El rey loco - José Zorrilla - E-Book

El rey loco E-Book

José Zorrilla

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Beschreibung

El rey loco es un drama teatral de José Zorrilla. Escrito en verso, se desarrolla en torno a la historia de de Wamba, el monarca visigodo al que los nobles obligaron a aceptar el trono para terminar expulsándolo de él.-

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José Zorrilla

El rey loco

 

Saga

El rey locoCover image: Shutterstock Copyright © 1847, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726561708

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PRIMERA PARTE.

Wamba es mas grande que la gloria humana, y prefiere á ser rey, ser caballero.

(Acto III. Eseena V.)

Este drama es propiedad del editor de la Galería Dramática, el cual perseguirá ante la ley al que le reimprima ó represente en algun teatro del reino, ó en alguna Sociedad de las formadas por acciones, suscripciones ó cualquiera otra contribucion pecuniaria, sea cual fuere su denominacion, con arreglo á lo prevenido en las Reales órdenes de 5 de Mayo de 1837, 8 de Abril de 1839 y 4 de Marzo de 1844, relativas á la propiedad de las obras dramáticas.

Acto primero.

PERSONAS DEL ACTO PRIMERO.

Wamba. Sr. Latorre.

Germano.

Rodesinda.

Paulo.

Hassan, esclavo nubiano, negro de color.

Nobles, pueblo y soldados godos.

 

La escena es en Idánia la Vieja, pueblo de Lusitania.— Año 672, de N. S. J. C.

__________

Interior pintoresco de un arruinado templo Romano, preparado convenientemente para el juego escénico de este acto.

ESCENA PRIMERA.

Multitud de nobles y pueblo Godos rodeando á Paulo le escucha con muestras de aprobacion. Algunas teas repartidas por la escena, ya en manos de actores, ya colocadas en tos escombros, alumbran esta asamblea, que debe tener el carácter severo de la raza de hombres, que la celebra.

 

Paulo. Para salvar la nave del estado

no hay mas medio á mi ver. Solo un piloto,

á voluntad de todos encargado

del indócil timon, al casco roto

puede dar ya contra la mar y el viento

el necesario impulso y movimiento.

De otra manera, con rubor lo digo,

poco á poco la mar le anega todo,

y sin amparo, ni poder, ni abrigo

naufraga para siempre el reino godo.

¿Quereis salvarle?

Pueb. Sí.

Paulo. Dá todavia

treguas y medio la propuesta mia.

¿La aceptais?

Pueb. La aceptamos.

Paulo. De ese modo

Separémonos ya: pronto la aurora

derramará su purpurina lumbre

sobre la oscura tierra: mas primero,

y ya que de nosotros nadie ignora

de su eleccion la conveniencia, espero

que todos jurareis, como es costumbre,

cooadyuvar á que cumplida sea

la noble decision de esta asamblea.

¿Venis en ello?

Pueb. Sí.

Paulo. Pues concluyamos.

¿Convencidos estais de que los Godos

huérfanos y sin gefe necesitan

un rey que los gobierne?

Pueb. Sí, lo estamos.

Paulo. ¿Reconoceis en el propuesto todos

los dotes que para ello le habilitan?

Pueb. Sí.

Paulo. ¿Resueltos estais de grado ó fuerza

á obligarle á que acepte el grave cargo

y la suprema autoridad ejerza,

para que el reino con el tiempo largo

no desmaye y se pierda de tal modo

que enemigos osados y avarientos

se le repartan en pedazos todo?

Pueb. Sí.

Paulo. ¿A Wamba alzais por vuestro rey?

Pueb. Le alzamos.

Paulo. ¿Jurais, eu fin, que como tal, contentos

seguireis sus banderas?

Pueb. Lo juramos.

Paulo. Recto es el fin y vuestra causa grande.

¡Dios os lo premie pues, ú os lo demando!

Buscaré al nobilísimo guerrero,

que en estas soledades ha vivido

del cortesano estruendo retraido,

y en darle á conocer seré el primero

lo que en pró general se ha decidido.

Donde quiera que le halle haré que al punto

enciendan mis soldados una hoguera

sobre el monte mas junto;

y el lugar en que esté nuestro elegido

señalará ondeando mi bandera.

Allí acudid, y desde aquel momento

dad por terminado el alzamiento.

Hasta entonces, amigos, retiraos.

(Vanse todos poco á poco.)

El pueblo es mio. En cuanto al viejo insano

como él acepte el puesto soberano

lo mismo que le alcé le precipito.

Resta burlar la astucia de Germano,

con cuya fuerza mi poder limito:

ya estoy solo con él, le iré á la mano.

(Durante estos últimos versos Paulo queda solo en la escena; y despues de mirar en derredor con precaucion hace una seña, á la cual aparece Germano saliendo de entre los escombros.)

ESCENA II.

Paulo. Germano.

Paulo. Son idos, sal.

Germano. Allá voy.

Paulo. ¿Viste? ¿Oisle?

Germano. Ví y oí.

Paulo. Sabes, pues, como cumplí.

¿Cumplirás tú?

Germano. En eso estoy.

Mas como en tal cumplimiento

nos vá á los dos la cabeza.

Paulo, hablemos con franqueza,

si te parece un momento.

Paulo. Habla.

Germano. Demasiado claro

vá á parecerle tal vez

mi lenguaje á tu altivez.

Paulo. Dí, que yo la iré á la mano.

Germano. En negocios semejantes

al que vamos á emprender,

entrar conviene á mi ver

á modo de comerciantes;

que puesto que en esta empresa

arriesgamos por igual

entrambos un capital,

dividir nos interesa

los réditos legalmente.

Demos pues á nuestros pactos

límites justos y esactos.

Paulo. Paréceme muy prudente.

Germano. Sepamos pues sin disfraz

ya que el caso es oportuno,

qué pone aqui cada uno,

qué vale y de qué es capaz.

Paulo. Tienes razon: vale mucho

obviar todos los reparos

antes.

Germano. Pues hablemos claros.

Paulo. Empieza pues, que te escucho.

Germano. Por la senda de la vida lanzados ambos á dos

corremos de un trono en pós;

y es fuerza ó que se divida,

ó que uno de otro al encono

á sus mismos piés sucumba,

sirviendo al muerto de tumba

lo que al vencedor de trono.

Paulo. Y como á punto de asirle,

nos hemos ambos asido,

juntos hemos convenido

en asaltarle y partirle.

Germano. Derecho ó razon ninguna

tenemos á él para osar,

mas si es derecho el reinar

razon buena es la fortuna.

Debiendo empero los usos

guardar del pueblo y sus leyes

para llegar á ser reyes

sin el apodo de intrusos,

fué de tu prudencia aviso

que una tercera persona

su derecho á la corona

nos trasmitiera.

Paulo. Preciso.

Todo el reino en banderías

dividido por dó quiera

necesita una bandera

de mas precio que las mias.

Germano. Tal creo, y si yo pendon

levantara por mí mismo

solo aumentara un guarismo

á los que hay en la nacion.

Paulo. Mas uno que en sí reuna

fama y derecho heredado

abatirá de contado

muchas banderas con una.

Con nobleza y con valor

antiguo si sale al frente

un hombre, toda la gente

se lleva en su derredor.

Germano. E n ello acordes estamos.

El cetro debe empuñar

un rey que sepa reinar

como nosotros queramos.

Un rey á quien real derecho

dé su alcurnia, y dén prestigio

sus virtudes; un prodigio

por nosotros solos hecho.

Paulo. E importa mucho al hacerle,

Germano. amigo, mirar

si el ídolo tiene altar,

y sacerdotes ponerle.

Germano. Compréndote, Paulo amigo:

un pueblo es fuerza que vaya

tras él; mas como rey haya

él traerá pueblo consigo.

Paulo. Pues el rey ya está en mi mano.

Germano. Pues un ejército presto

tengo y armada.

Paulo. Dispuesto

viste aqui al pueblo Germano.

Germano. Veamos, ¿quién es tu rey?

Paulo. ¿ No me le oiste nombrar?

Germano. Sí, mas no puedo apreciar

si es oro de buena ley.

Paulo. ¿ Tú no le conoces?

Germano. No.

Paulo. En dos palabras lo que és

voy á decirte.

Germano. Di, pués.

Paulo. E s un hombre que nació

de régia estirpe.

Germano. ¿Su edad?

Paulo. Nueve lustros y corrida

la balanza.

Germano. De su vida

casi en la flor.

Paulo. Sí en verdad.

Y si á lo robusto y sano

uniera un seso completo,

era el tál harto sugeto

para ganarnos la mano.

Germano. ¿ Noestá en su juicio cabal?

Paulo. No.Tiempo há dejó la corte,

y no hay cosa que le importe

más que el goce material

de la existencia. Una casa

que en estos montes hiciera

habita, ycomo una fiera

la vida en los montes pasa.

Germano. ¡Pardiez! durará bien poco

ídolo tál segun eso.

¿Si le echa menos el seso

qué pueblo admite un rey loco?

Paulo. Sabe el vulgo su nobleza,

y viendo que el mundo huye

á esperiencia lo atribuye,

desprendimiento y grandeza.

Germano. Huye el mundo. ¿Sabe de él?

Paulo. Vivió en palacio, y mal quisto

salió de alli.

Germano. Por lo visto

no supo hacer su papel.

Paulo. Su prestigio hizo balanza

al poder de Chindasvinto,

y gozó de Recesvinto

igual siempre la privanza.

De ambos los secretos todos

penetró él.

Germano. En ese caso

solo le ha faltado un paso

para ser rey de los Godos.

Paulo. A la muerte del postrero

fuéle á ofrecer la nobleza

el cetro; mas con fiereza

él la dijo: no le quiero.

Los prelados y los jueces

con él despues le han brindado

dos veces, y ha rehusado

admitirle las dos veces.

«Conozco (ha dicho altanero)

»que por mi sangre me toca;

»pero es una empresa loca;

»ya he dicho que no le quiero.»

Germano. ¡Singular hombre!

Paulo. Eslo tál,

y tal su seso, que dice

que el hombre mas infelice

es el que reina.

Germano. Moral

muy buena sin duda alguna,

mas moral que no comprendo.

Paulo. De eso es de lo que yo entiendo

que enloqueció.

Germano. Fue fortuna

para nosotros.

Paulo. S ífué.

Y yo que le espío há un año

y conozco á ese hombre estraño

que nos hace al caso sé.

A solas consigo mismo

en sus manías estrañas

sigue por esas montañas;

y ya á orillas de un abismo

mide en silencio su oscura

profundidad; ya dá caza

él solo á la inmensa raza

de bestias, que la espesura

guarda; ó semanas enteras

en su caseron se oculta,