Cuentos de Hadas Sexy I - AJ Tipton - E-Book

Cuentos de Hadas Sexy I E-Book

AJ Tipton

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Beschreibung

Cenicienta, Caperucita Roja, y la Bella Durmiente como nunca antes las habías visto.

En un lejano reino mágico, vivían príncipes encantados, mujeres guerreras, y héroes poderosos. Esta colección de tres-libros presenta sexys recuentos con cambio de género de los clásicos cuentos de hadas: Cenicienta, Caperucita Roja, y La Bella Durmiente. Los héroes se han convertido en heroínas, las heroínas se han convertido en héroes, y nada es lo que parece. 

Lo Que La Reina Quiere: En este FFM poli-amoroso y erótico cuento de seducción, liberación y desconocidos apasionados, hasta el más humilde de los plebeyos tiene una oportunidad con la Reina, si ella así lo quiere. 

Cazando a Rojo: Este romance maduro involucra aventuras valientes, tormentosas relaciones sexuales y una villana en la que querrás clavar tus dientes.

Rompiendo la Maldición: La Pareja Real de Raven: Este sexy recuento adulto de La Bella Durmiente involucra ligeras ataduras sexuales, hechiceros borrachos, y un amor suficientemente fuerte para desafiar a la magia.

Estas novelas INDEPENDIENTES pueden ser leídas en cualquier orden. No hay finales de suspenso, y cada una termina como debe: felices para siempre.

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Cuentos de Hadas Sexy I

Tres Colección de Libros

AJ Tipton

Traducido porLorena De Isla

Copyright © AJ Tipton 2015 El derecho de AJ Tipton a ser identificada como la autora de este trabajo ha sido afirmado por ella en conformidad con Copyright, Designs and Patents Act de 1988 (Ley de derechos de autor, diseños y patentes de 1988) (u otra ley similar, dependiendo de su país). Todos los derechos, reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en ninguna forma o por ningún medio (electrónico, mecánico, fotocopias, grabaciones u otro medio) sin la previa aprobación por escrito de la autora, exceptuando casos de citas breves como parte de una reseña o artículo. No puede ser editado, modificado, prestado, revendido, alquilado, distribuido o circulado de alguna otra manera sin el consentimiento por escrito del editor. Se pueden obtener los permisos en [email protected]

Este libro es para la venta a un público adulto solamente. Contiene escenas sustancialmente explícitas y leguaje gráfico que puede considerarse ofensivo por algunos lectores.

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, nombres, lugares e incidentes que aparecen aquí son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, organizaciones, eventos o locales es pura coincidencia.

Todos los personajes sexualmente activos en esta obra son de 18 años o mayores.

Fotografías de portada proporcionadas por BigStock.com, Flickr.com, Archivos Morgue, y Upsplash.com. Diseño gráfico por Lydia Chai. Traducción por Lorena De Isla.

Creado con Vellum

Índice

Lo Que la Reina Quiere

Cazando a Rojo

Rompiendo la Maldición

Agradecimientos

Acerca del Autor

Lo Que la Reina Quiere

El rostro de Eliot golpeó el suelo con un mojado estruendo. Su cabeza se sacudió con el impacto y su visión se puso tan borrosa que casi no alcanzó a ver la bota de cuero balanceando hacia sus costillas. Él absorbió el golpe, dejando escapar un grito de sus labios. Una gota de sangre cayó al suelo y deseó que la cortada en su frente no le dejara una cicatriz.

Bueno, esta es una reacción un poco exagerada.

Eliot rechinó sus dientes y apretó sus puños, tratando de resistir su impulso natural para defenderse. Él era más alto y más fuerte que sus dos hermanos mayores; fácilmente podía vencer a ambos si así lo quisiera.

Pero eso no sería correcto, se dijo a sí mismo, por tercera vez. Les debo demasiado.

— ¡Cómete esto, imbécil sumiso! —Artie, el mayor, dijo, mientras machacaba cenizas de la chimenea sobre el rostro de Eliot, luego le escupió. Artie tenía la constitución de un boxeador, musculoso pero bajo de estatura. Las sombras de los fuegos de las antorchas en la pared lo hacían lucir como un troll en cuclillas—. Nadie querría a un fenómeno como tú en su Reunión.

La voz ronca de Artie hizo eco en las paredes de los húmedos cuarteles de los sirvientes. Ellos ya había quebrado tres sillas y Eliot solo esperaba que no usaran los atizadores de la chimenea como más armas para castigarlo. Las cenizas cubriendo su rostro le ardían y provocaban escozor donde hicieron contacto con la cortada en su frente.

— ¡Dile Artie! —Mitch, el hermano de en medio, intervino, contribuyendo con nada como era normal. Tan bajito como su hermano, Mitch era más delgado donde Artie era ancho, con una nariz como-de-pico y una mala postura que exacerbaban su apariencia de comadreja. Él se recargó contra uno de los roperos antiguos tallados, escarbando sus dientes con sus uñas mugrientas.

Esta vez, Eliot casi había logrado ir a la Reunión. Él había recibido su propia invitación, la primera dirigida específicamente a él. En su momento, apenas si lo pudo creer.

La punta de la bota de Artie lo golpeó en el estómago y Eliot resolló. Así que, después de todo, era demasiado bueno para ser verdad.

Eliot había sabido que sus hermanos no aprobaban que él fuera a las Reuniones del pueblo, considerando su dolencia. Si no fuera por el apoyo de su doncella, Amelia, él jamás se habría atrevido a tratar de ir en lo absoluto. Eliot asumió, o al menos deseó, que a pesar de la severidad de su amor, ellos estarían felices de ver que él había sido invitado. Él no se había dado cuenta que sus hermanos reaccionarían tan duramente por encontrarlo tratando de arreglar su disfraz.

Ahora lo sabía. Ellos lo habían encontrado cuando se estaba arreglando, casi desnudo, excepto por unas pocas tiras de tela necesarias para un atuendo de Reunión apropiado: una bragueta de armar en buen estado de entre los desperdicios de cuero y cintos de sus hermanos.

Ellos irrumpieron en la habitación, irradiando furia. Las venas azules atravesando la frente de Artie sobresaltadas por la ira, hasta un grado alarmante. Mientras tanto, Mitch, se veía más jubiloso que enojado, con un nivel de sudor sin precedentes, goteando de su frente para demostrarlo, anticipando el castigo de Eliot.

—Nosotros te criamos, imbécil desagradecido. ¿Qué te hace pensar que tienes derecho para hacer cualquier cosa sin nuestro permiso? —La voz de Artie se enronqueció a medio camino hasta la última palabra.

Otra bota golpeó en el pecho de Eliot, sacando el aire de sus pulmones. Mitch tomaba indicaciones de Artie, golpeando en el mismo punto donde el pie de Artie acababa de golpearle.

— ¡Mierda! Sí, nosotros te criamos, redrojo sobredimensionado —Mitch repitió.

Mientras Eliot se enroscaba haciéndose bola y jadeando por aire, Artie y enseguida Mitch voltearon hacia Amelia, con puños cerrados y sus ceños profundamente fruncidos mostrando que su ira todavía no había desaparecido.

Eliot sintió una quietud helada llenando su pecho cuando sus hermanos avanzaron hacia Amelia. Ella solo había estado trabajando para ellos por unos pocos meses, una ágil rubia en sus veinte-y-pocos años, cuya amabilidad lo había sorprendido desde el principio.

Pero entonces, ella no sabía nada acerca de su aflicción. Sus hermanos se lo habían dicho a él tan pronto como llegó a la pubertad, que ninguna mujer que supiera acerca de su condición querría estar cerca de él.

Amelia era demasiado hermosa, dulce y amable para alguna vez considerar estar con alguien como Eliot, sin embargo, él la adoraba. Eliot no podía soportar el pensamiento de que ella sufriera algún daño. Cuando Mitch avanzó hacia ella, Amelia trató de ponerse detrás de una de las sillas y quiso agarrar uno de los sartenes colgando en la pared. Artie era demasiado rápido.

— ¡Y tú perra! —Artie rugió, agarrándola y mangoneando su antebrazo a su alrededor para enfrentarlo—. ¿Quién te dio el maldito derecho de interferir? —Le dijo con desdeño, capturando sus muñecas con ambas manos—. ¿De hecho pensaste que esta pequeña caca podría ir a una Reunión?

Mitch se movió hacia la mujer refrenada, resoplando y riendo. — ¡Sí, tú no tienes derecho, perra!

¡Esto no está bien! Eliot no podía seguir viendo. De un salto se puso de pie, ignorando el dolor que gritaba desde las lastimaduras y cortadas en todo su cuerpo. Toda su vida, sus hermanos habían tratado a Eliot como una mula, pero observarlos atacar a una mujer inocente como lo era Amelia, era demasiado para soportarlo. Él apretó sus puños y balanceó un fuerte golpe, girando sus caderas mientras sus hombros rotaban, tirando al suelo a Artie.

La sangre roció a través de la habitación. El tabique nasal de Artie no era competencia para el golpe de Eliot, y se quebró con el impacto. Inmediatamente, Mitch salió corriendo de la habitación, dejando salir un grito agudo y gangoso mientras huía. Artie se tambaleó sobre sus pies, apretando su nariz para detener el flujo de sangre corriendo por su barbilla.

—Más vale que te quedes aquí, fenómeno —Artie escupió, desparramando un rocío de sangre en la bien cuidada habitación—. Tú sabes a dónde perteneces —salió a tropezones del cuarto, golpeando la puerta detrás de él.

— ¿Estás bien? —la voz de Amelia apenas era un susurro. Sus manos temblorosas mientras ella caminaba despacio a través de la habitación, peinando su cabello despeinado con sus dedos, nerviosamente, acomodándolo en su lugar.

Eliot cayó al piso, los moretones ya comenzaban a aflorar en su piel expuesta —Solo necesito un minuto… ¡Auch!

Amelia se dejó caer de rodillas a su lado, sus manos ya revisaban la carne de Eliot, examinando de manera experta sus heridas. Él no pudo evitar notar la perfecta curva de sus labios llenos. Eran tan rojos y jugosos, que parecían una pintura. —No se siente como si tuvieras algún hueso roto, así que al menos, eso son buenas noticias —ella le sonrió, sus ojos color azul brillante, resplandecían.

Eliot luchó para pensar en cualquier otra cosa que no fuera la sensación de las manos de ella sobre su cuerpo. A pesar de sus mejores esfuerzos, su verga comenzó a ponerse dura, presionando dentro de la escasa tela de su bragueta de armar medio-zurcida. —Lo siento mucho que ellos hayan sido tan rudos contigo —él le dijo, tratando de mantener su voz firme—. Ellos no son malas personas.

Amelia levantó una ceja y resopló suavemente, pero sus suaves manos continuaron examinándolo. Sus dedos mimaron y exploraron la musculosa carne de su espalda. Eliot tuvo que acallar un gemido mientras ella corrió sus dedos sobre sus omóplatos, sus costillas y su columna vertebral. Sus manos eran tan suaves y delicadas, y él se deleitó con cada uno de sus toques. Ninguna mujer lo había tocado así antes.

Su toque se sentía divino, no solo por la suavidad de sus caricias, pero el saber que las suaves caricias eran de Amelia, el alma gentil que él ya admiraba tanto; cada uno de sus toques explorándolo enviaban estremecimientos de deseo hasta su polla.

—Ellos son malas personas, Eliot —ella dijo—. No debes permitirles que te traten de la manera en que lo hacen —las manos de Amelia vagaron hacia abajo, a las piernas desnudas de Eliot mientras ella hablaba. Sus ojos concentrados en el bulto formado bajo la bragueta de armar de cuero—. Podemos ir, ¿tú quieres? —Sus grandes ojos azules miraron a Eliot, casi retándolo.

—Olvida el disfraz. No voy a ir a la Reunión —la voz de Eliot era queda, ante la derrota. Él no podía resistir la urgencia de alcanzarla y tocarla. Lentamente pasó la punta de sus dedos arriba y abajo del brazo de Amelia, sonriendo cuando ella se estremeció con su atención.

La increíble boca de Amelia se curvó en una sonrisa perversa. —Podemos tener nuestra propia fiesta aquí.

Eliot por poco se cae de espalda por la sorpresa cuando Amelia se deslizó en su regazo, capturando sus labios con los de ella. Él gimió contra su deliciosa boca mientras corría sus manos arriba y abajo sobre su espalda, atrayéndola hacia sí mientras bajaba el cierre de su vestido. Amelia envolvió sus piernas alrededor de la espalda de Eliot, frotando su esencia contra las suaves crestas de su abdomen mientras meneaba sus brazos y pecho fuera del vestido. Él la ayudó jalando la tela y quitándola de su cuerpo y dio un pequeño salto cuando los pezones duros de ella le frotaron el pecho, arriba y abajo.

—Debes saber algo —él comenzó a decir antes de que ella tomara su rostro y lo empujara hacia abajo para que sus labios cubrieran su pezón erecto. Rápidamente dio un golpecito con su lengua contra la sensible carne, encantándole el profundo gemido de placer de ella.

A Eliot se le estaba poniendo dura dolorosamente contra la pierna de Amelia, y él saboreó cada momento de contacto mientras ella se retorcía y contorsionaba contra él. Eliot movió su boca hacia arriba en el pecho de ella en una serie de pequeños besos hasta que alcanzó su nuca, chupando en su piel delicada. Movió su mano lentamente hasta su estómago y costillas hasta que alcanzó su teta, amasando y moldeando la tierna carne aún húmeda por las lamidas de su lengua.

Amelia levantó su cabeza con los ojos oscurecidos de lujuria. —Tómame ahora.

—Sí —él gruñó contra la piel de ella. Eliot guió a Amelia suavemente al piso de madera, llenándola de besos y mordidas suaves. Su mano bajó profundamente hasta su esencia, frotando sus pliegues inflamados. —Estás tan mojada —ella se retorció contra su mano, y con sus propias manos desgarró los retazos de tela entre ella y la hinchada polla de Eliot.

—Pero tú realmente necesitas saber —dijo él ahogadamente mientras ella mordía su antebrazo—. Antes de que hagamos esto, tengo que decírtelo —Eliot tomo el adorable rostro de ella entre sus manos y la miró a los ojos—. La razón por la que no debo ir a las Reuniones, la razón por la cual mis hermanos me dicen fenómeno, es que sufro de una dolencia.

— ¿Dolencia? —La mirada de ella lo revisó de arriba-a-abajo en su musculoso torso—. No hay nada malo en ti que yo pueda ver.

—Es porque tú no sabes acerca de mi polla de tamaño anormal —él quería cerrar sus ojos así no vería la mirada de decepción en el rostro de ella cuando lo oyó—. Sé que las mujeres la encuentran repugnante, pero… —Eliot tomó un profundo respiro, disponiéndose a continuar con la oración. Ella se va a enterar; bien puedo ser honesto—. Yo… Bueno, tengo una verga realmente grande.

Amelia parpadeó lentamente, una vez. Dos veces. —Quiero ver —dijo ella, más calmada de lo que él habría imaginado. En cualquier momento, ella va a salir de aquí corriendo y gritando. Él soltó el rostro de Amelia y observó con impotente terror mientras, apurada, ella desanudaba el último tirante asegurando la bragueta de armar de Eliot.

—Oh Dios —ella sonrió, envolviendo su delicada mano alrededor de su masiva circunferencia. Su mano apenas lograba abarcarla—. Eliot, no sé cómo decirte esto —ella levantó sus caderas y guió su polla hasta su entrada, con su respiración acelerada cuando la enorme verga se acercó a su mojada hendidura—. Pero tú ¿dolencia? Es maravillosa.

—Así que de hecho ¿a ti te parece bien? —Eliot resistió la urgencia de hundirse inmediatamente dentro de la aterciopelada calidez de Amelia. No podía creer que ella estaba siendo tan comprensiva acerca de su horrible maldición. Era claro que esta mujer era una santa.

—Más que bien. Confía en mí. Para cualquier mujer estaría más que bien —Amelia lo acercó y lo besó con fuerza, haciendo que su cabeza girara llena de lujuria.

Él se inclinó hacia delante y empujó profundo dentro de Amelia, oyéndola quedarse sin aliento cuando tomo toda su longitud dentro de ella. Ella se sentía increíble: tan suave y mojada y apretada alrededor de su polla. Podía sentir su corazón golpeando en su pecho mientras trabajaba en ella, moviéndose despacio al principio para permitirle ajustarse a su tamaño. Él corrió sus dedos por los muslos de ella mientras empujaba, dejando detrás senderos de carne blanca que volvían a hacerse rosados cuando él la soltaba.

Todo acerca de ella era glorioso; la manera en que ella aventaba su cabeza hacia atrás y gemía debajo de él, la manera en que sus piernas lo agarraban y ella empujaba para encontrarse con él, la manera en que se sentía su boca junto a su pecho.

Él se dio cuenta que ella estaba cerca: sus ojos cerrados en éxtasis y su respiración eran cortos jadeos. Sus caderas se sacudían debajo de él coincidiendo con sus movimientos empujón con empujón.

— ¡Eliot! ¡Sí! ¡Mierda! —ella se retorcía en el suelo, haciéndose más incoherente mientras sus gemidos aumentaban en volumen y entusiasmo.

—Vente para mí, Amelia, necesito que te vengas para mí —él jadeó y la mordió suavemente en el pezón cuando deslizó su mano hacia abajo donde sus cuerpos se juntaban y frotó su clítoris.

Ella abrió su boca para decir algo más, pero su voz salió como un quejido desesperado. Él golpeó su miembro hinchado dentro de ella más rápido y más duro hasta que sus paredes se convulsionaron y se sacudieron con espasmos alrededor de él, llevándolo sobre su límite. Estrellas explotaron detrás de sus ojos y derramó su semilla dentro de ella.

— ¡Bendita cogida! —Su bramido hizo temblar las vasijas colgadas en la pared.

Ellos se quedaron acostados, quietos por unos minutos mientas Eliot se suavizaba dentro del pasaje de ella y sus respiraciones se calmaron.

Finalmente, Amelia empujó el pecho de Eliot para que él se rodara hacia un lado. —Bendita cogida —ella dijo como en una oración mientras lo miraba. —Eso fue increíble. Tú sabes que tus hermanos son unos imbéciles, ¿verdad? Tu única dolencia es que tienes un don verdaderamente asombroso para el sexo.

El piso de madera se sintió frío después de recostarse sobre la tibia carne de Amelia, pero ella se acurrucó contra él, descansando su cabeza en sus pectorales palpitantes.

—Quiero creerte —Eliot respiró, corriendo su mano arriba-y-abajo del suave muslo de Amelia—. Simplemente es difícil creer que todo lo que me han dicho acerca de mí es una mentira.

Ella jugo suavemente con los vellos de su pecho. —Pero, ¿tú crees que tus hermanos son capaces de mentirte?

Él no dijo una palabra, solo miró al techo, estudiando el patrón de las telarañas.

—Si, eso fue lo que pensé —ella dijo suavemente. Amelia se mordió su labio inferior e inclinó la cabeza de Eliot para que la mirara. —Tú sabes que me importas, pero creo que ya no es seguro quedarme aquí. Tus hermanos nunca me perdonarán por ayudarte. Y tú no puedes estar todo el tiempo cerca para protegerme de ambos —su voz era tan suave que él apenas oyó sus palabras.

Eliot no quería nada más que aferrarse a ella, para enterrarse dentro de ella noche tras noche, encontrando nuevas maneras para hacer a su cuerpo deseoso y trémulo. Pero él sabía que ella tenía razón. Sus hermanos tenían muy mal genio como para confiarle a alguien tan puro y bueno como Amelia.

Él asintió y descansó su cabeza sobre el pecho de Amelia, escuchando el sonido de los latidos de su corazón, una última vez.

Él tenía que dejarla ir.

Los tacones de Amelia chasqueaban en los pasillos de piedra del palacio. Sus brazos estaban un poco cansados de haber pasado la mañana acarreando colchonetas para la Reunión, desde el almacén, pero al menos aquí, ella no tenía que preocuparse por un pellizco no bienvenido de las manos de comadreja de Mitch. Nada provocaba más rápidamente la ira de la Reina Cassandra, que-se-venga- mucho-y-fuerte, que los avances sexuales sin consentimiento. El último mayordomo que le agarró la nalga a una doncella sin su permiso verbal, provocó que le cortaran las manos.

El sonido de los tacones de Amelia hacía eco en las bóvedas de los pasadizos, rebotando desde las ventanas de vitrales dibujando épicas y heroicas escenas sexuales entre los históricos reyes y reinas de Crispín.

Eliot debería ver estas, Amelia pensó mientras pasaba por una ventana mostrando un estilizado retrato del gran Rey Jayne, su polla erecta tan enorme que casi llegaba al nivel de sus hombros. Hombres y mujeres arrodillados llenaban el fondo del panel, con los brazos extendidos en adoración a su enorme verga, con pequeñas joyas de baba goteando desde sus bocas. Si Eliot estuviera aquí, él nunca les volvería creer a sus hermanos de mierda el rollo de que las mujeres odian las vergas grandes.

Amelia suspiró ligeramente, ajustando la canasta llena de corsés en sus brazos para que los corpiños de cuero y encaje no se revolvieran unos con otros. Ella trató de ignorar la punzada en su estómago cuando recordó al dulce Eliot, solo con sus hermanos, en esa casa vieja y lúgubre. Ya había sido algo más de un mes desde que ella se había ido, pero extrañaba ver el rostro de él todos los días. Sin ella, él estaría atorado con todas las tareas, y si los planes sociales de sus hermanos sufrían porque él no podía zurcir una costura recta en el cuero, ella sabía que Artie no dudaría en golpear a Eliot contra el suelo.

Sus compañeras doncellas pasaron atareadas, llevando canastas de juguetes y disfraces para la Reunión, sus uniformes cortos con faldas esponjadas apenas si cubrían cualquier cosa, sus muslos con ligueros de hebilla y corsés empujando sus bustos hasta el cielo.

La Reina Cassandra, que-se-venga-mucho-y-fuerte, tiene un gusto excelente, Amelia pensó mientras el desfile de piernas y escotes pasaba a su lado. Los mayordomos estaban igualmente ocupados con sus apretados chalecos de cuero y ajustadas chaparreras con el culo al aire, llevando lámparas y platos de servicio cubiertos, a las varias alcobas que servían como cuartos de juego para la Reunión.

Un culo particularmente bueno, le pertenecía a un valet alto con cabello negro el cual le guiñó un ojo y le dio un pequeño contoneo de hombros cuando pasó por su lado. Él no era tan encantador como Eliot, pero ella le guiñó el ojo en amable respuesta con una sonrisita. Ella no arrojaría ese culo fuera de su cama. La añoranza en su sexo todavía ardía. Él no era Eliot. Para el caso, él tampoco era la Reina Cassandra.

Amelia solamente le había dado una mirada a la reina cuando primero llegó al palacio, pero Amelia ya se sentía un poco embriagada cada vez que ella pensaba en su magnificencia.

La Reina Cassandra era la belleza y poder personificados: alta, refinada, sus pechos perfectamente redondeados, lucidos siempre con buen gusto, con sus largas piernas cruzadas sobre una rodilla con porte perfecto, y su cabello castaño derramándose sobre su figura escultural como una diosa de los libros de cuentos.

Amelia podía sentir la tibia humedad extendiéndose a través de su esencia mientras trataba de mantener la compostura en su rostro. La canasta en sus manos, rebosante de corsés, amenazaba con volcarse en cualquier momento, y el roce de encaje y satén contra las puntas de sus dedos solo alimentaba sus fantasías acerca de la piel inmaculada de la reina bajo sus manos, bajo su lengua.

No solo era la belleza de la reina lo que la embelesaba. Entre más tiempo estaba Amelia en el palacio, más impresionada estaba ella con las mejoras de la Reina Cassandra. Las Reuniones siempre habían sido algo básico en la historia y cultura de Crispín, pero de ser fiestas de sexo hedonista sin sentido para los ricos, las convirtió en veladas de élite abiertas para cualquiera que pudiera demostrar diestra habilidad sexual. La tradición cultural ahora era acogida por todos los niveles de la sociedad a un grado sin precedentes, ayudada por las recién desarrolladas vacunas contra enfermedades venéreas así como controles natales orales, a-prueba-de-tontos, tanto para mujeres como para hombres.

Oh, si tan solo hubiera una manera de unir la impresionante polla de Eliot con el cuerpo perfecto de la Reina Cassandra…

Amelia estaba tan distraída pensando en las posibilidades que casi se tropieza con uno de los guardias de seguridad del palacio haciendo rondas en el pasillo. Amelia reconoció a Lola inmediatamente. Ella era del círculo íntimo de la Reina Cassandra, su masa de trenzas negras entrelazadas y sus ojos color violeta, la distinguían como uno de los miembros más memorables del personal.

—A ver, déjame ayudarte con eso —Lola dijo, agarrando dos de los corsés de arriba de la canasta de Amelia, antes de que se cayeran.

—Gracias —Amelia masculló, sacudiéndose de la vívida fantasía en donde la polla de Eliot llenaba su boca mientras la lengua de Cassandra la lamía entre sus piernas.

—Así que, ¿están muy ocupados alistándose para la Reunión? —Lola dijo alegremente. La mujer sonriente sostenía frente a ella los dos corsés que había agarrado. Uno era azul brillante con listones amarillos a lo largo del frente haciendo patrones entrecruzados como un poste Mayfair. El otro era de cuero negro bordeado con encaje rojo a lo largo del polisón y una larga falda de satén sobrepuesta colgando en ondas por la parte posterior. Lola puso el azul y amarillo de regreso en la pila de Amelia, arreglando el montón para que quedara ligeramente más estable, luego ocultó el corsé negro de encaje dentro de su chaqueta de guardia.

—Éste es demasiado bueno para las masas —Lola le hizo un guiño a Amelia. Cuando Amelia abrió su boca, Lola levantó una de sus manos con guante metálico. —No te preocupes, cabeza bonita rubia. Le diré a Cassy acerca de esto cuando la vea —ella captó la mirada de alguien en el pasillo, detrás de Amelia, e hizo un pequeño saludo con la mano. Cuando Amelia giró su cabeza para ver a quién saludaba Lola, ella le tomó su barbilla y forzó su cabeza para que solamente continuara viendo su sonriente rostro.

—Así que dime, Muchacha Nueva, por cierto ¿de qué se trata esta Reunión?

—Mmm… —la mente de Amelia se aceleró. La suave mano de Lola en su barbilla la distrajo. ¿Quién está detrás de mí?— La Reina Casandra, que-se-venga-mucho-y fuerte, acaba de cerrar exitosos acuerdos de comercio con el reino de Magners y ¿estamos celebrando el nuevo impulso para la economía del país? —Su voz se elevó ligeramente al final de la pregunta. Amelia estaba casi segura que ésa era la razón para esta Reunión en particular. Ya sea que fuera eso o el exitoso tratado diplomático de paz con Magners, pero ella estaba bastante segura de que también había un acuerdo de comercio involucrado. Ninguna nación era rival de Crispín por sus exportaciones de satén, sedas, y disfraces de aumentos de cuerpo.

Solo la Reina Cassandra puede impulsar nuestros talentos para diseñar bustiers y braguetas de armar para aumentar el producto nacional bruto.

Amelia podía sentir como se excitaba otra vez. Se forzó a pensar en los labios de Mitch para enfriarse y mantener su rostro luciendo profesionalmente amigable para Lola.

—Mm, suenas bastante impresionante —Lola dijo despectivamente mientras comenzó a revisar el montón de corsés en los brazos de Amelia. Amelia podía sentir como su temperamento se empezaba a elevar como un calor abrasador en sus mejillas.

— ¡Eso es impresionante! ¡La Reina Cassandra es la mejor soberana que hemos tenido en tres siglos! —Amelia dijo, arrebatando la canasta de las manos inquisidoras de Lola.

—Que-se-venga-mucho-y-fuerte —Lola añadió por ella, con una ligera sonrisa burlona en su rostro.

—Sí —Amelia dijo, ya con sus humos bajos. Que-se-venga-mucho-y-fuerte. Esa era la tradición honorífica que todo mundo tenía que decir después del nombre de la Reina, pero ahora, teniendo tanto a Eliot en su mente, las palabras se sintieron más sinceras de lo normal.

El rubor que Amelia había tratado de evitar en su rostro se hizo mayor y se extendió mientras ella visualizó a la reina acostada de espaldas sobre sábanas de satén, los dedos de los pies enroscados en un orgasmo intenso. Esta vez, la fantasía incluía a Eliot sobre la reina, su verga alanceando la vagina de la reina mientras Amelia montaba sobre su rostro y la lengua de su majestad le lamía el clítoris.

— ¿Hola? ¿Estás ahí? —Lola movió su mano frente al rostro de Amelia—. ¿Te acaba de dar un ataque? Porque puedo ir a traer un doctor si acabas de tener un ataque.

—No, no, solo estaba pensando en alguien que nunca va a ser invitado a la Reunión —y cómo se vería su verga golpeando dentro de la reina. Probablemente es mejor que no piense en voz alta.

—Oh, ¿es tan malo en la cama realmente? Porque tú sabes las reglas del reino. Cualquiera que sepa cómo manejar los puntos de placer es elegible para una invitación —los ojos de Lola, dieron un vistazo detrás de Amelia, tan rápido, que Amelia no estaba segura de, [...]