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Segundo volumen de las obras teatrales completas del dramaturgo José Zorrilla, que contiene todos sus dramas teatrales. Un tomo imprescindible para los interesados en uno de los autores más importantes de la dramaturgia española. -
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Seitenzahl: 692
Veröffentlichungsjahr: 2020
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José Zorrilla
DRAMAS
PROPIEDAD DE ESTA CASA EDITORIAL
Saga
Obras de don José Zorrilla Tomo IICover image: Shutterstock Copyright © 1905, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726561951
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Coros y acompañamientos correspondientes.
Alegoría del alcázar de la Memoria, figurando un antro obscuro con cinco puertas ó nichos que se abren á su tiempo. Al levantarse el telón se oye música y cantan dentro.
Pasad, ruidos livianos,
inútiles quimeras,
espíritus mundanos
que de la tierra prófugos
por las tinieblas vais.
Pasad, sin que al tumulto
de vuestros pies profanos
de mi palacio oculto
la soledad pacífica
pasando interrumpáis.
¡Pasad, pasad!
_____
Aquí no está el imperio
de vuestra magia impura,
aquí de hondo misterio
entre los velos mágicos
en blando sueño están
los Genios que vertieron
la luz sobre la tierra,
los que de Dios bebieron
la ciencia y el espíritu
con anheloso afán.
¡Pasad, pasad!
la fama
(Saliendo.)
¡Ha del reposo que en las tumbas mora!
¡Ha del misterio que velando está!
el reposo
(Dentro.)
¿Quién de las tumbas atención implora?
¿Quién por mi reino descarriado va?
la fama
La Fama soy, que de la tierra vengo.
Ábrese la puerta del centro, y aparece en un lecho el reposo coronado de adormideras.
el reposo
¿Qué pasa, pues, en la fatal mansión?
¿Llegó el instante en que sin tino tengo
los sellos que romper de mi panteón?
¿Tocó en su colmo la locura humana?
¿La cólera de Dios se desbordó,
y el orbe á polvo tornará mañana?
¿Vuelve la nada á su principio?
la fama
No.
El tiempo sigue su veloz carrera,
el mundo, largo tiempo vivirá,
y largo sueño en tu mansión espera
á los que su antro cobijando está.
Mas óyeme un instante, y tus oídos
la nueva que divulgo escucharán,
y tus genios, de gozo estremecidos,
en su lecho de mármol se alzarán.
Hay un rincón de la atrevida Europa
do una raza de inmenso corazón
vive, y guarece su triunfante tropa
la sombra de un castillo y un león:
España, sí, que vencedora un día,
dos mundos ocupó con estrechez;
España, que negaba y concedía
tierra donde vivir, con altivez,
existe libre de extranjero yugo
por más que Europa la contemple audaz,
y ser quisiera su fatal verdugo,
siempre envidiando su valor tenaz.
La inquieta Europa, que intentó humillarla,
no la conoce todavía bien,
y atenta solamente á encadenarla,
la mira desde lejos con desdén.
Pobre, ignorante y sin poder la entiende,
de sí misma la juzga sin amor,
y ella á su vez su libertad defiende
con su fe solamente y su valor.
Tinta en la sangre de sus propios hijos,
cercenada de intrusos por doquier,
no ha sabido á desastres tan prolijos
la gloria de sus hijos posponer.
Templos les abre, y les eleva estatuas,
y «esos son (dice á los extraños), sí,
los que pregonan vuestras lenguas fatuas
sin recompensa ni memoria en mí.
»¿No hay aquí gloria? Sin que mucho tarde,
Calderón y Cervantes lo dirán.
¿No hay libertad? Daoiz y Velarde
á daros un ¡mentís! despertarán.»
Eso dice la España postergada,
eso la fama anunciará veloz;
díselo tú, Reposo de la nada,
á esos que duermen sin oir mi voz.
Si al viento de las recias tempestades
con que su patria desolar se ve,
ardiendo se desploman sus ciudades,
sus mausoleos quedarán en pie.
Diles que duerman sin odiar los hombres
á esos que grandes y españoles son,
y que no ignoren que escribió sus nombres
á par de los más grandes, su nación.
el reposo
Sí les diré. Sus almas bienhadadas
con tus nuevas ¡oh Fama! gozarán,
y con blanda sonrisa, en sus almohadas
á posar la cabeza tornarán.
Que aquí halla amparo, protección y asilo
cuanto atañe al descanso y al placer,
aquí reposa el corazón tranquilo
de la ansiedad con que acertó á nacer.
la fama
¡Oh! Tengan ese mísero consuelo
que el envidioso mundo les negó,
ahora que ven que sin premiar el cielo
jamás el genio y la virtud dejó.
el reposo
Las alas otra vez tiende segura,
tórnate en calma donde alumbra el sol;
ellos sabrán en mi mansión obscura
la gloria de ese Fénix español.
la fama
¿Quién trajo aquí sin mi poder la nueva?
el reposo
Ha siglo y medio ¡oh Fama! que la sé,
que ha siglo y medio que en el mundo prueba
con sus palabras Calderón quién fué.
la fama
La lumbre de su gloria reverbera
por cuanto alumbra el rutilante sol,
y España olvida su contienda fiera
escuchando su Fénix español.
el reposo
Por quien es, está aquí; yo que le guardo,
el primero á mi vez le conocí.
la fama
Su triunfo dile.
el reposo
A que se torne aguardo.
la fama
¿No está en tus reinos?
el reposo
Volveráse á mí.
A recibir la merecida palma,
á su alcázar la gloria le llamó,
y hoy volverá regocijada el alma
al lecho que un instante abandonó.
la fama
A Dios te queda, pues.
el reposo
Vé tu camino,
y allá en los sitios por do errante vas,
venga á la España y su cantor divino,
que bien merecen los de España más.
la fama
¡Guay de quien mira necio ó atrevido
con ojos insolentes su pendón!
¡Guay del que asome cuando dé un rugido
y despierte iracundo su león.
(Vuela)
el reposo
Y vosotros que en sueño perfumado
en vuestro lecho de laurel dormís,
alzaos y gozad con lo pasado,
levantaos á ver cómo vivís.
¡Ha de los mansos soñolientos sones
que arrullan y adormecen mi mansión,
cantad, y al entonar nuevas canciones,
el descanso romped de mi panteón!
No traigáis el murmullo de las hojas,
ni de las fuentes el rumor tenaz,
ni el son del aura en las espigas rojas,
ni el suspiro del céfiro fugaz.
Venid sobre el perfume de las flores
con el vario cantar del ruiseñor,
cuando cuenta á la aurora sus amores,
el rocío libando en una flor.
Traed las armonías que en la gloria
se exhalan del laúd del serafín,
y á las puertas llamad de la memoria
de los que duermen sin temer su fin.
¡Cantad, y que depierten un momento
su gloria inmarcesible á contemplar,
como á los besos de amoroso viento
las flores, que se vuelven á cerrar!
Ciérranse las puertas que muestran el lecho del reposo , y se oye dentro música.
música
Alzaos del sepulcro
los que dormís en paz.
_____
Aun se oyen vuestros cánticos
gloriosos resonar;
sobre las alas rápidas
de las centurias van;
de vuestros nombres ínclitos
la lumbre celestial,
el mundo por sus ámbitos
iluminando está.
Alzaos del sepulcro
los que dormís en paz.
_____
Ni ingrata á vuestro espíritu
la patria desleal,
en vuestros secos mármoles
os dejará posar.
Con vuestra fama espléndida
feliz se ufanará,
si acuerda á vuestras ánimas
origen inmortal.
Alzaos del sepulcro
los que dormís en paz.
Ábrense las puertecillas del escenario, cada cual á su turno, dejando ver una débil aureola de luz, símbolo de la gloria, y se presentan á su vez homero, virgilio y shakspeare , coronados de laurel, apareciendo sus nombres sobre sus respectivas puertas en letras de luz, y conforme van presentándose.
homero
¿Quién á luz torna mis desiertos ojos?
¿Quién música tan dulce en mis oídos
vierte, y á vida vuelve mis despojos,
en el abismo de la sombra hundidos?
Oigo una voz más suave y halagüeña
que las aguas del Xanto y del Eurotas,
que de mi patria la ilusión risueña:
¡memorias dulces por la muerte rotas!
Alcanzo en el espacio, vagarosos,
ricos de gloria y varios en colores,
ir en montón espíritus famosos
cantando al par su religión y amores.
¿Quiénes son esos héroes que embozados
van en tropel, y nacen de una lira
cuyos cantares, con vigor lanzados,
de mi Grecia el espíritu no inspira?
No conozco sus faces, escondidas
tras de los cascos que los rayos doran,
ni comprendo sus trovas, confundidas
con plegarias al Dios á quien adoran.
No van á los Elíseos por descanso,
ni á Júpiter invocan, mas su acento
baja solemne y armonioso y manso
por la región del azulado viento.
¡Cantad, héroes, cantad, que mis oídos
os oyen con placer, y el alma mía
en vuestros sones va desconocidos,
á torrentes bebiendo la armonía!
Yo os escucho, cantad; mi largo sueño
mecéis con vuestra voz: ¡cisnes extraños!
Verted deliciosísimo beleño
en el insomnio de mis luengos años.
virgilio
Yo oí de entre las hojas de mi laurel sonoro
brotar de un arpa nueva el inspirado son,
y desperté sintiendo de sus bordones de oro
los misteriosos ecos herirme el corazón.
No fué, sin par Homero, la voz de tus valientes
ni el himno de tu Grecia la música que oí;
sus notas son más graves, y excitan reverentes
memorias religiosas con que jamás viví.
No adornan sus misterios los mirtos de Cartago,
la voz de las Sibilas, ni el carro del Amor,
de Venus las palomas, ni de Carón el lago,
ni el porvenir de Roma, á quien fingí mejor.
Mas yo, mientras escuche las notas de esa lira,
no quiero de mi lecho volver al cabezal;
quienquiera que tú seas, quien con tu voz suspira,
tu canto no interrumpas, ¡oh Bardo celestial!
Te escucho, y tu armonía dulcísima me suena
como la voz lejana del espumoso mar,
como el susurro manso de la floresta amena
y el ala de la garza que empieza á remontar.
La sombra de los olmos en la abrasada siesta,
de un límpido arroyuelo el desigual rumor,
no son para el viajero que á reposar se apresta,
cual para mí son dulces tus cántigas de amor.
Sí, canta, y de mi gloria, con reverente oído
en mi inmortal insomnio tu voz escucharé,
y aromará mis sueños el plácido sonido
de tus palabras bellas, que comprender no sé.
shakspeare
Yo oí su voz primera descendiendo
á esta mansión de sombra y de reposo,
y allá en el alma el porvenir midiendo,
miré á lo lejos y alcancé un coloso.
Yo te conozco bien, hijo del canto;
yo comprendo la voz de esas quimeras
que en un delirio misterioso y santo
lanzas al mundo, de quien nada esperas.
¿Quién resiste tu voz? Lanzada al cielo,
te franquea sus puertas eternales;
lánzala al viento, y detendrá su vuelo
al vivo lampo de sus mil fanales.
El averno, la mar y el orbe todo,
de tu arpa cede al colosal imperio:
sí; cuanto existe de insondable modo,
de su existencia te mostró el misterio.
¿Quién como tú? Los mundos á tu orden,
ante tus ojos obedientes giran;
átomos son que hierven en desorden,
y á tu voz nacen, y á tu voz expiran.
Soplas sobre ellos, y á tu soplo viven;
si necesitan voz, les das tu acento;
si forma, de tus manos la reciben;
si atributos, les das tu pensamiento.
Eres un manantial rico y fecundo,
tu lengua es un torrente de ambrosía,
tu mente radia como el sol, y el mundo,
al son de tu palabra se extasía.
De águila son tus ojos; son tus alas
de ardiente querubín; á las tormentas
en el impulso de tu vuelo igualas,
y á reposar en el cenit te sientas.
Allí sueltas tu voz, y allí á tu canto
el curso de los astros se suspende;
Dios te envuelve en las orlas de su mante,
y en su divino espíritu te enciende.
Sacerdote de Dios, cantas su gloria;
bardo de religión, tú la penetras;
tu patria diviniza tu memoria,
y los sabios aprenden de tus letras.
Canta, y en tanto que tu genio aborte
de místicos fantasmas luenga tropa,
á la sombra inmortal de su cohorte
yo dormiré, y aplaudirá la Europa.
homero, virgilio, shakspeare y la crítica
la crítica
(Ni del reposo y la muerte
en los brazos dormirán;
yo amargaré cuanta gloria
el universo les da.)
¡Ha de los que alzan la frente
del mundo á la vanidad;
hierbas que brotáis al soplo
de vuestro orgullo no más,
tan sólo vuestra demencia
vosotros divinizáis!
¿De qué sirve á quien le escucha
vuestro sublime cantar?
Esas creaciones grandes
que encarecéis con afán,
sólo son necios delirios
incomprensibles asaz.
¿De ese cantor os arrulla
el cántico celestial?
Porque escucháis solamente
su monótono compás.
Así es el ruido del viento,
del agua así el son fugaz,
á su murmullo se duerme,
mas no se entiende jamás.
homero, shakspeare virgilio, la critica y cervantes
cervantes
¿Quién con tan negras palabras
llega á esta mansión audaz,
que de mi sueño de mármol
me viene así á despertar?
la crítica
La Crítica soy juiciosa,
en cuya balanza igual
se equilibran los tesoros
que debe la ciencia dar.
Yo, por el bien de los hombres
estoy en vela tenaz,
y les marco los caminos
por do salir sin errar.
Yo les aparto los brezos,
yo les enseño además
dónde están los precipicios
y los escollos dó están.
Yo voy con mi clara antorcha
guiando su ceguedad,
y caen los que no me siguen
á cada paso que dan.
Sin mí no hay nada perfecto,
sin mí no podéis hallar
ni lo justo, ni lo hermoso,
ni la luz, ni la verdad.
Calderón, á quien ufanos
Fénix del Arpa llamáis,
no supo sin mis auxilios
sino caer y tropezar.
Y pues queréis como al Genio
divinizarle, mirad
que es perfeción lo divino,
y que quien yerra es mortal.
Y esto os dice quien lo sabe,
que no aumento al afirmar
que aun Dios, al hacer sus obras,
me las consulta quizás.
cervantes
Yo te conozco, quién eres
sé bien, y de mí ocultar
no puedes lo que tu envidia
dicta á tu lengua infernal.
Crítica, tú eres un monstruo
sólo de envidia capaz,
tu lengua mana veneno,
y en hieles bañada está.
Pero no puede los bordes
de los sepulcros pasar,
y aquí no tienes oídos
para tu canto mordaz.
Aparta, pobre sirena,
que has olvidado el cantar;
huye, hermosura caduca,
que has perdido tu beldad.
Tú tienes torpes las manos,
y las alas con que vas
volando, tan sólo pueden
tu cuerpo vil remolcar.
Aparta, lince sin ojos,
que lo que no puedes ya
ciega entender por ti misma,
lo tienes que preguntar.
A parta, cuervo engreído,
que pavoneándote vas,
con las plumas que recoges,
en pos de la garza real.
la crítica
¡Oh, sí! Vosotros quisierais
al corazón engañar,
mas yo quiero recordaros
algo de la realidad.
Homero, tú que cantando
hiciste á Grecia inmortal,
para alimentarte en Grecia
tuviste que mendigar.
Virgilio, Tus ricos cantos,
que á Homero te hacen igual,
son el incienso que el César
te hizo á sus plantas quemar.
Cervantes, la misma tierra
que ahora estatuas te da,
miserable y calumniado
te vió morir sin piedad.
Ni Shakspeare vigoroso,
ni Calderón……
cervantes
Basta ya;
mi patria es grande, y no puede,
ni confundir ni olvidar.
(Música lejos.)
virgilio
¡Silencio! Ya resuenan los himnos inmortales,
á cuyo justo y santo y poderoso son,
sus quicios de oro rompen las puertas celestiales,
y al Genio dan camino por su imperial mansión.
homero
Desciende, de tu gloria la frente coronada;
baja á la arena olimpia, ¡oh atleta triunfador!
Ven á dejar tu lira sobre el laurel colgada,
cuya tranquila sombra te enjugará el sudor.
shakspeare
Cantor de los misterios, que ciega no comprende
de Grecia ni de Roma la inspiración gentil,
los ojos á tu origen divinizado tiende;
tú tienes en tu patria un trono de marfil.
De Dios siendo en la tierra la soberana hechura,
derechos inmortales tenemos hacia él;
ven á gozar tu gloria sobre la lumbre pura
que radia su semblante y entolda su dosel.
cervantes
(Á La Crítica.)
Y tú, que nuncas descansas
y que á todos aconsejas,
ven á presenciar su gloria,
si con su gloria no ciegas.
Hoy que le conoce España
y que grande le confiesa,
en la divina familia
de los inmortales entra.
Y aquí del mezquino mundo
las tempestades no llegan,
ni de la envidia los dardos
emponzoñados penetran.
Que las estrellas no alumbran
por donde el sol reverbera,
ni suben las golondrinas
donde las águilas vuelan.
Vé á contar esto á la España,
y si su amor les conserva
á los hijos que la ilustran
con sus armas ó sus letras,
ni necesita extranjeros
que la enseñen ni defiendan,
ni ha de faltarla, lidiando,
la libertad ni la tierra.
la crítica
Sí que la diré…..
Aparece el reposo , y desaparecen homero , virgilio , shakspeare y cervantes por sus correspondientes apariencias.
el reposo
¡Silencio!
¡Crítica, tus labios sella,
venda tus ojos, y escucha
de rodillas, muda y ciega;
que del Genio á quien su patria
agradecida venera,
donde le labran su tumba,
su Apoteosis empieza!
Transformación magnífica de Apoteosis al son de un himno triunfal á órgano y orquesta.
la crítica , de rodillas; en un pedestal, decorado con insignias de triunfo, la sombra de don pedro calderón de la barca, de cuerpo entero, coronada de laurel y mostrando la cruz de Santiago, de quien fué caballero. Á la derecha, un símbolo de los Autos sacramentales, en una alegoría que remata con la cruz, y sembrada de palmas, en cuyas hojas se leerán los títulos de los mejores Autos.
La navedel mercader.
La divina Filotea.
La cena de Baltasar.
Las espigas de Ruth.
El laberinto del mundo.
El divino Orfeo.
La cura y la enfermedad, etc.
Á la izquierda, otra alegoría, coronada por el Amor y orlada de atributos profanos, donde se lean títulos de las mejores comedias de calderón.
La dama duende.
La vida es sueño.
La niña de Gómez Arias.
El escondido y la tapada.
El jardín de Falerina.
La devoción de la cruz.
El Alcalde de Zalamea.
Las tres justicias en una.
El mágico prodigioso.
Á secreto agracio, secreta venganza.
Casa con dos puertas, mala de guardar.
El pintor desudeshonra, etc.
Al pie de las alegorías, los genios y coros correspondientes que han de cantar el himno de Apoteosis, y los bailarines, cuya primera figura será quedar formando, con guirnaldas ó cosa equivalente, y cada cual con su letra, el nombre de calderón.
himno
CORO
Las aguas del olvido
por ti no pasarán;
los que á su gloria suben,
jamás descenderán.
_____
Sin miedo de los siglos al insolente encono,
ostenta ya tu frente ceñida de laurel;
tu nombre es infinito, tu féretro es un trono,
y tú sólo desciendes para reinar en él.
Las aguas del olvido, etc.
_____
Tú puedes ver el alba nacer junto á tu frente,
tú puedes con las nubes por los espacios ir;
tu gloria es más brillante que el sol en el Oriente,
más grande que los tiempos tu inmenso porvenir.
Las aguas del olvido, etc.
_____
El mundo rueda henchido de ardientes creaciones
que de tu mente rica la inmensidad lanzó,
y el aura vaga llena de los brillantes sones
que de tu sacra lira la inspiración brotó.
Las aguas del olvido, etc.
_____
Los astros y los montes, las aguas y los vientos,
las fieras de la selva, los peces de la mar,
vinieron convocados al son de tus acentos,
de Jehová infinito las glorias á cantar.
Las aguas del olvido, etc.
_____
Y montes, aguas, astros, y peces, aire y fieras,
recuerdos de tu gloria sin término serán;
y en las remotas playas y edades venideras,
por do se encuentre vida, tus cantos vivirán.
Las aguas del olvido, etc.
_____
Ven á ocupar tu trono, rey harto de victoria;
ven á tomar tu lira, ¡oh ardiente serafín!
Y beberás, eterno, las aguas de la gloria,
delante del santuario del que será sin fin.
_____
Las aguas del olvido
por ti no pasarán;
los que á su gloria suben,
jamás descenderán.
APROBADO PARA SU REPRESENTACIÓN POR LA JUNTA DE CENSURA DE LOS TEATROS DEL REINO
en 30 de Junio de 1849
PERSONAJES
ACTORES
Don Rodrigo
D. Carlos Latorre.
El Conde Don Julián
D. Antonio Pizarroso.
Theudia, noble godo
D. Francisco Lumbreras.
Romano, monje eremita
D. Pedro López.
__________
Laescena pasa en la soledad de Pederneira, monte de San Miguel, cerca de la ciudad de Visco, en Portugal, la noche del dia 9 de Septiembre de 719.
D. Comás Rodliguez Rubi.
A ti, que sabes la historia y origen de este juguete, y el escaso tiempo que se me dió para escribirle, te le dedico ahora mejor disimulados los muchos defectos inherents á una obra escrita por apuesta en determinado número de horas.
No atiendas, pues, á su poco valor, sino al buen recuerdo que con ella te consagra tu amigo
José Zorrilla.
Madrid, 20 de Diciembre de 1842.
Interior de la cabaña ó ermita del Monje Romano, sostenida en su centro por un pilar de madera ó tronco de árbol, á cuyo pie hay dos asientos. Á la derecha una pequeña hoguera, colocada bajo un respiradero que da salida al humo. Asientos groseros por la escena. Puerta á la izquierda que da á otra habitación que se supone en la cabaña. Puerta en el fondo, abierta la cual se verá monte al resplandor de los relámpagos. Al levantarse el telón se ve su claridad por las junturas, y se oye tronar á lo lejos. La hoguera y una tea alumbran la escena.
el monje romano , á la lumbre.
¡Qué tormenta nos amaga!
¡Qué noche, válgame el cielo!
Y esta lumbre se me apaga…..
¡Si está lloviznando hielo!
¡Cuán grande á Dios se concibe
en aquesta soledad!
¿De quién sino de Él recibe
su aliento la tempestad?
¿Cuyo es el terrible acento
y el fulgor que centellea
cuando zumba airado el viento
y el cenit relampaguea?
¿Quién peñas y árboles hiende
con la centella veloz,
como segador que tiende
las espigas con su hoz?
¿Quién sino Dios, que se asienta
sobre las nubes sereno
cuando en las nubes revienta
el fragor del ronco trueno?
Señor, que de las alturas
de tu omnipotencia ves
á las pobres criaturas
que se arrastran á tus pies,
detén, Dios bueno, tus iras,
detén tu justo furor,
si justa saña respiras
contra la obra de tu amor.
Pudiste en un punto hacerla,
y tu inmensa potestad
puede en otro deshacerla
si tal es tu voluntad;
mas considera, Dios mío,
que vas á igualar así
al que se te aparta impío
y al que se postra ante ti.
(Un momento de pausa.)
Mas tanto tardar me extraña,
y estoy temiendo por él…..
¿Por qué deja la cabaña
en una tarde tan cruel?
¡Válgame la Virgen Santa!
Si á espesar la lluvia empieza,
¿cómo con segura planta
podrá subir la aspereza
de esa desigual garganta
por do la senda endereza?
¡Infeliz! ¡Cuánto en el mundo
lleva sin duda sufrido;
cuánto es su dolor profundo,
y cuánto está arrepentido!
Mas siento pasos….. Parece
(Abre y dice afuera.)
que llega ya….. Entrad ligero,
que la tempestad acrece.
el monje y theudia embozado.
theudia
Gracias.
ermitaño
Mas ¿quién se guarece
de esta choza?
theudia
Un caballero.
(Entra Theudia y se desemboza. Quedan mirándose un momento.)
Sorprendido os hais quedado.
¿Qué es lo que tenéis, buen hombre?
ermitaño
Y ¿no queréis que me asombre
de que hayáis aquí llegado?
theudia
En verdad que es aprensión
tener, como una cigüeña,
en la punta de esta peña
un hombre su habitación.
ermitaño
Mis votos me retrajeron
á esta triste soledad.
theudia
¡Monje sois! ¡Oh, perdonad
mis palabras si os pudieron
ofender!
ermitaño
No, en modo alguno.
Acogíme á esta montaña
sin creer que gente extraña
me hallara en tiempo ninguno.
theudia
Si os estorbo…..
ermitaño
(Interrumpiéndole)
Aparte Dios
tal pensamiento de mí.
Contento os tendré yo aquí
como estéis contento vos.
theudia
Yo estaré siempre contento,
que mil noches he pasado
peor acondicionado
en mitad del campamento.
ermitaño
¿Soldado sois?
theudia
Helo sido,
porque salí de mi tierra.
ermitaño
¿Os cansaba ya la guerra?
theudia
No; pero nos han vencido,
merced á infames traidores,
y evito la suerte, huyendo
de vivir esclavo siendo
de mis fieros vencedores.
ermitaño
Mas huir……
theudia
Téngase, anciano:
contra ellos se alzó bandera,
y yo voy adondequiera
que la defienda un cristiano.
Pero fatigado estoy;
¿tenéis algo que cenar?
ermitaño
Fruta seca os puedo dar;
no os regalo.
theudia
Sobrio soy.
(El Ermitaño le pone delante algunas frutas y una vasija con agua; Theudia come y bebe.)
ermitaño
Ea, pues, tomad, sentaos.
Dadme la capa, os la cuelgo.
theudia
Que así me tratéis me huelgo;
mas yo…..
ermitaño
No; vos calentaos,
que bien lo necesitáis.
theudia
Buen viejo, ¡por Dios que sí!
(El Ermitaño mira á la parte de afuera teniendo abierta la puerta.)
Pero ¿qué hacéis ¡pese á mí!
que esa puerta no cerráis?
¿No veis que empieza á llover.
y el aire no hay quien resista?
ermitaño
Eso es lo que me contrista.
theudia
Pues ¿qué nos da que temer?
ermitaño
Nada; por un compañero
siento, en verdad, pesadumbre.
theudia
¿Fuera está?
ermitaño
Sí.
theudia
Ya costumbre
tendrá en ese ruin sendero.
ermitaño
¡Ay, infeliz! No lo sé.
Dios en sus pies ponga tino.
theudia
Pues ¿no conoce el camino?
ermitaño
No siempre.
theudia
Torpe es, á fe.
ermitaño
Hablad de él con más respeto,
que aunque es hoy bien desdichado,
hombre es que no fué criado
de invectivas para objeto.
theudia
Perdonad.
ermitaño
De ello no hablemos;
sabedlo, que no es de más.
theudia
Si es que me juzgáis quizás
útil, descender podemos
á ayudarle.
ermitaño
No es preciso,
que todo el auxilio humano
le fuera ofrecido en vano;
mas estamos sobre aviso.
(Va á la puerta otra vez.)
theudia
(Aparte.)
¡Si equivocado me habré
y á caer habré venido
en la cueva de un bandido!
(Veamos.) ¿Buen viejo?
ermitaño
(Volviendo á la escena.)
¿Qué?
theudia
Yo, como soldado, soy
algo hablador y curioso.
Decidme, pues, si enojoso
con mis preguntas no estoy:
puesto que es un compañero
ese hombre á quien aguardáis,
¿por qué recelando estáis
que no dé con el sendero?
ermitaño
Porque es capaz por sí mismo,
si su demencia le apura,
de abrirse la sepultura
en el fondo de ese abismo.
theudia
¡Jesús! ¿La mente le falta?
ermitaño
De lo pasado el recuerdo
le pone tan sin acuerdo,
que algunas veces le asalta
una fiebre tan cruel,
un delirio tan insano,
que no hallo remedio humano
que pueda acabar con él.
Y aunque, ó engañado estoy,
ó ningún acceso extraño
le ha acometido hace un año,
me temo que le dé hoy.
heudia
Y ¿sabe de él la razón?
ermitaño
Guarda un silencio profundo
de lo que le hizo en el mundo
tan íntima sensación.
theudia
Picáis mi curiosidad;
de historia debe ser hombre.
ermitaño
Me ha callado hasta su nombre.
theudia
Padre, ¿os burláis?
ermitaño
No, en verdad:
cinco años hace que vino
á demandarme asistencia
en una grave dolencia,
y estuvo á morir vecino.
Mas sanó al fin, y tornar
no quiso al mundo otra vez,
viviendo en esta estrechez
con una vida ejemplar.
¡Oh! Si él su perdón no alcanza
con vida tan penitente,
no sé quién sea el viviente
que de ello tenga esperanza.
theudia
Mas ¿no decís que está loco?
ermitaño
Dejóle su enfermedad
extrema debilidad
que hirió su cerebro un poco.
Y cuando en algún acceso
el desdichado no entra,
es un hombre en quien se encuentra
mucho valor, mucho seso;
mas cuando el mal le acomete,
¡oh! entonces es extremado.
theudia
Pero ¿nunca os ha contado?.....
ermitaño
Jamás; y si se le mete
conversasión de su historia,
según que tiembla y se espanta,
parece que se levanta
un espectro en su memoria.
theudia
¡Es bravo caso, á fe mía,
y que atención me merece!
Y ¿en qué da cuando enloquece?
ermitaño
En una horrible manía.
Tiene consigo una daga
que jamás del cinto quita,
y dice que está maldita
y que á su existencia amaga.
Y en su demencia al entrar,
exclama con gran pavor:
«Con ese puñal traidor,
con ése, me ha de matar.»
theudia
¡Raro es, por Dios! Y ¿conviene
con período ó día alguno
fijo su mal?
ermitaño
Hoy es uno;
el más terrible que tiene.
theudia
¡Hoy!
ermitaño
Por eso es mi recelo
mayor.
theudia
¿Sabéis si ese hombre es
de esta tierra?
ermitaño
¿Portugués?
Creo que no.
theudia
¡Por el cielo,
que á ser español, podría
su demencia comprender!
ermitaño
Pero ¿qué tiene que ver
ese mal con este día?
theudia
¡Hoy es un día de hiel,
de luto, baldón y saña
para la infeliz España!
Y ¡ay de quien fué causa de él!
Mas hablemos de otra cosa.
¿Vos sois portugués?
ermitaño
Sí soy,
mas hace once años que estoy
morando aquí.
theudia
Y ¿no os acosa
el deseo de saber
lo que por el mundo pasa?
ermitaño
Dióme el dolor tan sin tasa
y con tal tasa el placer
ese mundo que mentáis,
que los días de mis años
conté en él por desengaños,
y huyo de él.
theudia
Y lo acertáis.
ermitaño
Mas callad….. Oigo rumor
en la maleza. ¿Quién va?
rodrigo
(Dentro.)
Yo, hermano.
theudia
¿Es él?
ermitaño
Aquí está.
el ermitaño, theudia y d. rodrigo , envuelto en una especie de clámide larga y entrando distraído, como meditando.
ermitaño
(Á Don Rodrigo.)
Me habíais puesto en temor.
rodrigo
Gracias.
ermitaño
¿Os perdisteis?
rodrigo
No.
ermitaño
¿Visteis el nublado?
rodrigo
Sí.
ermitaño
Y ¿dónde ibais?
rodrigo
¡Qué sé yo!
ermitaño
Traeréis frío.
rodrigo
Así así.
ermitaño
Calentaos, pues.
rodrigo
Sí haré.
(Al acercarse al fuego ve á Theudia, que escucha vuelto de espaldas á ellos.)
(Aparte al Ermitaño.)
Pero ¿quién con vos está?
ermitaño
Un viajero que poco ha
llegó aquí.
rodrigo
¿Quién es?
ermitaño
No sé.
rodrigo
No os fiéis de ningún hombre;
la doblez y la traición
abriga en el corazón
el de más prez y más nombre.
ermitaño
Mas ved…..
rodrigo
Yo sé lo que digo:
preguntadle el suyo á ése,
y veré, mal que le pese,
si es amigo ó enemigo.
ermitaño
De nosotros, ¿y por qué?
¿Á quién jamás ofendimos?
rodrigo
Todos, padre, delinquimos:
ved de hablarle.
ermitaño
Sí que haré.
theudia
(Aparte.)
(No me gusta ese misterio
con que platican los dos.
Estaré alerta, ¡por Dios!
que puede ser lance serio.)
(Don Rodrigo va hacia el fuego, y aparta á Theudia para poner su banquillo.)
rodrigo
(Á Theudia.)
Haceos, buen hombre, allá.
theudia
(Pues gasta gran cortesía.)
ermitaño
(Aparte á Theudia.)
(Quiere ese sitio, es manía.)
theudia
Bien hace; en su casa está.
(Aparte.)
(Mas ahora que bien le miro,
no es ésta la vez primera
que he visto esa faz severa…..
¡Gran Dios! ¡Qué idea!..... ¡Eh, deliro!)
(Un espacio de silencio.)
ermitaño
(Á Theudia)
Callado estáis.
theudia
¡Qué queréis!
¿De qué os tengo yo de hablar?
ermitaño
¿Una historia no sabéis
que podernos relatar?
theudia
Sé tantas, que duraría
mi relato un año entero;
mas hoy mentarlas no quiero,
que es para mi aciago día.
rodrigo
(Con viveza y aire sombrío.)
También para mí lo es.
theudia
(Idem.)
Y para todo español
lo será mientras el sol
alumbre.
rodrigo
(Agitado.)
Decidme, pues.
¿Conque hoy es un día aciago
para España?
theudia
¡Sí, por Dios!
Qué, ¿no ha llegado hasta vos
la noticia de ese estrago?
ermitaño
(Queriendo interrumpirle.)
En este desierto hundidos…..
rodrigo
(Interrumpiéndole.)
Dejadle, ¡pese á mi estrella!
(Al Ermitaño.)
Dejadle que me hable de ella,
aunque hiera mis oídos.
( Á Theudia.)
¿Habéis en España estado?
theudia
Bajo su cielo he nacido.
rodrigo
¡Ay! Nacer os ha cabido
en país bien desdichado.
¿Qué pasa hoy en él?
theudia
¿Qué pasa?
Presa es de gente salvaje,
á quien rinde vasallaje,
y que la asuela y la arrasa.
Por dar entrada en su pecho
á una venganza de amor,
ha abierto un Conde traidor
á los moros el Estrecho.
rodrigo
Obró bien villanamente,
sí: ¡tómele Dios en cuenta
á su Rey tan torpe afrenta,
tan gran traición á su gente!
theudia
Dicen que audaz le ultrajó
en su hija el rey don Rodrigo.
rodrigo
Mas si era el Rey su enemigo,
no lo era su reino, no.
theudia
Con moros hizo su flete,
y hoy hace años que en Jerez
se ahogó España de una vez
en el turbio Guadalete.
rodrigo
Sí, allí lo perdimos todo;
debajo de su corriente
yace vergonzosamente
la gloria del reino godo.
¡Maldito quien fué concordia
con los árabes á hacer,
y maldita la mujer
ocasión de la discordia!
theudia
¡Sabéis esa historia!
(Creciendo el interés en ambos.)
rodrigo
Sí;
y me prensa el corazón.
theudia
También á mí.
rodrigo
Y con razón.
theudia
Sí, que su víctima fuí.
rodrigo
Yo también.
theudia
¿Sois vos de España?
rodrigo
(Reservándose de repente y con sequedad.)
No lo sé.
theudia
(Afanoso.)
Vos…..
rodrigo
Basta ya.
theudia
No, que atenazando está
mi memoria idea extraña…..
Yo en Guadalete me hallé.
rodrigo
Conmigo.
theudia
Con vos. ¡Dios mío!
Hundirse le vi en el río,
y á ayudarle me arrojé;
pero ya no le vi más.
rodrigo
¡Theudia!
theudia
(Queriendo arrodillarse.)
¡Señor!
rodrigo
Alza, ¡necio!
Del mundo soy ya desprecio.
theudia
Pero de Theudia, jamás.
rodrigo
Padre, un escaso momento
dejadnos solos.
ermitaño
(Á Theudia.)
¡Por Dios,
no le excitéis mucho vos!
theudia
Descuidad: de su contento
no son excesos extraños,
que somos amigos viejos,
y, de nuestra patria lejos,
nos vemos tras largos años.
(El Ermitaño entra en el interior de la cabaña por la izquierda.)
don rodrigo y theudia.
(Llueve.)
rodrigo
Háblame de mi España, Theudia amigo;
háblame de ella tú, que fuiste el solo
en quien traición tan fea no halló abrigo,
en quien tu pobre Rey no encontró dolo.
Dime, ¿conserva aún el pueblo hispano
recuerdo alguno de la antigua gloria?
¿Qué piensa del vencido Soberano?
Theudia, ¿qué sitio ocupa en su memoria?
theudia
No me lo preguntéis.
rodrigo
¡Ah! Te comprendo:
me culpa sólo á mí.
theudia
Sois el vencido.
rodrigo
Desengaño es á un rey, duro y tremendo.
¿Conque sólo me dan…..
theudia
Mengua ú olvido.
Mas basta ya, que vuestro afán entiendo.
Y ¿cómo os hallo aquí?
rodrigo
Triste es mi historia,
theudia .
Theudia
Y la mía.
rodrigo
Y yo, ¿cómo te hallo?
theudia
Huyendo de los moros.
rodrigo
¿La victoria
llevan?
theudia
Ya es nuestro pueblo su vasallo.
rodrigo
¡Tierra infeliz!
theudia
Sí, á fe. Toda la ocupan
Esos’ infieles ya.
rodrigo
¿Ya nada resta?
theudia
Un rincón en Asturias, do se agrupan
los que escaparon de la lid funesta.
rodrigo
Pero ¿podrán allí…..
theudia
No pueden nada,
por más que, de ira y de venganza rayo,
levantó su pendón con alma osada
vuestro valiente primo don Pelayo.
rodrigo
¿Y mis nobles con él?
theudia
No, no hay ninguno.
rodrigo
¡Ninguno dices!
theudia
Perecieron todos
á manos de los moros uno á uno.
rodrigo
¿Qué resta, pues, de los ilustres godos?
theudia
Vos y yo nada más; porque no cuento
al que con vil traición nos ha vendido.
rodrigo
¿Aun vive don Julián?
theudia
Para escarmiento
de los que á sus contrarios han servido.
rodrigo
¡Vive! Y ¿qué es ora de él?
theudia
En una torre
estuvo largo tiempo, mas con maña
huyó de allí….. Su estrella le socorre.
rodrigo
Sí, sí; mi estrella, tan fatal á España.
¡Ay, bien mi corazón me lo decía:
su estrella marcha con la estrella mía!
theudia
¿Qué es lo que habláis, señor?
rodrigo
Es mi secreto.
(No para ti, de mi amistad objeto.)
Es agüero fatal que á fin terrible
de mi existencia el término ha sujeto,
theudia
¡Y en agüeros creeis! Es imposible.
rodrigo
Theudia, son los destinos celestiales
inmutables, y es justo su castigo
para los que han causado tantos males
en la tierra, cual yo.
theudia
Soñais os digo.
El noble osado que su suerte afronta,
hace cejar á su enemiga suerte,
ó halla tranquilidad segura y pronta
en el reposo de gloriosa muerte.
Eso es superstición.
rodrigo
Yo ya sabía
que el insensato mundo,
miedo ó superstición lo llamaría.
¡Mas ¡ay! que es la verdad!
theudia
Y á ese villano…..
rodrigo
El cielo, de los godos enemigo,
para que acabe al fin, guarda su mano,
con todos de una vez dando conmigo.
theudia
¡Ay, si yo doy con él! En la frontera
le perdí.
rodrigo
¿Le seguíais?
theudia
Desde el día
que vi frente á las nuestras su bandera,
vengar de ello juré á la patria mía.
Y de soldado suyo disfrazado,
de aventurero ya, ya de mendigo,
fuí su sombra doquier, doquier he estado
de él en acecho, y la traición conmigo.
Mas un poder oculto le defiende;
jamás en ocasión hallarme pude.
rodrigo
En vano, sí, tu lealtad pretende
que el cielo en ello vengador te ayude.
theudia
¡Ay si me vuelvo á ver sobre su huella!
¡Ay si algún día mi furor le alcanza!
No ha de valerle contra mí su estrella.
Será, como él, traidora mi venganza.
rodrigo
No, Theudia, es imposible….. Inútil brío.
Oye, y ésta conserva en tu memoria,
página triste de mi triste historia.
Al salir de las aguas de aquel río
do me vistes caer sin la victoria,
y en cuya agua se hundió cuanto fué mío,
abandoné el caballo y la armadura,
cambié con un pastor mi vestidura,
y con todo el pesar del vencimiento
despechado me entré por la espesura,
cual de esperanzas ya, falto de aliento.
¡Cuánto, Theudia, sufrí! Triste, perdido,
de mi reino crucé por las llanuras,
en hambre y soledad, como un bandido
que huyendo de la ley camina á obscuras.
Era la hora en que la luz se hundía
tras las montañas, y la niebla densa
por todo el ancho de la selva umbría
iba tendiendo su cortina inmensa.
Con el cansancio y el temor y el duelo,
fiebre traidora me abrasaba ardiente,
sin ver dónde acudir en aquel suelo
en que nunca tal vez habitó gente.
Cuanto con más esfuerzos avanzaba
viendo si al llano por doquier salía,
más la selva á mis pasos se cerraba,
más en la negra obscuridad me hundía.
Un vértigo infernal apoderóse
de mi alma….., y sin luz y sin camino,
á mi exaltada mente presentóse
toda la realidad de mi destino.
Rey sin vasallos, sin amigos hombre,
en mi raza extinguido el reino godo,
sin esperanza, sin honor, sin nombre,
perdido, Theudia, para siempre todo.
¡Cuán odioso me vi! Despavorido,
á pedir empecé con grandes voces
auxilio en el desierto; mas perdido
fué mi acento en las ráfagas veloces
á expirar en los senos del espacio…..,
y á impulso entonces del furor interno,
maldiciendo mi estirpe y mi palacio,
con sacrilega voz llamé al infierno.
theudia
¡Cielos!
rodrigo
Y él me acudió; sulfúrea lumbre,
rauda encendió relámpago brillante,
y en mi pecho siniestra incertidumbre.
Sentí algo junto á mí; miré un instante,
y á la sulfúrea luz, monje sombrío
á mi lado pasó, y á su presencia
tembló mi corazón, cedió mi brío.
Pedíle amparo, mas fatal sentencia
me fulminó, diciendo: «¡Vaya, impío,
que el á quien deshonró tu incontinencia
vendrá, de crimen y vergüenza lleno,
con tu mismo puñal á hendir tu seno!»
Dijo, y por entre la niebla arrebatado
huyó el fantasma y me dejó aterrado.
theudia
Sueño vuestro, fantasma peregrino
fué de la calentura abrasadora.
rodrigo
No, Theudia; voz de mi fatal destino.
Mientras ese hombre esté sobre la tierra,
Theudia, no hay para mí paz ni repose;
doquiera el paso sin piedad me cierra
ese espectro, á mi raza peligroso.
¿Ves el puñal que cuelga á mi cintura?
Con él me ha de matar, es mi destino;
Theudia, no hay tierra para mí segura:
ese hombre ha de bajar por mi camino.
theudia
¡Y eso creéis!..... Calládselo á la gente,
y toleradme en paz esta franqueza.
Mas vuestra vida austera y penitente
amenguó de vuestra alma la grandeza,
y amenguó la razón de vuestra mente.
rodrigo
Tiene en mi corazón sacro prestigio,
Theudia, te lo confieso, y me amedrenta
aquella predicción y aquel prodigio.
theudia
¡Prodigio lo llamáis! Y ¿no os afrenta
tan vil superstición?
rodrigo
Sea en buen hora,
mas creo en ella; á ser fascinadora
de la mente aprensión, despareciera
con el tiempo; el ayuno y el cilicio,
arrancado á la mente se la hubiera.
theudia
La arrancara mejor trompa guerrera
y de la lid revuelta el ejercicio.
Eso cumple mejor á vuestra raza;
en vez de esta cabaña y ese sayo,
la blanca tienda y la ferrada maza,
y el bruto cordobés, hijo del rayo.
Sí; mientras viva Theudia y por amigo
queráis tenerle, con bizarro alarde
os dirá, de la paz siempre enemigo,
que el noble que no lidia es un cobarde.
rodrigo
¡Traidor!
theudia
¡Hola! Vuestra alma se despierta
á la voz del honor; así os quería:
veo que aun vuestra sangre no está muerta,
y alienta el corazón con hidalguía.
Escuchadme, señor, y ved despacio
el peso y la razón de lo que os digo,
que es mengna, sí, que quien nació en palacio
aguarde con pavor á su enemigo.
Perdido estáis, sin esperanza alguna;
no hay para vos ni fuerza ni derecho;
no hay para vos ni gente ni fortuna;
el moro vuestro ejército ha deshecho,
y atropelló á la cruz la media luna;
mas hay un corazón en vuestro pecho
que á vuestro antiguo honor cuentas demande,
y un corazón de rey debe ser grande.
Si á las manos morir es vuestro sino
de ese Conde traidor que nos vendiera,
la mitad evitadle del camino,
tras él saliendo con audacia fiera.
Provocad con valor vuestro destino;
con él trabaos en la lid postrera,
y arrostrad ese sino que os espanta,
vuestro puñal hundiendo en su garganta.
Ya no tenéis ni ejércitos ni enseñas,
mas os resta un amigo y un vasallo,
y las lunas del mundo no son dueñas,
ni es de la suerte irrevocable el fallo.
Dejad, pues, el misterio de estas breñas;
asíos de una lanza y un caballo,
y con caballo y lanza, y yo escudero,
si no podéis ser rey, sed caballero.
rodrigo
Basta, Theudia; ese bélico lenguaje
cumple á los corazones bien nacidos,
y en el mío despiertan el coraje
de tus fieras palabras los sonidos.
Sangre me pide mi sangriento ultraje,
sangre mis tercios en Jerez vencidos,
Theudia, tienes razón; de cualquier modo,
morir me cumple cual monarca godo.
Sí; ya á mi olfato y mis oídos siento
que trae el aura que las riendas mece,
el militar olor del campamento
y el clamor de la lid que se embravece,
y del clarín agudo el limpio acento
que á los nobles caballos estremece;
y esa guerrera y bárbara armonía,
la prez me torna de la estirpe mía.
Indigna es de un monarca y de un guerrero
esta debilidad que me avergüenza;
de mi superstición reirme quiero;
no quiero, Theudia, que el pavor me venza.
theudia
Dos sendas hay, y por cualquiera os sigo:
buscar al Conde y perecer vengado,
ó guareceros del pendón amigo
y acabar con honor como soldado.
rodrigo
Cumple eso más al corazón que abrigo:
Theudia, olvidémonos de lo pasado,
y en la desgracia, de rencor ajenos,
bajemos á la tumba de los buenos.
Este arma vil que á mi existencia amaga,
quédese aquí después de mi partida,
(Clava el puñal en el posto que sostiene la choza.)
y quede en este tronco, con mi daga,
enclavado el misterio de mi vida.
¿Dices que ha levantado en la montaña
pendón un noble, de venganza rayo?
Pues bien: ¿qué hacemos en la tierra extraña?
¡Lejos de mí mi penitente sayo!
Vamos, Theudia, á lidiar por nuestra España,
y á triunfar ó caer con don Pelayo;
no diga nunca el mundo venidero
que ni supe ser rey, ni caballero.
theudia
¡Ahora os conozco, vive Dios!
rodrigo
Mañana
partiremos á Asturias.
theudia
Franco paso
nos dará el Portugal que nos dió asilo.
rodrigo
Hasta mañana, pues; duerme tranquilo.
Duerme, Theudia.
theudia
¡Señor, velando acaso
vais á quedar mi sueño!
rodrigo
Desde ahora,
no hay de los dos segundo ni primero.
theudia
Señor…..
rodrigo
Déjame solo hasta la aurora;
pues no soy más que un pobre aventurero,
seré, en vez de tu rey, tu compañero.
(Vase Theudia al aposento contiguo de la izquierda.)
don rodrigo
Bien dice ese leal. Más vale al cabo
caer en una lid por causa extraña,
que, de servil superstición esclavo,
llorar imbécil la perdida España.
Saldré otra vez al agitado mundo
con mi contraria suerte por herencia,
velando en el misterio más profundo
el secreto fatal de mi existencia.
Nada soy, nada tengo, nada espero;
encerrado desde hoy en mi armadura,
seré en mi propia causa aventurero,
sin esperar jamás prez ni ventura.
Mas al caer lidiando en la campaña,
al pueblo diga mi sangrienta huella:
«Ved: si no supo defender á España,
supo á lo menos sucumbir por ella.»
Mas, ¡ay, triste de mí! Mi pueblo mismo,
que me tiene en horror, con frío encono
me verá descender hacia el abismo
como me ha visto descender del trono.
Sí; aplaudiendo tal vez mi sino adverso...
Y todo es obra tuya, Conde infame;
por ti desprecio soy del universo.
Fuerza es que sangre nuestra se derrame.
(Viendo el puñal.)
Mas, Dios Santo, ¡ahí estás! Húyeme, aparta,
sueño fascinador, que esquivo en vano;
nunca de sangre de los godos harta,
esta daga fatal busca una mano.
La de uno de ambos….., tigre vengativo,
ser exterminador de mi familia;
uno solo de entrambos quede vivo,
veamos el infierno á quién auxilia,
Mi razón, mi creencia, lo repele,
mas nunca echar de mí puedo esta idea;
ese día fatal ¡oh infierno! impele;
tráenosla de una vez, y pronto sea.
Vértigo horrible el corazón me acosa,
sed de su sangre el corazón me irrita…..
¡O huye por siempre, pesadilla odiosa,
ó ante mis ojos ven, sombra precita!
(Abrese la puerta con ímpetu, y al par que ilumina el fondo un relámpago, entra en la escena el conde D. Julián.)
don rodrigo y el conde
conde
Gracias al diablo que llegué á la cumbre.
rodrigo
¿Quién es? ¿Dó va? ¿Qué busca? ¿Quién le trae?
conde
¡Rápido preguntar! Mas si es costumbre,
oíd: Un hombre, á Portugal, y lumbre
para secarme del turbión que cae.
¿Hay más que preguntar?
rodrigo
Mal humor gasta.
conde
Lo mismo que pregunta le respondo.
¿Tiene algo que cenar?
rodrigo
Nada.
conde
Pues basta.
La cuestión, por mi parte, ha dado fondo.
(Se sienta con calma á la lumbre.)
rodrigo
Desatento venís donde os alojan.
conde
Pues sin brindarme vos yo me aparezco,
y esos nublados hasta aquí me arrojan,
ni vos me la ofrecéis, ni os la agradezco.
rodrigo
Me obliga, por mi fe, la cortesía,
mas no soy hombre que á sufrir me avenga
razones de tamaña altanería.
conde
Tampoco yo, que despechado vengo
y harto estoy de la vida.
rodrigo
Y yo lo mismo.
conde
Yo, tras la muerte con deseo insano,
debo partir mañana muy temprano.
rodrigo
Y yo también.
conde
Y ¿adónde?
rodrigo
Á España
conde
De ella
vengo.
rodrigo
¿Sois de ella?
conde
Por desdicha mía.
rodrigo
Cúpome á mí también tan mala estrella.
conde
Que la mía peor nunca, sería.
rodrigo
Puede que sí.
conde
Lo dudo.
rodrigo
Allí he perdido
cuanto amé.
conde
Yo también.
rodrigo
Padres, hermanos....
conde
Yo también.
rodrigo
Mis amigos me han vendido
conde
También á mí.
rodrigo
Fuí mofa á los villanos.
conde
También yo.
rodrigo
Y el honor de mis blasones
ultrajó un hombre vil.
conde
Y otro los míos.
rodrigo
Yo he tenido que huir.
conde
Como ladrones
nos desbandamos, sin poder ni bríos,
mis soldados y yo. Todos ingratos
me han sido á mí.
rodrigo
Y á mí todos traidores.
conde
Nada espero.
rodrigo
Ni yo. Mas pienso á ratos
en venganzas horribles.
conde
No mayores
que las mías serán.
rodrigo
¡Oh! Sí; son tales,
que vértigos terribles me producen.
conde
Los míos á la rabia son iguales.
rodrigo
Y los míos á España me conducen
nada más que á morir.
conde
Y á mí lo mismo;
vengo á buscar un hombre á quien detesto,
y ante uno de los dos se abre el abismo.
rodrigo
Yo busco á otro hombre para mí funesto,
y guardo ese puñal de mi familia,
que del uno es el fin de todos modos.
(El Conde lo mira y lo reconoce. Esto depende de los actores.)
conde
¿Es tuyo ese puñal?
rodrigo
Sí.
conde
¡Dios me auxilia!
Ese hierro es la muerte de los godos.
rodrigo
Godo soy.
conde
Yo también, mas su enemigo.
rodrigo
¿Quién hará de ello ante mi vista alarde?
conde
¡Tú eres el torpe Rey…..
rodrigo
¡Tú el vil cobarde.....
conde
Yo el conde don Julián.
rodrigo
Yo don Rodrigo.
(Quedan un momento contemplándose.)
conde
Nos hallamos al fin.
rodrigo
Sí, nos hallamos;
y ambos á dos execración del mundo,
la última vez mirándonos estamos.
conde
Eso apetece mi rencor profundo.
Mírame bien; sobre esta faz, Rodrigo,
echaron un baldón tus liviandades,
y el universo de él será testigo,
y tu torpeza horror de las edades.
rodrigo
Culpa fué de mi amor la culpa mía;
de Florinda me abona la hermosura;
mas ¿quién te abonará tu villanía?
conde
De mi misma traición la desventura.
Deshonrado por ti, perdílo todo;
mas no saciaba mi venganza fiera
tu afrenta nada más; menester era
toda la afrenta del imperio godo.
rodrigo
¡De un traidor como tú, fué digna hazaña!
Cumplieras con tus viles intenciones
yendo á matarme con silencio y maña,
ó contra mí sacaras tus pendones
y bebieras mi sangre en la campaña,
mi corazón echando á tus legiones;
mas no lograras con tan necio encono
vender á España por hollar mi trono.
conde
Todo lo ansiaba mi tremenda saña;
no hartaba mis sangrientas intenciones
beber tu sangre con silencio y maña
ó en contra tuya levantar pendones;
dar quise tu lugar á estirpe extraña,
y tu raza borrar de las naciones;
eso quería mi sangriento encono:
vender tu reino y derribar tu trono.
rodrigo
¡Y lo lograste!
conde
Sí; logré que, al cabo,
el mundo á ambos á dos nos aborrezca:
á ti, de torpes vicios por esclavo,
y á mí por mi traición, nos escarnezca.
rodrigo
¡Tanta maldad de comprender no acabo!
conde
Hice más.
rodrigo
Imposible es ya que crezca
tu infamia.
conde
Escucha, pues, ¡oh rey Rodrigo!
á cuánto llega mi rencor contigo.
Yo solo quedo de mi raza: presa
los demás de los moros, á pedradas
fué muerta ante mis ojos la Condesa,
y á la mar arrojados á lanzadas
mis hijos, de Tarifa en la sorpresa;
mas te traigo una nueva, que pagadas
me deja todas las desdichas mías:
¡supe, tiempo ha, que en Portugal vivías!
rodrigo
¡Dios!
conde
Por un monje que te halló en la selva.
rodrigo
(Con temor.)
¡Un monje!
conde
Sí, mi hermano, cuyos votos
le impiden hoy que contra ti se vuelva,
mas cuya astucia, para siempre rotos
los anillos dejó de mis cadenas
para seguir tus pasos noche y día,
y para que la sangre de tus venas
la mancha lave de la afrenta mía.
rodrigo
Y ¿es cierto? Y ese monje, ¿era tu hermano?
¿Era un hombre no más? ¡No era un fantasma!
¿Nada había en su ser de sobrehumano?
conde
¡Que tal preguntes, en verdad me pasma!
Él me salvó, y me dijo: «Vé á buscarle;
mas antes de matarle,
dile que su castísima Egilona
con su amor ha comprado otra corona.»
rodrigo
¡Mi esposa!
conde
Sí; Abdalasis te la quita,
ó, por mejor decir, vendiósele ella.
Y bien la raza en que nació acredita,
y de su esposo bien sigue la huella.
(Con mofa)
Una reina cristiana, favorita
de un árabe….. ¡Oh! ¡Nació con brava estrella!
No penes, pues, por tan leal matrona,
que esposo no la falta, ni corona.
rodrigo
Basta, basta, traidor; la estirpe goda
deshonrada por ti, por ti vendida,
clama sedienta por tu sangre toda.
(Don Rodrigo va á coger el puñal que está clavado en el poste, pero el conde don Julián se adelanta y lo toma Don Rodrigo retrocede dos pasos con supersticiosotemor)
conde
Con la tuya á la par sea vertida.
El mismo cieno nuestro timbre enloda,
la misma tumba nos dará cabida.
(El Conde se arroja sobre don Rodrigo, mas Theudia se presenta de repente entre los dos con el hacha de armas empuñada.)
don rodrigo, el conde don julián, theudia y el ermitaño
theudia
¡Mientes! Aun queda quien su honor repare
y del traidor al infeliz separe.
(Da al Conde un golpe mortal, y cae.)
rodrigo
¡Theudia!
theudia
Señor, cumplí conmigo mismo,
que al vengaros, á vos vengué á la España.
rodrigo
¡Gracias, Theudia! Hoy me arranca tu heroísmo
mi ruin superstición, á un noble extraña.
Sí, mi pavor con él baje al abismo;
partamos con Pelayo á la montaña
y logremos, ¡oh Theudia! por lo menos,
morir en nuestra patria como buenos.
(Al Ermitaño)
¡Padre, dad á ese tronco sepultura
donde repose en paz; mi justo encono
no pasa, no, de su mansión obscura,
aunque el honor de España esté en mi abono!
Yo vuelvo al campo, á la pelea dura,
y aunque muera sin huestes y sin trono,
siempre ha de ser, para quien muere honrado,
tumba de rey la fosa del soldado.
(Vase con Theudia y cae el telón.)
DRAMA FANTÁSTICO EN UN ACTO
PERSONAJES
ACTORES
FLORINDA
Doña Matilde Díez.
DON RODRIGO
D. Julián Romea.
THEUDIA
D. Florencio Romea.
El Monje Romano
D. Pedro López.
__________
Nota. Los versos que van marcados con esta señal * se suprimen en la representación.
D. Leopoldo Augusto de Cueto
Encargado de Nzgocios por S. M. C. en Dinamarca.
Querido Leopoldo: Te dedico esta obrilla, cuyo manuscrito te envio, para que lleves á Dinamarca un recuerdo de nuestra última entrevista. Al hojearle en Copenhague, acuérdate de tu mejor amigo
José Zorrilla.
Abadrid, 3 de Octubre de 1847.
Cabaña del Monje Romano.
eomano , solo.
Señor, Tú, que al más mezquino
gusano infundes aliento
para que pueda contento
cumplir su vital destino;
Tú, cuyo soplo divino
á cuanto crece y respira
fe en tu omnipotencia inspira,
no dejes que sólo el hombre
tu poder tenga y tu nombre
por una inútil mentira.
Fué rey, y se ve sin trono;
noble, y se ve sin honor;
Soldado, y perdió el valor.
¿Qué le resta en su abandono?
Doquier cree tu eterno encono
ver; nadie en su mal le abona;
todo el mundo le abandona;
vuelve ¡oh Dios! al que olvidado
se ve rey, noble y soldado,
sin valor, honra y corona.
Jesús, hijo de María,
Redentor del universo,
por el justo y el perverso
expiraste el mismo día.
Duélete de su agonía,
por la que en la cruz sufriste,
y que no imagine el triste
que si por todos bajaste,
al desdichado olvidaste
y al pecador redimiste.
Mas ya es de noche; el nublado
espesa; brilla la llama
del relámpago; el mar brama
á lo lejos irritado.
¡Infeliz! Él, descarriado,
ni aun verá los elementos
turbarse, y á pasos lentos
cruzando el monte sin tino,
lo arrastrará el torbellino
de sus tristes pensamientos.
En fin, Dios cuidará de él.
Nada se puede esperar
de tan intenso pesar
ni de infortunio tan cruel.
Henchido tiene de hiel
su corazón, y enemigo
siempre invencible, consigo
le lleva siempre. (Escuchando.) Ya creo
que sube….. Pero, ¡qué veo!
(Entra Theudia embozado)
¿Quién es?
theudia
(Mostrándose.)
Un antiguo amigo.
romano y theudia
romano
¡Theudia!
theudia
Yo soy, buen anciano.
romano
¡Qué os vuelvo á ver!
theudia
¡Ay de mí!
Por imposible lo dí,
mas Dios me dió su mano.
romano
Decís bien, Dios está en todo;
y pues os trae á mi amparo
segunda vez, está claro
que es el mejor acomodo.
Ea, sentaos; tomad
posesión de mi chozuela;
(Siéntase Theudia á la lumbre)
calentaos; ¿no os consuela
esa llama?
theudia
Sí, en verdad.
romano
Acercaos más; así.
¿Traeréis hambre?
theudia
De dos días.
romano
Viandas hay, aunque frías.
theudia
Dadme; aun hay calor en mí
que suplirá al de la lumbre,
y comer frío no daña
á quien trae de la campaña
la privación por costumbre.
romano
Entrad, pues, á ese pastel,
como si fuera á una plaza
enemiga.
theudia
¡Buena traza
tiene!
romano
Pues, firme con él.
Aquí tenéis un vasijo
con vino añejo de Oporto.
theudia
Padre, me dejáis absorto.
¿Aquí vino?
romano
Bebed, hijo;
(Theudia come y bebe.)
gozad el bien que os da Dios,
y aprended que en Él tan sólo
no cabe falta ni dolo;
y pues os crió, de vos
cuida su paterna mano,
porque sin su voluntad
no bulle en la inmensidad
ni el átomo más liviano.
theudia
Anciano, tenéis razón,
y nadie en su gran poder
mayor fe puede tener
que Theudia en su corazón.
Sí, padre; yo he visto al hombre
en su agonía mil veces,
y siempre le oí con preces
invocar su santo nombre.
No hay mercader tan infame
ni tan blasfemo soldado,
que, por la muerte llamado,
á Dios muriendo no llame.
Y tal vez al pensamiento
que puse una noche en Dios,
debo el hallarme con vos
aquí, y en este momento.