Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
El desafío del diablo y Un testigo de bronce son dos de las leyendas de José Zorrilla, poemas en clave de ficción basados leyendas castellanas, a modo similar a como ya hiciese Gustavo Adolfo Bécquer en su obra homónima, pero desde un punto de vista lírico. -
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 131
Veröffentlichungsjahr: 2020
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
José Zorrilla
DOS LEYENDAS TRADICIONALES
Saga
El desafío del diablo y un testigo de bronceCover image: Shutterstock Copyright © 1845, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726561647
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Nació Doña Beatriz
para monja destinada,
mas salió al mundo inclinada
y no fue eleccion feliz.
Con demasiado devoto
corazon, en su preñéz
hizo su Madre tal vez
tan desatinado voto.
Porque fué tal el tormento
que antes de nacer la dió
Beatriz, que se temió
por ella y con fundamento.
Y ella, á impulsos del fatal
dolor, á Dios hizo ofrenda
de aquella azarosa prenda
de la dicha maternal.
¿Mas por qué á Dios ofrecer
lo que otro ha de cumplir?
¿Quién puede ¡necio! decir
lo que otro ha de querer?
Ello es una aberracion,
mas ello es cierto tambien
que de estas cosas se ven,
y asi muchas madres son.
En vez de ofrecer por si,
en mal de que bien salieron,
por sus hijos ofrecieron
¡tantos malos hay asi!
Pero ¡oh lector! felizmente
en los tiempos que alcanzamos
de estos sucesos no hallamos
ejemplos tan comunmente.
Aunque tú te acordarás
por vano que hayas el seso,
que pasaban con esceso
diez ó doce años atrás.
¿No era duelo ver un chico
de seis años enredando
por la calle, y ya arrastrando
un hábito dominico?
¿O asida á los guardapieses
de una fresca montañesa,
hecha una Santa Teresa
una chica de once meses?
Asi Beatriz anduvo
toda su infancia, asi oia
las razones noche y dia
que para el hábito hubo.
Y asi pasaron sus bellos
y primeros ocho abriles,
entre juegos infantiles,
sin ver lo que iba tras ellos.
Hasta que al fin una noche
lujosamente ataviada
y de flores coronada
la metieron en un coche.
Ella al mirarse tan linda
con errado pensamiento
juzga que solo el convento
con dicha y flores la brinda.
Y el ser monja no la pesa
si siempre ha de ser querida,
como cuando recibida
fue por la madre Abadesa.
Quedóse en el locutorio
su Madre y la Superiora,
llevóla, pues era hora
a cenar al refectorio.
Allí todas á porfia
las madres la acariciaron,
la dieron y la otorgaron
cuanto en gana la venia.
Asi Doña Beatriz
quedó á monja destinada
y en el convento encerrada;
mas ¿fue dentro de él feliz?
¡Ah! fueron unos tras otros
sus dulces años huyendo,
nacer en su ánima haciendo
el deseo y la razon.
Y huyéronse una por una
las deliciosas visiones,
las dichosas ilusiones
que adoró su corazon.
______
Sintió dentro de él entonces
desconocido, insufrible,
un deseo incomprensible,
una triste vaguedad
que turbaba eternamente
sus oraciones, sus sueños,
con recuerdos halagüeños
de otro mundo y de otra edad.
______
Del órgano delicioso
entre la santa armonía,
otras músicas oía
de mas alegre compás.
Y de los santos ejemplos
en las sagradas memorias
el germen de otras historias
mas seductoras quizás.
______
Y ella bulliciosa un tiempo,
y alegre y entretenida,
silenciosa y distraida,
y triste á andar empezó;
y oculta allá de su celda,
en un rincon solitario,
el ídolo en formas vário
de la libertad amó.
______
Presentáronse á su ardiente
y exaltada fantasía
los gustos á que algun dia
renunció sin grande afan;
y vió con mortal tristeza
que ahora los apetece,
¡ ah! porque de ellos carece,
porque vedados la están.
______
Aquella verde y frondosa
ribera fresca de un rio,
que paseaba en el Estío
de la luna el resplandor:
aquella fuente escondida
del soto entre los jarales,
en cuyos frescos raudales
su sed templaba y su ardor:
______
Aquellos anchos balcones,
sin reja y sin celosía,
que allá en su casa tenia
la calle para mirar:
y á través de cuyos lienzos
podia tranquilamente
el tumulto de la gente
y el aire libre gozar:
______
Todos los dulces recuerdos
de su deliciosa infancia,
dorados por la distancia,
mas caros á su ansiedad,
hervian en su memoria,
despertando sus pasiones
las primeras emociones
de su juvenil edad.
______
Y en la orilla de aquel rio,
y en redor de aquella fuente,
y entre la turba de gente
que vía por su balcon,
tal vez alcanzaba errando
una vision hechicera
cuya sonbra pasajera
turbaba su corazon.
______
¡Ay! exclamaba la triste,
contristada y dolorida:
¡ cuán monotona es mi vida,
cuán sin gloria y sin placer!
¿Qué es para mí el universo,
si yo cual ave entre redes
estoy entre esas paredes
condenada á nunca ver?
______
¿Qué valen las maravillas
que Dios sembró por su suelo
si solo alcanzo del cielo
un giron escaso y ruin,
y el cántico pasajero
de algun pajarillo errante
que se detiene un instante
en las ramas del jardin?
______
Asi en el fondo del claustro
donde cautiva moraba,
allá á sus solas pensaba
la olvidada Beatriz.
Y asi corriendo los años
se prepara, aunque la pesa,
á quedar monja profesa
y á no ser nunca feliz.
______
Mas ¡ay! que oculto veneno
de estas memorias amargas,
prensadas de horas tan largas
en la larga soledad
en su corazon fermenta,
y del corazon brotando
va en su cuerpo germinando
peligrosa enfermedad.
______
Profunda melancolia
el corazon la devora,
vibora desgarradora
que con él ha de acabar.
Y lenta é inextinguible,
que sin descanso la deja,
fiebre ardorosa la aqueja
imposible de atajar.
______
Hierve en sus venas la sangre
sin alivio de un momento,
acosan su pensamiento
mil delirios en tropel.
Asaltan su fantasía
mil imposibles antojos,
y llanto vierten sus ojos
mas amargo que la hiel.
______
Las drogas de los empíricos
no pueden con su dolencia,
ninguno logra la ausencia
de su recóndito mal.
En vano su ciencia apuran,
sus elixires destilan
en vano, nunca aniquilan
aquella fiebre infernal.
______
¡Pobre niña! consumida
por fuego intimo y secreto
busca en vano un amuleto
contra tal desolacion.
Mas en vano los Doctores
con sus brebajes la afligen,
si del mal está el origen
en su ardiente corazon
______
¿Quién ocasiona sus lágrimas?
¿quién la arranca sus suspiros?
¿quién ¡ay! tan fatales giros
á sus desvaríos da?
«Lejos de mí» en los accesos
grita de su calentura!
vuestra vista es mi tortura;
¡quién de vos me librará!
______
Lejos de mí, lejos, lejos!
fieros espectros con tocas,
que con hipócritas bocas
me predicais la virtud,
y con fraternales manos
me estais preparando un traje
con que mas horrenda baje
despechada al ataud.
______
Lejos! dejadme tranquila;
me estais ahogando... dejadme;
abrid la reja, aire dadme,
quiero el aura respirar...,
y asi Beatriz diciendo
se desespera y se agita
con violencia inaudita,
con iracundo pesar.
______
Hasta que al cabo la fiebre
la debilita y la estenúa,
y el hondo letargo atenúa
de su delirio el ardor;
y las madres aterradas
conjuran con oraciones
de sus horrendas visiones
el tropel fascinador.
______
Sus Padres (que al cabo lo eran)
con intento mas humano
otro médico mundano
resolviéronse á llevar,
y á pesar de los obstáculos
que las monjas opusieron,
una tarde consiguieron
hasta la celda llegar.
______
El Doctor, hombre de graves
conocimientos científicos,
condenó los específicos
y las drogas condenó:
y enterado de los sintomas,
con la fria indiferencia
del oficio y de la ciencia
tal plática ocasionó.
el doctor.
¿Que edad tiene esta muchacha?
el padre.
Quince años.
el doctor.
¿Ha profesado?
el padre.
Aun está en el noviciado.
el doctor.
Pues remedio tiene aun.
el padre.
Decid cuál.
el doctor.
Uno tan solo:
si adoptarlo no se quiere
esta muchacha se muere.
la abadesa.
Decidnos cuál, y segun...
si no es algun sortilegio
ó algun infernal conjuro...
el doctor.
Madre, aqui no hay nada impuro
por vida de Barrabás!
Yo tengo un coche á la puerta,
la vestimos al momento
y la saco del convento.
la abadesa.
Sacarla, Jesus!
el doctor.
No hay mas.
la abadesa.
Sacarla dice! que audacia!
extraer una novicia!
el Rey nos hará la justicia;
no será.
el doctor.
¿Cómo que no?
enfermo á quien tomo el pulso
y á quien remedio consigo
se salva ó muere conmigo.
la abadesa.
Yo haré…..
el doctor (interrumpiéndola).
Quien hará soy yo.
(al padre) Señor mio, tener hija
quereis ó no? Vamos claros.
el padre.
Sí, sí.
el doctor.
Pues fuera reparos
y agarrad de ese colchon.
el padre.
Qué vais á hacer?
el doctor.
A llevármela.
el padre.
Y el poder de la Abadesa?
el doctor.
Si la chica no es profesa
nada puede en conclusion.
Con que asid de esas dos puntas
ó vámonos y que muera.
Y hablando de esta manera
entre el Padre y el Doctor,
á pesar de todo el claustro,
de su hija Beatriz asieron
y en el coche la pusieron;
y las mulas con vigor
arrancando les sacaron
de la grita y confusion
con que el coro de las monjas
á despedirles salió.
Y desde aqui, tras aquesta
necesaria introduccion,
toma principio la historia
¡oh carísimo lector!
Y esta no es fábula vieja
hallada en un cronicon;
no es fantástica leyenda
de que soy el inventor.
Es tal cual voy á escribirla
del pueblo una tradicion,
de boca de un pueblo oida,
siendo un viejo el narrador,
y la cual voy á contarte
como á mi me la contó.
En el fondo de un valle
por en medio del cual ancha vertiente
abre á sus turbias aguas un torrente
honda y torcida calle;
torrente en el Invierno
y arroyo en el Estío,
en julio despreciado, y en diciembre
con honores de rio;
cercado de peñascos y maleza
por ambos horizontes,
y hundido entre dos montes
de fértil aspereza:
en este valle, pues, y estas montañas
poseia Don Lucas de Hinestrosa,
Padre de Beatriz, quinta escondida,
saludable y frondosa,
y en el sitio mejor de ambas Españas
sentada y construida.
En Córdoba la bella,
ciudad moruna de recuerdos rica,
cuyas calles estrechas
y cuyas casas de ladrillos hechas
el gusto actual critica;
mas cuya situacion encantadora,
cuyo nombre halagüeño
como memoria de agradable sueño
el Moro aun en el desierto adora.
En aquellas montañas formidables
habitadas un dia
por viejos ermitaños venerables,
y habitadas primero
por derviches fanáticos, es donde
Don Lucas de Hinestrosa
á Beatriz esconde,
y allí, donde la cándida novicia
el aire y agua saludable goza
á su nociva enfermedad propicia.
Allí á lo menos desde la alta cumbre
libres pasean sus avaros ojos
estenso campo; y vária muchedumbre
de objetos mil distintos,
de la naturaleza mil antojos
alcanzan por los mágicos recintos
de aquellos naturales laberintos.
Alli goza del cielo
cuanto abarcan entrambos horizontes
y largo campo del vistoso suelo.
Allí en la estensa vega
que ancho el Guadalquivir fecunda y riega,
ve cubrir la magnifica campiña
el apareado olivo siempre verde,
la rubia mies y la fecunda viña,
y la estendida pita
sembrada en los vallados,
y la roja amapola que se agita
dando aroma y color á los sembrados:
y las hojas pegadas
de los higos de tuna,
de los lagartos con pasion amadas,
y de la sorda abeja acariciadas.
Y ve los anchos sotos
y las verdes dehesas,
donde encerradas en campestres cotos
dan crias retozonas y traviesas
las generosas yeguas cordobesas.
Y ve la hermosa Beatriz pasmada,
desde aquellos peñascos donde habita,
la poblacion morisca coronada
por la bella y mas célebre mezquita
á los ginetes moros conquistada.
Y ve á sus pies en la montuosa tierra,
teatro un tiempo de azarosa guerra,
brotar continuamente
cercados de silvestres florecillas,
ya el manantial de rumorosa fuente,
ya corpulentos robles,
ya enlazada á las hayas amarillas
con recios brazos y con nudos dobles
la cariñosa yedra
cuya oculta raiz nace en la piedra.
Allí el aire tranquilo se embalsama
con los gratos olores
que la feráz frondosidad derrama:
y se respira pura
el aura salutífera que impregnan
con su aroma las flores,
las fuentes con vapores y frescura.
Allí la limpia atmósfera armonizan
las pasajeras aves
con cánticos suaves
que los sentidos con el alma hechizan.
Y allí pasa Beatriz el tiempo breve
de la estacion florida,
rápida imágen de la corta vida
que en la tierra habitar acaso debe;
y alli pasa sus dias á lo menos,
ya que no entre placeres bulliciosos,
alegres, y serenos
y libres, con sus sueños deliciosos.
Su Padre la acompaña,
y el Doctor la visita,
y en dulce soledad vive sin cuita
al mundo entero y al convento extraña.
El oro de Don Lucas de Hinestrosa
sus caprichos y gustos la previene,
y con su vida Beatriz se aviene,
y lejos del convento muy dichosa.
Apenas anochecía:
la luz apuntaba apenas
de melancólica luna
en una noche serena,
cuando en sabrosas memorias
y en ilusiones risueñas
embebida está Beatriz
de su alquería en la puerta.
Cómodo sillon la ofrece
la espesa y humilde yerba,
y el son del aire la arrulla
que la acaricia y refresca:
sobre la rodilla el codo,
la frente en la palma puesta,
sin direccion las miradas
y sin norte las ideas,
está en una de esas horas
de misteriosa pereza,
de tranquilidad y calma
en que nada nos inquieta,
nada nos place ni turba
y nada nos interesa;
ni se sufre ni se goza,
ni se quiere ni se piensa.
De esta abstraccion melancólica
que la absorve las potencias
y la embarga los sentidos,
y el ánima la enajena,
vino á sacarla á deshora
una voz sonora y recia
que la dijo: — Buenas noches,
y á la que respondió ella
con un ¡ay! que á un tiempo mismo
miedo indicaba y sorpresa.
¡Silencio! el recien venido
exclamó, y la mano asiéndola
dijo: enemigos me siguen,
pero es preciso que pierdan
mi rastro, y que yo del monte
por espesura me meta.
beatriz.
¿Y qué quereis?
el hombre.
Un instante
de descanso, por las breñas
para seguir mi camino,
y si mis contrarios llegan
un rincon en que ocultarme
mientras pasa la tormenta.
Y asi, aquel honbre diciendo
entró con libre franqueza
en la alquería, y tendióse
sobre un sillon de vaqueta.
Siguióle Beatriz absorta,
y entre turbada y resuelta
sacó un velon encendido
que puso sobre una mesa:
y hácia el incógnito intruso
tendió la mirada incierta,
mas apartóla encontrando
la suya clavada en ella.
Subióla á entrambas mejillas
el carmin de la verguenza,
y quedó ante el forastero
de pie, y silenciosa y trémula.
Yo no se que es lo que tiene
una mirada serena,
fija, osada y sostenida
que se lanza de la negra
pupila de un ojo ardiente,
por bajo fruncida ceja
que oculta el camino cierto
que aquella mirada lleva,
y la intencion que recata,
y el sentimiento que expresa
cuando sabe uno que está
sobre su semblante puesta:
pero ello es cierto que á veces
esta mirada nos quema
con el fuego que despide
y con su peso nos prensa.
El rostro se nos enciende,
los oidos nos chispean,
y aunque no nos atrevemos
otra mirada á oponerla,
sentimos que está en nosotros
posada, y el alma inquieta
anda recelosa dentro
del corazon dando vueltas.
Tal está la pobre niña
haciendo que hace una trenza
del cordon del delantal
que en los dedos se la enreda,
mientras los ojos del hombre
siguen clavados en ella
sin apartarse un momento,
sin pestañear siquiera.
¿Qué piensa el desconocido?
¿cuál será la consecuencia
que de su exámen deduzca?
¿será propicia ó siniestra?
¿por qué no se desemboza
y franco el semblante muestra?
¿será deforme ó hermoso?
Tausende von E-Books und Hörbücher
Ihre Zahl wächst ständig und Sie haben eine Fixpreisgarantie.
Sie haben über uns geschrieben: