E-PACK Bianca noviembre 2017 - Varias Autoras - E-Book

E-PACK Bianca noviembre 2017 E-Book

Varias Autoras

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Beschreibung

La mentira perfecta Melanie Milburne Estaba dispuesto a traspasar los límites de su acuerdo con tal de satisfacer su ardiente deseo. Violet Drummond no estaba dispuesta a asistir sin pareja a la fiesta de Navidad de su oficina, pero Cameron McKinnon, un amigo de la familia, parecía la pareja perfecta para el evento. Hasta que le contó a Violet que planeaba convertirla en su novia de conveniencia. Cameron, un adinerado arquitecto, consideró esa farsa como la escapatoria perfecta ante la atención no deseada que le prestaba la esposa de un cliente. Sin embargo, los falsos sentimientos se convirtieron enseguida en atracción de verdad… Traición entre las sábanas Sharon Kendrick No descansará hasta que ella sea su esposa. El magnate naviero Ariston Kavakos sospecha que Keeley Turner, una rubia espectacular, es una cazafortunas como su madre. Y el único modo de alejarla de su hermano es hacerle él mismo una proposición: un mes de empleo, a sus órdenes, en su isla privada. Keeley acepta de mala gana la oferta de Ariston, obligada por la mala situación económica de su familia. Su resistencia al atractivo de él y a la química que hay entre ellos no tarda en debilitarse. Pero la noche espectacular que pasan juntos tiene una consecuencia no prevista… Un deseo abrasador Susan Stephens El secreto de Lizzie tenía nombre, Thea. ¡Y era su hija! Cuando Damon Gavros entró en el restaurante donde trabajaba Lizzie Montgomery, el abrasador deseo mutuo atravesó el calor de la cocina. Instantáneamente, ella retrocedió once años, a la maravillosa noche que habían compartido. Y aunque él fuera la causa de que Lizzie lo hubiera perdido todo, la irresistible conexión entre ambos seguía echando chispas. Sin embargo, había una cosa que Damon no sabía de Lizzie… todavía.

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Pack Bianca, n.º 132 - noviembre 2017

 

I.S.B.N.: 978-84-9170-796-7

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Índice

La mentira perfecta

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Epílogo

Traición entre las sábanas

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

Un deseo abrasador

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Epílogo

Tras la medianoche

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

Capítulo 1

 

ERA LA invitación que Violet temía recibir desde hacía meses. Llevaba diez años seguidos asistiendo a la fiesta de Navidad de la empresa sin pareja. ¡Diez años! Cada año se repetía que el siguiente sería diferente y, sin embargo, se encontraba mirando la tarjeta roja y plateada con un nudo de desesperación en el estómago.

Aguantar las miradas y comentarios de sus compañeras ya le parecía malo, pero estar en una habitación atestada de gente era una verdadera tortura. Con tantos cuerpos alrededor apenas podría respirar.

Cuerpos masculinos.

Cuerpos que eran mucho más grandes y fuertes que el suyo, especialmente cuando habían bebido alcohol…

Violet pestañeó para borrar el recuerdo. Ya casi nunca pensaba en aquella fiesta, solo de vez en cuando. Había conseguido sobreponerse. El sentimiento de culpa había disminuido, aunque el de vergüenza no.

Tenía casi treinta años y era hora de avanzar. Eso significaba que iría a la fiesta para demostrarse que había recuperado el control de su vida.

No obstante, todavía debía enfrentarse a la agonía de decidir qué ropa ponerse. La fiesta de Navidad de la empresa de contabilidad era considerada una de los mejores eventos en el calendario del sector financiero. No solo era una fiesta donde había comida y bebida. Era una gala anual con champán, comida de calidad, baile y música en directo. Cada año había un tema y se esperaba que todo el mundo participara para demostrar su compromiso con la empresa. El tema de ese año era Una Navidad de estrellas. Y eso significaba que Violet tendría que encontrar un vestido de estilo hollywoodiense para ponerse. No se le daba bien el glamour. Y no le gustaba llamar la atención.

Violet guardó la invitación entre las páginas de su libro y suspiró. Incluso en el café donde se encontraba todo el mundo iba en pareja. Ella era la única persona que estaba sentada sola. Hasta había una pareja que rondaba los noventa años agarrada de la mano junto a la ventana. Así serían sus padres treinta años después. Seguirían afectados por la magia que los había cautivado desde el momento en que se conocieron. Igual que sus tres hermanas con sus parejas perfectas. Construyendo un futuro juntos, teniendo hijos y haciendo todo aquello que ella había soñado hacer.

Violet había visto enamorarse a todos sus hermanos. Primero a Fraser, luego a Rose y, por último, a Lily. Había asistido a todas las bodas como dama de honor. En tres ocasiones. Siempre había contemplado el amor como espectadora, pero deseaba estar en el escenario.

¿Por qué no podía encontrar a alguien perfecto para ella? A veces los chicos le pedían salir, pero normalmente no iba más allá de una cita o dos. Su timidez no le permitía mantener conversaciones animadas y no tenía ni idea de cómo coquetear… Bueno, podía hacerlo si se tomaba un par de copas, pero era un error que no pensaba volver a cometer. El problema era que los hombres eran muy impacientes, y ella no estaba dispuesta a acostarse con alguien solo porque eso fuera lo que esperaban de ella… Ni porque estuviera demasiado bebida como para decir que no. Deseaba sentirse atraída por un hombre y percibir que él se sentía atraído por ella. Estremecerse de deseo cuando él la acariciaba. Derretirse cuando la miraba. Y temblar cuando la besaba.

No recordaba cuándo había sido la última vez que un hombre la había besado de verdad.

A Violet se le daba muy mal el juego de salir con chicos. Muy, muy mal. Acabaría siendo una solterona con arrugas acompañada por ciento cincuenta y dos gatos. Con un cajón lleno con toda la ropa de bebé comprada para los hijos que siempre había deseado tener.

–¿Está ocupado este asiento?

Violet levantó la vista al oír una voz familiar y se estremeció al ver al mejor amigo de su hermano de la universidad.

–¿Cam? –su voz parecía la de un juguete con tono agudo. Era una costumbre que no había podido corregir desde que conoció a Cameron McKinnon. Ella tenía dieciocho años cuando su hermano llevó a Cam a pasar el verano a Drummond Brae, la casa familiar que su familia tenía en las Highlands, Escocia–. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo estás? Fraser me contó que estabas viviendo en Grecia, donde diseñabas un yate para alguien superrico. ¿Cómo van las cosas? ¿Cuándo has regresado?

«¡Cállate!». Era curioso, pero nunca le faltaban palabras cuando estaba con Cam. Hablaba demasiado. Y no podía evitarlo. Él no le parecía amenazante. Era educado, y quizá un poco distante, y llevaba bastante tiempo en su familia como para que ella se hubiera acostumbrado.

No obstante, no lo había hecho.

Cam sacó una silla y se sentó frente a ella. Sus rodillas rozaron las de Violet por debajo de la mesa. Violet se estremeció y notó una sensación de calor en ciertas partes del cuerpo. No debía reaccionar así ante el mejor amigo de su hermano. Cam estaba fuera de su alcance.

–Tenía una reunión por la zona. He terminado temprano y recordaba que una vez mencionaste este café, así que decidí venir a mirar –dijo él–. Regresé hace un par de días. Mi padre se casará de nuevo justo antes de Navidad.

Violet lo miró asombrada.

–¿Otra vez? ¿Cuántas veces se ha casado? ¿Tres? ¿Cuatro?

–Cinco. Y hay otro bebé en camino, así que serán once, entre medio hermanos y hermanastros,

Violet pensaba que tres sobrinos, dos sobrinas y el bebé que estaba en camino ya eran bastante, y no podía imaginarse tener once.

–¿Y cómo puedes acordarte de todos sus cumpleaños?

Él puso una media sonrisa.

–He ordenado una transferencia automática y así no tengo que recordarlo.

–Quizá debería hacer lo mismo –Violet removió el café para hacer algo con las manos. La compañía de Cam siempre la hacía sentir como una estudiante torpe enfrente de un profesor de la universidad. Él era muy diferente a su hermano mayor, que era un chico alegre y juerguista. Cam era más serio y tendía a fruncir el ceño en lugar de sonreír.

Violet se fijó en su boca, otra costumbre que no podía controlar cuando estaba a su lado. Sus labios eran sensuales, pero el inferior era ligeramente más grueso y eso provocaba que ella pensara en los besos apasionados.

Claro que nunca lo había besado. Los hombres como Cameron McKinnon no besaban a chicas como ella. Violet era una chica corriente. Él salía con mujeres que parecían recién salidas de una sesión de fotos. Mujeres glamurosas y sofisticadas, capaces de estar en compañía de cualquier persona sin que les saliera urticaria en caso de que alguien les hablara.

Cam la miró un instante y ella notó una sensación extraña en el estómago, como si fuera una flor abriendo sus pétalos al sol.

–¿Cómo te va la vida, Violet?

–Eh… Bien –al menos no le salía urticaria, pero notaba que se estaba sonrojando y era terrible. ¿Cam estaría pensando lo mismo que pensaba toda su familia? ¿Tres veces dama de honor, pero ninguna vez prometida?

–¿Solo bien? –su mirada mostraba preocupación y concentración, como si fuera la única persona con la que deseara hablar. Era una de las cosas que a Violet le gustaba de él, una de muchas. Él era capaz de escuchar. Ella se preguntaba a menudo si, suponiendo que hubiera podido quedarse hablando con él después de aquella maldita fiesta del primer año de universidad, su vida no habría sido de otra manera.

Violet sonrió y contestó:

–Estoy bien. Ocupada con el trabajo, las compras navideñas y esas cosas. Me pasa lo mismo que a ti, con mis sobrinos y sobrinas, ahora tengo que comprar cosas para mucha gente. ¿Sabías que Lily y Cooper están esperando otro bebé? Mis padres están organizando la gran fiesta de Navidad en Drummond Brae. ¿Te han invitado? Mi madre me dijo que iba a hacerlo. Los médicos creen que serán las últimas Navidades de mi abuelo, así que todos vamos a hacer un esfuerzo por estar allí.

–Mi padre ha decidido eclipsar la Navidad celebrando su boda el día de Nochebuena.

–¿Y dónde la celebra?

–Aquí en Londres.

–A lo mejor puedes tomar un vuelo después –dijo Violet–. ¿O tienes otro compromiso? –otro compromiso como una novia. Sin duda, tendría una. Los hombres como Cam nunca estaban solos. Era demasiado atractivo, rico, inteligente y sexy. Cam nunca había alardeado de sus relaciones con mujeres como había hecho Fraser, el hermano de Violet, hasta que se enamoró locamente de Zoe. Cam era un hombre reservado en lo que se refería a su vida social. Tan reservado que Violet se preguntaba si tendría una amante secreta en algún sitio, alejada de los focos que atraía su trabajo como arquitecto naval, reconocido mundialmente.

–Ya veré –dijo él–. Mi madre espera que vaya a visitarla, sobre todo ahora que Hugh, su tercer marido, la ha abandonado.

Violet frunció el ceño.

–Oh, no. Lo siento mucho. ¿Está muy triste?

–No especialmente –dijo Cam–. Bebía demasiado.

–Ah…

La vida de la familia de Cam era como una saga. No era que él le hubiera contado mucho acerca de ella, pero Fraser le había dado detalles. Sus padres se habían divorciado cuando él tenía seis años y, enseguida, se habían casado de nuevo y formado nuevas familias, agrupando hijos biológicos e hijos de los matrimonios anteriores. Cam vivió entre una y otra casa hasta los ocho años, cuando lo enviaron a un colegio interno. Violet lo imaginaba como un niño estudioso y observador, que no daba problemas y que se mantenía al margen cuando surgían. Todavía era así. Cuando iba a visitar a su familia, en las bodas, bautizos u otras reuniones, siempre permanecía en segundo plano, con una copa en la mano que apenas probaba y observando la situación con sus ojos azules.

La camarera se acercó para preguntarle a Cam si quería tomar algo y Violet tuvo que esforzarse para ignorar el sentimiento de celos que la invadía al ver cómo le sonreía. No era asunto suyo si Cam coqueteaba con una mujer. ¿Qué más le daba si él escogía salir con alguien de su café favorito?

–¿Te apetece otro café? –le preguntó Cam.

Violet cubrió su taza con la mano.

–No, estoy bien.

–Un café solo, gracias –le dijo Cam a la camarera, con una sonrisa breve.

Violet esperó a que la chica se marchara antes de decir.

–Cra-ack.

Cam frunció el ceño y preguntó:

–¿Perdona?

Ella sonrió.

–¿No has oído cómo se le ha roto el corazón?

Él la miró asombrado un momento y dijo:

–No es mi tipo.

–Describe cuál es tu tipo –comentó Violet. «¿Cómo se le había ocurrido preguntar eso?».

–Últimamente he estado muy ocupado para pensar en eso –contestó él, frunciendo el ceño. En ese momento, sonó un mensaje en su teléfono. Cam lo miró, apretó los labios y bloqueó la pantalla.

–¿Qué ocurre?

–Nada.

El teléfono sonó de nuevo. Él lo puso en silencio y lo guardó en el bolsillo de la chaqueta, mientras la camarera dejaba el café sobre la mesa.

–¿Cómo te va el trabajo?

Violet miró la invitación que asomaba entre las páginas de su libro y la guardó disimuladamente.

–Bien…

–¿Qué era eso? –preguntó Cam.

–Nada… Solo una invitación.

–¿Para qué?

Violet se sonrojó.

–Para la fiesta de Navidad de la oficina.

–¿Vas a ir?

Ella no se atrevía a mirarlo, así que posó la vista sobre el azucarero.

–Tengo que ir… Se supone que contribuye al buen ambiente de la oficina.

–No pareces muy animada.

Violet se encogió de hombros.

–Sí, bueno, no soy muy fiestera –ya no. La primera vez que intentó disfrutar en una fiesta terminó arrepentida y autoculpándose. Y años después, todavía trataba de olvidar aquel suceso sin éxito.

–Es una gran fiesta, ¿no? De esas en las que no se repara en gastos, supongo.

–Algo irónico, si se tiene en cuenta que es una empresa de contabilidad.

–Una empresa con mucho éxito. Hiciste muy bien en conseguir un trabajo allí.

Violet no quería admitir que el trabajo no se parecía en nada a su trabajo soñado. Al finalizar sus estudios en la universidad, trabajar de administrativa en una empresa de contabilidad le había parecido una buena manera de empezar, pero lo que le parecía válido a los diecinueve años, resultaba menos satisfactorio cerca de los treinta. No podía librarse de la sensación de que debería hacer algo más con su vida y dejar de limitarse a sí misma. No obstante, desde aquella fiesta… Todo se había detenido. Era como si su vida se hubiera atascado y no fuera capaz de avanzar.

Cuando vibró el teléfono de Cam, Violet miró hacia el bolsillo de su chaqueta y no pudo evitar fijarse en su torso. Era el torso de un atleta, esbelto y musculoso. De esos que gustaban a las mujeres. Tenía la piel bronceada y su cabello castaño oscuro tenía mechas más claras provocadas por el fuerte sol de Grecia.

–¿No vas a contestar? –preguntó Violet.

–Esperaré.

–¿Trabajo o familia?

–Ninguna de las dos.

Violet arqueó las cejas intrigada.

–¿Una mujer?

Él sacó el teléfono y apretó el botón de apagado con decisión.

–Sí, una mujer de las que no sabe aceptar un nopor respuesta.

–¿Cuánto tiempo has salido con ella?

–No he salido con ella. Es la mujer de un cliente importante.

–Ah… Complicado.

–Mucho. Más o menos unos cuarenta millones de libras de complicación.

«¿Cuarenta millones?». Violet era de familia adinerada, pero tenía problemas en asimilar esa cifra. Cam diseñaba yates para los supermillonarios. Había ganado algunos premios por sus diseños y se había convertido en un hombre muy rico durante el proceso. Algunos de los yates que había diseñado eran enormes, con baños de mármol y jacuzzi, y comedores elegantes. Uno de ellos incluso tenía su propia biblioteca y una piscina.

–¿En serio? ¿Te han pagado cuarenta millones por diseñar un yate?

–No, ese será el precio del yate cuando esté terminado. Aunque a mí me pagan una cifra muy decente por diseñarlo.

Violet deseaba preguntarle la cantidad, pero decidió que no era de buena educación.

–Entonces, ¿seguirás ignorando las llamadas y los mensajes de esa mujer?

Cam suspiró.

–Tengo que dejarle claro el mensaje de alguna manera. No soy el tipo de hombre que sale con mujeres casadas. Eso lo hacía mi padre.

–Quizá si te ve con alguien más captará el mensaje –Violet agarró la taza y lo miró por encima del borde–. ¿Hay alguien más? –«Arghhh. ¿Para qué lo preguntas?», se amonestó en silencio.

Cam la miró y ella experimentó de nuevo una cálida sensación en el vientre. La combinación de sus ojos azules con las pestañas negras era mortal. Había algo en su mirada que hacía parecer que ella pudiera ver más en ella de lo que él le permitía.

–No –contestó él–. ¿Y tú tienes a alguien?

Violet soltó una risita.

–No empieces. Ya tengo bastante con mi familia, por no mencionarte a mis amigos y compañeras de casa.

Cam sonrió.

–No sé lo que les pasa a los hombres de Londres. Deberías estar ocupada hace mucho tiempo.

Se hizo un silencio entre ellos.

Violet se sonrojó y miró su taza de café como si fuera lo más fascinante que hubiera visto nunca. ¿Cómo se había metido en aquella conversación? ¿Cuánto tiempo duraría el silencio? ¿Debía decir algo?

¿El qué?

Se había quedado en blanco.

Era muy mala dando conversación. Ese era otro motivo por el que se le daban mal las fiestas. Sus hermanas y hermanos eran capaces de hablar de cualquier cosa. Ella estaba acostumbrada a quedarse en segundo plano y permitir que los demás hablaran.

–¿Cuándo es la fiesta de la empresa?

Violet pestañeó y miró a Cam.

–Mañana.

–¿Te gustaría que te acompañara?

Violet lo miró boquiabierta y con el corazón acelerado.

–¿Y por qué querrías hacerlo?

Él se encogió de hombros.

–Mañana por la noche estoy libre. Pensé que te ayudaría si fueras con un acompañante.

–¿Propones una cita porque te doy lástima?

–No es una cita. Solo un amigo ayudando a una amiga.

Violet tenía suficientes amigos. Lo que deseaba era una cita. Una cita de verdad. No un hombre que se compadeciera de ella. ¿Pensaría Cam que era una completa inútil? ¿Una mujer que no era capaz de encontrar a un príncipe que la llevara al baile? Ella ni siquiera quería asistir. No era algo tan especial. La gente bebía demasiado y la música estaba tan alta que no se podía conversar.

–Gracias por la oferta, pero estaré bien.

Violet echó la taza de café a un lado y recogió su libro. No obstante, antes de que pudiera levantarse de la mesa, Cam la sujetó por el antebrazo.

–No pretendía disgustarte.

–No estoy disgustada –Violet sabía que su tono desmentía sus palabras. Por supuesto que estaba disgustada. ¿Quién no lo estaría? Él trataba de rescatarla. ¿Qué podía ser más ofensivo que el hecho de que un hombre le pidiera salir porque sintiera lástima por ella? ¿Le habría dicho algo Fraser? ¿O alguna de sus hermanas? ¿Sus padres? ¿Su abuelo? ¿Por qué no se dedicaban a meterse en sus asuntos? Se sentía muy presionada. «¿Por qué no sales con nadie? Eres muy exigente. Ya casi tienes treinta años». No tenía fin.

El calor de la mano de Cam atravesó las prendas de ropa y ella notó que su cuerpo reaccionaba.

–Eh.

Violet frunció los labios. Encontraría una cita. Podría registrarse en las webs de encuentros y tener cientos de citas. Si se dedicaba a ello, podría estar comprometida para Navidad. Bueno, quizá eso era demasiado pronto.

–Soy perfectamente capaz de encontrar pareja, ¿de acuerdo?

Cam le apretó el brazo un instante y se lo soltó.

–Por supuesto –se apoyó en el respaldo de la silla y frunció el ceño–. Lo siento. Ha sido una mala idea. Muy mala.

¿Por qué le parecía tan mala? Violet agarró el libro contra su pecho, donde su corazón latía demasiado deprisa. Era como si Cam hubiese desatado algo en su cuerpo que ella no sabía que existía. ¿Es que nunca la había tocado antes? Algunas veces, en el pasado, la había besado en la mejilla. No obstante, desde la última Semana Santa, no había tenido ningún contacto físico con él. Era como si él hubiese elegido mantener la distancia. Violet recordaba que durante el último fin de semana que había pasado en la casa familiar, él había entrado en el salón de Drummond Brae y, al ver que ella estaba acurrucada en uno de los sofás, se había marchado pronunciando una disculpa. ¿Por qué había hecho tal cosa? ¿Qué le pasaba que no soportaba estar a solas con ella?

Violet agarró su bufanda y se la colocó alrededor del cuello.

–Tengo que regresar al trabajo. Espero que la boda de tu padre salga bien.

–Saldrá bien. Ya tiene mucha práctica –se bebió el café, se puso en pie y agarró su chaqueta–. Te acompaño hasta la oficina. Voy en esa dirección.

Violet sabía que tendría que discutir para pagar el café, así que decidió permitir que lo hiciera él.

–Gracias –le dijo cuando Cam pagó la cuenta.

–De nada.

Cam apoyó la mano sobre la espalda de Violet con delicadeza, para moverla y que dejara pasar a una mujer que se acercaba empujando un carro de bebé. El calor de su mano se extendió por todo su cuerpo, provocando que Violet tomara conciencia de su feminidad, como si él la hubiera acariciado de manera íntima.

«Contrólate».

Ese era el problema de estar desesperada y sin cita. El roce más leve de la mano de un hombre la había convertido en una mujer lasciva, que experimentaba el deseo de una manera que nunca había experimentado antes.

Aunque no era una mano cualquiera.

Era la mano de Cam… La mano de un cuerpo que la hacía pensar en sexo salvaje. Y no es que ella supiera lo que era el sexo salvaje. El único sexo que recordaba era una imagen borrosa del rostro de dos o tres hombres hablando sobre ella, no con ella. Desde luego, no la imagen romántica que había imaginado al llegar a la pubertad. Eso era otra de las cosas que no había conseguido hacer. Todos sus hermanos habían atravesado con éxito el campo del amor, y todos habían encontrado su media naranja. ¿Ella sería demasiado quisquillosa? ¿O es que lo que sucedió en aquella fiesta había dañado su autoestima y su confianza? ¿Por qué podía ser si apenas recordaba ningún detalle?

Había pasado toda su vida rodeada de amor y aceptación. No tenía motivos para sentirse inadecuada, pero, por algún motivo, no conseguía adentrarse en el campo del amor.

Violet salió a la acera con Cam y abrió el paraguas al ver que llovía. Cam tenía que agacharse para poder protegerse de la lluvia, así que agarró el paraguas y lo colocó por encima de sus cabezas. Violet se estremeció cuando sus dedos le rozaron la mano, como si una corriente eléctrica le hubiera atravesado el cuerpo.

Violet estaba tan cerca de Cam que podía oler la fragancia de su loción de afeitar. A ojos de cualquiera parecerían una pareja refugiándose bajo la lluvia con el mismo paraguas.

Llegaron al edificio victoriano donde se encontraba la empresa de contabilidad en la que trabajaba Violet, y justo cuando ella estaba a punto de darse la vuelta y despedirse de Cam, una de las mujeres que trabajaba con ella se acercó. Lorna miró a Cam de arriba abajo y dijo:

–Bueno, bueno, bueno, parece que por fin te están saliendo bien las cosas ¿no, Violet?

Violet apretó los dientes con fuerza. Lorna no era su compañera favorita de trabajo. Ella solía rumorear sobre los demás para crear problemas. Violet sabía que su jefe mantenía a Lorna en la oficina porque era brillante en su trabajo, y porque tenía una aventura amorosa con él.

–¿Te vas a comer? –le preguntó Violet, negándose a responder.

Lorna sonrió y miró a Cam pestañeando de forma coqueta.

–¿Te veremos en la fiesta de Navidad de la oficina?

Cam rodeó a Violet por la cintura de manera protectora y ella se estremeció.

–Allí estaremos.

«¿Estaremos?» Violet esperó a que Lorna se marchara antes de mirar a Cam y preguntar:

–¿Por qué diablos has dicho eso? Te dije que no quería una…

Él salió de debajo del paraguas y se lo entregó. Violet tuvo que levantar el brazo para mantener el paraguas en alto y poder mirar a Cam a los ojos.

–Te propongo un trato –le dijo Cam–. Te acompañaré a la fiesta de Navidad si esta noche vienes a cenar con mi cliente.

–¿El de la esposa insistente?

–He estado pensando en lo que dijiste en el café. ¿Qué mejor manera de decirle que no estoy interesado en ella que demostrarle que estoy saliendo con alguien?

–Pero nosotros no… Nosotros no estamos saliendo.

–No, pero eso no lo sabe nadie.

«No tienes por qué dejarlo tan claro», Violet se mordió el carrillo.

–¿Cómo vamos a mantenerlo en secreto?

–¿Te refieres a tu familia?

–Ya sabes cómo es mi madre. Como le llegue el rumor de que hemos salido juntos se pondrá a enviar las invitaciones de la boda antes de lo que tú puedes pronunciar «Sí quiero».

Se hizo un silencio.

Algo cambió en la expresión de Cam. Pestañeó y esbozó una sonrisa que no alcanzó a su mirada.

–Lo solucionaremos si llega a suceder.

«¿Si llega a suceder? Claro que sucederá». Violet conocía muy bien a su familia y sabía que continuamente buscaba pruebas para demostrar que estaba saliendo con alguien. ¿Cómo iba a explicar que había salido una noche con Cam McKinnon?

–¿Estás seguro de que deberíamos hacerlo?

Cam se relajó una pizca.

–No estamos robando un banco, Violet.

–Lo sé, pero…

–Si prefieres no hacerlo, siempre podemos encontrar a alguien más…

–No –dijo Violet, tratando de no pensar en qué otra mujer podría escoger–. Iré yo. Será divertido, hace años que no salgo a cenar.

Cam sonrió y Violet notó un cosquilleo en las piernas.

–Hay otra cosa…

«¿Quieres que sea una cita de verdad? ¿Quieres que salgamos juntos? ¿Has estado enamorado de mi durante años?». Violet trató de mantenerse inexpresiva mientras la invadían esos pensamientos.

–Tendremos que actuar como una pareja normal –dijo él–. Darnos la mano y esas cosas.

«¿Esas cosas?».

«¿Qué otras cosas?».

Violet asintió.

–Por supuesto. Está bien. Buena idea. Brillante. Tenemos que parecer una pareja de verdad. No queremos que nadie se haga una idea equivocada… Quiero decir, ya sabes lo que tengo que decir.

Cam se inclinó y la besó en la mejilla. El roce de su barba incipiente provocó que a Violet se le formara un nudo en el estómago.

–Te recogeré a las siete.

Violet dio un paso atrás para entrar en el edificio y se tropezó con el primer escalón. De no ser porque Cam estiró el brazo para sujetarla, se habría caído.

–¿Estás bien? –le preguntó preocupado.

Violet se fijó en la boca que segundos antes la había besado en la mejilla. ¿Habría sentido él la misma sensación? ¿Se habría preguntado cómo sería besarla en los labios? No de forma amistosa, sino con un beso de verdad, como los besos de un hombre que desea a una mujer. Ella se humedeció los labios con la punta de la lengua y, al ver que él la miraba, se le aceleró la respiración.

–Por un momento pensé que ibas a besarme –dijo Violet con una risita.

Los ojos azules de Cam se oscurecieron antes de que él posara la mirada en su boca. De pronto, retiró la mano del brazo de Violet, como si le quemara la piel.

–No entremos en eso.

«Yo quiero entrar. Quiero. Quiero. Quiero», Violet consiguió mantener la sonrisa.

–Sí, sería ir demasiado lejos. Quiero decir, no es que no te encuentre atractivo, pero ¿besarnos? No es una gran idea.

Al oír que alguien se acercaba con zapatos de tacón, Violet se volvió y vio que Lorna regresaba.

–Qué tonta soy. Me he dejado el teléfono –comentó Lorna mirando a Cam con una sonrisa–. ¿No vas a besarla antes de dejar que regrese al trabajo?

Violet miró a Cam de reojo. En lugar de parecer molesto por el comentario de Lorna, Cam sonrió, agarró la mano de Violet y la estrechó contra su cuerpo.

–Era justo lo que iba a hacer.

Violet pensó que Cam esperaría a que Lorna se hubiera metido de nuevo en el edificio para soltarla, pero no fue así. Lorna permaneció a tres pasos de distancia mirándolos. Cam retiró el cabello de Violet a un lado y la sujeto por la nuca.

–No tienes que hacerlo… –susurró Violet.

Cam acercó la boca a la de ella y dijo:

–Sí tengo que hacerlo.

Y lo hizo.

Capítulo 2

 

CAM POSÓ los labios sobre la boca de Violet y notó como si una bomba estallara en su cabeza, arrebatándole el sentido común. «¿Qué estás haciendo?», se preguntó, aunque no quería escuchar a su conciencia. Había deseado besarla desde el momento en que entró en el café y aprovechó que aquella compañera de trabajo tan pesada le había dado la excusa perfecta para hacerlo. La boca de Violet sabía a leche y miel, y sus labios suaves se amoldaban a los de él. Cam la estrechó contra su cuerpo y notó que su miembro se ponía erecto. Sus senos presionaban contra su torso, sus caderas chocaban contra las suyas, y Violet se agarraba a las solapas de su chaqueta como si no pudiera mantenerse en pie sin su apoyo. Incluso a él mismo le costaba sostenerse en pie.

«Es hora de parar. Deberías parar. Has de parar». La vocecita interior amenazaba con ahogar la vocecita que se apoderaba de su cuerpo. «Sí, sí, sí». No quería que el beso terminara. Le parecía que si dejaba de besarla podía morir. El deseo se apoderó de él y todo su cuerpo reaccionó. La imagen de sus cuerpos sudorosos entrelazados entre las sábanas apareció en su cabeza.

Violet gimió cuando él la movió una pizca y abrió la boca para recibir la lengua de Cam en su interior. En un principio se mostró insegura, pero poco a poco comenzó a juguetear con la lengua de Cam y disfrutó de sus caricias. El la sujetó por las caderas y la presionó contra su miembro erecto.

Era maravilloso. Parecía que ella estaba hecha para él.

¿Alguna vez se había excitado tan deprisa? Se sentía como un adolescente dominado por las hormonas. ¿Cuánto tiempo hacía que no se acostaba con una mujer? Demasiado, si todo aquello lo había provocado un simple beso.

Al oír el claxon de un coche, Cam se separó de Violet y la agarró de las manos como para equilibrarla. Miró de reojo hacia atrás y vio que la compañera de Violet había desaparecido.

Violet pestañeó como si tratara de reorientarse. Se humedeció los labios y, al verla, Cam notó tensión en la entrepierna y suspiró de deseo. Podía imaginarse cómo sería que aquella lengua le acariciara todo el cuerpo. No recordaba ningún beso que hubiera sido tan… Se había olvidado de dónde estaban. Incluso casi había olvidado quién era… Quizá estuviera loco por Violet, pero no actuaría como tal. Ella era la hermana pequeña de su mejor amigo, la niña de la familia que él adoraba.

Era una frontera que estaba decidido a no cruzar. O, al menos, a no volverla a cruzar.

Cam le soltó las manos y sonrió.

–Ha sido un buen beso.

Violet sonrió con timidez y lo miró.

–Me has pillado por sorpresa.

–Bueno, suponía que tu compañera no se iba a marchar si no lo hacía. ¿Es siempre tan insistente?

–La has pillado en un buen día.

Cam se preguntaba cómo sería el ambiente en aquella oficina. Violet era una persona calmada a la que le costaría enfrentarse a un ambiente hostil. Incluso dentro de las disputas familiares tendía a marcharse a un rincón tranquilo antes de participar en las discusiones. Antes de que pudiera detenerse, él le acarició la mejilla con un dedo.

–Conmigo estás completamente a salvo, Violet. Eso ya lo sabes, ¿verdad? Besarnos será lo único que hagamos en caso de que nos invada el deseo.

Violet se mordió el labio inferior y bajó la vista.

–Por supuesto –susurró.

Él dio un paso atrás.

–Será mejor que permita que regreses a trabajar.

Ella se volvió sin decir nada más y subió por las escaleras, sin mirar atrás ni una sola vez antes de desaparecer en el edificio.

Cam respiró hondo y se marchó. Había sido estupendo besarla, pero no podía llegar más lejos. Él no era lo que Violet estaba buscando. No era un hombre dispuesto a sentar la cabeza. Quizá lo fuera algún día, pero en esos momentos tenía que dedicarle mucho a su carrera profesional. Eso era su prioridad. Y no las relaciones.

Quizá el matrimonio funcionaba para algunas personas, pero no para otras. Sus padres y sus varias exparejas eran un buen ejemplo de ello. Cuando una relación se rompía, muchas personas sufrían. Y el dolor perduraba durante años. Él todavía trataba de superar el dolor que le había provocado el divorcio de sus padres. No era que quisiera que siguieran juntos. Nunca habían sido felices porque su madre había estado muy enamorada y su padre no. Después, su padre dejó a su madre por una mujer más joven y atractiva y puso muchas dificultades a la hora del divorcio.

Cam se encontró en medio de aquella situación y, más adelante, lo matricularon en un colegio interno donde tuvo que valerse por sí mismo. Desde entonces, sus padres habían cambiado de pareja tan a menudo que Cam tenía problemas para recordar los nombres y las fechas de cumpleaños de todas. Incluso había creado una base de datos en su teléfono para poder hacer un seguimiento de todos ellos.

No obstante, Cam necesitaba quitarse a Sophia Nicolaides de en medio y Violet era la mejor manera de hacerlo. Sophia era demasiado lista y él no podía presentarse en la cena con alguien a quien acababa de conocer. Tenía que ir con una mujer con la que se sintiera a gusto. Violet se mostraba tímida con él, y con la mayoría de la gente. El hecho de que no alardeara de sus capacidades o llamara la atención era parte de su encanto. Él le había dejado muy claro que no era una cita y estaba seguro de que ella tampoco querría arriesgar la amistad que habían cultivado durante años.

Al menos ya le había dado el primer beso.

Y vaya beso. ¿Quién iba a imaginar que aquellos labios podrían causar estragos en su autocontrol? Tendría que tener cuidado. Violet no era una mujer como con las que él salía normalmente. No era de las que se acostaban con hombres una sola noche. Cam se preguntaba si todavía sería virgen. Lo más probable era que no, puesto que tenía casi treinta años, pero… No era una pregunta que pudiera hacerle. No era asunto suyo.

Cam pasó la lengua por sus labios y percibió su sabor. Aunque no volviera a besarla, necesitaría mucho tiempo para poder olvidar ese beso.

Si es que llegaba a olvidarlo.

 

 

Violet se probó siete modelitos diferentes hasta que se decidió por un vestido de terciopelo azul oscuro que le llegaba por encima de la rodilla. Le recordaba al color de los ojos de Cam. «¿Quizá por eso lo compraste?» No, por supuesto que no. Lo había comprado porque le gustaba y le quedaba bien. Le encantaba el tacto de la tela sobre su piel. Se calzó unos zapatos de tacón y se volvió para mirarse en el espejo.

Amy, su compañera de piso, asomó la cabeza por la puerta.

–Cielos, estás guapísima. Me encanta cómo te queda ese color. ¿Vas a salir?

Violet se alisó la parte delantera del vestido y se giró a un lado y a otro para ver si se le marcaba la ropa interior. No. Genial.

–¿No te parece demasiado sencillo?

–Es sencillo pero elegante –dijo Amy, sentándose en el borde de la cama de Violet–. ¿Quién es él? ¿Lo conozco? No, claro que no lo conozco. Que yo sepa, nunca has traído a nadie a casa.

Violet se puso los pendientes de perlas que sus padres le habían regalado cuando cumplió los veintiún años.

–Es un amigo de mi hermano. Lo conozco desde hace años.

«Y besa como si fuera el dios del sexo y mi cuerpo todavía arde de deseo».

–¡Ahhh! Un amigo de los que se convierten en algo más. ¡Qué emocionante!

–No te hagas ilusiones –le dijo Violet–. No soy su tipo –Cam no podía haber sido más claro. «Besarnos será lo único que hagamos». Ella no lo había excitado lo suficiente como para que deseara llegar más lejos.

Sonó el timbre y Amy saltó de la cama.

–Ya abro yo. Quiero ver a tu chico para ver si da la talla. El apartamento Veintitrés B tiene cierto estándar.

Violet salió segundos más tarde y se encontró con Amy mirando a Cam como si fuera una adolescente delante de una estrella de Hollywood. Cam estaba muy atractivo vestido con un traje gris oscuro, una camisa blanca y una corbata a rayas azules y grises que resaltaba su piel bronceada y el color azul de sus ojos.

Cam miró a Violet y ella notó un nudo en el estómago.

–Estás preciosa –comentó él.

Sus palabras fueron como una caricia a lo largo de la columna vertebral. Y cuando posó la mirada sobre su boca, Violet recordó cada instante del beso que habían compartido. ¿Él también recordaría lo maravilloso que había sido? ¿Y cómo habían tenido que interrumpir aquel beso sin llegar a saciar el deseo que invadía sus cuerpos?

Violet se retiró un mechón de pelo de la frente y dijo:

–Esta es Amy Kennedy, una de mis compañeras de piso. Amy, este es Cameron McKinnon, un amigo de hace mucho tiempo.

Cuando Cam agarró la mano de Amy, Violet pensó que su compañera se iba a desmayar.

–Encantado de conocerte –dijo Cam.

–Igualmente –dijo Amy, sonrojándose.

Violet agarró su abrigo y Cam la ayudó a ponérselo. Sus cuerpos estaban tan cerca que ella podía sentir su calor e inhalar el aroma de su loción de afeitar. Él apoyó las manos sobre los hombros de Violet durante un instante y las retiró. Mientras Cam miraba hacia otro lado, Amy levantó los pulgares a modo de aprobación y Violet agarró el bolso y siguió a Cam hasta la puerta.

–¡Que lo paséis bien! –exclamó Amy, con un tono que hizo que Violet pensara que parecía una adolescente en su primera cita.

–¿Cuántas compañeras de piso tienes? –preguntó Cam, mientras se dirigían al coche.

–Dos. Amy y Stefanie.

Violet se acomodó en el asiento de cuero del descapotable. Desde luego no podría acomodar a dos niños en la parte de atrás. El coche de Cam era perfecto para su estilo de vida, caracterizado por la libertad y el cambio. No es que fuera un playboy, pero tampoco un monje. Era un hombre saludable de treinta y cuatro años que quería disfrutar al máximo de su libertad. ¿Cuántas mujeres habrían disfrutado de su maravillosa boca? ¿De aquel cuerpo estupendo y de los encantos sensuales que prometía?

Probablemente más de las que ella prefería pensar.

–Siento lo de Amy –dijo Violet cuando se pusieron en marcha–. A veces se pasa un poco.

Cam la miró:

–¿He pasado la prueba?

Violet se sonrojó.

–Las chicas tienen una lista con las cualidades que ha de tener una posible pareja. Que no fumen, que no se droguen, que no lleven tatuajes… Han de tener un buen trabajo, han de respetar a las mujeres, han de llevar preservativo… Quiero decir durante… Ya sabes… No durante el primer encuentro… Eso sería ridículo.

Cam soltó una carcajada y ella se estremeció.

–Me alegra saber que cumplo con todos los requisitos.

Violet se giró en el asiento para mirarlo.

–¿Y qué elementos hay en tu lista?

Cam se quedó pensativo un instante.

–Nada especial. La inteligencia y el sentido del humor siempre vienen bien.

–¿Y la belleza?

Él se encogió de hombros.

–No es tan importante como otras cosas.

–No obstante, tú solo has salido con mujeres increíblemente bellas. He visto sus fotos. Fraser me las enseñó.

–Pura coincidencia.

–Los hombres suelen ser más selectivos a la hora de escoger un amante. Las mujeres, por lo general, son mucho más conformistas con el aspecto.

–¿Qué cualidades buscas en una pareja?

Violet se miró las manos mientras agarraba el bolso con fuerza.

–Supongo que lo que mis padres tienen… Una pareja que me quiera a pesar de mis fallos y que me apoye de manera incondicional.

–Tus padres son un ejemplo difícil de seguir.

Ella suspiró.

–Dímelo a mí.

 

 

La cena era en un restaurante de Soho. El cliente de Cam había reservado una sala privada y él y su esposa ya estaban sentados cuando llegaron Violet y Cam. El hombre se levantó y saludó a Cam afectuosamente.

–Me alegro de que hayas venido. Sophia lleva todo el día entusiasmada, ¿verdad, agapi mu?

Era evidente que Sophia estaba entusiasmada. Violet vio cómo aumentaba el brillo de sus ojos al mirar a Cam de arriba abajo, como si estuviera desnudándolo mentalmente.

Cam rodeó a Violet por la cintura.

–Nick y Sophia Nicolaides, esta es Violet, mi pareja. Cariño, te presento a Nick y Sophia.

¿Pareja? ¿Por qué no había dicho «novia»? «Pareja» parecía algo más permanente. Claro que él quería que Sophia captara el mensaje. No obstante, que la llamara «cariño» era un detalle. A Violet le gustaba. Nadie la había llamado así antes.

–Me alegro mucho de conoceros –dijo ella–. Cam me ha hablado mucho de vosotros. ¿Vais a estar mucho tiempo en Londres?

–Hasta Año Nuevo –dijo Nick–. Sophia nunca ha celebrado una Navidad a la inglesa.

Sophia estiró la mano y acarició el brazo de Cam.

–Eres un bribón, ¿no? –le preguntó–. No nos habías contado que tenías pareja. ¿Estáis comprometidos?

Cam sonrió y se liberó de la mano de Sophia.

–Todavía no.

«¿Todavía no?». ¿Eso implicaba que lo estaba considerando? Violet tuvo que esforzarse para mantener la compostura. Aunque sabía que solo lo había dicho para mantener las apariencias, su corazón se aceleró una pizca. No era que estuviera enamorada de él ni nada. Solo se imaginaba cómo sería si lo estuviera. Y cómo sería si él la mirara con tanta ternura, de verdad.

Sophia sonrió, pero la sonrisa no alcanzó su mirada. Claro que quizá era por el bótox, que no le permitía entornar los ojos. Violet no solía criticar a los demás, pero el comportamiento depredador de la esposa de Nick Nicolaides la molestaba. Sophia parecía el tipo de mujer para quien la palabra «no» era un reto más que un obstáculo. Lo que Sophia quería, Sophia lo conseguía. Daba igual lo que fuera. Y Sophia quería a Cam. Era sorprendente que Nick no se diera cuenta. ¿O sería que Nick estaba tan enamorado de su joven y bella esposa que no era capaz de ver lo que pasaba delante de sus ojos?

Violet decidió que había llegado el momento de marcar el límite claramente. Miró a Cam y comentó:

–No sabía que te planteabas tal cosa ahora que apenas llevamos un tiempo con la relación.

Él se inclinó hacia ella y la besó en la boca.

–Nunca es demasiado pronto para decir «te quiero».

Violet puso una amplia sonrisa de felicidad. ¿Quién había dicho que no era capaz de fingir? O quizá no estaba fingiendo.

Escuchar aquellas palabras tuvo un potente efecto sobre ella. Nadie, excepto su familia, le había dicho que la quería.

–Yo también te quiero, cariño –sonrió ella.

Nick le dio una palmada a Cam en el hombro.

–Brindemos para celebrar el compromiso.

Pidieron champán y brindaron por un enlace que no iba a suceder. Era extraño formar parte de ese engaño, pero Violet no tenía más remedio que seguir el juego. Sophia no dejaba de mirarla, como si estuviera preguntándose qué diablos veía Cam en ella. Violet no se dejó intimidar, aunque en otras circunstancias se habría retirado de aquella situación.

La cena fue larga, porque Nick quería hablar de negocios con Cam. A Violet no le quedó más remedio que darle conversación a Sophia y, antes de que retiraran los entrantes, ya se había quedado sin tema de conversación.

Cam acudió a su rescate después del plato principal. Pidió disculpas y acompañó a Violet al aseo.

–Lo estás haciendo muy bien, Violet. Sigue así.

–Si se pudiera matar con la mirada, ahora estaría en el cementerio –dijo Violet entre dientes–. Es tremenda. Ni siquiera trata de ocultar que te desea. ¿Cómo puede ser que Nick no se dé cuenta? Es tan evidente que me da náuseas.

–Creo que él se da cuenta, pero no quiere admitirlo. Yo no quiero ser quien se lo haga ver. Este proyecto es muy importante para mí. Es el contrato más grande que he tenido y podrían surgir más. Nick tiene muchos contactos. Las recomendaciones son muy importantes en mi negocio.

Violet lo miró un momento.

–Si no estuviera casada, ¿sería el tipo de mujer con la que mantendrías una relación?

–¡No! ¿Qué clase de hombre crees que soy?

–Es muy bella.

–Y tú.

Violet se humedeció los labios.

–Se te da muy bien mentir.

Él frunció el ceño.

–¿Crees que estoy mintiendo? ¿No tienes espejos en casa? Al entrar en el restaurante, todo el mundo se ha vuelto para mirarte.

Violet sonrió para tratar de disimular su timidez. Recibir cumplidos nunca había sido su fuerte. Y si alguien se fijaba en ella cuando entraba en una habitación, nunca se daba cuenta. Siempre trataba de ir con la cabeza agachada para intentar pasar desapercibida.

–Mentiste sobre lo del compromiso.

Él la miro a los ojos y ella se estremeció.

–Puedo ser despiadado cuando se trata de cerrar un trato, pero no tanto.

–Bueno es saberlo.

Cam recibió un mensaje en su teléfono. Al mirar la pantalla, se puso muy serio.

–¿Es Sophia? –preguntó Violet con incredulidad–. ¿Te está escribiendo mientras su marido está a su lado?

Cam suspiró y guardó el teléfono.

–Ve a retocarte el maquillaje. Te esperaré aquí.

 

 

Cam acompañó a Violet hasta el comedor privado. Ella se había retocado el pintalabios y su boca era todavía más tentadora. «Contrólate». Aquello era una farsa, no algo real. Él no estaba interesado en tener una aventura con la chica a la que había considerado como una hermana durante los últimos doce años.

No obstante, la Semana Santa anterior algo había cambiado.

Él había cambiado.

De pronto se había fijado en ella. En su manera de sonreír con timidez. En cómo se mordía el labio cuando estaba nerviosa. En sus movimientos y en sus ojos marrones, que le recordaban al caramelo. También en su tez pálida, salpicada de pecas por la zona de la nariz, y que él encontraba adorable.

¿Adorable?

Había llegado el momento de controlarse. No tenía derecho a pensar en ella de ese modo. Si traspasaba la frontera, corría el riesgo de arruinar su relación con toda la familia. Con las tres generaciones. Tenía muy buenos recuerdos del tiempo que había pasado en Drummond Brae, la casa que tenían en las Highlands, a las afueras de Inverness. Cam había conocido a Fraser Drummond en Londres, durante su cuarto año de universidad, cuando ambos tenían veintidós años. Le parecía que había pasado una eternidad.

Él todavía recordaba la primera vez que había ido a visitar a la familia Drummond. No se parecía en nada a las familias de las que él había formado parte y, en particular, a su familia nuclear. Se había quedado asombrado por la manera en que se querían y aceptaban unos a otros. La buena relación que mantenían era algo que él solo había visto en las series de televisión. Por supuesto, a veces discutían, pero nadie gritaba o insultaba, ni lanzaba cosas o salía dando un portazo. Tampoco ninguno se había divorciado y se negaba a que se mencionara el nombre de su expareja. Los padres de Violet seguían tan enamorados como el primer día. La solidez de su relación era lo que sostenía a la familia, lo que daba seguridad y estabilidad y permitía que los hijos desarrollaran todo su potencial. Incluso la manera en que Margie Drummond cuidaba de Archie, su suegro enfermo de noventa años, era indicativo del amor incondicional que mostraba la familia.

Cam se había convertido en parte de la familia y no quería estropear la relación, aunque eso significara ignorar el deseo que sentía hacia Violet, la pequeña del clan, que en aquellos momentos estaba haciendo un excelente trabajo fingiendo que estaba enamorada de él.

No obstante, había algo más aparte del temor a arriesgar su relación con la familia Drummond que hacía que se contuviera. ¿Cómo podía pensar en sentar la cabeza cuando tenía múltiples compromisos laborales? La única manera de alcanzar el éxito era dejar de lado todo lo demás. El trabajo era su prioridad. Si se distraía, pondría en riesgo todo por lo que había trabajado desde el día que ingresó en el internado. Estaba acostumbrado a ser autosuficiente.

Violet se sentó de nuevo al lado de Cam y lo agarró del brazo, mirándolo con sus grandes ojos marrones como si pensara que la vida solo tenía sentido a su lado. Estaba tan cerca que él podía percibir su perfume embriagador. Un perfume que lo volvía loco de deseo.

Las caricias de Violet no debían tener ese efecto sobre él. No era un adolescente. Normalmente era capaz de controlarse, pero si ella se fijaba en su regazo, tendría que darle una explicación. Todavía le debía una explicación por lo que había pasado después de aquel beso. Se había excitado. ¡Un beso! Era verdad que no había mantenido relaciones sexuales desde hacía un tiempo, pero había estado muy ocupado desde Semana Santa… Y no, no tenía nada que ver con haber visto a Violet aquel fin de semana. Ni con que se hubiera fijado en ella de una manera distinta.

¿O sí?

¿No había aprovechado las oportunidades que había tenido de mantener una aventura amorosa por ella? ¿La sensación de que debía haber algo más aparte de unas copas, una cena, algunos encuentros sexuales y un adiós, y gracias por los recuerdos?

Durante años, Cam había estado muy contento con su estilo de vida. Disfrutaba de la libertad de aceptar trabajo extra sin la presión de ser responsable de una relación sentimental. Había visto a sus padres luchar y fracasar a la hora de satisfacer las necesidades de ambos, y las de sus parejas, mientras hacían equilibrios para cumplir con la carrera profesional y la familia. Siempre le había parecido un trabajo duro.

No obstante, sentir algo aparte de puro deseo por una compañera sexual era… Besar a Violet había sido diferente. La relación que tenían como viejos amigos había aportado algo completamente distinto. No podía explicarlo. Quizá debería besarla otra vez…

–Sonreíd para la cámara –dijo Sophia desde el otro lado de la mesa, sujetando el teléfono.

Cam sonrió y apoyó la cabeza contra la de Violet. Sophia sacó la foto y se acomodó de nuevo en la silla con una gran sonrisa. Cam no confiaba en aquella sonrisa. No confiaba en aquella mujer. No confiaba en que su acuerdo con Nick estuviera seguro hasta que el contrato se hubiera firmado y entregado. Nick estaba retrasando el momento, y Cam no podía evitar pensar que estaba poniéndolo a prueba. Quizá Nick sabía exactamente lo que tramaba su esposa, y quería ver cómo se desenvolvía Cam.

De momento, lo estaba haciendo bien. Con ayuda de Violet. ¿Cuánto tiempo tendría que fingir? Un fin de semana estaba bien. ¿Y después? Solo quedaba una semana antes de Navidad. Si se corría la voz… Al pensar en ello se puso tenso. ¿Por qué se había metido en ese lío? Encontrarse con Violet en el café había sido pura coincidencia.

¿O no?

Había entrado en el café como si tuviera un dispositivo de navegación en el interior de su cuerpo y lo hubiera llevado hasta allí. Y había pasado de fijarse en ella a desearla de verdad. Se había ofrecido a acompañarla a la fiesta, porque no soportaba la idea de que algún compañero le hiciera proposiciones, no porque sintiera lástima por ella.

Capítulo 3

 

VIOLET NO estaba segura de que le gustara la idea de que Sophia tuviera fotos de Cam y ella juntos, pero ¿qué podía hacer? Tenía que seguir el juego y fingir que todo iba bien. Además, sentía que iba bien. Apoyarse en él, sonreírle, observar cómo sus ojos azules brillaban cuando sonreía… Todo era tan agradable que le costaba recordar que todo era una farsa. Y que no iba a durar más de un fin de semana.

–Nick y yo vamos a bailar a una discoteca que está en esta misma calle –dijo Sophia–. Venid con nosotros.

No era una invitación. Era una orden. Una orden que Violet habría ignorado de no haber sido por los cuarenta millones de libras que estaban en juego.

Y porque no quería que Sophia pensara que la intimidaba. Así era como funcionaban las chicas malas. Eran manipuladoras y provocaban problemas entre las parejas, para después retirarse y observar desde lejos el resultado, igual que había hecho Lorna en la puerta de la oficina.

También había otro motivo por el que Violet decidió entrar en la discoteca del brazo de Cam. Nunca había bailado con alguien. No desde aquella fiesta. Odiaba el roce entre los cuerpos. La amenaza que suponía que un extraño la tocara, aunque fuera por accidente mientras se movían por la pista de baile.

Si bailaba con Cam se demostraría que estaba avanzando, y recuperando el control que había perdido. Nunca había bailado con él, ni siquiera en una de las fiestas familiares. Él siempre se había mantenido al margen de la diversión, diciendo que no tenía bastante coordinación o que no era un verdadero escocés y que no pensaba ponerse una falda. Así que, aquella era la oportunidad perfecta para llevarlo a la pista de baile. Una excusa legítima para estar entre sus brazos. Donde ella se sentía a salvo.

Violet no había tenido en cuenta la música. No era música tranquila, para bailar con una pareja. Estaba demasiado alta y no se podía conversar. La pista de baile estaba llena de cuerpos sudorosos. Era el tipo de sitio que ella solía evitar.

No obstante, Sophia y Nick parecían disfrutar cada minuto. Se movían entre la gente como si fueran allí a menudo. Al pasar por delante de Violet y Cam les gritaron:

–¡Venid con nosotros!

Violet miró a Cam, que tenía cara de sufrir una indigestión. Se puso de puntillas y colocó la mano junto a su oreja.

–¿Vas a sacarme a bailar? Porque, si es así, te ahorraré la vergüenza que supone ser rechazado.

–¿Llamas a eso bailar?

Ella sonrió y se acercó de nuevo a su oreja.

–¿Alguna vez tienes la sensación de haber nacido en una centuria equivocada.

Él la acercó y la abrazó.

–Aquí parece que estamos a ciento cincuenta.

–¿De fecha o de temperatura?

Él sonrió y sacó un pañuelo de tela para secarse el sudor de la frente. Violet no podía apartar la mirada de su rostro. ¿Qué estaría pensando? Cam posó la mirada sobre su boca y entornó los ojos. Ella sintió un nudo en el estómago y se humedeció la boca, porque había notado que a él le gustaba ese gesto. Él se acercó y ella notó sus piernas poderosas contra las suyas. También notó su miembro erecto. Debería haberse quedado paralizada, y lo habría hecho si hubiera sido otro hombre.

Pero era Cam.

Un hombre que la deseaba a pesar de no querer hacerlo. Era una atracción que ambos trataban de combatir por diferentes motivos. Violet no quería perder tiempo en una relación que no tenía futuro, aunque fuera con el hombre más deseable que había conocido nunca. Cam no estaba interesado en encontrar una compañera de vida. No quería atarse a la vida familiar. Y era comprensible, teniendo en cuenta el tremendo ejemplo que había tenido con sus padres. No obstante, Violet no podía evitar preguntarse si en el fondo estaba menos preocupado por su pérdida de libertad que por no llegar a ser el tipo de esposo y padre que aspiraba a ser. Era un perfeccionista. Hacer un buen trabajo no era suficiente para alguien como Cam. Si decidía hacer algo, lo hacía de maravilla. Por eso se había convertido en uno de los arquitectos navales más famosos del mundo.

–Vamos a otro sitio –le dijo Cam al oído.

¿Sugería que se marcharan porque sabía que ella no se encontraba cómoda en ese ambiente? Violet no pudo evitar sentirse halagada por su preocupación.

–¿Y Nick y…?

–Sobrevivirán sin nosotros –la agarró de la mano y la sacó del club–. Le enviaré un mensaje a Nick diciéndole que tuvimos que marcharnos. Pensará que quería estar contigo en un sitio privado.

«¡Hazlo por favor!». Violet lo siguió fuera del club. Pocos minutos después estaban dentro del coche de Cam y, en lugar de dirigirse hacia el apartamento de Violet, Cam se dirigió hacia su casa de Belgravia. Ella no la conocía, pero había pasado por delante alguna vez. Durante el trayecto, él le sugirió que se tomaran una copa. Y ella aceptó porque la idea de regresar a su apartamento no le resultaba atractiva. Amy y Stef tenían pareja y la mayor parte de los fines de semana dormían en sus casas.

Violet tuvo que fingir sorpresa cuando llegaron al exterior de la casa de Cam.

–¿Esta es tu casa? Es preciosa. ¿Hace cuánto la tienes? Parece enorme.

–La compré hace un año o así –Cam la guio hasta la puerta principal–. Yo he hecho la mayor parte de la reforma.

Violet sabía que tenía buenas manos, y podía demostrarlo con el efecto que habían tenido sobre ella. No obstante, no había imaginado que Cam pudiera ser tan manitas. La casa era impresionante, como las que uno podía encontrar en las revistas. Era una mansión de tres pisos con lámparas de araña en el recibidor y una tupida alfombra persa. Los muebles antiguos provocaron que a Violet se le hiciera la boca agua. Algunas chicas adoraban las joyas y la moda, pero a ella le gustaban las antigüedades. En las paredes había valiosas obras de arte y esculturas sobre pedestales de mármol. También una orquídea blanca en pleno esplendor.

Cam la guio hasta un salón donde había una chimenea de mármol negro y bronce. Dos sofás de color crema enfrentados y una mesa de café de madera de caoba entre medias. Una butaca Louis XV en una esquina, junto a un escritorio y una estantería llena de libros. Parecía el lugar perfecto para sentarse a leer… O para acurrucarse con una persona querida.

«Basta. Estás dejando que te afecte a la cabeza».

Violet se percató de que aquella era la primera vez que estaban a solas. En Drummond Brae siempre había alguien de la familia, aunque quizá no en la misma habitación. Nunca había estado a solas con Cam sin la posibilidad de que los interrumpieran.

Violet se volvió para mirar a su alrededor y se encontró con Cam, mirándola con una expresión indescifrable. Había tensión en el ambiente, como si una corriente invisible se transmitiera a través de la mirada. Violet notó que su cuerpo respondía a su presencia. Estaba en el otro lado de la habitación, pero era como si una fuerza lo llevara hacia él. Una fuerza que no podía controlar, aunque quisiera.

–¿Por qué me miras así? –preguntó, apenas sin reconocer su propia voz.

–¿Cómo te estoy mirando?

–Como si no quisieras que supiera lo que estás pensando.

Cam sonrió.

–Créeme, no quieres saber lo que estoy pensando.

–Prueba a ver.

Él se acercó a ella, lo suficiente como para que pudiera notar el calor de su cuerpo.

–Esto es una locura –comentó él, mirándola fijamente.

Violet tragó saliva.

–¿El qué?

Cam respiró hondo y le acarició la mejilla con el dorso de la mano.

–Estar a solas contigo… No es conveniente.

Violet se preguntaba qué otra palabra había pensado emplear. ¿Peligroso? ¿Tentador? ¿Inevitable? Las tres podían servir. Ella miró su boca, consciente de que era una señal para que él la besara. Era lo que deseaba. Quizá no tuviera mucha experiencia, pero sabía cuándo un hombre quería besar a una mujer.

Entornó los ojos y se inclinó hacia él. «Bésame. Bésame. Bésame». Apoyó las manos sobre su torso y al sentir su calor se estremeció. Era como si una corriente recorriera su cuerpo, alcanzando lugares a los que no solía prestar atención. El centro de su feminidad respondió a su cercanía y se puso turgente. Él inclino la cabeza y se detuvo a muy poca distancia de su boca.