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¿Qué puede hacerse para que, dentro del caudal arrollador de nuevas publicaciones, no se pierda el valioso tesoro del magisterio oral de Benedicto XVI? ¿Cómo evitar que pase al olvido, víctima del insaciable afán de novedades pastorales y teológicas? Esta selección responde a esta inquietud, poniendo a disposición del lector general un instrumento para acceder de manera ordenada y sistemática al tesoro que ha dejado a los cristianos en herencia. Los textos abordan temas cruciales como la fe y la verdad, la familia y los jóvenes, el diálogo con el mundo de hoy (el pensamiento dominante, la identidad cristiana y la modernidad), Cristo, la Virgen, la naturaleza y la liturgia de la Iglesia, y se concluye con el tema preferido de Ratzinger: el amor a Dios y al prójimo, y su expresión concreta en las virtudes y en la oración.
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NICOLÁS MASSMANN (EDITOR)
LUZ PARA EL MUNDO
Las mejores palabras de Benedicto XVI
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2005-2013 by Libreria Editrice Vaticana - Dicastero per la Comunicazione
© 2022 de la selección de textos y orden por contenido por NICOLÁS MASSMANN
byEDICIONES RIALP, S. A.
Manuel Uribe, 13-15 - 28033 Madrid
(www.rialp.com)
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Preimpresión/eBook: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-6280-0
ISBN (versión digital): 978-84-321-6281-7
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR
CRÉDITOS
PREFACIO
INTRODUCCIÓN A LA RETÓRICA DE BENEDICTO XVI
1. ACTIVAR LA COGNICIÓN DEL OYENTE, ES DECIR, INCITARLO A PENSAR
2. INTERPELAR DIRECTAMENTE AL OYENTE
3. ESTRUCTURAR LA INFORMACIÓN EN VISTAS A SU MEJOR RECEPCIÓN
4. CONCRETAR CONCEPTOS ABSTRACTOS Y PROFUNDIZAR EN ABSTRACTO CONCEPTOS CONCRETOS
I. LA GRANDEZA DE LA FE
1. TRANSMITIR LA FE
2. CREO
3. TEOLOGÍA
4. SAGRADA ESCRITURA
5. QUIÉN ES EL HOMBRE
II. COOPERADORES DE LA VERDAD
1. VERDAD Y ESCEPTICISMO
2. EVANGELIZACIÓN
3. LEY NATURAL
III. MATRIMONIO Y FAMILIA
1. MATRIMONIO
2. FAMILIA
3. AMOR CONYUGAL Y CELIBATO APOSTÓLICO
IV. JÓVENES, ENTREGA Y AUDACIA
1. JUVENTUD
2. VOCACIÓN Y GENEROSIDAD CON DIOS
3. ESPERANZA
4. SACERDOTES
V. EL PENSAMIENTO DOMINANTE
1. RELATIVISMO, LAICISMO Y NIHILISMO
2. DERECHOS HUMANOS
3. EL PAPEL DE LA UNIVERSIDAD
VI. EUCARISTÍA, LITURGIA Y CONFESIÓN
1. EUCARISTÍA Y LITURGIA
2. PENITENCIA Y CONVERSIÓN
3. LITURGIA
VII. JESÚS DE NAZARET
1. CONOCER A JESUCRISTO
2. PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN
3. LA VIDA EN CRISTO
VIII. MUNDO, IDENTIDAD CRISTIANA Y MODERNIDAD
1. MUNDO Y TRASCENDENCIA
2. GLOBALIZACIÓN Y COMUNICACIONES
3. MODERNIDAD
4. LA HUELLA CRISTIANA EN EL MUNDO
5. LIBERTAD
IX. LOS DESAFÍOS DE LA RAZÓN
1. RAZÓN Y CRISTIANISMO
2. MANDAMIENTOS, LA LEY DE DIOS
3. CONCIENCIA MORAL
X. MARÍA Y LOS SANTOS
1. MARÍA SANTÍSIMA
2. LA MEJOR APOLOGÉTICA: LA BELLEZA Y LOS SANTOS
XI. IGLESIA
1. IGLESIA: CASA, BARCA, FAMILIA
2. TU ES PETRUS
3. ECUMENISMO
4. IGLESIA Y ESTADO
XII. EL AMOR ES LO PRIMERO
1. VIRTUDES CRISTIANAS
2. CARIDAD Y SERVICIO
3. ORACIÓN
ANEXOS
MISA “PRO ELIGENDO PONTIFICE”
DISCURSO DEL SANTO PADRE EN LA UNIVERSIDAD DE RATISBONA
VIAJE APOSTÓLICO A ALEMANIA 22-25 DE SEPTIEMBRE DE 2011
AUDIENCIA GENERAL
ÍNDICE TEMÁTICO
PREFACIO
EL LECTOR QUE TIENE EN SUS MANOS este libro podría hacerse con razón la siguiente pregunta: ¿por qué estos textos y no otros? ¿Qué tiene esta antología de especial? La respuesta desde luego no es sencilla ni evidente. Toda selección entraña una cierta arbitrariedad o al menos refleja en buena parte la inevitable subjetividad del editor. En este caso, ¿cuál ha sido el hilo conductor o el filtro para quedarse con estos textos y descartar otros? Podríamos responder de la siguiente manera: en los textos seleccionados se transparenta algo así como el sello de autenticidad de Benedicto XVI. Son temas, frases y párrafos donde es posible reconocer inmediatamente la pluma, el estilo y, sobre todo, la mente del teólogo y del pastor de almas. Textos donde se condensa de manera especial el genio particularísimo de Joseph Ratzinger.
En la introducción a su libro Jesús de Nazaret, Benedicto XVI se preocupó de aclarar que aquella obra nacía como resultado de años de reflexión y contemplación del misterio de Jesús: «Este libro sobre Jesús, cuya primera parte se publica ahora, es fruto de un largo camino interior»; «este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal “del rostro del Señor” (cf. Sal 27, 8)». Esta confidencia personal se podría extender, con buenas razones a su favor, a la totalidad de su Magisterio. Pues no son pocos los textos en que se refleja igualmente este itinerario suyo personal de reflexión sobre temas como la posibilidad de una revelación divina al hombre, el sentido teológico de la liturgia y de la Iglesia, y el significado e interpretación correcta del Concilio Vaticano II. Todo el Magisterio de Benedicto XVI es, en efecto, el fruto de “un largo camino interior”, que en el arco de ocho años va progresivamente articulándose y saliendo a la luz.
Se dice que Karol Wojtyla llegó en 1978 a la sede de Pedro con dos proyectos casi terminados para su publicación y que por el cambio evidente de circunstancias tuvieron que seguir otro cauce. Uno se convertiría en una encíclica sobre sobre la redención (Redemptor hominis) y el otro en una larga serie de audiencias sobre el amor humano (su Teología del cuerpo). El caso de Josef Ratzinger es evidentemente distinto. Poco antes de ser elegido papa solo tenía un proyecto y deseo en mente: retirarse cuanto antes de la actividad curial para poder dedicar sus últimos años a la investigación y publicación de libros. De un día para otro se convirtió en papa sin tener entre manos un proyecto concreto que ofrecer. Sin embargo, en su mente de teólogo había ya madurado prácticamente todos los temas a los que ahora como Romano Pontífice dedicaría su atención. Podríamos decir que sus homilías, audiencias, mensajes y encíclicas emergían de su mente listas para ser llevadas a la imprenta no únicamente debido a su particular lucidez intelectual y talento verbal y expresivo. Había una razón más profunda.
Su vida, que siempre quiso entender como una historia (un drama) guiada por la Providencia divina, lo fue alejando progresivamente del hábitat natural de todo Professor alemán: las aulas universitarias y la investigación de alto nivel científico. Su carrera académica se vio interrumpida abruptamente en 1977 por su nombramiento como arzobispo de München-Freising. Pocos años más tarde, en 1981, asumió el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma. Y de ese cargo no se movió hasta que en el 2005, contra todos sus pronósticos, fue elegido Romano Pontífice.
Pero cuando una puerta se cierra otra se abre. En este sentido, si la divina Providencia lo fue apartando de la vida académica, ella misma se encargó de ir situando a este Professor por vocación ya no frente a un aula de alumnos y doctorandos, sino frente millones de asistentes que con un entusiasmo cada vez mayor querían escuchar sus lecciones (audiencias, encuentros, Jornadas Mundiales de la Juventud), leer sus escritos (libros-entrevista, encíclicas y mensajes) y participar en sus seminarios (conferencias y conversaciones).
El auditorio cambió y también el alcance que empezaron a cobrar sus palabras. Pero no se perdieron ninguno de los talentos recibidos y de las destrezas adquiridas en sus años universitarios.
Es precisamente en este punto donde su biografía engarza con la de su mentor teológico y espiritual: san Agustín. En una audiencia memorable, Benedicto XVI explicó las tres conversiones que el santo de Hipona experimentó. La segunda es la tiene mayor alcance autobiográfico para Ratzinger. Pues tanto él como san Agustín tuvieron que renunciar a un cierto tipo de vida contemplativa y académica para tener que compartir su conocimiento en un entorno ya no de expertos, sino de gente más bien sencilla. «Así, renunciando a una vida consagrada solo a la meditación, san Agustín aprendió, a menudo con dificultad, a poner a disposición el fruto de su inteligencia para beneficio de los demás. Aprendió a comunicar su fe a la gente sencilla y a vivir así para ella en aquella ciudad que se convirtió en su ciudad, desempeñando incansablemente una actividad generosa y pesada, que describe con estas palabras en uno de sus bellísimos sermones: “Continuamente predicar, discutir, reprender, edificar, estar a disposición de todos, es una gran carga y un gran peso, una enorme fatiga” (Serm. 339, 4). Pero cargó con este peso, comprendiendo que precisamente así podía estar más cerca de Cristo. Su segunda conversión consistió en comprender que se llega a los demás con sencillez y humildad» (Audiencia 27 febrero 2008). No resulta difícil intuir que Benedicto XVI nos está haciendo participar así a nosotros de la conversión profunda que también ha significado en su vida el encargo del ministerio petrino: renunciar a la pretensión académica para traducirnos a nosotros, “gente sencilla”, el inmenso tesoro de enseñanzas pastorales, teológicas, morales y litúrgicas de la Iglesia; poner igualmente a disposición «el fruto de su inteligencia para beneficio de los demás».
Estamos, pues, ante un Magisterio de una riqueza y profundidad enormes, que seguramente solo el tiempo y la memoria de la Iglesia (el Espíritu Santo) irán desentrañando en sus implicaciones más concretas para la vida de la Iglesia de cara una sociedad posmoderna. Para muchos es este su principal legado a la Iglesia y al mundo.
Con todo, ¿qué hacer para que, dentro del caudal arrollador de nuevas publicaciones y palabras que diariamente salen de la imprenta, este tesoro de enseñanzas no se pierda o sea sustituido demasiado pronto? ¿Cómo evitar que Benedicto XVI pase al olvido como víctima de nuestro insaciable afán de novedades pastorales y teológicas?
Esta selección de textos quiere ser una respuesta a esta inquietud poniendo a disposición un instrumento para acceder de manera ordenada y sistemática al tesoro de palabras que el Magisterio de Benedicto XVI nos ha dejado en herencia.
Por eso se han reunido sus textos según criterios dogmáticos como la fe y la verdad; pastorales: la familia y los jóvenes; el diálogo con el mundo de hoy: el pensamiento dominante, identidad cristiana y modernidad; así como la predicación sobre los grandes puntos de referencia: Cristo, la Virgen, los santos; sin olvidar la faz auténtica de la Iglesia: su naturaleza, los sacramentos, la liturgia. Cerramos el índice con el tema preferido de Ratzinger: el amor a Dios y al prójimo, y su expresión concreta en las virtudes y la oración.
Como rápidamente se comprobará, son textos que pueden ser de utilidad al teólogo de profesión, pero también a cualquier cristiano que desee enriquecer su vida interior no solo con una lectura erudita sino con palabras de alta densidad espiritual y que moverán inevitablemente a la meditación y a la reflexión personales. Justamente estos diferentes niveles de lectura que admiten los textos propuestos son también el sello distintivo de la genialidad teológica mundialmente reconocida a su autor.
La selección que aquí se ofrece versa sobre cuestiones perennes y actuales. Entre los muchos talentos de Benedicto XVI cabe destacar su capacidad única para inscribir los temas perennes dentro del cuadro de las problemáticas del día. Pero también la precaución de que al referirse a temas de suma actualidad nunca se caiga en la tentación de aislarlos del marco de las cuestiones que han ocupado desde siempre un lugar en el corazón del hombre.
Desde muy temprano Benedicto aprendió (probablemente de la mano de Romano Guardini) las limitaciones y riesgos de una metodología teológica centrada excesivamente en su dimensión histórica, pero desacreditando como poco científica la interpretación teológica y existencial de los correspondientes temas. Para Ratzinger la teología ha sido siempre un servicio al mundo de hoy, pero sin olvidar que no somos los primeros en enfrentarnos a los grandes temas ni los únicos que han intentado ofrecer una respuesta.
Nicolás Massmann (Editor)
Colonia
INTRODUCCIÓN A LA RETÓRICA DE BENEDICTO XVI
Alberto Gil[1]
BENEDICTO XVI NO ES SOLO UN GRAN teólogo, sino que tiene la capacidad —un don no común a todos sus colegas— de transmitir con claridad el mensaje divino, es decir sin oscurecerlo o complicarlo innecesariamente con abstracciones o excursos eruditos. Su teología es viva porque es vivida. En efecto, en su prólogo al tomo sobre la vida pública de Jesús de Nazaret (p. 7 de la edición española) habla de un largo camino interior que le ha llevado hasta ese libro sobre Jesús. Es un camino donde se unen el saber, el rezar y el vivir de fe. Así se va formando no solo el teólogo, sino también el predicador, quien al haber tomado una decisión de fe va descubriendo cada vez más potencialidades en el interior de la Sagrada Escritura, latentes como semillas, que se abren y se hacen visibles —comunicables— ante el desafío de nuevas experiencias, situaciones y sufrimientos.
Bajo esta perspectiva pretendo hacer una breve introducción a los textos recogidos y temáticamente agrupados en el presente volumen fijándome sobre todo en el Ratzinger predicador. Intentaré responder a la pregunta de por qué sus palabras, escritas y orales, iluminan la mente y el corazón también de los que no son teólogos de profesión. ¿Se pueden enumerar algunas características de esta retórica del papa Ratzinger al servicio de la comunicación de la fe? Benedicto XVI ha reflexionado en algunas ocasiones como teólogo y como Romano Pontífice sobre la predicación. Vale la pena pues dilucidar de estas reflexiones su concepto de sermón y homilía, para luego ejemplificarlo con pasajes de sus palabras aquí recogidas[2].
En estos escritos, Ratzinger-Benedicto XVI especifica por una parte las coordenadas de la predicación, es decir, qué aspectos han de regir una predicación que se hace en nombre de la Iglesia y que resumimos en:
el dogmala Escriturala Iglesiala actualidad.El lector de esta antología descubrirá fácilmente en cualquier pasaje referencias más o menos explícitas a estas columnas en que se apoya el discurso religioso y verá que es sobre todo la Escritura la dominante. Podemos decir que el papa Ratzinger es un portavoz del mensaje divino.
Por otra parte, pone de relieve la intención de toda homilía: actualizar lo que es eterno y así estar en continuo crecimiento, es decir, abrir críticamente el ahora a lo que tiene validez eterna, a la verdad, pero a una verdad comprensible y accesible al oyente/lector, con recursos retórico-estilísticos que veremos a continuación.
Así, las formas posibles de toda predicación se orientan al modelo de transmisión de la Sagrada Escritura, es decir, por un lado la alianza, el deseo de Dios de ligarse a un pueblo, de enseñarnos a vivir como hijos con una dignidad particular y unos compromisos de vida que manifiestan esa singular condición. A esta forma de predicación la podríamos llamar catequética: enseñar al pueblo quién es Dios, quiénes somos nosotros y cómo se nos pide vivir. Por otro lado, como los electos de Dios no siempre fueron fieles a la alianza, Dios envió a los profetas para amonestar a su pueblo y recordarle cuáles eran sus compromisos. Esa predicación profética que amonesta y llama a la conversión podemos llamarla parenética. Pero la predicación es también anuncio de la bondad y misericordia de Dios, que siempre viene en nuestra ayuda. Anunciamos que Dios es nuestro salvador, nuestra roca, nuestro refugio: predicación kerygmática.
El lector de la presente antología no encontrará dificultades en distinguir en los textos de este libro estas tres formas, de las que se sirve constantemente nuestro predicador, enseñando en una catequesis continua, amonestando como pastor y animando como hermano mayor y amigo. Por lo que respecta concretamente a la predicación litúrgica, es de gran interés observar de cerca algunas características de la homilía expuestas en Sacramentum Caritatis, donde se subraya que esta forma de predicación «es parte de la acción litúrgica» (n. 46). Su finalidad es «favorecer una mejor comprensión y eficacia de la Palabra de Dios en la vida de los fieles». Creemos que aquí cada palabra es un auténtico programa, donde se conjugan las tres formas de la predicación apenas enumeradas:
Comprensión: en la homilía el predicador desentraña el sentido de la Escritura y lo hace comprensible, es decir, aquí se pone de relieve la función catequética.Eficacia: el documento habla de una segunda función, la exhortativa. No se trata, en efecto, de una exposición teológica de la Escritura, sino de buscar lo que sirva para que los fieles mejoren en su vida.En la vida de los fieles: abrir su puerta, apelando al entendimiento, voluntad y afectos de los oyentes, para que ellos a su vez abran a Dios la puerta de su corazón. Para ello —afirma el documento— se han de evitar las homilías tanto genéricas como abstractas.En este sentido, Ratzinger ya había señalado (La palabra en la Iglesia, p. 15) que la proclamación de la Palabra de Dios no solo es acción de gracias (eucaristía), sino también adoración, a la que el sacerdote invita con su testimonio. Y así litúrgicamente, el predicador actúa en nombre de la Iglesia (cfr. ibidem, p. 20) y sus palabras son de carácter eclesial, pues tienden a despertar y sostener la fe de los fieles.
¿Cuál es la dimensión retórica de este trasfondo teológico? Como he elaborado ampliamente en mi estudio sobre una comunicación de la fe clara y motivante[3], se trata de armonizar una hermenéutica sub specie communicationis, es decir, la comprensión del tema de la predicación a través de los ojos y las preguntas que se van a hacer los oyentes, con una “traducción” de los contenidos abstractos de la teología en metas útiles para resolver los problemas vitales o alcanzar objetivos deseables de quienes van a escuchar al predicador. Sobre esta base son realmente eficaces las técnicas retórico-estilísticas con las que se hacen los textos accesibles al oyente.
¿Cómo traduce Benedicto XVI estas exigencias teológicas en una práctica homilética? ¿Cómo conjuga claridad y utilidad en su predicación? En las páginas siguientes intentaré encontrar una respuesta a estas preguntas y con ello introducir a una homilética del papa emérito, no como un estudio teológico, sino más bien retórico y estilístico, es decir, haciendo referencia a los recursos verbales que utiliza para comunicar la fe, sobre la que ha reflexionado tanto en sus estudios y con su experiencia de vida.
En un primer análisis de los textos aquí recogidos he podido encontrar cuatro técnicas principales con las que Ratzinger-Benedicto XVI hace su mensaje más comprensible y accesible:
1. Activar la cognición del oyente, es decir, incitarlo a pensar.
2. Interpelar directamente al oyente.
3. Estructurar la información en vistas a su mejor recepción.
4. Concretar conceptos abstractos y profundizar en abstracto conceptos concretos.
Veamos más detalladamente estas técnicas, resaltando en cursiva los recursos lingüísticos correspondientes[4].
1. ACTIVAR LA COGNICIÓN DEL OYENTE, ES DECIR, INCITARLO A PENSAR
Como bien se sabe en retórica, el éxito o el fracaso de un discurso depende de lo que ha ocurrido en la mente y en el corazón del receptor, quien aceptará o rechazará lo que haya entendido o asimilado. De ahí la importancia de conseguir que el receptor comprenda y valore positivamente lo que intenta comunicar el emisor, y no otra cosa. Nuestro predicador utiliza para ello varias técnicas:
1.1. Las preguntas
Un primer tipo de pregunta muy usado por el papa Ratzinger es el de cuestionar temas que a primera vista parecen claros, pero que no se pueden dar por descontado:
I.49: La teología es ciencia de la fe, nos dice la tradición. Pero aquí surge inmediatamente la pregunta: realmente, ¿es posible esto?, o ¿no es en sí una contradicción? ¿Acaso ciencia no es lo contrario de fe? ¿No cesa la fe de ser fe cuando se convierte en ciencia? Y ¿no cesa la ciencia de ser ciencia cuando se ordena o incluso se subordina a la fe?
Seguidamente refuerza el problema, haciéndolo —como muchos de sus interlocutores seguramente piensan— prácticamente irresoluble:
(ibid.): Estas cuestiones, que constituían un serio problema ya para la teología medieval, con el concepto moderno de ciencia se han vuelto aún más apremiantes, a primera vista incluso sin solución.
Las soluciones que él propone a continuación serán mejor captadas, pues el cuestionamiento anterior busca con más fuerza una respuesta.
Otras veces, la pregunta sirve no tanto para aclarar la cuestión, sino para introducir la respuesta, mejor dicho, la afirmación que quiere lanzar el predicador:
I.40: Incluso frente a la muerte, la fe puede hacer posible lo que humanamente es imposible. ¿Pero fe en qué? En el amor de Dios. He aquí la respuesta verdadera que derrota radicalmente al Mal.
Hay preguntas que hacen referencia directamente a la utilidad que tiene un tema, una fiesta litúrgica, para el oyente:
X.9: ¿Qué da a nuestro camino, a nuestra vida, la Asunción de María? La primera respuesta es: en la Asunción vemos que en Dios hay espacio para el hombre.
X. 13: “¿De qué sirve nuestra alabanza a los santos, nuestro tributo de gloria y esta solemnidad nuestra?”. Con esta pregunta comienza una famosa homilía de san Bernardo para el día de Todos los Santos.
1.2 Contrastes
Ya en la retórica clásica se utilizaba con frecuencia el contraste, la así llamada figura de la antítesis, para hacer resaltar un concepto, pues al ponerlo junto a su contrario, su significado destaca más aún, lo que favorece la comprensión del sentido que le da el emisor.
En el siguiente ejemplo, la unión de sufrimiento y redención queda más clara oponiéndola a una teórica redención con solo palabras o acciones de corte publicitario:
I.14: Jesús no redimió al mundo con palabras bellas o medios vistosos, sino con el sufrimiento y la muerte.
El contraste mismo puede ser objeto de reflexión:
II. 33: Entre la ley de Dios y la libertad del hombre no hay contradicción: la ley de Dios rectamente interpretada no atenúa ni mucho menos elimina la libertad del hombre; al contrario, la garantiza y la promueve.
Al negar la posible contradicción entre Ley de Dios y libertad del hombre queda más clara la aserción de que la Ley promueve la libertad.
A veces el contraste necesita de una explicación para que quede aún más claro:
VI. 5: Dar la vida, no tomarla. Precisamente así experimentamos la libertad. La libertad de nosotros mismos, la amplitud del ser. Precisamente así, siendo útiles, siendo personas necesarias para el mundo, nuestra vida llega a ser importante y bella. Solo quien da su vida la encuentra.
En este ejemplo se presupone la opinión común es que solo es libre quien defiende su vida, sus deseos y derechos. El predicador propone de entrada precisamente lo contrario, la lógica divina. Explica con un paralelismo (dos veces Precisamente así) por qué su tesis es correcta y la enuncia claramente al final Solo quien da su vida la encuentra.
1.3 Aserciones
No solo el contraste provocador necesita una explicación, sino también aserciones categóricas que provocan al oyente bien a contradecir o bien a pensar más.
Un caso de este tipo es el ejemplo siguiente, en el que el papa Ratzinger afirma categóricamente que el cristianismo no puede ser una religión privada, añadiendo después las razones teológicas que lo demuestran:
V. 11: En el cristianismo no puede haber lugar para una religión meramente privada: Cristo es el Salvador del mundo y, como miembros de su Cuerpo y partícipes de sus munera profético, sacerdotal y real, no podemos separar nuestro amor por Él del compromiso por la edificación de la Iglesia y la difusión del Reino. En la medida en que la religión se convierte en un asunto puramente privado, pierde su propia alma.
El predicador hace referencia al Cuerpo Místico de Cristo y al consiguiente carácter eclesial de la fe apoyándose en los munera profético, sacerdotal y real. Así puede finalmente concentrar el mensaje en la tesis que corresponde a la aserción inicial En la medida en que la religión se convierte en un asunto puramente privado, pierde su propia alma, que deja bien pensativo al oyente/lector.
La aserción inicial se puede hacer más provocadora, si se presenta como la única alternativa:
V. 8: Ahora bien, la única manera de hacer que fructifiquen para la eternidad nuestras cualidades y capacidades personales, así como las riquezas que poseemos, es compartirlas con nuestros hermanos, siendo de este modo buenos administradores de lo que Dios nos encomienda.
En la explicación se añade al concepto de compartir el de la buena administración de bienes que no nos pertenecen, lo que da que pensar, ya que nuestras cualidades en principio las consideramos como nuestros bienes más íntimos.
La aserción provocadora se puede presentar también como exclamación, atrayendo así más la atención del oyente:
VI. 22: ¡cuánta violencia hay aún sobre la tierra!, ¡cuánta soledad pesa sobre el corazón del hombre de la era de las comunicaciones! En una palabra, parece que hoy se ha perdido el “sentido del pecado”, pero en compensación han aumentado los “complejos de culpa”.
La explicación que responde a la exclamación de pena inicial se condensa en el contraste “sentido del pecado” - “complejos de culpa”, que como ya sabemos desde el barroco incita a una reflexión más profunda.
2. INTERPELAR DIRECTAMENTE AL OYENTE
Una buena predicación no es de dirección única, sino un diálogo con los oyentes, que si bien no se hace siempre explícito, sí se lleva a cabo con medios específicos del lenguaje, que veremos a continuación. Nuestro predicador interpela a los oyentes de diversas maneras, creando así un contacto inmediato con ellos.
2.1 Advertencias
Con esta forma general de interpelación, el predicador se pone en contacto directo con los oyentes, quienes a su vez se sienten llamados a pensar y a revisar su propio estilo de vida. Se pueden distinguir en los textos aquí recogidos dos tipos de advertencias:
a) Preguntas, que incluso, como en el ejemplo siguiente, van creciendo en insistencia e importancia:
III. 18:
(1) El tiempo de que disponemos apenas basta para nuestra propia vida: ¿cómo podríamos cederlo, darlo a otro? (...)
(2) A este problema se añade el cálculo difícil: ¿qué normas debemos imponer al niño para que siga el camino recto? Y, al hacerlo, ¿cómo debemos respetar su libertad? (...)
(3) Pero el problema es aún más profundo. El hombre de hoy siente gran incertidumbre con respecto a su futuro. ¿Se puede enviar a alguien a ese futuro incierto? En definitiva, ¿es algo bueno ser hombre?
Las dos primeras preguntas se formulan en la primera persona del plural —podríamos, debemos—, con lo que se crea una relación personal entre emisor y receptores.De la pregunta básica de cómo podemos poner nuestro tiempo a disposición de los demás surge la segunda sobre la relación entre normas concretas y libertad. Finalmente, añade la pregunta fundamental, formulada en impersonal, para la que el oyente ya está preparado a buscar una respuesta.
b) Exhortaciones, con las que se dirige directamente a los oyentes, en el caso del siguiente ejemplo jóvenes, para mostrarles un camino y animarles:
IV. 4: Construir la vida sobre Cristo, acogiendo con alegría la palabra y poniendo en práctica la doctrina: ¡he aquí, jóvenes del tercer milenio, cuál debe ser vuestro programa! (...) ¡Esto es lo que os pide el Señor, a esto os invita la Iglesia, esto es lo que el mundo —aun sin saberlo— espera de vosotros! (...) No tengáis miedo; fiaos de Él y no quedaréis decepcionados.
El predicador exhorta a los jóvenes a acoger la palabra de Dios y ponerla en práctica, animándoles —No tengáis miedo; fiaos de Él— a superar las posibles dificultades.
2.2 Expresiones afectivas
Otra forma de interpelación de los oyentes es la de abrir el propio corazón y mostrar sus propios sentimientos. Es una interpelación implícita y por eso de gran eficacia comunicativa, ya que es el oyente mismo el que de ello sacará sus propias consecuencias.
El papa Ratzinger lo hace en forma de reflexión, en la que hace a los oyentes conscientes de la gravedad de cierta evolución en la cultura actual:
V. 1: ¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!...(...) Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el propio yo y sus antojos.
Con la repetición anafórica de cuántos/-as se refuerza la expresión de importancia y peso de una corriente peligrosa para nosotros como es la dictadura del relativismo.
Pero nuestro predicador se dirige a sus oyentes indirectamente también por medio de su oración personal hecha en voz alta:
VI. 15: con nosotros está Jesús Eucaristía, el Resucitado, que dijo: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos» (Mt 28, 21). ¡Gracias, Señor Jesús! Gracias por tu fidelidad, que sostiene nuestra esperanza. Quédate con nosotros, porque ya es de noche. «Buen pastor, pan verdadero, oh Jesús, piedad de nosotros: aliméntanos, defiéndenos, llévanos a los bienes eternos en la tierra de los vivos».
Es una oración que dirige el predicador personalmente a Dios incluyendo a sus oyentes, lo que pone de relieve con la primera persona del plural: nuestra, nosotros, aliméntanos, defiéndenos, llévanos.
2.3 Correlaciones
En el sentido de la predicación parenética, que amonesta y llama a la conversión encontramos implicaciones negativas, que interpelan a los oyentes a no escoger alternativas que les van a privar de Dios y con ello de la felicidad.
Así, por ejemplo, el predicador pone de relieve de la siguiente manera que si falta Dios se pierde la orientación de la vida:
II.28: si falta Dios, si se prescinde de Dios, si Dios está ausente, falta la brújula para mostrar el conjunto de todas las relaciones a fin de hallar el camino, la orientación que conviene seguir.
La triple repetición de la misma idea si... con palabras diferentes es una clara exhortación a los oyentes a darse cuenta de la importancia de vivir una vida con Dios y no fuera de Él.
De nuevo, la primera persona del plural involucra a emisor y receptores:
III. 18: Si no aprendemos nuevamente los fundamentos de la vida, si no descubrimos de nuevo la certeza de la fe, cada vez nos resultará menos posible comunicar a otros el don de la vida y la tarea de un futuro desconocido.
Además de la primera persona del plural se añade la repetición, aumentando la consciencia de las consecuencias negativas —cada vez nos resultará menos posible comunicar a otros el don de la vida y la tarea de un futuro desconocido— de una vida al margen de la fe.
Las correlaciones pueden ser también positivas, es decir, no para amonestar o avisar de peligros inminentes, sino para abrir horizontes y animar a una vida de plenitud de fe:
VI. 3: Queridos amigos, a veces, en principio, puede resultar incómodo tener que programar en el domingo también la misa. Pero si tomáis este compromiso, constataréis más tarde que es exactamente esto lo que da sentido al tiempo libre. No os dejéis disuadir de participar en la Eucaristía dominical y ayudad también a los demás a descubrirla. Ciertamente, para que de ella emane la alegría que necesitamos, debemos aprender a comprenderla cada vez más profundamente, debemos aprender a amarla. Comprometámonos a ello, ¡vale la pena!
En el contexto del precepto dominical, que puede resultar incómodo, el predicador abre horizontes de nuevas perspectivas interesantes y útiles para los oyentes: si tomáis este compromiso. Sobre esta base ya puede añadir exhortaciones —No os dejéis disuadir, ayudad— unidas a la correlación positiva: para que de ella emane la alegría que necesitamos, debemos aprender a comprenderla, debemos aprender a amarla. La exhortación final, en primera persona del plural Comprometámonos viene reforzada por la expresión animante ¡vale la pena! De este modo no se sienten las amonestaciones y exhortaciones como si se recibiese un peso insoportable.
3. ESTRUCTURAR LA INFORMACIÓN EN VISTAS A SU MEJOR RECEPCIÓN
Para llegar al receptor, sobre todo para que entienda el mensaje como lo piensa el emisor y lo pueda aceptar y hacer propio no bastan las incitaciones a reflexionar y las interpelaciones, es necesario además estructurar la información de la forma más accesible al receptor. Dentro de este vasto campo de posibilidades me centraré aquí solo en algunas técnicas que utiliza Ratzinger-Benedicto XVI con frecuencia y con éxito.
3.1 Focalización
En todo discurso siempre hay una información especialmente importante o que el emisor considera como la central. De ahí que pretenda dirigir la atención de sus oyentes a esa aserción, focalizándola de diversas maneras.
Una focalización eficaz es la que va preparando al oyente/lector a una aserción, a la que en la escritura suelen entonces preceder dos puntos:
I.9: Llegamos al punto quizá más delicado de la obra educativa: encontrar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina.
VI. 25: Y esta es la maravillosa realidad que nos ofrece el Señor: hay una posibilidad de renovación, de ser nuevos.
La preparación se puede tematizar —llegamos al punto...— o bien se crea gramaticalmente suspense: esta es la maravillosa realidad.
Otra forma de llamar la atención sobre un tema determinado es el de repetirlo varias veces añadiendo a cada repetición una información nueva, como vemos en el siguiente ejemplo:
IV.1: Solo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Solo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Solo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera.
La repetición viene reforzada por el marcador de la exclusividad —solo— y concentra la atención del receptor en la importancia de esta amistad con Dios, a la que se van añadiendo consecuencias importantes: las puertas de la vida, las grandes potencialidades, experimentamos lo que es bello...
3.2 Esquematización
Ya en la retórica clásica se recomendaba dar primero una visión de conjunto de lo que se quería decir, para luego ir sistemáticamente desarrollando cada una de las partes, lo que facilita mucho la compresión del discurso. Esta técnica aparece claramente en el siguiente ejemplo:
V. 22: dos mentalidades se oponen de manera irreconciliable.De una forma más sencilla podríamos decir: la primera de esas dos mentalidades considera que la vida humana está en las manos del hombre; la segunda reconoce que está en las manos de Dios.
Otro tipo de esquema que tiene en cuenta las condiciones perceptivas de los oyentes es la isotopía, es decir, el ir repitiendo en un párrafo la misma palabra o palabras que pertenecen a ese campo semántico. Así, el oyente sabe situarse mejor en lo que oye y sigue el hilo del discurso con mayor atención.
Un juego de isotopía literal y metafórica lo ofrece el ejemplo siguiente:
I.28:No solo existe la sordera física, que en gran medida aparta al hombre de la vida social. Existe un defecto de oído con respecto a Dios, y lo sufrimos especialmente en nuestro tiempo. Nosotros, simplemente, ya no logramos escucharlo; son demasiadas las frecuencias diversas que ocupan nuestros oídos. Lo que se dice de él nos parece pre-científico, ya no parece adecuado a nuestro tiempo. Con el defecto de oído, o incluso la sordera, con respecto a Dios, naturalmente perdemos también nuestra capacidad de hablar con él o a él.
El predicador pasa de la sordera física real a la metafórica —la sordera, con respecto a Dios— manteniendo en el texto conceptos comunes, como lasfrecuencias diversasque ocupan nuestrosoídos y el defecto de oído. La translación del mundo físico al moral se consigue con eficacia gracias a la lograda esquematización de la repetición de elementos muy similares, si no idénticos.
Con la isotopía de elementos idénticos se consigue claridad en grado sumo:
VI. 2: Lo que desde el exterior es violencia brutal —la crucifixión—, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente. Esta es la transformación sustancial que se realizó en el Cenáculo y que estaba destinada a suscitar un proceso de transformaciones cuyo último fin es la transformación del mundo hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28).
El salto de la transformación eucarística a la total del mundo exige un paso de lo concreto a lo abstracto, que es más fácil de dar dejándose llevar de las repeticiones que forman el entramado del texto.
3.3 Estilo directo
El cambio discursivo de la tercera a la primera persona es un reflejo del lenguaje hablado, donde se narra, se reflexiona, se citan palabras, etc., según las necesidades comunicativas. Así, el predicador sabe variar su estilo según el contenido que transmite. Y en esta relación funcional se halla una de las claves de la claridad del discurso, es decir, hablar en tercera o primera persona cuando el texto y su contexto lo hacen plausible, pues el cambio por el cambio puede resultar artificial.
En nuestros textos encontramos algunos ejemplos significativos.
(1) En una reflexión sobre la Virgen María y su papel en la redención, el papa Ratzinger pone en boca de María dos preguntas:
X. 4: Queridos hermanos y hermanas, yo creo que la Virgen María se planteó más de una vez esta pregunta: ¿Por qué Jesús quiso nacer de una joven sencilla y humilde como yo? Y también, ¿por qué quiso venir al mundo en un establo y tener como primera visita la de los pastores de Belén? María recibió la respuesta plenamente al final, tras haber puesto en el sepulcro el cuerpo de Jesús, muerto y envuelto en una sábana (cf. Lc 23, 53). Entonces comprendió plenamente el misterio de la pobreza de Dios.
Después pasa a las respuestas y a la reflexión final: Entonces comprendió plenamente el misterio de la pobreza de Dios.
Otra forma directa es la interpelación de la que ya hemos hablado. En este ejemplo introduce sus propias palabras, que las dice con gran fuerza y gran convicción:
IV. 1: Así, hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran convicción, a partir de la experiencia de una larga vida personal, decir a todos vosotros, queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida.
Lo que el papa “grita” a los jóvenes tiene mayor impacto cuando no lo dice como una reflexión, sino como una exhortación viva que dirige a ellos en primera persona.
4. CONCRETAR CONCEPTOS ABSTRACTOS Y PROFUNDIZAR EN ABSTRACTO CONCEPTOS CONCRETOS
En el lenguaje religioso se puede caer fácilmente en una dicción moralizante ajena a las necesidades del día a día de los oyentes, ya que las realidades que lo componen son conceptos abstractos, como la gracia, el pecado, el amor, las diversas virtudes... Es importante concretar para los oyentes estas verdades de fe. Por otro lado, la predicación intenta elevar la vista de los fieles ayudándoles a dar sentido sobrenatural a las realidades cotidianas, es decir, recorriendo el camino inverso: de lo concreto a lo abstracto sobrenatural. Veamos cómo nuestro predicador recorre este camino de doble dirección.
4.1 Conceptualización
Una técnica típica del profesor Ratzinger es la de tomar en serio las palabras que utiliza desautomatizando su significado, es decir yendo a la raíz, incluso a la etimología, de las palabras:
I. 2: se dice: «apología», respuesta del «logos», de la razón de nuestra fe o bien.
I.48: en la teología intentamos comunicar, a través del «logos», lo que «hemos visto y oído» (1 Jn 1, 3). Pero sabemos bien que la palabra «logos» tiene un significado mucho más amplio, que comprende también el sentido de «ratio», «razón».
Otras veces hace un estudio semántico de la palabra para sacarle más significado:
II. 32: Aquí es importante observar también una pequeña realidad filológica: «confessio» en el latín precristiano no se diría «confessio» sino «professio» (profiteri): esto es el presentar positivamente una realidad. (...) esta palabra «confessio», que en el latín cristiano sustituyó a la palabra «professio», lleva en sí el elemento martirológico.
O bien pasa del concreto al abstracto, es decir, en el siguiente ejemplo del país lejano a donde va el hijo pródigo a la lejanía interior de Dios:
VI. 23: Probablemente lejano desde un punto de vista geográfico, porque quiere un cambio, pero también desde un punto de vista interior, porque quiere una vida totalmente diversa.
4.2 Visualización
Según Quintiliano, una de las técnicas del lenguaje más eficaces para la compresión es conseguir que el receptor “vea” con su ojo interior lo que está escuchando. Retóricamente es de gran valor, pues lo que surge con gran claridad en la mente del oyente es lo que realmente le convence.
En este sentido, nuestro predicador se esfuerza constantemente por exponer su mensaje con palabras accesibles a todos:
I. 1: ¿qué permanece? El dinero, no. Tampoco los edificios; los libros, tampoco (…) Solo así la tierra se transforma de valle de lágrimas en jardín de Dios.
En lugar de hablar de riquezas o de posesiones habla de dinero, edificios, libros. De ahí que sea más fácil comprender y hacer propias las referencias del lenguaje religioso de valle de lágrimas en jardín de Dios.
Una expresión tan común, que todos entienden, como cuadrar las cuentas se puede elevar a la relación del universo con Dios:
I .30: Las cuentas sobre el hombre, sin Dios, no cuadran; y las cuentas sobre el mundo, sobre todo el universo, sin él no cuadran.
Instrumento clásico de la visualización en retórica son las metáforas y las comparaciones. El papa Ratzinger las sabe utilizar no como simple decoración, sino como elemento de mayor claridad:
I.39: No es verdadera emancipación: la emancipación de la comunión del Cuerpo de Cristo. Al contrario, es caer bajo la dictadura de las olas, del viento del mundo. La verdadera emancipación es precisamente liberarse de esta dictadura, en la libertad de los hijos de Dios.
Para explicar la verdadera emancipación utiliza la imagen de la dictadura de las olas, del viento del mundo, con la que queda más claro que lo que realmente esclaviza es el afán de riquezas, de poder, de ideologías...
A veces, la metáfora es más creativa y necesita de una explicación:
IV. 12: En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación.
El desierto espiritual puede realmente referirse a muchas cosas, si bien es de gran impacto lingüístico. De ahí que nuestro predicador lo concrete: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación.
También las comparaciones, introducidas por marcadores del tipo de como, sirven para visualizar mensajes abstractos:
I. 14: En el mundo, aunque el mal hace más ruido, sigue existiendo un terreno bueno (…) son como el grano de mostaza que se convierte en árbol, la levadura que fermenta la masa, el grano de trigo que se rompe para dar origen a la espiga.
La metáfora del terreno bueno se compara con expresiones conocidas del evangelio, como el grano de mostaza, la levadura, que ayudan a comprender las oportunidades que tiene el bien para superar el ruido del mal.
4.3 Citas
Tanto para la mente como para el corazón son de gran ayuda las voces de personas conocidas y con autoridad, que confirman o ejemplifican con su vida el mensaje del predicador. El arte consiste en saber escoger la cita adecuada para el momento adecuado y de saber reducir el contenido a un volumen comprensible y accesible para el receptor. En los textos aquí recogidos podemos distinguir varios tipos de estas citas.
Las citas más importantes son naturalmente las que vienen directamente de la boca de Cristo. Nuestro predicador les añade una exégesis clarificadora:
VI. 19: “Vosotros estáis limpios, pero no todos”. El Señor hoy nos pone en guardia frente a la autosuficiencia, que pone un límite a su amor ilimitado. Nos invita a imitar su humildad, a tratar de vivirla, a dejarnos “contagiar” por ella.
Otras veces son citas de conocidos autores clásicos de la espiritualidad, que sabe actualizar con un comentario crítico:
VI. 16: san Buenaventura utilizó una vez en sus oraciones de Comunión una formulación que sorprende, casi que asusta. Dice: «Señor mío, ¿cómo se te pudo ocurrir la idea de entrar en la sucia letrina de mi cuerpo?». Sí, él entra dentro de nuestra miseria, lo hace plenamente consciente, lo hace para compenetrarse con nosotros, para limpiarnos y renovarnos, a fin de que, a través de nosotros, en nosotros, la verdad se difunda en el mundo y se realice la salvación.
La introducción a la cita que sorprende, casi que asusta sirve para prestar más atención a la cita, que ya en sí tiene mucha fuerza. Seguidamente sabe hacer comprensible y útil para los oyentes el sentido de la frase: limpiarnos y renovarnos, la verdad se difunda en el mundo y se realice la salvación.
Finalmente añadimos otra forma de llamar la atención a una cita exponiendo su deseo de compartirla con los oyentes, lo que presupone que es de gran valor:
X. 16: En una de sus obras, un famoso escritor francés nos ha dejado una frase que hoy quiero compartir con vosotros: «Hay una sola tristeza: no ser santos» (Léon Bloy, La femme pauvre, II, 27). Queridos jóvenes, atreveos a comprometer vuestra vida en opciones valientes; naturalmente, no solos, sino con el Señor.
En este ambiente de confianza, de intercambio de ideas se pueden aceptar mejor la exhortación final atreveos a comprometer vuestra vida.
¿Qué se desprende de este pequeño estudio para caracterizar de alguna manera el estilo de la predicación del papa Ratzinger? Creo que se puede resumir de la siguiente manera: El predicador está al servicio de la palabra y la palabra al servicio del receptor. Un buen predicador no es el que quiere lucirse con su saber y elocuencia, sino el que se pone al servicio del mensaje de Cristo y del progreso espiritual de sus oyentes.
[1] Profesor de la Facultad de Comunicación Social e Institucional, Pontificia Università della Santa Croce, Roma.
[2] Los documentos a los que queremos hacer referencia son:
— Ratzinger, Joseph, La palabra en la Iglesia, Ediciones Sígueme, Salamanca 1976, trad. del original alemán Dogma und Verkündigung (1973).
— Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis, 22 de febrero de 2007.
[3] Gil, Alberto (2022), Cómo transmitir la fe con claridad y motivando al oyente. Para una mayor eficacia y sostenibilidad del ministerio de catequista. Amazon: Independently published.
[4] Como fuente utilizo la numeración del presente libro, es decir, el capítulo en signo romano y el número del ejemplo en signo árabe, ej. X 24.
I. LA GRANDEZA DE LA FE
1. TRANSMITIR LA FE
Recibimos la fe para entregarla a los demás
I.1
Hemos recibido la fe para transmitirla a los demás; somos sacerdotes para servir a los demás. Y debemos dar un fruto que permanezca. Todos los hombres quieren dejar una huella que permanezca. Pero ¿qué permanece? El dinero, no. Tampoco los edificios; los libros, tampoco. Después de cierto tiempo, más o menos largo, todas estas cosas desaparecen. Lo único que permanece eternamente es el alma humana, el hombre creado por Dios para la eternidad. Por tanto, el fruto que permanece es todo lo que hemos sembrado en las almas humanas: el amor, el conocimiento; el gesto capaz de tocar el corazón; la palabra que abre el alma a la alegría del Señor. Así pues, vayamos y pidamos al Señor que nos ayude a dar fruto, un fruto que permanezca. Solo así la tierra se transforma de valle de lágrimas en jardín de Dios.
Homilía del Card. Joseph Ratzinger en la Misa por elección del papa, 18.IV.05
Transformar el lenguaje de la fe en vida y ejemplo para los demás
I.2
San Pedro, primer obispo de Roma, en su primera carta dice que los cristianos debemos estar dispuestos a dar razón de nuestra fe. Esto supone que nosotros mismos hemos comprendido la razón de la fe, hemos “digerido” en realidad, también racionalmente, con el corazón, con la sabiduría del corazón, esta palabra, que puede realmente ser una respuesta para los demás. En la primera carta de san Pedro, en el texto griego, con un hermoso juego de palabras, se dice: “apología”, respuesta del “logos”, de la razón de nuestra fe. Es decir, el “logos”, la razón de la fe, la palabra de la fe debe transformarse en respuesta de la fe. Y sabemos bien que para la gente de hoy el lenguaje de la fe a menudo resulta lejano; solo puede resultar cercano si en nosotros se transforma en lenguaje de nuestro tiempo. Nosotros somos contemporáneos, vivimos en este tiempo, con estos pensamientos, con estos afectos. Si está transformado en nosotros, puede encontrar respuesta.
Discurso al clero de Roma, 13.V.05
No podemos transmitir una fe incompleta, quebrada por criterios humanos
I.3
No os engañéis. Una enseñanza de la fe católica que se imparte de modo incompleto es una contradicción en sí misma y, a la larga, no puede ser fecunda. El anuncio del reino de Dios va siempre acompañado de la exigencia de conversión y del amor que anima, que conoce el camino y que ayuda a comprender que, con la gracia de Dios, es posible incluso lo que parece imposible. Pensad de qué forma la enseñanza, la catequesis en los diversos niveles y la predicación pueden paulatinamente mejorarse, profundizarse y, por decirlo así, completarse. Para ello, podéis utilizar eficazmente el Compendio y el Catecismo de la Iglesia católica.
Discurso a los Obispos austríacos en visita ad limina, 05.XI.05
Volver a emprender un nueva evangelización en Europa y el resto del mundo
I.4
Sabemos que siguen progresando el secularismo y la descristianización, que crece el relativismo. Cada vez es menor el influjo de la ética y la moral católica. Bastantes personas abandonan la Iglesia o, aunque se queden, aceptan solo una parte de la enseñanza católica, eligiendo solo algunos aspectos del cristianismo. Sigue siendo preocupante la situación religiosa en el Este, donde, como sabemos, la mayoría de la población está sin bautizar y no tiene contacto alguno con la Iglesia y, a menudo, no conoce en absoluto ni a Cristo ni a la Iglesia. Reconocemos en estas realidades otros tantos desafíos, y vosotros mismos, queridos hermanos en el episcopado, habéis afirmado en vuestra carta pastoral del 21 de septiembre de 2004, con ocasión del 1250° aniversario del martirio de san Bonifacio: “Nos hemos convertido en tierra de misión”. Eso vale para grandes partes de Alemania.
Por este motivo, considero que en toda Europa, al igual que en Francia, en España y en otros lugares, deberíamos reflexionar seriamente sobre el modo como podemos realizar hoy una verdadera evangelización, no solo una nueva evangelización, sino con frecuencia una auténtica primera evangelización. Las personas no conocen a Dios, no conocen a Cristo. Existe un nuevo paganismo y no basta que tratemos de conservar a la comunidad creyente, aunque esto es muy importante; se impone la gran pregunta: ¿qué es realmente la vida? Creo que todos juntos debemos tratar de encontrar modos nuevos de llevar el Evangelio al mundo actual, anunciar de nuevo a Cristo y establecer la fe.
Jornada Mundial de la Juventud, 21.VIII.05
En la transmisión de la fe lo primero es el ejemplo personal
I.5
Sabemos bien que para una auténtica obra educativa no basta una buena teoría o una doctrina que comunicar. Hace falta algo mucho más grande y humano: la cercanía, vivida diariamente, que es propia del amor y que tiene su espacio más propicio ante todo en la comunidad familiar, pero asimismo en una parroquia o movimiento o asociación eclesial, en donde se encuentren personas que cuiden de los hermanos, en particular de los niños y de los jóvenes, y también de los adultos, de los ancianos, de los enfermos, de las familias mismas, porque los aman en Cristo. El gran patrono de los educadores, san Juan Bosco, recordaba a sus hijos espirituales que “la educación es cosa del corazón y solo Dios es su dueño” (Epistolario, 4, 209). En la obra educativa, y especialmente en la educación en la fe, que es la cumbre de la formación de la persona y su horizonte más adecuado, es central en concreto la figura del testigo: se transforma en punto de referencia precisamente porque sabe dar razón de la esperanza que sostiene su vida (cf. 1 P 3, 15), está personalmente comprometido con la verdad que propone. El testigo, por otra parte, no remite nunca a sí mismo, sino a algo, o mejor, a Alguien más grande que él, a quien ha encontrado y cuya bondad, digna de confianza, ha experimentado. Así, para todo educador y testigo, el modelo insuperable es Jesucristo, el gran testigo del Padre, que no decía nada por sí mismo, sino que hablaba como el Padre le había enseñado (cf. Jn 8, 28).
Discurso en la ceremonia de apertura de la Asamblea Eclesial de la diócesis de Roma, 06.VI.05
Hoy se considera autoritario hablar de la verdad
I.6
Como nos enseña la experiencia diaria —lo sabemos todos—, educar en la fe hoy no es una empresa fácil. En realidad, hoy cualquier labor de educación parece cada vez más ardua y precaria. Por eso, se habla de una gran “emergencia educativa”, de la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que existe tanto en la escuela como en la familia, y se puede decir que en todos los demás organismos que tienen finalidades educativas.
Podemos añadir que se trata de una emergencia inevitable: en una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo —el relativismo se ha convertido en una especie de dogma—, falta la luz de la verdad, más aún, se considera peligroso hablar de verdad, se considera “autoritario”, y se acaba por dudar de la bondad de la vida —¿es un bien ser hombre?, ¿es un bien vivir?— y de la validez de las relaciones y de los compromisos que constituyen la vida.
Entonces, ¿cómo proponer a los más jóvenes y transmitir de generación en generación algo válido y cierto, reglas de vida, un auténtico sentido y objetivos convincentes para la existencia humana, sea como personas sea como comunidades? Por eso, por lo general, la educación tiende a reducirse a la transmisión de determinadas habilidades o capacidades de hacer, mientras se busca satisfacer el deseo de felicidad de las nuevas generaciones colmándolas de objetos de consumo y de gratificaciones efímeras.
Discurso en la inauguración de los trabajos de la Asamblea diocesana de Roma, 11.VI.07
Educar “en cristiano” es una prioridad
I.7
El auténtico educador también toma en serio la curiosidad intelectual que existe ya en los niños y con el paso de los años asume formas más conscientes. Con todo, el joven de hoy, estimulado y a menudo confundido por la multiplicidad de informaciones y por el contraste de ideas y de interpretaciones que se le proponen continuamente, conserva dentro de sí una gran necesidad de verdad; por tanto, está abierto a Jesucristo, que, como nos recuerda Tertuliano (De virginibus velandis, I, 1), “afirmó que es la verdad, no la costumbre”.
Debemos esforzarnos por responder a la demanda de verdad poniendo sin miedo la propuesta de la fe en confrontación con la razón de nuestro tiempo. Así ayudaremos a los jóvenes a ensanchar los horizontes de su inteligencia, abriéndose al misterio de Dios, en el cual se encuentra el sentido y la dirección de nuestra existencia, y superando los condicionamientos de una racionalidad que solo se fía de lo que puede ser objeto de experimento y de cálculo. Por tanto, es muy importante desarrollar lo que ya el año pasado llamamos la “pastoral de la inteligencia”.
La labor educativa implica la libertad, pero también necesita autoridad. Por eso, especialmente cuando se trata de educar en la fe, es central la figura del testigo y el papel del testimonio. El testigo de Cristo no transmite solo informaciones, sino que está comprometido personalmente con la verdad que propone, y con la coherencia de su vida resulta punto de referencia digno de confianza. Pero no remite a sí mismo, sino a Alguien que es infinitamente más grande que él, en quien ha puesto su confianza y cuya bondad fiable ha experimentado.
Por consiguiente, el auténtico educador cristiano es un testigo cuyo modelo es Jesucristo, el testigo del Padre que no decía nada de sí mismo, sino que hablaba tal como el Padre le había enseñado (cf. Jn 8, 28). Esta relación con Cristo y con el Padre es para cada uno de nosotros, queridos hermanos y hermanas, la condición fundamental para ser educadores eficaces en la fe.
Discurso en la inauguración de los trabajos de la Asamblea diocesana de Roma, 11.VI.07
Los valores cristianos deben transmitirse en libertad
I.8
A diferencia de lo que sucede en el campo técnico o económico, donde los progresos actuales pueden sumarse a los del pasado, en el ámbito de la formación y del crecimiento moral de las personas no existe esa misma posibilidad de acumulación, porque la libertad del hombre siempre es nueva y, por tanto, cada persona y cada generación debe tomar de nuevo, personalmente, sus decisiones. Ni siquiera los valores más grandes del pasado pueden heredarse simplemente; tienen que ser asumidos y renovados a través de una opción personal, a menudo costosa.
Pero cuando vacilan los cimientos y fallan las certezas esenciales, la necesidad de esos valores vuelve a sentirse de modo urgente; así, en concreto, hoy aumenta la exigencia de una educación que sea verdaderamente tal. La solicitan los padres, preocupados y con frecuencia angustiados por el futuro de sus hijos; la solicitan tantos profesores, que viven la triste experiencia de la degradación de sus escuelas; la solicita la sociedad en su conjunto, que ve cómo se ponen en duda las bases mismas de la convivencia; la solicitan en lo más íntimo los mismos muchachos y jóvenes, que no quieren verse abandonados ante los desafíos de la vida. Además, quien cree en Jesucristo posee un motivo ulterior y más fuerte para no tener miedo, pues sabe que Dios no nos abandona, que su amor nos alcanza donde estamos y como somos, con nuestras miserias y debilidades, para ofrecernos una nueva posibilidad de bien.
Mensaje a la Diócesis de Roma sobre la urgente tarea de la educación, 21.I.09
Equilibrar disciplina y libertad en la educación de la fe
I.9
Llegamos al punto quizá más delicado de la obra educativa: encontrar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Sin reglas de comportamiento y de vida, aplicadas día a día también en las cosas pequeñas, no se forma el carácter y no se prepara para afrontar las pruebas que no faltarán en el futuro. Pero la relación educativa es ante todo encuentro de dos libertades, y la educación bien lograda es una formación para el uso correcto de la libertad. A medida que el niño crece, se convierte en adolescente y después en joven; por tanto, debemos aceptar el riesgo de la libertad, estando siempre atentos a ayudarle a corregir ideas y decisiones equivocadas. En cambio, lo que nunca debemos hacer es secundarlo en sus errores, fingir que no los vemos o, peor aún, que los compartimos como si fueran las nuevas fronteras del progreso humano.
Así pues, la educación no puede prescindir del prestigio, que hace creíble el ejercicio de la autoridad. Es fruto de experiencia y competencia, pero se adquiere sobre todo con la coherencia de la propia vida y con la implicación personal, expresión del amor verdadero. Por consiguiente, el educador es un testigo de la verdad y del bien; ciertamente, también él es frágil y puede tener fallos, pero siempre tratará de ponerse de nuevo en sintonía con su misión.
Mensaje a la Diócesis de Roma sobre la urgente tarea de la educación, 21.I.09
Que las palabras no reemplacen a la Palabra
I.10
Realmente, la educación cristiana tiene la tarea importante de librarnos de las palabras por la Palabra, que exige continuamente espacios de silencio, de meditación, de profundización, de abstinencia, de disciplina. También la educación con respecto a la verdadera imagen, es decir, al redescubrimiento de los grandes iconos creados en la cristiandad a lo largo de la historia: con la humildad nos libramos de las imágenes superficiales. Este tipo de iconoclasma siempre es necesario para redescubrir la imagen, es decir, las imágenes fundamentales que manifiestan la presencia de Dios en la carne.