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La verdad sospechosa es la obra más conocida de Juan Ruiz de Alarcón quien la escribió entre 1618 y 1621, dedicada al rey Felipe III. Según Pedro Henríquez Ureña fue representada por primera vez en 1624. La versión definitiva apareció en la Segunda parte de las comedias de Alarcón, en 1634. La obra está ambientada en Salamanca y Madrid, donde el mentiroso Don García conoce a Jacinta y a Lucrecia. Don García se enamora de Jacinta y para seducirla inventa una trama de mentiras que dan orden a la historia. Al final, don García reconoce sus errores y es castigado. En La verdad sospechosa es una comedia de caracteres más que una comedia de enredos. La trama pretende ridiculizar la figura del mentiroso Don García, centro de todos los vicios. Para algunos sufre de melancolía, causada por su enamoramiento; y para otros muestra una cólera, que lo lleva a imaginar en exceso.
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Juan Ruiz de Alarcón
La verdad sospechosa
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La verdad sospechosa.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-238-5.
ISBN rústica: 978-84-9816-304-9.
ISBN ebook: 978-84-9897-930-5.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 53
Jornada tercera 95
Libros a la carta 137
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.
Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608.
En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.
Camino, escudero
Don Beltrán, viejo grave
Don Félix, galán
Don García, galán
Don Juan de Luna, viejo grave
Don Juan de Sosa, galán
Don Sancho, viejo grave
Doña Jacinta, dama
Doña Lucrecia, dama
Isabel, criada
Tristán, gracioso
Un Criado
Un Letrado
Un Paje
[Sala en casa de don Beltrán.]
(Salen por una puerta don García y un Letrado viejo, de estudiantes, de camino; y, por otra, don Beltrán y Tristán.)
Beltrán Con bien vengas, hijo mío.
García Dame la mano, señor.
Beltrán ¿Cómo vives?
García El calor
del ardiente y seco estío
me ha afligido de tal suerte
que no pudiera llevallo,
señor, a no mitigallo
con la esperanza de verte.
Beltrán Entra, pues, a descansar.
Dios te guarde. ¡Qué hombre vienes!
¡Tristán!
Tristán ¿Señor?
Beltrán Dueño tienes
nuevo ya de quien cuidar.
Sirve desde hoy a García;
que tú eres diestro en la corte
y él bisoño.
Tristán En lo que importa,
yo le serviré de guía.
Beltrán No es criado el que te doy;
mas consejero y amigo.
García Tendrá ese lugar conmigo.
Tristán Vuestro humilde esclavo soy.
Vanse don García y Tristán
Beltrán Déme, señor Licenciado
los brazos.
Letrado Los pies os pido.
Beltrán Alce ya, ¿Cómo ha venido?
Letrado Bueno, contento, honrado
de mi señor don García,
a quien tanto amor cobré,
que no sé cómo podré
vivir sin su compañía.
Beltrán Dios le guarde, que, en efeto,
siempre el señor Licenciado
claros indicios ha dado
de agradecido y discreto.
Tan precisa obligación
me huelgo que haya cumplido
García, y que haya acudido
a lo que es tanta razón.
Porque le aseguro yo
que es tal mi agradecimiento,
que, como un corregimiento
mi intercesión la alcanzó
—según mi amor, desigual—,
de la misma suerte hiciera
darle también, si pudiera
plaza en Consejo Real.
Letrado De vuestro valor lo fío.
Beltrán Sí, bien lo puede creer.
Mas yo me doy a entender
que, si con el favor mío
en ese escalón primero
se ha podido poner, ya
sin mi ayuda subirá
con su virtud al postrero.
Letrado En cualquier tiempo y lugar
he de ser vuestro criado.
Beltrán Ya, pues, señor Licenciado
que el timón ha de dejar
de la nave de García,
y yo he de encargarme de él,
que hiciese por mí y por él
sola una cosa querría.
Letrado Ya, señor, alegre espero
lo que me queréis mandar.
Beltrán La palabra me ha de dar
de que lo ha de hacer, primero.
Letrado Por Dios juro de cumplir,
señor, vuestra voluntad.
Beltrán Que me diga una verdad
le quiero solo pedir.
Ya sabe que fue mi intento
que el camino que seguía
de las letras, don García,
fuese su acrecentamiento;
que, para un hijo segundo,
como él era, es cosa cierta
que es ésa la mejor puerta
para las honras del mundo.
Pues como Dios se sirvió
de llevarse a don Gabriel,
mi hijo mayor, con que él
mi mayorazgo quedó,
determiné que, dejada
esa profesión, viniese
a Madrid, donde estuviese,
como es cosa acostumbrada
entre ilustres caballeros
en España; porque es bien
que las nobles casas den
a su rey sus herederos.
Pues como es ya don García
hombre que no ha de tener
maestro, y ha de correr
su gobierno a cuenta mía,
y mi paternal amor
con justa razón desea
que, ya que el mejor no sea,
no la noten por peor,
quiero, señor Licenciado,
que me diga claramente
sin lisonja, lo que siente
—supuesto que le ha criado—
de su modo y condición,
de su trato y ejercicio,
y a qué género de vicio
muestra más inclinación.
Si tiene alguna costumbre
que yo cuide de enmendar,
no piense que me ha de dar
con decirlo pesadumbre;
que él tenga vicio es forzoso;
que me pese, claro está;
mas saberlo me será
útil, cuando no gustoso.
Antes en nada, a fe mía
hacerme puede mayor
placer, o mostrar mejor
lo bien que quiere a García,
que en darme este desengaño,
cuando provechoso es,
si he de saberlo después
que haya sucedido un daño.
Letrado Tan estrecha prevención,
señor, no era menester
para reducirme a hacer
lo que tengo obligación.
Pues es caso averiguado
que, cuando entrega al señor
un caballo el picador
que lo ha impuesto y enseñado,
si no le informa del modo
y los resabios que tiene,
un mal suceso previene
al caballo y dueño y todo.
Deciros verdad es bien;
que, demás del juramento,
daros una purga intento
que os sepa mal y haga bien.
De mi señor don García
todas las acciones tienen
cierto acento, en que convienen
con su alta genealogía.
Es magnánimo y valiente,
es sagaz y es ingenioso,
es liberal y piadoso,
si repentino, impaciente.
No trato de las pasiones
propias de la mocedad,
porque, en ésas, con la edad
se mudan las condiciones.
Mas una falta no más
es la que le he conocido,
que, por más que le he reñido,
no se ha enmendado jamás.
Beltrán ¿Cosa que a sus calidad
será dañosa en Madrid?
Letrado Puede ser.
Beltrán ¿Cuál es? Decid.
Letrado No decir siempre verdad.
Beltrán ¡Jesús! ¡Qué cosa tan fea
en hombre de obligación!
Letrado Yo pienso que, o condición,
o mala costumbre sea.
Con la mucha autoridad
que con él tenéis, señor,
junto con que ya es mayor
su cordura con la edad,
ese vicio perderá.
Beltrán Si la vara no ha podido,
en tiempo que tierna ha sido,
enderezarse, ¿qué hará
siendo ya tronco robusto?
Letrado En Salamanca, señor,
son mozos, gastan humor,
sigue cada cual su gusto;
hacen donaire del vicio,
gala de la travesura,
grandeza de la locura;
hace, al fin, la edad su oficio.
Mas, en la corte, mejor
su enmienda esperar podemos,
donde tan validas vemos
las escuelas del honor.
Beltrán Casi me mueve a reír
ver cuán ignorante está
de la corte. ¿Luego acá
no hay quien le enseñe a mentir?
En la corte, aunque haya sido
un extremo don García,
hay quien le dé cada día
mil mentiras de partido.
Y si aquí miente el que está
en un puesto levantado,
en cosa en que al engañado
la hacienda o honor le va,
¿no es mayor inconveniente
quien por espejo está puesto
al reino? Dejemos esto,
que me voy a maldiciente.
Como el toro a quien tiró
la vara una diestra mano
arremete al más cercano
sin mirar a quien le hirió,
así yo, con el dolor
que esta nueva me ha causado,
en quien primero he encontrado
ejecuté mi furor.
Créame, que si García
mi hacienda, de amores ciego,
disipara, o en el juego
consumiera noche y día;
si fuera de ánimo inquieto
y a pendencias inclinado,
si mal se hubiera casado,
si se muriera, en efeto,
no lo llevara tan mal
como que su falta sea
mentir. ¡Qué cosa tan fea!
¡Qué opuesta a mi natural!
Ahora bien; lo que he de hacer
es casarle brevemente,
antes que este inconveniente
conocido venga a ser.
Yo quedo muy satisfecho
de su bueno celo y cuidado,
y me confieso obligado
del bien que en esto me ha hecho.
¿Cuándo ha de partir?
Letrado Querría
luego.
Beltrán ¿No descansará
algún tiempo y gozará
de la corte?
Letrado Dicha mía
fuera quedarme con vos;
pero mi oficio me espera.
Beltrán Ya entiendo; volar quisiera
porque va a mandar. Adiós.
(Vase don Beltrán.)
Letrado Guárdeos Dios. Dolor extraño
le dió al buen viejo la nueva.
Al fin, el más sabio lleva
agramente un desengaño.
[Una calle en las platerías.]
(Vase el Letrado. Salen don García, de galán, y Tristán.)
García ¿Díceme bien este traje?
Tristán Divinamente, señor.
¡Bien hubiese el inventor
de este holandesco follaje!
Con un cuello apanalado,
¿qué fealdad no se enmendó?
Yo sé una dama a quien dio
cierto amigo gran cuidado
mientras con cuello le veía;
y una vez que llegó a verle
sin él, la obligó a perderle
cuanta afición le tenía,
porque ciertos costurones
en la garganta cetrina
publicaban la ruina
de pasados lamparones.
Las narices le crecieron,
mostró un gran palmo de oreja,
y las quijadas, de vieja,
en lo enjuto, parecieron.
Al fin el galán quedó
tan otro del que solía,
que no le conocería
la madre que le parió.
García Por esa y otras razones
me holgara de que saliera
premática que impidiera
esos vanos cangilones.
Que, demás de esos engaños,
con su holanda el extranjero
saca de España el dinero
para nuestros propios daños.
Una valoncilla angosta,
usándose, le estuviera
bien al rostro, y se anduviera
más a gusto a menos costa.
Y no que, con tal cuidado,
sirve un galán a su cuello
que, por no descomponello,
se obliga a andar empalado.
Tristán Yo sé quien tuvo ocasión
de gozar su amada bella,
y no osó llegarse a ella
por no ahujar un cangilón.
Y esto me tiene confuso;
todos dicen que se holgaran
de que valonas se usaran,
y nadie comienza el uso.
García De gobernar nos dejemos
el mundo. ¿Qué hay de mujeres?
Tristán ¿El mundo dejas y quieres
que la carne gobernemos?
¿Es más fácil?
García Más gustoso.
Tristán ¿Eres tierno?
García Mozo soy.