Cuentos de Hadas Sexy: La Colección Completa - AJ Tipton - E-Book

Cuentos de Hadas Sexy: La Colección Completa E-Book

AJ Tipton

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Beschreibung

Cuentos de hadas como nunca antes las habías visto. 

En un lejano reino mágico, vivían príncipes encantados, mujeres guerreras, y héroes poderosos. Esta colección de tres-libros presenta sexys recuentos con cambio de género de los clásicos cuentos de hadas: Cenicienta, Caperucita Roja, La Bella Durmiente, La Bella y la Bestia, Blancanieves, y Rapunzel. Los héroes se han convertido en heroínas, las heroínas se han convertido en héroes, y nada es lo que parece. 

Lo Que La Reina Quiere: En este FFM poli-amoroso y erótico cuento de seducción, liberación y desconocidos apasionados, hasta el más humilde de los plebeyos tiene una oportunidad con la Reina, si ella así lo quiere. 

Cazando a Rojo: Este romance maduro involucra aventuras valientes, tormentosas relaciones sexuales y una villana en la que querrás clavar tus dientes. 

Rompiendo la Maldición: La Pareja Real de Raven: Este sexy recuento adulto de La Bella Durmiente involucra ligeras ataduras sexuales, hechiceros borrachos, y un amor suficientemente fuerte para desafiar a la magia. 

El Guapo y la Bestia: Este cuento de hadas con cambio de género para adultos presenta sexys tríos FFM, cambios de imagen bestiales, y una historia que es más antiguo que el tiempo. 

El Genuino Amor de Snow: Este cuento de hadas con cambio de género para adultos presenta sexys tríos FFM, enanas feroces, y el más hermoso amor de todos. 

Su Destino Aparente: Esta novela sexy para adultos incluye travesuras de gran-riesgo, criaturas peligrosas con juegos de palabras, y un amor que ni siquiera la magia puede predecir. 

Estas novelas INDEPENDIENTES pueden ser leídas en cualquier orden. No hay finales de suspenso, y cada una termina como debe: felices para siempre.

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Cuentos de Hadas Sexy

La Colección Completa

AJ Tipton

Traducido porLorena De Isla

Copyright © AJ Tipton 2015 El derecho de AJ Tipton a ser identificada como la autora de este trabajo ha sido afirmado por ella en conformidad con Copyright, Designs and Patents Act de 1988 (Ley de derechos de autor, diseños y patentes de 1988) (u otra ley similar, dependiendo de su país). Todos los derechos, reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en ninguna forma o por ningún medio (electrónico, mecánico, fotocopias, grabaciones u otro medio) sin la previa aprobación por escrito de la autora, exceptuando casos de citas breves como parte de una reseña o artículo. No puede ser editado, modificado, prestado, revendido, alquilado, distribuido o circulado de alguna otra manera sin el consentimiento por escrito del editor. Se pueden obtener los permisos en [email protected]

Este libro es para la venta a un público adulto solamente. Contiene escenas sustancialmente explícitas y leguaje gráfico que puede considerarse ofensivo por algunos lectores.

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, nombres, lugares e incidentes que aparecen aquí son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, organizaciones, eventos o locales es pura coincidencia.

Todos los personajes sexualmente activos en esta obra son de 18 años o mayores.

Fotografías de portada proporcionadas por BigStock.com, Flickr.com, Archivos Morgue, y Upsplash.com. Diseño gráfico por Lydia Chai. Traducción por Lorena De Isla.

Creado con Vellum

Índice

Lo Que la Reina Quiere

Cazando a Rojo

Rompiendo la Maldición

El Guapo y la Bestia

El Genuino Amor de Snow

Su Destino Aparente

Agradecimientos

Acerca del Autor

Lo Que la Reina Quiere

El rostro de Eliot golpeó el suelo con un mojado estruendo. Su cabeza se sacudió con el impacto y su visión se puso tan borrosa que casi no alcanzó a ver la bota de cuero balanceando hacia sus costillas. Él absorbió el golpe, dejando escapar un grito de sus labios. Una gota de sangre cayó al suelo y deseó que la cortada en su frente no le dejara una cicatriz.

Bueno, esta es una reacción un poco exagerada.

Eliot rechinó sus dientes y apretó sus puños, tratando de resistir su impulso natural para defenderse. Él era más alto y más fuerte que sus dos hermanos mayores; fácilmente podía vencer a ambos si así lo quisiera.

Pero eso no sería correcto, se dijo a sí mismo, por tercera vez. Les debo demasiado.

— ¡Cómete esto, imbécil sumiso! —Artie, el mayor, dijo, mientras machacaba cenizas de la chimenea sobre el rostro de Eliot, luego le escupió. Artie tenía la constitución de un boxeador, musculoso pero bajo de estatura. Las sombras de los fuegos de las antorchas en la pared lo hacían lucir como un troll en cuclillas—. Nadie querría a un fenómeno como tú en su Reunión.

La voz ronca de Artie hizo eco en las paredes de los húmedos cuarteles de los sirvientes. Ellos ya había quebrado tres sillas y Eliot solo esperaba que no usaran los atizadores de la chimenea como más armas para castigarlo. Las cenizas cubriendo su rostro le ardían y provocaban escozor donde hicieron contacto con la cortada en su frente.

— ¡Dile Artie! —Mitch, el hermano de en medio, intervino, contribuyendo con nada como era normal. Tan bajito como su hermano, Mitch era más delgado donde Artie era ancho, con una nariz como-de-pico y una mala postura que exacerbaban su apariencia de comadreja. Él se recargó contra uno de los roperos antiguos tallados, escarbando sus dientes con sus uñas mugrientas.

Esta vez, Eliot casi había logrado ir a la Reunión. Él había recibido su propia invitación, la primera dirigida específicamente a él. En su momento, apenas si lo pudo creer.

La punta de la bota de Artie lo golpeó en el estómago y Eliot resolló. Así que, después de todo, era demasiado bueno para ser verdad.

Eliot había sabido que sus hermanos no aprobaban que él fuera a las Reuniones del pueblo, considerando su dolencia. Si no fuera por el apoyo de su doncella, Amelia, él jamás se habría atrevido a tratar de ir en lo absoluto. Eliot asumió, o al menos deseó, que a pesar de la severidad de su amor, ellos estarían felices de ver que él había sido invitado. Él no se había dado cuenta que sus hermanos reaccionarían tan duramente por encontrarlo tratando de arreglar su disfraz.

Ahora lo sabía. Ellos lo habían encontrado cuando se estaba arreglando, casi desnudo, excepto por unas pocas tiras de tela necesarias para un atuendo de Reunión apropiado: una bragueta de armar en buen estado de entre los desperdicios de cuero y cintos de sus hermanos.

Ellos irrumpieron en la habitación, irradiando furia. Las venas azules atravesando la frente de Artie sobresaltadas por la ira, hasta un grado alarmante. Mientras tanto, Mitch, se veía más jubiloso que enojado, con un nivel de sudor sin precedentes, goteando de su frente para demostrarlo, anticipando el castigo de Eliot.

—Nosotros te criamos, imbécil desagradecido. ¿Qué te hace pensar que tienes derecho para hacer cualquier cosa sin nuestro permiso? —La voz de Artie se enronqueció a medio camino hasta la última palabra.

Otra bota golpeó en el pecho de Eliot, sacando el aire de sus pulmones. Mitch tomaba indicaciones de Artie, golpeando en el mismo punto donde el pie de Artie acababa de golpearle.

— ¡Mierda! Sí, nosotros te criamos, redrojo sobredimensionado —Mitch repitió.

Mientras Eliot se enroscaba haciéndose bola y jadeando por aire, Artie y enseguida Mitch voltearon hacia Amelia, con puños cerrados y sus ceños profundamente fruncidos mostrando que su ira todavía no había desaparecido.

Eliot sintió una quietud helada llenando su pecho cuando sus hermanos avanzaron hacia Amelia. Ella solo había estado trabajando para ellos por unos pocos meses, una ágil rubia en sus veinte-y-pocos años, cuya amabilidad lo había sorprendido desde el principio.

Pero entonces, ella no sabía nada acerca de su aflicción. Sus hermanos se lo habían dicho a él tan pronto como llegó a la pubertad, que ninguna mujer que supiera acerca de su condición querría estar cerca de él.

Amelia era demasiado hermosa, dulce y amable para alguna vez considerar estar con alguien como Eliot, sin embargo, él la adoraba. Eliot no podía soportar el pensamiento de que ella sufriera algún daño. Cuando Mitch avanzó hacia ella, Amelia trató de ponerse detrás de una de las sillas y quiso agarrar uno de los sartenes colgando en la pared. Artie era demasiado rápido.

— ¡Y tú perra! —Artie rugió, agarrándola y mangoneando su antebrazo a su alrededor para enfrentarlo—. ¿Quién te dio el maldito derecho de interferir? —Le dijo con desdeño, capturando sus muñecas con ambas manos—. ¿De hecho pensaste que esta pequeña caca podría ir a una Reunión?

Mitch se movió hacia la mujer refrenada, resoplando y riendo. — ¡Sí, tú no tienes derecho, perra!

¡Esto no está bien! Eliot no podía seguir viendo. De un salto se puso de pie, ignorando el dolor que gritaba desde las lastimaduras y cortadas en todo su cuerpo. Toda su vida, sus hermanos habían tratado a Eliot como una mula, pero observarlos atacar a una mujer inocente como lo era Amelia, era demasiado para soportarlo. Él apretó sus puños y balanceó un fuerte golpe, girando sus caderas mientras sus hombros rotaban, tirando al suelo a Artie.

La sangre roció a través de la habitación. El tabique nasal de Artie no era competencia para el golpe de Eliot, y se quebró con el impacto. Inmediatamente, Mitch salió corriendo de la habitación, dejando salir un grito agudo y gangoso mientras huía. Artie se tambaleó sobre sus pies, apretando su nariz para detener el flujo de sangre corriendo por su barbilla.

—Más vale que te quedes aquí, fenómeno —Artie escupió, desparramando un rocío de sangre en la bien cuidada habitación—. Tú sabes a dónde perteneces —salió a tropezones del cuarto, golpeando la puerta detrás de él.

— ¿Estás bien? —la voz de Amelia apenas era un susurro. Sus manos temblorosas mientras ella caminaba despacio a través de la habitación, peinando su cabello despeinado con sus dedos, nerviosamente, acomodándolo en su lugar.

Eliot cayó al piso, los moretones ya comenzaban a aflorar en su piel expuesta —Solo necesito un minuto… ¡Auch!

Amelia se dejó caer de rodillas a su lado, sus manos ya revisaban la carne de Eliot, examinando de manera experta sus heridas. Él no pudo evitar notar la perfecta curva de sus labios llenos. Eran tan rojos y jugosos, que parecían una pintura. —No se siente como si tuvieras algún hueso roto, así que al menos, eso son buenas noticias —ella le sonrió, sus ojos color azul brillante, resplandecían.

Eliot luchó para pensar en cualquier otra cosa que no fuera la sensación de las manos de ella sobre su cuerpo. A pesar de sus mejores esfuerzos, su verga comenzó a ponerse dura, presionando dentro de la escasa tela de su bragueta de armar medio-zurcida. —Lo siento mucho que ellos hayan sido tan rudos contigo —él le dijo, tratando de mantener su voz firme—. Ellos no son malas personas.

Amelia levantó una ceja y resopló suavemente, pero sus suaves manos continuaron examinándolo. Sus dedos mimaron y exploraron la musculosa carne de su espalda. Eliot tuvo que acallar un gemido mientras ella corrió sus dedos sobre sus omóplatos, sus costillas y su columna vertebral. Sus manos eran tan suaves y delicadas, y él se deleitó con cada uno de sus toques. Ninguna mujer lo había tocado así antes.

Su toque se sentía divino, no solo por la suavidad de sus caricias, pero el saber que las suaves caricias eran de Amelia, el alma gentil que él ya admiraba tanto; cada uno de sus toques explorándolo enviaban estremecimientos de deseo hasta su polla.

—Ellos son malas personas, Eliot —ella dijo—. No debes permitirles que te traten de la manera en que lo hacen —las manos de Amelia vagaron hacia abajo, a las piernas desnudas de Eliot mientras ella hablaba. Sus ojos concentrados en el bulto formado bajo la bragueta de armar de cuero—. Podemos ir, ¿tú quieres? —Sus grandes ojos azules miraron a Eliot, casi retándolo.

—Olvida el disfraz. No voy a ir a la Reunión —la voz de Eliot era queda, ante la derrota. Él no podía resistir la urgencia de alcanzarla y tocarla. Lentamente pasó la punta de sus dedos arriba y abajo del brazo de Amelia, sonriendo cuando ella se estremeció con su atención.

La increíble boca de Amelia se curvó en una sonrisa perversa. —Podemos tener nuestra propia fiesta aquí.

Eliot por poco se cae de espalda por la sorpresa cuando Amelia se deslizó en su regazo, capturando sus labios con los de ella. Él gimió contra su deliciosa boca mientras corría sus manos arriba y abajo sobre su espalda, atrayéndola hacia sí mientras bajaba el cierre de su vestido. Amelia envolvió sus piernas alrededor de la espalda de Eliot, frotando su esencia contra las suaves crestas de su abdomen mientras meneaba sus brazos y pecho fuera del vestido. Él la ayudó jalando la tela y quitándola de su cuerpo y dio un pequeño salto cuando los pezones duros de ella le frotaron el pecho, arriba y abajo.

—Debes saber algo —él comenzó a decir antes de que ella tomara su rostro y lo empujara hacia abajo para que sus labios cubrieran su pezón erecto. Rápidamente dio un golpecito con su lengua contra la sensible carne, encantándole el profundo gemido de placer de ella.

A Eliot se le estaba poniendo dura dolorosamente contra la pierna de Amelia, y él saboreó cada momento de contacto mientras ella se retorcía y contorsionaba contra él. Eliot movió su boca hacia arriba en el pecho de ella en una serie de pequeños besos hasta que alcanzó su nuca, chupando en su piel delicada. Movió su mano lentamente hasta su estómago y costillas hasta que alcanzó su teta, amasando y moldeando la tierna carne aún húmeda por las lamidas de su lengua.

Amelia levantó su cabeza con los ojos oscurecidos de lujuria. —Tómame ahora.

—Sí —él gruñó contra la piel de ella. Eliot guió a Amelia suavemente al piso de madera, llenándola de besos y mordidas suaves. Su mano bajó profundamente hasta su esencia, frotando sus pliegues inflamados. —Estás tan mojada —ella se retorció contra su mano, y con sus propias manos desgarró los retazos de tela entre ella y la hinchada polla de Eliot.

—Pero tú realmente necesitas saber —dijo él ahogadamente mientras ella mordía su antebrazo—. Antes de que hagamos esto, tengo que decírtelo —Eliot tomo el adorable rostro de ella entre sus manos y la miró a los ojos—. La razón por la que no debo ir a las Reuniones, la razón por la cual mis hermanos me dicen fenómeno, es que sufro de una dolencia.

— ¿Dolencia? —La mirada de ella lo revisó de arriba-a-abajo en su musculoso torso—. No hay nada malo en ti que yo pueda ver.

—Es porque tú no sabes acerca de mi polla de tamaño anormal —él quería cerrar sus ojos así no vería la mirada de decepción en el rostro de ella cuando lo oyó—. Sé que las mujeres la encuentran repugnante, pero… —Eliot tomó un profundo respiro, disponiéndose a continuar con la oración. Ella se va a enterar; bien puedo ser honesto—. Yo… Bueno, tengo una verga realmente grande.

Amelia parpadeó lentamente, una vez. Dos veces. —Quiero ver —dijo ella, más calmada de lo que él habría imaginado. En cualquier momento, ella va a salir de aquí corriendo y gritando. Él soltó el rostro de Amelia y observó con impotente terror mientras, apurada, ella desanudaba el último tirante asegurando la bragueta de armar de Eliot.

—Oh Dios —ella sonrió, envolviendo su delicada mano alrededor de su masiva circunferencia. Su mano apenas lograba abarcarla—. Eliot, no sé cómo decirte esto —ella levantó sus caderas y guió su polla hasta su entrada, con su respiración acelerada cuando la enorme verga se acercó a su mojada hendidura—. Pero tú ¿dolencia? Es maravillosa.

—Así que de hecho ¿a ti te parece bien? —Eliot resistió la urgencia de hundirse inmediatamente dentro de la aterciopelada calidez de Amelia. No podía creer que ella estaba siendo tan comprensiva acerca de su horrible maldición. Era claro que esta mujer era una santa.

—Más que bien. Confía en mí. Para cualquier mujer estaría más que bien —Amelia lo acercó y lo besó con fuerza, haciendo que su cabeza girara llena de lujuria.

Él se inclinó hacia delante y empujó profundo dentro de Amelia, oyéndola quedarse sin aliento cuando tomo toda su longitud dentro de ella. Ella se sentía increíble: tan suave y mojada y apretada alrededor de su polla. Podía sentir su corazón golpeando en su pecho mientras trabajaba en ella, moviéndose despacio al principio para permitirle ajustarse a su tamaño. Él corrió sus dedos por los muslos de ella mientras empujaba, dejando detrás senderos de carne blanca que volvían a hacerse rosados cuando él la soltaba.

Todo acerca de ella era glorioso; la manera en que ella aventaba su cabeza hacia atrás y gemía debajo de él, la manera en que sus piernas lo agarraban y ella empujaba para encontrarse con él, la manera en que se sentía su boca junto a su pecho.

Él se dio cuenta que ella estaba cerca: sus ojos cerrados en éxtasis y su respiración eran cortos jadeos. Sus caderas se sacudían debajo de él coincidiendo con sus movimientos empujón con empujón.

— ¡Eliot! ¡Sí! ¡Mierda! —ella se retorcía en el suelo, haciéndose más incoherente mientras sus gemidos aumentaban en volumen y entusiasmo.

—Vente para mí, Amelia, necesito que te vengas para mí —él jadeó y la mordió suavemente en el pezón cuando deslizó su mano hacia abajo donde sus cuerpos se juntaban y frotó su clítoris.

Ella abrió su boca para decir algo más, pero su voz salió como un quejido desesperado. Él golpeó su miembro hinchado dentro de ella más rápido y más duro hasta que sus paredes se convulsionaron y se sacudieron con espasmos alrededor de él, llevándolo sobre su límite. Estrellas explotaron detrás de sus ojos y derramó su semilla dentro de ella.

— ¡Bendita cogida! —Su bramido hizo temblar las vasijas colgadas en la pared.

Ellos se quedaron acostados, quietos por unos minutos mientas Eliot se suavizaba dentro del pasaje de ella y sus respiraciones se calmaron.

Finalmente, Amelia empujó el pecho de Eliot para que él se rodara hacia un lado. —Bendita cogida —ella dijo como en una oración mientras lo miraba. —Eso fue increíble. Tú sabes que tus hermanos son unos imbéciles, ¿verdad? Tu única dolencia es que tienes un don verdaderamente asombroso para el sexo.

El piso de madera se sintió frío después de recostarse sobre la tibia carne de Amelia, pero ella se acurrucó contra él, descansando su cabeza en sus pectorales palpitantes.

—Quiero creerte —Eliot respiró, corriendo su mano arriba-y-abajo del suave muslo de Amelia—. Simplemente es difícil creer que todo lo que me han dicho acerca de mí es una mentira.

Ella jugo suavemente con los vellos de su pecho. —Pero, ¿tú crees que tus hermanos son capaces de mentirte?

Él no dijo una palabra, solo miró al techo, estudiando el patrón de las telarañas.

—Si, eso fue lo que pensé —ella dijo suavemente. Amelia se mordió su labio inferior e inclinó la cabeza de Eliot para que la mirara. —Tú sabes que me importas, pero creo que ya no es seguro quedarme aquí. Tus hermanos nunca me perdonarán por ayudarte. Y tú no puedes estar todo el tiempo cerca para protegerme de ambos —su voz era tan suave que él apenas oyó sus palabras.

Eliot no quería nada más que aferrarse a ella, para enterrarse dentro de ella noche tras noche, encontrando nuevas maneras para hacer a su cuerpo deseoso y trémulo. Pero él sabía que ella tenía razón. Sus hermanos tenían muy mal genio como para confiarle a alguien tan puro y bueno como Amelia.

Él asintió y descansó su cabeza sobre el pecho de Amelia, escuchando el sonido de los latidos de su corazón, una última vez.

Él tenía que dejarla ir.

Los tacones de Amelia chasqueaban en los pasillos de piedra del palacio. Sus brazos estaban un poco cansados de haber pasado la mañana acarreando colchonetas para la Reunión, desde el almacén, pero al menos aquí, ella no tenía que preocuparse por un pellizco no bienvenido de las manos de comadreja de Mitch. Nada provocaba más rápidamente la ira de la Reina Cassandra, que-se-venga- mucho-y-fuerte, que los avances sexuales sin consentimiento. El último mayordomo que le agarró la nalga a una doncella sin su permiso verbal, provocó que le cortaran las manos.

El sonido de los tacones de Amelia hacía eco en las bóvedas de los pasadizos, rebotando desde las ventanas de vitrales dibujando épicas y heroicas escenas sexuales entre los históricos reyes y reinas de Crispín.

Eliot debería ver estas, Amelia pensó mientras pasaba por una ventana mostrando un estilizado retrato del gran Rey Jayne, su polla erecta tan enorme que casi llegaba al nivel de sus hombros. Hombres y mujeres arrodillados llenaban el fondo del panel, con los brazos extendidos en adoración a su enorme verga, con pequeñas joyas de baba goteando desde sus bocas. Si Eliot estuviera aquí, él nunca les volvería creer a sus hermanos de mierda el rollo de que las mujeres odian las vergas grandes.

Amelia suspiró ligeramente, ajustando la canasta llena de corsés en sus brazos para que los corpiños de cuero y encaje no se revolvieran unos con otros. Ella trató de ignorar la punzada en su estómago cuando recordó al dulce Eliot, solo con sus hermanos, en esa casa vieja y lúgubre. Ya había sido algo más de un mes desde que ella se había ido, pero extrañaba ver el rostro de él todos los días. Sin ella, él estaría atorado con todas las tareas, y si los planes sociales de sus hermanos sufrían porque él no podía zurcir una costura recta en el cuero, ella sabía que Artie no dudaría en golpear a Eliot contra el suelo.

Sus compañeras doncellas pasaron atareadas, llevando canastas de juguetes y disfraces para la Reunión, sus uniformes cortos con faldas esponjadas apenas si cubrían cualquier cosa, sus muslos con ligueros de hebilla y corsés empujando sus bustos hasta el cielo.

La Reina Cassandra, que-se-venga-mucho-y-fuerte, tiene un gusto excelente, Amelia pensó mientras el desfile de piernas y escotes pasaba a su lado. Los mayordomos estaban igualmente ocupados con sus apretados chalecos de cuero y ajustadas chaparreras con el culo al aire, llevando lámparas y platos de servicio cubiertos, a las varias alcobas que servían como cuartos de juego para la Reunión.

Un culo particularmente bueno, le pertenecía a un valet alto con cabello negro el cual le guiñó un ojo y le dio un pequeño contoneo de hombros cuando pasó por su lado. Él no era tan encantador como Eliot, pero ella le guiñó el ojo en amable respuesta con una sonrisita. Ella no arrojaría ese culo fuera de su cama. La añoranza en su sexo todavía ardía. Él no era Eliot. Para el caso, él tampoco era la Reina Cassandra.

Amelia solamente le había dado una mirada a la reina cuando primero llegó al palacio, pero Amelia ya se sentía un poco embriagada cada vez que ella pensaba en su magnificencia.

La Reina Cassandra era la belleza y poder personificados: alta, refinada, sus pechos perfectamente redondeados, lucidos siempre con buen gusto, con sus largas piernas cruzadas sobre una rodilla con porte perfecto, y su cabello castaño derramándose sobre su figura escultural como una diosa de los libros de cuentos.

Amelia podía sentir la tibia humedad extendiéndose a través de su esencia mientras trataba de mantener la compostura en su rostro. La canasta en sus manos, rebosante de corsés, amenazaba con volcarse en cualquier momento, y el roce de encaje y satén contra las puntas de sus dedos solo alimentaba sus fantasías acerca de la piel inmaculada de la reina bajo sus manos, bajo su lengua.

No solo era la belleza de la reina lo que la embelesaba. Entre más tiempo estaba Amelia en el palacio, más impresionada estaba ella con las mejoras de la Reina Cassandra. Las Reuniones siempre habían sido algo básico en la historia y cultura de Crispín, pero de ser fiestas de sexo hedonista sin sentido para los ricos, las convirtió en veladas de élite abiertas para cualquiera que pudiera demostrar diestra habilidad sexual. La tradición cultural ahora era acogida por todos los niveles de la sociedad a un grado sin precedentes, ayudada por las recién desarrolladas vacunas contra enfermedades venéreas así como controles natales orales, a-prueba-de-tontos, tanto para mujeres como para hombres.

Oh, si tan solo hubiera una manera de unir la impresionante polla de Eliot con el cuerpo perfecto de la Reina Cassandra…

Amelia estaba tan distraída pensando en las posibilidades que casi se tropieza con uno de los guardias de seguridad del palacio haciendo rondas en el pasillo. Amelia reconoció a Lola inmediatamente. Ella era del círculo íntimo de la Reina Cassandra, su masa de trenzas negras entrelazadas y sus ojos color violeta, la distinguían como uno de los miembros más memorables del personal.

—A ver, déjame ayudarte con eso —Lola dijo, agarrando dos de los corsés de arriba de la canasta de Amelia, antes de que se cayeran.

—Gracias —Amelia masculló, sacudiéndose de la vívida fantasía en donde la polla de Eliot llenaba su boca mientras la lengua de Cassandra la lamía entre sus piernas.

—Así que, ¿están muy ocupados alistándose para la Reunión? —Lola dijo alegremente. La mujer sonriente sostenía frente a ella los dos corsés que había agarrado. Uno era azul brillante con listones amarillos a lo largo del frente haciendo patrones entrecruzados como un poste Mayfair. El otro era de cuero negro bordeado con encaje rojo a lo largo del polisón y una larga falda de satén sobrepuesta colgando en ondas por la parte posterior. Lola puso el azul y amarillo de regreso en la pila de Amelia, arreglando el montón para que quedara ligeramente más estable, luego ocultó el corsé negro de encaje dentro de su chaqueta de guardia.

—Éste es demasiado bueno para las masas —Lola le hizo un guiño a Amelia. Cuando Amelia abrió su boca, Lola levantó una de sus manos con guante metálico. —No te preocupes, cabeza bonita rubia. Le diré a Cassy acerca de esto cuando la vea —ella captó la mirada de alguien en el pasillo, detrás de Amelia, e hizo un pequeño saludo con la mano. Cuando Amelia giró su cabeza para ver a quién saludaba Lola, ella le tomó su barbilla y forzó su cabeza para que solamente continuara viendo su sonriente rostro.

—Así que dime, Muchacha Nueva, por cierto ¿de qué se trata esta Reunión?

—Mmm… —la mente de Amelia se aceleró. La suave mano de Lola en su barbilla la distrajo. ¿Quién está detrás de mí?— La Reina Casandra, que-se-venga-mucho-y fuerte, acaba de cerrar exitosos acuerdos de comercio con el reino de Magners y ¿estamos celebrando el nuevo impulso para la economía del país? —Su voz se elevó ligeramente al final de la pregunta. Amelia estaba casi segura que ésa era la razón para esta Reunión en particular. Ya sea que fuera eso o el exitoso tratado diplomático de paz con Magners, pero ella estaba bastante segura de que también había un acuerdo de comercio involucrado. Ninguna nación era rival de Crispín por sus exportaciones de satén, sedas, y disfraces de aumentos de cuerpo.

Solo la Reina Cassandra puede impulsar nuestros talentos para diseñar bustiers y braguetas de armar para aumentar el producto nacional bruto.

Amelia podía sentir como se excitaba otra vez. Se forzó a pensar en los labios de Mitch para enfriarse y mantener su rostro luciendo profesionalmente amigable para Lola.

—Mm, suenas bastante impresionante —Lola dijo despectivamente mientras comenzó a revisar el montón de corsés en los brazos de Amelia. Amelia podía sentir como su temperamento se empezaba a elevar como un calor abrasador en sus mejillas.

— ¡Eso es impresionante! ¡La Reina Cassandra es la mejor soberana que hemos tenido en tres siglos! —Amelia dijo, arrebatando la canasta de las manos inquisidoras de Lola.

—Que-se-venga-mucho-y-fuerte —Lola añadió por ella, con una ligera sonrisa burlona en su rostro.

—Sí —Amelia dijo, ya con sus humos bajos. Que-se-venga-mucho-y-fuerte. Esa era la tradición honorífica que todo mundo tenía que decir después del nombre de la Reina, pero ahora, teniendo tanto a Eliot en su mente, las palabras se sintieron más sinceras de lo normal.

El rubor que Amelia había tratado de evitar en su rostro se hizo mayor y se extendió mientras ella visualizó a la reina acostada de espaldas sobre sábanas de satén, los dedos de los pies enroscados en un orgasmo intenso. Esta vez, la fantasía incluía a Eliot sobre la reina, su verga alanceando la vagina de la reina mientras Amelia montaba sobre su rostro y la lengua de su majestad le lamía el clítoris.

— ¿Hola? ¿Estás ahí? —Lola movió su mano frente al rostro de Amelia—. ¿Te acaba de dar un ataque? Porque puedo ir a traer un doctor si acabas de tener un ataque.

—No, no, solo estaba pensando en alguien que nunca va a ser invitado a la Reunión —y cómo se vería su verga golpeando dentro de la reina. Probablemente es mejor que no piense en voz alta.

—Oh, ¿es tan malo en la cama realmente? Porque tú sabes las reglas del reino. Cualquiera que sepa cómo manejar los puntos de placer es elegible para una invitación —los ojos de Lola, dieron un vistazo detrás de Amelia, tan rápido, que Amelia no estaba segura de, de hecho, haberlos visto moverse.

— ¡No! —Amelia dijo rápidamente—. Su cuerpo es un milagro. Su polla es la más grande que yo he visto alguna vez y puede hacer maravillas con su lengua. Es solo que él tiene estos dos hermanos perversos que están tan celosos de él que lo tienen encerrado y…

—Nombre y dirección. Ahora —dijo una voz femenina firme, envuelta con suavidad de seda detrás del hombro de Amelia. Amelia dio media vuelta como si estuviera en un trance y sus ojos se encontraron fijos con los de la Reina Cassandra, que-se-venga-mucho-y-fuerte, de color chocolate oscuro.

La boca de Amelia se movió por si sola, arrojando el nombre y dirección de Eliot en una exhalación, mientras sus ojos vagaban por el exquisito rostro de la reina. El rostro en-forma-de-corazón de la Reina Cassandra, debía haberse visto delicado, pero el bien proporcionado arco de su nariz le daba una fuerza perspicaz a su silueta. Líneas alrededor del borde de sus ojos y boca marcaban años de preocupación por el reino, pero su rostro todavía tenía una luz juvenil.

Los puños de Amelia se apretaron alrededor de la canasta tan duro, que podía sentir las fibras del mimbre cavando hendiduras en su piel. Ella estaba aterrorizada de que si soltaba la canasta no podría ser capaz de detenerse, de correr sus dedos por los pómulos de la reina hasta la curva de su oreja.

—Quiero sentir mis dedos en tu pasaje, ella pensó.

—Entonces, me aseguraré de que sirvas en la Reunión, bonita —dijo la reina. Riendo suavemente para sí, la reina se dio media vuelta y se alejó, deslizándose por el pasillo, las doncellas y mayordomos saliendo de su camino, como si fuera una avalancha.

—Santa cogida, ¿dije eso en voz alta? —Amelia le susurró a Lola, poniéndose pálida.

La risa de Lola era fuerte y profunda como el llanto de un guerrero. —No te preocupes por eso, muchacha nueva, Cas tiene ese efecto en todo el mundo.

—Pero Eliot…

—Ella lo invitará. Cómo él se conduzca, una vez que esté aquí es su asunto, pero “un cuerpo como un milagro” es una recomendación bastante buena —los ojos color violeta de Lola, inmovilizaron a Amelia por un segundo, por una vez, su mirada seria—. Sólo asegúrate de que se presente. A la reina no le gusta ver que sus invitaciones sean ignoradas.

Los ojos de Amelia siguieron la larga cola del vestido verde brillante de la reina mientras desaparecía a la vuelta de una esquina. Las capas de la tela no podían disfrazar su culo perfectamente redondeado meneándose ligeramente sobre sus peligrosos tacones.

Desearía…

Amelia se dio la vuelta hacia Lola y dijo con la seriedad de un sermón: —Me aseguraré de que él se presente.

Eliot releyó la invitación dorada por lo que debió haber sido la quinceava vez. En un nivel intelectual, él entendió el significado de cada palabra, de ambas formas, individualmente, y entrelazadas juntas, pero todavía no podía comprender verdaderamente lo que estaba escrito. Con dedos temblorosos, él sujetó el objeto de los deseos más profundos y de las fantasías más honestas de todo hombre y mujer de Crispín.

“Su presencia ha sido requerida en la Reunión de la Reina.”

Esta simple frase definida en escritura realzada plateada sobre la invitación recubierta de oro, oro verdadero, aceleró el pulso de Eliot. Él caminó de un lado a otro en el vestíbulo mientras contemplaba sus opciones. Había sido invitado una vez a una Reunión en un pequeño pueblo vecino y las botas de sus hermanos garantizaron que él no asistiera. ¿Ahora esperaban que él fuera a la Reunión de la Reina? Eso era impensable. Inimaginable. Inconcebible.

Una vez más, Eliot buscó a través del correo del día, deseando, contra toda posibilidad, el encontrar invitaciones para sus hermanos escondidas en el embrollo de papeles. Ellos estarían furiosos si de los tres, Eliot era el único invitado. Se estremeció con el pensamiento de cual castigo diseñarían para él, si se llegaran a enterar.

Él caminó de la puerta hasta la cocina. La Reina ha solicitado mi presencia. Tengo que ir.

Caminó desde la cocina de regreso a la puerta. Mis hermanos nunca me perdonarán.

Caminó de la puerta hasta el jardín posterior, listo para lanzar la invitación sobre un montón de hojas quemándose. Su mano por poco alcanzó el fuego.

La Reunión de la Reina es todo lo que yo siempre había soñado.

Caminó de regreso a la casa, aventando la puerta de los cuarteles de los sirvientes para abrirla, las sillas rotas del último día que Amelia estuvo ahí, todavía estaban esparcidas alrededor. Me voy a poner en ridículo en frente de todos. Amelia era especial e indulgente. Los otros invitados estarán asqueados por mi gran polla.

Era una decisión imposible. Rechazar una solicitud real se sentía como traición, pero ir a una Reunión sin sus hermanos se sentía desleal. Él regresó afuera y se hundió en una silla de mimbre en el porche, tranquilizándose con el familiar sonido gimiente que la silla hizo al aceptar su peso.

El jardín necesitaba trabajo para el que él no tenía tiempo. Las rosas estaban demasiado crecidas y la pequeña fuente de cisnes haciendo el amor, estaba cubierta con un moho verde trepador. El viejo arbusto de lilas en medio del jardín, inexplicablemente sobrevivía muy bien por sí mismo, recordándole de su niñez más feliz, antes de ser huérfano. Después de la muerte de sus padres, los hermanos mayores de Eliot lo alimentaron, vistieron y mantuvieron un techo sobre su cabeza. ¿Cómo puedo pensar en traicionarlos?

Eliot dejó caer sus hombros, descansando sus codos sobre sus rodillas y tomando su rostro entre sus manos, frotando el ligero crecimiento de barba delineando su quijada.

—Hola. Pensé que te sería útil un amigo — trinó una voz familiar. Eliot levantó la vista y sintió cómo una amplia sonrisa floreció en su rostro. El sol de la tarde dibujó sus flexibles curvas, escondiendo su rostro en la sombra. Su melodiosa risa danzó alrededor de él, y ella se paró en el porche para revelar su rostro, que él tanto extrañaba.

Amelia se veía grandiosa con el uniforme del personal del palacio. La vida en el palacio definitivamente le sentaba bien. Los ojos de Eliot tomaron cada dulce centímetro de ella: su corsé negro de cuero mostraba orgullosamente sus pechos perfectamente-redondeados, la juguetona falda suficientemente esponjada para ser fantasiosa, y suficientemente corta para poner a girar la imaginación de cualquiera. Y los ligueros de encaje. A Eliot siempre le habían gustado los ligueros.

Él se tomó un momento para recuperar compostura antes de ponerse de pie y saludarla, abrazándola fuerte y encantándole la sedosa sensación de su corsé contra su pecho. Batalló para hablar cuando la sangre se precipitó al sur, desde su cerebro.

Amelia soltó una risilla por la expresión embobada en el rostro de Eliot. —Un pajarito me dijo que hoy recibiste un mensaje importante —los ojos de ella se movieron a ver la invitación puesta en el suelo detrás de su silla—. La reina, que-se venga-mucho-y-fuerte, quiere que vengas, Eliot. Quiero decir, a su Reunión —ella terminó, sonando nerviosa.

La emoción de Eliot se agrió. Dejó caer su cabeza y pasó su mano por su largo cabello castaño—. Mis hermanos nunca lo permitirán. Tú los conoces. A ellos no los invitaron. Además —él se movió incómodo— probablemente yo mismo me ponga en ridículo.

Amelia sujetó la mano de Eliot y lo arrastró dentro de la casa. —Ya es pasado mediodía, así que asumo que tus hermanos están en la taberna, ¿verdad? —Ella levantó una ceja y pasó sus ágiles dedos suavemente por el pecho de Eliot—. ¿Solo estamos tú y yo?

Eliot sintió cómo se apretaban sus pantalones con el toque de ella y una gota de sudor nervioso corrió por su rostro. Ella era impresionantemente buena para excitarlo.

A Eliot le encantaba cada segundo de esto.

Él la acercó, el intoxicante aroma de ella lo cubría como la catarsis de un día festivo. Qué no daría por conservar ese aroma todo el año.

Él sostuvo su rostro en una mano, agarrando la parte baja de su espalda con la otra mientras la besaba con todo lo que tenía.

Amelia lo besó con la misma fuerza, empujando su lengua entre los labios abiertos de Eliot, explorando los contornos de su boca. Cuando sus pulmones empezaron a gritar por aire, ella se hizo para atrás, fijando sus ojos en los de él.

Ella corrió sus dedos a través del cabello de Eliot e hizo su cabeza hacia delante, lamiendo el sensible tejido detrás de su oreja, corriendo su lengua húmeda por su cuello hasta su clavícula. Amelia se abrió camino besándole el pecho, desabotonando su camisa con sus hábiles dedos. Un pequeño mordisco en su ombligo lo hizo girar sus ojos hacia atrás con el deseo, y ella jaló la tiesa longitud de sus pantalones, sonriendo.

—Hola otra vez —ella rio, levantando su mirada hacia Eliot. Ahora ella estaba de rodillas ante él y comenzó a frotarlo y lamerlo, dándole placer a cada envidiable centímetro. Amelia bajó sus pantalones y corrió sus uñas arriba y abajo por sus muslos, dejando marcas claras que tardarían días en desvanecerse. Ella besó su tallo, sus testículos, sus piernas, pero no iría más lejos.

Él resistió la urgencia de empujar dentro de ella, reclamando su boca.

—Tú sabes, ahora trabajo en el palacio —ella lo tomó en su mano y lo lamió de la base a la cabeza—. Todo lo que hago está destinado para servir a nuestra reina —Amelia guió su miembro hacia sus labios y giró su lengua alrededor de la misma punta de su grandiosa longitud—. Si tan solo hubiera alguna forma de poder convencerte para honrar a la reina viniendo a su Reunión —ella levantó la mirada y le sonrió perversamente, y luego lo tomó dentro de su boca.

Mierda, eso se siente tan bien. Eliot no pudo evitar dejar escapar un gemido salvaje mientras ella trabajaba en él. Él estaba tan excitado por sus jugueteos, que cada toque, cada centímetro de contacto, se sentía como relámpagos. Ella levantó su mirada hacia él otra vez y él casi se vino de inmediato; los ojos de Amelia brillaban, ella era tan feliz cuando le daba placer.

Respirando pesadamente, él se estiró hacia abajo y liberó una de sus tetas del corsé, sonriendo por lo duro que se sentía su pezón. Ella jadeó alrededor de su verga cuando él comenzó a masajear y jugar con su suave carne. Él era demasiado grande para que ella lo tomara completamente con su boca, pero sus manos jugaban con la base de su tallo en apretadas caricias. Sus manos, su lengua, su boca, era demasiado para soportar. Eliot dejó salir un rugido mientras se vino con fuerza, derramando su semilla en la apretada boca de Amelia, agarrando su teta como una balsa salvavidas.

—Eres increíble —Eliot dejó escapar en una estruendosa exhalación.

Amelia sonrió mientras Eliot la ayudó a ponerse de pie. —Tú mismo no estás tan mal, por lo cual te necesitamos en la Reunión —ella sacó una sencilla máscara negra—. Traje esto para ti. Necesitamos encontrarte algo para que uses, porque esto —ella hizo un ademán con sus manos que abarcaba los modestos pantalones ajustados y la raída camisa de Eliot— no va de acuerdo con la realeza.

Eliot la acercó hacia sí. Capturando sus labios suaves y rosados con su boca. Él inclinó su frente sobre la de ella, respirando su esencia intoxicante. Todavía no estaba seguro de que su enorme verga sería aceptable en la Reunión, pero no quería decepcionar a Amelia. Tomó un profundo respiro y cedió ante lo inevitable.

— ¿Qué es lo que tienes en mente?

Amelia rio, estirando a Eliot de la mano mientras lo dirigió a través de la casa, hasta la habitación de Artie.

—No, no, no en lo absoluto —Eliot comenzó a protestar. Con una mierda, Artie nos matará a los dos.

Amelia puso una mano sobre la boca de Eliot. — ¿No le guarda lealtad a su Reina, señor? —ella rio por su burla de indignación—. El presentarte con cualquier cosa que no sea el mejor atuendo que puedas… adquirir —ella le dio un rápido guiño—, sería simplemente irrespetuoso.

Sin esperar por la respuesta de Eliot, Amelia entró en la recámara de Artie. Era tan trivial e impersonal, que parecía que la habitación estaba desocupada. La severa cama de madera estaba hecha con las esquinas ajustadas, perfectas, las almohadas rellenas de pluma de ganso encima en perfecta alineación de noventa-grados. Hasta sus equipos de costura para remendar sus disfraces de Reunión (los cuáles él haría que Eliot hiciera) estaban acomodados con un cuidado de nivel-obsesivo, cada aguja colocada exactamente con dos centímetros de separación. Las paredes estaba recién pintadas blanco sobre blanco sin adornos adicionales para distraer el espacio perfectamente controlado de Artie. Va a ser imposible revisar las cosas de Artie sin que se dé cuenta.

Eliot trató de suprimir un grito angustiado cuando Amelia comenzó a revisar el closet de Artie, aventando indiscriminadamente pedazos de cuero y hule sobre su hombro mientras hurgaba a través de los montones organizados-meticulosamente. Caían en caóticos cúmulos por toda la habitación, tumbando una hilera de juegos de botas rojas de cuero a la rodilla con tacón alto y escarcha en las puntas. Cayeron como fichas de dominó y Eliot sintió la caída de cada tacón-rojo como si fueran golpes por venir.

— ¡Ajá! —Amelia exclamó, sosteniendo una bragueta de armar de cuero negro, enorme. Ella rio ligeramente mientras retiraba pedazos de trapo rellenando el interior—. No sé a quién estaba tratando de engañar tu hermano con todo este relleno. Pero puede que sea suficientemente grande para quedarte a ti —ella miró de un lado a otro entre su sexo y el interior de la bragueta de armar, formando y ajustando el interior para igualarlo lo mejor posible a su físico.

¡Realmente esto está sucediendo! Eliot rio salvajemente cuando se dio cuenta de lo cerca que estaba de conseguir todo lo que alguna vez había soñado. Se desvistió y deslizó su longitud dentro de la bragueta de armar. Le quedó tan perfectamente que la sintió como una segunda piel. Aun cuando él se quitó el resto de sus ropas y se ajustó la bragueta de armar y la máscara, todavía dudó.

— ¿Realmente está sucediendo esto? Se siente tan imposible —Eliot dijo, mirando los ojos azules de Amelia, buscando cualquier señal de duda.

La curva perfecta en sus labios tenía confianza suficiente para los dos. —Oh, esto es posible.

La Reina Cassandra esquivó el paso de un culo giratorio y se recordó a sí misma, por la quinta vez desde que comenzó la Reunión, el sentirse orgullosa, en vez de fastidiada, con lo que ella había logrado. La habitación de juegos principal estaba llena sin sentirse abarrotada. Los brazaletes de colores habían sido aceptados completamente como un código sin palabras ayudando a emparejar a un par de extraños basados en sus preferencias: sumiso o dominante, abajo o arriba, buscando hombre, mujer, o ambos. El consentimiento comoquiera tenía que ser verbal, pero la abreviatura ayudaba a las parejas compatibles a encontrarse rápidamente. Con la Reunión ahora abierta para cualquiera con las habilidades requeridas, los emparejamientos se estaban extendiendo a través de las clases sociales, rompiendo con las jerarquías privilegiadas. Flotando alrededor de la multitud con todos los tonos del arcoíris, estaban las pocas parejas que usaban brazaletes de oro marcándolos como amantes-de-por-vida. Estos emparejamientos o grupos comprometidos venían a las Reuniones a observar y aprender de otros, disfrutando de su conversación en público, solamente el uno con el otro.

Cassandra tenía tantas cosas que apreciar, y aun así…

¿Por qué siempre se siente como más de lo mismo?

Una mujer en un disfraz de caballo estaba montando felizmente a otra mujer vestida como una provocativa zorra, mientras un hombre y una mujer junto a ellos en un traje de cuerpo-completo-de-cuero, se movían juntos en lo que parecía como una danza pre-coordinada de extremidades retorciéndose. Un hombre maniatado a la pared gemía mientras una mujer usando estrechas correas de tela, lo montaba a horcajadas y le daba placer con un cepillo de dientes.

Se vuelven más creativos cada año. Al menos por eso Cassandra sentía un gran orgullo.

La energía en la habitación aumentaba con la banda en vivo: alternando melodías lentas y vibrantes, y ritmos de rápidas percusiones que tenían a todos en la habitación moviéndose con su ritmo. El guitarrista principal y cantante había adaptado una clásica melodía del pueblo acerca de una misteriosa mujer sin nombre, quien intercambió la promesa de su hijo primogénito por la habilidad de enseñar a los desafortunados granjeros, muchachos vírgenes, a cómo convertir sus suaves “pajas” en oro duro. La letra era apropiadamente lasciva para el ambiente y Cassandra añadió una moneda de oro dentro de la rebosante jarra de propinas de la banda, en agradecimiento. Cassandra hizo un recordatorio mental para también, más tarde, mamársela al baterista; él estaba haciendo un trabajo magistral poniendo rítmica la canción, y el bulto en sus muslos insinuaba que él era digno de la atención real.

Cassandra hizo las rondas de la habitación lentamente, asintiendo con su cabeza a aquellos que captaban su mirada, pero moviéndose antes de que el asentir pudiera ser interpretado como una invitación. Los sonidos de sexo impregnaban las paredes, armando un enorme y vibrante crescendo mientras las horas continuaban.

Ella estaba a la mitad del cuarto de juegos principal cuando una onda de energía se propagó a través de toda la Reunión. Pareció que todos en la habitación aumentaron su juego al mismo tiempo; los gemidos haciéndose más ruidosos y los golpes de carne contra carne volviéndose más apasionados.

Era difícil identificar en dónde había comenzado la nueva energía, pero años de evaluar el ambiente de una habitación, llevaron a Cassandra a una alcoba cerca de la entrada de la Reunión. Ella rodeó a una mujer desnuda cabalgando a un hombre que usaba unos bolsillos entrelazados llenos-de-loción, y a una pareja completamente desnuda tan absortos en sus mamadas mutuas, que no notaron los tacones de aguja de oro de la reina, coronados en negro, a unos centímetros de sus caderas que empujaban violentamente.

Las señal de una cortina medio-desgarrada, cayendo de la entrada, mostraba que el recién llegado debió ser identificado inmediatamente como de alto potencial y arrastrado dentro del cuarto lateral, en el mismo instante que entró por la puerta.

El sonido de los gritos de placer emanando del hombre y la mujer cogiendo duro en la alcoba, era tan intoxicante que energizaron a todas las parejas al alcance del oído. Cassandra siguió el sonido hasta que encontró la fuente: una pareja enmascarada en una pequeña alcoba cerca del frente del vestíbulo. Ella se recargó contra el marco de la puerta, corriendo su mano lentamente por su propia carne expuesta, arriba y abajo, quedando completamente en trance por lo que vio.

Por el rabillo de su ojo, Cassandra podía ver que la fiesta migraba gradualmente acercándose a la alcoba de enfrente, cada pareja en la habitación, inexplicablemente era atraída por la increíble energía sexual que se derramaba de esta pareja cogiendo. Hasta la banda en el otro extremo de la habitación estaba tocando mejor, su música vivaz en una inexplicable nueva coherencia. En este punto, el baterista ya era merecedor de un buen trío.

Cassandra no conocía al hombre en la máscara negra, pero ella reconoció a la mujer inmediatamente: Lola, una guardia de su círculo íntimo. Lola estaba sobre su espalda, sus piernas envolventes en alto, alrededor de los hombros del desconocido, así sus tobillos estaban entrelazados detrás del cuello de él y las caderas de ella elevadas girando en el aire. Su masa de trenzas negras acolchonaba su cabeza, y sus ojos color violeta estaban muy abiertos y luminosos. Su boca ya estaba abierta en una amplia “o” y Cassandra reconoció las señales de que Lola estaba a punto de venirse, y venirse fuerte.

El desconocido también debió haber reconocido las señales y mientras Cassandra observaba, él aceleró el paso, agarrando las caderas de Lola y empujando dentro con ataques largos, duros. Su verga enorme casi estaba fuera de la vaina de Lola antes de golpearla de regreso dentro de ella.

Lindo. Cassandra lamió sus labios. La sencilla máscara negra del hombre cubría la mayor parte de su rostro, pero no disfrazaba sus labios llenos, rojos, o la fuerte línea de sus pómulos. Él estaba desnudo con excepción de una enorme bragueta de armar de cuero negro sostenida por una correa alrededor de su muslo, como si Lola casi la hubiera arrancado para llegar a su miembro enorme.

Buen trabajo, Lola, Cassandra pensó, aventando con la punta de su zapato la impresionante bragueta de armar. Claramente era un trabajo hecho a la medida diseñado específicamente para su tamaño impresionante. Ella miró la impresión de su verga en el interior. Guau.

Quienquiera que el hombre de buen-colgante era, también era experto en la cama. En todos sus años como anfitriona de la Reunión, Cassandra nunca había visto tal mezcla de sensibilidad a los estados de ánimo de un amante, y pura puta masculinidad.

Y ella no fue la única en notarlo. Una fila de mujeres, ya esperaban recargadas contra la pared, frotando sus clítoris y los de sus vecinas mientras observaban y gemían a tiempo con los jadeos de Lola. Una pareja se posicionó en el piso junto a Lola y el desconocido, tratando de imitar sus movimientos, pero se veían como una pobre imitación, en comparación.

Lola estaba a unos segundos de su orgasmo, pero el desconocido todavía seguía dándole duro. Cassandra caminó alrededor de la habitación hasta estar de pie detrás de la cabeza de Lola y pudo ver el rostro del extraño. A través de su máscara, pudo ver sus ojos color azul brillante.

Él perdió el ritmo por un segundo cuando sus ojos se encontraron, una breve duda en su empuje. Entonces, empujó más fuerte. Sus ojos nunca dejaron el rostro de Cassandra, los ojos de él fijos en los de ella, pero él, de alguna forma encontró la fuerza para coger a Lola aún más profundamente, una, dos veces, hasta que la cabeza de Lola cayó hacia atrás con un grito de máximo placer.

Cassandra esperó para que él terminara, pero él la sacó, su miembro enorme y morado, brillando con leche. Él se puso de pie y su bragueta de armar, cayó de su muslo, así que él estaba desnudo, excepto por su máscara negra. Cuatro mujeres se acercaron a él desde alrededor de la habitación, pero sus ojos nunca se desviaron del rostro de Cassandra.

—Señora —él dijo, su voz baja y humeante— si me desea, soy suyo.

Cassandra dio un paso adelante y tomó su mano.

—Forastero, tú vienes conmigo —Cassandra le dijo.

La mano de él se sintió satisfactoriamente enorme en la palma de Casandra. Su firme agarre la impresionó; demasiados de sus amantes o trataban de apretarla demasiado fuerte para probar que ellos no estaban intimidados por ella, o ponían su mano lánguida para mostrarle que conocían su posición subordinada. Por la forma en que los ojos del desconocido pasaron por el dibujo de la pequeña corona en sus zapatos, sin hacer un gesto, era casi como si él no tuviera ni idea de quien era ella.

Y, ¿no era eso la cosa más excitante de todas? Cassandra sintió una sonrisa auténtica de placer creciendo en su rostro.

—Si te vas a llevar al Sr. Colgado, me conseguiré al baterista —Lola jadeó desde el suelo. Ella todavía estaba tirada sobre su espalda, sus piernas y brazos extendidos, tan completamente satisfecha que parecía que nunca se volvería a mover.

Cassandra sintió que su sonrisa se ensanchaba para mostrar sus dientes. —Esta es la Reunión, amiga mía. Eres bienvenida para cualquiera que de su consentimiento.

Lola se torció sobre el suelo para poder mirar directamente a los ojos cafés de Cassandra. Los iris morados de Lola destellaron y su boca se torció en un sarcástico, Sí, seguro.

Cassandra no lo pudo evitar; se rio. —Sí, por supuesto que estás en lo correcto. Prometo no hacerte competencia por el baterista. No haremos que el pobrecillo escoja entre… —la reina y una humilde guardia, ella pensó mientras miraba al desconocido de gran-polla quien, por toda apariencia, no tenía idea de quién era ella— Nosotras dos —ella terminó.

Lola asintió, satisfecha, y se quedó dormida inmediatamente, roncando ligeramente. Cassandra miró a su desconocido enmascarado, con su ceja meticulosamente depilada, alzada sobre el nivel de “ligeramente impresionada”, hasta el alto arqueado de “maldito cachondo”.

— ¿Te cogiste a Lola hasta dejarla inconsciente? —Cassandra dijo, su voz un octavo más alto de lo normal—. Una vez, Lola se cogió al escuadrón entero en una noche cuando se le antojó, y al amanecer todavía estaba despierta haciendo yoga. Tú la dejaste exhausta ¿en menos de una hora?

El hombre sonrió un poco bajo su máscara y se encogió de hombros. —Señora, si mis habilidades esta noche le han causado placer, entonces estoy feliz por haber venido.

Cassandra le dio unas palmadas en su brazo y apretó el agarre de su mano. —Cariño, no te has venido lo suficiente todavía.

Ella ignoró las miradas que los siguieron a través de la habitación principal. Las parejas se detenían en medio de la acción para observarla, algunos abiertamente haciéndole señas para que fuera con ellos, otros simplemente mirándola con deseo. Un hombre vestido con un ajustado disfraz de conejo a punto de ser alanceado por detrás por una mujer usando un cinturón-con-consolador y disfraz de unicornio estaba tan sorprendido de ver a la reina que cayó de bruces con su cara plantada en la grieta del culo del hombre junto a él. El vecino estaba lamiendo tan felizmente la vagina de una alegre mujer de tamaño-grande, que ni siquiera perdió el ritmo.

— ¿Eso sucede a menudo? —el desconocido enmascarado preguntó.

Cassandra asintió hacia el unicornio quien reacomodaba a su conejo truhán para que su culo desnudo quedara listo una vez más para su penetración. La mujer-unicornio asintió en respuesta y lo embistió tan fuerte que el grito del hombre de “¡Sí, cógeme!” hizo temblar el candil.

—Por supuesto, algunas veces suceden accidentes —está implicado con tantos juerguistas en un lugar tan pequeño —Cassandra hizo un ademán señalando a dos parejas haciendo el amor tan cerca, juntos, que ellos tenían que alternar la dirección de sus empujones para no golpearse entre ellos—. Pero todos los que aquí recibieron una invitación fueron aprobados en base a sus habilidades, y excepto ocasionalmente, todos tienen años de experiencia en Reuniones similares entre los rangos de nobleza más bajos. Ellos saben cómo conducirse, y hay personal de seguridad para hacerse cargo de aquéllos que se pongan demasiado entusiastas —ella asintió hacia un par de guardias de pie en posición de atención, cerca de la pared.

El guardia a la izquierda, Tom, era un bruto enorme de piel-oscura cubierto en tatuajes con un fantástico don para la poesía. Como uno de sus guardias personales, frecuentemente era invitado a la Reunión cuando no estaba apuntado para los deberes de guardia o ayudando a entrenar a nuevos reclutas. Con el más pequeño movimiento de uno de sus dedos, él indicó la alcoba opuesta, como la más segura para que Cassandra llevara a su compañero de juegos.

Ella jaló a su nuevo amigo dentro de la alcoba, una pequeña habitación adornada con capas de seda colgantes en rojo, morado y verde oscuro, cayendo tan abajo que efectivamente cortaban el espacio en espacios más pequeños e íntimos, escondidos del resto de la habitación.

—Entiendo acerca de los accidentes —su atractivo desconocido dijo, moviendo hacia un lado una seda colgante color rojo y acomodando un lujoso tapete, recargándose contra uno de los esponjados cojines, esparcidos por el suelo. Cassandra se arrodilló a su lado, extendiendo sus faldas acumulándose invitadoras alrededor de sus muslos. —Lo que quise decir fue: ¿sucede con frecuencia suficiente para que el cuarto entero se detenga a observar a alguien que pasa caminando por ahí?

Cassandra sintió que le faltaba aire. Él sabía. En cualquier momento él iba a atar cabos, dándose cuenta de que ella era la reina, y entonces él se disculparía por no dirigirse a ella como su majestad y actuaría raro…

— ¿Estoy usando el atuendo equivocado? —dijo él, sonrojándose. ¡De hecho se sonrojó! Cassandra decidió que ella podría amar a este hombre—. ¿O es que mi polla es tan grande? Una amiga me ayudó a vestirme, pero yo nunca había estado en una de estas fiestas y no estaba seguro de que esta máscara estaba bien, y perdí mi bragueta de armar allá en la otra habitación y…

Cassandra detuvo sus incoherencias con un beso apasionado, mordiendo su labio inferior hasta que él se derritió para ella. Sus brazos serpentearon por su cuerpo provocándole escalofríos en sus costados, sus dedos encontraron los listones de su corsé y los desanudaron para que la tela pudiera deslizarse por sus caderas. Él retiró cada capa de sus ropas mientras sus manos parecían estar en todos lados a la vez: apretando su culo mientras retorcía su pezón, mientras apretaba su montículo, mientras daba golpecitos en su clítoris con justo la suficiente presión para hacerla retorcerse.

Tan pronto estuvo completamente desnuda, ella lo montó a horcajadas sobre el suelo, la almohada bajo la cabeza y cuello de él levantándolo a un ángulo en donde fácilmente ella podía correr sus manos a lo largo de su marcado abdomen.

Los dedos de él veneraban su cuerpo, rozando la piel suave en su cintura y masajeando los tensionados músculos de su espalda baja. Ella ronroneó contra su boca, arqueando su espalda para que sus pezones endurecidos frotaran su piel desnuda.

Cassandra no podía resistirse a tocar su pecho y estómago. Los músculos de él eran duros e implacables, la clase de fibra construida por horas de trabajo duro. Ella sintió que se ponía mojada con el solo pensamiento. Este era un hombre que no solo hacía el ejercicio suficiente para ser tentador en la próxima Reunión; este era un hombre que trabajaba duro. Sus dedos trazaban las curvas de sus músculos, sumergiéndose dentro de la tentadora piscina de su ombligo.

La lengua de él invadió su boca con un fuerte calor, convirtiendo en un latido pulsante la humedad entre los muslos de Cassandra. Él gimió cuando los dedos indagadores de ella encontraron su polla engrandecida, resbalosa con líquido seminal. Ah sí, él no se vino para Lola, ella recordó.

—Pobrecito —ella gimió dentro de su boca—. Necesitamos encargarnos de ti.

Él no pudo articular una respuesta, solo movió sus manos para que sus dedos frotaran su clítoris. Ella dejó escapar un jadeo de satisfacción.

El hombre tiene que ser algún dios sexual ancestral renacido. La presión que el aplicó en su clítoris era perfecta, justo suficiente fricción para hacer que sus entrañas se sintieran como si estuvieran a punto de hervir y explotar, pero no lo suficiente para ser doloroso.

Las caderas de ella se sacudieron bajo él, sus tetas rebotando contra la calidez de la piel de su pecho añadiendo pequeños disparos de placer hasta su vagina. Justo cuando ella pensaba que no podía aguantar más, él insertó dos de sus dedos de una vez, profundamente dentro de su esencia, empujando duro y corriéndolos por los costados de sus paredes.

— ¡Santa mierda! —ella gritó, mirando abajo a la gloriosa vista de sus dedos jugando con su esencia. Su enorme mástil brincó por la mirada de ella y Cassandra sintió cómo instintivamente, sus caderas se inclinaron hacia su polla, su cuerpo suplicaba en silencio por ser llenado.

Cuidadosamente, los ojos de él observaban su rostro mientras sus ágiles dedos se retorcían y bombeaban dentro de ella. La respiración de ella se aceleró y cerró sus ojos en éxtasis mientras sus dedos encontraron su escurridizo punto-g. Una sonrisa creció en el rostro de él, y continuó golpeando d [...]