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La copa de marfil es una tragedia teatral del dramaturgo y poeta José Zorrilla, una historia que se desarrolla en torno a un amor traicionado y a las consecuencias de los celos. -
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Seitenzahl: 64
Veröffentlichungsjahr: 2021
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José Zorrilla
ESPECTÁCULO TRÁGICO EN TRES PARTES
Saga
La copa de marfilCover image: Shutterstock Copyright © 1844, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726561777
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
La escena en Verona. — Año 573 de N. S. J. C.
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Este Espectáculo, que pertenece á la Galeria Dramática,es propiedad del Editor de los teatros moderno, antiguo español y estrangero; quien perseguirá ante la ley al que le reimprima ó represente en algun teatro del reino, sin recibir para ello su autorizacion, segun previene la Real orden inserta en la Gaceta de 8 de Mayo de 1837, y la de 16 deAbril de 1839, relativas á la propiedad de las obras dramáticas.
ESCENA. Ante-cámara real en el palacio de Alboino,con puertas en el fondo y á los lados. En medio un pequeño aparador con copas que sirve en el primer acto.
BRENILDA.
(Aparece mirando con circunspeccion por la puerta de la derecha,que se supone dar al aposento en que el rey Alboino celebra un festin, cuyo rumor se oirá durante las dos primeras escenas,pero sin que pueda interrumpir la representacion.)
Aun dura su festin. ¡Cuán facilmente
olvidan sus peligros y desastres
esos guerreros que lo mismo se hartan
de generosos vinos, que de sangre!
¡Cuán facilmente su garganta trueca
sus ahullidos de guerra formidables
y sus lamentos bárbaros de muerte
en alegres y báquicos cantares!
Hé alli al rey Alboino... ¡oh! bien querrian
otro nombre mejor mis labios darle,
mas sonar debe solo en sus oídos
tan delicioso título... en las reales
cámaras nada mas, en las tranquilas
nocturnas horas, cuando todo yace
sepultado en el sueño y el silencio,
y oirnos nombre tal no pueda nadie.
Ciegos en derredor todos los ojos
tienen que estar para esto; los pilares
de esta estancia no mas tal nombre escuchan
cuando en murmullo de mis labios parte,
y de su labio real otro tan dulce
como el que yo le doy en pago sale…
mas seguros que el eco de ambos nombres
de la cámara real se ahoga en el aire...
Y mientras ¡ay de mí! solo me es dado
vagar en torno de él; pasar, mirarle,
oir su acento, contemplar su rostro,
servir su copa y á sus pies sentarme,
cual blanca sombra del amor perdido,
casto recuerdo de adorada imagen,
sin que ese nombre dulce en mis oídos
suene jamas en público... ¿quién sabe?
tal vez un dia por la vez primera
sonará, y para siempre mi linage,
mis derechos, mi amor, mis sufrimientos
al universo todo haré palpables.
tal vez... mas él tambien á la derecha
del rey está. ¡Cuán bello! en sus brillantes
pupilas, en su rostro todo entero
se revela el placer que halla en mirarme.
(Aparece Rosmunda por la puerta de la izquierda, y al percibir á Brenilda se detiene á escucharla, acercándose poco á poco hasta colocarse detras de ella.)
Y sus ojos no mas me ven ahora;
nadie mas que él me ha apercibido.. ¡oh! vale
para mí esta mirada hurtada á todos
la mitad de mi vida... idolatrarle
puede no mas mi corazon. Le adoro;
sí, le amo, y me estasío contemplándole.
(Mira con precaucion levantando el tapiz.)
BRENILDA. ROSMUNDA.
ROS. (Aparte.)
¿Qué dice? ¿le ama? ¿á quién? ¿dónde sus ojos
se fijan? ¿Quién es él...? ¡Si mas sagaces
que los suyos los mios el objeto
de su amoroso arrobamiento hallasen!
(Mira por detras de Brenilda.)
¡Cielos, es él! es Rodimiro... el vaso
alza al rostro... sí, sí; para ocultarme
su clara turbacion, porque tras ella
aparecer ha visto mi semblante.
BRE. Mas ha palidecido de repente:
¡no me quiere mirar!
ROS. Niña, ¿qué haces?
BRE. ¡Ay!
ROS. ¡Silencio! que otro ay involuntario
no llame su atencion...
BRE. Señora.
ROS. Apártate
del círculo á que alcanzan sus miradas,
y respóndeme: ¿qué es lo que te hace
tan arrobada estar ante esa puerta?
¿qué bay en la mesa del festin que llame
tan fuertemente tu atencion? ¿no has visto
nunca en palacio fiesta semejante?
¿nunca vistes al rey sus nuevos triunfos
celebrar en la mesa con sus grandes
y sus guerreros? ¿di? ¿ó es que hay entre ellos
quien tu liviano corazon ablande
con el osado fuego de sus ojos?
BRE. Qué, á ser eso verdad, ¿tan mal lo hallareis
que asi lo preguntais, airado el gesto,
trémula...
ROS. ¿A ser verdad? ¿vas á negarme
lo que escuché yo misma de tu boca,
‟le amo, le adoro?”
BRE. ¡Dios! ¿eso escuchasteis?
ROS. Sí, y las miradas de sus ojos fijas
sobre los tuyos sorprendí. ¿Turbarse
no le vistes? ¿llevar el vaso al rostro
tras de su áureo metal para ocultártele?
pues fue porque detras de tu cabeza
vió la mia en la sombra dibujarse.
BRE. Si, todo ahora lo entiendo.
ROS. ¿Ahora lo entiendes?
Y el vil secreto que pasar dejaste
de tu pecho á mi pecho, ¿has comprendido
hasta dónde ¡infeliz! puede llevarte?
¡Si el rey lo comprendiera!
BRE. ¡Siempre... siempre
en mi mayor tormento se complace
vuestro vil corazon... siempre, do quiera
persiguiéndome vais, vais espiándome,
contándome los pasos que camino,
interpretando de mi voz las frases,
esprimiendo los mismos pensamientos
que aun á palabras no reduge: echándome
al rostro sin piedad mi desventura,
de mi misma virtud haciendo ultraje,
de mi pobre esperanza una por una
sin compasion las flores deshojándome.
¿Hasta cuándo, señora, este suplicio
ha de durar? Sin nombre me dejásteis,
sin mil derechos que al nacer obtuve,
cuando á la luz me dió mi regia madre.
Cuanto era mio, vuestro fue: nacida
bajo de real dosel, de reyes trage
noble y justa altivez, sin recordaros
los vasallos, los bosques, las ciudades
que pasaron á vos... y con lodo ello
ofrenda os hice y os rendí homenage.
Él os amó y me dijo: ‟me interesa
que el trono rindas, que tu nombre calles,
que no entienda tu ser hombre nacido,
y olvidada de tí por otra pases.”
Y olvidada de mí pasé por otra;
mi nombre ni mi ser no entendió nadie,
y naciendo señora me hice esclava
de quien necio adoró mi ciego...
ROS. ¡Infame!
¡que no salga jamas de tu garganta
ese nombre fatal, y al reclamarle
si te atreves un dia, ve, contempla
el abismo que caba inmensurable
entre tí y Rodimiro: porque es ese
el soplo que mantiene el fuego que arde
en tu pecho, Brenilda, ese es el ídolo
á que elevó tu corazon altares.
BRE. ¡Por compasion, callad!
ROS. ¡Oh, te amedrenta
que le conozca...! pero qué, ¿mas grave
será por ello tu torpeza? al cabo
es bizarro, galan, cortés, afable,
el escudo y sosten de Lombardía,
el trono con el rey divide casi.
¡Oh! ¡has elegido bien! no habrá en Italia
quien descontento tu eleccion te tache.
Luego es jóven, y hermoso; en rubios rizos
larga madeja de cabellos cäe
sobre sus anchos hombros; sus pupilas
radian cual radia en la serena tarde
entre purpúreo pabellon de nubes
el sol, tras la montaña al ocultarse:
su sonrisa es mas grata que el aroma
de la flor que en abril temprana nace,