Su hijo, un niño autodeterminado - Jesper Juul - E-Book

Su hijo, un niño autodeterminado E-Book

Jesper Juul

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Su hijo, un niño autodeterminado es el último libro de Jesper Juul. Reúne las respuestas del autor a más de 30 preguntas específicas formuladas por padres preocupados. Hay niños que, desde su nacimiento, insisten en su derecho a la autodeterminación. Son niños con aspiraciones de dependencia que van mucho más allá de lo habitual, y que reclaman el derecho a tomar sus propias decisiones. Son los denominados niños autónomos o autodeterminados. Los padres de estos niños dudan a menudo del valor de sus cuidados. Es habitual que se sientan abrumados por la férrea voluntad de sus hijos para decidir sus propios intereses. En definitiva, satisfacer las necesidades especiales de estos niños supone todo un desafío para sus padres. En este libro, el renombrado terapeuta familiar Jesper Juul aboga por la cooperación abierta y auténtica en lugar de las luchas de poder, la manipulación o incluso la rendición. Acompaña a estos padres que desean comprender mejor a estos niños y guiarlos por la vida.

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JESPER JUUL

Su hijo, un niñoautodeterminado

Asesoramiento para padres conhijos autónomos desdeuna edad temprana

Edición a cargo de Mathias Voelchert

con la colaboración de Knut Krüger

Traducción deMaría Luisa Vea Soriano

Herder

Título original: Dein selbst bestimmtes Kind:Unterstützung für Eltern, deren Kinder früh nach Autonomie streben

Traducción: María Luisa Vea Soriano

Diseño de portada: Gabriel Nunes

Edición digital: José Toribio Barba

© 2020, Kösel Verlag, Múnich

© 2021, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN digital: 978-84-254-4679-5

1.ª edición digital, 2021

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).

Herder

www.herdereditorial.com

Índice

PRÓLOGO

¿QUÉ ES UN NIÑO AUTODETERMINADO?

¿En qué casos no estamos ante un niño autodeterminado?

¿Cómo debería comportarme con un hijo autónomo?

Mensajes significativos

Los niños autónomos y sus hermanos

Orientación para profesionales

Comunicar en lugar de diagnosticar

Cartas a Jesper Juul

¿Niño con temperamento o niño autodeterminado?

Cuando los padres dudan de sí mismos

La incomprensión de los familiares

¿Por qué mi hijo grita tanto?

Libertad para elegir y libertad para decidir

Una niña autónoma elige su propio camino

Cuando tu hija es un enigma

No pienso decir nada, mamá

¿Hay que ser estrictos o flexibles?

¿Los niños autónomos son más inteligentes?

La vida en una familia autodeterminada

¿Por qué mi hijo es agresivo?

Cómo pueden aprender unos padres de otros

La muerte de un hermano gemelo

Una madre con sentimientos de culpabilidad

¿Hay que evitar que los niños se frustren?

Una niña acogida llena de rabia

Luces y sombras

Aceptación en lugar de rigidez

El arte del compromiso

El dilema de una madre joven

¿Es hereditario el afán de autonomía?

¿Qué necesidades son más importantes?

¿Cómo se lo digo a sus profesores?

¿Acaso no son todos los niños así?

Hora de poner fin a la lucha por el poder

¿Cómo explicar a los niños que hay cosas que es imprescindible hacer?

¿Cómo son los niños autónomos de adultos?

Otra forma de expresar amor

Dos adultos contra un niño

Los mejores padres del mundo

NECROLÓGICA

BIBLIOGRAFÍA

Prólogo

En primer lugar, me gustaría expresar mi agradecimiento a todos los padres que nos han escrito. Si ellos no hubieran tenido el valor de confiarnos sus observaciones y experiencias, sus preocupaciones y dificultades, este libro no existiría.

Todas sus cartas hablan de niños con aspiraciones de independencia y autonomía que parecen ir mucho más allá de lo habitual, niños con voluntad tan grande de adoptar su propia posición y tomar sus propias decisiones que muchas veces abruma a sus padres.

Durante muchos años, Jesper Juul dudó sobre hablar y escribir acerca de este tipo de niños, pero finalmente se decidió a hacerlo, en parte, para animar a los padres exhaustos y a menudo desesperados a aceptar a sus hijos tal y como son, y en parte, para ahorrarles a los niños tener que recibir un «diagnóstico» oficial impuesto desde fuera que no les haría justicia.

El mensaje más importante que Jesper Juul me transmitió siempre, desde que empezamos a colaborar en 2006, es el siguiente: «El niño es. Punto».

Esta postura nos permite partir de una posición más relajada y, más allá de esto, nos da la seguridad de que no somos los padres los que tenemos que modelar a nuestros hijos, sino que todo lo esencial ya está en ellos, y nosotros tan solo tenemos que ocuparnos de que sus talentos puedan desarrollarse libremente y de no perder la alegría de estar con ellos.

Si añadimos a esto un acompañamiento empático y una guía parental afectuosa, ¿por qué nos iba a ir mal?

Jesper Juul y yo trabajamos juntos en este libro a lo largo de tres años y, a pesar de su grave enfermedad, —padecía mielitis transversa, una enfermedad autoinmune que le paralizaba del pecho hacia abajo y limitaba considerablemente su capacidad de trabajo—, siempre se esforzó por responder con la mayor precisión posible a las cartas de los padres. Sus respuestas, en parte breves, pero siempre esclarecedoras y constructivas, condensan la experiencia adquirida durante décadas en su trabajo como terapeuta familiar.

El libro se terminó, pero Jesper Juul murió inmediatamente después de la finalización del manuscrito y no llegó a verlo publicado.

Algo que personalmente me conmovió durante los últimos meses de nuestra colaboración es que la pregunta «¿Es mi hijo un niño autónomo o no?», tan a menudo planteada, perdía cada vez más importancia, al tiempo que se manifestaba más y más claramente el deseo de los padres de entrar en contacto con sus hijos sin transmitirles la sensación de que algo anda mal con ellos.

El deseo de autodeterminación es inherente a nosotros desde que nacemos, unos lo tenemos más y otros, menos. Es el deseo de poder desarrollar los propios talentos, participar como persona y ser apoyado por los demás.

Las descripciones multifacéticas de los niños contenidas en este libro son una muestra de la enorme diversidad con la que todos nacemos y que, por fin, puede experimentarse cada vez más, tanto en casa de los padres como en la guardería y en la escuela.

Les deseo que obtengan el mayor provecho posible de las muchas cartas escritas por los padres y de las respuestas de Jesper Juul, concisas y claras, de las que sigo aprendiendo hoy en día.

Espero que estas ideas puedan ayudarles en la tarea de ser padres.

MATHIAS VOELCHERTFundador y director defamilylab.de - el taller de familias

¿Qué es un niño autodeterminado?

Un niño autodeterminado o autónomo es un niño que desde su nacimiento insiste en su derecho a la autodeterminación, haciendo dudar a sus padres de su amor y del valor de sus cuidados.

Los niños autónomos reclaman el derecho a decidir sobre sus propios intereses y a tomar sus propias decisiones. Rara vez parecen dudar de lo que es bueno o malo para ellos, pero no tienen la capacidad de discernir ni la experiencia de una persona adulta. Los niños autodeterminados no necesitan libertad de elección, sino el derecho a poder decir «no» a las proposiciones y exigencias de sus padres. Los niños autodeterminados no quieren mandar sobre sus familias o sus padres, sino que luchan por el derecho a tomar sus propias decisiones y no se dejan manipular mediante castigos y recompensas.

Más adelante volveré a referirme a estas cuestiones, pero antes me gustaría repasar las experiencias de los padres y las madres con sus hijos recién nacidos:

A menudo, las madres que ya han dado a luz a otros hijos notan durante los últimos dos o tres meses de embarazo que ese niño es diferente. Aunque se trata de una sensación inequívoca, es difícil expresarla con palabras. A las primerizas, a veces, les llama la atención que su experiencia con el embarazo sea diferente a la del resto de mujeres, y solo cuando semanas, meses o años después alguien define a su hijo como autodeterminado o autónomo son plenamente conscientes de ello.Los niños autónomos nacen casi siempre con un cuerpo muy «terminado» y con una expresión facial «madura». A menudo, los padres describen cómo su hijo los miró directamente a los ojos al nacer. Estos bebés tienen un cuerpo firme, con músculos definidos y sin la redondez del recién nacido. Sus habilidades psicomotoras suelen estar por delante de las de los niños de su misma edad en los primeros 18 a 20 meses de vida. Su comportamiento es desde el principio muy especial. Algunos no quieren tener mucho contacto corporal, no les interesan los mimos y los achuchones, a pesar de que los padres los disfrutemos tanto y sepamos que los bebés los necesitan. Suelen ser reservados con las personas adultas que no conocen y rechazan sistemáticamente sus intentos de establecer contacto. Esto ocurre especialmente con las mujeres de la familia que tienen una forma particularmente intrusiva y ruidosa de tomar contacto y que tienden a no aceptar tampoco los límites personales de los otros niños.

Con los niños autónomos hay que dejar un metro de distancia y esperar hasta establecer contacto visual con ellos. Después podemos alargar los brazos y decirles: «Me encantaría cogerte en brazos. ¿Me dejas?» Naturalmente, si el niño responde apartando la mirada, debemos respetarlo. Este comportamiento suele molestar a las tías y abuelas muy niñeras y esto puede conducir en ocasiones a algún que otro problema entre los adultos.

¿En qué casos no estamos ante un niño autodeterminado?

Durante los últimos años no han faltado historias de terror provenientes de abuelos, guarderías y escuelas que hablan de niños que tiranizan a sus padres y a todo el que tienen a su alcance, niños que siempre son el foco de atención y a los que hay que atender continuamente. A menudo se describe a estos niños como «pequeños tiranos» y como totalmente «insoportables». Sus propios padres acaban hartándose de ellos y los niños de su edad los evitan.

Pero estos no son niños autónomos, sino desatendidos, y su comportamiento tiránico tiene su origen en unos padres que, de buena fe, intentaron satisfacer todas sus necesidades y deseos, pero no fueron conscientes de la diferencia entre las necesidades básicas y los caprichos. Si los padres no son capaces de cambiar esta situación, los hijos desarrollan rápidamente rasgos narcisistas o incluso trastornos de la personalidad en toda regla.

Cuanto más tiempo se descuide y se dé la espalda a los niños, más solos y frustrados se sentirán, y por más que los demás intenten contentarlos, no lo lograrán. Estos niños exigen lo imposible a todo su entorno, mientras que los niños autónomos tan solo suponen un desafío para sus padres.

En cierto modo, los niños desatendidos, al igual que, en ocasiones, los niños autónomos, son una molestia para los adultos de fuera de su familia y despiertan en ellos aún menos empatía y simpatía que estos últimos. Esto no debe hacernos olvidar que estos niños son profundamente infelices y necesitan el contacto con padres, abuelos y educadores capaces de decir «no» a sus peticiones y exigencias sin por ello darles la espalda. (Sobre este tema pueden leer mi libro Decir no, por amor).

A medida que se ha ido liberando gradualmente a los niños de la obligación de ser siempre dulces, amables y equilibrados, estos han puesto al descubierto el doble juego moral y la falta de coherencia de los adultos. Un doble juego que practicaron, por ejemplo, los maestros, que exigían respeto y silencio, pero no eran capaces de tratar de este mismo modo a sus alumnos. Cuando los niños se mostraban rebeldes o resabidos, acusaban a los padres de no imponer suficiente disciplina a sus hijos y de ser poco estrictos con su educación.

Pero acusar a los padres de falta de rectitud o quejarse de que a los maestros ya no se les permite ser duros (o sea, aplicar ciertos castigos) significa que no se ha entendido el problema.

Si esperamos que los niños muestren confianza y respeto a la autoridad de los adultos, es necesario que los padres sean coherentes, es decir, que su comportamiento se corresponda con sus valores.

La mayoría de los niños «descarados» o maleducados no son niños autónomos ni desatendidos, pero es necesario que los padres se comprometan a construir una relación dinámica y respetuosa con ellos.

A medida que este fenómeno se ha ido extendiendo, ha ido desapareciendo una antigua categoría: el trastorno oposicionista desafiante, que está muy lejos de ser un trastorno de la personalidad. Este comportamiento solo se manifiesta en niños y jóvenes (a veces incluso en adultos) que tienen que participar en una relación sobre cuya cualidad el adulto no es capaz de responsabilizarse. A menudo, se trata de padres que son excesivamente autoritarios o mortificadores/ofensivos o excesivamente blandos. Se trata, por tanto, de una oposición bien fundada a una autoridad insuficiente.

Esta conducta, generalmente defensiva, puede desarrollarse a la edad de entre 2 y 3 años en las relaciones con padres que aún se aferran al mito de «los terribles dos años».

Los niños autodeterminados no tienen una sensibilidad muy acentuada, más bien suelen parecer fuertes, aunque también pueden ser vulnerables, histéricos o sensibles. Mientras sus padres no respeten sus límites y no acepten su necesidad de autodeterminación, los niños no pueden relacionarse de otro modo con ellos.

¿Cómo debería comportarme con un hijo autónomo?

«Me siento como la peor madre del mundo». Esto es lo primero que me dijo una madre en una sesión familiar. «Tenemos tres hijas más y, aparte de los problemas y conflictos normales, tenemos buena relación con ellas. Pero, desde que nació, Katharina siempre ha rechazado todo lo que yo concibo como cuidados necesarios y muestras de amor. A pesar de nuestros años de experiencia con la crianza, ya no nos quedan fuerzas y nos sentimos completamente desorientados. ¡Ayúdenos, por favor!».

La madre sintetizó en estas pocas frases lo difícil que resulta querer a un niño autónomo y hacerse responsable de él. A esta importante dimensión emocional y existencial se añaden otros aspectos sociales y morales. ¿Estoy descuidando a mi hija cuando dejo de ofrecerle lo que ella siempre ha rechazado? ¿Puede que tengan razón nuestros amigos y familiares cuando dicen que somos demasiado transigentes?

Esta madre se refería a cosas muy concretas:

Cepillar la melena larga y abundante de su hija.Conseguir que se acostara a una hora razonable.Asegurarse de que se vistiera de manera apropiada según el tiempo.Sentarse juntas en el sofá.Ocuparse de que comiera suficiente.

La niña no quería saber nada de todo esto, todos los intentos para motivarla y todas las consecuencias negativas le resbalaban, pero la madre volvía a intentarlo una y otra vez, porque, de lo contrario, se hubiera sentido como una mala madre que abandona a su hija o que se deja tiranizar por ella. Aguantó así ocho años, pero ya no podía más. El intento de trasladar al padre la responsabilidad de la educación tuvo el mismo mal resultado.

Otros padres tienen que renunciar a cosas similares, ya sean los rituales de buenas noches, la comida o el contacto físico. Pero, según mi experiencia y la de muchas familias, si se quiere proteger la confianza de los padres en sí mismos y la autoestima de los hijos, no hay otra salida. El primer paso consiste en disponer un «bufé» con todos los «alimentos» espirituales y psicológicos que se puedan ofrecer.

¿Por qué? Porque esto da al niño la libertad de decidir sobre el qué y el cuándo y le ahorra el sufrimiento de tener que rechazar a un adulto al que quiere. Los niños autodeterminados tienen exactamente las mismas necesidades que los otros niños, pero tienen que poder decidir por sí mismos cuándo, en qué lugar y cuánta «comida» toman.

¿Cómo? Simplemente hay que enumerar lo que hay disponible —por email, por Snapchat o mediante un dibujo— y decir a su hijo que puede elegir a su gusto de entre esta oferta, en una hora, mañana, en tres semanas o en medio año.

A los padres no debe preocuparles que el niño abuse del ofrecimiento. Los niños autónomos tienen una intuición muy aguda y mucho respeto por los límites de los demás. Tenga cuidado con la palabra «apetecer» («Coge lo que te apetezca»). Esto sirve en principio para todos los niños, pero en este caso es especialmente importante hablar de «querer» («Coge lo que quieras»).

Esto se corresponde con la necesidad de autodeterminación del niño, que no es lo mismo que guiarse por el principio del placer. De este modo se muestra empatía, en lugar de parecer demasiado condescendiente o flexible. En vez de ofrecer un servicio, se crea una relación de igualdad en la dignidad.

Y ahora viene lo más difícil: ¡Dígalo una sola vez y no vuelva a repetirlo nunca más! Porque cada repetición da a entender que usted desconfía de la memoria de su hijo o de su voluntad de colaboración o que quiere calmar sus propios sentimientos de culpa, con lo que su oferta pierde credibilidad.

Cuando su hijo consiente de mala gana y pide ayuda o cuidados, es importante que usted, como adulto, sea consciente de sus propios límites. Está bien decir «Muy bien, cariño, pero hasta esta noche no puedo. Espero que puedas esperar». Tenga en cuenta que los niños autónomos tienen un gran olfato para las contradicciones y la falta de autenticidad. Por eso, el bufé no debe abrirse hasta que esto tenga sentido para los padres y no sea solo una nueva estrategia o método educativo.

Según mi experiencia, hay dos cosas que suceden inmediatamente después y que contribuyen a relajar la relación: los padres se liberan de parte de su mala conciencia y el niño abandona en parte su actitud defensiva, lo cual permite que ambos se encuentren a mitad de camino sin que sea necesario cerrar un compromiso dudoso.

Por consiguiente, se trata de ser fiable y atento, tal y como muestra el siguiente diálogo:

HIJO: Papá, ¿vendrás luego a acostarme?

PADRE: Claro. ¿A qué hora crees que estaría bien?

HIJO: Sobre las nueve.

PADRE: Uf, a las nueve no puedo. Tengo que hablar con Thomas. ¿Puede ser a otra hora?

HIJO: Vale, pues entonces a las ocho y media, ¡pero antes no, papá!

PADRE: A los ocho y media es perfecto. Me alegro.

Fíjese en que el padre no da ninguna orden y así crea una situación en la que se respeta la dignidad de ambos.

Veamos otro ejemplo:

HIJA: Papá, ¿vendrás luego a acostarme?

PADRE: Claro. ¿A qué hora crees que estaría bien?

HIJA: Sobre las nueve.

PADRE: Es muy tarde para mí. A partir de las nueve solo me toca estar contigo si estás malita, de lo contrario, es un tiempo para los adultos.

HIJA: Vale, entonces me iré sola a la cama. Pero ¿puedes leerme algo a las ocho y media?

PADRE: Claro, encantado.

En este caso el padre se ocupa también de establecer una relación de igualdad, exponiendo sus propios límites, en lugar de ponerle límites a su hija. La niña tiene siete años y sabe perfectamente que sus padres piensan que se acuesta muy tarde. Esto es algo que le dejaron muy claro cuando tenía cinco años y no necesitan repetírselo cada noche. Si lo hicieran, estarían dándole a entender de algún modo que es «corta de mollera».

Un niño autónomo no debe controlar a la familia y tampoco tiene interés en hacerlo. Si esto ocurre es porque los padres se dejan controlar, por ejemplo, por miedo al conflicto. Si esto ocurriera, los padres deberían tomar conciencia de su papel de guías, en lugar de actuar como si su hijo fuera un monstruo sediento de poder.

Tenga cuidado. Para la relación entre padres e hijos resulta peligroso presentarse como el que lo sabe todo. Esto puede decirse de cualquier relación entre niños, jóvenes y adultos, pero, en la relación con los niños autónomos, a los padres les cuesta no hacer de sabelotodo, dado que estos niños toman a menudo decisiones poco inteligentes y no basadas en la experiencia. Por lo general, los padres saben más, y eso es bueno. Con los niños autónomos, los padres deben servir en el bufé eso que ellos «saben mejor» junto a todo el resto de ricas ofertas.

También debe usted tener cuidado con los intentos de convencer y motivar al niño, a no ser que esto le haya funcionado bien otras veces. En realidad, ambas cosas son una mala costumbre o muestra de una mala organización en la relación con otras personas. En la relación con los niños y jóvenes autodeterminados se trata, sobre todo, de que el adulto tome nota del «no» del niño, reaccione a ello de manera personal y se interese sinceramente por el motivo. Solo cuando la expresión facial y corporal del niño se haya relajado, podemos intentar conseguir que nos invite a defender nuestra postura. Veamos un ejemplo:

MADRE: Creo que deberías arreglar un poco tu habitación antes de irte a dormir.

HIJO: No quiero.

MADRE: Me molesta un poco que tengas la habitación tan desordenada. ¿Puedes decirme por qué no quieres?

HIJO: Porque no me apetece.

MADRE: ¿Y qué propones?

HIJO: ¡Si no me apetece, no me apetece!

MADRE: ¿Puedo defender un poco mi propuesta o me espero a hacerlo más tarde?

HIJO: Espérate.

MADRE: De acuerdo. Pero hoy mismo volveremos a hablar sobre esto. No voy a esperar más.

HIJO: ¡Hum!... Vale.

Si el niño se hubiera mostrado enseguida de acuerdo, la madre podría haber dicho lo siguiente:

MADRE: Yo soy como soy y me molesta muchísimo que esté tan desordenado, tanto si es tu habitación como si es el armario de papá o el cuarto de las bicis. No quiero mandar sobre vosotros, pero me gustaría que tuvierais en cuenta mi forma de ser. ¿Puedes ponerte en mi lugar?

HIJO: Hum, no, porque yo soy muy diferente.

MADRE: De acuerdo, pues entonces simplemente procura acordarte.

Los niños solo pueden desarrollar su empatía y responsabilidad frente a los demás y tener en cuenta los sentimientos de los adultos cuando saben lo que nos ocurre. Cuando damos órdenes y discursos sobre lo que es bueno para ellos, les estamos negando la posibilidad de entendernos.

Mensajes significativos