Su Ardiente Vikingo: Un Romance Paranormal - AJ Tipton - E-Book

Su Ardiente Vikingo: Un Romance Paranormal E-Book

AJ Tipton

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Beschreibung

El calor se enciende cuando un vikingo maldito tropieza con la mujer de sus sueños.

Unos mil años atrás, una bruja hechizó a cuatro encantadores hermanos Vikingos, cada uno con uno de los cuatro elementos. Ellos viven con sus maldiciones hoy en día, condenados a sufrir para siempre por sus crímenes pasados.

Mikkel es simplemente demasiado ardiente para tratarlo. Trabaja como un fornido especialista en demolición y debe hacer todo lo posible para mantener el control. Si se permite enojarse, su maldición aparece y convierte a Mikkel en una incontrolable bola de fuego. Tras siglos de tragedias, Mikkel teme que la furia en su interior ponga en peligro a cualquiera que deje acercársele demasiado.

Cuando Joanna –una inteligente y sensual ingeniera enojada con el mundo— irrumpe en su vida, Mikkel no podrá resistir su ardiente encanto. ¿Ha llegado finalmente el momento de dejar que alguien entre en su vida y abrace las llamas? ¿O serán chamuscados por el fuego de su pasión?

Este romance maduro incluye incendiarias travesuras en el cuarto de un bar, escapes en auto a máxima velocidad y romance flameante que vence todos los pretextos.

Esta novela INDEPENDIENTE es parte de la serie “Su Vikingo Elemental”, la cual puede leerse en cualquier orden. No hay melodramas y cada historia termina como debe: felices para siempre.

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Su Ardiente Vikingo

Un Romance Paranormal

AJ Tipton

Traducido porRaimon J Colmenares

Illustrated byChameleonstudio74

Copyright © AJ Tipton 2015 El derecho de AJ Tipton a ser identificada como la autora de este trabajo ha sido afirmado por ella en conformidad con Copyright, Designs and Patents Act de 1988 (Ley de derechos de autor, diseños y patentes de 1988) (u otra ley similar, dependiendo de su país). Todos los derechos, reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en ninguna forma o por ningún medio (electrónico, mecánico, fotocopias, grabaciones u otro medio) sin la previa aprobación por escrito de la autora, exceptuando casos de citas breves como parte de una reseña o artículo. No puede ser editado, modificado, prestado, revendido, alquilado, distribuido o circulado de alguna otra manera sin el consentimiento por escrito del editor. Se pueden obtener los permisos en [email protected]

Este libro es para la venta a un público adulto solamente. Contiene escenas sustancialmente explícitas y leguaje gráfico que puede considerarse ofensivo por algunos lectores.

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, nombres, lugares e incidentes que aparecen aquí son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, organizaciones, eventos o locales es pura coincidencia.

Todos los personajes sexualmente activos en esta obra son de 18 años o mayores.

Creado con Vellum

La nueva secretaria lo estaba decepcionando espectacularmente — sus puños golpeaban rítmicamente sobre el amplio escritorio de caoba mientras él la penetraba con fuerza por detrás. La última de una serie de secretarias — ¿Sissy? ¿Sally? Era algo así, muy fácil de olvidar — vociferaba demasiado para su gusto. Mikkel resistió la imperiosa necesidad de voltear sus ojos ante sus jadeantes demandas.

“¡Más! ¡Dame más! Oh Dios, ¡Más duro! ¡Más! ¡Más! ¡Dios! ¡Oh sí! ¡Más!” Él estiró la mano y le tapó la boca, silenciando sus gritos antes de que toda la oficina se enterara de qué hacían. Tras esperar unos cuantos segundos más a que ella bajara de su orgasmo, se lo sacó y le eyaculó sobre su perfecto culo. Aburrido, Mikkel bostezó. Ya había escuchado todo eso antes.

Esforzándose tremendamente para silenciar el segundo bostezo, intentando forzarlo a pasar entre sus labios, Mikkel se pasó los dedos entre su rubio cabello corto. Durante siglos de portarse mal se había permitido disfrutar de mujeres de casi cualquier tipo – jóvenes y mayores, nobles y plebeyas. Había perfeccionado sus proezas sexuales con sacerdotisas y princesas, reinas y campesinas, pero por alguna razón no se podía resistir al indefinible encanto de las secretarias de su empresa. Desde luego no le molestaba que esas mujeres echaran buenos vistazos a sus rasgos cincelados, abdominales de acero y bíceps ondulantes, y se le lanzaran encima.

La nueva secretaria – Mikkel estaba ahora casi seguro de que su nombre era Samantha – aceptó la caja de Kleenex que le pasó para que se limpiara. Le pestañeó rápidamente con una pobre imitación de la sonrisa sensual de chica pin-up plasmada en su rostro. Habría sido más efectiva si el resto de su expresión no fuera tan… insulsa. La ayudó a limpiarse y la condujo hacia la puerta de la oficina tan rápido como pudo.

“Eso estuvo genial, Stephanie.” Le dijo, dándole un beso rápido en los labios. Incluso Cleopatra ya sabía que no debía escribirle de vuelta cuando la llamaba Livia. “Fue realmente…” Se pausó a propósito, tomándose un tiempo para que ella esperara el cumplido, “… un rato especial.”

La mujer apenas lo miró. Mikkel no pudo evitar sentirse un poco molesto. Ella había tenido tres orgasmos – seguro algo había hecho bien. Esta chica ya había sacado su teléfono y estaba en un intenso juego de combinación de piezas.

Terminó un nivel y guardó el teléfono, mirando alrededor, obviamente esperando algo. Él no podía imaginar qué esperaba. Ella apenas había empezado en Demoliciones Firewall hace unos pocos días, y no se había molestado en conocer a más nadie a parte de él. La mayoría de los empleados se habían dispersado para almorzar, y los pasillos que conducían a la oficina de Mikkel estaban casi desérticos. Un hombre alto y moreno con pantalones marineros de cuadros, tirantes a juego, y camisa blanca, rondaba la esquina de un pasillo gris, hojeando una pila de informes.

“¡Es Lizzie!”, le chilló, emocionada de que por fin llegara alguna audiencia. Pisó con su tacón tan duro que Mikkel hasta se preocupó por la vida útil de su zapato. “¡Por Dios, eres como el peor jefe del mundo!”, le espetó furiosamente, apuntándole a la cara con su uña de meticulosa manicura.

“Siento salirte con esto cariño, pero él no es el jefe,” Nick colocó los reportes en una pila ordenada bajo su brazo, sus ojos azules fueron de la uña roja hacia Mikkel. “Oh no…” se río entre dientes, “¿Te gastaste todo ese entusiasmo en un empleado de bajo nivel? Espero que te lo haya hecho todo bien”

“Por Dios, Nick, ¿De bajo nivel? ¡Eres malo conmigo!” Mikkel se rió fingiendo indignación. Rápidamente se agachó para evitar las uñas de Lizzie, que rasgaban el aire justo donde había estado su cabeza. Los reflejos de un Vikingo de mil años tenían su utilidad a veces.

“¡¿NO ERES EL JEFE?!” Otro golpe de garras falló en darle al amplio y musculoso pecho de Mikkel, y su brillante teléfono rosa salió volando.

“Créeme, tigresa, tú no tendrías oportunidad con el jefe,” dijo Nick con una sonrisa pícara. Tomó el objeto arrojado y se lo entregó con un guiño rápido. “Él es mi esposo.”

El rostro de Lizzie se volvió una máscara de absoluto disgusto al procesar esta información.

“Vámonos “esposo del jefe”, vamos a la reunión de mediodía, ¿Eh?” Nick le golpeó el hombro a Mikkel riendo. El exquisito trasero de Lizzie salió resoplando en la dirección opuesta. “Nosotros, los simples esbirros, estaríamos perdidos sin tu sabiduría y liderazgo, oh grandioso.” Caminaron juntos a través del laberíntico edificio de oficinas.

Mikkel se reía. “No le dije que era el jefe. Pero no puedo negarme a darle a una dulce y sensual criatura—” hizo un gesto hacia arriba y abajo abarcando sus amplios hombros, cincelados abdominales, y trasero perfectamente redondo, “todo esto.”

“Realmente sería un crimen contra el género femenino,” dijo Nick con falsa reverencia, inclinando la cabeza y colocándose la mano en el corazón. “Pero, ¿No podrías haber esperado una semana? Tu Pequeña Señorita Garras apenas ha estado aquí por un segundo, y estoy un 90% seguro de que la demente va a renunciar o a prenderle fuego al sitio. Ya sabes cómo odio el papeleo y esos asuntos infernales. Aunque los bomberos-” Nick fue interrumpido a mitad de la frase por el bajito y de apariencia grasienta Dwayne, caminando hacia ellos.

“Te he escuchado pasándola bastante bien con la chica nueva, Mickey,” dijo Dwayne con una sonrisa burlona. Se quitó un poquito de caspa que le cubría la chaqueta mientras ellos seguían su camino por los pasillos. “Dime una cosa, ¿Todas tus conquistas tienen que darte instrucciones tan detalladas, o comúnmente tienen que darse por vencidas y aceptar que no sabes lo que estás haciendo?”

“Cállate, idiota,” Le dijo Nick. “No sabrías si una mujer la está pasando bien ni porque estuviera bailando encima tuyo.” Mikkel le sonrió a su amigo con aprecio. Nick podía hacerle pasar malos ratos, pero lo defendía, especialmente contra parásitos como Dwayne.

“Por lo menos mis mujeres saben cómo callarse la boca,” la sonrisa de Dwayne no se ampliaba tanto pero se curvaba maliciosamente en lo profundo de su rostro.

Mikkel sabía que Dwayne era una pequeña sabandija inútil que siempre hablaba estupideces, pero aun así sintió un destello de ira en su pecho. Podía sentirlo como una tormenta de fuego en su corazón, llameando y chispeando, esperando levantarse e incinerar todo en su camino. A través de los años, Mikkel había conocido a millones con malos temperamentos, incluso a unos pocos frenéticos desquiciados que perdían su humanidad cuando la furia se apoderaba de sus mentes. En cierta forma les envidiaba su furia; ellos no tenían que enfrentar la clase de consecuencias que él sí enfrentaba cuando su furia se desbordaba.

Respira, respira profundo. No puedes dejarla salir aquí. Nick se encontraba en un área bastante poblada; no podía dejarse llevar por su temperamento aquí. Dwayne no lo valía.

Llenó sus pulmones con aire y se concentró en la completa aspiración y en la liberación purificadora al exhalar. Aflojó sus puños al sentir que la burbujeante rabia se calmaba lo suficiente para encarar a Dwayne y tranquilamente citar:

“El odio y la intolerancia son enemigos del correcto entendimiento. Gandhi.”

Dwayne volteó sus ojos, murmurando “Oh, yo te voy a dar tu Gandhi…” mientras llegaban a la reunión de la tarde. El salón de conferencias tenía la misma escalofriante luz fluorescente y las paredes grises de los pasillos, pero todas las paredes estaban llenas de fotos de estructuras siendo demolidas. Un equipo de arquitectos visitantes una vez soltó gritos al ver la pared llena de maravillas estructurales destruidas; para el equipo de demolición las explosiones eran las verdaderas obras de arte. Las fotos llenaban de orgullo a Mikkel cada vez que las miraba; eran tributos a dispositivos perfectamente ubicados, detonaciones bien programadas, y territorios minuciosamente conquistados. Se rió para sus adentros. Papá estaría orgulloso. Cuando se es un Vikingo, siempre se será un Vikingo.

La reunión no era nada especial; se sincronizaron los horarios y se asignaron proyectos a novatos desorientados. El nuevo ingeniero estructural llegaría mañana, junto con una nueva secretaria. Mikkel se apartó de los codazos de sus compañeros de trabajo con sus apenas veladas insinuaciones acerca de la velocidad con la que cambiaba al personal administrativo. Se discutieron las nuevas cuentas y se lanzaron planos alrededor como confeti. Tres tazas de café y dos horas después, todos fueron liberados al mundo exterior. Hora de hacer volar algunas mierdas.

Joanna Baltz golpeó el volante de su Ford Pinto con suficiente fuerza para sacudir la radio de sus no tan seguras amarraduras. La radio se había quedado pegada en la misma estación por la última media hora, y los bordes de su visión se tornaban rojos.

Los comentaristas parloteaban una y otra vez sobre cómo un tipo famoso del cual ella jamás había escuchado había golpeado a otro tipo famoso del cual jamás había escuchado. ¿No estaba pasando más nada en el mundo? Joanna presionó el botón de cambio por trigésima séptima vez, pero la estación apenas parpadeó. Cada una de las personas que llamaban al programa vociferaban como si estuvieran aceptando al Espíritu Santo; sus testimonios proclamaban que el puñetazo era una señal de atracción entre los dos tipos. Sólo era cuestión de tiempo – vociferaba una mujer tan alto que distorsionaba las cornetas de Joanna – antes de que aparecieran en los periódicos besándose en chaparreras con el trasero descubierto.

¿Cómo puede ser esto la única cosa de la que toda esta gente quiere hablar? Joanna sostuvo el volante con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron tres tonos [...]