Su Alado Vikingo: Un Romance Paranormal - AJ Tipton - E-Book

Su Alado Vikingo: Un Romance Paranormal E-Book

AJ Tipton

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Beschreibung

La magia y la pasión se encienden cuando dos amigos se juntan.

Hace más de mil años, una bruja hechizó a cuatro encantadores hermanos vikingos cada cual con uno de los cuatro elementos. En el presente, ellos viven con estas maldiciones condenados a sufrir por sus crímenes por toda la eternidad.

Erik es un apuesto timador, playboy y vikingo inmortal maldecido a llevar la carga de unas inútiles alas rotas. Cansado de vivir escondiéndose, se acomoda y comienza a trabajar en un pequeño parque temático para mantenerse fuera de los problemas. Parte de esta decisión fue el hecho de que le permitía quedarse cerca de una de las personas más importantes de su mundo aparte de sí mismo, su mejor amiga, Siobhan, a quién aún no le ha declarado su amor.
Sarcástica, eficiente y hermosa, Siobhan es una leprechaun inmortal que trabaja como jefa financiera de un pequeño parque temático familiar, el Winter Wondernasium. Ella haría cualquier cosa por su más viejo amigo, Erik, incluyendo ocultar sus sentimientos para protegerlo de su pasado.

Cuando un escándalo amenaza a Erik y a Siobhan, ellos deberán decidir qué es más importante si la libertad o el amor. Este romance para adultos involucra inmortales cachondos, una camarera casamentera y un amor tan poderoso como para volar.

Esta novela INDEPENDIENTE es parte de la serie "Su Vikingo Elemental" la cual puede ser leída en cualquier orden. No hay finales de suspenso y cada historia termina como debe: felices por siempre.

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Su Alado Vikingo

Un Romance Paranormal

AJ Tipton

Traducido porHarold J Encarnacion

Illustrated byChameleonstudio74

Copyright © AJ Tipton 2015 El derecho de AJ Tipton a ser identificada como la autora de este trabajo ha sido afirmado por ella en conformidad con Copyright, Designs and Patents Act de 1988 (Ley de derechos de autor, diseños y patentes de 1988) (u otra ley similar, dependiendo de su país). Todos los derechos, reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en ninguna forma o por ningún medio (electrónico, mecánico, fotocopias, grabaciones u otro medio) sin la previa aprobación por escrito de la autora, exceptuando casos de citas breves como parte de una reseña o artículo. No puede ser editado, modificado, prestado, revendido, alquilado, distribuido o circulado de alguna otra manera sin el consentimiento por escrito del editor. Se pueden obtener los permisos en [email protected]

Este libro es para la venta a un público adulto solamente. Contiene escenas sustancialmente explícitas y leguaje gráfico que puede considerarse ofensivo por algunos lectores.

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, nombres, lugares e incidentes que aparecen aquí son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, organizaciones, eventos o locales es pura coincidencia.

Todos los personajes sexualmente activos en esta obra son de 18 años o mayores.

Creado con Vellum

Siobhan caminó al trabajo, fatigada y confusa, pasaba los dedos por las marañas de su rebelde cabello pelirrojo y halaba hacia abajo su sombrero alrededor de su cabeza. Una taza de café aguado de cafetería quemaba sus dedos lentamente, al atravesar el papel barato, pero ella apenas lo notaba.

¿Eso en realidad sucedió?

Después de tres años juntos, Steve tuvo el coraje de decirle, “Tal vez deberíamos ser solamente amigos… con beneficios”.

Siobhan suspiró. Que mal que los embrujos sean tan difíciles de encontrar en estos días. Enderezó su sombrero por tercera vez desde que aparcó su automóvil. En el siglo diecisiete, yo podría haber obtenido un buen hechizo de rana en cualquier esquina.

Maldito Steve y su maldito miedo al compromiso.

El corazón le dolía como si se lo hubieran exprimido y colgado a secar. A ella le hubiese encantado pasar el día en su rutina postruptura, ya hacía tiempo perfeccionada, en vez de ir a trabajar. Pero, sus vacaciones de este año se habían acabado hacía mucho.

“Uf”.

Siobhan pasó la entrada del Winter Wondernasium luciendo una sonrisa profesional en su rostro. El esfuerzo quemó sus mejillas. Le dijo “hola” rápidamente a los boleteros y saludó a los guardias de seguridad.

Ellos no serían tan amistosos si supieran lo que soy, pensó Siobhan, concentrándose en su sonrisa.

Vio su sombrero reflejado en el ojo vidrioso de uno de los muñecos de nieve y las palabras de Steve, de anoche, la golpearon inesperadamente. "Sabes cuánto me gustas, pero tus cuernos… me ponen los pelos de punta. ¿Se verán mis hijos así? "

Pendejo.

Siobhan se detuvo a ajustarse el sombrero nuevamente. Tres años. Fue tanto el tiempo que ella lo dejó entrar, empezó a pensar que él la aceptaría por lo que era: una verdadera leprechaun. La mayoría de la gente pensaba que los leprechones tenían ollas de oro (falso) y concedían deseos (verdadero), pero casi nadie sabía acerca de los cuernos. Aun cuando era honesta en las citas acerca de lo que era, los cuernos eran una sorpresa reservada para la tercera cita. Por suerte, un simple sombrero podía cubrir los suaves y redondeados apéndices de todos, excepto de los más íntimos compañeros.

Siobhan tenía un historial sorprendentemente espantoso seleccionando a esos compañeros.

Se dijo a sí misma, en el largo transcurrir de su vida, tres años eran prácticamente nada. Steve apenas viviría otros 60 años, como mucho.

Tienes más de setecientos años de edad. Eres mejor que esto.

Ella odiaba lo mucho que aún le dolía su rechazo.

Sus pies bajaron por la vía peatonal, cubierta de copos de nieve plásticos, los cuales pasaba por el centro del parque temático de invierno.

Miró alrededor en busca de Erik, pero su mejor amigo probablemente aún estaba en los vestidores intentando entrar sus abultados músculos y enormes alas en el traje de mascota. Siobhan conoció a Erik en el 1850 cuando ella huyó de Irlanda y vino a América. Erik -un vikingo inmortal, maldito- también había llegado recientemente, cuando su engaño de hacerse pasar por un ángel caído fue, finalmente, descubierto por el Vaticano. Aunque ella nunca se lo diría, Siobhan entendía muy bien por qué la estafa funcionó para él por tanto tiempo. Los rasgos perfectos de Erik y sus músculos firmes eran casi exactamente iguales a las imágenes de los seres celestiales que se ven en los vitrales de las parábolas. A diferencia de siglos de incautos, Siobhan sabía que las alas distaban de ser angelicales: eran la pesada consecuencia de una maldición lanzada hacía más de mil años.

Imaginándolo a él desnudándose lentamente en el vestuario, mientras se preparaba para su turno, ella contuvo otro suspiro.

Ni siquiera lo pienses. Erik está prohibido.

Era una regla tan antigua, que ella casi había olvidado por qué la habían creado.

Casi. Todo lo que hacía falta era verse en el espejo para recordar. Se detuvo frente al cartel reflejante de la Casa de los Espejos, pensando cuidadosamente. Ella era pequeña, pero no tan cómicamente pequeña como los leprechones de las historias. Su pálida piel se volvía rápidamente rojiza en el sol y estaba cubierta de pequeñas pecas castaño rojizo. Era delgada, pero fuerte, y se esmeraba todos los días para asegurarse de que sus largos rizos rojos estuviesen perfectamente peinados. En realidad, no se veía mal. Steve no había tenido ninguna queja sobre su rostro.

Eran los malditos cuernos.

Siobhan sacudió la cabeza, trayéndose de vuelta al presente. Generalmente, éste era su momento favorito en el parque: la hora antes de abrir, cuando todas las atracciones chirriaban lentamente cobrando vida como enormes criaturas estirándose, mientras despertaban con engranajes rechinantes y luces centelleantes. Las hordas de niños gritando y padres aburridos todavía no habían llegado y el sol de la mañana, brillando de posibilidades, destellaba sobre las decoraciones de invierno.

Caminó alrededor de una manada de muñecos de nieve con ojos espeluznantemente realistas y de la estatua de treinta pies de altura de Percy el Pingüino, la mascota del parque, con su lenta cabeza giratoria y saludando con el ala. Se dijo -nuevamente- que la estatua era encantadora, no espeluznante. Siobhan nunca había entendido por qué la familia Smitheen, con su abundante riqueza, había decidido que un parque de atracciones temático de invierno era algo que el mundo necesitaba. Pero, ella no podía negar que tenía debilidad por ese lugar cada vez más en decadencia.

El sólo hecho de estar en el parque la ayudaba a desenredar uno de los dolorosos nudos en su pecho. Aquí ella tenía un propósito, algo que le quitaba la mente de Steve y Erik, y del desastre que era su vida personal. Siobhan encendió el aire acondicionado en su oficina y respiró hondo, mientras el frío le daba la bienvenida. La oficina era funcional y simple; el único toque personal era una pequeña pintura de San Patricio que nadie necesitaba saber que era un original del siglo 18.

Como directora financiera del Winter Wondernasium, Siobhan era responsable de las finanzas del parque: desde los inservibles juegos que dan premios en la sala de juegos, de las aún peores mercancías en la tienda de regalos, hasta las recaudaciones nocturnas del sorprendentemente lujoso bar, el Ice Palace. Su jornada laboral consistía en horas de cálculos y duras decisiones que hubiesen mantenido a una persona menos capaz babeando de sueño por el aburrimiento o corriendo en círculos a causa pánico.

Siobhan no lo cambiaría por nada.

Luego de nueve gloriosas horas de cálculos, reuniones y una llamada en conferencia que terminó con Siobhan suponiendo que la madre del gerente del banco era propensa a aparearse con yetis, finalmente terminó.

Siobhan sonrió al parque lleno a reventar, mientras salía del edificio de oficinas. Ya había atardecido y todo Wondernasium estaba encendido con cientos de luces blancas resplandecientes, brillaban por doquier como libélulas. Aún después de haber trabajado en el parque por dos años, la vista todavía se las arreglaba para quitarle el aliento.

“¡Oye, muchachita!”, llamó una voz grave con un pobre acento irlandés, “¡Mantente alejada de mi olla de oro!”. El dueño de la voz se rio, con una grave y contagiosa risa que sacudió su gran cuerpo e hizo que su cabello negro, que le llegaba hasta los hombros, se sacudiera. Como siempre, la voz de Erik hacia saltar el estómago de Siobhan que luego brincaba hasta el medio de sus piernas. Y, como siempre, Siobhan lo ignoraba.

“Guau, Erik, ese es sin lugar a dudas el peor acento que he escuchado”, Siobhan sintió una amplia sonrisa crecer en su cara. No había nada como su mejor amigo para animarla.

“¿Qué? ¡He estado todo el día perfeccionándolo!” La cara de Erik se contorsionó con falsa indignación y su gabardina, que era demasiado grande, ondulaba en el viento. "¡Sólo intento congeniar con mi leprechaun favorita! ”

Únicamente el botón superior de su abrigo estaba abrochado, lo cual le permitía al resto de la gabardina agitarse libremente y revelar el cuerpo, digno de babear, apenas cubierto por su ajustada camiseta. Siobhan intentó ignorarlo, pero Erik era verdaderamente hermoso de mirar. Su pecho era fuerte y esbelto, y se estrechaba en una perfecta “V” para encontrar sus exquisitamente curvos huesos de la cadera.

“Que excelente uso del tiempo de la compañía”, Siobhan redujo su voz a un susurro, “y sabes que no debes usar la palabra que empieza con 'L' en el trabajo”. Puso los ojos en blanco. Siempre era así con Erik: sus conversaciones eran cómodas e íntimas, pero su mente siempre estaba a un suspiro de empezar a fantasear acerca de pasar su lengua por el fuerte contorno de su mentón.

“Era eso o resolver la hambruna mundial”, dijo Erik con una sonrisa lobuna. Esa familiar curvatura de sus labios siempre hacía bailar su libido, un baile feliz. Pero, años de práctica ayudaron a Siobhan a no darle importancia. “Hay un límite de lo que puedo hacer en un traje de pingüino gigante con niños pateándome las espinillas”. La cara de Erik se puso seria de repente. “Vi tu mensaje de texto sobre Steve. Lo siento no pude ir a verte esta mañana. ¿Cómo lo llevas?”

Siobhan miró a los alrededores, consciente de la multitud de trabajadores y extraños pululando por el parque. Después de alejar pensamientos de Steve todo el día, la compasión en los ojos azul oscuro de Erik hizo que vinieran a ella todo el dolor y la indignación como una multitud de carritos chocones.

“Pienso que debemos ir a tu oficina", dijo ella. "No existe forma de tener esta conversación sin usar lenguaje que los pequeños no deben oír”.

Erik le ofreció su brazo como todo un caballero en una película a blanco y negro. “Por aquí, jovenzuela”, dijo él con su adorable sonrisa.

Riendo, Siobhan tomó su brazo y caminó con él hacia la gran Noria cerca de la parte trasera del parque. Sólo Erik podía llamarla ''jovenzuela'' y salirse con la suya. Con 1200 años y algo más, él era uno de los únicos seres que ella conocía más viejos que sus 700 y pico de años.

Stan, el tipo alegre que manejaba la Noria, les asintió con familiaridad. Estaba acostumbrado a su hábito de ocupar una cabina por horas. Era el único lugar, tal vez aparte de su bar favorito, AUDREY'S, donde ellos podían hablar libre y privadamente, sin tener que esconder sus verdaderas naturalezas.

Erik y Siobhan ocuparon la banca de su cabina, sentándose tan cerca en el reducido espacio que sus muslos se presionaban. Pequeñas chispas de electricidad recorrían cada nervio de Siobhan cada vez que sentía el calor de su piel a través de los pantalones.

Mientras la gigantesca rueda quejumbrosa los levantaba del suelo, Erik tomó las manos de Siobhan suavemente y la miró fijamente a los ojos. Los ojos de él, eran de un azul que hacía el panorama helado, estridentemente pintado, al borde del parque lucir opaco en comparación.

“Este es el inicio de algo especial”. Él lamió sus gruesos labios e incrementó la intensidad de su mirar. Siobhan sintió su aliento. Su lengua pasando por sus labios envió escalofríos profundos a su estómago. “¡Finalmente vamos a hacer salto de base!”

“¡Aléjate de mí, baboso!” exclamó Siobhan, halando su mano y sonrojándose, mientras se reía. “Pensé que ese era el plan para tu próxima ruptura, no para la mía”. Se acomodó en el pequeño espacio, rozando su pierna contra las musculosas piernas de Erik, manteniendo su expresión cuidadosamente neutral, mientras su saltante libido bailaba bajo su piel. “Veamos. Hasta ahora hemos hecho paracaidismo, salto bungee, nado con tiburones y paravelismo”. Ella se contó los dedos con cada actividad. “¡Ah y salto desde acantilados!”, sonrió ante el recuerdo. “¿Dice algo horrible acerca de nosotros que cada vez que pasamos por una ruptura, hacemos actividades que atentan contra la vida?”

“¿Qué amenazan la vida? ¡Ha!”, Erik le dio a Siobhan una sonrisa engreída que bamboleó el seductor hoyuelo en su barbilla. “Sabes tan bien como yo que la bruja que me maldijo no me dejaría terminar mi castigo con algo tan simple como la muerte. Amigos y enemigos han intentado asesinarme en todas las formas que puedas pensar”, alzó una ceja casi hasta donde empieza su cabello. “Ninguna funcionó”.

Siobhan se acercó y pasó un dedo por la ceja de Erik, presionándola hasta que volvió a su posición normal. Una expresión extraña apareció en sus ojos, mientras sus dedos rozaban su cara, pero Siobhan lo ignoró.

“Está bien, Vikingo, cálmate. No quiero verte sobrexcitado y saqueando el área de comida”.

Erik se movió en el duro banco de la Noria hasta estar frente a ella con su pícara sonrisa creciente. Con un suave agarre, sus dedos rodearon la muñeca derecha de Siobhan y la colocaron delicadamente sobre su cabeza, contra el marco metálico de la cabina verde desteñida. Él alzó su ceja más alto que la vez anterior en un acto de rebeldía.

“Hoy hicieron pudín de chocolate. El saqueo es casi un hecho en este momento”, puso su voz en un tono grave y ronco.

Siobhan puso sus ojos en blanco y usó su mano libre para nuevamente empujar hacia abajo la ceja de Erik, sintiendo un cosquilleo por todo su brazo mientras sus dedos tocaban su piel.