En la frontera - Jorge Alemán - E-Book

En la frontera E-Book

Jorge Alemán

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Beschreibung

La voluntad que recorre su obra va dirigida a encontrar y hacer posible la construcción de una nueva forma de experiencia. Piensa, que el reto de nuestro tiempo pasa por ver si hay posibilidad de alumbrar un nuevo antagonismo que ponga en juego otras reglas y otra voluntad, basada en el deseo de cada uno, pero sin renunciar a la lucha frente a la explotación y la pobreza. De esta manera Jorge Alemán tiende puentes entre el psicoanálisis y la izquierda proporcionando una valiosa caja de herramientas con la que abrir un punto de partida novedoso para los efervescentes movimientos de izquierda. Ahora que la crisis facilita el replanteamiento de la teoría y la práctica capitalista, la izquierda lacaniana puede abrirse paso planteando un nuevo sistema que tenga más en cuenta la experiencia del Inconsciente.

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http://www.gedisa.com

© Jorge Alemán, 2014

© María Victoria Gimbel, 2014

Primera edición: mayo de 2014, Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Editorial Gedisa, S.A.

Avda. Tibidabo, 12, 3º

08022 Barcelona (España)

Tel. 93 253 09 04

[email protected]

http://www.gedisa.com

Preimpresión:

Editor Service S.L.

Diagonal 299, entresol 1ª – 08013 Barcelona

[email protected]

www.editorservice.net

eISBN: 978-84-9784-825-1

Depósito legal: B.8316-2014

Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.

Índice

Introducción

¿Todavía? una salida al capitalismo

Encrucijadas

En la frontera

Introducción

La amplia trayectoria intelectual de Jorge Alemánrecogida y publicada en diversos y destacados libros, ha venido dando cuenta de su interés fundamental por pensar la lógica interna del capitalismo para intentar una transformación política, desde una perspectiva de izquierda. La voluntad que recorre su obra va dirigida a encontrar y hacer posible la construcción de una nueva forma de experiencia, cruzando, en la frontera, la elección contingente y la decisión irreductible del sujeto con vistas a la emancipación. Su punto de partida toma como referencia lo que considera indiscutible, la fractura constitutiva y original del sujeto, derivado de la asunción de las enseñanzas del psicoanálisis de Freud y, sobre todo, de Lacan, relativo a la incursión del inconsciente en la experiencia subjetiva para asumir las consecuencias que ello tiene en la práctica social. En ese sentido siempre ha pensado, y piensa, que el reto en nuestros tiempos pasa por ver si hay posibilidad de alumbrar un nuevo antagonismo que ponga en juego otras reglas y otra voluntad, basada en el deseo de cada uno, pero sin renunciar a la lucha frente a la explotación y la pobreza. Precisamente, sus dos últimos libros, Soledad: Común y Conjeturas sobre una izquierda lacaniana, ahondan en esa cuestión, al ofrecer importantes claves para ir desenredando el enorme problema teórico que supone pensar en una experiencia transformadora «colectiva», condicionada por las pulsiones propias de la existencia singular (horadada), cuestionando las supuestas evidencias de lo dado. Sus nociones teóricas no están separadas de las prácticas, son más bien destellos que arrojan alguna tenue luz para entender el mapa actual de nuestra época: un mundo globalizado, dominado por el poder financiero y que, a través de estrategias de colonización de la experiencia subjetiva, puede conducir a pensar, o bien que no hay ninguna salida ni posibilidad de cambio y entonces sólo cabe el pesimismo, el cinismo o el nihilismo, o bien creer todavía en el movimiento dialéctico de la historia que, a través de la denominada lucha de clases, superando las contradicciones, diera lugar a una futura sociedad liberada y reconciliada consigo misma.

Pero la propuesta de Jorge Alemán se presenta como una nueva forma de materialismo de lo real, que no es ni histórico ni dialéctico, y que acentúa la posición ontológica de Marx, aquella que hace referencia al movimiento de la mercancía y a la generación de la plusvalía, atravesando los textos marxianos desde el psicoanálisis e incorporando como asunto destacado el papel de la ideología, a partir de la lectura de Althusser. En ese sentido su fórmula Soledad: Común invita a pensar el Sujeto y la Política en términos distintos a los que aparecen en las elaboraciones del denominado pensamiento posmarxista, al considerar necesario interpretar la tradición de la izquierda, no desde la filosofía, sino desde las enseñanzas clínicas de Lacan, para poder redefinir la experiencia política en estos tiempos «catastróficos», pues entiende que a través del conocimiento de la espiral y el orden simbólico del siglo XXI tal vez se pueda constituir algún tipo de hegemonía popular basada en otra lógica de la relación singular y colectiva; su pensamiento, por tanto, se hace cargo de las malas noticias que trae el psicoanálisis, referidas a lo incurable de la existencia y alas consecuencias que ello tiene en la configuración del malestar propio de nuestra época, la del capitalismo.

Así, su deseo decidido pasa por no renunciar o dimitir en el intento de la construcción de otro ser con los otros, que tendría como condiciónla propia constitución del sujeto y que, para Jorge Alemán, se efectúa desde su radical e irreductible Soledad. Noción ontológica que no está referida a ningún estado de ánimo o peculiaridad individual, al contrario, es la inscripción en el ser mismo de la existencia, porque dice de la singularidad que uno a uno somos, derivada en términos lacanianos en tener un cuerpo que habla, y por eso la Diferencia no es una categoría relativa a clases, pueblos, grupos, personas, países, etcétera, sino que es ontológicamente «absoluta». El punto de partida de la propuesta teórica pasa por reconocer que el sujeto, en el origen, está necesariamente fracturado, difiriendo tanto de sí mismo como de los otros. Si se quiere hacer algo en el terreno político hay que contar con que el cuerpo no es un mero organismo biológico que pueda adaptarse o no, sino que está afectado, inconscientemente, por el goce, haciendo del síntoma un acontecimiento del cuerpo. Además, como ya han mostrado diversas lecturas de Foucault, el cuerpo puede ser un campo de operaciones de poder, ejercidas sobre él y por él, fabricando subjetividades, configurando distintos modos de servidumbres voluntarias. De esa forma, Jorge Alemán incide una y otra vez en que no es posible ningún tipo de emancipación o liberación total, menos aún de revolución, porque el hiato o vacío que constituye al sujeto, lo imposible de cerrar o clausurar, impide siempre la identificación, construyéndose una experiencia subjetiva atrapada en sus fantasmas. Porque el trabajo pulsional es «a-histórico» y no deja de buscar su satisfacción, lo que psicoanalíticamente hablando hace del síntoma la clave principal de sus desarrollos conceptuales, por ser algo que se repite, aunque se manifieste contingentemente, dando lugar a la inadaptación permanente y explicando el goce que está detrás de los horrores, como puede ser el caso de las distintas formas de exterminio o genocidio que se han producido, y producen, en la historia de la Humanidad. Ese carácter repetitivo de la pulsión es la «huella que el lenguajedeposita en el ser humano», siendo la condición desde la que el sujeto emerge y a partir de la cual se va registrando su experiencia. De ese modo, el lenguaje no está considerado, en términos heideggerianos, como «la casa del Ser», sino como una infraestructura material que funciona más bien como la «parte maldita» del sujeto que no se deja atrapar ni subjetivamente ni colectivamente; por eso Jorge Alemán sostiene que no se pueda establecer un corte radical a partir del cual podría surgir un «hombre nuevo» como fundamento de una modernidad alternativa.

Solamente habría manera de crear otro lazo social haciendo una especie de pacto con los mandatos superyoicos para desviar el poder de la pulsión de muerte que continúa incesantemente buscando el estado inanimado; ese deseo de aniquilación o violencia es con el que hay que contar, porque la pulsión es ajena a toda simplificación basada en un materialismo burdo o biologicismo que pretenda reducir el cuerpo a una materia orgánica en funcionamiento. En este sentido, estaría de acuerdo con Heidegger al considerar la voluntad de poder nietzscheana como la extrema manifestación de la organización racional y técnica de la realidad. No olvidemos que Nietzsche otorga un estatuto ontológico a la vida como voluntad de poder, estando más allá del bien y del mal, siendo el dato inmediato o la condición de posibilidad de todo lo demás; de ahí que no se pueda estar fuera o por fuera de la vida, ya que ella también se manifiesta en el cuerpo humano, entendido como un campo de fuerzas donde se da permanentemente la batalla, haciendo de la existencia algo problemático, porque el hombre estaría movido por «amor al poder», lo que le ocasiona una inestabilidad que tiene como efecto la desintegración del Yo, y en la que el lenguaje resulta insuficiente para dar cuenta de lo más íntimo y profundo. Así pues, según esta hermenéutica radical nietzscheana, la voluntad de poder designa tanto la esencia de la vida como la esencia del hombre. Desde esta perspectiva se podrían entender, en cierta medida, los desarrollos de Agamben al exponer que las formas de vida se manifiestan separadas de la zoé o nuda vida, al estar gestionadas y administradas por el poder biopolítico, haciendo de la población un campo disciplinado. Pero para Jorge Alemán el síntoma es algo «antivital», lo Común, estableciendo una diferencia entre los cuerpos, que sí pueden ser atravesados, y la noción de vida que, siguiendo a Lacan, es algo impenetrable. Porque la vida no toma la palabra sino que es el cuerpo del ser humano (hablante, sexuado y mortal) el que está afectado por el goce, al no ser meramente un cuerpo vivo sino, sobre todo, al estar determinado por la inscripción de lo que, con sus palabras lacanianas, denomina lalengua, la que realmente determina contingentemente la existencia en relación a los significantes, ocasionando un encuentro traumático de cada uno con la misma. Eso explica que la Soledadsea una categoría ontológica, del orden de la necesidad, y que no se refiera a algo histórico ni tampoco a la vida. De este modo, los términos de la fórmula Soledad: Común van en serie, y esta expresión no designa ni una conjunción ni una disyunción inclusiva o exclusiva entre ambas, por lo que su planteamiento se distingue de cualquier ontología vitalista de corte inmanentista, incorporando como condición dada la materialidad de la lengua y los efectos radicales e irreductibles que ella produce en la experiencia singular del sujeto, y se concibe entonces la realidad, no en términos de homogeneidad, sino desde una falla o resto siempre heterogéneo.

Su planteamiento supone también una crítica al pensamiento orientado por «ideales», pues considera que estossolamente esconden ficciones construidas en torno a utopías, como el comunismo, basadas en la posibilidad de una reconciliación histórica derivada de la lucha social. En cambio, para Jorge Alemán la emancipación no puede venir a través de ningún proyecto teleológico, y no hay que esperar entonces ninguna toma de conciencia, pues una de las indicaciones que pone sobre la mesa se refiere a que una nueva práctica que se manifieste en términos de rebelión o protesta, aunque útil, no deja de descansar bajo una idea ingenua de lucha contra la alienación. La cuestión, sin embargo, tiene que ver con el deseo y no con la mera satisfacción de las demandas, para lo que nos recuerda que, por muy esclavizados o explotados que estén los sujetos, ello no garantiza su potencial emancipatorio, menos en una sociedad como la nuestra, donde el movimiento del capitalismo, regido por una mayor acumulación de operaciones financieras, se desarrolla ilimitadamente en la experiencia del consumo. En ese aspecto, le interesa analizar la relación entre la noción plusvalía marxista y el plus de goce lacaniano, desmitificando las relaciones «fantasmales» en la constitución subjetiva, que conllevan tanto un incremento de la insatisfacción de los sujetos como la implantación constante de técnicas científicas, presentadas como curas terapéuticas, salvadoras de los males que ocasiona el propio proceso fetichista de la mercancía. Por lo que en su perspectiva, el sujeto tendría que desear no querer estar sometido, ello sin caer en las identificaciones discursivas que articulan los movimientos políticos, ya sean nacionales, de grupo o de otro tipo, porque son representaciones subjetivas que enmascaran lo irresoluble: la Soledad: Común.

Parecería que esa consideración lacaniana del sujeto llevaría a sostener, políticamente hablando, una especie de escepticismo lúcido, al poner una barrera infranqueable para la transformación social, que limitaría la práctica política sólo a lograr mejorar dentro de lo posible. Pero Jorge Alemán critica esa forma de entender la política en términos de gestión y administración, insistiendo, eso sí, de modo conjetural y sin garantía, en apostar todavía por hacer una lectura «radical» y en los márgenes del psicoanálisis para, desde ella, proponer una respuesta que comprometa a la izquierda en la construcción de algún tipo de pueblo aún sin nombre. Con ello entiende que el capitalismo, aquí en consonancia con algunos pensamientos posmarxistas, no constituye una realidad eterna, cerrada e imperecedera sino que es una realidad histórica y contingente. Por eso piensa que no se deben bajar los brazos y admitir ya la derrota, al contrario, hay que aprovechar el impasse actual para seguir preguntándose por las condiciones de una nueva práctica emancipatoria. Eso sin dejarse atrapar por los discursos imperantes que presentan la situación presente en clave de «crisis»,cuyos efectos son, o bien creer que no hay una salida posible a este estado de excepción permanente, en expresión de Agamben, o bien sólo seguir participando en las políticas populares orientadas en la línea del progreso ilustrado de la Humanidad. Pues bien, la propuesta de Jorge Alemán se desmarca de ambas, porque si bien sigue pensando —al modo de Marx— que todo lo sólido se desvanecerá en el aire, eso no le lleva, por su impronta psicoanalítica, a considerar posible la emancipación social «para todos», porque la noción de Igualdad, entendida como simetría u homogeneidad,y referida al universal «todos iguales», no constituye la condición del sujeto, ni tampoco por ello puede ser la fuente de emergencia desde la que elaborar un proyecto común que nos liberase de las cadenas en pos de la dignidad de la persona o articulado en torno a unos supuestos derechos humanos inalienables. Únicamentecabría hablar, en sus términos, de momento igualitario, desarrollado a partir de la lógica —lacaniana— del «no-Todo», invitando con sus reflexiones a separar definitivamente el legado de Marx de cualquier planteamiento metafísico.

Sus conjeturas se apoyan en esa visión no del todo pesimista, pues como dice en uno de sus versos, sigo en ello para salvarme de los tiempos que se deleitan en las certezas prematuras. De ahí que su desafío pase por hacer de alguna manera lacaniana a la izquierda. Pero su perspectiva no se dirige hacia una nueva forma de freudomarximo, en un intento de aunar a Lacan con Marx, sino de llevar algunas destacadas indicaciones de la práctica clínica al terreno del pensamiento político para intentar la construcción de otro lazo social, que no se fundamente ni en la idea de comunidad ni en la idea de democracia, tal y como se han venido dando. Eso no significa que, puntualmente, se pueda ir interviniendo en las manifestaciones populares o en las instituciones, pero sin olvidar la indicación clave, referida a que el Común no señala a un conjunto de sujetos iguales que formen una comunidad, ni formal ni materialmente. Al contrario, la comunidad en la que piensa Jorge Alemán no está dada todavía, porque ella tendría que contar con la condición singular del sujeto como hecho colectivo político; en sus palabras, la matriz de otro tipo de soberanía —en el pueblo— se daría tal vez con la irrupción de la Soledad singular del sujeto plasmada en la emergencia de lo Común. Porque su análisis del síntoma, explicado en muchos de sus numerosos textos, se basa en la distinción que establece Lacan entre, por una parte, el término Sinthoma, derivado de la grafía arcaica, referido al modo singular en que cada uno habita lalengua —el Común—,y cuyas marcas jeroglíficas en el cuerpo del ser hablante (pulsiones, repeticiones, fijaciones cifradas que remiten a un goce inútil) muestran la insondable incurabilidad del Sujeto —la Soledad—, y, de otra parte, eltérmino síntoma en sentido freudiano, referido a esa formación del inconsciente que es susceptible de ser descifrada como algo reprimido (lapsus, sueños). Esa diferencia entre ambos sentidos es muy importante pues el Sinthoma, cuya escritura no puede ser interpretada, es irreductible y conduce a sostener que ese modo singular de ser alcanzado por lalengua, que vehiculiza o procura el Sinthoma, nunca puede hacer «masa o multitud», de tal manera que para Jorge Alemán lo que se debería poner en juego es el vínculo problemático entre la Soledad del Sinthoma y el Común de lalengua. Así, si no es posible la liberación subjetiva mucho menos ponerse de acuerdo, por consenso, en el marco de una «comunidad de diálogo ideal», al estilo de las propuestas de Habermas, al no tener en cuenta lo determinante, aquello que afecta al sujeto y que nunca puede ser comunicable del todo; dicho en sus términos: lo imposible. Ahí está uno de los problemas a los que se enfrenta su propuesta de izquierda lacaniana, pues las enseñanzas psicoanalíticas parece que impiden cualquier posibilidad de mejora social, sobre todo, cuando para Lacan la pulsión de muerte es la fuerza principal que rige la experiencia, y eso supone contar de antemano con que no habrá justicia final «para todos» que pueda consumarse y no haya que esperar un destino juntosque cumplir, al señalar que el Sujeto está siempre dividido, sin posibilidad de sutura, por lo que para «hacer algo» con la política es necesario separarse de cualquier identificación para tal vez ir construyendo lentamente las condiciones que posibiliten el surgimiento de otra experiencia, emergida de una voluntad que todavía es inédita.

Aun reconociendo lo «intempestivo» de su propuesta, Jorge Alemán, a través de su análisis del discurso capitalista, considera que cabe todavía alguna salida al capitalismo frente a la marcha de las políticas neoliberales dominantes que nos circundan. Eso sin asumir el papel de víctimas, identificándonos completamente con movimientos, digamos reivindicativos, ni tampoco posicionarnos como «ciudadanos» desde una especie de grado 0 de la democracia, renunciando a la transformación social. Apuesta más bien por intervenir desde un horizonte de responsabilidad (ésta entendida en un cierto sentido sartreano) siendo actores de una constante paradoja entre la singularidad radical y la creación de un nuevo contrato basado en otra complicidad para poder franquear el presente. Porque no hay que seguir pensando y actuando desde una lógica de la «totalidad» que entiende las diferencias como resultado de un movimiento dialéctico o como un proceso basado en las contradicciones, y que por ello mismo podrían ser superadas. Al contrario, sólodesde la tensión y el desajuste, derivados de la Diferencia absoluta, que impide borrar el vacío constitutivo del sujeto y hace que los antagonismos sean irreductibles, puede emerger alguna clase de hegemonía popular surgida en esa especie de «no-lugar común». Por ello, su planteamiento resalta las relaciones paradójicas que se dan en ese lugar de la «dislocación», un espacio fronterizo que no puede ser homogéneo o identitario; ese terreno problemático sería el lugar político constituyente de la experiencia del sujeto en su devenir.

Además, cierta marca althusseriana le lleva a poner como asunto destacadola cuestión de la Ideología, insistiendo en que siempre retorna y por eso, en palabras de Lacan, se trataría de volver con lo nuevo, más allá del capitalismo, en un intento de conservar determinados legados, sabiendo que la posible emancipación, por venir, siempre será un proceso parcial, basado en todo caso en un pacto político distinto, sin paranoia y sin ideales. Porque el sujeto, marcado por su imposibilidad, nunca debe ser entendido como mero objeto sino como una ficción ideológica que mantiene su especificidad, su condición intrínseca y tensional de sujeto fracturado, que habría que «conservar» para una posible transformación por fuera de la psicología de las masas y por fuera de la lógica individualista en la que se basan las operaciones del capitalismo. Pues para Jorge Alemán la Soledady el Común se sustraen al circuito de la mercancía, al ser el propio sujeto quien comparece auto-obstaculizándose. Y esto, en lugar de interpretarse en términos negativos, aquí se presenta como una posible oportunidad de enfrentarse al capitalismo y salir de la situación dominante, para no dejarse llevar por el utilitarismo y el pragmatismo como únicas respuestas al control y al poder estatal que representan las políticas neoliberales. Por ello, y aunque la posición teórica de Jorge Alemán no se enmarque dentro de la filosofía política, sí establece semejanzas y diferencias con otros pensadores como Laclau, Rancière, Badiou, Negri o Žižek, entre otros, que están comprometidos desde sus respectivas posiciones en dar una respuesta crítica al avance del movimiento especulativo y solipsista del capital, cuyo proceso imparable parece no encaminarse hacia su extinción.

Por lo dicho, las conjeturas de Jorge Alemán pretenden pensar el sujeto y el capitalismo, sin presentarse dentro de una teoría global articulada, sino como una lectura «sintomática» de la izquierda, en el intento de descifrar o desenredar el malestar propio del capitalismo, sobre todo para entender lo que impide su salida en el momento presente. Y que en su caso toma como referencia cuatro grandes claves hermenéuticas: el inconsciente freudiano, la plusvalía marxista, la noción de técnica heideggeriana y el plus de goce lacaniano. Todo eso, para seguir pensando la política desde una posición «radical» (lacaniana) y de izquierda, sabiendo lo problemático y polémico de su apuesta por los múltiples escollos a los que se enfrenta este planteamiento; pero eso no le impide continuar ofreciendo señales que puedan servir como semáforos rojos o límites infranqueables, dando indicaciones cruciales para entender la propia constitución incurable del sujeto, asumiendo las «malas noticias» que trae el psicoanálisis, recogidas y desarrolladas en esta propuesta de Jorge Alemán, sin renunciar o dimitir en la creación de un nuevo «pueblo» sin hogar, a la intemperie y sostenido en una cuerda floja, quizás, por advenir...

A modo de prólogo

El breve libro que tiene el lector entre sus manos surgió de un encuentro que mantuvimos después de participar en una mesa redonda y a tenor de las preguntas que allí se formularon sobre el tema de la izquierda lacaniana. Jorge Alemán me propuso entonces que pensase, con total libertad, en cuestiones que vinieran suscitadas tanto por lo que escuchamos en ese foro como por mis propias lecturas de sus textos. Me pareció muy interesante que la forma de abordar algunos de los problemas relativos al Sujeto y al Capitalismo fuese a través de conversaciones. Y nos pusimos a ello. Nos reunimos muchas veces, grabadora y cuaderno en mano, teniendo así material suficiente para posteriormente transcribir y redactar los contenidos, eliminando en algún caso frases y en otros añadiendo desarrollos para clarificar determinadas nociones que de otra manera hubieran resultado confusas.