Identidad cosmopolita global - Varios Autores - E-Book

Identidad cosmopolita global E-Book

Varios autores

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Beschreibung

La responsabilidad social y ambiental tiene un carácter de urgencia en nuestro hoy de grandes brechas sociales y económicas en el que tantas circunstancias están rompiendo el equilibrio de la naturaleza y nos hacen sentir que el planeta está amenazado. Un tiempo a la vez de grandes posibilidades que, orientadas hacia el bien común, pueden hacer real que todas las personas podamos gozar de buenas condiciones de vida para un desarrollo armónico del ser humano en el universo. El diseño de una estrategia competencial de Educación para el Desarrollo Humano se enfoca desde lo más grande de la persona y para la persona: la identidad cosmopolita y la dimensión existencial, lo cual implica abandonar la zona de confort. Mujeres y hombres nuevos para un mundo nuevo.

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Veröffentlichungsjahr: 2016

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IDENTIDAD COSMOPOLITA GLOBAL

Un nuevo paradigma educativo-social para un mundo nuevo

César García-Rincón de Castro (coord.)

Presentación

La celebración del Cuarto centenario de la fundación de la Orden de la Compañía de María N. S., en el año 2007, propició una reflexión conjunta, a nivel universal, sobre los elementos que dan identidad y valor al Proyecto Educativo de la Compañía en el mundo. Una tarea que ha implicado retomar el proyecto innovador de santa Juana de Lestonnac, que sigue teniendo hoy vigencia y grandes principios inspiradores, para hacer una relectura del mismo a la luz de la realidad actual y de los nuevos avances de la pedagogía y otras ciencias sociales. Este ejercicio nos ha permitido formular los ocho criterios que hoy definen nuestra identidad en la tarea educativa que realizamos.

Uno de estos criterios, la responsabilidad social y ambiental, tiene un carácter de urgencia en este hoy de grandes brechas sociales y económicas en el que tantas circunstancias están rompiendo el equilibrio de la naturaleza y nos hacen sentir con fuerza que el planeta está amenazado. Un tiempo, a la vez, de grandes posibilidades que, orientadas hacia el bien común, pueden hacer real que todas las personas podamos gozar de buenas condiciones de vida para un desarrollo armónico del ser humano en el universo.

En este contexto, la educación integral y, por tanto, la educación para el desarrollo juegan un papel clave, y a ello queremos apostar como Compañía de María en los cuatro continentes en los que estamos presentes. Contar con este libro que fundamenta, da claves y abre horizontes es un paso importante en el compromiso de trabajar conjuntamente por un mundo más humano y habitable.

Nuestro agradecimiento a cada una de las personas que lo han hecho posible, y de una manera especial a Mª Luz Sarabia, responsable de educación para el desarrollo de la Fundación Internacional de Solidaridad Compañía de María (FISC), que, con la coordinación del especialista César García-Rincón y el apoyo de Mª Rita Calvo e Imanol Zubiondo, lo ha llevado adelante. También al grupo de educadores de la Provincia de España, que ha puesto en común su saber y experiencia, a Marie-Chantal Duvault, presidenta de la ODN y a las personas de los cuatro continentes que han revisado el texto y hecho sus aportaciones.

Tenemos en nuestras manos un texto de calidad que sin duda servirá también de luz para otras instituciones y grupos que desean caminar en esta misma dirección; a ellos también va dirigido este trabajo.

BEATRIZ ACOSTA MESA, ODN

Introducción

Hace ya dos años que entré en contacto con la Compañía de María. Mi puerta de entrada fue FISC (Fundación Internacional de Solidaridad Compañía de María), en concreto una reunión en la sede de Zaragoza, para consultarme sobre la posibilidad de incluir la Educación para el Desarrollo Humano (EpDH) de forma curricular en los colegios. Al cabo de un tiempo de este primer contacto llegó la propuesta y la apuesta: queremos iniciar un proceso de diseño en torno a una estrategia competencial de EpDH en todos los centros educativos Compañía de María a nivel mundial. Reconozco que este proyecto me entusiasmó desde el comienzo, me sedujo mucho, entre otras cosas porque es una suerte que la vida te ponga en las manos una oportunidad de hacer algo en lo que crees y de lo que haces camino y proyecto vital también. Sin dudarlo un momento dije sí.

Digo apuesta, y ademásapuesta de máximos,como no podía ser de otra manera. Y es una apuesta de máximos porque se enfoca desde lo más grande de la persona y para la persona:la identidad cosmopolita y la dimensión existencial. Es un comienzo muy grande que implica abandonar la zona de confort conductista y territorial, el mero comportamiento prosocial, reforzado en una variedad de posibilidades didácticas en el terreno conocido y controlado, y apuntar a la formación de embajadores de los derechos humanos en lo local y en lo global: mujeres y hombres nuevos para un mundo nuevo.

Sabemos que no va a ser un proceso fácil, que apuntar alto puede crear cierto vértigo, si bien no hay parangón entre un águila y un pollo de corral; que los proyectos de calado basados en los principios fundamentales de una institución-organización tienen la virtud de recrear y recomponer los espacios y las ideas, también los recursos y las mentes de las personas, de dinamizar y promover algunos cambios necesarios. Pero no ha podido comenzar con mejor pie, ya que las revisiones recibidas a partir del primer borrador de proyecto-marco han sido prácticamente unánimes en lo esencial, enfatizando con expresiones de gozo algo que ya se hacía esperar: una concreción clara, plausible y actualizada, desde una pedagogía social, del carisma de Compañía de María en su dimensión más social. Con esta fuerza, convencimiento y respaldo es fácil seguir adelante y afrontar con optimismo, aprendizaje constante e ilusión todos los retos y dificultades que surjan en el camino que ya hemos comenzado.

A partir de las revisiones del proyecto-marco que acabo de mencionar, todas muy interesantes y constructivas, nos planteamos la necesidad de profundizar más en algunos aspectos, de crear un equipo de expertos en las diversas temáticas del proyecto-marco, coordinado por mí, que pudiesen aportar sus reflexiones escritas en este libro, así como su experiencia profesional en la formación de los equipos motores en los centros. Así ha sido, con una evaluación muy positiva en las acciones formativas que hasta la fecha hemos desarrollado.

Luis Aranguren nos ha ayudado a definir y reflexionar acerca de la Identidad Cosmopolita Global en el actual contexto socio-cultural y global en que vivimos. Mª Cecilia Múnera nos ha ayudado a aterrizar y definir bien el concepto de «desarrollo» desde una visión interdisciplinar y actual que supera los tradicionales enfoques dependientes, económicos, eurocéntricos o colonialistas. Miguel Ardanaz nos invita a ver la Educación para el Desarrollo desde una nueva óptica, superando el tradicional enfoque de las «Generaciones de EpDH» y mirando más desde los procesos de enseñanza-aprendizaje global. Isabel Muñoz y Belén Urosa, como expertas en evaluación competencial, nos han facilitado excelentes herramientas para evaluar el aprendizaje y nos han enseñado a usarlas con un enfoque muy práctico y sencillo. David López, Marta Guijarro, María Quintana, Francisco Díez y Elena Oliveroscompletan este elenco de colaboradores que, cada cual desde su labor diaria, construye aprendizajes en Educación para el Desarrollo, bien desde la Administración pública, desde un centro educativo concreto o desde Escuelas Católicas de Madrid; todos ellos aportan experiencias innovadoras que pueden inspirarnos a todos los que apostamos por hacer un mundo más justo, humano y habitable.

Finalmente, como bien nos recuerda Beatriz Acosta en la presentación, hemos querido que esta publicación no sea solo un manual interno para los educadores y centros educativos Compañía de María, sino que, conscientes de la trascendencia y la importancia de lo que supone, aunque esté diseñado desde el carácter propio de la Compañía de María, estamos convencidos de que puede inspirar a otros centros, instituciones educativas, ONGD y redes de centros a desarrollar proyectos similares a partir de sus propios planteamientos o a partir de su propia definición de la competencia Identidad Cosmopolita Global, tejida con los hilos conductores de su ideario educativo, como hemos hecho nosotros.

CÉSAR GARCÍA-RINCÓN DE CASTRO

octubre de 2015

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¿Podremos vivir juntos? Construcción de una Identidad Cosmopolita Global vivida

LUIS ARANGUREN GONZALO1

A finales del siglo pasado, el sociólogo francés Alain Touraine sorprendió con un libro cuyo título era¿Podremos vivir juntos?2Sin duda acertó a formular la pregunta clave con la que se debía despertar el sigloXXI. Unos años más tarde sigo persuadido de que el modo de configurar la convivencia entre diferentes es la asignatura clave para poder aprobar nuestro nivel de humanidad. Esta intuición es la que persigue el presente documento de reflexión. Tratamos de construir una identidad cosmopolita global en un mundo donde perviven las luchas identitarias particulares y se globaliza el casino global en manos de muy pocos. Por eso hemos de ser muy lúcidos para acertar a ver lo importante y descartar lo intrascendente, y no al revés. Y esto significa abrir bien los ojos.

En cada época, los hombres no son capaces de ver algunas cosas. Y en esto, por descontado, se incluye también nuestra propia época. Vemos cosas que nuestros antepasados no veían; pero había cosas que sí veían y nosotros ya no vemos; y sobre todo hay incontables cosas que nuestros descendientes verán y que nosotros todavía no vemos, porque también nosotros tenemos nuestrospuntos ciegos3.

Amin Maalouf pone el dedo en la llaga en uno de los males de cada época: no ser conscientes de que hemos estrenado una nueva época. La globalización ha derrumbado las fronteras políticas y económicas propiciando que la economía sea el auténtico soberano de nuestros destinos. Como consecuencia, las gentes que peor lo pasan y que no pueden sobrevivir en sus lugares de origen marchan a otras tierras en busca de un porvenir. El fenómeno migratorio contiene una gama de intensidades diversa; en todo caso, este dato modifica el mapa de la convivencia.

Hace décadas, en ciertos contextos educativos europeos se veía la diversidad como un tema educativo atrayente para ir trabajando como medida preventiva de lo que podía venir en unos años. Hoy, la diversidad es un dato de nuestra realidad planetaria. Aceptar esta realidad plural es el primer paso para construir una identidad personal y colectiva acorde con esta nueva circunstancia. De lo contrario permaneceríamos anclados en unpunto ciego,siendo incapaces de ver que el mundo, sencillamente, ha cambiado.

1. Aproximación problemática

En la base de nuestra reflexión se repite continuamente una suerte de conflicto entre la identidad de lo particular, en referencia a un país o a una cultura –o, en nuestro caso, de un centro educativo– y la identidad compartida entre gentes con procedencias geográficas, culturales y religiosas diversas. Asistimos a una lucha por la identidad hegemónica. Pero el planteamiento no puede instalarse en la confrontación permanente. Y lo primero que necesitamos es comprender la múltiple problemática que ofrece este asunto de la identidad, para poder buscar y trabajar un modelo de identidad que se ajuste al cambio de época que atravesamos en este sigloXXI.

a) Problema conceptual

El pensamiento occidental, nacido en Atenas, ha marcado un modo de enfrenarnos a la realidad. Occidente ha interiorizado y exportado unas claves mentales y conceptuales que en cierto modo han atrapado a la realidad, dotándonos de una razón tan pura que ha acabado con las aristas y recovecos de la misma realidad.

En el caso de la conceptualización de la identidad tenemos un ejemplo bien claro. Arrastramos el legado de Parménides, cuyo pensamiento atraviesa toda la obra de la filosofía griega y que fue incorporada a las claves conceptuales del cristianismo medieval y moderno. Cuando hablamos deidentidad hacemos referencia a aquello que yo soy, o que nosotros somos, o que tenemos que ser, porque está formulado y hacia ello hay que tender. En cualquier caso se trata de identidades estáticas que buscan anclarse en un poso esencialista que les permita permanecer inalterables con el paso del tiempo. Todo pasa, y la identidad permanece. Esta es, precisamente, la herencia de Parménides.

En efecto, para este pensador del sigloVIa. C., lo verdadero y lo real es uno e idéntico: «Es necesario decir y pensar que el ser es; el ser, en efecto, es, pero el no ser no es». Entre el ser y el no ser no cabe término medio. Ese término medio sería el devenir, el llegar a ser, el dinamismo de la realidad; pero, siguiendo a Parménides, si el no ser no es, el devenir, el proceso, el movimiento, no puede darse. El ser, por tanto, no tiene devenir y es inmóvil. Rechazar el devenir conlleva grandes problemas que seguimos arrastrando en nuestros días. El principal es la ruptura entre pensamiento y realidad.

–Divorcio pensamiento-realidad.El legado de Parménides lleva a colocar eles,la definición y el concepto antes que la realidad y por encima de ella. Así se encierra la identidad en una prisión conceptual que no hace justicia a la realidad.

Cuando hablamos de la identidad personal no podemos circunscribirla a un solo concepto: yo soy cristiano, o soy ecuatoriano, o soy estudiante. Mi identidad personal es una conjunción de realidades múltiples, complejas y a veces hasta contradictorias que hablan de pertenencias plurales, referencias de sentido, afinidades, lazos familiares, roles profesionales, espacios de ocio, ideologías políticas, etc. Del mismo modo, las identidades colectivas constituyen un constructo que en ningún caso es monolítico ni tiene un solo color.

Lo cierto es que, en el terreno de la construcción conceptual de la identidad, el término «ser» se ha «comido» literalmente a la realidad compleja y plural que ciertamente nos constituye. En el fondo, esta preponderancia del ser inmutable ha resuelto no pocas dudas e insoportables incertidumbres. No perdamos de vista que «la complejidad de lo real nos proporciona tramas diversas que hemos de hilar, pero no nos ofrece certidumbres a las que asirnos»4. Y el pensamiento que podemos verter sobre nuestra identidad personal o colectiva podrá ahondar en la trama de hilos, pero hilos al fin y al cabo, incapaces de dotarnos de un suelo absolutamente firme y seguro.

El horizonte de pensamiento occidental fragmentario, repleto de relaciones monocausales y de ideas claras y distintas, ha terminado por construir un mundo de ideas que poco tiene que ver con la verdad de nuestra compleja realidad. La complejidad de lo real no es fundamentalmente un concepto, sino una descripción física de lo real. Y esta riqueza de matices ha escapado de la concepción de identidad que hemos arrastrado hasta nuestros días.

b) Problema antropológico: el otro y yo

Con frecuencia partimos de un esquema mental que se topa con una concepción de identidad que tiene auténticos problemas con la aceptación del otro. Problemas que nacen de la construcción del otro a partir de la identidad del yo5. Problema irresoluble, en tanto que el otro aparece como realidad pensada, es más, como pensamiento de segundo orden, como realidad subordinada al pensamiento. El otro es alguien eminentemente ajeno y extraño. En el caso de la pluralidad ocurre algo parecido. La pluralidad asusta a las identidades monolíticas y se la tacha de fuente de impureza, cuando no de catalizadora de disoluciones identitarias. Frente a la pluralidad siempre queda la pregunta: «¿Y lo nuestro, qué?», porque se entiendelo nuestrocomo algo claro, distinto y sin fisuras.

De Ortega y Gasset recibimos la célebre expresión: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo». Mi realidad incluye mi circunstancia, es decir, todo lo que encuentro o puedo encontrar en mi cuerpo, en mi vida psíquica, en mi entorno, en mi casa, en mi familia, en mi barrio, en mi colegio, en mis amistades, en mi pareja, en la situación económica, social y política en que vivimos en mi país. La circunstancia define siempre el ámbito de lo posible, dentro del cual se verifica cualquier acción humana.

La antropología y la psicología nos dicen que la construcción del yo nace precisamente de la conciencia del otro, de que el otro entra y forma parte de mi vida.Soy amado, luego existo,ha manifestado muchas veces Carlos Díaz6. Lo primero no es mi pensamiento, mi conciencia. La identidad personal es una construcción cuyo primer ladrillo es puesto por la madre de cada nuevo ser humano que nace; ese espacio de acogida incondicional es el que posibilita la conciencia personal, la capacidad de ser sujetos. La identidad pasa por el reconocimiento de lo más íntimo de uno, una intimidad que hace hueco al otro con el que me construyo como persona.

La identidad personal acaece en cada persona no de una vez y para siempre, sino paso a paso.Somos andando,solía describir Paulo Freire al ser humano. La persona es el animal no fijado del todo, siempre en devenir, pues solo se ajusta a la realidad modificándola y contando con los demás.

Un centro educativo con alumnado de diversas nacionalidades, situado en un barrio donde la mezcla de esas culturas y lenguas es un dato más de la realidad social, fortalece un tipo de identidad cosmopolita abierta a lo diferente y enriquecida por esa misma diversidad. Por el contrario, un centro que alberga únicamente alumnos de una sola nacionalidad y cultura, situado en un entorno aislado donde solo habitan gentes de una única tradición cultural y social generará más fácilmente una identidad particular que difícilmente se abra a otros.

c) Problema moral: la dignidad humana

La dignidad sustenta la identidad y no al revés. Lo absoluto es la dignidad. La persona es lo que no puede ser reducido a medio, a precio; tampoco a identidad particular. Cuando, en nombre de una identidad particular, alguien expulsa, desprecia, insulta o infravalora a otro, está atentando contra la dignidad de ese otro diferente, pero en todo caso digno en cuanto persona.

No es que la identidad nos dignifique, sino que la dignidad nos identifica, y, desde ese fundamento, la identidad cosmopolita acoge la pluralidad de los seres humanos que habitamos en el planeta Tierra. El ser humano no es blanco, occidental, cristiano… El ser humano se despliega en forma de arco iris y se viste con los colores del universo.

El único límite de la pluralidad lo marca el respeto a los derechos humanos. Ellos representan hoy por hoy la construcción moral más importante lograda por consenso entre países y pueblos del planeta. La base moral de la Declaración de los derechos humanos radica en el respeto a la dignidad de la persona. Por tanto, aquellas identidades particulares que atenten contra la dignidad de una sola persona será una identidad que no cabe en la construcción de la identidad cosmopolita.

La ablación del clítoris, la esclavitud o el machismo, que nacen de determinadas identidades políticas, culturales o religiosas, cuentan con la intolerancia moral que debe poner de manifiesto la identidad cosmopolita. No todo vale. La tolerancia se topa con el límite de lo intolerable cuando se atenta contra la dignidad de una sola persona. No toda identidad particular suma; hay algunas que restan y que deben denunciarse por ser inhumanas.

d) Problema cultural y político

Cuando al escritor Amin Maalouf le preguntan si se siente «más francés» o «más libanés», su respuesta es siempre la misma: «¡Las dos cosas!». Porque «lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad»7. La concepción que Occidente arrastra acerca de la identidad se lleva mal con las lindes y con los espacios fronterizos, a no ser que sirvan para separar y diferenciar claramente quién es quién. La identidad –se nos dice entonces– se expresa de una sola manera, la que se inserta en una única pertenencia. Las fronteras son construcciones humanas que sirven para distinguir a los iguales de los diferentes en función del lugar desde el cual uno mire y se acerque a la frontera. La identidad cultural y política pide definir quién soy yo, quiénes somos nosotros y quiénes son los otros. Esta distinción lleva añadida la carga de que los otros constituyen una amenaza. Los intereses políticos, económicos y culturales dibujan las antiguas y nuevas fronteras: unas con murallas y vallas, como en Melilla y Ceuta o en Arizona, para separar el Norte rico del Sur empobrecido; o en Jerusalén para diferenciar a los israelíes de los palestinos. En otros casos, las fronteras son creadas por tratados comerciales que empobrecen a los países ya de por sí más pobres.

Por otra parte, el atentado terrorista del 11-S del año 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York constituye un antes y un después en la convivencia mundial. La civilización occidental se ha erigido con frecuencia en propietario de unnosotrosque funciona como categoría compacta frente a un terror que se quiere extender a todos los integrantes de la religión musulmana, y eso es un grave error. La generalización de un supuesto enemigo conformado por los componentes de una religión o de una cultura determinada constituye una peligrosa simplificación de los problemas geopolíticos que cubren nuestro planeta.

En definitiva, arrastramos una fuerte tradición que comienza por la generalización del término «identidad», que en su misma raíz semántica se proyecta como un concepto fundamentalmente esencialista, que hace referencia a una estructura estable con la que el individuo o el grupo se identifican. Esta herencia nos juega malas pasadas cuando, en realidad, vivimos instalados en un universo inestable, secularizado y plural.

LA METÁFORA DE ATILA

Adam es el protagonista de la novela de Amin Maalouf,Los desorientados.Él es un exiliado libanés que vive en París. Trabaja desde hace tiempo en una biografía sobre Atila, el líder de los hunos que desde Asia se adentró en Occidente y finalmente conquistó el entonces Imperio romano. Sin embargo, para Adam la perspectiva es otra distinta.

Para él, Atila es el prototipo del emigrante. Si le hubieran dicho: «A partir de ahora eres un ciudadano romano», se habría envuelto en una toga, habría empezado a hablar latín y se habría convertido en el brazo armado del Imperio. Pero le dijeron: «¡No eres más que un bárbaro y un infiel!», y ya solo soñó con invadir aquellas tierras.

Europa y otras zonas ricas del planeta están repletas de Atilas que sueñan con ser ciudadanos romanos y que acabarán por volverse invasores bárbaros. Nos dicen: «Si me abres los brazos estoy dispuesto a morir por ti. Si me das con la puerta en las narices me entran ganas de tirar la puerta y la casa».

Si al extraño le hablamos como un Atila enemigo fortaleceremos nuestra identidad particular, pura, incontaminada. Si le tratamos como un ciudadano estaremos ensanchando nuestra visión de la vida, del mundo y de las relaciones entre las personas; nuestra identidad se estará sumergiendo en las entrañas de lo diferente que no constituye ninguna amenaza.

2. Conflicto de identidades

En el caso de la identidad existe un conflicto que podemos nombrar con dos conceptos básicos: eluniversalismoy elparticularismo.Son dos maneras antagónicas y, en sus extremos, perversas de nombrar la identidad.

• Eluniversalismotiende a elevarse a la abstracción, que se muestra insensible a la realidad concreta de los individuos. Es la identidad no situada históricamente.

• Elparticularismotiende a volverse sobre sí mismo sin acertar a ver aquello que no es como lo originalmente suyo. Es la identidad que aprisiona y tiraniza a la persona.

a) El repliegue de la identidad particular

En este momento histórico hemos de perder la asepsia inocente para tomar partido y atrevernos a señalar alparticularismode cualquier tipo como el gran peligro distorsionador de la identidad de nuestros días. Ello se manifiesta, entre otras, en las siguientes señales:

• Momento deretorno de lo comunitario-defensivofrente a la muchedumbre solitaria, que no acierta a encontrar su lugar en el mundo. Loshooligansde los equipos de fútbol se sienten fuertes cuando se juntan y se enfrentan a los otros que no son ellos. Es la búsqueda de nichos de satisfacción personal.

• Momento dedigestión de la posmodernidad,entendida como la caída de los grandes relatos universalistas que iluminaron la modernidad. La paz, la justicia o la solidaridad solo se pueden nombrar con minúsculas, realizándose en dosis mínimas. Este dato conlleva un cierto repliegue de cada cual hacia el pequeño mundo de las satisfacciones personales y grupales.

• Momento deeclosión de los particularismos religiosos, ideológicos o étnicos.La historia va dejando por el camino multitud de comunidades heridas en su dignidad, en su derecho a vivir en paz. Pero, cuando las heridas se convierten en armas arrojadizas, topamos con la defensa de lo propio en relación directa con el ataque y el desprecio a lo diferente. Al decir de Maalouf, «la gente suele tender a reconocerse en la pertenencia que es más atacada [...] Esa pertenencia –a una raza, a una religión, a una lengua, a una clase…– invade entonces la identidad entera»8. La herida no curada se reproduce en todo lo que toca.

La identidad particular remite a la búsqueda de escenarios de soberanía frente a los demás que no son comonosotros. Así entendido, este tipo de identidad nos conduce a propuestas excluyentes que se manifiestan en los siguientes rasgos:

• Unaidentidad defensiva:los otros son el enemigo al que hay que combatir; los otros representan una amenaza hacia nuestra seguridad y, por ello, nos hemos de defender. La identidad particular construye castillos y murallas para parapetarse frente a los diferentes.

• Unaidentidad sectariaque menosprecia al otro, que se siente superior al diferente, por motivos culturales, políticos o religiosos. Lo sectario siempre discrimina a favor de lo propio.

• Unaidentidad puristaque no admite matices de ningún tipo. La pureza de etnia, de raza, de religión, de nacionalidad es lo que importa. En España hay organizaciones de solidaridad que solo ayudan a pobres… españoles.

• Unaidentidad monológicaen la que el otro diferente, de entrada, es descalificado como alguien al que no se le reconoce la capacidad de dialogar y debatir. El diálogo no existe, pues se ningunea al interlocutor.

Un rasgo común a estas cuatro características es que la identidad particular excluyente es eminentemente conservadora; trata de conservarsuidentidad frente a la amenaza de lo que viene. Es contradictoria en sus términos originales, pues en realidad toda identidad personal y colectiva es fundamentalmente un proceso de construcción. La identidad se alimenta de nuevos acontecimientos convertidos en experiencia significativa.

Cuando nos topamos con una concepción de identidad que se asemeja a una cárcel hemos de considerar que la salida es difícil y arriesgada. Hemos de estar seguros de una cosa: fomentar una identidad particular defensiva y alardear de ella es entrar en una fase de involución ética en la que no cabe el progreso en términos de una mayor humanización de nuestro mundo. Desde el punto de vista educativo, esta afirmación tiene múltiples consecuencias. Tenemos la posibilidad de alumbrar entre otros una humanidad naciente que se sienta partícipe de una identidad progresivamente compartida o podemos alimentar una humanidad purista en vías de extinción.

b) El despliegue de la identidad compartida

Nuestra posición aboga por salir de la falsa dialéctica entre un particularismo destructor del otro y un universalismo angelical y desencarnado.

La tensión dialéctica entre lo particular y lo común no puede saldarse, una vez más, con la polarización en uno de los dos extremos. La vía de salida del conflicto de identidades planteado ha de tener dos pasos diferentes y al tiempo complementarios: en primer lugar desarrollar identidades particulares cosmopolitas, y en segunda instancia construir entre todos una identidad compartida.

– Identidad particular cosmopolita.Si la solidaridad es un valor de carácter universal, cada identidad particular ha de vivirse en clave cosmopolita, impulsora de una ciudadanía de vocación universalista.

La particularidad de la identidad ha de vivirse comoarraigo cordial. El sentimiento de pertenencia a una tierra, a una lengua o a una cultura no solo es respetable, sino que pone de manifiesto la existencia de un pueblo, de una cultura o de una religión. Pero este dato debe hermanarse igualmente con la existencia de otros semejantes que hablan en otra lengua, que portan otra cultura, que provienen de otra tradición particular.

El salto de lo particular al cosmopolitismo arraigado nace de la consideración de que la persona es más importante que la idea, que la realidad de la diversidad enriquece un escenario que ya no es monopolio de nadie.

La identidad cosmopolita admite diversos grados de vinculación con ella. Unos se identificarán al cien por cien, otros al ochenta y otros al veinte. Pero, como no se trata de una identificación en un momento dado, sino a través de un proceso, el grado de vinculación igualmente puede ir variando con el tiempo, en un sentido o en otro. Los procesos de identificación son plurales, y todos y cada uno de ellos construyen cada una de las identidades particulares a las que pertenecen. En la magnífica películaGran Torino,dirigida por Clint Eastwood, el protagonista nos demuestra que, a partir del encuentro con el otro diferente, es decir, fuera de la propia tribu, también habita la verdad, la belleza y el amor. Y de este modo el protagonista realiza un proceso de éxodo que parte de su identidad monocolor para adentrarse en el espacio compartido.

Solo haciendo el esfuerzo de instalarnos en la incomodidad de una realidad mestiza y relacional que nos supera, y solo intentando esbozar conceptos que hagan la mayor justicia posible a esa realidad múltiple, podremos acercarnos a una visión de identidad colectiva global y diversa. En este sentido debemos hacer acopio de todas aquellas buenas prácticas que en los barrios, en los colegios, entre las organizaciones de solidaridad se vienen realizando y que tienen que ver con «aquellas cosas que hemos hecho juntos». En este quehacer hay un plusde identificación en un proyecto de persona y de sociedad ampliamente compartidos.

HUMANIZAR «LA BESTIA»

«La Bestia» es el nombre que recibe el tren que cruza México repleto de migrantes centroamericanos que han pagado con sus ahorros a las diferentes mafias para que les pasen a Estados Unidos. A lo largo de ese itinerario se van sumando albergues y espacios de acogida que acampan en medio de la violencia y el desprecio humano. Sacerdotes, religiosas y laicos se multiplican en estas labores.

En uno de los puntos del itinerario hay una serie de mujeres pobres y sencillas que cada día preparan bolsas de comida para los migrantes. Cuando el tren va a pasar por aquel lugar, los migrantes saben que allí, con el tren en marcha, varias mujeres se jugarán la vida para entregarles en mano ese maná elaborado con cuidado y esmero. A estas mujeres se las conoce como las «patronas»; y son, más que ángeles de la caridad, avanzadillas de una nueva humanidad.

El tren de «La Bestia» contiene un viaje siniestro donde la mayor parte de las mujeres migrantes son violadas por los mafiosos, que las engañan, y los hombres son brutalmente agredidos, de modo que muchos no completan el viaje. En el documental televisivo donde se relataba esta realidad, el reportero le decía a una de aquellas mujeres: «Oye, sois buena gente, ¿no?». Y ella responde: «No, solamente somos seres humanos».

Esas «patronas» y tanta gente que en los lugares de la exclusión y la violencia trabajan calladamente en favor de los otros, poniendo su vida en riesgo, simbolizan lo mejor del género humano.

Esas mujeres no miran la nacionalidad del destinatario de esas bolsas de comida; miran rápidamente rostros ateridos por el miedo, de modo que a estos migrantes les queda en el recuerdo de ese feroz viaje: «Alguien nos trató como seres humanos». Alguien, al estirar sus manos entregando esas bolsas de comida, desplegó una nueva identidad fraterna y acogedora.

3. Por una identidad compartida

«La pertenencia a una sociedad plural y dispuesta a vivir en democracia pone en juego un nuevo nivel de identidad»9. Esta afirmación de Pérez Tapias nos sitúa en una actitud de búsqueda de cómo podemos ir configurando ese nuevo nivel de identidad. Y lo primero que necesitamos para esta búsqueda es hacernos con un equipaje mental y apropiado para semejante empresa.

Arrastramos siglos de visión lineal, reduccionista, que se afana por simplificar la realidad hasta hacerla partes. Necesitamos efectuar el tránsito mental que parte del punto de vista lineal hacia otro circular, holístico y capaz de integrar cada una de las partes; de una lógica dualista a una lógica de conexiones basada en el diálogo. Autores como Morin, Capra, Boff o Francisco Gutiérrez muestran cómo la interdisciplinariedad de sus investigaciones armonizan la física cuántica con la ecología, cruzándose con nuevas formas de espiritualidad, con la reconstrucción de una antropología planetaria o con la articulación de una pedagogía integradora y dinámica. El nuevo nivel de identidad colectiva no se alcanza mediante un camino rectilíneo, antes bien bebe de numerosas fuentes tan aparentemente distintas como ciertamente complementarias.

La tensión apuntada en el punto anterior entre universalismo y particularismo tiene un punto de encuentro en laapertura de cada identidad particular, entendiéndose a sí misma como una identidad cosmopolita. El segundo momento de este punto de encuentro es la configuración mancomunada de unaidentidad compartida.

Ya no hay un único cuadro de referencias para los miembros de una sociedad, de un centro educativo o incluso de una familia. «Asistimos a la pluralización del sentido y a la vez a la multiplicación de las afiliaciones. Los individuos son miembros de diferentes sistemas, y en cada uno de ellos despliegan solo una parte de su identidad»10. Los colegios están habitados por personas que depositan en ellos una parte de su identidad que no se vuelca irremediablemente en un solo sentido, sino que forma parte de la conjunción de varias identidades que confluyen en un proceso de identificación plural, sinérgico y permeable a través de distintos significados que no se contradicen entre sí.

La identidad compartida no es una elucubración que nace en el reino de las ideas, sino el resultado del lógico desarrollo práctico de las identidades particulares cuando dejan de aferrarse asuespacio y se abren recreando una identidad particular verdaderamente cosmopolita. La identidad compartida, entonces, es el precipitado que las distintas personas fraguamos y experimentamos desde la apertura de nuestras complementarias identidades particulares-cosmopolitas. La identidad compartida no anula la identidad particular, antes bien la refuerza y dota de sentido, porque conecta con lo profundo de cada identidad singular. La identidad cosmopolita que alienta un colegio católico no anula su identidad católica; al contrario, la fortalece en un sentido dinámico, no de encerramiento en sí misma.

La identidad particular se arraiga en una cultura, una religión, unos valores, una lengua; pero no se queda anquilosada en ellos, sino que, gracias a las múltiples pertenencias –en primer lugar educarse en una escuela acogedora de la diversidad–, se abre a la construcción de una identidad cosmopolita que enriquece y refuerza la identidad particular. ¿Cómo la refuerza?: abriéndola al contexto, a los otros, a la convivencia con otras identidades igualmente legítimas y valiosas.

Pero el proceso educativo parte de las identidades particulares para llegar al horizonte de la identidad cosmopolita global. A la identidad compartida se llega mediante el impulso de los hechos y de los acontecimientos, y no tanto por la fuerza de los documentos. La identidad compartida, entonces, representa un vínculo real que nace de la convicción de que podemos crecer juntos y de la experiencia de que juntos ya estamos alumbrando nuevos espacios públicos educativos y cívicos.

– Identidad e identificación.Ya lo hemos insinuado más arriba. Más que de identidad cabe hablar, en última instancia, de identificación. Se trata de identificarse con unos valores, con unas prácticas, con un estilo de vida que no se halla en ningún cofre, sino que es el producto de la misma vida convertida en experiencia desde la acción. En este marco, las diversas pertenencias van confluyendo en una identidad mestiza, abierta al mundo, pero sin estar determinada por ningún territorio particular, institucional, geográfico, cultural o religioso.

Los centros educativos tienen ante sí la responsabilidad de realización de proyectos que incidan en cambios en los hábitos y conductas de los alumnos e igualmente y de modo indirecto han de trabajar, junto con otras entidades solidarias del entorno, en la construcción de pequeños proyectos solidarios que mejoren la vida del barrio. En esos proyectos, alumnos, profesores, padres y madres se van identificando con los valores en juego y van construyendo una identidad compartida que no renuncia a los orígenes de cada cual.

La identificación se mece en el terreno de las prácticas de saludo al extraño, de acogida al extranjero, de juego con el discapacitado, de taller cooperativo entre alumnos de diversas nacionalidades. De este modo, la identidad cosmopolita será el precipitado paulatino de unas prácticas que se convierten en experiencia vital cuando se reflexionan en grupo y se sacan consecuencias de este modo de proceder. Así nace una identidad vivida antes que formulada. Es la identificación.

– Identidad y humanización.El problema de la identidad en estos momentos, por tanto, no se traduce en formulaciones teóricas, ni mucho menos dogmáticas, como artículos de fe que uno debe creer sin rechistar. La identidad se acomoda en los lugares por donde transcurre la vida corriente de las personas. El problema antropológico y psicológico básico consiste en responder a preguntas tales como: ¿cuál es mi lugar en el mundo?, ¿en qué espacios me reconozco como persona?, ¿con quién me relaciono? A la razón argumentativa le ha seguido la narrativa vital, aquella que otea entre los espacios donde se pueden encontrar destellos de vida buena, de una vida mejor, de un mundo más humano en el que cada cual se pueda sentir partícipe.

La experiencia educativa debe ayudar a buscar el lugar en el mundo de cada alumno, que es el nuevo nombre de una identidad que busca espacios de personalización, de crecimiento personal y de humanización; dicho de otra manera, el acto educativo expresa un tiempo y un espacio gestionados a escala humana, más acá de la aceleración histórica que idolatra la velocidad y del espacio globalizado que finalmente se convierte en espacio líquido, sin suelo firme al que asirse, dos elementos propios del cambio de época en el que nos hallamos inmersos.

Desde esta realidad arrancamos no para quedarnos en ella, sino para que la educación se vincule con las dos grandes tradiciones morales de todas las culturas: aspirar a una vida buena y feliz y construir una sociedad justa para todos.

Si nos adentramos en el seno de esta identidad mestiza, que denominamos identidad compartida, observamos que, ante todo, nace como propuesta moral y que, en segundo término, atesora en su seno un indudable depósito de capital social capaz de remoralizar al resto de la sociedad.

a) Propuesta moral

La identidad compartida la entendemos como la apuesta por la universalización a través de las diferencias, esto es, «un universalismo dialógico y respetuoso con las diferencias»11. Y a ello nos lleva la convicción de que, desde el punto de vista ético, es irrenunciable buscar una moral universalista cosmopolita no abstracta, sino encarnada. La identidad compartida no es tanto un artilugio mental cuanto una propuesta moral cargada de sentido que nos vincula como ciudadanos.

Al decir de Maalouf, «el concepto de universalidad estaría vacío de contenido si no partiera del supuesto previo de que hay valores que conciernen a todos los seres humanos, sin distinción alguna»12. Más tarde concluye: «Esos valores priman sobre todas las demás cosas. Las tradiciones solo merecen ser respetadas en la medida en que son respetables, es decir, en la medida exacta en que respetan los derechos fundamentales de los hombres y mujeres. Respetar “tradiciones” o leyes discriminatorias es despreciar a sus víctimas»13. Como señalamos en páginas anteriores, los valores expresados en la Declaración universal de los derechos humanos, por ejemplo, constituyen una buena muestra de universalismo moral consensuado como reto para la construcción de un mundo más justo, humano y habitable. De ese universalismo debe beber la educación hacia una identidad cosmopolita.

Solo será posible un mundo renovado mediante una confluencia de voluntades, proyectos y estrategias. En este campo acude la identidad compartida como armonización de las diferentes identidades particulares. Coincidimos con Adela Cortina cuando afirma que «la gran asignatura pendiente consiste entonces en educar en una nueva sabiduría: en el saber armonizar las propias identidades, porque cada ser humano se caracteriza por un conjunto de identidades, y solo si sabe vivirlas de manera armónica puede ser una persona situada, como diría Ortega, “en su pleno quicio y eficacia vital”. Las personalidades no armónicas están desquiciadas y, lamentablemente, todo lo desquiciado desquicia a su vez»14. Los centros educativos, como conjuntos de personas, construyen identidades colectivas que no pueden alejarse de este patrón de prudencia que exige la armonización de lo plural. Se podrá objetar que dicha armonización corre el riesgo de quedarse en simple disolución de lo específico en una trama tan general que pierde su verdadera identidad.

La identidad personal se nutre de la identidad colectiva y viceversa, pues ambas se están construyendo al tiempo, y el marco educativo ha de dar buena cuenta de ello. Ciertamente, sus crecimientos no son simultáneos ni simétricos. Cada cual llega al centro escolar con su propia mochila, la que va configurando su identidad particular, pero en el centro educativo se va a ayudar a hacer consciente de que no sololos otrosreconstruyen y modifican aspectos de la propia identidad, sino quecon otrosconstruyo una identidad colectiva nueva y acogedora de la diversidad.

Este es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la identidad compartida: que, apostando por globalizar la entraña humanista que mueve a la institución educativa, se le pida finalmente que elija, como si la identidad fuera cuestión exclusivamente de opción. La identidad compartida nace no tanto como opción que podemos o no suscribir, sino como vínculo real que vamos conformando las personas y que alberga la pluralidad, la riqueza de diferencias y la autonomía de cada cual. En este caso, lo común no se decreta desde ninguna instancia de poder, sino que se busca desde la acción y el pensamiento compartidos desde abajo.

La identidad cosmopolita deviene –entonces– como imperativo ético a partir de la aceptación de que solo somos personas si lo somos con los demás, si reconocemos en el otro una responsabilidad moral que se nos brinda a cada paso, si aceptamos por último que nada humano nos es ajeno.

b) Productora de capital social

La identidad compartida genera capital social y viceversa. El capital social es el conjunto de valores que pone en juego una determinada comunidad en su quehacer, en este caso la comunidad educativa. Siguiendo a Adela Cortina:

Generan capital social aquel tipo de asociaciones que encarnan los valores de la ética cívica. Es decir, asociaciones que potencian la autonomía, igualdad y solidaridad entre sus miembros. Por tanto, son horizontales, fomentan el respeto mutuo entre sus miembros, resultan beneficiosas para el conjunto de la sociedad, generan una solidaridad que no se encierra en los límites de la sociedad, sino que se contagia al resto de la sociedad, constituyen un bien público porque crean hábitos de confianza y solidaridad15.

De esto saben, y mucho, los centros educativos, y tal vez no son del todo conscientes del capital social que atesoran entre los integrantes de la comunidad educativa. Cuanto más plural es esa comunidad, más potencial de capital social existe.

Por tanto, el capital social es un estilo y una práctica habitual que puede y debe darse de modo consciente en el seno de la actual comunidad educativa. Entonces, el capital social no es solo una posibilidad, una estrategia o un objetivo, sino que constituye un determinado carácter moral colectivo, unêthosen acción. Es como la personalidad reconocible de un colectivo, de una institución, de un centro educativo.

El capital social tiende a expandirse y a multiplicar su enorme poder relacional. Las reservas de capital social, como por ejemplo la confianza, la solidaridad, la capacidad de acogida, tienden a autorreforzarse y a ser acumulativas. Una colaboración exitosa en una tarea que crea conexiones y relaciones de confianza que facilitan una colaboración futura en otras tareas.

c) Constructora de una policromía habitable

No podemos acotar y definir la identidad compartida en una serie de conceptos que la agoten. Más bien podemos indicar algunas características vitales que configuran una mesa poliédrica y multicolor. Señalamos las siguientes:

•Identidad fuerte en su aparente debilidad,en tanto que bebe de fuentes plurales y no busca la fortaleza de una defensa férrea frente a otros. La fortaleza es precisamente la oportunidad para la puesta en común y para creación de vínculos. En momentos de incertidumbre y de confusión en una cultura occidental en franca decadencia, la fortaleza que se aleja del ámbito de lo particular que proporciona seguridad constituye la mayor ganancia de la identidad colectiva; ella permite la flexibilidad necesaria para acometer un futuro que exige fuertes dosis de gimnasia mental y de apertura de miras.

•Identidad proyectiva,que experimenta nuevos modos de vivir juntos sin que se excluya a nadie; con ello, igualmente se participa en el proyecto de recrear el tejido de la sociedad civil. Es una identidad creadora de nuevos códigos de comunicación y de transmisión de mensajes a la sociedad. Los proyectos educativos deben entenderse desde esta nueva perspectiva identitaria cosmopolita.

•Identidad reticular,construida desde el ejercicio de la corresponsabilidad horizontal. La identidad es un hecho eminentemente relacional. El fenómeno de las redes de solidaridad solo podrá tomarse verdaderamente en serio cuando sean ámbitos reales de creación de identidades compartidas, desde el momento en que ponen común recursos, reivindicaciones y proyectos de futuro.

•Identidad inclusiva y permeable,en tanto que aglutina en su seno pertenencias distintas y complementarias y configura unnosotrosinclusivo, más allá de las diferencias existentes entre las diferentes identidades particulares. La identidad cosmopolita saluda a los otros diciendo queellos somos nosotros.

•Identidad inestable,en tanto que confluyen múltiples pertenencias. «Salimos de una larga época a través de la cual una de esas pertenencias se “hinchó” hasta ocultar todas las demás y confundirse con la identidad entera16. La identidad segura de sí misma ha crecido en relación con la negación de la alteridad diferente, de forma que se ha generado una aparente identidad estable fraguada sobre la negación de la pluralidad. La identidad compartida nos introduce en una inestabilidad proporcional al momento de incertidumbre en el que vivimos.

•Identidad convergente.La identidad cosmopolita facilita la apertura de mentes y, por tanto, procura la invención de caminos nuevos que transitar y en los que participe el máximo de gente posible. La búsqueda de convergencia, el diálogo constructivo y el trabajo cooperativo constituirá una seña de identidad cosmopolita. El bien común será horizonte de trabajo relativizando la búsqueda del bien delos míos,porque entonces esos míos seremostodos nosotros.

•Identidad constructora de nuevos espacios, más allá de los territorios.El cosmopolitismo, como asegura Bilbeny, «no tiene territorio propio y distintivo, no lo apoya ninguna sociedad o pueblo»17. La identidad cosmopolita comparte un nosotros inclusivo que se sostiene desde valores universales y que trascienden al territorio concreto. Porque la territorialidad no es, sin más, una necesidad humana; es una disposición adquirida y transformable en el ámbito de cada cultura. Y el territorio en tantas ocasiones es símbolo de exclusión del extraño: un artefacto al servicio de la división. De ahí que el centro educativo se enfrente a una tarea ardua en la que debe desmitificar el pronombre «nosotros» utilizado bajo la forma exclusivamente posesiva y excluyente y poner empeño en crear –junto con otros– las bases cívicas de una nueva morada: el territorio habitado desde la capacidad de adaptación a una nueva vida en común donde todos quedamos recolocados.

Puede que esta identidad compartida produzca en no pocos casos la sensación de caer en una identidad desolada («sin suelo»), sin sustento alguno; en otros casos puede percibirse como la traición a las esencias particulares desde el momento en que dejamos que penetre en nuestras instituciones una identidad compartida, cual nuevo caballo de Troya, que terminará por devorarnos. Puede que algunos piensen que la identidad compartida es la punta de la flecha de la disolución de nuestra especificidad para desembocar en una disolución de «rebajas» de identidad.

No ignoramos que lo nuevo, lo que se está gestando, mueve al desconcierto y, en cierto modo, a la desconfianza. Pasa en todos los órdenes de la vida. En nuestro caso, además, origina una suerte de foco de resistencia que conlleva la utilización perversa, ideológica y defensiva de la identidad particular como escudo protector ante una realidad que no se quiere ni ver ni asumir.

COSMOPOLITA EN JERUSALÉN

En un reportaje televisivo sobre la situación de israelíes y palestinos en Jerusalén aparecía el testimonio de un judío argentino que llegó a Israel en los años setenta para participar en el ejército israelí y luchar contra los palestinos.

Él estaba convencido de la legitimidad de la guerra que se planteaba; participaba de una identidad político-religiosa pura, compacta, que niega la existencia del otro distinto, en este caso del pueblo palestino. Sin embargo, con el paso del tiempo, con la irrupción de las «intifadas» palestinas, que tanta desproporción de violencia generó entre ambos bandos (Palestina e Israel), decide mirar a los palestinos de frente, comienza a tratarlos, a saludarlos. Si no te saludan, no existes.

Y vio cómo su nuevo país de adopción, Israel, construía un muro de la vergüenza que impedía el tránsito de los palestinos, haciendo que estos perdieran empleos, se les maltratara, se les ninguneara, hiriéndoles en su dignidad de personas. Entonces decide cambiar o quizá decide dar un salto evolutivo en su biografía como persona.

Poco a poco se descubre a sí mismo pasando de ser combatiente desde una identidad sectaria y negadora de la realidad del otro a ser un ciudadano del mundo. Al ver al otro, al palestino, como un hermano, reconvierte y modifica su identidad en una vida abierta hacia los otros, creando espacios de convergencia. A partir de entonces cultivó nuevas amistades entre la comunidad palestina, dejó las armas y comenzó a militar en el pacifismo como nuevo espacio moral de entendimiento y de convivencia entre diferentes. Así fue reconstruyendo su identidad personal para hacerse cosmopolita en Jerusalén.

Quizá esté argentino judío haga suya la letra de la canción del uruguayo Jorge Drexler, con música de milonga del Cono Sur de Latinoamérica, que lleva por títuloMilonga del moro judío.

Por cada muro, un lamento en Jerusalén la dorada y mil vidas malgastadas por cada mandamiento. Yo soy polvo de tu viento y, aunque sangro de tu herida, y cada piedra querida guarda mi amor más profundo, no hay una piedra en el mundo que valga lo que una vida.

Yo soy un moro judío que vive con los cristianos, no sé qué Dios es el mío ni cuáles son mis hermanos.

No hay muerto que no me duela, no hay un bando ganador, no hay nada más que dolor y otra vida que se vuela. La guerra es muy mala escuela, no importa el disfraz que viste, perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera, vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste.

Y a nadie le di permiso para matar en mi nombre, un hombre no es más que un hombre y si hay Dios, así lo quiso. El mismo suelo que piso seguirá, yo me habré ido; rumbo también del olvido no hay doctrina que no vaya, y no hay pueblo que no se haya creído el pueblo elegido.

4. Desafío educativo y ética cívica

En el mundo educativo siempre destacamos el objetivo de educar al alumno de un modo integral como persona, y habría que añadir: como ciudadano. Y, en este objetivo, el papel de las identidades ocupa un lugar no menor. Quizá haya que ir más lejos de los planes de estudios y de cada una de las asignaturas para comprender este complejo asunto. En la película canadienseEl profesor Lazhardse narra, entre otras cosas, la inserción de un profesor argelino en una escuela de Inicial o Primaria en Montreal, en un contexto bien complicado en lo personal, escolar y social. En una conversación con una compañera de trabajo aparecen vivencias y experiencias de su país originario. Y esta compañera le pregunta a Lazhard: «¿Y a tus alumnos no les hablas de tu cultura?». Y él responde: «No, eso no está en el programa de estudios».

Educar en la ciudadanía global significa sumergirse de lleno en la realidad actual, cambiante y diversa. Y aceptemos que la diversidad en sí misma ni es una maldición ni es una bendición; es una realidad. Vivir juntos no es algo que hay que hacer a pesar de los demás, sino con los demás. Tan peligroso es replegarse en la identidad particular, cerrándose a cualquier contaminación, como impedir que las identidades particulares fluyan y se reconstruyan con otros. Solo así favoreceremos la convivencia, el conocimiento recíproco y la construcción cordial de una identidad cosmopolita que nos haga mejores ciudadanos, mejores personas.

La construcción de la ciudadanía global activa no significa guerra de identidades; al contrario, es la puerta de acceso a un «poder trabajar juntos» bajo el paraguas de una misma actitud y praxis: lo que académicamente se denominaética cívica,es decir, aquel conjunto de valores humanizadores en el que estamos de acuerdo unos y otros, con independencia de nuestros credos fontanales. Dicho de otra manera, cada credo fontanal, cada identidad particular, ilumina y facilita la expresión de valores compartidos.

¿Podremos vivir juntos? Solo es afirmativa la respuesta cuando seamos capaces de articular proyectos compartidos en esta sociedad plural donde la dignidad de la persona sea valor central respetado y defendido, la responsabilidad aflore como servicio y sentido de anticipación, donde la justicia social sea la expresión de la defensa de los últimos y más desprotegidos. He aquí una tarea apasionante propuesta por Maalouf:

Vivir juntos no es algo que les salga de dentro a los hombres; la reacción espontánea suele ser la de rechazar al otro. Para superar ese rechazo se precisa una labor prolongada de educación cívica. Hay que repetirles incansablemente a estos y a aquellos que la identidad de un país no es una página en blanco en la que se pueda escribir lo que sea ni una página ya escrita e impresa. Es una página que estamos escribiendo; existe un patrimonio común –instituciones, valores, tradiciones, una forma de vivir– que todos y cada uno profesamos; pero también debemos todos sentirnos libres de aportarle nuestra contribución a tenor de nuestros propios talentos y de nuestras propias sensibilidades18.

Este hermoso texto nos propone una hoja de ruta educativa enormemente relevante:

• Vivir juntos gentes diferentes no es algo tendencial. Por tanto, la identidad compartida es una construcción, muchas vecescontra natura,que no apetece, que no resulta atrayente, en la que hay que convencer con sólidos argumentos.

• La educación cívica debe transitar del rechazo al reconocimiento del otro. El otro y yo somos iguales en dignidad.