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Leyendas y Tradiciones Históricas, también conocido como Cantos del Trovador, es una recopilación en clave de ficción de leyendas castellanas a manos de José Zorrilla, a modo similar a como ya hiciese Gustavo Adolfo Bécquer en su obra homónima.-
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Seitenzahl: 273
Veröffentlichungsjahr: 2021
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José Zorrilla
COMPRENDIENDO
LAS VIGILIAS DEL ESTÍO.—EL TALISMAN.—EL MONTERO DE ESPINOSA.
EL DESAFÍO DEL DIABLO.—UN TESTIGO DE BRONCE, ETC.
Saga
Leyendas y tradiciones históricas
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1880, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726561883
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
PROSPECTO.
¡Cuán serena y pacifica levanta
su modesto fanal la tibia luna,
y con sus tintas de misterio encanta
cuanto debajo de su faz se aduna!
¡Cuánta bella ilusion nos aparece
en la extension del campo solitario,
que se acerca ó se va, que mengua ó crece,
al soplo inquieto del ambiente vário!
¡Oh! tras el sol de perezoso dia
de julio abrasador, que el alma enerva
cuando en lugar de luz rayos envía
que agostan flores, árboles y yerba,
se ensancha el corazon: el alma sube
del entusiasmo en alas, y se encumbra,
y de astro en astro va, de nube en nube,
hasta que clara inspiracion la alumbra.
Y esa es la mia: en la nocturna vela
de julio ardiente, el pensamiento mio
con noble inspiracion se encumbra y vuela;
y estas son mis Vigilias del Estío.
__________
Nada profano hay en ellas
lector, no hay en sus renglones
más que viejas tradiciones
y acaso fábulas bellas.
__________
No tienen más intencion
que hacer humilde memoria
de nuestra pasada historia,
de nuestra fe y religion.
__________
Y abrevio anuncios prolijos.
Lector, dar puedes en suma
cuanto salga de mi pluma
á tu mujer y á tus hijos.
__________
¡Fálteme la luz del sol
si algo impío ni extranjero
que haya en mis escritos quiero,
que al cabo nací español!
José zorrilla.
A MI AMIGO
DON CARLOS LATORRE.
José Zorrilla.
LEYENDA TRADICIONAL.
Adora el pobre Genaro
á la hermosa Valentina,
correspóndele ella fina,
pero les cuesta bien caro.
Porque entre ambos á dos média
viejo y celoso un tutor,
y al cabo vendrá su amor
á concluir en tragedia.
Pues en la audiencia togado,
y poderoso en la corte,
no hay empresa que no aborte
como en ello esté empeñado.
Toda Sevilla respeta
su ciencia, y teme su enojo:
que el viejo es hombre de arrojo,
y no hay quien le ponga meta.
Con fama de rectitud,
y harto hipócrita exterior,
es un hombre superior
en justicia y en virtud.
Tal vez le odia la nobleza,
y el populacho le acata,
que es de cuna (hablando en plata)
columpiada en la bajeza.
Y á su genio emprendedor,
y á su ingenio y travesura
debe el verse en tal altura
y gozar tanto favor.
Tal es el hombre que tienen
por enemigo estos mozos,
y que agua todos sus gozos,
mas con su suerte se avienen.
Y ellos á amarse constantes,
y él á perseguirles fiero,
nadie cederá primero,
ni el tutor, ni los amantes.
Mas pobre el mozo y altivo,
rica Valentina y bella,
y el tutor prendado de ella...
mala esperanza concibo.
Cuanto nuevas ocasiones
imaginan los mancebos,
tanto el tutor halla nuevos
estorbos y precauciones.
Si abre la niña una reja
y el aya avizor elude,
luégo á cerrársela acude
la cócora de la vieja.
Si al volver del Arenal
por desgracia se hace noche,
la llevan dentro del coche,
pero léjos del cristal.
Y en vano es que la sofoque
todo el calor de Sevilla;
no haya miedo que el golilla
junto al vidrio la coloque.
Jamás del uno se aparta,
ni deja el otro la dueña,
que puede hacer una seña,
ó arrojar alguna carta.
Pero por mucho que avaro
la guarda el viejo y la esconde,
no encuentra lugar en donde
ocultarla de Genaro.
A cada paso en secreto
muda casa, mas se aburre,
pues por mucho que discurre
jamás consigue su objeto.
Y cuando más se imagina
seguro en algun rincon,
alcanza desde un balcon
á Genaro en la otra esquina.
Tal cariño, vive Dios,
en Valentina le asombra;
luégo el mozo es una sombra
siempre de ella y dél en pos.
Y no hay medio de ahuyentarle,
pues son inútiles trazas
las súplicas y amenazas
con que ha querido ganarle.
De sus amagos y ofertas
sin temor y sin deseo
pónele el mozo bloqueo
por ventanas y por puertas.
Imposible es libertarse
de sus tretas y asechanzas;
las más justas esperanzas
no llegan á realizarse.
Con negra intencion traidora
y de su toga al amparo
piensa el golilla en Genaro:
mas Valentina le adora.
En vano el audaz tutor
osó una tarde de hinojos
con lágrimas en los ojos
decirla su torpe amor.
En vano el viejo iracundo
al oir una repulsa
juróla con voz convulsa
por cuanto hay santo en el mundo
no descansar un instante
hasta que á su amor sucumba,
ó abrirla una misma tumba
con su aborrecido amante.
Todo fué en vano: la bella
Valentina enamorada
cada vez más empeñada
siguió sin temor su estrella.
Y un dia y otro pasaba,
y siempre que él la pedía
respuesta á su amor, oía
un no que nunca variaba.
Y así en amarse constantes,
y él en perseguirles fiero,
nadie cederá primero,
ni el tutor, ni los amantes.
Mas pobre el mozo y altivo,
rica Valentina y bella,
y el tutor prendado de ella...
mala esperanza concibo.
Así adora el buen Genaro
á la hermosa Valentina,
mas el pagarle tan fina
tal vez la cueste muy caro.
Poseia no léjos de Sevilla
el tutor una quinta retirada
y alegre á maravilla,
de olivos y naranjos rodeada,
con un fresco jardin embellecida,
con prolijo primor enriquecida
y por Guadalquivir fecundizada.
Aquí, cansado de sufrir desvíos
de Valentina hermosa,
pensó acabar con sus amantes bríos
en estrecha prision, larga y penosa.
La niña temerosa
á sus solas lloró su desventura,
mas cobró en su retiro fortaleza
la fe de su pasion, y más segura
ahondó raices con mayor firmeza.
Cada dia el tutor más apretaba
la molesta estrechez en que yacía,
pero más firme cada vez la hallaba
y más enamorada cada día.
Y á través de las rejas
á su Genaro enviaba Valentina
sus amorosas quejas,
en alas de la errante golondrina
que colgaba su nido
en el hueco roido
de unas paredes viejas;
teniendo en su prision por compañeros
los pájaros del aire
y el rumor de los céfiros ligeros.
Mas ¡ay! en vano, en vano noche y día
á Genaro en sus rejas esperaba;
Genaro no venía,
que su cuita y su cárcel no sabía,
ó su amor y su cárcel olvidaba.
Cansados de llorar sus bellos ojos,
pálidas con el llanto sus mejillas,
y el coral mustio de sus labios rojos,
oyen tan sólo el ¡ay! de sus enojos
las lejanas estrellas amarillas:
y á manos de su duelo y amargura
se marchita su cándida hermosura.
Mansa una noche y silenciosa estaba:
radiaba en ella espléndida la luna
y su diáfana luz reverberaba
en el terso cristal de la laguna.
Gozábanse los ojos á lo léjos
por la extension del campo solitaria
en la varia ilusion de sus reflejos
que iluminaban la campiña vária:
y allá se distinguía
por la fértil llanura
del granado y naranjo la verdura
y el campo igual, voluble y amarillo
de la pajiza mies ya sazonada,
y mucha parte en haces preparada
para el áspero trillo,
que de la caña inútil
va á separar el grano
auxiliado del céfiro liviano.
Lloraba como siempre su destino
la niña enamorada,
los ojos de Sevilla en el camino,
y en su Genaro el ánima extasiada:
y así con triste acento
daba sus ayes al nocturno viento:
— «¡Triste de mí que lloro
»sin que mis ayes lleguen
»al corazon que adoro!
»¡Triste de mí, que me lamento en vano,
»paloma cuyo arrullo dolorido
»llama á su blanco esposo, que ha caido
»de oculto cazador bajo la mano
»muy léjos de su amor y de su nido!
»¡Triste de mí que imploro
»ayuda de quien amo,
»y sordo á mi reclamo
ȇ un si me escucha ignoro!
»¡Triste, triste de mí que á solas lloro
»sin que mis ayes lleguen
»al corazon que adoro!»
Y aquí llegaba de su amarga queja,
cuando á través de la cruzada reja
y entre la sombra oscura
que el olivar cobija en su espesura,
cual blanca aparicion consoladora,
llegar bajo sus rejas vió á deshora
recatada de un hombre la figura.
Latió su corazon al percibirle
con doble libertad y doble vida,
entre sus hierros con afan asida
los brazos le tendió por recibirle,
que ya la dijo el corazon bien claro
que aquella aparicion es su Genaro.
valentina.
¡Cuánto por verte suspiré, amor mio!
genaro.
¡Y yo cuánto corrí por encontrarte!
valentina.
Ya no pensaba más que en tu desvío.
genaro.
Y yo en nada pensé más que en salvarte.
valentina.
¿Me amas, Genaro, aún?
genaro.
Más que á mi vida,
más que al ambiente que á tus piés respiro;
diérala alegre yo por bien perdida
por ahorrarte ¡mi bien! sólo un suspiro.
valentina.
¡Pobre Genaro! ¡y yo que imaginaba
que tu amor hácia mí se amortiguaba!
¡Ah! perdona, Genaro, mi locura;
no fué desconfianza en tu cariño,
fué mi desolacion, fué mi amargura.
genaro.
¡Oh Valentina mia!
si no me amaras tú cual yo te adoro
no acertara á vivir un solo dia.
Tú eres mi luz, mi suerte, mi tesoro:
tú, Valentina bella,
eres la blanca estrella
que mi esperanza por la tierra guía.
Sí, tras de ti camino noche y día
postrándome á besar tu casta huella.
valentina.
Ni yo puedo sin verte
pasar, Genaro, en soledad mi vida;
y si ha de ser sin tí, venga la muerte,
que yo la doy tambien por bien perdida
si no la he de gozar para quererte.
genaro.
Pues bien, si no hay fortuna
sin mi amor para tí, ni lisonjera
sin mí no alcanzas existencia alguna,
huye conmigo á la ocasion primera.
Mil veces ¡ay! propuesto te lo hubiera
si mi contraria suerte
más venturoso porvenir me abriera.
Yo nada puedo darte,
nada puedo ofrecerte,
mi Valentina, más que idolatrarte,
y amarte como á Dios hasta la muerte.
Harto, hermosa, lo lloro,
mas tal es mi fortuna á pesar mio
y mi destino tal; vivo y te adoro,
y de la suerte con tu amor me rio.
valentina.
Sí, bien dices, Genaro,
tienes razon, mi corazon es tuyo.
De mi tutor avaro
en la ocasion primera
libre contigo donde quieras huyo.
genaro.
¡Oh! tal resolucion...
valentina.
Genaro mio,
ya no puedo arrostrar mi desventura;
callártela quería,
mas imposible es ya, porque desgarra
tan amargo pesar el alma mía.
Sabe, Genaro, que el infame viejo
no satisfecho con gozar mi herencia
que administra sin tino y sin consejo,
aún tiene la insolencia
de ofrecerme un amor que me destroza
las entrañas de rabia y de pavura:
y paga mis desaires con usura,
en mis pesares con furor se goza.
genaro.
¡Esto, cielo piadoso,
me faltaba no más! ¡ah! pronto, huyamos:
aún me quedan amigos
que pobres como yo, pero valientes,
de mi pesar y de mi amor testigos
aún querrán ayudarme diligentes.
¿Hay alguna ventana
que al campo dé, sin rejas que la guarden?
valentina.
Una hay, pero es, Genaro, empresa vana,
porque es de un aposento
cuyo paso me impide gruesa puerta,
que sólo cada día, y un momento,
se ve una vez por mi tutor abierta.
genaro.
No importa, dí cuál es, que ya habrá medio
de romperla ó abrirla;
que á todo estoy resuelto y decidido.
valentina.
Desde ese estanque puedes percibirla.
genaro.
Sin entrar al jardin puedo escalarla,
y si me aguardas tú junto á esta puerta,
yo medio inventaré de franquearla.
valentina.
¡Oh, sálvame, Genaro!
por amor de tu madre si la tienes,
por cuanto tengas en el mundo caro.
genaro.
Sí, Valentina, si en mi amor confias
mañana mismo en la callada noche
ó á manos, sí, de las industrias mias,
ó á la fuerza si no, salvarte espero.
Conozco á un capitan de una fragata,
amigo fiel y noble caballero,
que á bordo admitirá dos desdichados:
y el suelo de la Italia protectora
se abrirá á dos amantes expatriados:
que á la Italia arribar será en buen hora.
Daránme allí mi espada ó mis pinceles,
ó la honrada fortuna del soldado,
ó la fortuna espléndida de Apeles:
que todo con tu amor será sobrado.
Sonó en esto una llave, y percibiendo
por las junturas, luz de una ventana,
fuese Genaro á la espesura huyendo,
diciéndose los dos: «Hasta mañana.»
__________
Quien en el cuarto entró de Valentina
fué su tutor, el juez; porque Genaro
acechando á favor de la espesura,
en la ventana vió clara y distinta
aparecer del viejo la figura.
Vióla tenderlos brazos,
y cerrar las vidrieras,
y la luz interior ir á pedazos
menguando, al entornarse las maderas.
Vió la luz á través de las junturas
largo tiempo brillar, y oyó acercándose
la voz del juez inteligible apénas,
ora con voces de dureza llenas
creciendo, ora en murmullos apagándose.
Oyó á la niña replicar á veces,
y otras quejarse y prorumpir en llanto,
mas no entendió, por más que estuvo atento,
lo que dentro pasó del aposento.
Mil veces quiso de su escucha en tanto
su secreto romper sin miramiento;
mil veces al oir de Valentina
el angustiado acento
su corazon anduvo
entre el miedo y la cólera indeciso,
y al jardin de saltar tentado estuvo
la mansion asaltando de improviso.
Quedó en silencio al fin el aposento,
faltó la luz de adentro, y no escuchando
llanto, ni voz, ni paso, ni gemido,
el infeliz galan fuese alejando,
recordando el acento dolorido
con que su amada hermosa
le dijo congojada y afanosa:
«¡Ay, sálvame, Genaro,
»por amor de tu madre, si la tienes,
»por cuanto tengas en el mundo caro! »
Y á este recuerdo los amantes ojos
tornando á la ventana,
«sí, ¿dijo el triste, volveré mañana.»
Está la siguiente noche
encapotada y oscura,
veladas entre nublados
las estrellas y la luna.
Yace la quinta en silencio,
y no penetra ni alumbra
el resplandor más escaso
de alguna lámpara turbia,
ni de una puerta el encaje,
ni las estrechas junturas
de una ventana, que en sombra
todo en redor se sepulta.
Óyese sólo el murmullo
con que en las ramas susurran
las ráfagas desiguales,
que los olivares cruzan.
De la chicharra al chirrido
allá á lo lejos se escucha,
que la tormenta vecina
con áspero canto anuncia:
y el eco sordo y lejano
del trueno, que en las alturas
de nube en nube se arrastra,
de nube en nube retumba.
Allá en el negro horizonte
por dó la tormenta surca,
de cuando en cuando un relámpago
se inflama con luz sulfúrea.
Y á su esplendor fugitivo
se aclaran en la llanura
cuantos objetos la llenan
en muchedumbre confusa.
La media noche sonaba,
y comenzaba la lluvia,
cuando dejaba Genaro
del olivar la espesura,
seguido de dos mancebos
que hicieron su causa mútua,
resueltos á poner cabo
á la más árdua aventura.
Valientes como él son ámbos,
y como él desde la cuna,
sin más apoyo en el mundo
que su espada y su bravura;
sin más porvenir que el tiempo,
ni otra hacienda que la tumba,
mas dignos como él entrambos
de más pródiga fortuna.
Con cautelosa prudencia
pisando la tierra húmeda,
hasta el estanque llegaron
que con la casa se junta.
Sobre él daba una ventana,
ni baja, ni á tanta altura
que no pudiera salvarse,
aunque difícil y mucha.
Aqui soltando su capa
y colgando á su cintura
sus preparadas pistolas,
Genaro un punto calcula
con la distancia, sus fuerzas,
se empina, se encoge, duda,
y abalanzándose osado
salta por fin y se oculta.
Quedó otra vez en silencio
la escena en la sombra muda,
y afuera los dos amigos
nada oyen por más que escuchan.
En tanto á solas Genaro
en las tinieblas procura
dar con puerta que le guíe
á encontrar con lo que busca.
Dentro de su pecho late
con agonía profunda
su corazon, á quien negros
presentimientos asustan.
Las solitarias estancias
el ruido menor no turba,
ni escasa las ilumina
la lamparilla más mustia.
El aire que á bocanadas
por los aposentos zumba
y que la cara le azota
claramente le asegura
de que las puertas abiertas
están; y parece en suma
que está desierta la quinta,
y su esperanza difunta.
Llamar á veces intenta
á los de afuera en su ayuda,
mas teme engañarse, y teme
que sus voces le descubran.
Con planta perdida mide
toda la estancia que ocupa,
todas las paredes toca,
todos los trechos calcula.
Dió al fin con un picaporte:
álzale con tiento, empuja,
cede la puerta, y á tientas
pasa el dintel, y ¡oh ventura!
por una abierta ventana
se asoma, y mucho se ofusca,
ó es la del mismo aposento
que á su Valentina oculta.
Sí, reconoce las rejas,
y la encrucijada curva
que hasta el olivar conduce,
y que protegió su fuga
cuando en la noche anterior
en su visita nocturna,
sus pláticas la llegada
del tutor rompió importuna.
¿Mas cómo allí no le espera
su amor? ¿será que rehusa
Valentina el pronto amparo
que de él invocó en su angustia?
«Valentina ¿dónde estás?
¿no me conoces?»pregunta
en la oscuridad Genaro:
mas su corazon se turba,
y sus rodillas flaquean,
y de desconsuelo suda
al ver que su voz no tiene
correspondencia ninguna.
«¡Valentina mia!»exclama
con desolada amargura,
«¡Valentina mia!...»y sólo
mia los ecos retumban.
Los brazos tiende en la sombra,
y se avanza á la ventura,
mas nadie se arroja en ellos,
nadie le responde nunca.
Brilló un relámpago acaso,
y á su rápida y sulfúrea
llamarada, hirió un objeto
sus ojos que el llanto anubla.
Tendió las manos al sitio
donde le vió, y ropas húmedas
tocó de un lecho, y un brazo
de mujer. ― Le asió convulsa
su mano... ¡Dios infinito!
¿No hay un rayo que reduzca
un desdichado á ceniza
cuando tal cáliz apura?
Aquel brazo frio asiendo
el cuerpo á que se une busca,
mas al arribar sus manos
á la garganta desnuda,
cayó Genaro en el suelo
sin sentidos que le acudan,
porque no halló la cabeza
al tronco sangriento junta.
__________
Pasaba en tanto la noche,
y el agua caia á mares,
el espantoso nublado
sobre la tierra rasgándose.
Cansados ya los amigos
de Genaro de esperarle,
y viendo que el tiempo corre,
y de la quinta no sale,
por la ventana treparon
en voz prudente llamándole.
Mas viendo con harto asombro
que no les responde nadie,
asiendo de una linterna
que al caso dispuesta traen,
diéronla luz y se entraron
el aposento adelante.
Todos estaban desiertos;
todas las puertas sin llaves;
todo por tierra en desórden
el ostentoso mueblaje;
muchas cerraduras rotas,
y rotos muchos cristales.
Todo mostraba en la quinta
de algun reciente pillaje,
ó algun siniestro atentado,
las evidentes señales.
Mas ¡cuánto fué de los mozos
el horror de intenso y grande
al dar tras de pocos pasos
en un cuarto donde yace
Genaro tendido en tierra
y el suelo nadando en sangre,
y en una alcoba en un lecho
de una mujer el cadáver!
El cuadro de su ignominia
si les achacan el lance
fué la idea que en su mente
vino primero á aclararse.
No era el amor de Genaro
allí lo más importante,
no era su vida ó su muerte
el resultado más grave;
era su honor, pues si al cabo
por ladrones les tomasen,
pagáran en un patíbulo
lo que en sus almas no cabe.
Asieron, pues, de Genaro
por un resto bien laudable
de una amistad generosa,
mas que de poco les vale:
porque no bien se inclinaron
en brazos para elevarle
(pues ni se mueve ni alienta),
cuando á las voces de ¡infames!
de ¡asesinos! y ¡ladrones!
¡á ellos! ¡prenderles! ¡matarles!
el aposento asaltaron
domésticos y jayanes,
con hoces y podaderas,
con asadores y sables.
Sin que pudieran valerse
la multitud de ellos ase,
de maldiciones é injurias
y de improperios llenándoles.
El crímen lamentan unos,
claman otros por vengarle,
y por do quiera retumban
rezos, juramentos, ayes.
Volvió Genaro á la vida
con el tumulto un instante;
cercáronle al punto todos,
y él que ni entiende, ni sabe
lo que pasa en torno suyo,
con absortos ademanes
miró, y con ojos estúpidos
en silencio á todas partes.
¿Y VALENTINA? este nombre
de su duelo única frase,
recuerda á todos á un tiempo
todo el horror de aquel trance.
¡Mira! dijo el juez cogiéndole
de las manos, y arrastrándole
de su pupila hasta el lecho;
¡mira tu obra, miserable!
«¡Dios mio!»exclamó Genaro
con la cabeza abrazándose
de su hermosa Valentina
que el juez le puso delante:
«¡Dios mio!»exclamó, y con ella
segunda vez desplomándose
quedó al pié sin movimiento
del destroncado cadáver.
Brilló una sonrisa horrible,
aunque imperceptible casi,
sobre los trémulos labios
del tutor, y señalándole
dijo: «Del crímen, señores,
»las pruebas están palpables;
»horrorízale esa muerte,
»pues la conoce, la sabe.»
__________
¡Tal es la justicia humana,
los juicios del hombre tales!
La luz del próximo sol
por más radiante que sale
no pudo á los tres amigos
iluminar el semblante,
porque sus rayos no llegan
al calabozo en que yacen.
__________
Yacen, sí, con la inútil esperanza
de la fe y la razon de su inocencia;
mas ¡ay! de la justicia en la balanza
poco pesa por cierto la conciencia.
Nada los dos del lance han comprendido,
nada responderán, pues nada saben:
lo que han visto dirán, lo que han oido,
mas no habrá á quien agraven
el crímen cometido.
¡A Genaro! ¡imposible! la adoraba;
más luz ni pensamiento no tenía,
sólo en ella pensaba,
á ella tan sólo por do quier veía.
Mas ¿que ha de responder, pobre insensato,
á quien la luz de la razon no asiste?
¿Qué ha de decir el triste
si ni oye, ni pronuncia, ni imagina
más que el nombre fatal de Valentina?
Sus ojos con estúpida mirada
do quiera que los fija se mantienen,
y ni mira, ni ve, ni piensa nada.
Sólo un objeto que en su mente vive
sus ojos y su mente ante sí tienen,
que su sér y su luz de ellos recibe:
la pálida y castísima cabeza
de aquella idolatrada Valentina,
siempre de amor tesoro y de belleza,
objeto ¡ay Dios! de su mortal tristeza,
pero siempre á sus ojos peregrina.
El rápido y terrible
trastorno universal de sus ideas,
sólo este objeto le dejó visible,
y aquel contorno pálido y sangriento,
aquel rostro agostado y macilento
tan sólo á sus sentidos perceptible,
es la oculta razon de su demencia,
y el móvil de su misera existencia.
Ya ante su vista como blanco sueño
benéfica vision consoladora
se presenta risueño,
y el pobre loco en su ilusion la adora.
Ya cual sombra fatídica enojada
en las nocturnas horas evocada
de Genaro á los ojos se presenta,
en roncas voces demandando airada
de su venganza dolorosa cuenta:
y ante ella el pobre loco prosternado
contemplando su sangre horrorizado,
se agita y se amedrenta.
Y los ayes que exhala en su despecho
el angustiado mozo,
estremeciendo el cóncavo y estrecho
y oscuro calabozo
llegan del carcelero hasta el oido,
que á su voz suspirando estremecido
compadece su afan desde su lecho.
En vano á recio poste maniatado,
de sus amigos por piedad velado
está continuamente;
más fiero cada día y más demente
se torna el desdichado.
En vano demandáronle los jueces
declaracion verídica y sucinta
de la fatal historia de la quinta;
por más que repitiéronle mil veces
la idéntica pregunta,
nunca más respondió que insensateces,
y de ellas nada el tribunal barrunta;
nada por él descubre ni adivina.
Y si por acaso el que demanda nombra
á su bella y perdida Valentina,
ante él evoca su tremenda sombra,
y el infeliz Genaro en el instante
á su nombre funesto enloqueciendo
con sus gritos la sala ensordeciendo,
con su ademan y gesto delirante
demuestra lo que su alma está sufriendo;
y de su amada en su ilusion amante
la cabeza fatal tiene delante.
Los jueces de su mal enternecidos
compasivos le absuelven,
y á su prision le vuelven
de donde salen pocos,
mas de donde él saldrá sin duda alguna
para dar por su pésima fortuna
en una jaula de hospital de locos.
¡Ay! ¡pobre amante, cuyo amor tan raro
te obliga á rescatar tu triste vida
con tu razon, y en tu razon perdida
tu salvacion está! ¡Pobre Genaro,
que al hospital del calabozo pasa,
cuánto le cuesta caro
el hospedaje de su nueva casa!
Eran seis años despues.
¿Quién diablos mentaba ya
ni á la hermosa degollada,
ni al loco del hospital?
Los bienes de la pupila
gozaba el tutor en paz,
y si á alguien pertenecian
no osaba de ellos hablar.
Que era el juez hombre de cuenta,
y en sus manos además
estaba el látigo puesto
de la justicia humanal.
¡Así las más de las veces
las cosas del mundo van!
Pero cortemos á tiempo
esta charla lenguaraz,
pues á los críticos toca
maldecir y murmurar:
pues tienen ya la costumbre
de encontrarlo todo mal,
y yo á Dios gracias encuentro
que bien este mundo va
y... con mi cuento prosigo.
No léjos de la ciudad
de Córdoba, y de Sevilla
sobre el camino real,
habia en mil setecientos,
año ménos ó año más,
un famoso ventorrillo
llamado del Sarmental.
Ventorrillo se llamaba
y con justicia en verdad,
pues á la altura de venta
no supo nunca llegar.
Era una mansion cuadrada
que con perfecta equidad
cerraba en sola una pieza
cocina, cuadra y pajar.
Es decir que el ventorrillo
era hablando en realidad
un portal que á duras penas
pudiera ser palomar,
donde á comer ni á dormir
se han detenido jamás
sino pobres peregrinos,
mendigos ó gente tal.
En una tarde de marzo,
y como dicho se está
del año mil setecientos,
del ventorrillo al umbral
dos mancebos platicaban
de continente galan.
Lloraban de gozo entrambos
hablándose con afan,
y tiernamente abrazándose
y tornándose á abrazar,
dándose pruebas contínuas
del cariño más cordial,
preguntando y respondiendo
sin dejarse respirar.
el uno.
¿Con que de Florencia?
el otro.
Sí.
el primero.
¿Bueno del todo?
el segundo.
No á fe;
por más que lo procuré
jamás me restablecí.
Muy débil quedóme el juicio,
y hay, Federico, ocasiones
en que tengo distracciones
que parecen maleficio.
Mas del trabajo á favor
mi cuerpo se robustece
cada dia, y me parece
que voy de bien á mejor.
federico.
¿Con que trabajas?
el otro.
Me afano.
federico.
¿Y utilidad te reporta
tu trabajo?
el otro.
Nada corta,
que estudié mucho y no en vano.
federico.
Siempre te fué la escultura
arte predilecto,
el otro.
Nombre
y honra me dió, y soy otro hombre
desde mi fatal locura.
federico.
¿Mas cómo fué de ese mal
la curacion?
el otro.
Muy sencilla;
al año y medio en Sevilla
me echaron del hospital.
Dijéronme... vuestra cura
se acabó y...
federico.
¡Pobre Genaro!
el otro.
Yo viéndome sin amparo
acogíme á mi escultura.
En los seis meses primeros
viví con suma escasez,
mas dióme una obra en Jerez
unos pocos de dineros.
Con ellos á Italia fuí,
y allí ménos importuna
mi desdicha, hice fortuna:
mas me punzaba ¡ay de mí!
el deseo de volver
á mi patria de tal modo,
que al fin lo he dejado todo
sin poderme contener.
Díjeme: tengo algun oro
y alguna celebridad,
volvamos á la ciudad
donde está cuanto yo adoro.
Y héme aquí ya, Federico,
que vuelvo al fin á Sevilla
con mi escasa fortunilla,
y el arte á que me dedico.
federico.
Contigo allí me tornara
de buena gana en verdad,
si urgente necesidad
volverme no me estorbara.
Pero mi madre me espera,
que á morir próxima está,
y tal vez no llego ya
tan pronto como quisiera.
el otro.
Pues Federico, adelante,
nuestro camino sigamos,
que á tu madre la robamos
un consuelo en cada instante.
Parte y que te ayude Dios.
federico.
Si un dia á vernos volvemos...
el otro.
¡Oh! no lo dudes, seremos
hermanos siempre los dos.
Tú encarcelado por mí
sufristes...
federico.
No hablemos de eso;
si estuve dos años preso
fué sin culpa, y ya salí.
el otro.
Siempre generoso amigo.
federico.
Y siempre tuyo, Genaro,
pronto á partir sin reparo
cuanto poseo contigo.
Y aquí con lágrimas tiernas
se tornaron á abrazar
tomando con su caballo
su camino cada cual.
Y creo, lector discreto,
que no necesitas más
para saber quiénes eran
el que vuelve y el que va.
Sin embargo, si con esto
aún satisfecho no estás.
en lo que queda de historia
puedes el fin encontrar.
En vano seis largos años
en tierra extraña de ausencia
Genaro entre las memorias
puso de su edad primera;
que las sombras que le manchan
el cuadro de su existencia,
cuanto más tienen de antiguas,
tienen de firmes y negras.
El bello sol de la Italia
no pudo desvanecerlas,
porque las sombras del alma
la luz del sol no penetra.
Miéntras entregado al arte
vivió Genaro en Florencia,
adormidos sus recuerdos
se hicieron sentir apénas.
Débiles fueron sus ayes,
cortas sus sentidas quejas,
porque el tiempo y la distancia
mucho las memorias merman.
De tarde en tarde confusas
entre torvas y halagüeñas
de sus antiguos pesares
le asaltaban las ideas.
Mas cual de cosas pasadas
se le ocurrian inciertas,
sin verdadero carácter
y sin forma verdadera.
Aquella frondosa quinta
entre cuya doble reja
de Valentina alcanzaba
la peregrina cabeza,
era un recuerdo amoroso,
no una aparicion siniestra,
era un manantial fecundo
de deliciosa tristeza.
No via el semblante amado
sobre la gola sangrienta
pidiendo á voces venganza,
no, que amorosa y risueña
se presentaba á sus ojos
su Valentina hechicera,
como la noche en que pudo
bajo su ventana verla.
Y aunque jamás de su alma
borrarse la imágen pueda,
como un amuleto místico
mantiénese dentro de ella,
y su espíritu acompaña,
mas conformidad perpétua
guarda con él, y aunque triste
su espíritu no atormenta.
Y cuanto ménos horribles
de sus memorias le cercan
las visiones, cuanto más
se debilitan y aténuan,
más de su antigua locura
las fatales consecuencias
desaparecen, y logra
su ánima calma completa.
Mas esto ¡ay Dios! fué en Italia,
donde la gente y la tierra,
cuanto mira y cuanto siente
de sus memorias le aleja.
Mas al entrar en Sevilla
donde todo le recuerda
sus infortunios pasados,
se acrecentaron sus penas.
Tornó á ser de sus memorias
insensiblemente presa,
y á trastornarse tornaron
débilmente sus ideas.
Al pararse de la cárcel
ante las guardadas puertas,
recordósele la causa
por que fué encerrado en ella.
Al pasar del hospital
ante la fachada externa,
estremecióse al recuerdo
de su abandono y miseria.
Y aquella frondosa quinta
á cuya reja en Florencia
de Valentina alcanzaba
sonriendo la cabeza,
tornábasele en espejo
de apariciones siniestras,
que trastornaban la suya
con sus miradas horrendas.
Huérfano y desconocido
Genaro en Sevilla entera
(pues hoy se oculta indolente
y ántes no célebre en ella),
sin un amigo tan sólo
que distraerle pudiera,
pasa su vida ignorada
en soledad y tristeza.
Y si habla es con Valentina,
con Valentina si sueña,
por Valentina si vive,
y á Valentina si reza.
Si dia y noche afanado
mármol desbasta y modela,
á Valentina los trazos
de su cincel representan.
Ni piensa en su porvenir,
ni en las relaciones piensa,
que pueden fama lográndole
honor lograrle y hacienda.
En poco estima la gloria,
y en ménos su vida aprecia,
y abandonado á sí mismo
no ve lo que le rodea.
En una mezquina casa
de una oscura callejuela
junto á la muralla vive,
de la quinta la más cerca.
El camino de Carmona
contínuamente pasea
desde la puerta á la quinta,
desde la quinta á la puerta.
Tal vez volviendo á deshora
el muro cerrado encuentra,
y al raso pasa la noche,
pues en el campo se queda.
¡Pobre Genaro! en su pecho
con su soledad funesta
al fuego de las memorias
su amor antiguo fermenta.
Y así tal vez poco á poco
su mente se desordena,
su cuerpo se debilita,
y sus manías empiezan.