El Guapo y la Bestia - AJ Tipton - E-Book

El Guapo y la Bestia E-Book

AJ Tipton

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Beschreibung

El Amor es la magia más poderosa. 

En un reino mágico lejano, vivían príncipes encantados, mujeres guerreras y magia poderosa. El Guapo y la Bestia es una nueva versión sexy de La Bella y la Bestia con cambio de género, en la cual los héroes se han convertido en heroínas, las heroínas se han convertido en héroes y nada es lo que parece. 

La hermosa Lady Sophie fue maldecida por un malvado hechicero para transformarse en una peluda bestia colmilluda. Con el corazón roto por los pasados fracasos tratando de romper la maldición, ella desespera por encontrar al hombre que pueda ver más allá de su apariencia bestial y le conceda el beso de amor verdadero. Cuando Beatrice, la ebria del pueblo, tropieza en la vida de Sophie y le ofrece a su hijo como pago por su transgresión, Sophie no puede evitar intentarlo por última vez. 

El guapo Quinn tiene sus propios problemas. Después de años de abuso, su madre lo vende a una extraña mujer que vive en un castillo en el bosque. Su nuevo hogar es tan opulento como misterioso y pronto se encuentra en un mundo lacrado por la magia. ¿Llevará a cabo Quinn un riesgoso escape de su prisión? O ¿sus sentimientos por Sophie se convertirán en la llave para su verdadera libertad? 

Este cuento de hadas con cambio de género para adultos presenta sexys tríos FFM, cambios de imagen bestiales y una historia que es más antigua que el tiempo. 

Esta novela INDEPENDIENTE es parte de la serie “Sexys cuentos de hadas al revés” la cual puede ser leída en cualquier orden. No hay finales de suspenso y cada uno termina como debe: con un “felices para siempre”.

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El Guapo y la Bestia

Una Nueva Versión de Cuento de Hadas Para Adultos

AJ Tipton

Traducido porLorena De Isla

Copyright © AJ Tipton 2015 El derecho de AJ Tipton a ser identificada como la autora de este trabajo ha sido afirmado por ella en conformidad con Copyright, Designs and Patents Act de 1988 (Ley de derechos de autor, diseños y patentes de 1988) (u otra ley similar, dependiendo de su país). Todos los derechos, reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en ninguna forma o por ningún medio (electrónico, mecánico, fotocopias, grabaciones u otro medio) sin la previa aprobación por escrito de la autora, exceptuando casos de citas breves como parte de una reseña o artículo. No puede ser editado, modificado, prestado, revendido, alquilado, distribuido o circulado de alguna otra manera sin el consentimiento por escrito del editor. Se pueden obtener los permisos en [email protected]

Este libro es para la venta a un público adulto solamente. Contiene escenas sustancialmente explícitas y leguaje gráfico que puede considerarse ofensivo por algunos lectores.

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, nombres, lugares e incidentes que aparecen aquí son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, organizaciones, eventos o locales es pura coincidencia.

Todos los personajes sexualmente activos en esta obra son de 18 años o mayores.

Fotografías de portada proporcionadas por BigStock.com, Flickr.com, Archivos Morgue, y Upsplash.com. Diseño gráfico por Lydia Chai. Traducción por Lorena De Isla.

Creado con Vellum

Una figura empapada-de-lluvia entró pateando la puerta, rociando de astillas y agua todo el piso de duela recién-trapeado.

—Bienvenida a casa, Mamá —Quinn dijo, sin levantar la mirada, mientras preparaba un conejo para la cena. Él resistió la urgencia de suspirar desanimado a causa del piso ahora-sucio, que él tendría que volver a lavar. Madre ya viene enojada; no hay necesidad de atizar su temperamento con mis quejas.

La casa que él compartía con su madre era modesta: solo una habitación principal que servía como cocina, sala y vestíbulo con una recámara pequeña por un lado. Quinn estaba orgulloso de ser capaz de mantenerla inmaculada, a pesar de los constantes esfuerzos de su madre para ser lo más abusiva y desconsiderada que le fuera posible.

Con Beatrice, la madre de Quinn, no se podía andar jugando. Ella era baja de estatura y de edad avanzada, pero tenía un lado malvado y una habilidad con el cinto, que le había servido bien siendo viuda con dos niños. También tenía un historial de vender a sus propios hijos cuando su cuenta en la taberna, se elevaba demasiado. Quinn apenas si recordaba a su hermana, tan solo un vago recuerdo de voces fuertes y enojadas desde la otra habitación. Pero aquél día, hace quince años, cuando su madre se fue con su hermana y regresó con cuatro cabras y una sonrisa victoriosa, quedó marcado en su memoria para siempre. El recibía una postal de su hermana cada año, más o menos, diciéndole que estaba bien, pero ella nunca contestó a la súplica de Quinn para llevarlo con ella. Después de unos pocos años, él dejó de pedírselo y en vez de ello, se concentró en hacerse tan valioso e imprescindible que su madre nunca pudiera darse el lujo de venderlo.

—Quinn, ¡ya termina de hacer la cena! —Beatrice gruñó a través de sus dientes amarillentos. Dejó caer su chal enlodado hecho bulto en el suelo—. Escucha mientras cocinas. Tengo unas buenas noticias para ti —ella giró su cabeza hacia un lado, exprimiendo su largo cabello gris. El charco formándose a sus pies era lodoso con un brillo grasoso.

Mierda. A Quinn se le heló la sangre. La última vez que su madre había usado la frase “buenas noticias” fue cuando él perdió a su hermana. Lo único que puedo esperar es que por mí, de perdido haya obtenido seis cabras.

—Mi niño, tu vieja madre se ha encontrado con una oportunidad para ti. Estaba teniendo una encantadora caminata por el bosque cuando cayó esa terrible tormenta —Beatrice dijo.

Quinn trató de mantener una expresión neutral en su rostro. Beatrice era un notable-cliente frecuente de la taberna del pueblo. Sus “caminatas por el bosque” para nada eran tomar aire fresco y hacer ejercicio, era más bien una desviación hacia una tambaleante-borrachera y todo mundo lo sabía. Quinn sabía que corregir ese punto solamente la enfurecería.

—Encontré un castillo abandonado y me guarecí ahí hasta que lo peor de la tormenta pasó —ella miró al lodo, el charco, y la capa empapada en la entrada y apuntó con su dedo retorcido—. ¡Limpia esto!

Quinn saltó para ponerse en acción, trapeando el desastre. —Me da gusto que encontraste refugio. La tormenta fue bestial.

—Estoy segura de que te sentiste enfermo de la preocupación —Beatrice escupió—. Ni siquiera pensaste en ir a buscar a tu propia madre en tremenda tormenta. ¡Yo estaba pensando en ti! —Ella se sentó a la pequeña mesa de madera en medio de la habitación e hizo un ademán para que Quinn le trajera sus alimentos—. Ahí, había un fino arco montado en la pared junto a una aljaba llena de flechas —Beatrice hurgó sus dientes con una de sus uñas mugrientas—. ¿Puedes imaginarlo? ¡Como alguna clase de decoración inútil! Era claro que tendría un mejor uso poniendo comida en mi mesa.

Oh mierda, se lo robó. Quinn le pasó a su madre un plato de conejo y vegetales cocidos, dándose media vuelta para limpiar las encimeras de la cocina detrás de él. Un impresionante arco nuevo sería increíble, pero los hombros de Quinn se tensaron. Beatrice era una astuta vieja bruja, pero tenía que haber habido consecuencias por saquear la casa de un extraño.

—La tormenta se tranquilizó y ya había terminado de tomar mi descanso así que me imaginé que solo tomaría el arco y me iría —ella empujó la comida en su boca mientras hablaba, enviando pedacitos volando a lo largo de la mesa—. Estas gentes llegaron de quién sabe dónde. Una mujer elegante con un genio de locura…

Mira quién habla. Quinn hizo una mueca.

—… y esa rara que siempre viene al pueblo. ¿Mira?

— ¿Mirror? —La esperanza surgió en el pecho de Quinn. Mirror vivía en algún lugar en el bosque que rodeaba su pueblo, y ocasionalmente lo visitaba para adquirir provisiones. Ella era una visitante bastante regular para ser un rostro familiar, pero lo suficientemente forastera para que los pueblerinos la hicieran pasar malos ratos. Quinn siempre había admirado lo amable y paciente que ella era para enfrentar algunos de los comentarios más idiotas que llegaban por su camino. El hecho de que Mirror era una completa maravilla, ciertamente que no hacía daño.

—Lo que sea. Nombre tonto, chica tonta —Beatrice se puso de pie y se sirvió un vaso de algo de color café, tan fuerte, que hizo que los ojos de Quinn lagrimearan estando al otro lado de la habitación. —Aparentemente el castillo no estaba tan abandonado como yo pensé, y la dueña estaba irracionalmente enojada por mi presencia. Perra —ella tomó un rápido trago a su bebida, con su rostro contorsionado por el sabor—. La chica Mirror dijo algo acerca de ti y de que tú y su ama hacen buena pareja, así que se me ocurrió, eso es eso.

— ¿Qué es qué? —la sensación de un presentimiento aumentó en Quinn con cada palabra.

—Te vas a poder quedar con ese elegante arco que yo quería para ti, solo que lo tendrás que usar en el castillo —otro trago desapareció por la garganta de Beatrice—. El castillo donde vas a vivir —el líquido café desapareció en un trago—. Para siempre.

— ¿Me vendiste por un arco? —Quinn deseó estar sorprendido.

— ¡No! —Beatrice sonrió cálidamente—. No, mi niño, por supuesto que no. ¡Te vendí por esto! —Ella levantó un gran morral, pesado y lleno con brillantes monedas de oro.

Eso vale mucho más que cuatro cabras. Era una victoria extraña y triste, pero Quinn estaba listo para tomarla. Después de veinticinco años de negligencia y abuso, un cambio, aún si era para obligarlo por contrato a ser la servidumbre de un extraño, sonaba como un alivio maravilloso.

—Carajo —finalmente él habló, lanzando al suelo el trapo sucio que traía en su mano—Iré.

Sophie estiró el espejo de aumento para acercarlo a su rostro mientras agarraba las pinzas como si fueran un arma para poder sacar todos esos tercos pelos negros; nunca desaparecían, no importaba cuantas veces ella se los sacaba.

Jodida maldición. Jodido hechicero.

Una dama no decía tales obscenidades en voz alta, pero ella podía pensar bastante en ellas, dentro de su cabeza. La madre de Sophie la había entrenado agresivamente acerca de lo que una dama debía ser: hermosa, distante, recatada, aguzada. Como un cuchillo. —Una dama es como un escalpelo: afilado, pero hermoso —no es exactamente el consejo que cada niñita espera aprender en el regazo de su madre, pero como su familia tenía mucho tiempo de haberse ido, todo lo que ella tenía eran los recuerdos de crianza de hace mucho tiempo.

Nada había preparado a Sophie para la maldición, hace diez años.

Mierda. Mierda. Mierda. Las palabras se sintieron bien dentro de su cabeza, las consonantes sordas acentuando sus jalones en los últimos tres pelos. Ella pasó la punta de sus dedos bajo su barbilla, sonriendo a su reflejo. Su cabello castaño estaba amontonado en estilosas capas sobre su cabeza, sus cejas medias-lunas gemelas, y su boca roja brillante, pequeña y femenina en vez del hocico de una bestia babeante. Gracias dioses del maquillaje. Ella suspiró y dejó el espejo a un lado. Tenía menos de dos horas para apreciar la sensación de ser hermosa hasta que la maldición la alcanzara y se convirtiera en bestia otra vez.

—Viene cabalgando hasta el portón —Mirror dijo, abriendo la puerta sin tocar. En el castillo, nadie más se atrevería a abrir la puerta de su habitación, pero Mirror era una excepción a casi todas las reglas.

— ¿Estás segura acerca de todo esto? —Mirror preguntó, cerrando la puerta para que nadie más pudiera oír—. Cuando avalé que él era un chico decente, realmente no pensé que tú harías un trato con esa horrible mujer para comprarlo. Vamos, ¿realmente piensas que él podría romper la maldición? Ha habido tantos pretendientes. Todos ellos hubieron fallado. Alguna vez has considerado que quizás…

Sophie levantó su mano, cortando las palabras de Mirror antes de que comenzara con la misma vieja cantaleta acerca de cómo Sophie estaba malinterpretando la maldición. Mirror no hubo estado ahí. Mirror nunca podría entender lo que se sentía el vivir con una poderosa magia afectando cada momento de su vida.

—Sé que tus intenciones son buenas, Mirror, pero por favor, guárdate tus teorías —Sophie le dio una última mirada crítica a su reflejo y se puso de pie, enderezando las faldas de su vestido para que cayeran en sedosas y gráciles ondas. —Este es el Número Trece. ¿No es el trece un número de la suerte?

—No, no es —Mirror dijo, con un profundo suspiro y cruzando sus brazos mientras fruncía el ceño mirando a su ama. Sophie alzó una ceja mirándola, una invitación para que Mirror dijera lo que pensaba. La mujer se pondría insufrible hasta que tuviera oportunidad de decir lo suyo.