Granada: poema oriental I - José Zorrilla - E-Book

Granada: poema oriental I E-Book

José Zorrilla

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Beschreibung

Granada: poema oriental es uno de los pocos poemas narrativos en la obra del poeta y dramaturgo José Zorrilla. Estructurado en dos partes, trata el tema del amor imposible a partir de dos personajes separados por sus respectivas religiones.-

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Veröffentlichungsjahr: 2021

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José Zorrilla

Granada

Poema Oriental I

Saga

Granada: poema oriental I

Translated by

Original title

Granada: poema oriental (tomo primero)

Cover image: Shutterstock

Copyright © 1852, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont

All rights reserved

ISBN: 9788726561722

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Al señorDon Bartolomé Muriel

En prenda de amistad.

Fantasia.

Bruselas, 21 de febrero de 1852.

I

¿Imaginas que son, Muriel amigo,

Barreras para mi tiempo y distancia?

¿Piensas que porque Flandes me dá abrigo

Mientras tu habitas en la inquieta Francia

Mi voz no puede platicar contigo,

Mi pié no puede visitar tu estancia?

¡Error! por tí los imposibles puedo

Y aunque de Francia parto en Francia quedo.

¿No sabes que el poder de los poetas

Es inmenso, Muriel: que cuanto tocan

Hechizan con su mágia: que, sujetas

A su poder, las almas se convocan

A oirles: que con prácticas secretas

Hablan con el ausente, al muerto evocan,

Redifican de un soplo las ciudades

Y hacen retroceder á las edades?

Sus órdenes no sabes que obedecen

Ejércitos de genios que á millares

Amigos por dó quier les favorecen,

Haciendoles los montes y los mares

Trasponer: que dó quiera se aparecen

Sin respetar ni tiempos ni lugares :

Para quienes no hay diques, ni barreras,

Policias, aduanas, ni fronteras?

¡Mísero amigo mio! ese medroso

Són que á los pies de tu callado lecho

Percibes con pavor, que tu reposo

Turba agitando tu apenado pecho,

No es del chisporroteo bullicioso

Que alza tu lamparilla, en el estrecho

Círculo ahogada del cubierto vaso :

Es el rumor de mi imprevisto paso.

Soy yo que, los espacios trasponiendo,

De mi secreta mágia con el arte

En alcázar fantástico pretendo

Tu cairelado lecho transformarte.

Soy yo, Muriel, que, ante tu fáz abriendo

Su dorado cancel, voy á guiarte

A través de una esplendida morada

Por misteriosos seres habitada.

Sí, yo soy quien asalto tu aposento.

Despierta, pues; la inspiracion ahora

En mis entrañas inflamarse siento

Con fuego creador que las devora.

Incapáz de guardar mi pensamiento

El tropel de delirios que atesora,

Va á romper impetuoso sus barreras

Y á lanzar en la sombra sus quimeras.

Yo, poeta que al mundo fui evocado

Del fondo de una abierta sepultura,

Camino de fantasmas rodeado,

Sueños de mi creencia y mi locura.

Manes que sus sepulcros han dejado

Para seguirme por la tierra oscura,

Conmigo van y con mi aliento aspiran,

Dó quier me cercan y dó quier me inspiran.

Sobre sus alas con errante vuelo

Los antros mas recónditos visito,

De la pasada edad levanto el velo,

En sus viejos alcázares habito,

El sueño de sus héroes desvelo,

Sus caballeros á la lid concito,

Y al éco audaz de mi inspirado acento

Acuden cabalgando sobre el viento.

A veces á la luz de las estrellas,

Por una soledad no conocida

Ni habitada jamás, sigo sus huellas

Escuchando el relato de su vida

En una lengua cuyas frases bellas

Una armonía ecsalan nunca oida,

Y sin ausilio de palabra ó letra

En mi encantado corazon penetra.

En aquellas fantásticas regiones

El tesoro riquísimo se encierra

De aquellas misteriosas tradiciones

Que la historia veráz de sí destierra,

Mas que de sus recónditos rincones

Tenaz la poesía desentierra,

Y que, al amparo de la fé y del arte,

Forman en su region un mundo aparte.

Allí estan las tristísimas bellezas

Que lloraron incógnitos amores :

Los héroes sin préz cuyas proezas

No ensalzaron jamás los trovadores :

Armado el paladin de todas piezas,

Coronadas las vírgenes de flores,

Tendidos los de oriente sobre chales

Ornados con moriscos almaizales,

Allí estan las purísimas mujeres

Que, encerradas en santos monasterios,

Conversaron del cielo con los seres

De la virtud sondando los misterios :

Que oyeron en sus místicos placeres

De los santos Querubes los salterios

Y cuyo corazon, libre de amores,

Se espigó y se secó como las flores.

En medio de estos seres ideales,

Que no estan amasados con la escoria

De que fuimos formados los mortales,

La vanidad de la mundana gloria

Desprecio y hallo bálsamo à los males

De nuestra frágil vida transitoria,

Tegido espeso de miserias largas,

De dias de pesar y horas amargas.

Allí és donde, á la luz de las creencias

De nuestra infancia, quemo á las memorias

De nuestra hermosa patria las esencias

De la fragante poesía. Historias

Cuyo relato embarga las potencias

Son las de estas visiones ilusorias,

Campañeras alegres de mis cuitas,

De edad mejor imágenes benditas.

Espíritus que entorno de mi lecho

Velan y por mi bien se multiplican,

La pesadilla auyentan de mi pecho,

Mis penosos ensueños dulcifican,

Del corazon en la impureza hecho

Los malignos intentos purifican,

Y trasforman el campo de mi mente

En un florido Eden resplandeciente.

Ellos en mis vigilias solitarias

Me distraen con dulcísimas memorias,

Me hechizan con sus himnos y plegarias

Y á que escriba me incitan sus historias :

Por sus regiones vago imaginarias,

Abrazo sus visiones ilusorias,

Y en otra creacion, con otros seres

Paso mi vida, parto mis placeres.

Por eso elijo las nocturnas horas

Para hacer el relato de mis cuentos,

Labrando en las tinieblas incoloras

Las torres de mis locos pensamientos.

Por eso de sus sombras protectoras,

Asaltando á favor tus aposentos,

Vengo á hacerte, Muriel, la pobre ofrenda

De esta loca y fantástica leyenda.

Tú que, amigo sincero, mis pesares

Cariñoso y leal has consolado :

Tu que del infortunio en los azares

Apoyo generoso me has prestado :

Tú que con honda fé de mis cantares

El poder misterioso has invocado

Del duelo y el afán como anatema,

Escucharás benigno mi poema.

Tú que sabes del mundo retirarte,

Sin que pueda el turbion de sus insanos

Delirios en su vértigo arrastrarte :

Que de una noble sociedad de hermanos

Has sabido en tu cámara cercarte

Para escuchar mis cuentos africanos (1),

Quiero que dés tu nombre á la portada

De mi oriental leyenda de Granada.

¡Y ojalá dure la memoria mia

Cuanto duren los siglos venideros,

Y corra este papel, famoso un dia,

De la tierra los ambitos enteros:

Para que desde norte à mediodia

Vayan nuestros dos nombres compañeros,

Y el tuyo brille en la futura historia

Al resplandor de mi futura gloria!

Oyeme pues, Muriel, antes que vuelen

Las horas de los sueños y visiones :

Antes de que los genios se desvelen

Contrarios de mis vagas creaciones,

Y las parleras áuras les revelen

El oculto poder de mis canciones :

Antes, en fin, que el Sol con rayos puros

Disipe mis poéticos conjuros.

Oyeme lejos del tumulto loco

De la revuelta sociedad, y fía

Que no nos faltará si yo la evoco

Para escuchar mis versos compañía.

Yo, que á mi voz animo cuanto toco,

Voy á poblar la atmósfera vacía

De multitud de espíritus atentos

Que contigo á la par oigan mis cuentos.

Al soplo de mi aliento poderoso,

Vá a circundarnos y á prestarme oido

Ese mundo de sombras vagaroso

Por tus preciosos lienzos repartido.

Ese mundo fantástico en reposo

Mantenido hasta hoy, va desprendido

Del muro à hacer de mi velada parte :

Porque; ¿qué hay imposible para el arte!

Yo amo, Muriel, los lienzos y esculturas

Que tu curiosa cámara guarnecen;

Sus soñadas ó históricas figuras

Amigos de mi infancia me parecen:

De otra vida anterior memorias puras,

Recuerdos que mi sér rejuvenecen,

Genios tal vez de mi ecsistencia guías,

Que la conducen á mejores dias.

La causa ignoro, mi razon no alcanza

Por qué ha unido, Muriel, mi loca idea

A un porvenir de luz y de bonanza

Cuanto el lugar de tu mansion rodea :

Mas cuanto en mis delirios de esperanza

Mi corazon, supersticioso, créa,

Lo veo de tus cuartos y pinturas

Ornado con los muebles y figuras.

Ellos han escuchado los primeros

De mi laüd morisco la armonía,

Y, á crëer en fanáticos agüeros

Padrinos son de la fortuna mia.

En brazos de esas damas y guerreros

Salen mis versos á la luz del dia

Y yo de su presencia no renuncio,

Crédulo en mi favor, al fáusto anuncio.

Yo, en el campo del arte peregrino,

Do quier del arte adorador profundo,

Que presentado á ser voy imagino

En brazos de las artes en el mundo:

Y pues me trajo entre ellas mi destino

A desplegar las hojas en que fundo

Mi esperanza á la gloria que ambiciono,

A ilusion tan dichosa me abandono.

Murillo, Rafaël, Salvator Rosa,

Piombo, Teniers, Tiziano, Stein, Morales,

Cuyas firmas de mano vigorosa

Leo sobre esos lienzos inmortales,

Aunque, viles, no logren otra cosa,

Para mis pobres cantos orientales

Yo de vuestra presencia los auspicios

Acepto con afan como propicios.

Y tú dulce y amante Garcilaso (2),

Cortesano cantor de los pastores,

Que cuenco pastoril el áureo vaso

Hiciste dó libaste tus amores :

Tú que entre miel y ámbar á tu paso

Sembraste versos que brotaron flores,

Vé si á los mios tu dulzura inspiras

Desde ese marco en que tenáz me miras.

Y vosotros bizarros personages,

Seres faltos de sér, á quien del caos

Para adornar sus fondos y paisages

Sacó el génio vivifico, animaos.

A mis Cristianos himnos y salvajes

Sonatas africanas despertaos :

La poesía en las pasadas eras

Movió los montes y domó las fieras.

Vivificaos, pues, y en torno mio

Agrupaos, ¡oh imágenes hermosas

Del amor, el pesar, la fé y el brio!

Venid ceñidas de fragantes rosas,

O devorado el corazon de hastío.

Visiones del desierto pavorosas,

Diana impura, llorosa Magdalena,

Vigorosa Judit, robada Elena (3).

Alba Severo, incógnitos señores

De plegados buelillos y valonas,

Apáticos flamencos fumadores,

Zagales cuyas cabras juguetonas

Pasto buscan de céspedes mejores,

Del marco desprended vuestras personas,

Formad una callada fantasía

Que auditorio idëal preste á la mia.

Revivid á mi acento, yo os conjuro,

Creaciones que estais en el dominio

De la imaginacion : congreso impuro

De Dioses ya sin cielo (4), del triclinio

Baja á mi voz, y aunque te sea duro

Renunciar del parnaso al patrocinio,

Ven á adorar en mis severos cantos

La gloria de otros númenes mas santos.

Venid lúbrica Vénus, rúbia Céres,

Diosas en otros tiempos inmortales,

Otros genios á ver y otras mugeres

Hollando vuestro altar y pedestales.

Nuevas Divinidades, nuevos seres

De prez y de virtud mas celestiales,

Dan hoy á una mejor mitología

Con mas íntima fé mas poesía.

¡ Gracias, bellas quimeras! ya os percibo

Dejar de mis conjuros al acento

La vil materia en que creó cautivo

Vuestro ficticio sér un pensamiento.

Apréstate, Muriel : al soplo vivo

De mi fecundo é inspirado aliento,

Voy á abrir á tu atónita mirada

El recinto de la Arabe Granada.

II

Mas la planta ¡ oh Muriel! ten un momento

Antes que huelles su frondosa Vega,

Porque traidor me asalta un pensamiento.

Mal retenida entre tus labios juega

La sonrisa del que oye y, caballero,

Aunque tenáz no crée, cortés no niega.

Que estrañas ¡ ay de mi! por ella infiero,

Que con sincera conviccion cristiana,

Hoy en són tan veráz como severo

Mi voz resuene, cuando ayer mundana

Y de la tierra escándalo profano

El vicio y el placer cantó liviana.

¿Quieres saber, Muriel, porqué el mundano

Laüd dejando, en harpa vibradora

Las glorias de la Cruz canto Cristiano?

¿Quieres saber porqué, bebiendo ahora

Mi inspiracion en el venero vivo

De nuestra Fé, mi voz consoladora

Levanto en el tumulto revulsivo

De nuestro siglo turbulento, al duelo

Del corazon buscando lenitivo?

Pues voy audáz á descorrer el velo

Que tal misterio encubre, en una historia

Que con orgullo y sin temor revelo.

Reservada y recóndita memoria

Del libro inmaterial del alma mia :

Historia solo para mí: ílusoria,

Poética y gentil alegoría

Nada mas para el mundo, à cuyo oido

Jamás imaginé que llegaria.

Aparta, pues, del límite florido

De Granada, que estás casi pisando,

Tu pié, menos feráz y entretenido

Sendero agreste tras de mí tomando,

Y avancemos, Muriel... pero medita

Que en la region del alma vás entrando.

Las dos luces.

Es la ecsistencia golfo que se agita

Circundando islas mil, cuyo olëaje

De la nada en las playas se limita.

Naves las almas son en que el pasaje

Hacemos de este golfo, cuyo centro

El punto es de partida en este viage.

Centro es la cuna : una isla mar adentro

En la mitad del golfo colocada,

Dó alma y cuerpo se salen al encuentro.

Al mar cada alma desde allí lanzada

Vá de una en otra isla escala haciendo,

Hasta dar en las playas de la nada :

Allí, en la inmensa eternidad cayendo,

Náufrago el cuerpo en la ribera espira

Al criador su nave devolviendo.

Amor, deleite, lujo, ambicion, ira,

Gloria, amistad, honor, fama y orgullo,

Islas con donde reina la mentira.

Desde ellas nos reclama con arullo

Fascinador : de danzas y canciones

Nos envia al pasar manso murmullo :

A ellas con falaces ilusiones

Nos atrae y, viajeros perezosos,

Vamos haciendo escala en las pasiones.

Fé, ciencia, religion... son luminosos

Faros que por las várias latitudes

Nos guian de estos mares procelosos.

«¡Voga!» nos dicen con su luz «no dudes.

¡Voga!» y, pilotos de arte y esperiencia,

Vamos haciendo escala en las virtudes.

Por las pasiones vá nuestra ecsistencia

Sus riquezas gastando, y adquiriendo

Por las virtudes vá nueva opulencia.

Las naves bien lastradas al tremendo

Baiben resisten y olëaje fuerte :

Las vanas ceden al embate horrendo.

Era yo jóven : mi conciencia inerte

Dormia cuando al mundo audáz y solo

Salí fiado en la voluble suerte.

Lëal, franco, inesperto, estraño al dolo,

Creyendo en cuanto ví con fé sincera

Mio el mundo juzgué de polo á polo.

Mi alma entónces, góndola ligera

En manos de señor jóven y ansioso

De vida mundanal y placentera,

Se dejaba guiar por el undoso

Y turbulento mar de la ecsistencia,

Ya á naufragar vecina, ya en reposo

Vogando de áura mansa á la influencia :

Al sol ardiente y á la tibia luna

Meciéndose en el mar con indolencia

Siguió siempre mi nave y mi fortuna

La dulce poesía, compañera

De mi gozo y mi afan desde la cuna :

Y con voz ora humilde, ora altanera,

Mis placeres canté, mis ilusiones

Hechicé, la ventura pasajera

De la vida fugaz en mis canciones

Celebré; y ora crédulo, ora impio,

Templé mi lira con inciertos sones.

Abordé en mi demente desvario

Del golfo de la vida las riberas

Todas, sin otra ley que mi albedrio.

Sus islas visitè mas hechiceras :

Gloria, amistad, amor, deleite, oyeron

Mis insensatas cántigas primeras :

Y dó quier por el golfo me aplaudieron,

Y de láuros cargaronme la frente,

Y embriagándome al fin, me embrutecieron.

Triunfé, amé, disipé, reñí insolente.

¿Qué saqué de esta vida vergonzosa?

Hastiado el corazon, seca la mente.

Mi alma, nave sin lastre, en peligrosa

Marcha me conducia abandonado

Al olëaje de la mar undosa.

Entónces recordó mi sosegada

Niñez : cuando mi madre me tenia

Sentado en sus rodillas y posada

Su mano en mi cabeza, dirigia

Mi atencion al altar donde radiante

Se elevaba una imagen de Maria.

Y entónces recordó la voz vibrante

Del monje que en el púlpito esclamaba;

«La ecsistencia mas larga es un instante;

« Honor, gloria, poder, todo se acaba

« Con ella : solo nuestras obras viven :

« Y ¡ ay del que con sus obras no se caba

« Su tumba! Todos del señor reciben

« Para el bien un talento, y Dios ordena

« Que el suyo todos para el bien cultiven.»

Recordé que esto oí en la edad serena

De la cándida fé, cuando la mente

Vírgen recibe la impresion ajena

Que conserva indeleble eternamente.

Hasta entónces jamás mirado habia

Detrás de mi: torneme ansiosamente

El rastro á ver de la ecsistencia mia :

¿Qué vi? la imensidad del océano

Que trás de mí desierta se estendia.

La nave de mi alma un solo grano

De lastre no llevaba, ni una sola

Flor de las islas conservó mi mano.

El rumor de una ola y otra ola

No mas en torno oía, y el profundo

Són de la mar que el corazon desola

Blando susurre ó muja furibundo.

¿Me comprendes, Muriel? te voy contando

La historia de mi alma : lo que al mundo

Nadie cuenta jamás : lo que llevando

Vá cada cual consigo, cuidadoso

En el inquieto corazon guardando.

Lo que el hombre no dice vergonzoso,

Mas lo que á solas piensa en el momento

En que cierra su párpado al reposo.

Iba yo, pues, al olëaje lento

Del golfo de la vida en la barquilla

De mi alma vogando, el pensamiento

Tornado á mi niñez, de toda orilla

Lejos, el corazon triste y vacío

De lo pasado, viendo que la quilla

Del alma no dejaba entre el brabío

Olëaje señal, y nuevo rumbo

Dar meditando al barquichuelo mio:

Y hé aquí que de las ondas al balumbo

Avanzando al azar ciego y perdido

De olas en olas y de tumbo en tumbo,

Ví una isla á lo lejos; decidido

Torné á ella mi próa y tomé suelo

En pais para mí desconocido;

La Isla de la Razon era, que el cielo

Puso en mitad del viaje de la vida.

La rica nave, el débil barquichuelo

Que allí aporta sin rumbo, la perdida

Brújula cobra y desde allí dirige

Su viaje á fácil playa. Guarecida

La Razon de esta isla, en ella rige

Como reina, teniendo en su ribera

Dos luces siempre ardiendo y una elije

De las dos el que arriba, su postrera

Travesía al hacer : cada uno enciende

Su antorcha en una y, breve ó duradera,

Con esta luz su travesia emprende,

Cuerdo o desatinado, el navegante

Que á sí no mas en la eleccion atiende.

De saltar en su isla en el instante

« De la fé es esta luz, del siglo es esta »

Me dijo la Razon: y, vacilante

En la dificil eleccion funesta

Entre la fé y el siglo, al alma mia

Entre las luces de ambos dejó puesta.

La antorcha de la fé no despedia

Mas que un rayo de luz tranquilo y puro,

Que por la limpia atmósfera subia

Recto á perderse en el azul oscuro

De la pura region, que el ojo humano

No contempló jamás fijo y seguro.

A la luz de la fé nada cercano

Sobre el haz de la tierra se alcanzaba:

Pero en la altura del zenít lejano

Veiase una estrella y se dudaba

Si la luz de la fé de ella venia,

O la luz de la fé se la prestaba.

Yo entre la tierra y la region del dia

Este rayo comun juzgué, y no en vano,

Que comunicacion establecia.

Circundaba este rayo soberano

Rico enjambre de abejas luminosas

Con alas de oro, cuanto mas cercano

Al resplandor su vuelo mas hermosas :

Y en el centro del rayo refulgente

Labraban sus panales oficiosas.

Quemábalas al fin el foco ardiente

Y en lugar de en cenizas convirtiéndolas

En bellísimas aves, de repente

La luz del rayo místico impeliéndolas,

Tomaban vuelo hácia el zenit palomas,

Aguilas, cisnes garzas y oropéndolas;

Y abrasada su miel, suaves aromas

Ecsalaba que en la áura derramandose

Embalsamaban mar valles y lomas.

La luz del siglo, móvil elevándose,

Culebreaba con llamas refulgentes

De su foco en redór desparramándose,

Formando con sus llamas transparentes

Un bello árbol de luz que reflejaba

Los colores del iris esplendentes.

Bajo este árbol radiante vejetaba

Innumerable coleccion de flores,

En la que muchedumbre se criaba

De mariposas, ricas en colores,

Agradables en forma y movimiento,

Y en gala incomparables y en primores.

Susurro vago y apacible y lento

Con sus alas hacian y en contorno

De aquel árbol de luz giros sin cuento :

Mas al fin deslumbradas y al bochorno

Del fuego enloquecidas, acercándose

Al foco abrasador, del rico adorno

De sus puros colores despojándose,

Poco á poco en la luz se iban lanzando

Y unas tras otras en la luz quemándose;

Y un poco de humo fétido ecsalando,

Polvo las mariposas se volvian,

Su sitio ante la luz á otras dejando.

Mas bellas las abejas renacian

En la luz de la Fé, y las mariposas

Polco en la luz del siglo se volvian.

¿Quien de aquestas dos luces misteriosas

La alegoría mística no advierte ?

La miel de las abejas oficiosas,

Que en aroma á su luz la fé convierte,

Son las obras del hombre, que embalsaman

Su memoria triunfante de la muerte.

El polvo que de sí cuando se inflaman

Las mariposas sueltan, son las horas

Que en el siglo sin fruto se derraman.

Estériles así ó germinadoras

Son, sin fé, mariposas nuestras vidas

Y abejas con la fé trabajadoras ;

Las almas naves á la mar partidas,

Ricas, seguras, con la fé rogando,

Con el siglo, sin lastre, sumergidas.

Todas de la Razon van arribando

A la isla : en sus luces toman fuego

Y siguen à las costas navegando.

Yo, que há ya siete lustros que navego

Por la ecsistencia, á la razon arribo

Y en su luz tomo de mi antorcha el fuego:

Y el escaso talento que recibo

Del señor para el bien, constante abeja

Labrando mi panal, con fé cultivo.

Pienso que de mi fé duda no deja

En ningun corazon mi alegoría,

Pues mi alma en sus luces se refleja.

¿Que és un poeta? Un ave en la sombria

Selva del mundo por su Dios lanzada

Para llenar sus senos de armonía:

Mas no para gorgear desatinada

Dia y noche, la selva ensordeciendo,

Malgastando la voz que le fué dada

Para elevarla audaz sobre el estruendo

Mundanal, y con fé consoladora

La gloria de su Dios enalteciendo.

No al poeta se dió la voz sonora

Como engañosa voz á la sirena

Ni como al cocodrilo voz traidora;

La del poeta el ánimo serena

Del hombre por la tierra peregrino :

Dulce y divina voz que le enagena,

La patria celestial de donde vino

Recordandole siempre y aliviando

La fatiga mortal de su camino.

¡Ay del poeta que, sin fé cantando,

Solo murmullo efimero levanta

Como el agua y el aire susurrando!

¡Ay del poeta que su fé no canta

Y la gloria del pueblo en que ha nacido,

Enronqueciendo en vano su garganta

Mariposa y no abeja! — Tal ha sido

La causa que, tenáz, de esta obra mia

En el asiduo afan me ha sostenido.

Cambia con mi razon mi poesia

Y á la luz de la fé recapacito

Que he sido mariposa hasta este dia.

Há siete lustros que la tierra habito,

Ave insensata que en la selva trina

Con inútil gorgear, y necesito

Utilizar la inspiracion divina

Que al poëta dá Dios, el sacrosanto

Sino compliendo á que mi sér destina.

Y hé aquí porque cuando hoy mi voz levanto,

Cristiano y Español, con fé y sin miedo,

Canto mi religion, mi patria canto.

Con mi destino cumplo como puedo;

Y si sucumbo por llenarle, en suma

Con Dios en paz y con mi patria quedo.

Ahora, Muriel, en alas de mi pluma

Volvamos al dintel de mi poema;

(Puesto que es tuerza que de tál presuma.)

En tanto, pues, que en la jornada estrema

Tocamos, ven conmigo hácia Granada,

Régio floron de la oriental diadema.

Ven de mi narracion la no trillada

Senda siguiendo : al arabesco estilo

La encontarás de flores alfombrada.

No es un camino real tirado al hilo

Derecho y espacioso, mas conduce

Por medio de un vergel al régio asilo

Del alcázar Muslim, y se introduce

Antes por bib-arrambla dó las flores

Verás mas bellas que el Genil produce.

Fátima la Zegrí, perla de amores,

Cual su nombre lo dice : la Azafía

Cándida como el suyo : la en labores

Estremada Jarifa : albor del dia,

La dicha así por su beldad, Zoraya :

Zaida, que fuego en el mirar tenia :

La espejo de constantes Almeraya :

Zelinda, la orgullosa Alpujarreña :

Borina, préz dé la murciana playa :

Zora, la voluptuosa Malagueña :

Zobeika, la rival de Sarracina :

Lindaraja, la ardiente Zahareña,

Y cuantas tubo, de beldad divina

Prodigios humanados, nobles moras

La conquistada corte Granadina.

Haliarás en mi libro encantadoras

Leyendas, orientales fantasías,

Que mas dulces tal vez te haran las horas :

En rimas pobres, pues al fin son mias,

Pero alhagueñas para aquel que aprecia

La Hispana gloria y los pasados dias.

No encontrarás los númenes de Grecia

Invocados en él: genios disintos

Asisten á mis héroes en su récia

Caballeresca lid; bajo sus plintos

Los templos de la Cruz no dan ya paso

A Vénus ni á Pluton, ni en los recintos

De la Alhambra jamás trotó el Pegaso :

Que el rayo vivo de la Fé Cristiana

Cegó á las Musas y quemó el Parnaso.

Hallarás en mi libro, á la Africana

Usanza, algo escesiva galanura,

Pues fiel la lira con la accion se hermana

Y el tono que la dá seguir procura :

Mas no el poema juzgues de la vaga

Leyenda de Al-hamar por la lectura.

Su narracion fantástica divaga

Enfática y difusa á cada punto

Por su argumento celestial, que alhaga

Tal vez, mas tal vez cansa; su conjunto

Ni en forma, ni en estilo dá en efecto

De mi poema idea, aunque su asunto

Se encuentra al del poema tan afecto

Que, á faltar la leyenda, desmembrada

Su accion pareceria é imperfecto

Su plan, como palacio sin portada.

Tal es mi obra.— Ahora penetremos,

Muriel, en el recinto de Granada.

¡Y ojalá que ásus términos estremos,

Como á risueño fin de alegre viaje,

Al compás de mi cántico lleguemos!

¡ Y plegue á Dios que el bárbaro ropaje

De mi cuento Muslim vuelva con pompa

Manto imperial el albornoz salvage!

¡ Y plegue á Dios que, cuando el canto rompa,

Se me torne el laüd que me acompaña

La de Homérico són épica trompa,

Que el éco lleve de mi voz á España.

IIIAspiracion.

¡Cristiana inspiracion, hija del cielo,

Que diste sér á mi cancion primera,

De mi ecsistencia en el placer y el duelo

Guia siempre lëal y compañera!

Tú que, al vestirme mi mortuorio velo,

Dirás conmigo mi oracion postrera :

Tú que abrirás con el sepulcro al alma

De la tranquila eternidad la calma:

Tú que, al soplo de un áura perfumada.

Con mí espíritu errante has recorrido

Los desiertos del Africa abrasada,

Pensil del palmas, de Serpientes nido :

Y los cármenes frescos de Granada,

Edén para los Arabes perdido :

Y los talleres de Albíon oscura:

Y de París la bacanal impura :

Tú que, perenne, con materna mano

Conservaste en mi alma por dó quiera

De la Esperanza el incorrupto arcano

Y de la Fé la inestinguible hoguera :

Tú que, al cruzar el arenal mundano,

Has templado mi sed rabiosa y fiera

Aplicando á mis labios la ambrosía

Del cáliz de la dulce poesía :

No me abandones hoy que necesito

Purificar y esclarecer mi idéa,

Al fuego santo del fanal bendito

Dó inflamó Dios tu inestinguible téa.

Hoy que anhelo una voz de eco infinito,

Que mas que de mortal robusta sea,

Para enviar á la tierra en que ví el dia

En alas de un cantar el alma mia.

¡ Inspiracion Católica, mas fuerte

Que los tres elementos destructores

De la envidia, del tiempo y de la muerte!

Ciñe mi sien y mi laüd de flores :

Mágico encanto en mis palabras vierte

Y, en brazos de los vientos voladores,

Del túrbio Sena al pobre Manzanares

Lleva mi corazon en mis cantares.

Vuela y á España dí que todavía

Sin ira y sin pavor mi voz resuena

Sobre el festin de la centuria impía,

Que á sus míseros lujos envenena

Brindándoles las copas de su orgía,

Que la revolucion con sangre llena :

Dila que hasta que espire en mi garganta

Celebrará su gloria y su Fé santa.

Cuatro palabras del autor.

« Hace cuatro años que emprendí la obra de un poema, cuyo argumento es la conquista de Granada por los Reyes Católicos. Desde entónces á hoy, los desocupados y los gacetilleros han desperdiciado su tiempo y su tinta en dirigirme anónimos, preguntándome si pienso publicar mi poema el dia del juicio, recordándome la fábula del parto de los montes, y adelantando, con la mas sana intencion del mundo, sus opiniones sobre mi obra, la cual se ha estado hasta hoy en mi cartera, vírgen felizmente de su conocimiento. Yo no acostumbro á ocuparme de estos pobres espíritus, que abandonan caritativamente sus negocios por ocuparse de los agenos; pero á los desocupados como á los gaceteros, les recordaré á mi vez con Cervantes el cuento de aquel loco de Sevilla, que hinchaba los perros con un cañuto, y dándoles una palmadita en la barriga cuando ya los tenia hinchados, preguntaba á los necios que le miraban: « ¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro? » ¿Pensarán Vms, digo yo á mis preguntadores, que así se escriben poemas como se hilvanan los chismográficos cuentecitos de sus gacetillas? Estas mezquinas contrariedades, unidas á las desgracias que en estos últimos años me han sobrevenido, y entre las cuales cuento la pérdida de mis padres y de mi hacienda, en lugar de acobardarme y héchome abandonar mis proyectos, han doblado mi fuerza y los han robustecido y ensanchado más cada dia; así es que en vez de un poema he emprendido dos : y en lugar de apartar mi pensamiento de Granada, le han hecho abarcar toda su poética historia. A fuerza de pensar en ella, Granada ha venido á ser para mí objeto de una supersticiosa idolatría, la cual ha absorbido todos mis pensamientos : y como el estudio de esta obra ha sido el amuleto místico que ha defendido mi corazon de los golpes del infortunio, he cobrado á cuanto á ella pertenece un profundísimo cariño. Sus recuerdos me han distraido y consolado en las primeras amargas horas de mi horfandad, y han poblado la solitaria mansion de mi casa paterna con las bellas visiones de sus orientales leyendas, las cuales concluyeron por lanzar de sus aposentos los mústios espectros de mis mayores guarecidos bajo su techo.

Voy, pues, á publicar simultaneamente dos obras distintas, aunque intimamente enlazadas una con otra. La primera bajo el título de Cuento de Cuentos : la segunda con el de Granada, poema oriental.

La primera abraza la historia poética de los personajes granadinos, desde el Rey Al-hamar su fundador basta, la leyenda diabólica del Tornadizo, padre del Wazir de su penúltimo Rey Muley Hacén : y la segunda, que es el poema, abarca el período histórico de la conquista, desde el reinado de este último hasta la ocupacion de la capital por los Cristianos. »

Cumpliendo con estas ofertas, hechas en mi prospecto de 6 de marzo de 1851, empiezo hoy la publicacion del Poema de Granada. La leyenda de Al-hamar debia lógicamente colocarse al frente del Cuento de cuentos y no à la cabeza del poema: pero estando tan hondamente ligada con este, no me ha parecido oportuno separarla de él; ademas de que esta leyenda es una introduccion necesaria al Poema de Granada