, si acaso
no le descontenta el sitio.
Nuño Antes, por ser retirado,
es conforme a sus designios.
(Vase.)
Juan ¡Ah, vil Fortuna! ¡Con otros
tan liberal y conmigo
tan [avara]! Pues, por Dios
que he de ver si mi artificio
puede vencer tus rigores
pues estoy ya tan perdido
que ni me espantan los [daños]
ni me enfrenan los peligros.
¿Qué tenemos?
(Sale Beltrán.)
Beltrán Nada.
Juan ¿Cómo?
Beltrán Ni Leonor ha parecido,
ni Inés, ni doña Constanza.
Juan No importa; que agora aspiro
a otro intento a que pudiera
ser estorbo habernos visto.
Tú, retírate Beltrán;
que conviene que conmigo
no te vean.
Beltrán ¿Hay tramoya?
Juan Y tan buena que imagino
que estas fiestas me ha de ver
en la plaza tan lucido
Leonor, que como hoy favores
le merezca desatinos.
Beltrán Si no ruedas.
Juan No por eso
el mérito habré perdido.
Antes importarme puede;
porque si solo el peligro
es medio para obligar,
más obliga el daño mismo.
Pero vete ya; que importa.
A este zaguán me retiro.
(Vase. Salen Leonor e Inés a la celosía.)
Leonor ¿Que está don Juan en la calle?
Inés Tus ojos te lo dirán.
Leonor ¡Qué cuidadoso galán!
Inés, ¡quién pudiera hablalle.
Inés De esta espesa celosía
puede, con verle, tu amor
descansar; que mi señor
está en casa, y no sería
delito que perdonara,
pues su condición cruel
conoces ya, si con él
hablando acaso te hallara.
Leonor De sujeción tan penosa,
¿cuándo libre me veré?
Inés Cuando la mano te dé.
Leonor Nunca seré tan dichosa.
(Sale Nuño con las llaves y dáselas a don Juan.)
Nuño La casa he visto, y no creo
que puede hallarla mejor