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Este hito histórico de la filología clásica, la traducción íntegra de los Tratados hipocráticos, es una ocasión única no sólo para los interesados en el nacimiento y la evolución de la ciencia médica, sino para cualquier amante de la cultura griega. El Corpus Hippocraticum es un conjunto de más de cincuenta tratados médicos de enorme importancia, pues constituyen los textos fundacionales de la ciencia médica europea y forman la primera biblioteca científica de Occidente. Casi todos se remontan a finales del siglo V y comienzos del IV a.C., la época en que vivieron Hipócrates y sus discípulos directos. No sabemos cuántos de estos escritos son del "Padre de la Medicina", pero todos muestran una orientación coherente e ilustrada, racional y profesional, que bien puede deberse al maestro de Cos. Más importante que la debatida cuestión de la autoría es comprender el alcance de esta medicina, su empeño humanitario y su afán metódico. Este corpus resulta esencial no sólo para la historia de la ciencia médica, sino para el conocimiento cabal de la cultura griega. Éste es el primer intento de verter al castellano todos estos tratados, y se ha hecho con el mayor rigor filológico: se ha partido de las ediciones más recientes y contrastadas de los textos griegos, se han anotado las versiones a fin de aclarar cualquier dificultad científica o lingüística y se han añadido introducciones a cada uno de los tratados, con lo cual se incorpora una explicación pormenorizada a la Introducción General, que sitúa el conjunto de los escritos en su contexto histórico. El séptimo volumen de los Tratados hipocráticos incluye textos de cirugía: "Sobre las heridas de la cabeza", "Sobre el dispensario médico", "Sobre las fracturas", "Sobre las articulaciones", "Instrumentos de reducción", "Sobre las fístulas", "Sobre las hemorroides" y "Sobre las úlceras".
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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 175
Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .
Según las normas de la B. C. G., la traducciones de este volumen han sido revisada por FERNANDO GARCÍA ROMERO .
© EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1993.
www.editorialgredos.com
Las traducciones, introducciones y notas han sido llevadas a cabo por: M.a Dolores Lara (Sobre las heridas en la cabeza, Instrumentos de reducción, Sobre las fístulas, Sobre las hemorroides, Sobre las úlceras), Helena Torres (Sobre el dispensario médico, Sobre las fracturas, Sobre las articulaciones —sólo intr.—) y Beatriz Cabellos (Sobre las articulaciones —trad. y notas—).
REF. GEBO279
ISBN 9788424932084.
SOBRE LAS HERIDAS EN LA CABEZA
(Perì tôn en kephal i traumátōn)
INTRODUCCIÓN
El tratado Sobre las heridas en la cabeza (VC) forma parte del numeroso grupo de escritos del Corpus dedicados exclusiva o fundamentalmente a temas quirúrgicos. De este grupo, las obras Sobre las fracturas (Fract.) y Sobre las articulaciones (Art.), junto con la que aquí traducimos, se consideran los tres grandes tratados más antiguos, mientras que las demás, Instrumentos de reducción, El dispensario y Sobre la naturaleza de los huesos son colecciones de notas derivadas de los anteriores o simplemente resúmenes 1 . Comúnmente se acepta que Fract. y Art. forman una unidad y que, junto con Heridas en la cabeza, proceden de un mismo autor 2 . En la medida en que se admite que el mismo maestro de la Escuela de Cos escribió algunos tratados del Corpus, se acepta que el autor del nuestro es Hipócrates. Así se entendió desde antiguo y se puede decir que ningún otro escrito hipocrático ha atraído mayor atención: todos los comentaristas alejandrinos se ocuparon de él, figura ya en el léxico fragmentario de Baquio (s. iii a. C.), y está en las listas de Erotiano, gramático del s. i d. C. Y, aunque esto no sea garantía de autenticidad, nadie ha puesto en duda ni su antigüedad, ni su pertenencia a la Escuela de Cos 3 .
Las relaciones de Heridas en la cabeza con Fract. y Art. no consisten tan sólo en que tratan un tema quirúrgico, sino que se advierte en los tres una misma complejidad de pensamiento, un mismo talante reflexivo y una idéntica preocupación por unir las pruebas experimentales con las pruebas de la razón. Son los escritos menos especulativos de la Colección, los más precisos y exactos en sus explicaciones anatómicas, los más ceñidos a lo que puede verse y tocarse 4 .
Los escritos quirúrgicos han sido los más apreciados del Corpus Hippocraticum tanto por médicos como por filólogos y en especial Heridas en la cabeza es el tratado que más ha atraído la atención del médico en todos los tiempos. Galeno escribió un comentario del que no quedan más que unos fragmentos en Oribasio (XLVI 21), y desde Celso hasta Paulo Egineta todos cuantos han escrito sobre el tema han tenido este tratado ante su vista. En el Renacimiento interesó tanto a anatomistas como a cirujanos.
El objeto de la obra es la tipificación de los distintos modos de herirse la cabeza y da normas para su exploración, reconocimiento y diagnóstico. Contiene igualmente algunos pronósticos y el tratamiento que se debe seguir. Finaliza el tratado con unas normas prácticas sobre la operación de la trepanación, lo más destacable del escrito y por lo que ha merecido la atención tanto de anatomistas como de cirujanos, al igual que sus claras descripciones, especialmente de las suturas del cráneo. Sus apreciaciones de estas últimas son mucho más acertadas que las que posteriormente hizo Aristóteles en su Historia de los animales I 7, donde se nos dice que el hombre tiene tres suturas, que irradian de un centro, y que la mujer sólo tiene una, que va en círculo. Pero, si bien los puntos de vista hipocráticos sobre las suturas han sido los aceptados por todos los médicos antiguos, no sucede así con sus ideas sobre la trepanación. La doctrina de Heridas en la cabeza acerca de ésta, que ha dado muchos quebraderos de cabeza desde época posthipocrática en adelante, puede resumirse así: si el cráneo está contuso o tiene una fisura, hay que trapanar de una vez; sin embargo, una fractura abierta con depresión no requiere trepanación normalmente y es menos peligrosa; por decirlo en una palabra: «a un cráneo lesionado debería hacérsele un agujero si no lo tiene ya hecho». Los alejandrinos rechazaron esta doctrina, según colegimos de Celso:
Los antiguos —dice (dejando a Hipócrates piadosamente sin nombrar)— aconsejaban la operación inmediata, pero lo mejor es usar ungüentos y esperar a que aparezcan los síntomas.
Muchas vidas se hubieran salvado de haberse hecho una trepanación preventiva, como era la opinión de Hipócrates 5 .
Algunos casos clínicos presentados en el libro quinto de las Epidemias parece que puedan ponerse en relación con nuestro escrito, como si hubieran sido pensados para ilustrar este tratado. Allí se hace la trepanación a un herido con contusión en el cráneo y se le perfora a fondo, hasta el diplóe, tiene una hinchazón en la cara (erisipela, cf. VC 20) y se le purga; habiéndose observado las reglas dadas por este tratado, el enfermo se recupera (cf. Epid. V 16). En V 27, a un herido con fisura se le deja sin trepanar hasta que es demasiado tarde, y en V 28, una joven muere porque la trepanación fue insuficiente; tuvo espasmo en el lado opuesto al que recibió la herida (cf. VC 13).
Se explica el lugar destacado que ocupa la cirugía en la medicina griega antigua por el especial interés que, desde muy temprano, este pueblo tuvo por su cuerpo y por el conocimiento de su constitución física, así como por la naturaleza de las lesiones que sobre él pudieran recaer. Ello hizo que el hombre griego tuviera siempre un enorme respeto por los expertos en los métodos para curarlas. Sin embargo, este gran progreso de los conocimientos anatómicos y del tratamiento de las fracturas, superior al resto de los conocimientos médicos, guarda también relación con el contacto que los médicos de la costa jonia de Asia Menor tuvieron con la medicina egipcia y oriental. La comparación del Papiro «Edwin Smith», que contenía un antiquísimo libro de cirugía y medicina externa, con nuestro tratado pone de manifiesto una gran concordancia teórica y práctica entre ambos escritos. Los paralelismos conciernen tanto a la descripción y definición de diferentes casos como al diagnóstico. No así a la terapéutica quirúrgica en la que la medicina griega muestra su originalidad 6 .
El estilo de Heridas en la cabeza es excelente por su claridad en la descripción y por su lenguaje magistral, en el que asoma un intento por establecer una terminología técnica médica. De ello podría ser un ejemplo el uso de la palabra vulgar príon ‘sierra’ como término semitécnico para un instrumento quirúrgico bastante complicado. Hédra, brégma, diplóe son tres palabras griegas de la lengua común que adoptan significados tan peculiares que tienen que ser definidas más que traducidas. Concretamente es muy difícil ver qué relación guarda el término diplóe («doblez» en la lengua común) con el tejido que forma parte del hueso del cráneo. Probablemente es el prestigio de este escrito el que ha hecho que ese término haya prosperado y se haya conservado. Hédra, en cambio, no podría haberse salvado ni siquiera bajo la autoridad de Hipócrates y su cuidado en definirlo (cf. cap. 3).
Por otra parte, el afán de claridad y precisión lleva al autor a repeticiones de palabras y frases cuya necesidad no siempre es evidente. La obra manifiesta algunos rasgos retóricos, aunque menos artísticos que los de Fracturas y Articulaciones7 .
La composición del escrito podría definirse como muy simple: en torno a un hilo conductor (los traumatismos craneales) se expone una materia única, desarrollada por acumulación de los distintos aspectos que ofrece. No tiene un prólogo propiamente dicho, por más que su entrada en materia descriptiva hace las veces de introducción, presentando las distintas partes de la cabeza y toda una terminología que es la que se va a emplear a lo largo del escrito. Carece también de un epílogo que se suple con un largo capítulo con las normas sobre la trepanación.
A propósito de la historia de la transmisión de este tratado nos dice Littré (III, 175) que este texto ha padecido mucho en manos de los copistas y señala que su final es dudoso, no sólo porque no todos los manuscritos lo concluyen igual, sino porque parece que en la Antigüedad se le había añadido un apéndice cuya autenticidad ya ponía en duda Galeno. Igualmente, señala Littré, el comienzo del tratado se presta a incertidumbre ya que la traducción de Calvus (1525) presenta una veintena de líneas, a modo de prólogo, que no se encuentran en ningún otro traductor ni edición.
Los principales manuscritos para la fijación del texto que se traduce, editado por E. Th. Withington, Hippocrates III, Londres (L), 1928 (1968), págs. 2-51, son tres (B, M, V) de los siglos ix, xi y xii . La versión de Withington, que no ha sido revisada por ninguna otra posterior, es deudora tanto de la de E. Littré, Oeuvres complètes d’Hippocrate, París, 1841 (1961), vol. III, págs. 150-260, como de las posteriores de F. Z. Ermerins, Hippocratis et aliorum medicorum veterum reliquiae, 3 vols., Utrecht, 1859-1864, vol. I, págs. 369-394; J. E. Pétrequin, Chirurgie d’Hippocrate, París, 1877-1878, y H. Kühlewein, Die chirurgischen Schriften des Hippocrates, Leipzig, 1902.
Ma . DOLORES LARA NAVA
1 Las relaciones entre los distintos escritos quirúrgicos han sido estudiadas en profundidad por O. REGENBOGAN , Symbola Hippocratea, Berlín, 1914. Véase también la Introducción de E. T. WITHINGTON a su Hippocrates, III, Londres, 1928 (1968), págs. XXII-XXV.
2 Además de Regenbogen, mantiene esta opinión L. BOURGEY , Observation et expérience chez les médecins de la Collection Hippocratique, París, 1953, págs. 60-61, entre otros.
3 Si bien K. DEICHGRAEBER , en su estudio sobre la Escuela de Cos a partir de las Epidemias (Die Epidemien und das Corpus Hippocraticum, Berlín, 1933 (1975), pág. 171), no se ocupa directamente de VC junto al resto de los escritos quirúrgicos, habla de este tratado como perteneciente a la escuela y lo agrupa junto al Pronóstico y otros escritos coicos que pudieran ser fuente para las Prenociones de Cos.
4 Cf. P. LAÍN ENTRALGO , La medicina hipocrática, Madrid, 1970, págs. 344 y sigs.
5 Ver la Introducción de E. T. WITHINGTON , op. cit., págs. 2-5.
6 E. IVERSEN , «Wounds in the head in Egyptian and Hippocratic medicine», en Studia Orientalia I, págs. 163-171 (= Mélanges Pedersen, Copenhague, 1953). Posteriormente, M. D. GRMEK , «Ancienneté de la Chirurgie Hippocratique», en Actes du IVe Colloque international hippocratique (Lausana, 1981), Universidad de Lausana, 1983, pág. 289, negó que VC fuera tributario de la tradición médica egipcia. Para él lo que hay es una convergencia dictada por los hechos observados, dando por descartada toda dependencia histórica entre los dos textos médicos.
7 El tema es ampliamente desarrollado por J. KRÖMER , Quaestionum Hippocraticum capita duo, Greifswald, 1914, que fundamentalmente se interesó por el estilo de los tratados quirúrgicos.
SOBRE LAS HERIDAS EN LA CABEZA
Las cabezas de los hombres no son iguales unas a [1 ] otras ni las suturas de la cabeza de todos están dispuestas de la misma manera 1 , sino que el que tiene la cabeza prominente por delante —prominencia es la redondez del cráneo mismo que sobresale del resto— tiene las suturas en su cabeza dispuestas en forma de letra tau, T. En efecto, tiene dispuesta la línea más corta transversalmente en la base de la prominencia, mientras que la otra va a lo largo de la cabeza, por en medio, directamente hacia el cuello. El que tiene la prominencia de la cabeza por detrás presenta las suturas en la forma contraria al anterior. Así, la línea más corta nace transversal en la base de la prominencia, pero la más larga va longitudinalmente por en medio de la cabeza directamente hacia la frente. El que tiene la prominencia a un lado y otro de la cabeza, tanto por delante como por detrás, a ése las suturas le salen dispuestas en forma de letra eta,H . Las líneas largas están dispuestas transversalmente en la base de cada una de las dos prominencias y la corta va longitudinalmente por en medio de la cabeza terminando en cada línea larga 2 . El que no tiene prominencia alguna ni por un lado ni por otro, ése tiene las suturas de la cabeza en forma de letra ji, X. Las líneas están, una transversal dirigida hacia la sien y la otra longitudinal por en medio de la cabeza.
El hueso del cráneo es doble por la mitad de la cabeza y lo más duro y denso de éste son la parte superior por donde la superficie lisa del hueso está en contacto con la carne y la inferior en donde la superficie ósea está contigua a la membrana 3 . Retirándonos de las partes superior e inferior del hueso, desde las más duras y densas hacia la más blanda, menos densa y más esponjosa, llegamos directamente al diplóe. El diplóe es muy poroso, muy blando y especialmente esponjoso. Todo el hueso de la cabeza, salvo una muy pequeña parte de la tabla superior y de la inferior, es como una esponja y contiene muchas partículas carnosas, semejantes entre sí y llenas de humedad: si se las frota con los dedos puede salir sangre de ellas.
Hay también en el interior del hueso venitas finas y huecas llenas de sangre.
De forma que las cosas son así en cuanto a la dureza, [2 ] blandura y porosidad. En lo del grosor y la delgadez hay lo que sigue: de toda la cabeza, la parte más fina y débil del hueso es la de la zona del bregma 4 ; por esa parte de la cabeza el cráneo tiene en sí muy poca carne y muy fina, y es bajo ella donde se encuentra la mayor cantidad de cerebro. Y que esto es así (lo prueba) el que heridas y armas que son de igual tamaño y más pequeñas, y herido igual e incluso menos, el hueso de la cabeza por ahí se contusiona y se fractura más y se contusiona con depresión, y por ese sitio de la cabeza (las lesiones) son más mortales que por cualquier otro, más difíciles de curar y de escapar a la muerte. Y siendo las heridas iguales y habiendo sido herido igual e incluso menos, el hombre que tiene la herida en ese sitio de la cabeza muere —si es que de cualquier forma va a morir por la herida— en menos tiempo que el que la tiene en otro lugar. Porque es especialmente por el bregma por donde el cerebro acusa más rápidamente los daños que se reciben tanto en la carne como en el hueso, dado que el cerebro por ahí está bajo un hueso muy fino y con poquísima carne y la mayor cantidad de cerebro está bajo el bregma. De las demás, la parte más débil es la de las sienes: efectivamente, no sólo (ahí está) la unión de la mandíbula inferior con el cráneo, sino que también en la sien hay un movimiento arriba y abajo como el de una articulación. Además la audición se produce cerca suyo y una vena hueca y fuerte pasa a través de la sien.
Toda la parte de atrás del cráneo, detrás del vórtex y detrás de los oídos, es más fuerte que toda la parte de delante, y ese hueso tiene en sí mucha más carne y más espesa. Y que esto es así (lo prueba) el que tratándose de heridas y armas que son iguales, al que es herido igual e incluso más y de la misma manera por esa parte de la cabeza, el hueso se le fractura menos y sufre menos contusión con depresión y, si el individuo va a morir de todas formas por la herida, teniendo el golpe por la parte de atrás de la cabeza tarda más en morir. Es así porque el hueso tarda más en llenarse de pus y supurar hacia dentro, hacia el cerebro, por causa de su espesor y porque bajo esa parte de la cabeza hay menos cerebro; y con más frecuencia escapa a la muerte un mayor número de los que son heridos por la parte de atrás de la cabeza que de los que reciben la herida por delante. También en invierno el individuo vive más tiempo que en verano, si de cualquier forma va a morir por la herida, tenga donde tenga la herida en la cabeza.
[3 ] Las hedrae5 de armas puntiagudas ligeras, si se producen en el hueso ellas solas, sin fractura, contusión ni contusión con depresión —ésas se producen tanto en la parte de delante como en la de detrás—, por ellas no sobreviene la muerte, al menos no es el desenlace natural, ni siquiera si ésta se produce. Y si aparece una sutura en la herida, habiéndose denudado de carne el hueso, en cualquier sitio de la cabeza que ocurra, ésa es la parte más débil para resistirse al golpe y al dardo, si ocurriera que el arma se clavara en la sutura misma 6 ; pero de todas, la más débil es si el arma llega al bregma, o sea, a la parte más débil de la cabeza, así como también las suturas, si casualmente llegaran a estar cerca de la herida y el arma las alcanzara a ellas mismas.
El hueso que hay en la cabeza se hiere de los siguientes [4 ] modos —y de cada uno de los modos son numerosas las formas de fractura en la lesión—. El hueso golpeado se fractura y a la fractura, en el hueso que la rodea, forzosamente sigue contusión, si es que realmente hay fractura. En efecto, cualquier arma que realmente fracture el hueso, ella misma también lo contusiona más o menos y no sólo el sitio donde hace la fractura sino que también los huesos que rodean a la fractura. Ése es un modo 7 . Las formas de las fracturas son variadas; pues hay fracturas más bien finas y muy finas, tanto que no son visibles ni inmediatamente después del golpe ni en los días que podría ofrecerse al hombre ayuda a los sufrimientos y salvación de la muerte 8 . Otras fracturas son más gruesas y más anchas y algunas son muy anchas. Y de estas últimas unas son más largas y otras más cortas; y unas más bien rectas o muy rectas y otras más bien curvadas o curvas del todo. Y también algo profundas hacia el interior del hueso y atravesándolo de parte a parte 9 .
[5 ] El hueso se puede contusionar conservando su constitución natural 10 y a la contusión no se añadiría ninguna fractura en el hueso. Ése es un segundo modo. Las formas de la contusión son numerosas, pues hay mayor o menor contusión, y mayor en profundidad o atravesando el hueso de parte a parte, y menor en profundidad o sin atravesar el hueso del todo, y mayor o menor en anchura y extensión. De ninguna de estas formas es posible reconocer, explorando con la vista, cuál es su forma y cómo es de grande, ya que ni siquiera a la vista se le hace evidente si ha habido contusión o están contusos los huesos o se ha producido daño inmediatamente después de la herida, lo mismo que tampoco (son visibles), cuando se ha fracturado el hueso, algunas de las fracturas que están alejadas 11 .
El hueso se contusiona saliéndose de su ser natural [6 ] hacia dentro con fracturas —o de lo contrario no habría contusión con depresión—. En efecto, el hueso que está contuso con depresión y el que está roto o fracturado se contusionan con depresión hacia dentro separándose del resto del hueso que permanece en su ser natural y también, de esa manera, a la contusión con depresión se añadiría una fractura. Ése es un tercer modo. El hueso se contusiona con depresión de muchas formas, pues la extensión del hueso contuso puede ser mayor o menor, y se extiende más en profundidad hacia abajo o menos en profundidad y más superficialmente.
Y habiéndose producido una hedra de arma en el [7 ] cráneo, puede haber una fractura además de la hedra y entonces a la fractura forzosamente se le añade también una contusión mayor o menor, si es que exactamente se añade fractura, allí donde se hicieron la hedra y la fractura, en el hueso que comprende la hedra y la fractura. Ése es un cuarto modo. Y puede que la hedra presente contusión del hueso en torno a ella, pero que ni a ella ni a la contusión se les añada una fractura por causa del arma. [Ése es un quinto modo] 12 . —Una hedra de arma se produce en el cráneo; hedra se llama cuando, sin salirse el hueso de su ser natural, el arma clavada en el hueso deja una señal evidente en el lugar en que se clavó 13 —. Y en cada modo se dan muchas formas. De la contusión y la fractura, si es que ambas cosas se dan además de la hedra, y también aunque sólo esté la contusión, ya se ha dicho que se producen muchas formas, tanto de la contusión como de la fractura. La hedra ella por sí sola puede ser más larga o más corta, más curva, más recta o más circular y muchas otras formas que adopta este modo, tales como formas hay de las armas. Ellas (las hedras) también van más o menos hacia abajo en profundidad, o son más estrechas y menos estrechas, o más anchas y muy anchas donde ha habido una fisura. Una fisura, en cualquier sitio que se produzca, bien sea a lo largo o a lo ancho del hueso, es una hedra si los demás huesos que rodean al corte permanecen en su ser natural y si con la fisura no se contusionan saliéndose fuera de su ser. Así sería contusión con depresión y ya no hedra.
[8 ] El hueso recibe el daño en otra parte de la cabeza distinta a donde la persona tiene la herida y el cráneo se ha denudado de carne. Ése es un quinto modo 14 . A este accidente, siempre que ocurra, no podrías prestarle ninguna ayuda 15 . En efecto, si se ha sufrido este daño, ni siquiera hay medio de saber en la exploración si el individuo lo ha recibido, ni tampoco en qué parte de su cabeza ha sido.
De entre estos modos de herirse, están abocados a la [9 ] trepanación la contusión, tanto la que no es perceptible a la vista como la que de alguna manera llega a hacerse visible, y la fractura, tanto la imperceptible a la vista como la que es visible. Además, si habiéndose producido una hedra de arma en el cráneo se añaden fractura y contusión a la hedra, y también si además de la hedra sólo hay contusión y no fractura, igualmente el caso requiere trepanación. El hueso que se contusiona con depresión muy pocas veces necesita trepanación; los huesos cuanto más contusos con depresión y cuanto más fracturados tanto menos necesitan trepanación. Tampoco la hedra que se hace sola, sin fractura ni contusión, tampoco ella necesita trepanación y la fisura, si es larga y ancha, tampoco, porque en realidad fisura y hedra son una misma cosa.
En primer lugar, hay que examinar al herido observando [10 ] en qué sitio de la cabeza tiene el golpe, si es en las partes más fuertes o en las más débiles, y comprobar si los pelos en derredor de la herida están cortados por el arma y se han introducido en la herida; y en el caso de que sea así, hay que decir que existe el riesgo de que el hueso esté denudado de carne y haya recibido algún daño por parte del arma. De manera que una vez hecho el examen hay que pronunciarse, sin haber tocado al enfermo y, ya tocándolo, intentar conocer exactamente si el hueso se ha denudado de carne o no. Si el hueso es perceptible a la vista, está denudado; y si no, hay que explorar con la sonda; y si encuentras que el hueso está denudado de carne y no está sano por causa de la herida, primeramente hay que hacer el reconocimiento de lo que hay en el hueso tratando de ver cuán grande es el daño y qué operación requiere; también hay que preguntar al herido cómo se hizo la herida y de qué tipo fue. Y si no fuera perceptible si el hueso tiene algún daño o no lo tiene, mucho más aún hay que preguntarle, especialmente estando el hueso denudado de carne, cómo se hizo la herida y de qué tipo fue; pues las contusiones y las fracturas que no son visibles en el hueso pero están, primero hay que intentar diagnosticarlas, si el cráneo ha recibido o no alguna de ellas, por la respuesta del herido; luego también hay que probar con el razonamiento y la operación 16 , exceptuando el empleo de la sonda; en efecto, la sonda no comprueba si el hueso ha sufrido alguna de esas lesiones y ha quedado dañado, o si no las ha sufrido. Por el contrario, la sonda sí detecta una hedra de arma y también si el hueso se ha contusionado saliéndose de su posición natural y con depresión, así como si se ha fracturado violentamente, cosas éstas que, precisamente también perceptibles a los ojos, son posibles de reconocer con la vista.
[11 ] Se fractura el hueso y las fracturas son invisibles y visibles, y se contusiona con contusiones invisibles y lo hace saliéndose de su posición natural con depresión, principalmente cuando uno es herido por otro, queriendo éste deliberadamente herir o haciéndolo involuntariamente, cuando el objeto lanzado o el golpe dado, cualquiera de las dos cosas que sea, se produce desde un lugar alto más que cuando es desde el mismo nivel; también si uno sujeta firmemente el arma con la mano, tanto si la arroja como si golpea directamente, y si uno que es más fuerte hiere a uno más débil. De los que al caer se hieren cerca del hueso o incluso el hueso mismo, el que cae desde mucha altura y contra algo muy duro y sin filo tiene riesgo de tener en el cráneo fractura, contusión o contusión con depresión; en cambio al que cae desde un lugar con poco desnivel y sobre algo más bien blando eso le pasa menos a su cráneo o no le pasaría. De las armas que cayendo sobre la cabeza hieren cerca del hueso o el hueso mismo, la que cae desde una gran altura y no desde un mismo nivel, la que es muy dura y al mismo tiempo roma y muy pesada, nada ligera ni puntiaguda y blanda, ésa fracturaría el hueso y lo contusionaría.
Especialmente hay riesgo de que el cráneo haya sufrido esas (lesiones) cuando se den esas circunstancias y el golpe se haya dado en directo y el hueso esté perpendicular al arma, tanto si lo que golpea es agarrado directamente con la mano o es lanzado, como si algo cae sobre el herido o se golpea él solo al caer o se hiere de cualquier otra manera estando el hueso perpendicular al arma. Las armas que pasan rozando oblicuamente al hueso tienen menos posibilidad de fracturarlo, contusionarlo o hacerle una fractura contusa con depresión aunque el hueso esté denudado de carne, —y ni siquiera descarnan el hueso algunas lesiones de los que se han herido de esa manera—. De las armas, las que más fracturan el cráneo haciendo fracturas visibles y no visibles, lo contusionan o le causan contusión con depresión son las redondas, las de superficie lisa, las de filo limpio, las que no tienen filo, las pesadas y las duras; ésas contusionan la carne, la ponen fofa y la magullan, y las heridas que tales armas producen en la carne, vayan oblicuas o en círculo, son ligeramente cóncavas, más proclives a supurar, son húmedas y les lleva más tiempo mundificarse. En efecto, las carnes contusas y magulladas forzosamente se funden, haciéndose pus. De otra parte, las armas elongadas que van afinándose, puntiagudas y ligeras, lo que hacen es cortar la carne más que contusionarla, y el hueso lo mismo; en él hacen una hedra o una fisura —fisura y hedra son lo mismo—, pero las tales armas no contusionan el hueso ni lo fracturan ni lo contusionan con depresión.
Ahora bien, además del examen visual personal de lo que te pueda aparecer en el hueso, todas esas cosas hay que preguntarlas, pues ellas son signos de mayor o menor lesión, así como si el herido quedó semiinconsciente y se le hizo todo oscuro o si tuvo vértigo y cayó al suelo.
[12 ] Cuando casualmente ocurre que el hueso ha sido descarnado por el arma y la herida está en las suturas mismas, se hace difícil decir si hay o no hay en el hueso una hedra de arma, la cual en todo el resto del cráneo hubiera sido visible, y si por casualidad la hedra se ha producido en las suturas mismas. Y es que la sutura misma es engañosa al ser más rugosa que el resto del hueso, y en él no se ve claro qué es sutura suya y qué es hedra de arma, a menos que la hedra sea muy grande. Por lo general, a una hedra que se produce en las suturas se añade también fractura y esa fractura, la del hueso fracturado, es más difícil de diagnosticar por eso mismo, porque, de producirse, la fractura se produce normalmente en la sutura misma. En efecto, por ahí el hueso está predispuesto a fracturarse y agrietarse a causa de la debilidad de la naturaleza del hueso en esa parte y también por su porosidad, además de por ser la sutura propensa a fracturarse y desunirse. Los demás huesos, los que rodean a la sutura, permanecen intactos porque son más resistentes que la sutura. La fractura que se produce en la sutura también supone un agrietamiento de la sutura y no es fácil decir si procede de una hedra de arma que se ha hecho en la sutura, cuando ha habido fractura y grieta, o si se ha fracturado o agrietado como resultado de una contusión del hueso en las suturas 17 ; sin embargo, es más difícil de reconocer la fractura que procede de una contusión. En efecto, a la comprensión y a la vista del médico le engañan las propias suturas, que tienen apariencia de fracturas y que son más rugosas que el resto del hueso, cuando no hay fisura fuerte ni se ha agrietado violentamente —fisura y hedra son lo mismo—. Ahora bien, si el golpe se ha producido en las suturas y el arma se ha clavado cerca del hueso e incluso en el hueso, conviene que apliques tu reflexión 18 para descubrir qué ha sufrido éste. Porque a partir de armas iguales en tamaño, semejantes y mucho más pequeñas, uno que es herido de igual manera, incluso mucho menos, recibe un daño mucho mayor en el cráneo si el arma le dio en las suturas que si no le dio en ellas.
La mayoría de estos casos hay que trepanarlos, pero no hay que hacerlo en las suturas mismas sino que, si trepanas, debes apartarte y trepanar la zona del hueso próxima.
[13 ] Acerca del tratamiento de las lesiones en la cabeza y cómo hay que intentar descubrir los daños sufridos en el cráneo, los que no son visibles, tengo la siguiente opinión. Una herida 19 en la cabeza no hay que humedecerla con nada, ni con vino, aún menos con cualquier otra cosa 20 ; y no hay que aplicar emplasto, ni curar poniendo hilas, ni vendar una herida en la cabeza, a menos que esté en la frente o en la parte desprovista de cabello o en torno a la ceja y el ojo. Las heridas hechas en esa zona requieren más que en ninguna otra parte del resto de la cabeza un emplasto y un vendaje, porque el resto de la cabeza rodea a toda la frente y las heridas se hinchan e inflaman a partir de lo que las rodea, en cualquier sitio que estén, a causa del aflujo de sangre 21 . Pero no hay que aplicar emplasto ni poner la venda todo el tiempo sobre las heridas en la frente, sino que una vez que haya cesado la inflamación y se rebaje la hinchazón hay que dejar de poner emplasto y venda. A una herida en el resto de la cabeza no hay que aplicarle hilas, ni emplastos, ni vendajes a menos que le haga falta una incisión.
En las heridas que se hacen en la cabeza, especialmente en la frente, hay que hacer incisión cuando el hueso se haya descarnado y parezca tener alguna lesión producida por el arma; cuando las heridas no sean suficientemente grandes y anchas para dejar ver si el hueso ha sufrido alguna lesión por un arma y qué daño ha sido o cuál es el tamaño de la contusión de la carne y de la lesión del hueso o, en su caso, si el hueso no ha recibido daño del arma y no ha sufrido lesión alguna; y también para el tratamiento, cuando así lo requiera la herida en la carne y la lesión del hueso. Tales son las heridas que necesitan incisión. Y cuando el hueso se haya quedado denudado de carne y la herida sea profunda y en su mayor parte alargada hay que hacer la incisión profundizando hasta donde no es fácil llegar con el medicamento, cualquiera que sea el que necesite; las heridas que son más bien redondas y en su mayor parte hondas también a ésas hay que agrandarlas el círculo de la herida haciendo una doble incisión a lo largo, en el sentido natural del hombre 22 .
Al hacer una incisión en la cabeza se puede cortar con seguridad cualquier parte de ella, pero la sien, y aún más arriba de la sien, a lo largo de la vena que pasa por ella, es un sitio en el que no hay que cortar pues al herido le coge una convulsión; y si se le hace la incisión en la sien izquierda, el espasmo le coge el lado derecho y si es en la sien derecha el espasmo le coge el lado izquierdo 23 .
[14 ] Así que cuando hagas la incisión en una herida de la cabeza por haberse denudado de carne el hueso y queriendo saber si éste tiene lesión por causa del arma o no la tiene, el tamaño de la herida externa hay que hacerlo tan grande como parezca necesario. Y al cortar hay que separar del cráneo la carne por donde se adhiere a la membrana y al hueso; luego, hay que taponar toda la herida con una compresa de hilas tal como para que al día siguiente te deje la herida lo más ancha posible con el mínimo de dolor. Cuando apliques hilas, durante todo el tiempo que mantengas la compresa, debes utilizar una cataplasma de cebada fina; la masa hazla con vinagre, hiérvela y déjala que se ponga lo más viscosa posible. Al día siguiente, después de quitar la compresa de hilas y examinar qué daño ha sufrido el cráneo, si no te es visible qué tipo de lesión hay en el hueso y si no reconoces si éste tiene o no tiene algún daño en él, pero el proyectil parece haberlo alcanzado y dañado, hay que raspar dentro de él con un raspador tanto en profundidad como a lo ancho en el sentido natural del hombre; y otra vez transversalmente, a causa de las fracturas que no son evidentes a la vista y también por las contusiones no visibles, las que no son con rotura y salida del hueso. En efecto, el raspado prueba bien el daño, en el caso de que no sean visibles de otra manera esas lesiones que hay en el hueso. Y si ves una hedra de arma en el hueso, hay que raspar tanto la hedra misma como los huesos que están en su entorno, no sea que, como ocurre con frecuencia, a la hedra se añada fractura y contusión, o sólo contusión, y luego te pase desapercibida y no la veas.
Siempre que raspes el hueso con un raspador, si el traumatismo del hueso te parece que requiere trepanación, hay que trepanar y no dejar pasar tres días sin que se le haya trepanado, sino que hay que hacerlo en ese tiempo, especialmente en la estación cálida, en el caso de que hayas aceptado el tratamiento desde el principio.
Y si sospechas que el cráneo está fracturado o contusionado, o ambas cosas, comprobando por las palabras del herido que ha sido fuertemente golpeado y que lo ha sido por alguien más fuerte que el herido, si es que ha sido herido por otro, y que el proyectil con el que se le ha herido era de los peligrosos; y después (si compruebas) que el vértigo y la obscuridad se apoderaron del herido, que se desmayó y cayó al suelo, si las cosas han pasado de esa manera y no reconoces si el hueso se fracturó o está contuso, o ambas cosas, ni observando con la vista puedes verlo, conviene untar el hueso con una solución muy negra y cubrir la herida con el fármaco negro derretido, poniendo sobre ello unas hilas empapadas en aceite. Luego de poner la cataplasma de cebada, hay que vendar y al día siguiente, después de lavar y purificar la herida, raspar. Y si no está sano sino fracturado y contuso, todo el resto del hueso estará blanco después del raspado; sin embargo la fractura y la contusión, una vez derretido el fármaco y recibido en su interior, se verá negra en un hueso que estará todo blanco. Ahora bien, es preciso volver a raspar en profundidad esa fractura que aparece negra y si, raspando, la quitas dejándola invisible, en el hueso lo que ha habido es una contusión, mayor o menor, que fracturó su entorno y produjo la fractura que ha desaparecido bajo el raspador. Menos temible y menor sería el problema derivado de aquélla una vez desaparecida la fractura. En cambio, si al ser rascada en profundidad, la fractura no quiere desaparecer, tal eventualidad requiere trepanación.
[15 ] Ahora bien, cuando se trepana hay que dar el resto del tratamiento a la herida y vigilar que el hueso no reciba ningún daño de la carne por haber sido mal curada. Y digo esto porque un hueso, tanto si ha sido trepanado como si no lo ha sido pero está descarnado —y no sólo el que está sano sino también el que ha sufrido alguna lesión por un proyectil aunque parezca estar sano—, tiene más riesgo de supurar, si no lo iba a hacer por otra causa, cuando la carne que recubre al hueso está mal curada y si se inflama y estrangula. Porque le da una especie de fiebre y se pone muy inflamada y el hueso atrae hacia sí, desde las partes carnosas que lo rodean, calor, inflamación, irritación, palpitación y todo el daño que tenga en sí la carne, de ahí que el hueso supure. Malo es también que la carne de la herida esté húmeda, macerada y sin purificar durante largo tiempo; así que hay que sacar de la herida el pus lo más rápidamente posible, porque de esa manera no tienen por qué inflamarse las partes que rodean a la herida y pueden estar limpias en seguida, ya que las carnes magulladas y contusas por un golpe de un proyectil se deshacen en líquido y supuran. Y después de que se haya purificado hay que secar la herida, pues así es como la podrás rápidamente sanar al crecer carne seca y no húmeda y también así es como la herida no desarrollará excrecencias carnosas sobre ella. Y lo mismo digo de la membrana que recubre el cerebro. Porque si, cuando trepanas el hueso en seguida y lo retiras de la membrana, dejas ésta descarnada, debes dejarla limpia lo más rápidamente posible y seca, no sea que al estar húmeda durante mucho tiempo se haga fungosa y se hinche. En efecto, si eso ocurre, hay riesgo de que se pudra.
Cuando hay que sacar un hueso separándolo del resto [16 ] del cráneo, habiéndose producido una herida en la cabeza y habiendo una hedra de dardo en el hueso, o si éste se ha descarnado en gran parte, normalmente se desprende después de haberse quedado sin sangre; y eso es porque la sangre se seca fuera del hueso tanto al pasar el tiempo como por la acción de los numerosos fármacos. Podría desprenderse rápido si limpiando lo antes posible la herida desecaras lo demás, herida y hueso, tanto el mayor como el menor. En efecto, el hueso que se deseca pronto y se endurece se desprende mejor del resto del hueso que está lleno de sangre y vivo por eso mismo, porque lo que se desprende es algo que está sin sangre y seco en algo que está lleno de sangre y de vida 24 .
Los huesos que se fracturan con contusión y depresión, [17 ] si están completamente rotos o también si tienen una fisura muy ancha, no tienen demasiado peligro, siempre que la membrana permanezca ilesa; y los rotos en fracturas múltiples y muy anchas son todavía menos peligrosos y son muy fáciles de desprender. Ninguno de ellos tiene que ser trepanado ni hay por qué correr riesgos intentando sacar los fragmentos de hueso antes de que salgan por sí mismos —eso sucede de manera natural al haber cedido en su textura primero 25 —. Se desprenden al crecer bajo ellos la carne. Y su crecimiento se origina en el diplóe del cráneo y de la parte ilesa siempre y cuando sólo se haya esfacelado la tabla superior del hueso. La carne crecería y se desarrollaría y los huesos se desprenderían rápidamente así: si uno dejara limpia la herida haciéndola supurar cuanto antes. Y si son las dos tablas del hueso, la superior y la inferior, las que se contusionan y fracturan de parte a parte hasta la membrana, con el mismo tipo de cura rápidamente la herida estará sana y en seguida saldrán fuera los fragmentos de hueso contusionados con depresión.
[18 ] Los huesos de los niños son más finos y más blandos por esto, porque están más llenos de sangre, son huecos, esponjosos y no son densos ni duros 26 . Cuando sufren una herida, igual e incluso menor, de armas que son iguales e incluso más ligeras, los huesos del niño más pequeño supuran más y más rápidamente que los del mayor, y también durante menos tiempo. Y cuando de todas formas han de morir a consecuencia de un golpe, el más joven muere antes que el mayor.
Ahora bien, si el hueso queda descarnado, hay que intentar descubrir, aplicando la reflexión, cualquier cosa que no sea posible percibir con la vista, y reconocer si el hueso está fracturado y contuso o sólo contuso y si, habiendo una hedra de dardo, a ella se añade contusión o fractura o ambas cosas. Y si el cráneo ha sufrido alguna de esas cosas, haz una extracción de sangre perforando el hueso con un pequeño trépano, vigilándolo de cuando en cuando 27 , porque el hueso del cráneo de los jóvenes tiene menos grosor que el de los mayores.
Quien a consecuencia de una herida en la cabeza va [19 ] a morir y no hay posibilidad ni de curarle ni de salvarle, por los signos que siguen hay que reconocer al que va a morir y hay que predecir qué va a ocurrir; pues pasa lo siguiente. Cuando uno, habiendo advertido que un hueso está partido, roto o contusionado, o cualquiera que sea el tipo de herida, comete una equivocación y no raspa ni trepana en la idea de que no le hace falta y como si el hueso estuviera ileso, sobrevendrá fiebre generalmente antes de catorce días en invierno, mientras que en el verano la fiebre coge pasados siete días. Cuando sucede eso, la herida se pone lívida, por ella sale un poco de icor 28 y a partir de ahí la inflamación se extingue; además se pone húmeda y su aspecto es como el de un pescado en salazón, color rojizo y ligeramente lívido. En ese momento el hueso comienza a esfacelarse y, siendo blanco, se pone lívido para terminar por quedarse amarillento o completamente blanco. Cuando ya está purulento, salen llagas en la lengua y (el herido) termina desvariando: a la mayoría les cogen convulsiones en un lado u otro del cuerpo. Si es en el lado izquierdo de la cabeza donde tiene la herida, la convulsión le cogerá al lado derecho del cuerpo y si la herida la tiene en el lado derecho de la cabeza, la convulsión será en el lado izquierdo del cuerpo. Hay quienes se quedan apopléjicos y de esa manera mueren, antes de siete días si es en verano o de catorce si es en invierno. Estos síntomas tienen igual significado tanto si el herido es mayor como si es joven.
Ahora bien, si adviertes la fiebre cuando está empezando y a ella se añade alguno de los otros signos, no pierdas tiempo y trepana el hueso en dirección a la membrana o ráspalo bien con un raspador —el hueso resulta fácil de serrar y de raspar—, a continuación haz el resto de la cura de la manera que te parezca conveniente, atento a lo que va sucediendo.
[20 ] Cuando después de una herida en la cabeza, a un hombre trepanado o no, pero con el hueso descarnado, le aparece una hinchazón roja y erisipelatosa en la cara, y en ambos ojos, o en uno sólo de ellos, hinchazón que le duele si se le toca; si además le sobreviene fiebre y escalofrío pero la herida en sí, la de la carne y la del hueso, tiene buen aspecto y también se ven bien las partes de alrededor de la herida y, salvo la hinchazón en la cara, ésta no acusa ningún otro error por causa de su dieta, a ese hombre hay que limpiarle la cavidad baja con un fármaco que evacúe la bilis. Así limpiado, la fiebre se va, la hinchazón desaparece y se pone sano. Hay que darle el fármaco observando, con relación a la fuerza del individuo, cómo está éste de vigor.
Acerca de la trepanación, cuando se imponga la necesidad [21 ] de trepanar a un hombre, hay que conocer lo que sigue. Si trepanas habiendo tomado a tu cargo el tratamiento desde el principio, no debes perforar totalmente el hueso de una vez hasta la membrana, pues no conviene que la membrana esté denudada de hueso sufriendo daño durante mucho tiempo, de ser así termina poniéndose fungosa. Hay además otro peligro si desprendes el hueso trepanando inmediatamente hasta la membrana, y es el de herir la membrana con el trépano 29 durante la operación. Por el contrario, en la trepanación conviene, cuando falte muy poco para perforar el hueso del todo y ya se mueva éste, cesar de trepanar y dejar que el hueso salga por sí solo. Porque a un hueso trepanado que se deja sin perforar hasta el final no le sucedería ningún daño supuesto que la parte que queda es ya fina. El resto de la cura hay que hacerla como te parezca que conviene a la herida.
Al trepanar hay que sacar a menudo el trépano del hueso por causa del calor y sumergirlo en agua fría. En efecto, recalentado el trépano por estar girando, él a su vez calienta y reseca el hueso cauterizándolo y hace que salga mayor cantidad de hueso de la parte que está en el área de la trepanación que la que se iba a quitar. Y si es que quieres llevar la trepanación hasta el final de una sola vez hasta la membrana y luego retirar el hueso, de igual manera hay que sacar a menudo el trépano y sumergirlo en agua fría.
Si no tomas a tu cargo la cura desde el principio, sino que la recibes de otro llegando tarde al tratamiento, hay que trepanar de inmediato el hueso hasta la membrana con un trépano dentado y, retirándolo a menudo, se debe observar con ayuda de una sonda, o con cualquier otro medio, el recorrido completo de éste. Y esto es porque el hueso se perfora mucho más deprisa si lo trepanas estando ya un poco purulento o lleno de pus; además, frecuentemente uno se encuentra con que el hueso no tiene profundidad, sobre todo si el golpe ha sido por esa parte de la cabeza en la que el hueso resulta ser más fino que grueso. Así que hay que vigilar que nada se te oculte al aplicar el trépano, sino más bien fijar éste siempre allí donde el hueso parezca tener mayor grosor, mirándolo muy a menudo, e ir probando a remover el hueso hasta que salte; una vez retirado hay que curar lo demás como parezca convenir a la herida 30 .
Y, habiendo tomado a tu cargo la cura desde un principio, si después de trepanar todo el hueso quieres en seguida separarlo de la membrana, igualmente debes examinar a menudo con la sonda el recorrido del trépano y fijar siempre éste en la parte más gruesa del hueso e intentar, removiéndolo, hacerlo saltar. Si utilizas un taladrador, no llegues hasta la membrana si perforas cuando has cogido el tratamiento desde el principio, sino más bien deja una parte fina de hueso a la manera que se ha descrito en la trepanación.
1 La investigación anatómica de la medicina hipocrática se tuvo que enfrentar con un problema singular: la disposición natural del interior del cuerpo ¿es la misma en todos los individuos? Algunos tratados hipocráticos afirman que no. Entre ellos este primer capítulo de VC. En el cap. 6 de Los lugares en el hombre se cree en la existencia de variaciones individuales todavía más importantes, porque se afirma que pueden ser tres o a veces cuatro las suturas. En este mismo escrito hipocrático (Loc. Hom.) también se cree que el número de vértebras es variable y se afirma que de unos individuos a otros las articulaciones pueden variar.
2 Se entiende que la letra griega H está tumbada. Así lo refleja el texto de LITTRÉ , op. cit., III, pág. 185.
3 Griego méninx; se refiere a la duramadre. La antiquísima versión de Escalígero (s. xvi ) no recoge ninguna de las dos veces ni el relativo hêi ‘por donde’ ni la palabra he homochroíe ‘la superficie lisa’ del hueso. Según él, la palabra no es más que una glosa ajena al texto.KÜHLEWEIN , op. cit., tampoco recoge el relativo. Por supuesto que hubiera bastado con decir: la parte superior que toca la carne y la inferior que toca la meninge, pero semejante simplificación, en primer lugar, va en contra de los manuscritos. Y después, no está de acuerdo con el gusto de este autor por las descripciones precisas y detalladas.
4 El bregma comprende la parte más alta de la cabeza, donde el cráneo tarda más tiempo en cerrarse. El término, de la raíz del verbo bréchō ‘inundar’, ‘empapar’, quedó fijado en el vocabulario anatómico.
5Hedra es una de esas palabras que, procedente del lenguaje común se utiliza en el tratado con un sentido quasi técnico. De la raíz de hédos ‘asiento’ (latín, sedeo), hedra es el «lugar de asiento». En nuestro escrito es la muesca o señal dejada por un arma en el hueso craneal (el lugar de «asiento» del arma), como una forma más de lesión. Puede variar en cuanto al tipo o forma e ir desde un simple rasguño hasta un buen corte, pero siempre que sea sin depresión, «porque entonces es fractura con depresión». La palabra no ha prosperado dentro de la terminología médica, a pesar del gran prestigio de esta obra quirúrgica y de los esfuerzos del autor hipocrático por dar una definición. El término era demasiado vago y fue, en parte, reemplazado por enkopḗ ‘incisión’.
6 El interés del autor por precisar todo al máximo, sin dejarse ni el más mínimo detalle, y por no dejar cabos sueltos le lleva a todo tipo de repeticiones y frases anacolúticas. No obstante hay editores que suelen interpretar muchas de esas frases como glosas superfluas. Nuestra edición entiende que si ocurriera... es una de ellas.
7 Es la lesión denominada fractura simple.
8 El pasaje es oscuro y las soluciones que se le han dado siguen sin ser satisfactorias. Escalígero corrigió la frase pónōn óphetos génoito toûthanátou y leyó el participio ponôn y télos génoito toû thanátou. Littré propone un kaí ante toû thanátou.
9 Al final de este pasaje Escalígero señaló la ausencia de un miembro de frase que supone haber sido kaì hai mèn epipolaióterai, e. e., «y otras más superficiales». Littré se adhiere a la opinión de que aquí faltaba un término por lo que suple la frase kaì hêsson batheîai es tò káto, kaì ou dià pantòs toû ostéou «o menos profundas y sin atravesar el hueso». Nuestra edición pone esa frase final entre corchetes.
10Ménon en têi heoutoû phýsei. En los escritos hipocráticos phýsis designa raramente la naturaleza en general; indica más bien la constitución particular de un ser. En este caso la phýsis del hueso es su estructura anatómica. Al comienzo del siguiente capítulo la contusión que lleva consigo la fractura y depresión es definida con las palabras ek tês phýsios tês heoutoû éso.
11 Del lugar en que se ha recibido el golpe en la cabeza.
12 En la edición entre corchetes. PÉTREQUIN , que edita este tratado en Chirurgie d’Hippocrate, París, 1877-88, ya lo atetizaba. La propia vaguedad de la palabra hedra ha debido introducir en el tratado la confusión existente en este capítulo, porque no hay prácticamente duda de que el autor intentó describir cinco tipos de lesión en el cráneo —el mismo GALENO lo asegura, cf. XVIII 2, 672— y los escribas subdividiendo los tipos de hedra han llegado hasta siete (cf. cap. 8, nota 14), por más que ningún manuscrito mencione un sexto modo; cf. M. D. LARA , Estudio sobre la composición en los tratados hipocráticos, Madrid, 1991, pág. 102, n. 14.
13 Este pasaje tiene toda la apariencia de estar desplazado y nuestra edición, que lo deja aquí entre corchetes cuadrados, sin embargo lo traduce encabezando el capítulo.
14 Es la fractura con contragolpe. Algunos manuscritos leen aquí ébdomos, e.e., «ése es un séptimo modo», pero cf. nota 12.
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