La princesa doña Luz - José Zorrilla - E-Book

La princesa doña Luz E-Book

José Zorrilla

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Beschreibung

La princesa doña luz es una de las leyendas de José Zorrilla, poemas en clave de ficción basados leyendas castellanas, a modo similar a como ya hiciese Gustavo Adolfo Bécquer en su obra homónima, pero desde un punto de vista lírico. -

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José Zorrilla

La princesa doña Luz

 

Saga

La princesa doña Luz

Cover image: Shutterstock

Copyright © 1929, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont

All rights reserved

ISBN: 9788726561821

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PROLOGO

Esta colección de Los POETASha determinado imprimir en uno de sus tomos La princesa doña Luz, de Zorrilla; y el acuerdo parecerá seguramente acertado, por ser aquella leyenda una de las menos conocidas entre las del poeta vallisoletano.

La leyenda fué algo connatural a Zorrilla. En 1837, poco después de su memorable triunfo por la lectura en el entierro de Larra, comenzó a publicar los tomos de sus poesías, y ya en los primeros insertó varias leyendas. Nos cuenta él mismo que ya desde niño sintió gran inclinación por las narraciones legendarias. Su madre tenía varios libros devotos, en los cuales pudo leer interesantes tradiciones miraculosas; su padre le sugirió el asunto de Recuerdos de Valladolid; un jesuíta, el P. Carosa, profesor suyo en el Real Seminario de Nobles, dióle a conocer otros relatos de la misma índole. El terreno, pues, estaba perfectamente preparado.

De otro modo, sin embargo, nos refiere el hecho que le indujo a escribir sus leyendas. Cuéntanos que por aquel tiempo tenía grande amistad con D. Salustiano Olózaga—a quien, por cierto, su padre, el temible superintendente de Policía D. José Zorrilla Caballero, trató de sentar la mano como conspirador político—, y comía losjuevesen su casa. Cierto día le propuso D. Salustiano escribir un romancero con las hazañas de los bandidos célebres del siglo XIX, que sustituyera a las detestables coplas de los ciegos, popularísimas en toda España. La empresa, en opinión de Olózaga, produciría pingües ganancias al poeta. Este creyó que tal cosa sería rebajar su musa, y rechazó la proposición; pero concibió la idea de escribir un legendario histórico y religioso. La primera de las leyendas que con este objeto compuso, fué A buen juez, mejor testigo.

La leyenda en poder de Zorrilla es algo muy propio y representativo del romanticismo español. Zorrilla instaura el género con sus peculiares caracteres. El relato en su pluma se desliza acompasado, tranquilo, a modo de cuento tradicional en boca de viejo narrador; los diálogos surgen espontáneos, naturales, a veces con familiar desenvoltura; las descripciones esmaltan aquí y allá la narración, más en tintas de apacible sugerencia que en colores abigarrados y deslumbradores; cierto rumor de misterio suspende a trechos el ánimo, y todo se envuelve en un ambiente que, sin ser el de la reconstrucción arqueológica, infunde la idea poética de remotas edades caballerescas. El duque de Rivas es el narrador escueto, más próximo a la historia, que busca el interés de los hechos con preferencia al colorido; Arólas, por el contrario, deja correr sus pinceles en matices brilladores; José Joaquín de Mora, más exótico, utiliza moldes byronianos; Bermúdez de Castro adopta una entonación grave y solemne; Romero Larrañaga arroja en sus leyendas los más rápidos ingredientes del romanticismo; Eduardo Asquerino diluye la acción en gran caudal de prosa rimada; otros muchos, en fin, ensayan sus fuerzas en la leyenda, bien que casi siempre imitando a Zorrilla... Sólo éste da con el verdadero registro y desde el primer momento crea un tipo, que es el de la auténtica leyenda.

Resuelto a encerrar en sus leyendas asuntos tradicionales y del más grato color poético. Zorrilla, naturalmente, tuvo que buscar fuentes donde recoger esos asuntos. Los libros a que el poeta acudió con tal objeto, fueron principalmente varios del escritor hellinense D. Cristóbal Lozano y Regalado, la Historia de España, de Mariana, y la de Dunham, traducida por Alcalá Galiano; la Historia de Granada, de Lafuente y Alcántara; el Desiderio y Electo, de Fray Jaime Barón, y algunos otros extranjeros.

Los de D. Cristóbal Lozano—Los Reyes nuevos de Toledo, Soledades de la vida y David perseguido—, le proporcionaron un filón abundantísimo. Del primero de ellos procede la leyenda contenida en el presente tomo de Los POETAS,o sea La princesa doña Luz.

No he de tratar aquí de esta curiosa tradición, referente al nacimiento de Don Pelayo, iniciador de la Reconquista. Baste decir que Pedro de Corral, en su famosa Crónica Sarracina, compuesta hacia 1430, insertó el episodio con gran amplitud, sacándole de la cómica del moro Rasis. Allí aparecen ya todos los elementos de la tradición, desde que Favila y doña Luz se enamoran, viene al mundo Pelayo y su madre encarga a un carpintero que haga “un arca muy cerrada, que en ella non podiese entrar agua ninguna”, donde mete al infante. “E en esta sazón la camarera e la moça tomaron el arca a la media noche, e fuéronse ribera del río, e posiéronla dentro, e estovieron mirando de commo el agua lo levaba; e vieron el arca que levaba alrrededor gran claridat, e non savían qué cosa fuese, de lo qual se maravillaron”. Todo acontece con la ventura apetecida.

De la Crónica Sarracina pasó este episodio a otros libros, como la Historia del Orbe, de Alonso Meneses, y la Historia de Toledo, del Conde de Mora. Aun al teatro llegó en una comedia muy mala del siglo XVIII, titulada El Sol de España en su Oriente y toledano Moysés, atribuida a don Manuel Fermín de Laviano. También con el mismo asunto escribió Eusebio Asquerino en 1845 un drama titulado Obrar cual noble, aun con celos; pero le tomó directamente de la leyenda de Zorrilla.

Este, por su parte, acudió al ya citado libro Los Reyes nuevos de Toledo, de D. Cristóbal Lozano. “Zorrilla—escribía yo en otro lugar—, hace el relato por el mismo orden que Lozano. El rey Egica se ve despreciado por doña Luz; ésta recibe en su aposento a don Favila y celebra con él secretamente matrimonio, ante una imagen de la Virgen; el rey, cuando doña Luz va a ser madre, sométela a estrechavigilancia, que ella consigue burlar: auxiliada de una camarera, mete al fruto de sus amores en un arca embreada y hace arrojarle al rio; aquel nuevo Moisés llega a la villa de Alcántara, y un caballero que estaba de casa en las riberas, tío precisamente de doña Lus, llamado Grafeses (Zorrilla cambia este nombre por el de Godofredo), le recoge y le da criansa; celébrase en Toledo, por instigación del vengativo monarca, un juicio de Dios acusatorio de doña Lus, y don Favila, que en tiempo oportuno llega al palenque, vence y mata sucesivamente a dos paladines; después de lo cual, con la intervención del noble Godofredo, sobreviene el satisfactorio desenlace, en que Zorrilla introduce una leve modificación.”

Claro es que nuestro poeta procuró dar a todo el relato un giro marcadamente poético, de acuerdo con las bases en que había asentado el género legendario. De cómo lo realisó, nada he de decir al lector, puesto que a continuación va a leer La princesa doña Luz.

I

LA VENTANA DE LA TORRE

Fría y lóbrega es la noche,

a más de húmeda y medrosa;

que el pabellón de los cielos

confusas nieblas embozan.

Se afana en vano la vista

para registrar la sombra,

porque la menor distancia

los objetos encapota.

Desiertas están las calles;

las puertas, cerradas todas;

las centinelas, ocultas,

y bajo techo, las rondas.

No hay una sola ventana

en donde aceche o se esconda

una doncella atrevida

ni una madre recelosa.

Ni hay en reja ni en esquina