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Varias Autoras

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Beschreibung

Pack Increíble Austen. Una versión fresca, divertida y actual de tres famosas novelas de Jane Austen, acompañadas de cautivadoras ilustraciones en blanco y negro. Orgullo y prejuicio. Una protagonista atrevida y rebelde. Emma. Le gusta hacer de celestina con sus vecinos. Sentido y sensibilidad. Tendrán que apoyarse mutuamente para llegar a ser felices.

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Cualquierformadereproducción,distribución,comunicaciónpúblicaotransformacióndeestaobrasolopuedeserrealizadaconlaautorizacióndesustitulares,salvoexcepciónprevistaporlaley.DiríjaseaCEDROsinecesitareproduciralgúnfragmentodeestaobra.www.conlicencia.com-Tels.:917021970/932720447EditadoporHarlequinIbérica.UnadivisióndeHarperCollinsIbérica,S.A.AvenidadeBurgos,8B-Planta1828036Madrid©2023HarlequinIbérica,unadivisióndeHarperCollinsIbérica,S.A.E-packHarperkids,n.º2-mayo2023I.S.B.N.:978-84-19802-01-9
versión de Katherine woodfineIlustrado por Églantine Ceulemans
Orgullo y prejuicio,deJaneAusten,sepublicóen1813.Era la época de la Regencia,unos tiempos en que la sociedad inglesa se dividía estrictamente en función de la riqueza,y en que se esperaba que las mujeres se casasen jóvenes.Aunque la protagonista de esta historia,Elizabeth,pueda tener algunas cosas en común con los lectores de hoy en día, vivía en un mundo muy distinto.¡AlfinaldellibropodrásaveriguarmáscosassobreJaneAusten,ysobrelaInglaterrade1813!
LOS SEÑORES BENNETPadres de cinco hijas en edad de casarse.La familia vive en Longbourn, cerca de la localidad de Meryton.ELIZABETH BENNET¡Nuestra protagonista! Inteligente, audaz y resuelta a casarse solo por amor.KITTY BENNETVivaz, amante de la diversión, lo que más le gusta es un buen baile.MARY BENNETEstudiosa y con mala opinión de sus hermanas pequeñas. Prefiere leer o tocar el piano que ir a un baile.JANE BENNETLa mayor de las hermanas Bennet. Buena y generosa, piensa bien de todo el mundo.LYDIA BENNETLa menor y la más bulliciosa. Su máximo deseo es casarse antes que sus hermanas mayores.PERSONAJES PRINCIPALES
LOS SEÑORES GARDINERTíos de las hermanas Bennet.Viven en Londres.CHARLOTTE LUCASMás o menos de la misma edad que su íntima amiga Elizabeth Bennet. Hija de los señores Lucas y hermana de Maria Lucas, que es algo más pequeña que las hermanas Bennet.SEÑOR COLLINSPrimo lejano del señor Bennet, y su único heredero varón. Párroco de la iglesia de lady Catherine deBourgh. Algo mayor que las hermanas Bennet.LADY CATHERINE DE BOURGHUna aristócrata muy rica que vive enuna gran mansión llamada Rosings Park. Tiene una hija, Anne de Bourgh.
SEÑOR DARCYÍntimo amigo del señor Bingley. Vive en una gran mansión de Derbyshire llamada Pemberley. Es sobrino de lady Catherine de Bourgh. Algo mayor que las hermanas Bennet.SEÑORITA BINGLEYHermana del señor Bingley, vive casi siempre en Londres, pero pasa algunas temporadas en Netherfield. Bastante altiva, desprecia a quienes viven en el campo. De edad parecida a las hermanas Bennet.SEÑOR WICKHAMOficial del regimiento destinado en la localidad de Meryton.GEORGIANA DARCYHermana del señor Darcy, que al morir sus padres la tomó a su cargo. Le encanta tocar el piano. Algo menor que las hermanas Bennet.SEÑOR BINGLEYRecién llegado a Meryton, acaba de instalarse en una gran casa llamada Netherfield. Muy amigo del señor Darcy, yalgo mayor que las hermanas Bennet.
11CAPÍTULO UNOHace mucho tiempo,en una casa de campo conocida como Longbourn House,vivía la familia Bennet,formada por el matrimonio Bennet y sus cinco hijas:Jane,Elizabeth, Mary, Kitty y Lydia.Las cinco hijas eran muy diferentes entre ellas.Jane,lamayor,era dulce y bondadosa.La segunda,Elizabeth,tenía un sentido del humor muy agudo.Mary se consideraba seria y estudiosa,mientras que Kitty y Lydia,las pequeñas,se pasaban el día riéndose y haciendo travesuras.Tampoco los señores Bennet tenían mucho en común.LoquemáslegustabaalseñorBenneterasentarsea leer junto a la chimenea en su biblioteca.En cambio,la señora Bennet prefería ir a ver a sus amigas para enterarsedeloscotilleosdelvecindario,aunqueloquemásle
JANE AUSTEN12entusiasmaba era imaginarse las futuras bodas de sus cinco hijas,y fantasear con los maridos ricos e importantes que esperaba que tuvieran.Un día llegó a Longbourn muy entusiasmada.—Señor Bennet,querido,¿ya te has enterado? ¡TenemosunnuevovecinoenNetherfieldPark!—anunció—.Se apellida Bingley y es joven,soltero y dueño de unagranfortuna.¡Québuenanoticiaparanuestrashijas!—¿En qué sentido? —preguntó el señor Bennet—.¿Cómo puede afectarlas?—Pero¡quécansinoeres,señorBennet!¡Seguroqueya habías entendido que me refería a que se case con algunadelascinco!—exclamólaseñoraBennet.—¿Para eso,entonces,ha venido al pueblo el señor Bingley? —preguntó el señor Bennet,que era muy bromista.—¡Peroquétontería!¿Cómopuedesdecireso?Detodos modos,te advierto que no tendría nada de raro que se enamorase de alguna.¡Tienes que ir a verlo en cuantopuedasyhacerteamigosuyo!El señor Bennet se limitó a encogerse de hombros.—No,le mandaré una nota diciéndole que puede casarseconlaqueprefierademishijas—dijotranquila
Orgullo y prejuicio13mente—.Aunque le hablaré especialmente bien de Lizzy,claro.—¡Niseteocurra!—dijolaseñoraBennet,horrorizadaporlaidea—.Además,Lizzynoesmejornipeorquelasdemás,aunqueseatupreferida.—Tontaslosontodas,peroLizzyesmásdespiertaque sus hermanas —respondió maliciosamente el señor Bennet.—Señor Bennet,¿cómo puedes ser tan poco respetuoso con tus propias hijas? ¡Disfrutas haciéndome enfadar!—exclamólaseñoraBennet—.¡Noteapiadasdemispobresnervios!—Lo de tus nervios no es verdad —protestó enseguida el señor Bennet—.Les tengo mucho cariño.Somos viejos amigos.¡Llevo veinte años oyéndote hablar de ellos!En realidad,el señor Bennet ya estaba decidido a visitar al señor Bingley.Fue uno de los primeros vecinos que lo hicieron,aunque sin que se enterase nadie en la familia Bennet.
JANE AUSTEN14El primer comentario al respecto lo hizo al ver que Elizabeth estaba adornando un sombrero nuevo.—Espero que le guste al señor Bingley.—¡Como te niegas a ir a verlo,aquí nadie tiene la menorideadeloquelegusta!—replicóconmaltonola señora Bennet y se desahogó con Kitty—:¡No tosas tanto,Kitty!Tencompasiónconmisnervios.El señor Bennet siguió haciendo comentarios sobre elseñorBingley,comosinosehubierafijadoenelmalhumordesumujer,quealfinallointerrumpió:—¡EstoytanhartadelseñorBingley!
Orgullo y prejuicio15—Vaya,cuántolosiento—dijoelseñorBennet—.Silo hubiera sabido esta mañana,no habría ido a visitarlo.Qué mala suerte… Bueno,ahora no creo que podamos evitar que se haga amigo nuestro.Una ola de alegría barrió toda la irritación de la señora Bennet.—¡SeñorBennet,querido!Cuántomealegrodequele hayas hecho una visita.¡Y qué broma tan graciosa no haberlocomentado!—Bueno,Kitty,creo que ya puedes toser todo lo quequieras —observó el señor Bennet con una sonrisa burlona.
16CAPÍTULO DOSLa señora Bennet no era la única entusiasmada por la aparición del señor Bingley.Se hablaba de él en todo el vecindario,ymáscuandodetodoserasabidoqueunhombre soltero con una gran fortuna tiene que buscar forzosamente esposa.Pronto Elizabeth y sus hermanas se enteraron de que el recién llegado era joven y guapo,montaba un caballo negro y tenía un abrigo azul.Lo mejor de todo era que le gustaba bailar y que asistiría al próximo baile.Cuando el señor Bingley entró en el salón,todo fueron murmullos.Era tan joven,guapo y agradable como secomentaba.Además,noveníasolo:loacompañabandos damas y dos caballeros.Eran la señora Hurst,hermana del señor Bingley,acompañada por su esposo,la otra
Orgullo y prejuicio17hermana soltera y,por último,su gran amigo el señor Darcy.Todo el mundo se giró a admirar a los recién llegados.La señora Hurst y la señorita Bingley eran dos damas elegantes,vestidas a la última moda de Londres.En cuanto al señor Darcy,corrió por la sala el rumor de que era aúnmásricoqueelseñorBingleyydequeteníaunamansión en Derbyshire.Desde el primer momento,todas las mujeres estuvieron de acuerdo en que nunca habían visto a un hombre tan guapo.La popularidad del señor Darcy,sin embargo,no duró mucho tiempo.Mientras el señor Bingley daba conversación,bailaba y se hacía amigo de todos,el señor Darcy se mantuvo al margen, distante y altivo.Elizabeth,queestabasentadaviendobailaralosdemás,sefijóenqueelseñorBingleyseacercabaaélmuyanimado.—Ven,Darcy —le dijo alegre—,que tienes que bailar. No me gusta verte así solo.—De ninguna manera —respondió con desgana el señorDarcy—.Yasabesqueloodio.Además,tushermanasyaestánbailando,yaquínopodríabailarconnadiemás.Imposible.
JANE AUSTEN18El señor Bingley miró a su amigo con sorpresa,sacudiendo la cabeza.—¡Perosilaschicassontodasmuysimpáticas!¡Yhayvariasmuyguapas!—La única belleza de la sala es con la que has bailado tú —dijo el señor Darcy,mirando a Jane,la hermana de Elizabeth.
Orgullo y prejuicio19Al señor Bingley se le pusieron muy rosadas las mejillas.—Creoqueeslacriaturamáshermosaquehevistoen mi vida —confesó—.Pero mira,Darcy:esa chica de alláeshermanasuya.Tambiénesmuyguapa,yseguroque muy agradable.El señor Darcy se giró hacia donde se encontraba Elizabeth sentada a solas.
JANE AUSTEN20—Umm.Supongoquenoestámal,peronoeslobastantehermosacomoparatentarme.Además,noestoyde humor para bailar con una joven a quien ignoran el resto de los hombres.Al principio Elizabeth se ofendió bastante,pero luego pensó en lo necio y pretencioso que sonaba el señor Darcy,también en lo graciosa que sería la anécdota cuando se la contara a sus amigas.Pronto estuvo riéndose de ella con su amiga Charlotte Lucas.NosefijóenqueelseñorDarcylamiraba,nienquepor primera vez se le veía un poco incómodo.Después del baile,las Bennet volvieron a casa de muy buen humor.La señora Bennet estaba contentísima de que al señor Bingley le hubiera gustado Jane;Mary,orgullosa de los elogios a sus dotes como pianista,y Kitty y Lydia,felices de que el señor Bingley hubiera prometidoorganizarprontounbaileenNetherfieldPark.Al llegar a Longbourn,se encontraron al señor Bennet leyendo frente a la chimenea.—Hemospasadounaveladadelomásdeliciosa—empezó a explicarle la señora Bennet—.¡Qué admi
Orgullo y prejuicio21radosehaquedadoelseñorBingleyconJane!Primeroha bailado con Charlotte Lucas,para gran disgusto mío,pero luego ha bailado dos veces con Jane,y una con Lizzy.¡Adivinaquéhahechodespués!—No,por favor,toda la lista de parejas no —se quejó elseñorBennet—.Ojaláhubieratenidounesguinceenel tobillo durante el primer baile.La señora Bennet no le hizo caso.—En cambio su amigo,el señor Darcy… ¡Qué orgulloso!¡Quéhombretanhorrible!¿Sabesquenohaquerido bailar con Lizzy? La próxima vez no le concedas ningún baile,aunque te lo pida —le ordenó a Elizabeth.Su hija se rio.—Creo que te puedo prometer,sin riesgo a equivocarme,quejamásbailaréconelseñorDarcy.Sin embargo,la señora Bennet ya había empezado a hablar de las hermanas del señor Bingley.—Qué encanto de damas.¡Nunca había visto vestidostanelegantes!ElencajedeldelaseñoraHurst…El encaje del vestido de la señora Hurst acabó con la paciencia del señor Bennet,que corrió a la biblioteca para no tener que oír a su mujer.
CAPÍTULO TRESAl día siguiente,Jane y Elizabeth,que se lo contaban siempre todo,hablaron largo y tendido sobre el señor Bingley.—Tiene todo lo que tiene que tener un hombre joven —dijo Jane contono soñador—.Es afable,sensato,simpáticoyalegre.—Y guapo,porque también tienen que serlo los hombres jóvenes,si pueden —contestó su hermana con una
Orgullo y prejuicio23sonrisa burlona—.Te doy permiso para que te guste.Mástontosqueestetehangustado.Jane se rio, pero Elizabeth siguió.—Esqueestásdemasiadopredispuestaaquetecaigabien todo el mundo.Nunca le ves defectos a nadie.¡Nunca te he oído decir nada malo de nadie en toda tu vida!¿YlashermanasdelseñorBingley,porejemplo?Estáclaroquenoseleparecenmucho.—Puede que a primera vista no,pero después de hablar un rato con ellas me han caído muy bien —respondióJane,sonriendoalegremente—.Yocreoqueseránunas vecinas encantadoras.Elizabeth no estaba tan segura.Al señor Bingley lo había visto amable y de buen trato,pero sus hermanas le habíanparecidoorgullosasydistantes,másenlalíneadelseñor Darcy.CuantomásseconocíanJaneyelseñorBingley,mássegustaban.La señora Bennet estaba exultante.Se pasaba horas imaginando lo maravillosa que sería la boda.En cambio,a Elizabeth le pareció un poco pronto para pensarlo.
JANE AUSTEN24—¡Perosisolohacedossemanasqueseconocen!—ledijoaCharlotteduranteunafiestaenLucasLodge,la casa de su amiga—.Han bailado juntos unas cuantas veces, pero en el fondo Jane aún no lo conoce bien.—Puesamímeparecequetendrátantasomásposibilidades de ser feliz con él como con cualquier otro.—Charlotte se encogió de hombros con su pragmatismohabitual—.Enestohayqueserprácticas.Enelfondo,el matrimonio es una cuestión de seguridad,y la felicidad, de suerte.Elizabeth no estaba de acuerdo,pero no tuvo tiempo de decir nada,porque justo entonces las interrumpió Lydia,que pasó de largo para ir hacia el piano,donde Mary estaba tocando una pieza difícil y aburrida.—¡Mary,tocaunajigaparaquepodamosbailar!—leordenó.Mary puso mala cara,pero obedeció con un suspiro.Empezaron a formarse parejas de baile por la sala.El padre de Charlotte,sirWilliam Lucas,marcaba el alegrecompásdelamúsicaconlacabeza.—¡Quéestupendadiversióneselbaile!—lecomentóefusivamente al señor Darcy,tan solo y callado como de
Orgullo y prejuicio25costumbre—.Su amigo baila muy bien —observó mirandoalseñorBingley,emparejadounavezmásconJane—. Usted seguro que también, por descontado.JustoentoncessefijóenElizabeth.—¿Y usted por qué no baila,mi querida señorita Eli? Señor Darcy,permítame que le ofrezca a esta joven,que es una pareja de baile increíble.A Elizabeth le dio mucha vergüenza.Estaba segura de que el señor Darcy haría otro comentario de mal gusto,
JANE AUSTEN26de modo que,sin darle tiempo para responder,dijo enseguida que no tenía pensado bailar.—Sería un honor bailar con usted,señorita Elizabeth —contestó el señor Darcy para su sorpresa,un poco tieso.Al principio Elizabeth no supo qué decir,pero,como no tenía la menor intención de bailar con él,se excusó rápidamenteysemarchóatodaprisa.Al cabo de un minuto,la señorita Bingley se acercó majestuosa al señor Darcy, con su vestido caro.—Yameimaginoloqueestáspensando—dijo,mirando con desprecio a su alrededor—:¡lo horrible que seríapasarmuchasveladasentregentetantediosa!—Laverdadesqueestabapensandoalgomásagradable —contestó el señor Darcy—.Estaba pensando qué bonitos ojos tiene la señorita Elizabeth Bennet.—¿Elizabeth Bennet? —La señorita Bingley abrió mucholosojos—.¡Nosalgodemiasombro!Soltó una de sus risas agudas,un poco tontas,pero bastabaconfijarseunpocoparadarsecuentadequenoestaba alegre, sino disgustada, y mucho.
27CAPÍTULO CUATROAl día siguiente Kitty y Lydia entraron en casa locas decontento por la novedad:había llegado a Meryton un regimiento que se iba a quedar todo el invierno.Se emocionabansolodepensarenlosapuestosoficiales,consuselegantes casacas rojas.Era su único tema de conversación.—Ya hacía un tiempo que lo sospechaba,pero ahora estoy seguro —dijo el señor Bennet,suspirando hondo—.¡Soisdosdelaschicasmásatontadasdelpaís!A la señora Bennet,por el contrario,no le parecióningunatonteríaelinterésdesushijasporlosoficiales.—A mí no me molestaría que un coronel joven yelegante quisiera casarse con una de mis hijas —comentó,y añadió con tono melancólico—:A mí de joven también me gustaban las casacas rojas…
JANE AUSTEN28En ese momento llegó un lacayo con un mensaje para Jane.Era de la señorita Bingley,que la invitaba a cenar conellaylaseñoraHurstenNetherfieldPark,mientrasel señor Bingley y el resto de los hombres salían a hacerloconlosoficiales.—¿Puedo llevarme la calesa? —preguntó impaciente Jane.—¡No!—seopusoenredondolaseñoraBennet—.Tienes que ir a caballo.Parece que va a llover,y si llueve tepediránquetequedesadormir.Asínoteperderáslaoportunidad de ver al señor Bingley.Poco después de ponerse Jane en camino,efectivamente,empezóalloveracántaros.—Qué buena idea he tenido —dijo la señora Bennet,como si hubiera hecho llover ella misma.A la mañana siguiente sin embargo,a la hora de desayunar,llegóunmensajedesdeNetherfieldparaElizabeth:Querida Lizzy:Esta mañana no me encuentro nada bien. Ayer, después deiracaballo,lleguéempapadaaNetherfield,yahoraestoy
Orgullo y prejuicio29resfriada. Mis amigos se niegan a que vuelva a casa hastahaber mejorado, han insistido en avisar al médico, pero note preocupes, que lo único que tengo es dolor de cabeza y degarganta.Jane—Bueno,señora Bennet —dijo el señor Bennet después de que Elizabeth leyera el mensaje en voz alta—,si semuereJanedeestaenfermedad,almenossabrásqueha sido por el señor Bingley.—No digas tonterías.¡De un simple resfriado no se muerenadie!—protestólaseñoraBennet.A pesar de todo,Elizabeth estaba preocupada por Jane,asíquedecidióiraNetherfieldapieparaverla.A la señora Bennet no le gustó nada la idea.—¿Caminar con tanto barro? Imposible.¡No llegarías encondicionesdeservista!—Estaré en condiciones para ver yo a Jane,que es lo único que quiero —dijo Elizabeth,empecinada—.Solo son cinco kilómetros.No tardó mucho en recorrer los campos hasta Netherfield.Le encantaba caminar y estar al aire libre.
JANE AUSTEN30La lluvia había dejado el cielo despejado.Andaba deprisa,saltando por encima de las vallas y los charcos.Al llegar a la magnífica mansión del señor Bingley,tenía las medias muy sucias,pero le brillaba la cara decalor.Todos se quedaron sorprendidos al verla.Las señoritas Hurst y Bingley no se podían creer que hubiera ido caminando de tan lejos.A diferencia del señor Bingley,que la recibió afectuosamente,el señor Darcy no dijo nada,y el señor Hurst muy poco,porque solo le interesaba el desayuno.Mientras Elizabeth subía a ver a Jane,que se había quedado descansando en una de las habitaciones de invitados,las señoritas Bingley y Hurst se pusieron a cotillear sobre ella en la sala de estar.—¡Habrasevisto!¡Casiparecíaunaverdaderasalvaje!—¿A quién se le ocurre ponerse a correr por los campossoloporquesuhermanaestáresfriada?¡Cincokilómetrosyendoellasolaatravésdelbarro!—¡Quédespeinadaestaba!—Y tenía casi un palmo de barro en el borde de la enagua, estoy segura.
Orgullo y prejuicio31—A mí me ha parecido todo un gesto por parte de la señorita Elizabeth venir desde tan lejos para ver a su hermana —dijo indignado el señor Bingley—.Y en la enaguanisiquieramehefijado.—Seguro que usted sí,señor Darcy —contestó con malicia la señorita Bingley—,y temo que repercuta en la admiración que le merecen esos ojos suyos tan «bonitos».El señor Darcy solo se encogió de hombros.—Laverdadesqueelejercicioloshacíabrillarmás—fue lo único que comentó.En vista de lo mal que se encontraba Jane,fue un alivio para Elizabeth que el señor Bingley insistiera enquesequedaseenNetherfieldparacuidarasuhermana,y en que fuera un criado a llevarlas ropa deLongbourn.Por la noche,Elizabeth bajó a la sala de estar cuandoJane se quedó dormida.El señor Bingley la invitó ajugar con ellos a las cartas,pero ella dijo que preferíaleer un libro.El señor Hurst se la quedó mirando, estupefacto.
JANE AUSTEN32—¿Prefieredeverdadleerajugaralascartas?—preguntó.—A la señorita Bennet las cartas le inspiran desprecio —anunció la señorita Bingley—.Es una gran lectora.Es con lo único con lo que disfruta.Elizabeth levantó las cejas.—Lo cierto es que disfruto con muchas cosas —contestó sinceramente.La señorita Bingley se limitó a soltar una de sus risas tontas.La partida de cartas no duró mucho.El señor Darcy también tomó un libro,mientras la señorita Bingley dirigía la palabra a Elizabeth.—Señorita Eliza,¿por qué no me acompaña a caminar un poco por la sala? Es muy estimulante.Y,colgándosedelbrazodeElizabethcomosifueranamigasdelalma,empezóadesfilararribayabajoporlahabitación.Cuando pasaron al lado del señor Darcy,él levantó la vista del libro,y la señorita Bingley lo invitó a sumarse al paseo.—Entonces no tendría sentido —contestó él.—¿Por qué lo dice? —preguntó riéndose la señorita Bingley.
Orgullo y prejuicio33—Bueno,unadedos:oseestáncontandosecretos,encuyo caso no le conviene que yo los oiga,o quiere que las admire,cosa que puedo hacer mucho mejor aquí,sentado frente a la chimenea.
JANE AUSTEN34—¡Quécomentariotaninoportuno!—exclamólaseñoritaBingley,fingiéndoseescandalizada—.SeñoritaEliza, ¿cómo lo castigamos?—Muyfácil—respondióenseguidaElizabeth—:bur-lándonosdesurazonamiento.Riéndonosdeél.—Del señor Darcy no se puede burlar nadie,ni reírse de él —dijo completamente en serio la señorita Bingley.—¿Ah,no? —se extrañó Elizabeth,arqueando las cejas—.Puesesunalástima,porqueamímeencantareírme.—Es que no habría nada de lo que reírse.¡El señor Darcynotienedefectos!—Pues claro que los tengo,como cualquier persona —dijo con rigidez el señor Darcy—.Aunque tengo que reconocer que procuro evitar cualquier debilidad de la queseafácilreírse,oqueparezcaridícula—añadió.—¿Como el orgullo,por ejemplo? —preguntó Elizabeth con tono inocente.—No creo que el orgullo sea una debilidad —dijo el señor Darcy,lo que hizo que Elizabeth se girara para disimular una sonrisa—.Fallos tengo muchos,eso sí.Soy de naturaleza irritable,y me cuesta perdonar.Cuando dejo de tener buena opinión de alguien,es para siempre.
Orgullo y prejuicio35—Eso sí es un punto débil —reconoció Elizabeth—,aunque no puedo reírme de él.—Ha llegado el momento de tocar algo de música —dijo la señorita Bingley,yendo deprisa hacia el piano;no le gustaba aquella conversación en la que no podía intervenir.A la mañana siguiente la señora Bennet,acompañadaporKittyyLydia,llegóaNetherfieldparavercómoseguía Jane.Se alegró mucho de encontrarla un pocomejor,aunque no quiso decírselo al señor Bingley,yaque quería que Jane se quedara el mayor tiempo posibleenNetherfield.—Estádemasiadoenfermaparaquelamuevan—dijocon un gesto triste de la cabeza—.¡Tendremos que abusarunpocomásdesuamabilidad!—¿Moverla?¡Nihablar!—exclamóenseguidaelseñor Bingley.—Recibirátodaslasatencionesposibles—dijolaseñorita Bingley educadamente, pero con frialdad.La señora Bennet no tardó nada en expresar su admiraciónporNetherfield.
JANE AUSTEN36—Estarántanagusto,meimagino,queniselesocurre regresar a Londres.—Cuando estoy en el campo,nunca me entran ganas deiraLondres—confirmóelseñorBingley—.Tengoque reconocer que cuando estoy en la ciudad me sucede lo mismo. Estoy muy feliz en ambos sitios.—Aunque la sociedad rural es un poco cerrada,y hay poca variedad —observó el señor Darcy.—¿Cerrada? ¿Poca variedad? —exclamó muy ofendida la señora Bennet—.Pues que sepa que nosotros tenemos una relación estrecha con veinticuatro familias —añadió,pensando que era un número muy alto e impresionante.El señor Bingley asintió educadamente.La señora Hurst,en cambio,se rio con disimulo y la señorita Bingley sonrió irónicamente al señor Darcy.Elizabeth se apresuró a cambiar de tema.—¿Ha venido de visita Charlotte Lucas? —le preguntó a su madre.—Sí,ayer,con su padre —contestó la señora Bennet,queseguíabastanteenfadada—.¡QuésimpáticoessirWilliam!Esoesloqueentiendoyoporuncaballerode
Orgullo y prejuicio37verdad —dijo,mirando mal al señor Darcy—.Y CharlotteLucasesmuybuenachica,aunqueseamásbienpocoagraciada.QuélástimaquenoseatanguapacomoJane —añadió con una mirada de reojo al señor Bingley.Kitty y Lydia habían estado hablando todo el rato en voz baja, hasta que Lydia se hizo oír con desparpajo.—Señor Bingley,¿no había dicho que organizaría un baileenNetherfield?Noestaríabienquefaltaraasupromesa.—No la incumpliré,se lo aseguro —dijo alegre el señor Bingley—.Cuando se encuentre mejor su hermana,podráfijarustedmismalafechadelbaile.La señora Bennet y sus hijas quedaron encantadas.Al cabo de un rato se marcharon,y Elizabeth volvió a la habitación de Jane,dejando que la señorita Bingley y laseñora Hurst analizasen con pelos y señales su visita,ycriticasen la conducta de la familia Bennet.Sin embargo,a pesar de todos sus esfuerzos,no lograron sonsacarle al señor Darcy ningún comentario sobre Elizabeth,pese a las muchas bromas que hizo la señorita Bingley sobre sus «bonitos ojos».
38CAPÍTULO CINCOFue un alivio para Elizabeth que Jane se encontrara losuficientementebienparavolveracasa.AunqueelseñorBingley le cayera mejor que nunca,con sus hermanas,tanaltivas,no había estado demasiado a gusto.Al volver aLongbourn,se lo encontró todo como siempre:la señoraBennet con ganas de relatar los últimos rumores,y KittyyLydiahablandosinpararsobrelosoficiales,mientrasMary apretaba los labios con cara de reproche.La noticiamásinteresante,sinembargo,ladioelseñorBennet.—Espero que hayas encargado algo bueno de cenar —dijo durante el desayuno—,porque tenemos visita.Un caballero.La señora Bennet se giró hacia Jane con los ojos brillantes.
Orgullo y prejuicio39—¡SeguroqueeselseñorBingley!—No,no es el señor Bingley;se trata de un desconocido,alguien con quien no he tenido ningún trato personal —contestó el señor Bennet,disfrutando con el dramatismo del anuncio—.He recibido carta de un primo lejano,el señor Collins,que cuando esté yo muerto podría echaros de esta casa en el momento en que él quisiera.—¡Nodigaseso,quenolosoporto!¡Niseteocurramencionaraesehombretanodioso!—exclamódeinmediato la señora Bennet.Janey Elizabeth se miraron,sabiendo perfectamentea qué se refería:una vez fallecido el señor Bennet,noserían su mujer ni sus hijas quienes heredasen Longbournyelrestodesusbienes,sinosuparientemáscercano de sexo masculino,que era el desconocido señor Collins,primo suyo.Su mujer y las hijas que aúnestuvieran solteras se quedarían sin techo propio.A laseñora Bennet le parecía muy cruel.Por su parte,Elizabeth y Jane tenían que reconocer que no parecía muyjusto.—Escuchad lo que ha escrito —dijo el señor Bennet.
JANE AUSTEN40Apreciado señor:Siempre me han incomodado mucho las desavenencias entre usted y mi padre, quien en paz descanse, y desde que tuve la desdicha de perderlo, mi mayor anhelo ha sido subsanar esa ruptura. Soy, desde hace poco, integrante del clero y he tenido la suerte de haber sido destinado a la parroquia de la honora-ble lady Catherine de Bourgh. Dada mi profesión, me consi-dero en el deber de fomentar la paz en todas las familias.Espero que esta carta sea bien recibida, y que mi calidad de primero en la línea sucesoria para heredar Longbourn no lo lleve a usted a rechazar mi oferta de paz. Nada me disgusta-ríamásqueserelcausantedecualquierdificultadenelfuturopara sus encantadoras hijas. Estoy dispuesto a compensarlas en todo lo posible.Si no tiene usted inconveniente, iré a visitarlo el lunes 18 de noviembre a las cuatro de la tarde.Le ruego transmita a su señora esposa y sus hijas los me-jores saludos de quien es su afectísimo y sincero servidor,William Collins—Suena bastante pretencioso —comentó Elizabeth.—Sí,¿verdad? —dijo su padre con una sonrisa burlona—.Creoquesuvisitaserádelomásentretenida.
Orgullo y prejuicio41El señor Collins llegó a Longbourn a las cuatro,la horaespecificadaensucarta.Eraunjovenserio,conlacararoja y una manera de hablar muy afectada,que se deshizoen alabanzas sobre todo:desde los muebles hasta la cena,sin olvidar la belleza de las cinco hermanas Bennet.Aúnsemostrómásefusivoalhablardesutrabajoenla parroquia y de su noble protectora,ladyCatherine de Bourgh,la cual,no contenta con invitarlo a cenar a Rosings Park,su espléndida mansión,había elogiado los sermones que pronunciaba en la iglesia,e incluso había ido a verlo a su humilde rectoría,acompañada,explicó el párroco,porsuhija,laseñoritaAnnedeBourgh.—Por desgracia —añadió el señor Collins,que ya hablaba desde hacía un buen rato—,la señorita De Bourgh estáindispuesta,ysusaludlehaimpedidodesplazarseala ciudad.¡Yo le dije a ladyCatherine que la sociedad de Londressehavistoprivadadesumásbrillantejoya!Esque siempre me gusta encontrar algún cumplido con elque agradar a las damas —le indicó al señor Bennet,muy pagado de sí mismo.—Pues es una suerte que se le dé tan bien —contestó el señor Bennet,disimulando una sonrisa—.Dígame:¿se
JANE AUSTEN42le ocurren al momento esos comentarios o bien los… planea de antemano?—Bueno… tengo que reconocer que a veces me entretengo en componer algunos cumplidos elegantes que puedan adecuarse a distintas ocasiones —confesó con jactancia el señor Collins.Con las hermanas Bennet,en todo caso,anduvo sobrado de «cumplidos elegantes».Reveló que ladyCatherine le había aconsejado que se casara pronto,y Elizabethempezó a sospechar que había ido a Longbourn en busca de esposa.Entre cumplido y cumplido a las hermanas,el señor Collins dedicó mucho tiempo al señor Bennet,a quien siguió a la biblioteca con la excusa de mirar los libros,aunque lo que hizo,en realidad,fue seguir hablando sobre ladyCatherine.El señor Bennet no tardó mucho en proponerle que saliera a respirar aire fresco en compañía de sus hijas, dando un paseo hasta Meryton.El señor Collins estuvo casi todo el paseo hablando mucho para no decir nada.Jane,Elizabeth y Mary se esforzaronalmáximoporescuchareducadamente;noasí Lydia y Kitty,quienes apenas le hacían caso,emocio
Orgullo y prejuicio43nadascomoestabanporlaideadeveralosoficiales,hasta el punto de que ni un tocado elegante en un escaparate fue capaz de hacerlas pensar en otra cosa.—¡Buenosdías,señorDenny!—exclamaronalllegaraMeryton,contentísimasdeverentrelosoficialesaunade sus amistades.Sualegríafueamásaladvertirqueestabaacompañado por un desconocido,un joven guapo y de buena envergaduraqueprovocóenlasdosunainstantáneaagitación.El señor Denny hizo las presentaciones:era el señor Wickham, que en breve ingresaría en el regimiento.—¡Hurra!—lesusurróLydiaaKitty—.Sololefaltaun uniforme para ser del todo encantador.Durante la conversación se oyeron cascos de caballo por la calle,y al poco rato aparecieron los señores Darcy y Bingley a lomos de sus altas y lustrosas monturas.El señor Bingley se acercó enseguida a hablar con Jane.—Íbamos a Longbourn para preguntar por su salud —dijo de todo corazón, encantado de verla mejorada.Mientras Jane hablaba con el señor Bingley,Elizabeth observó con gran sorpresa que el señor Darcy se había quedadomirandofijamentealseñorWickham,elcual
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Orgullo y prejuicio45hacía lo propio.La cara del señor Darcy se había puesto casi blanca,la del señor Wickham de un intenso color rosado.Tras unos instantes,el señor Wickham se llevó una mano al sombrero para saludar al señor Darcy,quien correspondióconunfríoademándelacabeza.¿Quéestaba pasando?,se preguntó Elizabeth con vivo interés.Tras un momento,el señor Bingley se despidió y siguió su camino con el señor Darcy.También lo hicieron losdosoficiales.KittyyLydiaestabantanencantadascon el señor Wickham que,entre codazos de entusiasmo,declararonquelosotrosoficiales,encomparación,eran«tontosyantipáticos».TambiénaElizabethlehabíaparecido guapo y lleno de encanto,pero como se sentía ella,sobre todo,era intrigada por su extraña reacción ante el señor Darcy.
46CAPÍTULO SEISA la noche siguiente las hermanas Bennet salieron para Meryton,invitadas por su tía,la señora Phillips,a una cena.Con ellas iba el señor Collins,que se prodigó en floridoselogiosalaseñoraPhillipsysucasa.Elsalón,enconcreto,le pareció tan admirable que proclamó en voz alta su similitud con una salita nada menos que de Rosings Park,la morada de ladyCatherine de Bourgh,usada en verano para el desayuno.Al principio la señora Phillips no se mostró muy satisfecha con la comparación,pero una vez que el señor Collins le hubo explicado con detenimiento la alta alcurnia de la dama en cuestión,especificandoquelarepisadelachimeneadelsalónde ladyCatherine había costado ochocientas libras,se animó bastante.
Orgullo y prejuicio47Entretanto,Lydia y Kitty quedaron encantadas al ver queentrelosasistenteshabíamuchosoficiales,incluidoel recién llegado y cautivador señor Wickham.Elizabeth se alegró de que se sentara a su lado y entablase con ella una animada conversación.Deseosa de atreverse a preguntar por el extraño encuentro con el señor Darcy,sellevó la gran sorpresa de que fuera el propio señor Wickham quien sacase el tema.
JANE AUSTEN48—¿CuántotiempollevaenNetherfieldelseñorDarcy? —preguntó.—Apoximadamente un mes —contestó Elizabeth—.Creo que es dueño de una gran casa en Derbyshire —añadió para no cambiar de tema.—Sí,es así —dijo el señor Wickham—.Pemberley,se llama.La conozco muy bien.De hecho,pasé mi infancia en ella.El señor Darcy y yo crecimos juntos.Teniendoen cuenta la frialdad con que me saludó ayer,me imaginoquesehabrásorprendidodesaberlo.Porcierto… ¿se conocen mucho el señor Darcy y usted?—¡Másdelacuenta!—tuvoelatrevimientodereconocer Elizabeth—.Estuvimos cuatro días en la misma casa,ymepareciómuyantipático.—No encontraría a mucha gente que comparta su opinión —reconoció el señor Wickham, suspirando.—¿De verdad? —preguntó Elizabeth,sorprendida—.Pues aquí no se le tiene en mucha estima.Su orgullo le resulta molesto a todo el mundo.—Mentiría si dijera que me apena oírlo.Normalmente,a la gente le impresionan su dinero y su porte imperioso.
Orgullo y prejuicio49—Espero que la presencia del señor Darcy no le disuada de quedarse a vivir entre nosotros…—No,no,nunca me dejaría ahuyentar por el señorDarcy —contestó el señor Wickham con una alegresonrisa—. No somos amigos, pero tampoco tengo motivos para evitarlo.Lo que sí siento,al verlo,es pena.—Se puso serio,y al cabo de un momento se explicó—:Su padre,que en paz de descanse,era mi padrino,y elmejor amigo que he tenido en mi vida.Yo soy hijo desu antiguo administrador.Los planes del señor Darcyeran hacerme entrar algún día en el clero,pero,al morir,su hijo ignoró sus deseos y me negó el puesto y el dinero que me había reservado su padre.En resumidascuentas,tuve que renunciar a mi sueño de ordenarme,y ahora… ahora tengo que ganarme la vida como buenamente puedo.—¡Quéhorror!—exclamóElizabeth,escandalizadapor tanta desconsideración—.¿Cómo pudo hacer algo así el señor Darcy?—Según él,no estoy hecho para la Iglesia.—El señor Wickham volvió a suspirar—.Debo reconocer que tengomalgenio,yesposiblequeaveceshableconmásli
JANE AUSTEN50bertad de la debida,pero la cuestión es que le caigo mal al señor Darcy.Tenía celos de que me llevara tan bien con su padre.—No me lo imaginaba tan mezquino —dijo Elizabeth,sacudiendo la cabeza,aunque luego se acordó de suconversaciónenNetherfieldydecómohabíapresumido de no perdonar nunca a nadie—.Ahora aún me sorprendemásqueseataníntimoamigodeunapersonatanamableydetanbuencaráctercomoelseñorBingley.Seguro que ni siquiera sospecha cómo es de verdad el señor Darcy.Justo entonces fueron a sentarse en la mesa de al lado la señora Phillips y el señor Collins,quien seguía hablando sobre ladyCatherine mientras ella escuchaba atentamente. De pronto el señor Wickham sonrió.—¿Sabía usted que ladyCatherine de Bourgh es tía del señor Darcy? —le preguntó a Elizabeth—.Se parecenmucho.¡Sonigualdeorgullososymaleducados!—No lo sabía —contestó riéndose Elizabeth—.De hecho,ni siquiera sabía quién era ladyCatherine de Bourgh hasta que ha llegado el señor Collins,el cual,por cierto, no habla de otra cosa.
Orgullo y prejuicio51—Estáprevistoquesuhija,AnnedeBourgh,secasecon el señor Darcy —añadió el señor Wickham.Elizabeth se sonrió al pensar en la pobre señorita Bingley y sus esfuerzos por captar la atención del señor Darcy.De poco le iban a servir si él se casaba con la rica hija de lady Catherine…Ya no tuvo tiempo de seguir hablando con el señorWickham,porquelafiestasehabíaterminado.LosBennet tardaron poco en subir a su carruaje y ponerrumbo a casa,mientras Kitty y Lydia hablaban sin parardelaveladaconlosoficiales,yelseñorCollinsdescribía en gran detalle cada uno de los platos de la cena.Elizabeth soportó con impaciencia el parloteo.No veíael momento de quedarse a solas con Jane y poder contarle todo lo que había averiguado a través del señorWickham.Llegado el momento lo soltó todo de golpe mientras Jane ponía unos ojos como platos.—¡Tienequehaberalgúnerror!—exclamó—.Elseñor Darcy no pudo ignorar de esa manera la voluntad de supadre,másalládelaopiniónquelemerezcaelseñorWickham.
JANE AUSTEN52—A mí me parece mucho menos probable que se lo haya inventado el señor Wickham —insistió Elizabeth conunbrillodeindignaciónenlamirada—.Además…me ha dado todos los detalles,con nombres y datos.Ha sido muy sincero.—Qué horrible… y qué alarmante —dijo Jane,entristecida—.Y con lo amigo que es el señor Darcy del señorBingley…¡Nosabeunaquépensar!—Perdona —intervino decidida Elizabeth—,pero estámuyclaroloquehayquepensar.
53CAPÍTULO SIETEFaltaba poco para el baile del señor Bingley en Netherfield,yLongbournvivíaenpermanenteagitación.Había que elegir vestidos,arreglar sombreros y ocuparse de losmásdiversoseimportantespreparativos.Todos tenían ganas de ir al baile.Para Lydia y Kitty,las fiestaseranlomejordelmundo;Janeardíaendeseosdepasar otra velada con el señor Bingley,y Elizabeth,por su parte,anhelaba en secreto volver a ver al señor Wickham,y tener la ocasión de bailar con él.Incluso Mary,que no solía compartir el entusiasmo de sus hermanas por los bailes,se mostró deseosa de participar en lo que describió como «una noche de recreo y diversión».—¿Perolepareceaustedcorrectoqueasistaunpárroco? —le preguntó Elizabeth al señor Collins con la
JANE AUSTEN54esperanza de que decidiera quedarse en Longbourn.Él,sin embargo,se mostró convencido de que ni la mismísima ladyCatherine habría visto con malos ojos queacompañasealafamiliaaNetherfield.—Asistir a un baile así,organizado para gente respetable por un joven de buen nombre,le parecería perfectamente correcto —declaró con remilgo,luego añadió—:Confío en tener el honor de bailar con todas mis hermosas primas durante la velada,y para los dos primeros bailes desearía que usted fuera mi pareja,señorita Elizabeth.A Elizabeth se le cayó el alma a los pies.Había tenido la esperanza de poder conceder esos dos bailes al señor Wickham.Ahoranotendríamásremedioqueformarpareja con el señor Collins.Aún le esperaban nuevas decepciones.Cuando llegaronlosBennetaNetherfieldyloshicieronpasaralmajestuososalón,entrelosoficialesconsusguerrerasrojas,brillaba por su ausencia el señor Wickham.El señor Denny acudió enseguida a recibirlos y a explicar que el señor Wickham no estaría en el baile debido a un compromiso profesional.
Orgullo y prejuicio55—De todos modos —le susurró a Elizabeth—,dudo que ese compromiso lo tuviera justo ahora si no quisiera evitar a cierto caballero presente aquí esta noche.Elizabeth se quedó desanimada,pero casi nunca le duraba mucho el mal humor,y al poco tiempo se consoló explicando anécdotas de todas las peculiaridades del señor Collins a su amiga Charlotte.Llegó enseguida el momento de los primeros bailes,de los que Elizabeth no disfrutó en absoluto.El señorCollins era un bailarín atroz:se equivocaba en todos lospasos,la pisoteaba,giraba en la dirección incorrecta ychocabaconelrestodelosbailarines,disculpándoseuna y otra vez.A Elizabeth se le habían puesto las mejillas muy rojas de vergüenza.Fue un alivio llegar alfinaldelosbailesypoderhuirunavezmásdelseñorCollins.Aún no había vuelto junto a Charlotte cuando apareció a su lado, repentinamente, el señor Darcy.—Señorita Elizabeth, ¿desea bailar? —preguntó.Elizabeth se quedó tan sorprendida que accedió casi sin darse cuenta.En cuanto le salieron las palabras de la boca,tuvoganasdepodertragárselas.¡Porsinohubiera
JANE AUSTEN56tenido bastante con el señor Collins,ahora también tendríaquebailarconelseñorDarcy!Esperaron incómodos a que empezara a sonar la música.Durante los primeros minutos de baile ninguno de los dos dijo nada.Concentrada en los pasos,Elizabeth se preguntaba si su nueva pareja estaría en silencio todo el baile.Al cabo de un rato se sintió obligada a hacer un comentario de cortesía,pero,en vista de que el señor Darcy ni siquiera se molestaba en responder,empezó a enfadarse.—Ahora le toca hablar a usted —anunció muy seria.—¿Me toca?—Bueno,es que algo tenemos que decir… Quedaría raro estar callados todo el baile,aunque seamos los dos poco sociables.El señor Darcy puso cara de sorpresa.—En su caso estoy seguro de que no es así —dijo.Se hizo otro silencio.—¿Van a menudo caminando a Meryton usted y sus hermanas? —se decidió a preguntar con rigidez.—Bastante.La otra mañana,cuando nos encontramos conusted,acabábamosdeconoceraunnuevoamigo,el
Orgullo y prejuicio57señor Wickham —dijo Elizabeth con ganas de ver cómo reaccionaba.Elefectofueinmediato.ElseñorDarcyparecíamásdistante que nunca.—ElseñorWickhamsabehaceramistadesallápordondepasa—afirmócondesdén—.Loquenoestátanclaro es que sepa conservarlas.—Tuvo la mala suerte de que usted le retirara su amistad —replicó Elizabeth—,de una manera que le harásufrirtodalavida.
JANE AUSTEN58El señor Darcy puso cara de haberse molestado,pero justo entonces se terminó el baile y apareció sir William Lucasfrotándoselasmanosdealegría.—¡Quémaneradebailar!—dijo,admirado—.Esperotener el placer de verlos bailar juntos a menudo.Sobre todo cuando se produzca cierto… acontecimiento,¿eh,señorita Eliza? —Después de un fugaz guiño a Elizabeth,señalóconlacabezaaJaneyalseñorBingley—.¡Serámaravillosocuandollegueeldía!El señor Darcy,sin embargo,no daba muestras de que le par