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Los empeños de un engaño fue escrita entre 1623 y 1625. Sus referencias a Madrid, permiten destacar el aspecto costumbrista propio de la novela cortesana de los siglos XVI y XVII: galanteos, desafíos, enredos, encuentros imprevistos y alusiones a lugares de la ciudad y a la Corte. A diferencia de otros galanes de Juan Ruiz de Alarcón, en Los empeños de un engaño se muestra cómo se miente por amor, en un mundo donde la falsedad son la máscara de un discurso de poder. Destaca también la presencia de Teodora, uno de los personajes femeninos más destacados del universo de Juan Ruiz de Alarcón. Esta obra profundiza en la pintura de caracteres para cimentar la crítica social que hace Ruiz de Alarcón. En este caso, lo que podría haber sido un drama de honor con el que podría censurar las conductas sociales, se frustra por la actitud de ciertos personajes. Así, al final de la obra, los villanos sufren un castigo por sus pecados.
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Seitenzahl: 60
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Juan Ruiz de Alarcón
Los empeños de un engaño
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Los empeños de un engaño.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-098-5.
ISBN rústica: 978-84-9816-306-3.
ISBN ebook: 978-84-9897-932-9.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 47
Jornada tercera 61
Libros a la carta 99
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.
Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608.
En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.
Campana, gracioso
Constanza, criada
Don Diego, galán
Don Juan, galán
Don Sancho, galán
Doña Leonor, dama
Doña Teodora, dama
Dos cortesanos, primos de un gentilhombre, don Sancho
El Marqués Fadrique, galán
Inés, criada
Un Criado
(Salen doña Leonor e Inés.)
Leonor ¿Quién será este forastero,
que tan falso y recatado
hace con tanto cuidado
de nuestra calle terrero?
Inés De esta casa el primer suelo
es primer cielo, señora,
de la Luna de Teodora;
y el segundo es cuarto cielo
de tu Sol, cuyo arrebol
da al alba perlas que llore;
y no es posible que adore
la Luna, si ha visto el Sol.
Leonor ¡Quién supiera la verdad
de sus intentos!
Inés Leonor,
¿es curiosidad o amor?
Leonor Agora es curiosidad,
y está en saber su intención
ser amor.
Inés Dame a entender
cómo puede proceder
de saberla, tu afición.
Leonor Si tocas de un instrumento
sola una cuerda, verás
que están mudas las demás,
si es disonante su acento;
más si alguna está en distancia
y en consonancia debida,
suena sin tocarla, herida
solo de la consonancia
de aquella que se tocó;
que mostrar el cielo quiso
la virtud, en este aviso,
de la amistad. Así yo
tengo en tal punto templada
mi pasión, que si supiere
que este galán no me quiere,
será muda o será nada;
mas si adora mi favor,
tocado solo del viento
de su consonante acento,
sonará también mi amor.
Inés Pues si logras este empleo,
de don Juan, ¿qué hemos de hacer?
Leonor Poco sentiré perder
lo que ganar no deseo.
Por concierto se ha tratado
conmigo su casamiento;
provecho, y no gusto, siento
en admitir su cuidado.
Y si el forastero es cierto
que me quiere y me merece,
noble, como lo parece,
donde hay amor no hay concierto.
Inés Pues de ese cuidado quiero
sacarte.
Leonor ¿Cómo?
Inés Un criado
que siempre, señora, al lado
he visto del forastero,
me hace señas, y en la calle
le vi agora; y pues estás
sola conmigo, si das
licencia, quiero llamalle.
Leonor Bien dices. Llámale, pues;
y porque venir podría
mi hermano, ponte en espía
en ese balcón, Inés.
Inés Ya conoces mi cuidado.
(Vase Inés.)
Leonor No con severo rigor
le niegues la dicha, amor,
a quien la ocasión has dado.
No siempre el dorado arpón
a costa de penas dé
los gustos.
(Sale Inés.)
Inés Ya le llamé,
y sube.
Leonor Ponte al balcón.
Amor tengo, y mucho amor,
pues tan turbada le espero.
(Vase Inés y sale Campana.)
Campana (Aparte.) (La dicha del forastero
me negoció este favor.
La mozuela se ha rendido
a las señas que le he hecho...
Pero, ¿qué miro? Sospecho
que en el puerto me he perdido.)
(Quiere irse Campana.)
Leonor Volved, mancebo.
Campana Venía...
Leonor No os turbéis; yo os he mandado
llamar.
Campana (Aparte.) (Presto me ha faltado
la dicha que ya creía.)
¿No queréis que me turbara
luego que a veros llegué,
puesto que me deslumbré
de ver el Sol cara a cara?
Leonor ¿Cómo os llamáis?
Campana Tengo el nombre
más hinchado y campanudo
que siendo de mujer, pudo
ponerse jamás con hombre,
y el que da cada mañana
a todo preste dormido
más enfadoso ruido.
Leonor Decid ya cuál, es.
Campana Campana.
Leonor ¿Quién es ese caballero
a quien servís?
Campana Claro está,
pues le sirvo, que será
mi amo.
Leonor Su nombre quiero
saber.
Campana Don Diego de Luna.
Leonor ¡Buena alcuña!
Campana ¡Y cómo buena!
Por ser de rayos tan llena,
tiene opuesta la Fortuna.
Leonor Pues no le conozco yo,
forastero le imagino.
Campana No es sino hijo de vecino
del lugar donde nació.
Leonor Ya me obligáis a pensar
que oculta prendas mayores.
Campana ¿Por qué?
Leonor Porque es de señores
traer consigo un juglar.
Campana Cuando imagino que os doy
gusto en esto, ¿os enfadáis?
Leonor Sí; que de burlas estáis
cuando de veras estoy;
y con ellas, porque quiero
abreviarlas, os diré
la ocasión por qué os llamé.
Decid a ese caballero
que quien este cuarto habita
es doña Leonor Girón,
cuya sangre y opinión
al Sol mismo rayos quita;
que yo he de tomar estado
con hacienda y calidad,
con hermosura y edad
que a mil nobles da cuidado;
y que su mucho asistir
en esta calle, y mirar
a esta casa, puede dar
contra mi honor qué decir;
que su afición importuna
declare a quién solicita,
que a muchas desacredita,
sin obligar a ninguna;
y si, por ventura, es cierto,
como presumo, que adora
la belleza de Teodora,
lo dé a entender; que le advierto
que si constante porfía
ocultando la ocasión,
de las demás la opinión
aseguraré en la mía,
con dar a mi hermano cuenta
de mi ofensa y de su injuria,
porque con violenta furia
ponga remedio en mi afrenta.
(Quiere irse doña Leonor.)
Campana ¡Oíd, por Dios!
Leonor ¿Qué queréis?
Campana Pues de vuestro enojo ciego
al arcabuz distes fuego,
que la respuesta escuchéis;
que ya que os habéis llegado
tan de veras a enojar,
de plano he de confesar
al potro de vuestro enfado.
Leonor (Aparte.) (Bien le he obligado a decir
la verdad sin declararme.)
Campana (Aparte.) (El caso viene a obligarme,
por deslumbrarla, a mentir;
que así quiero la intención
de don Diego asegurar,
pues tanto importa ocultar
que es Teodora su afición.)
Don Diego, señora, os vio;
que en esto se cifra todo,
pues decir que os vio es el modo
de asegurar que os amó;
y si algún indicio ha dado
de amar a doña Teodora,
es disimulo, señora,
no verdad de su cuidado;
porque es tan alto sujeto,
el vuestro, que desconfía,
y si amarlo es osadía,
no publicarlo es respeto.
Leonor (Aparte.) (Cierta es mi dicha.)
Campana Y me admira