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La obra del pensador, novelista, dramaturgo, periodista, folclorista e investigador Manuel Zapata Olivella es un legado literario y cultural sin precedentes y supuso para el siglo XX una renovación de la cultura colombiana al confrontar la exclusividad de las élites criollas y promover una visión de nación donde tuvieran cabida los sectores populares conformados por mestizos, negros, mulatos y zambos. Dicho aporte comenzó a estudiarse desde hace tan solo unas cuantas décadas y en la Universidad del Valle, con la creación del doctorado de Estudios Afrolatinoamericanos, se vienen desarrollando importantes investigaciones sobre el universo temático en los cuales se inscribe la obra de Zapata Olivella. En ese sentido, el X Simposio Internacional Jorge Isaacs "Tras las huellas de Manuel Zapata Olivella", propuso capitalizar aquel legado, además de convocar e impulsar investigaciones contemporáneas relacionadas con la vida y obra del autor. Con 64 invitados nacionales e internacionales, más de cien mil asistentes, cerca de 2000 visitantes vía streaming y la realización de 63 eventos académicos y culturales; esta última versión del Simposio presenta esta compilación de estudios logrados desde diversos enfoques y disciplinas, que rondan la crítica literaria, la confesión de hazañas y vivencias del escritor por parte de quienes le conocieron y otras interpretaciones inéditas de su obra científica, antropológica y literaria.
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Seitenzahl: 1463
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Henao Restrepo, Darío
Tras las huellas de Manuel Zapata Olivella. Tomo 1 / Darío Henao Restrepo; Prólogo por Alfonso Múnera Cavadía – Primera edición
Cali : Universidad del Valle - Programa Editorial, 2024.
312 páginas ; 23 x 24 cm. -- (Colección: Artes y humanidades) 1. Zapata Olivella, Manuel, 1920 – 2004 -- 2. Biografías -3. Ponencias
928.61 CDD. 22 ed.
H493
Universidad del Valle - Biblioteca Mario Carvajal
Universidad del Valle. Programa Editorial
Facultad de Humanidades
Título: Tras las huellas de Manuel Zapata Olivella
Tomo 1
Autores
Alfonso Múnera Cavadía, Christian Alexander Elguera Olórtegui, Darío Henao Restrepo, Elisabeth Marín Beitia, Elizabeth Santafé Varcárcel, José Antonio Caicedo Ortiz, Juan Sebastián Mina Quiñónez, Luis Carlos Castillo Gómez, Mane Cisneros, Martha Viviana Posada Ceballos, Olga Lucía Martán Tamayo, Oscar Perdomo Gamboa, Silvia María Valero, Thomas Wayne Edison, William Mina Aragón, Yehudah Abraham Dumetz Sevilla
Tomo 2
Autores
Adelaida Fernández Ochoa, Alfonso Martán Bonilla, Alfonso Múnera Cavadía, Bernardita Montiel Lugo, Carlos Jiménez Moreno, Carlos Alberto Valderrama Rentería, Carlos Alberto Velasco Díaz, Catalina Zapata Cortés, Clément Animan Akassi, Darío Henao Restrepo, David Michael Palencia Roth, Denilson Lima Santos, Ethan Frank Tejeda, Fabio Martínez, Gustavo Alejandro Alzate Méndez, Héctor Javier Tascón Hernández, Jorge Andrés Ríos Guerra, José Hipólito Palomo Zurique, José Luis Garcés González, Luz Adriana Ossa Valencia, Maguemati Wabgou, Marvin Alfonza Lewis, Nelson Andrés Mera Idárraga, Nelson Castillo Pérez, Nicolás Javier Corena Guerra, Rafael Perea Chalá Alumá, Ricardo Sánchez Ángel, Roxana Ponce Arrieta, Shirley Sáenz Mosquera, Verónica Peñaranda Ángulo, Yaír André Cuenú Mosquera
Editor: Darío Henao Restrepo
Primera edición
Obra completa
ISBN: 978-958-507-225-1
ISBN-Pdf: 978-958-507-252-7
ISBN-Epub: 978-958-507-255-8
DOI: 10.25100/peu.5072251
© Universidad del Valle
© autores
Tomo 1
ISBN: 978-958-507-226-8
ISBN-Pdf: 978-958-507-253-4
ISBN-Epub: 978-958-507-256-5
Tomo 2
ISBN: 978-958-507-227-5
ISBN-Pdf: 978-958-507-254-1
ISBN-Epub: 978-958-507-257-2
Coordinación editorial: Luz Adriana Ossa Valencia y Pacífico Abella Millán Diseño y diagramación: Ana María Estrada Angola, Centro Virtual Isaacs (CVI) Imágenes de Manuel Zapata Olivella: Cortesía de los herederos
El contenido de esta obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle, ni genera responsabilidad frente a terceros. El autor es el responsable del respeto a los derechos de autor y del material contenido en la publicación, razón por la cual la universidad no puede asumir ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.
Se autoriza su reproducción citando la fuente de manera completa.
Cali, Colombia, diciembre de 2024
Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions
PRESENTACIÓN. EL LLAMADO DE ÁFRICA
Darío Henao Restrepo
PRÓLOGO
Alfonso Múnera Cavadía
ENTREVISTA A MANE CISNEROS
Por Darío Henao Restrepo
TOMO 1
CAPÍTULO I EL ABRIDOR DE CAMINOS Testimonios
EL PADRE DE MANUEL
Olga Lucía Martán Tamayo
ANTONIO MARÍA ZAPATA VÁSQUEZ. EL ALTER EGO DE MANUEL, “DE LA BODEGA NEGRERA A LA ENCICLOPEDIA FRANCESA”
Yehudad Abraham Dumetz Sevilla
CAPÍTULO II HISTORIA INTELECTUAL Diálogos, intercambios y apropiaciones
APROXIMACIÓN A EL HOMBRE COLOMBIANO DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Luis Carlos Castillo
MANUEL ZAPATA OLIVELLA: DESCOLONIZACIÓN Y CULTURA NEGRA EN EL SISTEMA EDUCATIVO (1927-1939)
José Antonio Caicedo Ortiz
MANUEL ZAPATA OLIVELLA Y LOS AÑOS EN CARTAGENA
Olga Lucía Martán Tamayo
CAMINO AL PRIMER CONGRESO DE LA CULTURA NEGRA DE LAS AMÉRICAS
Silvia María Valero
UNA AVENTURA INTELECTUAL: MANUEL ZAPATA OLIVELLA EN MÉXICO (1944-1946)
William Mina Aragón
CAPÍTULO III A BORDO DE CHANGÓ, EL GRAN PUTASEncuentro con la diáspora: formas, mito e historia
TRADUCCIÓN ONTOLÓGICA Y DESCOLONIZACIÓN NEGRA EN CHANGÓ, EL GRAN PUTAS
Christian Elguera
LOS ORICHAS EN LA COSMOGONÍA DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA: SACRALIDAD Y RITUAL EN LA NOVELA CHANGÓ, EL GRAN PUTAS
Elisabeth Marín Beitia
LA REPRESENTACIÓN SIMBÓLICA DE CHANGÓ, EL HÉROE, EL ANTIHÉROE, ¡EL GRAN PUTAS!
Elizabeth Santafé Varcárcel
CHANGÓ, EL GRAN PUTAS: UN RELATO DE MEMORIA Y REPARACIÓN POLÍTICA
Juan Sebastián Mina Quiñónez
LA RECEPCIÓN DE CHANGÓ, EL GRAN PUTAS: UNA APROXIMACIÓN A LA LECTURA FEMENINA DE LA OBRA DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Martha Viviana Posada Ceballos
BENKOS BIOHÓ Y JOSÉ PRUDENCIO PADILLA, ENTRE LA FICCIÓN DE ZAPATA OLIVELLA Y LA SUPUESTA REALIDAD HISTÓRICA
Oscar Perdomo Gamboa
UNA ENTREVISTA CONMANUEL ZAPATA OLIVELLA
Thomas Wayne Edison
TOMO 2
EL MUNTÚ EN MANUEL ZAPATA OLIVELLA: UN GIRO EPISTEMOLÓGICO EN LA GENEALOGÍA DE LAS CONTRAPRÁCTICAS Y LOS CONTRADISCURSOS AFRICANOS EN AMÉRICA LATINA
Clément Animan Akassi
ÁFRICA RECUPERADA: MITO, MEMORIA Y UTOPÍA EN CHANGÓ, EL GRAN PUTAS
Darío Henao Restrepo
LA PREGUNTA POR EL MUNTU
Carlos Jiménez Moreno
EL PROYECTO POLÍTICO Y ORGANIZATIVO EN MANUEL ZAPATA OLIVELLA. CONTRAPÚBLICOS AFROCOLOMBIANOS
Carlos Alberto Valderrama Rentería
DELIA Y MANUEL ZAPATA OLIVELLA. PENSANDO LA NACIÓN, EL MESTIZAJE Y LO NEGRO A DESTIEMPO
Catalina Zapata Cortés
MANUEL ZAPATA OLIVELLA: EL PIONERO DE LA CULTURA AFRICANA EN COLOMBIA
Fabio Martínez
ÁFRICA Y EL AFRICANISMO EN LA VIDA Y OBRA DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Maguemati Wabgou
MANUEL ZAPATA OLIVELLA, UN CIMARRÓN EN LA MODERNIDAD
Rafael Perea Chalá Alumá
DESPLAZAMIENTO Y DESPOJO EN TIERRA MOJADA
Adelaida Fernández Ochoa
CHAMBACÚ, CORRAL DE NEGROS DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Alfonso Martán Bonilla
LA PRESENCIA CARIBE EN LA OBRA TIERRA MOJADA DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Bernardita Montiel Lugo
MI MANUEL Y SU IMAGINACIÓN TOPOLÓGICA
David Michael Palencia Roth
MANUEL ZAPATA OLIVELLA, EL HIJO DE CHANGÓ: INTELECTUALIDAD NEGRA Y CULTURAS BANTÚES Y YORUBAS EN LATINOAMÉRICA
Denilson Lima Santos
ZAPATA OLIVELLA Y EL REPORTAJE PERSONAL
Ethan Frank Tejeda
HE VISTO LA NOCHE ANTE LA CRÍTICA: MARGINALIDAD Y RESISTENCIA, UN RELATO DE VIAJES
Gustavo Alejandro Alzate Méndez
LA MEDICINA COMO SABER ANCESTRAL EN LA OBRA DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Jorge Andrés Ríos Guerra
APORTES DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA AL DESARROLLO DE LA NOVELA COMO GÉNERO LITERARIO Y COMO METARRELATO EDUCATIVO
José Hipólito Palomo Zurique
LETRAS NACIONALES: UN VIGENTE DESAFÍO CULTURAL
José Luis Garcés González
EL HAMBRE COMO ALEGORÍA DE LA SOLIDARIDAD HUMANA EN LOS RELATOS DE VIAJE PASIÓN VAGABUNDA Y HE VISTO LA NOCHE DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Luz Adriana Ossa Valencia
HEMINGWAY, EL CAZADOR DE LA MUERTE:INTERTEXTUALIDAD Y METAFICCIÓN HISTORIOGRÁFICA
Marvin Alfonza Lewis
ESTRUCTURAS NARRATIVAS E IDEOLOGÍAS EN EL CUENTO “UN ACORDEÓN TRAS LA REJA” DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Nelson Castillo Pérez
CHAMBACÚ, CORRAL DE NEGROS: SUJETOS FEMENINOS, CUERPOS VIOLENTADOS
Nicolás Javier Corena Guerra
NUESTRO CALLEJÓN DE LOS MILAGROS
Ricardo Sánchez Ángel
MÚLTIPLES CARAS FUNDIDAS EN UN SOLO ROSTRO. NACIÓN Y TRIETNICIDAD EN EL HOMBRE COLOMBIANO, DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Roxana Ponce Arrieta
LA RAÍZ Y LAS ALAS: ANÁLISIS DE UNA FILOSOFÍA POR LA PAZ EN FÁBULAS DE TAMALAMEQUE: LOS ANIMALES HABLAN DE PAZ (1990) DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Verónica Peñaranda Angulo
CREACIÓN DE LA PRESENCIA DE LAS COMUNIDADES AFROURBANITAS COLOMBIANAS EN LA CALLE 10 (1960) DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA
Yaír André Cuenú-Mosquera
TEMBANDUMBA, DIÁSPORA LIBERTARIA OLIVELLANA EN LA VOZ DE LEONOR GONZÁLEZ MINA Y ESTEBAN CABEZAS RHER POR LOS CAMINOS DE LA IDENTIDAD AFROCOLOMBIANA
Carlos Alberto Velasco Díaz
LOS TEXTOS EN LOS AIRES TRADICIONALES DE LA MÚSICA DEL CONJUNTO DE MARIMBA DE CHONTA HÉCTOR JAVIER TASCÓN HERNÁNDEZ
Héctor Javier Tascón Hernández
TRADICIONES POPULARES Y FOLCLORE DEL PACÍFICO. MISIÓN FOLKLÓRICA DE 1963
Nelson Andrés Mera Idárraga y Shirley Sáenz Mosquera
AUTORAS Y AUTORES
Tomo 1
Tomo 2
NOTAS AL PIE
Darío Henao Restrepo1
La presencia africana no puede reducirse a un fenómeno marginal de nuestra historia. Su fecundidad inunda todas las arterias y nervios del nuevo hombre americano.
(Zapata, 1997, p. 143).
Cuando el presidente de Senegal, Léopold Sédar Senghor, presidió en Dakar el Coloquio Negritude et Amerique Latine (1974), uno de los invitados fue el médico y escritor colombiano Manuel Zapata Olivella. Con este, su primer viaje a África, al continente de sus ancestros, se le cumplía a Manuel el sueño y la necesidad, emocional y creativa, de conocer esa tierra lejana y mítica desde donde había partido la inhumana diáspora africana a las Américas.
Cincuenta años después, el XIV Simposio internacional Jorge Isaacs: Manuel Zapata Olivella vuelve a África, rinde homenaje al Coloquio de Dakar regresando con toda su obra a disposición pública en la web Zapata Olivella: https://zapataolivella.univalle.edu.co/. Además, estas memorias, que los organizadores de XIV Simposio en Dakar —Universidad del Valle, Universidad de Dakar Cheikh Anta Diop y Universidad de Missouri— publican para esta ocasión, son el resultado del X Simposio Jorge Isaacs Tras las huellas de Manuel Zapata Olivella (2018) dedicado a su obra, evento preparatorio del año 2020 en el cual Colombia celebró el centenario de su nacimiento. Volver a Senegal, acogidos por la Universidad de Dakar Cheikh Anta Diop, constituye una histórica oportunidad para abrir renovadores diálogos en torno a la obra de Manuel y a las relaciones entre África y su diáspora en las Américas. Asistidos por el espíritu del autor de Changó, el gran putas, emergen, en este siglo XXI, caminos de cooperación e intercambio ahora que Colombia establece por primera vez relaciones diplomáticas con Senegal.
Una tarde de finales de 1978, frente a la bahía de Santa Marta, Zapata me contó que, mientras escribía Changó, el gran putas, sintió la necesidad de ir hasta África, el punto de partida de esa diáspora brutal que empujó a millones de seres humanos en condición de esclavizados a las Américas. El proceso creativo le exigía ese viaje a la tierra de los ancestros, pues necesitaba atar muchos hilos sueltos sobre la saga que venía investigando hacía más de veinte años para su novela. Allá comenzaba la historia que se proponía rescatar del olvido. Soportado en sus múltiples lecturas, en sus peripecias por los universos afroamericanos y en la convivencia, intelectual y personal, con los más destacados intelectuales y artistas negros del siglo XX: los africanos Cheikh Anta Diop, Léopold Sédar Senghor, Joseph Ki Zerbo, Amadou Hampaté Ba, el poeta norteamericano Langston Hughes, el dramaturgo, pintor y poeta brasileño Abdías do Nascimento, el poeta y folclorista peruano Nicomedes Santacruz, el poeta y ensayista martiniqués Aimé Césaire, el poeta cubano Nicolás Guillén, el siquiatra y pensador martiniqués Frantz Fanon, el novelista y musicólogo cubano Alejo Carpentier, el poeta francoguayanés León Gontran Damas, el poeta y ensayista martiniqués Édouard Glissant, entre tantos que trató en sus recorridos por varios continentes. Y en Colombia, los intelectuales y artistas hijos de la diáspora africana: Rogerio Velásquez, Aquiles Escalante, Sofonías Yacup, Natanael Díaz, los hermanos de Manuel, Juan y Delia; Marino Viveros, Jorge Artel, Arnoldo Palacios, Carlos Arturo Truque, Diego Luis Córdoba y Valentín Moreno Salazar, entre otros, quienes lucharon, desde los años 1940, por el reconocimiento y la inclusión de los negros en la sociedad colombiana, movimiento que tuvo su auge como acto de justicia poética en Changó, el gran putas. Haciendo parte de esta vigorosa corriente intelectual, Zapata Olivella forjó su profunda convicción, según la cual, en los horrores de la travesía transatlántica venía incubada la resistencia, la lucha por la libertad y la solidaridad, circunstancias que los africanos afrontaron con sus dioses y sus lenguas hasta donde les fue posible.
El día que el presidente Senghor llevó a los invitados al Coloquio a conocer la isla de Goré, la antigua fortaleza desde donde embarcaban a los esclavizados, declarada monumento continental por los Estados africanos para conmemorar la partida de los millones de hijos de África hacia América, Manuel le pidió que lo dejara pasar una noche desnudo en una de las oscuras y sofocantes bóvedas de la fortaleza desde donde operaba el infame comercio de africanos. Como cuenta en su libro La rebelión de los genes, en el cual dedica un capítulo al Coloquio de Dakar y a los Congresos de la Cultura Negra de las Américas, se sentía un elegido por alguno de los orichas del panteón yoruba para cumplir el acto sacramental de padecer y rememorar allí, toda la noche, los suplicios sufridos por sus antepasados. Las razones que le dio a Senghor fueron conmovedoras:
Llevo varios años escribiendo una novela sobre la epopeya de la negritud en América, la que se inicia precisamente aquí, en esta “Casa de los muertos”. Quisiera pasar la noche desnudo sobre las piedras lacerantes, hundirme en las úlceras y los llantos de mis ancestros durante la larga espera de los barcos para ser conducidos a Cartagena de Indias donde nací y donde preservamos su aliento y su memoria (Zapata, 1997, p. 99).
Esta era la experiencia vital que le faltaba para darle solución poética al mundo que recrearía en Changó, el gran putas. El relato de lo sucedido habla por sí solo.
Esa noche, sobre la roca, humedecido por la lluvia del mar, entre cangrejos, ratas, cucarachas y mosquitos, a la pálida luz de una alta y enrejada claraboya, luna de difuntos, ante mí desfilaron jóvenes, adultos, mujeres, niños, todos encadenados, silenciosos, para hundirse en las bodegas, el crujir de los dientes masticando los grillos. Las horas avanzaban sin estrellas que pusieran término a la oscuridad. Alguien, sonriente, los ojos relampagueantes, se desprendió de la fila y, acercándose, posó su mano encadenada sobre mi cabeza. Algo así como una lágrima rodó por su mejilla. ¡Tuve la inconmensurable e indefinible sensación de que mi más antiguo abuelo o abuela me había reconocido (Zapata, 1997, p. 99).
Esa noche resolvió, por esos misterios de la creación, toda la organización de su novela e imaginó un mundo que estaría tutelado por los dioses de sus ancestros africanos.
Así como Manuel destacó su experiencia, también resaltó como la proyección más directa del Coloquio de Dakar la convocatoria y realización de los Congresos de la Cultura Negra de las Américas —el primero en Cali (1977), presidido por el mismo Zapata Olivella, el segundo en Panamá (1980), presidido por Gerardo Maloney, y el tercero en «São» Paulo (1983), presidido por Abdías do Nascimento— cuyo gran propósito era mantener y justificar los vínculos continentales de la diáspora afroamericana con sus hermanos aliados de África y del mundo. El Coloquio de Dakar propició, según Zapata Olivella, un dinámico clima de confrontaciones sobre la identidad afroamericana: negritud e indigenismo, aportes socioculturales, religión, lingüística, cultura, folclor, música y el rol de los afroamericanos en las luchas emancipadoras. De este riquísimo intercambio interdisciplinario y de puntos de vista, como se puede leer en las memorias, Negritude et Amerique Latine, publicadas en 1978 con el apoyo del gobierno de Senegal y el concurso científico y técnico del Centre de Hautes Etudes Afro-Ibéroaméricaines, dirigido en ese entonces por René L. F. Durand, y el Département des Langues et Civilisations Romanes de la Universidad de Dakar. De la reunión en Dakar se desprendieron diversidad de temáticas desarrolladas de múltiples maneras en América Latina, comenzando por los asuntos tratados en los Congresos de Cultura Negra de las Américas.
Este sucinto panorama nos lleva al viaje a la semilla plantada por el Coloquio de Dakar, un asunto necesario de profundizar en investigaciones entre colombianos y senegaleses, pues sin duda ilumina el recorrido por la vida y obra de Manuel Zapata Olivella que se propuso en el X Simposio Internacional Jorge Isaacs Tras las Huellas de Manuel Zapata Olivella, y, más aún, se entiende en su verdadera dimensión la celebración del XIV Simposio: Manuel Zapata Olivella vuelve a África, como un desenlace natural de las motivaciones profundas de su creación literaria y de su incesante labor ensayística por entender y explicar al hombre colombiano, y por rescatar la herencia africana, parte esencial de lo que él llamaba la trietnicidad, esa amalgama de nuestras vertientes constitutivas: lo indígena, lo europeo y lo africano.
Con el fascinante proceso de la formación letrada de Antonio María Zapata, padre de Manuel, lo que significó el salto de la bodega negrera a la enciclopedia francesa; el análisis de El hombre colombiano, sin duda el más completo estudio sobre cómo se forjó nuestra identidad; el periplo de los años formativos del joven Zapata Olivella en Cartagena (1927-1939); los desarrollos de la semilla de Dakar en el Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas realizado en Cali en 1977; la travesía en el barco negrero Nueva India en 1564 relatada en Changó, el gran putas; el papel libertario de personajes históricos como Benkos Biohó y José Prudencio Padilla; los orichas en la cosmogonía que sustenta la trama de Changó, el gran putas, su representación simbólica; la recepción y la lectura femenina de la novela; las novedosas lecturas de las primeras novelas de Zapata: Tierra mojada, Chambacú, corral de negros, En Chimá nace un santo, y de sus memorias de viajes: Pasión vagabunda y He visto la noche; África recuperada a través del mito, la memoria y la utopía; Delia y Manuel pensando la nación y el mestizaje y lo negro a destiempo; el proyecto político y organizativo de Manuel; el africanismo de Zapata Olivella, un cimarrón de la modernidad; las culturas bantúes y yorubas en Latinoamérica; la medicina como saber ancestral en la obra de Zapata Olivella; la novela Calle 10, nuestro callejón de los milagros; las Fábulas de Tamalameque, incursión en la literatura infantil; la diáspora libertaria en la voz de Leonor González Mina y Esteban Cabezas, compañero de viaje del Pacífico colombiano; las tradiciones del Pacífico investigadas por Manuel y Delia, la expedición a Guapi en 1963; la marimba de chonta, una sucesora del balofón africano; el muntú en la obra de Zapata y varios trabajos sobre su pionerismo en el rescate de la herencia africana en Colombia, el lector de este libro podrá hacer su propio viaje a la vida, la obra y el pensamiento del ekobio mayor de la literatura latinoamericana.
Las palabras del presidente Senghor en la apertura del Coloquio de Dakar cobran hoy más vigencia que nunca. Ese día hizo un llamado para reforzar la cooperación cultural entre nuestros escritores y artistas y, más aún, entre los investigadores y nuestras universidades. Ampliar nuestras relaciones culturales y científicas, como lo sostuvo Senghor, contribuye a la cooperación económica y política y a enfrentar como hermanos los mismos problemas que nos aquejan.
Que este libro aporte a nuevos horizontes en las relaciones entre África y Colombia.
Santiago de Cali, julio de 2024
Negritude et Amérique Latine: Colloque de Dakar, 7-12 janvier 1974. (1978). Dakar - Abidjan: Nouvelles Editions Africaines.
Zapata Olivella, M. (1997). La rebelión de los genes. Bogotá: Altamir Ediciones.
Alfonso Múnera Cavadía
Lo primero que impresiona al repasar el listado de conferencias que recogen estas memorias del seminario Tras las Huellas de Manuel Zapata Olivella es la inagotable fuente de estudios que es la obra literaria y ensayística del autor. Y, en verdad, no debería extrañarnos. Así de diversa y valiosa fue su contribución a la literatura colombiana, a las ciencias sociales y a la gestión cultural. Pocas veces hemos estado en presencia de un intelectual y de un artista tan extraordinariamente lúcido en sus planteamientos y, al mismo tiempo, dueño de una obra novelística de primer orden. Este libro contiene brillantes acercamientos a las novedosas tesis y reflexiones que Manuel dejó planteadas en sus escritos históricos, antropológicos, lingüísticos y sociológicos; a sus insuperables aportes al conocimiento de la realidad sociorracial del pueblo colombiano. Y, también, encontramos notables aproximaciones al estudio de su creación literaria y, en particular, de su gran novela: Changó, el gran putas.
Con la obra de Manuel Zapata Olivella sucedió lo que es frecuente entre nosotros, países latinoamericanos en los que el peso de la mentalidad colonial sigue siendo enorme: a los escritores y artistas los estudian con seriedad y descubren el valor de sus creaciones, primero en el extranjero, y solo tardíamente adquirimos conciencia como nación de su importancia. En los años sesenta la academia norteamericana se había ya interesado en investigar y estudiar con sistematicidad las novelas y ensayos de Manuel, mientras que en Colombia algunas voces aisladas se refirieron a él, y casi siempre para destacar su labor de antropólogo, de gestor cultural y de estudioso de las culturas colombianas; poca atención se le concedía al valor literario de sus estupendas novelas, y aún menos a las espléndidas contribuciones de su pensamiento al estudio de los problemas sociorraciales, de sus raíces y de su centralidad en el mundo contemporáneo, y no solo en Colombia.
Hoy esto ha cambiado, aunque no del todo. Acabamos de celebrar con un buen número de actividades el centenario de su nacimiento, y es verdad que, incluso, el Ministerio de Cultura declaró el año 2020 como el año Manuel Zapata Olivella, en homenaje a su obra, y que en muchos países se profundiza en el conocimiento de su producción ensayística y literaria. Pero también lo es que a los grandes medios de comunicación de Colombia —cada vez más superficiales y cada vez menos democráticos en su concepción del periodismo— poco les interesó unirse a esta celebración; y me atrevo a creer que en el mundillo de la crítica literaria —si es que eso existe entre nosotros— sigue vigente, con las debidas excepciones, la colonial idea de considerarlo un escritor menor. Al primero que no le extrañaría contemplar esta apreciación a la colombiana de su obra sería al mismo Manuel. En su estupenda revista Letras Nacionales escribió en los sesenta del pasado siglo ensayos brillantes sobre la neocolonialidad en los contenidos de la crítica literaria y del pensamiento colombianos. En aquel entonces dijo lo siguiente:
Habitualmente se entiende entre nosotros por literatura nacional el proceso de asimilación de la foránea. Cuentan sólo las vicisitudes de las ideas ajenas en nuestro medio. De ahí que se pretenda dividir la historia de la literatura nacional relacionada con aquellas. Los términos usuales de clasificación son harto conocidos: Descubrimiento, Conquista, Colonia, Independencia, Universalización. Tal parece que importara poco el fenómeno nacional ya que este, según ese razonar, no tiene existencia propia, sino conciencia receptiva, literatura parasitaria. La árida cara de un satélite que refracta luz prestada. (...) Ya es tiempo de que al hablar del híbrido no sólo se analice lo que recibimos de la literatura colonizadora sino también la respuesta de la colonizada (Zapata, 1965a, pp. 10-11).
Un par de meses después volvió a plantear una de sus reflexiones formidables en contra de la postura neocolonial que imperaba en el pensamiento colombiano, y lo hizo consciente de la importancia de lo que recibíamos del Occidente, para advertir sobre el peligro de negar lo propio:
Nuestro nacionalismo —agrega— no es ciego ni estrecho. Tenemos conciencia exacta de los valores regionales y universales, lo que no significa que nos sintamos inferiores a lo foráneo. (...) Se hace necesario, sin embargo, luchar contra los reflejos condicionados heredados del viejo coloniaje que sepultó la cultura indígena, subestimó a la negra y autodiscriminó a la mestiza. De ahí arranca ese gesto peyorativo ante lo criollo y la alucinación por todo lo ajeno, aún cuando muchas veces el brillo de este sea del mismo quilate de las cuentas de vidrio que nos cambiaban por pectorales de oro puro (Zapata, 1965b, pp. 8-9).
La injusticia que se cometió en la valoración de la obra de Manuel es cada vez más evidente y comienza a ser cosa del pasado. Sus novelas iniciales hicieron parte del gran esfuerzo creativo de los años cincuenta y sesenta que fundó la literatura moderna en Colombia, y una obra como En Chimá nace un santo es, sin asomo de duda, una de las creaciones más ambiciosas de la novelística colombiana en ese alto momento que se extendió entre 1955 y 1965, que precedió a la aparición de Cien años de soledad. Con todo derecho este estupendo relato estará en nuestra historia literaria al lado de El coronel no tiene quien le escriba, Respirando el verano, El hostigante verano de los dioses, y otras pocas. Y Changó, el gran putas, obra mayor e imperecedera, cuya buena fama crecerá con el tiempo, gracias a su ambición de totalidad y a su laboriosa e intensa densidad poética.
Y dos líneas más sobre Manuel: no se escribieron en el siglo XX ensayos más brillantes sobre la naturaleza del ser colombiano y sobre las expresiones culturales de su pueblo que los de este extraordinario pensador. Nadie más honesto y amoroso a la hora de reflexionar sobre los “pobres de la tierra” y sus creaciones en el lenguaje, la música, la danza y el trabajo productivo de todos los días; a fin de cuentas, todo lo que tenemos de valor arranca de esa incesante labor colectiva.
Otra muestra más de gran valor académico, que tenemos que festejar, de cómo hemos ido descubriendo las verdaderas dimensiones de la obra de Manuel, es esta muy buena selección de conferencias dictadas en el seminario. No debería terminar estas pocas páginas sin otro acto de justicia: gracias a la formidable labor de la Universidad del Valle, de su decano de Humanidades, Darío Henao, y de su equipo de colaboradores, la investigación y el diálogo alrededor de la obra y de la vida de Manuel ha tenido nuevos y fructíferos desarrollos; y, en algunos aspectos, ha animado, al lado de la Universidad de Vanderbilt y otras instituciones, el ascenso a sus grandes alturas. Changó, el gran putas, sigue a la espera de nuevos escaladores.
Zapata Olivella, M. (1965a, marzo-abril). La Dirección responde a ocho preguntas en torno al nacionalismo literario. Letras Nacionales, (1), 9-15.
Zapata Olivella, M. (1965b, mayo-junio). Editorial. Chauvinismo literario y complejo nacionalista. Letras Nacionales, (2), 8-9.
Manuel Zapata Olivella con el expresidente de Senegal, el poeta y escritor Léopold Sédar Senghor, su anfitrión en el Coloquio de Dakar en 1974. Miami, 1989.
Por Darío Henao Restrepo
El cine africano está contribuyendo a reflexionar sobre la dignidad del continente.
Mane Cisneros
Es licenciada en Geografía e Historia, maestra en Antropología Cultural y doctora en Etnología, ¿en qué momento y cómo se gesta su interés por el cine africano?
Curiosamente, mi formación nada tuvo qué ver con África. Mi especialización fue en el campo de la antropología cultural mesoamericana y más concretamente maya.
Mi pasión por África inició casualmente cuando por razones personales me fui a vivir a Tarifa, la ciudad más meridional de Europa y la más cercana al continente africano. Tan solo 14 kilómetros separan a África de Europa en este punto del estrecho de Gibraltar, motivo por el que es uno de los puntos de acceso de inmigración más importantes del Mediterráneo.
¿Qué le impulsa a crear el Festival de Cine Africano de Tarifa —FCAT—?
A África se la “ha contado” siempre desde fuera. El vencedor, el colonizador modeló y escribió la historia de los africanos sin contar con ellos. Ahora tocaba “re-escribir” esa historia.
El Festival de Cine Africano de Tarifa nació con el reto de devolver a los africanos la voz que les negamos. Escogí hacerlo de la mano del cine por la importancia que tiene la imagen en nuestro mundo. Aunque sea una frase manida, una imagen vale más que mil palabras. Así que nosotros empezamos a reescribir la historia de África a golpe de imágenes construidas por los propios africanos.
¿Cuál es el objetivo del Festival? ¿Cree que ha mutado a lo largo de estos quince años?
La llegada masiva de subsaharianos a las costas de Tarifa imponía el desarrollo de acciones que preparasen a la sociedad española para la convivencia. Trabajar estereotipos anclados en el imaginario de los españoles no era tarea fácil, en especial cuando se hablaba de los más cercanos, los marroquíes, pero también se trataba de reposicionar al negro, conocer las sociedades de procedencia, contextualizar los porqués de su éxodo, conocer la historia de África, sus pueblos y sus culturas. La ignorancia de los españoles en este sentido era y, por desgracia, sigue siendo supina.
África sigue siendo el continente invisible que solo emerge en ocasión de guerras, pandemias o hambrunas, pero África es mucho más que eso y en el FCAT quisimos, queremos contarlo, de la mano de los propios africanos.
No obstante, la actitud de los españoles ante “lo africano” ha cambiado enormemente en estos años. En concreto, en nuestro festival hemos visto cómo el público procedente de las ONG iba desapareciendo de las salas para ser paulatinamente sustituido por gente que asiste al festival por puro interés cultural y de conocimiento. Ya no asisten al festival esperando ver películas exóticas e historias de negros dictadas por las consciencias blancas. Es apasionante ver cómo la constancia y el rigor acaban dando sus frutos. El camino por recorrer es aún largo, pero se ha avanzado muchísimo.
¿Cuáles han sido las principales dificultades que ha enfrentado el Festival?
Sin lugar a duda los estereotipos. Llevo años leyendo el pensamiento y la mirada de quien decide sobre la supervivencia o no de los eventos culturales, de lo poco que África interesa, cuando el objetivo que se persigue no es el de poner paz en la conciencia de la gente. En este contexto es difícil convencer sobre la necesidad de consolidar un evento cultural concebido esencialmente para transmitir conocimiento y celebrar un continente invisible, África.
¿Cuáles son los beneficios que el continente africano y el continente europeo han obtenido con este Festival?
No estoy muy segura de que el término apropiado sea el de “beneficio”, menos aún pretender que nuestro festival pueda llegar a incidir a nivel continental. Sin embargo, sí creo que el FCAT es una herramienta más de la cadena de eventos que están trabajando en Europa para que África esté presente en las agendas culturales del continente. Hay que decir que Europa ha dado grandes pasos en la toma de conciencia de la nueva realidad multirracial que define sus sociedades.
Por su parte, en África, algunos países como Sudáfrica, Marruecos y Nigeria se han sumado a la lista de los históricos productores de cine del continente como Egipto, Argelia o Túnez, desarrollando una industria cinematográfica que crea productos tanto para el consumo interno como para el mercado global. La producción africana de cine está presente en los festivales más importantes de cine del mundo.
Resumiendo, creo que más que el FCAT, es el propio dinamismo de los mercados globales de cine que está facilitando la incorporación de los cines de África a la propuesta de ocio de los europeos.
¿Es posible hablar de una estética particular de los cines en África? ¿Ha percibido un interés temático en las producciones?
Ante todo, no debemos olvidar que África no es un país sino un enorme continente en el que viven 1000 millones de personas con lenguas, culturas e historias completamente diferentes. Así que es difícil, por no decir imposible, hablar de una estética única para todo el continente.
Los cines africanos surgieron en los años sesenta del siglo pasado en sintonía con los procesos nacionales de independencia y de liberación. Por las peculiaridades del continente, el cineasta local se convirtió en un actor determinante en la tarea de educar a sus conciudadanos, reconocible en la apropiación de la figura del griot tradicional y en su evolución, hasta el concepto actual de “gri-auteur”. Desde el propio medio cinematográfico y haciendo uso de estrategias estéticas nacidas de una praxis ética diaria, cineastas contemporáneos de la talla de Abderrahmane Sissako, Jean-Marie Teno, Haile Gerima, Oliver Hermanus y Mahamat-Saleh Haroun cuestionan la realidad cultural, política y social, provocan la reflexión del espectador y ofrecen una luz en el camino de emancipación de hombres y mujeres. Forzados por las exigencias de un contexto histórico específico, estos directores se han alzado como negociadores privilegiados en el seno de sus sociedades y dentro del panorama cinematográfico global, siguiendo la estela de pioneros como Sembene Ousmane, Souleymane Cissé o Djibril Diop Mambety.
¿Cómo ve el panorama actual de los cines en África?
El cine africano tiene sus raíces en las propias culturas y en su dinamicidad actual. Tal vez por esto es que el espectador no africano no entiende el lenguaje y los gestos simbólicos ocultos en sus, a veces, prolongados diálogos, que percibe como una pesada monotonía.
Uno de los grandes retos del cine africano de hoy es llegar a un público global. Como asegura David Pierre Fila, cineasta de Congo Brazzaville, “El cine africano tiene que dejar de ser cine para los festivales, sean en África o fuera del continente, y tiene que ir a las salas comerciales para enfrentarse a un público más amplio. Por otra parte, los directores africanos deben hacerse conocer en su propio continente, porque hasta ahora son extraños en sus propios pueblos”.
Otro de los grandes retos de la industria cinematográfica africana es la financiación. Pero esto no debe llevar a los cineastas africanos a replegarse sobre sí mismos, echar la culpa de su situación al pasado o contar siempre con la ayuda exterior. El cine africano debe tener su autonomía y dignidad. Solo así consolidará su identidad.
A pesar de todo, el cine africano está contribuyendo a reflexionar sobre la dignidad del continente, a recuperar los valores tradicionales, a la integración de los propios africanos —de dentro a fuera del continente— a combatir la corrupción, a acabar con los prejuicios sobre África y a consolidar la paz y la reconciliación. El cine africano se está constituyendo en un faro de esperanza para la generación actual, que vive a caballo entre el pasado tradicional y la modernidad del presente.
Es cierto que acceder al cine producido en países europeos descentralizados es difícil, no obstante acceder a las producciones africanas es quizá tan difícil como acceder a las producciones colombianas. ¿Ha tenido alguna cercanía con el cine que se produce en Colombia?
La fragilidad de las industrias cinematográficas europeas, latinoamericanas y africanas las ha librado a su propia suerte y ha facilitado, entre otros factores, la consolidación de la presencia de las majors norteamericanas en las pantallas globales.
De esta manera, los problemas de promoción y difusión de los cines de África no se alejan demasiado de otras cinematografías o de los mal llamados “cines periféricos”, un concepto etnocentrista promovido por las propias majors norteamericanas que globalizan como nunca su hegemonía en la producción y los servicios de bienes audiovisuales, no reduciéndose a promover el modelo “hollywoodense” con el cual universalizaron sus mensajes. Por el contrario, incorporan hoy nuevas estrategias con las que, junto con reforzar dicho modelo, logran practicar formas complementarias de globalización, propias ya de la información, la comunicación masiva y las industrias culturales.
Por esta razón, compartida con casi todas las cinematografías del planeta, a excepción de las norteamericanas, el acceso a los cines de África coincide en las mismas dificultades con el colombiano, unos cines recluidos al ámbito de los festivales de cine que sobreviven en general gracias al mercado nacional.
En este sentido, al frecuentar muy a menudo festivales de cine internacionales, las producciones colombianas no me son ajenas, aunque siempre de manera muy reducida. La presencia del cine colombiano en festivales fuera del continente sigue siendo reducida.
Por nuestra parte, en los últimos años, se está materializando un fuerte interés en el FCAT por las producciones latinoamericanas del ámbito afrodescendiente, tanto a nivel de dirección, producción e interpretación como de temática. Ello posiciona al cine colombiano afrodescendiente en el foco directo de nuestro interés. Deseamos que esta sea una línea de trabajo que se intensifique con los años hasta convertirse en imagen de marca de nuestro festival.
Si así lo considera, ¿por qué los espectadores colombianos deberíamos acercarnos más al cine africano?
La Constitución colombiana reconoce desde 1991 el carácter multiétnico de su población. Conocer los orígenes de la población afrodescendiente, el 20-22 % de los colombianos, una población aún marcada por la herencia de la esclavitud y de la época colonial, podría, por una parte, facilitar su empoderamiento y, por otra, ayudar al resto de la sociedad colombiana a conocer y respetar la realidad de un continente con el cual comparte mucho más que con otros lugares del norte del planeta, algo cada vez más difundido al día de hoy, el conocimiento e interacción Sur-Sur.
El cine, la imagen tienen una extraordinaria capacidad de transmitir conocimiento y por ello considero tan acertadas todas las iniciativas que se están desarrollando en Colombia con respecto al cine africano y afrodescendiente.
Testimonios
Olga Lucía Martán Tamayo
Mi padre, el primer letrado en la larga cadena de su ascendencia esclava, solía ufanarse de haber dado un salto de cuatro siglos desde la bodega negrera a la enciclopedia francesa
Zapata Olivella, 1990, p. 18
Figura 1. Antonio María Zapata.
Fuente: accedimos a esta fotografía por Edelmira Massa Zapata quien, a su vez, tuvo acceso a la misma por medio de su primo Neftalí Zapata. Parece que la familia extrajo de sus archivos en el mes de junio del presente año, para rememorar la fecha de nacimiento del “viejo” Zapata.
El padre de Manuel, Antonio María Zapata Vásquez, nació en Cartagena el 22 de junio de 1880 (Mora, 2015, p. 47). Abandonó sus estudios de jurisprudencia2 y se convirtió en autodidacta. Era asiduo lector de los clásicos del evolucionismo, adepto de por vida al Partido Liberal, escritor, editor de periódicos, maestro de escuela. Este último oficio, como lo planteó el poeta y escritor loriqueño Antonio Dumetz, lo ejerció no solo en La Fraternidad, el colegio que fundó, sino también en el Fernández Baena, en el Instituto Politécnico del profesor Antonio Martínez Olier y en el Bachillerato de la Universidad de Cartagena (Dumetz, s. f.). Su hijo, Manuel Zapata Olivella, planteó que los estudios de su padre se vieron truncados por la decisión de su abuelo, Manuel Zapata Granados, de separarse de la señora Ángela Vásquez y de comprometerse con otra de las muchas mujeres que tuvo3. Aunque la decisión “condenaba” a “todos los hijos anteriores” a “sufrir el estigma de ilegítimos” (Zapata Olivella, 1990, p. 73), ello no significó un futuro desventurado para Antonio María.
Era claro que sus aspiraciones educativas rebasaban el nivel medio no solo del contexto local, sino también el de la época4. El propio Antonio María tenía una educación superior a la de su generación; de sus hermanos era el único que a pesar de las adversidades había culminado sus estudios, y frente a sus progenitores del siglo XIX, descendientes de esclavos, de origen rural y, posteriormente, con aspiraciones claramente comerciantes5, había dado un paso adelante en el ascenso educativo e intelectual, aun cuando ello no siempre representara la movilidad económica esperada. En suma, aunque no finiquitó sus estudios de jurisprudencia y solo cursó tres años de dicha carrera, haber completado la educación secundaria era, como lo expresó Gerald Martin (2009), un logro notable en cualquier lugar del mundo en aquellos tiempos (p. 48). Logró convertirse en un gran autodidacta, dominando ramas del conocimiento humanista.
Según su nieta Edelmira Massa Zapata (comunicación personal, 2 de abril de 2016), en su juventud Antonio María acompañó a su padre de pueblo en pueblo en busca de oportunidades comerciales. En una de las idas y venidas, Antonio María contribuyó a que su padre llevara a cabo un importante negocio que le reportó, según Edelmira, una “enorme riqueza”. Ante tal estado de cosas, Manuel Zapata Granados decidió incentivar a su hijo ofreciéndole lo que él quisiera. Antonio María meditó seriamente el ofrecimiento y se decidió por la biblioteca de un personaje que al parecer tenía la biblioteca más grande, no sabemos si de Santa Cruz de Lorica o de Cartagena. Cuenta Edelmira que en compañía de su futura esposa —quien también se llamaba Edelmira—, Antonio María se recluyó alrededor de tres años en una casa que fue donada por un tal Samuel Zapata Granados con el objetivo de devorar cada uno de los libros con los cuales forjó su pensamiento positivista y liberal. En efecto, en su semanario Rojas Garrido —del cual hablaremos más adelante— divulgó en varias oportunidades el pensamiento darwinista. Su admiración hacia Herbert Spencer lo llevó incluso a dedicarle poesías como la siguiente:
Figura 2. Poema dedicado a Herbert Spencer.
Fuente: semanario Rojas Garrido, Santa Cruz de Lorica, 1917.
Recordemos que por aquella época se vivían las secuelas de la gran crisis nacional causada por la Guerra de los Mil Días y la separación de Panamá. Cuando la mencionada guerra estalló en 1899, Antonio María bordeaba los 19 años. No tenemos datos que precisen su nivel de participación en la misma6, pero lo que sí podemos afirmar es que fueron muchas las hazañas heroicas que atesoró en su memoria, así como los desencantos por las causas perdidas. La Guerra de los Mil Días fue, en palabras del ya citado biógrafo británico:
(…) la última y más devastadora de una veintena de guerras civiles nacionales y locales que habían arrasado a Colombia durante el siglo XIX, libradas entre los liberales y los conservadores, los centralistas y los federalistas, la burguesía y los terratenientes, la capital y las provincias (Martin, 2009, p. 38).
Como resultado de lo anterior, los conservadores se mantuvieron en el poder durante cuarenta y cuatro años, desde 1886 hasta 1930, y, tras un “breve interludio liberal”7, asumieron nuevamente el poder hasta mediados de los años cincuenta. Las causas de dicha guerra han sido ampliamente reseñadas, pero basta con señalar que cuando la guerra culminó en noviembre de 1902, el país estaba sumido en la pobreza, alrededor de cien mil colombianos —especialmente jóvenes8— habían fallecido9 en la misma y un año después se asistía al ritual de despedida de la provincia de Panamá.
Cabe destacar que, aunque la Guerra de los Mil Días se sucedió en todo el país, un epicentro importante fue la costa caribe. Ante este inminente hecho histórico, el padre de Manuel no pasó inmune. Como si fuera un testigo fehaciente, un clásico cronista del siglo XIX, un erudito aficionado o simplemente un liberal empedernido, dedicó varias de sus letras a relatar este cruento suceso. Tan buen etnógrafo debió haber sido que el personaje de Aureliano Buendía, creado por García Márquez, fue el resultado —entre otras cosas— de las excentricidades y de los perfiles que otrora describió Antonio María Zapata sobre dos o tres veteranos de la Guerra de los Mil Días. Lejos estaba nuestro Manuel de imaginar que aquellas polvorientas letras que generosamente le entregó a Gabo en el periódico El Universal, contribuirían a edificar el monstruo titánico de Cien años de soledad.
Este dato fue corroborado por nosotros en una nota de prensa del 2015 titulada “Un año sin Gabo, el genio universal de la literatura” en la que se habla de las facetas poco conocidas del nobel y de tres secretos, entre los cuales se dice que:
(…) la primera gran historia de dos generales de la Guerra de los Mil Días que descubrió García Márquez, más allá de la historia de su abuelo Nicolás Márquez Mejía, la conoció poco después de llegar a Cartagena y trabajar en el diario El Universal, en 1948. El escritor Manuel Zapata Olivella10, quien trajo a trabajar a este diario a García Márquez, le entregó un folleto escrito por su padre Antonio María Zapata sobre la vida del coronel Buendía (Colprensa, 2015, párr. 11).
En otra noticia, titulada “Así creó Gabo sus personajes”, el escritor y redactor actual del periódico El Universal, Gustavo Tatis Guerra, planteó que, gracias a Manuel, Gabo conoció la historia de Ramón Buendía, José Manuel Buendía y Aureliano Naudín, veteranos de la guerra; Aureliano Buendía sería entonces la suma de todos los coroneles (Tatis, 2017).
Ya sea porque su padre los abandonó (Zapata, 1990, p. 73) o por las actividades comerciales11, Antonio María llegó a Santa Cruz de Lorica entre 1904 y 190612. Inicialmente se radicó en Moñitos, un pueblo de pescadores y de gente que, al conocer al primogénito del maestro, pronosticó que las dolencias con las cuales había nacido se debían al “mal de ojo” y no a la avasalladora tosferina. Quizás esta historia, inscrita para siempre en la memoria familiar de los Zapata Olivella, inspiró uno de los cuentos de Manuel titulado “Mal de ojo” (1949), en el que planteó la historia de un pobre muchacho del Sinú que había nacido con un solo ojo y al que, a razón de su malformación, se le atribuían los males del pueblo, como la muerte inesperada de los animales: el infortunio. Apesadumbrado, entonces, por la muerte anticipada de su hijo Neftalí y por la ausencia de médicos en la pequeña comarca, Antonio María decidió continuar con la mirada hacia Santa Cruz de Lorica, en aras de ofrecerle a su familia un lugar más apacible, salubre y mejor dotado que el anterior.
Hay quienes sostienen que la llegada de Antonio María a Santa Cruz de Lorica fue posible gracias a su copartidario, amigo y compadre, el general Jesús María Lugo (Mora, 2015, p. 47); uno de los jefes liberales más importantes de la región e insigne veterano de la Guerra de los Mil Días (Prescott, 2000, p. 54). Por su respaldo, en el año de 1906, Antonio María fundó el colegio La Fraternidad. Mediante su obstinado autodidactismo y afán de conocer, Antonio María se familiarizó con el conocimiento de distintas ramas del saber; esta actividad lo habilitó para impartir clases de gramática, geografía, aritmética, jurisprudencia y humanidades. De hecho, cuando regresó a Cartagena, publicó en 1938 una serie de textos escolares entre los cuales se destacó:
Figura 3. Textos escolares.
Fuente: accedimos a esta fotografía a través de la muestra audiovisual realizada por María Adelaida López.
En aquella época, y más en los lugares de atmósfera pueblerina, el oficio de maestro gozaba de una indudable reputación entre los sectores pobres en la medida en que revestía una figura de autoridad y de guía —incluso espiritual—. A la vez, su condición de letrado lo situaba en un lugar diferenciado entre los sectores privilegiados de la región. Se dice que educó a sus hijos con gran disciplina, que a la manera de Sócrates los indujo a interrogar el mundo y que su filiación a las ideas liberales era una verdad incuestionable. Murió en 1968 en la ciudad de Cartagena de Indias. De acuerdo con los relatos familiares, Antonio María no volvió a salir a la calle después de la muerte de su compañera de vida, Edelmira Olivella Vera. Dicen que se sentó a esperar la muerte.
Cataño, G. (2013). La introducción del pensamiento moderno en Colombia. El caso de Luis E. Nieto Arteta. Bogotá, Colombia: Universidad Externado de Colombia.
Colprensa. (2015, 17 de abril). Un año sin Gabo, el genio universal de la literatura. Vanguardia. https://www.vanguardia.com/colombia/un-ano-sin-gabo-el-genio-universal-de-la-literatura-PAVL307800/
Dumetz Sevilla, Y. A. (s. f.). Antonio María Zapata Vásquez. “De la bodega negrera a la Enciclopedia francesa”. Antonio Dumetz Sevilla, poeta y escritor [blog]. https://poetaescritordumett.blogspot.com/p/ensayos.html. Consultado el 7 de febrero de 2018.
Martin, G. (2009). Gabriel García Márquez. Una vida. Bogotá, Colombia: Debate.
Mora Vélez, A. (2015, abril). Pensamiento filosófico, político y social de Antonio María Zapata. Revista Horizontes Culturales (27), 47-62. https://www.calameo.com/read/0007776573a45408dc039.
Prescott, L. (2000). Without Hatreds or Fears: Jorge Artel and the Struggle for Black Literary Expression in Colombia. Detroit, MI, EE. UU.: Wayne State University Press.
Rodríguez, P. (2004). La familia en Colombia. En P. Rodriguez (coord.), La familia en Iberoamérica, 1550-1980 (pp. 247-288). Bogotá, Colombia: Convenio Andrés Bello, Universidad Externado de Colombia.
Tatis, G. (4 de junio de 2017). Así creó Gabo a sus personajes. El Universal. https://www.eluniversal.com.co/suplementos/facetas/asi-creo-gabo-sus-personajes-254544-CVEU365645.
Zapata Vásquez, A. M. (1917). A Herbert Spencer. Rojas Garrido (Santa Cruz de Lorica), (s. d.).
Zapata Olivella, M. (1949). Mal de ojo. Vida (Bogotá), (26), 52-56.
___________. (1990). ¡Levántate mulato! Por mi raza hablará el espíritu. Bogotá, Colombia: Rei Andes.
Yehudad Abraham Dumetz Sevilla
La familia Zapata Olivella.
Mi padre, el primer letrado en la larga cadena de su ascendencia esclava, solía ufanarse de haber dado un salto de cuatro siglos desde la bodega negrera a la enciclopedia francesa.
(Zapata, 1990, p. 18).
La teoría de la educación describe los diferentes actores que intervienen en el proceso de educación de los niños y sus diferentes etapas de desarrollo, entre ellos se destacan Vygotsky y Piaget. En este orden de ideas, Lev Vygotsky (1978, p. 86) en 1931 da a conocer el concepto de zona de desarrollo próximo en el que resalta procesos de aprendizaje que se dan en niños que pueden aprender por sí solos de acuerdo con sus capacidades; por otro lado, el aprendizaje que se obtiene con la ayuda o guía de un adulto cercano. En consecuencia, la estructura familiar, el entorno sociocultural y las normas de crianza contribuyen en la educación del ser humano; por lo que, en el proceso de formación, el padre es determinante y factor fundamental en la crianza de los hijos. Más aún, cuando su influencia, elemento irremplazable, tiene incidencias en el ámbito personal, emocional y académico. Cada ser humano que en su niñez pudo tener el afecto paternal, la enseñanza y las ‘guianzas’ en su formación de vida personal, emocional y académica, posee mayores ventajas en el proceso de aprendizaje y en el desarrollo cognitivo. De Manuel, la relación próxima con su padre, don Antonio María Zapata Vásquez, tuvo un impacto que ocasionó aspectos positivos en su vida humana y formación literaria, sus huellas se hacen evidentes en la representación de los personajes de sus obras.
En 1901, llega a Santa Cruz de Lorica Antonio María Zapata Vásquez, hijo del navegante y aventurero Manuel Zapata Granados con Ángela Vásquez, mujer supersticiosa y rezandera. Zapata Vásquez, pensador, escritor, ateo, cuasiabogado y liberal radical, había nacido en Cartagena de Indias en 1880 y falleció en 1966 en la misma ciudad. Desde muy joven comprendió que su concepción de vida era muy diferente a la que su padre le transmitía. Superar el analfabetismo, llegando a la enciclopedia francesa, era la única manera que el maestro Zapata Vásquez veía para zafarse de la bodega negrera, donde sus ancestros habían sido esclavizados siglos atrás.
Santa Cruz de Lorica ocho décadas atrás había sido libertada por el mulato José Prudencio Padilla, para entonces solo un alférez naval. Este mulato que también se convirtió en un personaje dentro de la gran novela del ekobio mayor, Changó, el gran putas, sitió la plaza de la Ermita en 1821 con su ejército de negros y pardos venidos de San Antero para, por fin, derrotar al comandante realista José Candamo. No obstante, en las décadas siguientes, gamonales descendientes de aquellos realistas retomaron el dominio político y económico de Lorica, la que dirigirían a través de grupos o casas que seguían manteniendo el orgullo hidalgo de otrora haber combatido (aunque en suelo sinuano) bajo la heráldica y el pendón reales, llamándose a sí mismos “criollos” e hijos de criollos. Esta casta dominante mantenía como principio rector el conservadurismo, dirigido por el estamento religioso que trazaba las normas y conductas de sus ciudadanos. En este ambiente social vestido con sotana y de espada ceñida al cíngulo, se radica en Santa Cruz de Lorica Antonio María Zapata Vásquez. Pronto este camino que él mismo se había trazado se hizo realidad y el que más tarde inculcó a sus hijos.
[…] su esfuerzo por trazarnos una ruta alejada de la superstición que consideraba herencia de la esclavitud, no era nada distinto a la lucha que él mismo había librado contra el analfabetismo de su madre, apegada a la camándula y a los rezos de los amos. Y contrario también a ese otro mundo del comercio y la navegación que había servido a mi abuelo para hacerse a las comodidades materiales en donde no se avizoraba ningún horizonte de superación espiritual (Zapata, 1990, p. 41).
Llegó a estas tierras mojadas del Sinú, huyendo del látigo fustigador del señalamiento social que le recordaba con menosprecio su condición de hijo natural, ya que, para la época, no se juzgaba a las personas por su carácter y acción frente a la sociedad, sino por su condición étnica, socioeconómica, política y religiosa. Sin embargo, antes de instalarse en la capital de provincia del viejo Bolívar, Santa Cruz de Lorica, la pareja Zapata Olivella vivió un breve tiempo en el hoy municipio de Moñitos que para la época constituía un ínfimo pueblo de pescadores del cual también este distinguido hombre de letras tiene que salir. Esta vez no por ser discriminado, sino por la suba de ignorancia que sobreabundaba sembrando en las escuálidas mentes el fanatismo religioso y supersticioso. Quería Antonio María un ambiente más propicio para que sus hijos nacieran y para que se formaran intelectualmente, con lo que podríamos decir que Zapata Vásquez avizoró, sin haber leído lo que en otras latitudes Vygotsky desde el pensamiento planteaba entonces, que la interacción social incentiva el proceso de aprendizaje y el logro de sus metas.
Meses más tarde, parte hacia Lorica, ciudad en la que decide, junto a su mujer Edelma Olivella, radicarse y en donde años después nacerían sus hijos. Una vieja casona construida en bahareque y palma, ubicada por aquellos tiempos en el barrio El Tejar, hoy conocido como Navidad, se convierte en el nuevo hogar que albergaría durante algunos años a los recién llegados esposos.
En 1906, a la edad de 26 años, sin vacilación alguna, este emprendedor pedagogo abre las puertas de un nuevo colegio a la comunidad loriquera y bajosinuana, del que fue su director y al que llamó La Fraternidad. Durante once años, las puertas de este templo de sabiduría estuvieron abiertas de manera gratuita para aquellos jóvenes que sedientos buscaban las aguas del saber, pero cuyos padres no poseían recursos económicos para pagarles el estudio. Así que la vivienda de la nueva familia cumplía un doble propósito. Vivienda y colegio a la vez. Tal y como lo relataría años más tarde su hijo el afamado escritor y médico Manuel Zapata Olivella:
Los corredores, la sala y parte de las alcobas servían de aulas a los numerosos alumnos. El piso de tierra era arreglado casi diariamente por mi madre, siguiendo una costumbre india. Después de barrerlo, humedecía las partes deterioradas y con un poco de barro rellenaba los huecos (Zapata, 1990, p. 75).
El colegio La Fraternidad prontamente cobró fama en todo el Bajo Sinú, convirtiéndose en un verdadero laboratorio donde se cocinaba un caldo de personas simples y comunes que él mismo sazonaba con el aliño del darwinismo y el enciclopedismo, ofreciendo a la sociedad insignes ciudadanos e ilustres pensadores.
Las enseñanzas que allí eran impartidas tenían un carácter laico y ponían de manifiesto a sus estudiantes todas las ideologías para iniciar discusión en el aula. Orgulloso solía decir: Educo hombres para el suelo y no ángeles para el cielo (Zapata, 1990, p. 76). Este tipo de expresiones en la actualidad quizás no genere malestar alguno. Sin embargo, para la época dichas aseveraciones eran todo un detonante que caldeaba los ánimos en muchas mentes conservadoras que miraban con recelo el espíritu humanista y revolucionario de este nuevo profesor. Sobre todo, en los ideales y práctica que constantemente impartía en la escuela, por lo erosivo a las tradiciones y costumbres católicas. Comenta al respecto el Dr. Manuel Zapata Olivella:
El primer acto de independencia propiciado por mi padre fue fundar el colegio La Fraternidad, inspirado en uno de los postulados de la Revolución francesa. Entendía que para formar soldados anticlericales era necesario combatir la ignorancia y el dogma. El padre Bersal, siempre que pasaba frente a su escuela con el Santísimo, se detenía y escuchaba la cátedra del darwinista:
—El hombre y el mono tienen un origen común, el Pithecanthropus erectus de Dubois.
El sacerdote pedía agua bendita al monaguillo y rociaba las paredes de bahareque para ahuyentar el demonio.
—Está demostrado que la llamada Virgen María tuvo hijos y que Cristo no fue su único hijo.
Alarmado, el cura corría a su iglesia y a golpes de campanas congregaba al vecindario y desde el púlpito amenazaba con excomulgar a todos aquellos que enviaran a sus hijos al colegio del réprobo (Zapata, 1990, p. 72).
Zapata Vásquez, quien por razones personales había abandonado sus estudios de jurisprudencia, se convirtió en un gran autodidacta, llegando a dominar de manera versátil y profunda ramas del conocimiento humanístico y científico. Se caracterizó por mantener en su colegio una estricta disciplina y una rigurosa enseñanza. Aun así, el precio alto que este hombre tuvo que pagar por anticlerical fue que jamás el colegio La Fraternidad pudo conceder títulos de primaria o secundaria que fueran admitidos por colegios o universidades oficiales.
El incansable pensador, que llegó a la comarca loriquera revolucionando el pensamiento y las conciencias de jóvenes y adultos, funda entre 1917 y 1918 el semanario Rojas Garrido en homenaje al senador liberal, abogado, juez y periodista José María Rojas Garrido, quien en 1866 ocupó la Presidencia de la República durante dos meses.
El profesor Zapata Vásquez tenía una verdadera vocación de escritor y era un auténtico filósofo de ideología positivista, que no ocultaba su admiración por esta corriente de pensamiento que lo condujo a divulgar el darwinismo en sus diferentes tendencias y a escribir poesía de admiración a Herbert Spencer (Díaz, 1998, p. 93).
Jamás el profesor Zapata se dio por vencido. Cuando no pudo tener fondos suficientes para que le publicaran unos libros pedagógicos, se valió de su ingenio al editarlos e imprimirlos él mismo, junto con sus discípulos. Se convirtió en editor de un sinnúmero de textos escolares. El siguiente texto es un testimonio vivo de los alcances que este intelectual tenía para la época en un pueblo como Lorica. Podríamos decir, ¡estaba adelantado a su época!
Acólito de la enciclopedia, hizo de la publicación su mayor arma doctrinaria. Con tipos de plomo y una prensa de pedal que manejaban sus discípulos, editó una serie de textos escolares sobre los distintos tópicos de las ciencias: principios de botánica, zoología y astronomía. Para explicar el origen y evolución del hombre imprimió elementos de prehistoria, historia patria y normas de conductas del ciudadano; un poemario ecológico sobre las curiosidades naturales de Colombia; cuentos, obras de teatro y filosofía. Desde luego la agitación social no le fue extraña. Su primer periódico era ya toda una empresa renovadora del pensamiento: Alma Nueva. La crónica semanal que recogía y vituperaba el atropello del alcalde contra los indígenas que se resistían a salir de las tierras heredadas de sus mayores; contra los jueces violadores de la ley, acomodándola a los intereses de los gamonales que validos del poder político perpetuaban el feudalismo colonial, nunca lastimado por las guerras de independencia; la crítica volteriana contra la curia que esgrimía a cristo desnudo, símbolo de todas las miserias del pueblo, clamando al cielo lo que debía arrebatar a los poderosos de la tierra (Zapata, 1990, p. 100).
Antonio María Zapata Vásquez cultivó a cabalidad y plenitud la prosa didáctica; aporte literario que legó no solo al pueblo loriquero, sino al Caribe colombiano. Obras de envergadura como:
Elementos de prehistoria (Tipografía Zapata, Lorica, 1938). Este texto, por cierto, avanzado para la época y el contexto en donde fue escrito, está dividido en dos partes. La primera parte contiene cuatro capítulos:
1.Origen y antigüedad del hombre
2.Las razas humanas primitivas
3.Las cosas concernientes al hombre primitivo
4.Los tiempos fabulosos.
La segunda parte de esta monumental obra escrita en Lorica posee un capítulo único que abarca desde la época glacial hasta los monumentos indígenas. Lo valioso de este libro es que no fue escrito en el extranjero para luego ser importado a Lorica o al Sinú; mucho menos en la fría capital del país por algún arqueólogo, antropólogo físico o historiador de oficio. Por el contrario, fue escrito en la aldea sinuana, colorida de universo, Lorica, por un pedagogo autodidacta, cuya rigurosidad académica en el tratamiento de los elementos de prehistoria nada tiene que envidiarles a aquellos producidos por entendidos en la materia. No obstante, las divisiones de la prehistoria humana (Edad de Piedra, Edad de Bronce y Edad de Hierro), que el maestro y escritor Antonio María Zapata Vásquez introduce en su texto, constituían los conceptos que para entonces estaban en boga en los mejores círculos académicos y en boca de los más afamados científicos del momento. Estos conceptos arqueológicos y antropológicos habían sido desarrollados e introducidos en el mundo académico a principios del siglo XIX. Empero estas divisiones, que en la actualidad son esenciales para el estudio de la prehistoria europea, no siempre son veraces y útiles para otras latitudes del mundo, tal y como lo señala la comunidad científica del momento, pues la gran mayoría de conceptos allí tratados ya han sido revaluados por la ciencia moderna y por otras ciencias auxiliares.
Cabe decir aquí que se le abona grandemente al maestro Zapata Vásquez la osadía intelectual que en su tiempo tuvo como disposición para escribir un libro de gran envergadura, para que sus estudiantes pudieran desarrollar mucho mejor sus habilidades intelectuales y sus categorías enciclopédicas.
En 1955, Antonio María Zapata Vásquez publica el libro Curiosidades naturales de Colombia