Pack Bianca Diciembre 2015 - Varias Autoras - E-Book

Pack Bianca Diciembre 2015 E-Book

Varias Autoras

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Beschreibung

Diamante prohibido Ella era la única mujer a la que no podía tener… El soldado y heredero de una mina de diamantes, Tyr Skavanga por fin ha vuelto al frío norte. Atormentado por las terribles escenas de la guerra, se ha hecho más duro y solitario, pero hay una persona que desafía sus defensas, la última persona a la que espera ver. ¡Y la única mujer a la que desea! La princesa Jasmina de Kareshi, con su belleza exótica y su inocencia, está completamente fuera de su alcance. Al igual que Tyr, tiene una reputación que proteger, pero tal vez el mayor reto para ambos sea luchar contra la atracción que hay entre ellos… Un aristócrata en el desierto Se dio cuenta de que se había convertido en parte inseparable del rey guerrero. Salvaje e indomable, Tarek al-Khalij no se había propuesto nunca ser el sultán de Tahar. Se sentía más cómodo con una espada que con una corona. Para curar las heridas que le había infligido su propio hermano, necesitaba recurrir a su arma más preciosa… ¡una prometida de la realeza! Elegante y aristocrática, la reina Olivia tenía el objetivo de educar a Tarek en el arte de la política. A cambio, él sacó a la luz una pasión desbocada de la que ella no había creído ser capaz. Su joya más valiosa Ella era su joya más preciada… Loukas Sarantos había sido guardaespaldas de uno de los hombres más ricos del mundo, pero en esos momentos era un próspero hombre de negocios. Y gracias a su última adquisición por fin iba a poder vengarse de Jessica Cartwright, la única mujer que lo había dejado. Jessica era el rostro de la nueva empresa de Loukas, dedicada a las joyas de lujo, y este iba a disfrutar teniéndola bajo su control.

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Pack 86 Bianca, n.º 86 - diciembre 2015

 

I.S.B.N.: 978-84-687-7841-9

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Índice

Diamante prohibido

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Epílogo

Una aristócrata en el desierto

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

Su joya más valiosa

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Epílogo

Deseos y mentiras

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 1

 

¡Tyr Skavanga ha vuelto!

El titular lo sorprendió. Su hermana Britt había dejado el periódico encima del escritorio, para que lo viese. Y para que se diese cuenta de lo mucho que sus tres hermanas lo habían echado de menos y de lo contentas que estaban de que hubiese vuelto. En la fotografía que había debajo del titular aparecían Britt, Eva y Leila abrazándose y sonriendo de felicidad.

Por él.

Tyr se giró y fue a mirar por la ventana del despacho de Britt, la nieve contrastaba con la oscuridad del cielo. En el exterior todo era de un blanco inmaculado mientras que en el interior, en el reflejo de la ventana, lo que había era el rostro de un asesino, su rostro. Y aquello era algo de lo que no se podía esconder.

Ni quería hacerlo. Había vuelto a Skavanga, la pequeña ciudad minera que llevaba el nombre de su familia, para volver a vivir con las personas a las que quería. Tras dejar el ejército, se había quedado lejos demasiado tiempo para proteger a sus hermanas y amigos de un hombre que había cambiado mucho. Britt, su hermana mayor, nunca había cesado en su intento de encontrarlo, respondiese a sus mensajes o no. Lo habitual había sido no hacerlo. Britt era una de las pocas personas que habían podido ponerse en contacto con él a través de su marido, el jeque Sharif, que a su vez era uno de los mejores amigos de Tyr y siempre le había sido leal; no había desvelado su paradero a nadie, ni siquiera a su esposa, Britt.

Al final, había sido una niña la que había hecho que le remordiera la conciencia y volviera. Había sacado a la pequeña de la zona de guerra para llevarla con su familia a un campo de refugiados, y cuando esta había dejado de llorar de la alegría de ver a los suyos, le había preguntado con la preocupación de una niña de siete años que había visto demasiadas miserias si él tenía una familia.

La pregunta le había hecho sentir vergüenza, lo había destrozado. Había roto su coraza y le había obligado a pensar en aquellas personas a las que había dejado atrás. Le había explicado a la niña que sí, que tenía una familia a la que quería mucho. Nadie había hecho ningún comentario al ver lágrimas en sus ojos. Estaban juntos y vivos, no podían pedir más. Él se había marchado del campo para volver al desierto, donde había trabajado hasta el agotamiento, sin poder olvidar la pregunta de la niña acerca de su familia, que le había hecho darse cuenta de lo afortunado que era por tener personas que lo querían. Y entonces había sabido que tenía que volver a casa, a pesar del miedo a encontrarse con sus hermanas, que se darían cuenta de lo mucho que había cambiado.

Había sido de un valor inestimable para las Fuerzas Especiales, se lo habían dicho al ponerle una medalla en el pecho, pero Tyr no había querido que grabasen aquello en su tumba. Quería que lo recordasen por lo que había construido, no por lo que había destruido. En la batalla, se había encontrado con tres tipos de soldados: los que disfrutaban de su trabajo, los que iban a cumplir con su obligación con valentía y lealtad hacia sus camaradas y su país, y los que jamás se recuperarían de lo que habían visto, ya fuese física, mentalmente, o ambas. Él no tenía excusas. Era fuerte. Tenía el amor de una buena familia y no solo había conseguido mantenerse vivo, sino prácticamente indemne, al menos, por fuera. Y en esos momentos dependía de él terminar con el proceso de curación y ser de utilidad para otras personas menos afortunadas que él.

–¡Tyr!

–Hola, Britt.

Se giró justo en el momento en el que su bella hermana le daba un abrazo. Era evidente que estaba feliz de verlo, pero su mirada estaba llena de preguntas.

–Estás estupendo, Tyr.

–Mentirosa.

Su hermana mayor retrocedió para mirarlo de arriba abajo.

–Está bien, en ese caso te diré que llevas una ropa estupenda.

–Eso está mejor – respondió él mientras ambos reían al unísono–. Hice escala en Milán, ya que sabía que mis glamurosas hermanas organizarían una fiesta. Tenía que estar a la altura.

Britt lo miró con preocupación.

–No tienes por qué hacer nada que no quieras hacer, Tyr.

–Pero quiero estar aquí. Quería venir a casa y veros.

–Entonces, ¿estás preparado? – le preguntó Britt, mirando hacia el otro lado de la calle, donde estaba el hotel más lujoso de la ciudad, en el que habían organizado una fiesta para darle la bienvenida.

–Cuando quieras.

–Ojalá tuviésemos más tiempo para hablar, pero sé que nunca te ha gustado hacer las cosas poco a poco, ¿verdad, Tyr?

–Inmersión total – le confirmó él, decidido a mantener el tono de voz alegre–. No sé hacerlo de otra manera.

–Si tú lo dices.

–Por supuesto – dijo Tyr, señalando el hotel, al que estaban llegando coches–. Y muchas gracias por organizarlo.

Britt se echó a reír.

–Me alegro de haber tenido la oportunidad. Había que darle la bienvenida al héroe de la ciudad…

–Solo tienes que darle la bienvenida a tu hermano. No quiero más.

–Iría hasta el fin del mundo por ti, Tyr… Y casi he tenido que hacerlo – le recordó su hermana.

–No dejaste de enviarme correos electrónicos.

–Y tú no me respondiste.

–Pero al final te he ahorrado el viaje.

–No vas a cambiar nunca – dijo ella en tono de broma, pero su mirada era triste porque ambos sabían que había cambiado.

Había cambiado mucho.

–Este rato en mi despacho, tranquilo, te habrá venido bien, ¿no?

–Ha sido perfecto, gracias, Britt.

Salvo en los momentos en los que había ido de compras para poder deshacerse de las botas y las camisas de safari y ponerse ropa de ciudad, Tyr no había tenido ningún contacto con otras personas desde que se había marchado del desierto. Después de tanto silencio, incluso los ruidos de la calle le resultaban ensordecedores, pero su hermana se merecía aquello y mucho más. Tyr la habría puesto en un pedestal.

–Bueno, pues ya has disfrutado bastante de la paz y la tranquilidad. Necesito hablar contigo y, luego, nos iremos.

–Parece serio.

–Tengo muchas cosas que contarte, Tyr. Has estado fuera mucho tiempo. Leila ha tenido gemelos…

–Eso lo sé, ya me lo habías contado.

–Te avisé cuando nacieron, pero ya casi tienen edad para ir al colegio y todavía no los conoces.

Él asintió.

–Y ahora está otra vez embarazada.

–Veo que Rafa no pierde el tiempo.

–Hablas como un dinosaurio. Leila y Rafa se adoran y, según tu hermana, quieren un equipo de fútbol. Y quiero que sepas que el mundo ha seguido girando aunque tú hayas desconectado de todo.

Donde Tyr había estado no había habido comunicación con el mundo exterior, hasta que él había llegado y la había instalado para que los demás pudiesen comunicarse con sus seres queridos. Durante mucho tiempo, él se había sentido demasiado mal para poder hablar con sus hermanas.

–No vas a contarme dónde has estado, ¿verdad, Tyr?

–No necesitas saberlo – respondió él en tono de broma, encogiéndose de hombros.

No quería hablar con nadie de su trabajo, ni siquiera con Britt. No quería que lo alabasen por las cosas malas que había hecho. Solo quería seguir adelante.

Su hermana sacudió la cabeza.

–De acuerdo, desisto. Ya verás cuando veas a Leila, está…

–¿Enorme? – sugirió él.

Su hermana intentó golpearlo.

Y así volvieron atrás, a los días felices.

–¿Y qué más ha pasado?

–Jazz está aquí.

Tyr sintió un escalofrío.

–Jazz. Hace muchos años que no la veo.

Solo con oír el nombre de la hermana pequeña de Sharif recordó las vacaciones escolares, cuando lo único que le había importado había sido divertirse con sus dos amigos de Kareshi, pero, a juzgar por el tono tenso de su hermana, había algo más.

–¿Y? – le preguntó–. ¿Qué pasa con Jazz?

Estaba seguro de que Sharif se lo habría contado si le hubiese ocurrido algo a Jazz, que en realidad era la princesa Jasmina de Kareshi.

–Jazz está bien, ¿verdad?

–Por supuesto.

–¿Pero?

Fingió indiferencia, pero el corazón se le había detenido al pensar que le había podido ocurrir algo a Jazz. Se conocían desde que Sharif lo había invitado a pasar sus primeras vacaciones en Kareshi y, desde entonces, siempre se había alegrado de verla. Por eso, la idea de que pudiese estar enferma, o herida… Se le encogió el estómago. Estaba cansado de calamidades.

–Pero nada, Tyr – insistió su hermana–. Si le hubiese ocurrido algo malo, te lo contaría.

Él la miró fijamente a los ojos, sabiendo que había algo más.

–Va a venir esta noche.

–Estupendo.

Tyr se alegraba de poder volver a ver a Jazz a pesar de que era una persona capaz de ver siempre en el interior de las personas y él no sabía qué le parecía eso.

–Ha cambiado, Tyr – añadió Britt en voz baja–. Al igual que el resto de nosotras, ha crecido.

¿Qué estaba intentando decirle su hermana? Se encogió de hombros y se imaginó a Jazz con coletas y aparato en los dientes. ¿Cuánto podía cambiar una persona? Miró su reflejo en la ventana y obtuvo la respuesta a su pregunta.

–¿Qué pasa, Tyr?

Él esbozó una sonrisa.

–Nada. Nada en absoluto.

–Todos hemos cambiado – dijo Britt, leyéndole el pensamiento–, pero al menos estás sonriendo. ¿Ha sido al pensar en Jazz?

Él se encogió de hombros, aunque lo cierto era que sí que estaba pensando en Jazz, que siempre se había referido a él como el chico del frío norte que tenía un nombre gracioso. Sharif, Jazz y él habían formado un trío extraño. Al principio no habían querido incluir a Jazz, pero esta se había empeñado y había conseguido montar a caballo mejor que Sharif y que él. Además, conocía el desierto como la palma de su mano. Así que, como no habían podido deshacerse de ella, habían desistido en el intento.

–No te preocupes, Britt. Yo me ocuparé de Jazz – le aseguró.

–Pero no le tomes el pelo.

–¿Que no le tome el pelo? – repitió Tyr frunciendo el ceño.

–Jazz ha accedido a venir esta noche porque es una celebración familiar muy importante, y yo la voy a acompañar en todo momento, Sharif y yo, quiero decir.

Él frunció más el ceño.

–Todo parece demasiado formal, Jazz no era así.

–Ya te he dicho que Jazz ha crecido, y las hermanas solteras del jeque de Kareshi no tienen tantas libertades como nosotras.

–¿Sharif la tiene encerrada?

–No seas tonto. Sabes que Sharif es un gran defensor del progreso. Ha sido decisión de Jazz, y tenemos que respetar sus creencias. Ha apoyado a Sharif mientras este hacía avanzar a Kareshi hasta el siglo XXI y en estos momentos no quiere hacer nada que ponga en peligro la estabilidad, mucho menos dar a los ciudadanos más conservadores del país la oportunidad de criticar a Sharif por implementar el progreso con demasiada rapidez.

–¿Así que prefiere sacrificarse ella? – inquirió Tyr, indignado–. ¿Encerrándose?

–No exactamente, pero lo cierto es que Jazz se ha vuelto bastante conservadora. Así que, por favor, Tyr, por su bien, intenta ser prudente cuando la veas.

–¿Qué piensas que voy a hacer? Hemos sido amigos casi toda la vida, Britt. No voy a intentar ligármela.

–Enfría esa amistad y mantente alejado de Jazz, limítate a saludarla con indiferencia. ¿De acuerdo?

Él se pasó una mano por el pelo.

–No puedes estar hablando en serio. ¿Es que nadie se puede acercar a Su Majestad?

–No te burles de ella, Tyr – le advirtió Britt, fulminándolo con la mirada–. Jazz lleva una vida completamente normal en Kareshi. De hecho, Sharif rompió todas las reglas al darle un trabajo en el picadero, donde realiza una labor de gestión excelente, pero lo importante es que ha abierto las puertas del mercado laboral a todas las mujeres de Kareshi.

–¿Y?

–Que eso ha hecho que Jazz esté más decidida que nunca a defender la tradición en otros aspectos de su vida, para que nadie pueda criticar la decisión de Sharif de permitirle trabajar.

–¿Defender la tradición, qué quieres decir?

–Que Jazz piensa que Kareshi tiene que ir evolucionando poco a poco, y si para que el resto de mujeres puedan trabajar es necesario que ella permanezca en la sombra, está dispuesta a hacerlo. Deberíamos admirarla por hacer el sacrificio.

–No lo entiendo.

–La libertad de la mujer para trabajar es un gran paso para Kareshi y Jazz lo sabe. Lo siguiente será que las mujeres solteras puedan relacionarse libremente con los hombres sin que la sociedad las condene. Y se conseguirá. Jazz está entregada a su pueblo y podemos confiar en que hará lo que es mejor en estas circunstancias.

–¿Lo que es mejor para ella o para Kareshi?

–No te enfades, Tyr. Para ambos, por supuesto. Y no me mires así.

–Tienes razón, lo siento. Es que no me imagino a Jazz, que era tan guerrera, convertida en una ermitaña.

–¿Acaso no te encerraste tú en ti mismo y te alejaste de todas las personas que te querían?

Su hermana también tenía razón en aquello. Tyr se obligó a sonreír a pesar de que estaba preocupado por Jazz.

–Es cierto.

–Alégrate por ella, Tyr. Jazz es una joven maravillosa, con un enorme sentido del deber, cualidad que estoy segura de que comprendes. Es normal que no quiera dar de qué hablar.

–Tal vez para ti tenga sentido – concedió Tyr–, pero Jazz es mi amiga, y esta noche voy a encontrarme con muchos amigos y voy a tratarlos a todos por igual.

–En ese caso, supongo que no tengo de qué preocuparme – respondió Britt, tomando su rostro con ambas manos y besándolo en sendas mejillas–. Ahora, al otro lado de la puerta hay varias personas deseando darte la bienvenida en privado.

Aquello lo emocionó.

–¿Están aquí Eva y Leila?

–Con sus maridos, he pensado que no te importaría ver también a Roman y a Rafa, teniendo en cuenta que son tus mejores amigos.

–Por supuesto que no.

De hecho, estaba deseando verlos, y se aseguró a sí mismo que conseguiría que estos no viesen en sus ojos nada más que la felicidad del reencuentro.

Su hermana mediana, Eva, fue la primera en entrar en la habitación, cambiando por completo el ambiente que se respiraba en la misma. Eva era pelirroja y lenguaraz, y no había cambiado nada en el tiempo que no se habían visto. Lo miró de arriba abajo y le dijo:

–Sigues siendo tan impresionante como recordaba, mi chico guerrero.

–Podría aplastarte con un solo dedo, mequetrefe.

Ambos levantaron los puños y pelearon de broma, luego Eva rompió a llorar y se lanzó a sus brazos, donde siguió golpeándolo en el pecho.

–No vuelvas a hacerme algo así, ¿me oyes, Tyr? No vuelvas a desaparecer de mi vida sin tan siquiera haberme dejado las llaves de tu estupendo coche.

Él se echó a reír y la abrazó.

–Te prometo que no volveré a hacerlo – le dijo, dándole un beso en la cabeza.

Más tranquila, Eva se echó hacia atrás para volver a mirarlo.

–No tienes ni idea de cuánto te he echado de menos, Tyr.

–Yo también te he echado de menos. No sé cómo he podido sobrevivir tanto tiempo sin las tres fastidiándome.

Eva fingió volver a enfadarse y Britt se acercó a la puerta para abrirla de par en par.

–¡Leila! – gritó Tyr, dispuesto a tomar en volandas a su hermana pequeña, pero se detuvo a tiempo–. Vaya. Estás embarazada.

–Muy embarazada – le confirmó esta riendo y llorando al mismo tiempo mientras lo abrazaba.

–Pero estás tan guapa como Britt me había dicho.

–Si te gustan los andares de hipopótamo, soy tu tipo – añadió, mirándolo fijamente, con cariño y preocupación–. No puedo creer que hayas vuelto. Te veo más delgado.

–Un poco – admitió él, estirándose la chaqueta–. ¿Vamos a la fiesta?

–Es mejor que no hagamos esperar más a los invitados – dijo Britt, mirándolo a los ojos antes de salir por la puerta.

Tyr entrelazó los brazos con los de sus hermanas y salió de la habitación.

 

 

Por primera vez desde que Jazz recordaba, Sharif no se había mostrado impaciente al darse cuenta de que no estaba preparada para salir hacia la fiesta a la misma hora que Britt y él.

–No hay prisa – le había dicho sonriendo–. Avísame cuando estés lista y pasaré a recogerte.

Le había costado mucho decidir qué ponerse, ya que había tomado la decisión de no socializar y no sabía cómo se esperaba que vistiese una princesa muy conservadora.

–Sonríe – le había aconsejado Jazz–, no hace falta que exageres con el tema de las tradiciones mientras estás con nosotros en el norte.

–Pero si me fotografían…

–El pueblo de Kareshi solo puede estar orgulloso de su princesa. ¿Cómo no va a estar orgulloso de ti cuando te vea con tu hermano, acompañados de una familia que os quiere tanto, Jazz?

Siempre era difícil discutir con Britt y en aquella ocasión había sido imposible, aunque Jazz había tenido que luchar contra sus demonios internos para mostrar su rostro en público. Sus padres habían abusado de sus privilegios y habían descuidado al pueblo, los habían dejado a Sharif y a ella al cuidado de niñeras mientras su madre se dedicaba a alardear de su belleza por todo el mundo. Y Sharif y Jazz habían crecido siendo conscientes del descontento del pueblo. Por ese motivo, cuando Sharif había heredado el trono, había intentado calmar los ánimos lo más rápidamente posible. Sharif era un hombre bueno y fuerte, amable y sabio, pero su agitada niñez en un país con unos gobernantes ausentes y en el que imperaba la corrupción había hecho que Jazz decidiese evitar más disgustos e intentar no volver a ofender a nadie.

–Deberías salir más de Kareshi – había insistido Britt cuando habían hablado de la ropa que Jazz vestiría para la fiesta–. Sería bueno para tu pueblo, y para ti.

Jazz estaba de acuerdo, pero Kareshi era un país impregnado de tradición. Sharif le había dado un trabajo en el picadero, lo que había abierto las puertas del mercado laboral a todas las mujeres de Kareshi, pero Jazz no quería poner en peligro su libertad enfadando a las facciones más tradicionalistas del país. Y era mucho más sencillo esconderse tras un velo que enfrentarse a una noche así. Se miró al espejo y deseó poder calmar su corazón. Su hermano y Britt ya se habían marchado para encontrarse con Tyr en la sede de Skavanga Mining antes de la fiesta.

Tyr.

A Jazz se le secó la garganta. Siempre se había puesto nerviosa antes de ver al gran vikingo, pero se dijo que las cosas habían cambiado. Era una mujer adulta, con responsabilidades, no una niña que se dedicaba a incordiar al mejor amigo de su hermano. Tenía que proteger sus sentimientos.

Aunque sabía que siempre podría contar con Tyr.

Al menos, había podido hacerlo hasta que este había desaparecido.

Se había preocupado mucho por él, y había rezado porque estuviese bien.

Tyr había vuelto.

¿Qué pensaría de ella? Había cambiado mucho, se había vuelto seria y silenciosa. Esa noche no le gastaría ninguna broma.

Pero no podría ir a la fiesta si no se tranquilizaba.

Respiró hondo varias veces, cerró los ojos e intentó no pensar en Tyr Skavanga. Después de unos segundos, desistió.

 

 

Una vez en el hotel, Tyr se detuvo a la entrada del salón y sonrió.

–Qué bonito, Britt.

–No hay carteles de bienvenida – protestó Eva.

–No. Todo está como le gusta a Britt – comentó Leila con aprobación–. Muy elegante.

–Para celebrar el regreso de un guerrero – comentó Eva orgullosa, apoyando la mano en su brazo.

–Para celebrar la vuelta a casa – dijo él en tono amable.

No le cabía la menor duda de que Britt se había esforzado mucho. Las flores que había en los altos jarrones que flanqueaban la puerta doble de entrada eran blancas, elegantes. En la fotografía que Britt había elegido de él para colocar en el caballete aparecía riendo y relajado, antes de irse a la guerra, donde su vida había cambiado completamente.

–En carne y hueso pareces veinte años mayor – comentó Eva.

Sus otras dos hermanas la reprendieron.

–Ten cuidado con lo que dices, enana – le advirtió Tyr en tono de broma.

De repente, estaba tan animado que pensó que iba a ser posible que disfrutase de la velada.

–No tienes a Roman al lado – añadió–, así que podrías terminar bañándote en la fuente de chocolate.

Eva suspiró exageradamente.

–No me importaría morir bañada en chocolate.

–Callaos los dos – insistió Britt, haciendo uso de la autoridad que le otorgaba ser la mayor.

Tyr entró en el salón delante de sus hermanas y lo primero que vio fue a Jazz.

Capítulo 2

 

Santo cielo!».

A Tyr se le aceleró el corazón cuando Jazz se giró a mirarlo. Era como si hubiese una conexión eléctrica entre ambos. ¿Qué era lo que le había dicho a Britt tan solo unos minutos antes? ¿Que iba a tratar a todos sus amigos por igual?

¿De verdad?

Nadie más tenía la oportunidad de acercarse a la princesa Jasmina de Kareshi en aquel salón. Britt había sido escueta en su descripción de Jazz, que no solo había crecido, sino que había florecido como una flor exótica y se había convertido en la mujer más bella que había visto nunca. Su nuevo aire de serenidad lo intrigó. Era como si hubiese creado un papel y estuviese decidida a desempeñarlo hasta el final.

Tyr suspiró, Jazz solo quería evitar la verdad.

«¿Un poco como tú?».

No, no tenía nada que ver con él.

Se echó el pelo hacia atrás y pensó en el fuego que había visto en la mirada de Jazz nada más entrar en el salón. Le recordó a la época en la que Su Descarada Real lo había fastidiado siempre que había podido. En esos momentos, concentrada en las mujeres que tenía alrededor, la calma había vuelto a sus ojos.

–¿Tyr?

Este se giró a mirar a Britt.

–Está guapa, ¿verdad?

Las preguntas de su hermana siempre tenían un trasfondo, así que respondió con cautela:

–Supongo que sí.

Había vivido solo demasiado tiempo como para compartir sus sentimientos con nadie, ni siquiera con Britt. Aunque tenía que haber imaginado que su hermana ni siquiera iba a necesitar hablar con él para saber lo que pensaba.

–No la disgustes, Tyr – le rogó–. Sé educado con ella y no te comportes como un vikingo. Jazz está intentando hacer todo lo posible por mantener una actitud conservadora para que los tradicionalistas no se revuelvan cuando Sharif siga haciendo cambios en Kareshi.

Britt sacudió la cabeza antes de continuar:

–Esta noche es muy difícil para ella, Tyr. Me refiero al hecho de estar en un ambiente con hombres, pero Jazz lo necesita. Su espíritu es libre… aunque eso ya lo sabes. Ha sacrificado más de lo que podemos imaginar por Kareshi.

–¿Su libertad?

–Tyr, por favor. No se lo pongas más difícil – le pidió Britt, apoyando la mano en su brazo–. Tú, mejor que nadie, sabes apreciar el valor del sacrificio. Así que salúdala, sé educado y después aléjate. ¿De acuerdo?

–Gracias por darme un guion, hermanita – comentó él en tono divertido.

–Solo te digo que no te metas con ella. Ya tiene bastante con lo que tiene.

–No tengo la intención de meterme con Jazz, pero tendría que ser de piedra para no reaccionar ante una mujer así.

–Mantén tus sentimientos ocultos, Tyr. No hagas sufrir a Jazz. Siempre ha estado medio enamorada de ti. Y recuerda que llevas demasiado tiempo solo.

–Relájate, Britt, no estoy tan desesperado. No he sido un santo mientras estaba fuera.

–Es cierto que se puede encontrar el amor en cualquier parte, pero no pienso que Jazz esté buscando el amor que tú le puedes ofrecer.

–Espero que no esté buscando ningún tipo de amor – bromeó él.

–¿Por qué, Tyr? – le preguntó Britt–. ¿Te pondrías celoso?

–¿De los pretendientes de Jazz? – dijo él riendo.

Luego le ofreció el brazo a su hermana y se adentraron en el salón.

–Hay demasiados hombres en este lugar – comentó ella mientras los maridos de sus hermanas, Rafa y Roman, abrazaban a otro hombre–. Temo ahogarme con tanta testosterona.

–No te preocupes, yo te salvaré – le dijo Tyr.

–Eso es precisamente lo que me preocupa – murmuró Britt.

Se acercaron más a Jazz y Britt le lanzó una mirada de advertencia. Tyr le apretó cariñosamente el brazo para tranquilizarla.

–Me acuerdo de todo lo que me has dicho. Y respeto a Jazz. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.

No oyó la respuesta de su hermana, acallada por los ruidos que lo rodeaban. Tenía la vista clavada en Jazz, a la que bañaba la luz de una enorme lámpara de araña. Estaba charlando de manera animada con un grupo de mujeres.

–No, Tyr.

Él se detuvo.

–¿No te acuerdas de lo que te he dicho? Jazz va a estar acompañada en todo momento, espero que no te entrometas.

Tyr sonrió de medio lado.

–¿Todavía piensas que me voy a abalanzar sobre ella?

–Conozco esa mirada. Jazz tiene la intención de llegar pura al matrimonio.

Él frunció el ceño.

–¿Qué estás sugiriendo?

–No la pongas en una situación comprometedora. Sé bueno con ella, Tyr. Jazz casi no ha salido de Kareshi desde que nació. Venir a Skavanga ha sido toda una aventura para ella.

–No tengo ninguna intención de molestar a Jazz. Si ha decidido vivir de acuerdo con las tradiciones de Kareshi, lo respeto.

–Me alegro, porque tal vez seas mi hermano al que adoro, pero si le haces daño a Jazz…

–No hace falta que lo digas, Britt.

–¿No?

Britt siguió su mirada, que estaba clavada en la mujer delgada y erguida vestida con un vestido largo y recatado, típico de Kareshi.

 

 

¡Y ella que había pretendido vivir de manera casta y pura! Su intención seguía siendo la misma, pero su cuerpo estaba reaccionando de manera inusitada. Nada más ver a Tyr Skavanga, se había excitado. Todos sus músculos se habían puesto tensos, tenía el corazón acelerado, lo mismo que la respiración, y todas sus terminaciones nerviosas estaban alerta. En situación de amenaza, todos los seres humanos, ya fuesen jeques, guerreros escandinavos como Tyr o la ultraprotegida hermana del jeque Sharif de Kareshi, reaccionaban de la misma manera.

Pero ella se obligó a controlarse y miró a su hermano para asegurarse de que Sharif no se había dado cuenta de su reacción al ver a Tyr.

No era el miedo a Tyr Skavanga lo que había hecho que se le acelerase el corazón mientras continuaba charlando con el grupo de mujeres que la rodeaba, sino la emoción de retomar una amistad de toda la vida que era lo más parecido al amor que jamás podrían tener. Pero ya no eran niños, y ella era la princesa soltera de Kareshi, lo que significaba que amar a un hombre que no perteneciese a su familia, por muy inocente que fuese aquel amor, estaba completamente prohibido. Sharif era un gobernante progresista, pero ella pensaba que las cosas tenían que ir despacio en un país atrapado en las tradiciones, y si esa noche estaba allí era solo porque era un acontecimiento familiar que no podía perderse.

Se había pasado tantos años pensando en Tyr que en esos momentos, en los que lo tenía tan cerca, no podía sacárselo de la cabeza. Nadie sabía dónde había estado Tyr durante todos aquellos años, salvo, tal vez, Sharif, que había sido su mejor amigo desde la niñez y que había guardado absoluto silencio acerca del paradero de Tyr Skavanga. Ambos habían asistido a una escuela militar de élite y habían formado parte de las Fuerzas Especiales, en las que habían condecorado a Tyr por su valentía, pero después este había desaparecido.

–En el desierto – había dicho Sharif sin más.

Y a pesar de no querer traicionar a su amigo, había explicado que estaba trabajando para reparar una infraestructura que se había visto dañada durante los años de conflicto anteriores a su ascenso al trono.

Al mirar a Tyr, Jazz se dio cuenta de que sus experiencias vitales lo habían cambiado. Tenía ojeras y líneas de expresión en el fuerte rostro. Y a pesar de que Jazz se había prometido no tener amigos que fuesen hombres fuera de la familia, no pudo evitar sufrir por él.

Y tambalearse cuando Tyr la había mirado.

La había mirado casi como si hubiese podido sentir su interés.

Le ardieron las mejillas y apartó la vista. Era probable que Sharif le hubiese contado a Tyr que, a pesar de estar trabajando y de parecer una mujer independiente, tenía unas obligaciones con Kareshi y solo estaba haciendo tiempo hasta que su hermano le organizase un buen matrimonio, un matrimonio ventajoso para Kareshi, por supuesto.

–Skavanga es un lugar muy glamuroso últimamente, ¿verdad?

Agradeció la distracción y se giró a sonreír a la señora que tenía al lado.

–Es la primera vez que vengo – admitió–, así que solo sabía lo que mi hermano me había contado de un lugar al que ama.

–Antes de que se encontrasen los diamantes en la mina familiar – continuó la misma señora–, Skavanga era solo un pueblo minero situado más allá del Círculo Polar Ártico en el que todos vivíamos como podíamos, pero ahora el pueblo brilla como las piedras preciosas de las minas de tu hermano. Tenemos que dar las gracias al jeque Sharif por haber desempeñado un papel tan importante en la empresa que nos salvó.

–Es usted muy amable, pero ha sido mi cuñada, Britt, la esposa de Sharif, quien siempre ha estado al frente de la empresa minera de Skavanga.

La señora miró a Jazz con aprobación y después se puso de puntillas para susurrar:

–Me sorprende que esos tres hombres tan poderosos no echasen a Britt Skavanga del pueblo.

Jazz se echó a reír, lo mismo que el resto de las mujeres, al oír cómo hablaba la otra mujer de los tres ambiciosos hombres que habían creado la empresa que había salvado la mina.

–No pienso que mi hermano pudiese echar a su esposa del pueblo. Adora a Britt. Y si bien la empresa puso el dinero para extraer los diamantes, no sé si habrían podido hacerlo sin Britt – admitió Jazz.

–Britt Skavanga siempre ha sido una mujer de negocios brillante – confirmó otra mujer sonriendo.

–Y ahora la marca Skavanga Diamonds es conocida a nivel internacional – añadió la primera con admiración.

–¿Qué hacéis todas hablando de negocios cuando Tyr Skavanga ha vuelto a casa?

Jazz miró a la joven que acababa de intervenir y que, a su vez, tenía la mirada clavada en él.

–Seguro que estáis tan emocionadas como yo – continuó la chica mirando al grupo–. El mercado matrimonial vuelve a estar abierto, ¿no le parece, princesa Jasmina? ¿Ha tenido la oportunidad de hablar con Tyr Skavanga ya? Sé que su hermano, Su Majestad, y Tyr, eran muy amigos.

–Y siguen siéndolo – le confirmó Jazz en tono amable a pesar de que le molestaba que hablasen de Tyr, que era un hombre tan reservado.

¿Por qué no podía aceptar el interés de aquellas mujeres ni estar de acuerdo con ellas?

–¿Es él, el que está junto a la puerta? – preguntó otra mujer joven que acababa de acercarse.

–¿Cómo puedes dudar? – exclamó la primera con indignación–. Tyr Skavanga es con diferencia el hombre más guapo de este salón.

La recién llegada frunció el ceño.

–Pensé que había estado trabajando duro en el desierto.

–Pero supongo que se habrá dado una ducha después – dijo la señora mayor, haciéndolas reír.

Jazz comprendió que las demás mujeres se sintiesen atraídas por Tyr. Era moreno y alto, y parecía intocable, pero dominante al mismo tiempo. ¿Quién no querría conocer los secretos de un hombre así?

–Tiene buen aspecto, para haber estado viviendo como un nómada durante tanto tiempo – añadió otra mujer.

–Tyr ha estado trabajando en el desierto con los nómadas – se sintió obligada a explicar Jazz–, pero es un pueblo que tiene una sociedad muy sofisticada.

La misma mujer fingió un bostezo.

–Qué romántico… tiendas beduinas ondeando al viento, largas noches en el desierto con un guerrero vikingo…

A esas alturas Jazz ya tenía un nudo en el estómago.

–Tyr estuvo en el desierto construyendo escuelas y buscando fuentes de agua limpias.

Cuando todo el mundo se quedó en silencio ella se dio cuenta de que se tenía que haber mordido la lengua. No había pretendido ser una aguafiestas, pero no soportaba oír hablar así de Tyr a personas que ni siquiera lo conocían, que no sabían el valioso trabajo que había estado realizando.

Tyr la miró y todo su mundo se vino abajo. Habría odiado saber que estaban hablando de él. Y ella también había participado en la conversación.

A Sharif no se le escapó nada, era tan agudo como el khanjar, la espada curvada que pendía de la vaina llena de joyas que llevaba en su cinturón durante las ceremonias. Y no tardó en estar a su lado.

–¿No te encuentras bien, Jasmina?

Ella se llevó las puntas de los dedos a la frente y aprovechó la situación.

–Hay mucho ruido, ¿no crees? Tal vez me retire pronto.

Tenía tantas ganas de marcharse como de quedarse. En realidad, no sabía qué quería hacer.

Así que haría lo que debía hacer, quedarse el tiempo necesario por educación y después retirarse sin llamar la atención.

–Avísame cuando quieras irte, Jasmina – le dijo Sharif.

–Lo haré. Gracias – respondió ella, tocándole la manga.

A pesar de parecer frío, Sharif era el hombre más bueno y considerado que conocía.

–Y si te incomoda encontrarte con Tyr, házmelo saber también.

–No me incomoda. Somos amigos de la niñez.

Odiaba engañar a su hermano y tuvo que respirar hondo varias veces. No había pensado que se pondría tan nerviosa.

La vista de águila de Sharif se clavó primero en Tyr y después en ella.

–¿Seguro que estás bien?

–Por supuesto que sí – respondió, sintiendo sus labios muy tensos.

–Tyr viene hacia aquí.

Britt no habría necesitado la advertencia, porque podía sentir la cercanía de Tyr sin girarse a mirarlo. Y entonces lo vio ponerse delante de ellos.

Jazz se quedó inmóvil mientras los dos hombres se saludaban, entonces su hermano retrocedió y ella se encontró cara a cara con Tyr Skavanga. Por un momento solo pudo estudiar su rostro y registrar todos los terribles cambios que había en él, y entonces se acordó de volver a respirar.

Capítulo 3

 

Es maravilloso volver a verte, Tyr.

–Igualmente, Jasmina.

¿Maravilloso? Qué palabras tan inadecuadas. Su mundo había estado vacío y en esos momentos estaba lleno. El robusto vikingo seguía siendo tan cautivador como lo recordaba, pero era doloroso ver cómo había cambiado. Tyr había vivido muchas cosas. Jazz tenía la sensación de que demasiadas, y eso se reflejaba en sus ojos. Su mirada parecía más dura y cínica, aunque la estaba mirando de forma casi burlona.

–Has cambiado, Jazz.

–Tú también – respondió ella jovialmente, a pesar de que los cambios en él la asustaban.

Los días de bromear con él habían quedado atrás.

–¿Qué tal estás, Jazz? – añadió, traspasándola con la mirada, como si le estuviese pidiendo que fuese sincera con él.

–Muy bien, gracias. ¿Y tú?

La tensión de su tono hizo que él volviese a mirarla como si aquello le pareciese divertido.

–Tienes buen aspecto.

Jazz sintió calor bajo su mirada y pensó que su decisión de mantener las distancias con los hombres era una tontería. ¿Cómo podía haber olvidado el efecto que tenía en ella la voz profunda y ronca de Tyr?

–Tenemos que encontrar tiempo para ponernos al día, Jazz.

A ella se le cortó la respiración al oír aquello. Tyr no tenía ni idea de lo que estaba sugiriendo. Ponerse al día implicaba tener una conversación íntima, los dos solos, algo que le estaba completamente prohibido. Con el único hombre con el que podía hablar a solas era con su hermano Sharif, pero este se alejó para saludar a otros invitados y ella se quedó sola con Tyr. Le ardieron las mejillas de vergüenza. Seguía habiendo la misma conexión entre ambos. El paso del tiempo no había hecho más que intensificarla.

Britt la salvó. Era la que había organizado la fiesta y, por lo tanto, la que más ocupada estaba aquella noche, pero aun así acudió en su ayuda al verla a solas con Tyr.

–Jazz, quiero presentarte a algunas personas. Discúlpanos, Tyr – le dijo sonriendo a su hermano antes de llevársela.

Jazz exhaló temblorosa mientras atravesaban el salón.

–Gracias por haberme rescatado.

–¿De esos dos dinosaurios? – dijo Britt riendo–. He sentido la tensión de Sharif desde la otra punta y cuando he visto que Tyr se acercaba he sabido que tenía que actuar.

Jazz se giró y vio que Tyr seguía observándola.

–Ven – le dijo Britt, agarrándola del brazo–. Quiero presentarte a mucha gente estupenda.

Jazz pensó que tenía mucha suerte de tener una cuñada como Britt y valoraba la creciente amistad con las tres hermanas Skavanga, aunque dudaba que pudiesen comprenderla en relación al modo de vida que había escogido, ya que procedían de un mundo muy distinto al suyo.

–Te voy a presentar a un grupo de amigas muy agradables – añadió–. Dejemos que los hombres se preocupen.

Jazz se ruborizó. Todavía podía sentir la mirada de Tyr clavada en su espalda.

–¿Estás bien? – le preguntó Britt unos minutos después–. He visto cómo mirabas a Tyr.

La mirada de Britt era compasiva. ¿Se habría dado cuenta todo el mundo?

–Estoy bien – le aseguró ella.

Britt sonrió.

–A Tyr le importas – añadió en voz baja–. Nos importas a todos.

En un impulso, Jazz abrazó a Britt. Era lo más parecido que tenía a una hermana, pero, no obstante, su decisión de vivir de manera intachable para servir a su país seguía siendo férrea.

 

 

Jazz Kareshi estaba hecha toda una mujer. Tyr apretó los labios un instante, estaba haciendo todo lo posible por que la hermana de su mejor amigo no le resultase atractiva, pero no podía evitarlo. Jazz se había convertido en una mujer muy bella. Por suerte, su hermana Britt se la había llevado antes de que su interés hubiese sido demasiado obvio. Le había molestado que Sharif se hubiese interpuesto entre ambos cuando se había acercado a ella. Conocía a Jazz desde que era una niña, ¿por qué no podían hablar?

–Veo a Jazz feliz – comentó cuando Sharif se acercó a él.

Estaba decidido a averiguarlo todo de ella.

–Mi hermana siempre está feliz. ¿Por qué no iba a estarlo?

–Supongo que no hay ningún motivo – respondió Tyr–. Si estás intentando mantenerla alejada de mí, relájate. Es tu hermana y lo respeto. No haría nada que pudiese avergonzaros a ninguno de los dos.

–Jasmina ha decidido distanciarse del mundo moderno y es una decisión que ha tomado sola, yo jamás haría nada para intentar aislarla.

Tyr miró a los ojos a su amigo y supo que le decía la verdad.

–Piensa que es la mejor manera de tranquilizar a la parte más conservadora del país mientras yo voy haciendo cambios. Ambos queremos evitar el caos que reinó durante la época en la que gobernaron nuestros padres.

–Lo comprendo y lo respeto – le aseguró Tyr, siguiendo la mirada de Sharif hasta la otra punta del salón, donde estaba su hermana.

Tanto Sharif como Jazz estaban decididos a hacer todo lo posible por su pueblo, aunque eso significase sacrificar su propia felicidad.

–Debe de ser difícil, estar esta noche con hombres, quiero decir.

Ambos sonrieron al recordar que, de niña, había sido como un chico más, siempre dispuesta a vivir aventuras.

–¿Y tú, Tyr? – le preguntó Sharif mirándolo con preocupación–. ¿Estás disfrutando de la fiesta?

–Me ocurre como a Jazz. No estoy acostumbrado a estar con tantas personas al mismo tiempo – admitió muy a su pesar.

Tanto Jazz como él habían escogido vivir en soledad, pero por motivos diferentes.

–Pero le agradezco a Britt que haya organizado esta fiesta – añadió–. Tiene razón, necesito volver con las personas a las que quiero.

Aquello era cierto, pero allí había demasiada gente y demasiado ruido. Cinco minutos con Jazz, a la que no tenía que darle explicaciones porque eran amigos desde hacía mucho tiempo, le habrían bastado, pero no podía compartir aquella opinión con Sharif.

–Tyr…

–Ven…

Otro amigo. Otra fotografía.

Se dijo que tenía que ser más atento. Todo el mundo quería saber dónde había estado, qué había hecho, qué había visto. Y la única que brillaba como un faro en medio de la multitud era Jazz. Era un oasis en el desierto de su vida y la buscó ansioso con la mirada.

–Tengo la sensación de que en estos momentos preferirías estar en el desierto, Tyr.

Este salió de sus pensamientos para mirar a Sharif.

–Tienes razón.

Lo primero que se había grabado en su corazón había sido el silencio del desierto, y Sharif y Jazz eran una parte esencial de la tierra a la que amaba. Adoraba su país, un país duro, un terreno hostil. Y los quería a ellos. Trabajar en el desierto lo había tranquilizado, había hecho que no pensase en otras cosas, momentos feos de su pasado. Hasta aquella noche no había deseado reavivar los buenos sentimientos que parecían haber muerto en su interior, pero en esos momentos…

–Te deseo la mejor de las veladas, Tyr.

Volvió a mirar a Sharif.

–Pero mantente alejado de mi hermana.

Tyr tardó un instante en darse cuenta de que, todo el tiempo que habían estado hablando, había tenido la mirada clavada en Jazz.

–No haría nada que pudiese perjudicar a ninguno de los dos – le aseguró a su amigo.

Mientras hablaba, un grupo de invitados se llevó a Sharif de su lado, y Tyr pudo volver a mirar a Jazz sin interrupciones. Le costaba creer que la muchacha feliz y despreocupada a la que recordaba jamás pudiese volver a ser libre, y que lo mejor que podía hacer por ella fuese salir de su vida.

Intentó hacer como si no estuviese allí. Charló con otros invitados, pero no pudo concentrarse sabiendo que Jazz estaba en la misma habitación que él. ¿Se suponía que debían evitarse durante el resto de la noche? Tyr estaba tan tenso que se giró bruscamente cuando alguien le tocó el brazo. Se sorprendió al ver a una señora mayor.

–Disculpe – le dijo, suavizando la expresión–. Lo siento.

–No tienes que disculparte – respondió esta con una sonrisa–. Solo quería decirte que me alegro de ver a la familia Skavanga reunida. Y que me parece especialmente significativo ver aquí a la hermana del jeque Sharif. Ahora entiendo que la princesa Jasmina haya decidido vivir como vive. He estado hablando con ella antes y supongo que ha sido una decisión difícil de tomar, y que también le resulta muy complicado estar aquí esta noche. Es una chica preciosa. Tiene mucha suerte de tener un hermano que, como es evidente, la adora.

Tyr fue amable con la señora y le agradeció tener una excusa para mirar abiertamente a Jazz. Había sido prisionero de guerra durante un tiempo y entendía que la cautividad podía ser una condición tanto de la mente como del cuerpo, y en esos momentos sintió pena por Jazz, aunque la comprendió porque él también era un fiel cumplidor de su deber.

Como si hubiese sentido su interés, Jazz se giró a mirarlo y, por un instante, hubo en su expresión todo el cariño y la picardía del pasado.

–Bueno, no quiero entretenerte.

Tyr se dio cuenta de que se había olvidado de la señora y volvió a mirarla.

–Lo siento, me he distraído.

–¿Con la princesa Jasmina? – preguntó la señora sonriendo–. No me sorprende.

Él se encogió de hombros, divertido. Las personas que estaban allí, dándole la bienvenida, eran buenas personas, y debía mostrarles más respeto. Lo haría. A partir de ese momento, sería más educado e intentaría ceñirse a una única norma: tener claro que Jazz Kareshi estaba fuera de su alcance.

De repente, se dio cuenta de que se había formado un grupo a su alrededor, y todos querían hablar de sus exóticos amigos de Kareshi. Una de las mujeres señaló a Sharif, cuyo aspecto era impresionante incluso para Tyr.

–El jeque es exactamente como me había imaginado a un guerrero del desierto – comentó entusiasmada–. Dime, Tyr, ¿qué os daban en ese colegio para ser todos tan guapos?

–Nada. Duchas frías y golpes con una vara – murmuró él distraído.

Había visto sonreír a Jazz y se preguntó qué le habrían dicho las jóvenes que estaban con ella. Dejó a las mujeres con las que estaba indignadas con los métodos del colegio y fue hacia ella. Solo había una mujer en aquel salón que llamase su atención y una mujer en el mundo capaz de provocar aquella respuesta en él. Había intentado reprimir sus sentimientos para sobrevivir y había pensado que ya jamás podría volver a sentir, hasta esa noche.

Britt estaba en el mismo grupo que Jazz y sonrió al verlo acercarse. Sharif, por su parte, lo fulminó con la mirada desde la otra punta de la habitación, él intentó tranquilizarlo en la distancia al mismo tiempo que le advertía que, aunque fuesen como hermanos, nadie le decía cómo tenía que vivir su vida. Aunque sí se preguntó si podía contagiar a un espíritu alegre como el de Jazz su oscuridad. ¿Acaso no había sufrido suficiente sin que él interfiriese? La libertad era un regalo que siempre había dado por hecho, pero Jazz era un buen ejemplo de que la vida no siempre era tan sencilla. Los límites de Jazz no se habían ampliado con el tiempo, sino todo lo contrario.

Jazz le dedicó otra mirada que hizo que recordase las bromas que se habían gastado de niños. Había sido una época inocente. Tyr decidió mantener una conversación breve y educada con ella y después marcharse. Le preguntaría por su trabajo. No le insinuaría lo que sentía cada vez que sus miradas se cruzaban. Eran buenos amigos. Y seguirían siéndolo. Siempre habían conseguido mantener aquella relación, aunque hubiesen estado meses sin verse.

«Pero eso era entonces, ahora todo ha cambiado».

Era cierto, no podían volver al pasado y el futuro era incierto, pero si algo se le daba bien era disfrutar del momento e iba a aprovechar la oportunidad para hablar con Jazz.

Capítulo 4

 

Cuando Tyr estuvo lo suficientemente cerca para oírlas, Britt apartó un poco a Jazz del grupo y le explicó que había colocado tarjetas con los nombres en su mesa para evitar que tuviese que sentarse cerca de Tyr, o de cualquier otro hombre. Jazz se sintió más tranquila y volvió a pensar en la suerte que tenía de ser su amiga.

–Me alegro mucho de que hayas podido venir a darle la bienvenida a Tyr. La fiesta no habría sido igual sin ti, Jazz.

–Siento estar tan tensa.

–¿Te sientes incómoda porque hay hombres? – le preguntó Britt–. No me sorprende. Deberías salir más de Kareshi. Voy a hablar de ello con tu hermano.

–Por favor, no le des más preocupaciones a Sharif. Soy feliz en Kareshi. Ya sabes lo mucho que me gusta mi trabajo, y…

–¿Y que vives aislada por decisión propia? Sí, lo sé, Jazz… Pero podrías salir de vez en cuando del país.

–Sé que te cuesta comprender mi modo de vida, pero te aseguro que estoy haciendo lo que es mejor para mi país.

Britt negó con la cabeza.

–Aislarte del mundo no puede estar bien en ningún caso. También beneficiaría a tu pueblo que viajases más.

–No puedo olvidar que soy la princesa de Kareshi – argumentó Jazz, haciendo un esfuerzo por no mirar a Tyr–. Ni que ese título conlleva deberes y responsabilidades.

–Pero no una bola y una cadena.

Aquello hizo reír a Jazz.

–Estás exagerando. Cualquiera diría que soy mi propia carcelera.

–¿No es así? – le preguntó su amiga poniéndose seria–. Ten cuidado, no vayas a convertirte en una persona que no eres.

A Jazz le brillaron los ojos.

–¿En una bruja vieja y amargada, quieres decir?

–Eso es imposible – contestó Britt riendo–. Ahora, vamos a enfrentarnos a mi hermano.

–No te preocupes por mí – le dijo Jazz deseando que fuese verdad.

 

 

Tyr se detuvo un instante para comprobar que Sharif seguía hablando con el embajador y su esposa antes de acercarse a la mesa en la que su familia iba a cenar. No quería incomodar a Jazz, pero entonces Sharif llamó a su hermana.

Britt, por su parte, se acercó a Tyr.

–Te veo pensativo.

–Lo estoy.

–Pero vas a quedarte a la cena, ¿verdad?

–Por supuesto. Te agradezco mucho todo lo que has hecho por mí.

–Aunque seguro que habrías preferido algo más íntimo.

–No, mejor ver a todo el mundo de una vez.

Britt inclinó la cabeza.

–¿Para terminar con ello cuanto antes?

Tyr miró a su hermana divertido.

–Me conoces muy bien.

Las personas que había alrededor de Jazz se marcharon y esta se quedó sola, así que se acercó a la mesa bañada por un halo de luz.

Tyr se le había adelantado y estaba apoyado en una silla, mirando a su alrededor. Ella estaba a punto de darse la media vuelta para buscar a Britt, o a su hermano, pero Tyr le ofreció una silla.

–Jazz.

«Ningún hombre debería sonreírle así, de manera tan clara y seductora».

En Kareshi se pensaba que dos personas de sexo opuesto no podían mirarse a los ojos sin que hubiese ciertas implicaciones sexuales.

–Tyr.

Ella se preguntó si siempre se había sentido tan incómoda al tenerlo cerca.

Sabía cuál era la respuesta a esa pregunta. Nunca se habían sentido incómodos el uno con el otro en el pasado, pero en esos momentos había una tensión nueva entre ambos. Los dos habían cambiado en los últimos diez años.

Ya se había sentado cuando Jazz se dio cuenta de que Tyr había hecho caso omiso a los carteles que Britt había puesto en la mesa. Su amiga le había asegurado que no tendría que sentarse cerca de Tyr, así que este debía de haber cambiado los letreros.

¿Qué podía hacer al respecto? ¿Poner una excusa e irse al otro lado de la mesa? Le pareció que aquello sería de mala educación, ridículo, teniendo en cuenta que eran las dos únicas personas que estaban sentadas a la mesa. El corazón se le aceleró al ver sonreír a Tyr.

–Bueno, cuéntame qué has estado haciendo desde que me marché, Jazz.

Ella lo miró, sus ojos siempre la habían puesto nerviosa.

–No sé por dónde empezar – respondió riendo.

–¿Jazz?

Ella pensó que no debía estar allí, que no podía hablar con un hombre, mucho menos con Tyr Skavanga, un hombre que llamaba la atención de todas las mujeres, pero clavó la vista en sus ojos y no pudo apartarla.

–Ha pasado mucho tiempo, Tyr.

Él sonrió divertido y a ella no le extrañó, había dicho una tontería. Hacía muchos años que eran amigos y en esos momentos no se le ocurría ninguna pregunta que hacerle a pesar de que estaba ansiosa por conocer todos los detalles de su vida.

Tyr siguió mirándola fijamente, como si quisiera grabar cada detalle de su rostro en la mente. Aquello hizo que Jazz se sintiese incómoda, pero pronto se dio cuenta de que Britt iba hacia allí rápidamente. Y entonces recuperó la valentía y, sin apartar la mirada de la de Tyr, aceptó la conexión que había entre ambos y le dijo con la mirada que las cosas jamás volverían a ser iguales entre ellos, y que no debía bromear ni coquetear con ella como si siguiese teniendo diez años.

–¿Tyr? – inquirió Britt al llegar a su lado–. ¿Has cambiado tú las tarjetas?

–¿Tú qué crees? – respondió él, inclinándose hacia atrás en la silla y mirando a su hermana.

Pero Britt no pudo hacer nada porque varias personas más se habían acercado a la mesa y estaban esperando para sentarse.

Sharif y Tyr eran ambos muy educados, así que ayudaron a instalarse al resto de comensales, y cuando Britt iba a cambiarse de sitio con Jazz, Sharif la agarró del brazo y susurró discretamente:

–El embajador.

Jazz maldijo la etiqueta mientas Tyr volvía a sentarse a su lado. El embajador y su esposa eran los invitados de honor de Britt aquella noche, así que el embajador tenía que sentarse al lado de esta.

Cuando todos estuvieron sentados, Britt se acercó a ella y le preguntó en un susurro:

–¿Estás seguro de que quieres estar sentado al lado de Tyr, Jazz?

Esta sonrió.

–Por supuesto.

¿Qué otra cosa podía decir?

 

 

¿Era la única que estaba tensa en aquella mesa? Estaba haciendo todo lo posible por ignorar a Tyr, pero lo tenía tan cerca que todo su cuerpo estaba alerta. ¿Cómo iba a permanecer insensible a su calor, o a su irresistible presencia? Se había prohibido los placeres sensuales de la vida real y había adquirido el hábito de soñar despierta, pero en esos momentos no podía hacerlo. No podía permitir que su imaginación echase a volar y se obligó a no pensar en el hombre que tenía al lado.

Lo consiguió durante unos cinco segundos.

–¿Quieres agua, Jazz?

Lo miró a los ojos y se le aceleró el corazón.

–Sí, por favor – dijo en tono formal, distante, sin traicionar sus sentimientos.

–¿Va a quedarse mucho tiempo en Skavanga, princesa Jasmina?

Aliviada, se giró hacia la mujer que estaba sentada a su lado, pero no pudo apartar a Tyr de su mente ni dejar de pensar en su pelo grueso, rubio oscuro, que siempre estaba alborotado por mucho que se lo peinase. Llevaba barba de varios días, oscura y espesa, y Jazz podía oler su colonia. Todo en Tyr Skavanga era lo que había prometido evitar. Esa noche iba vestido completamente de negro mientras que el resto de hombres que había sentados a la mesa, salvo Sharif, iban vestidos de traje, con chaqueta y corbata. Tyr siempre había ido contra corriente.

–¿Más agua, princesa? – volvió a preguntarle él–. ¿O prefiere otra cosa?

–No, gracias – respondió ella de manera remilgada.

Pero Tyr la miraba con malicia. ¿Cómo se atrevía a mirarla así? Parecía comprender su inquietud interna. Siempre había podido leerle la mente. Era una capacidad que la había enfadado de niña, y que en esos momentos percibió intensamente. Y luego estaba su boca. Cuántas veces había imaginado que la besaban aquellos labios.

Pero en esos momentos debía olvidarlo.

–¿Estás segura? ¿No quieres más agua?

–Sí, estoy segura – respondió, notando que le ardían las mejillas.

Lo miró con el ceño fruncido, como tenía que haberlo mirado años antes, y eso le recordó la amistad que habían tenido.

–Tu servilleta, Jazz.

Ella respiró hondo mientras Tyr se inclinaba hacia ella. Tomó la servilleta y se la puso en el regazo. Notó el roce de la servilleta en los muslos y pensó que habría sido muy fácil seducirla. Tyr era una fuerza de la naturaleza. Cualquiera se habría sentido como ella, se aseguró.

–Estás preciosa esta noche, Jazz.

«¡No me puedes decir eso!».

Pero le gustó oírlo.

La mirada de Tyr al ver que no respondía fue cálida, divertida. ¿Acaso no sabía lo peligroso que era aquello? ¿No le importaba?

Eva la rescató tomando las riendas de la conversación en la mesa. Sonrió a su hermano, orgullosa, y le contó a todo el mundo que Tyr había nacido con una brújula y un mapa en las manos, y cuando todo el mundo se echó a reír, Jazz por fin pudo relajarse.

Pero la tranquilidad no le duró mucho.

–¿Qué piensas del espíritu viajero, Jazz?

¿Por qué tenía que hacerle Tyr aquella pregunta? ¿Por qué le hablaba? Lo miró a los ojos. Era el momento de dejarle las cosas claras.

–Siempre he pensado que no se está en ningún sitio como en casa, y por el momento no tengo ningún motivo para cambiar de opinión.

Salvo que Sharif le organizase un matrimonio que la llevase a otro país, a una nueva familia, en la que la cuidarían como a los valiosos diamantes que Tyr y su hermano extraían. Y a pesar de saber que tenía que haberlo dejado ahí, se giró hacia Tyr y añadió:

–Nunca he sentido la necesidad de moverme.

–Tal vez porque no lo has probado – respondió él, apoyando la barbilla en la mano y mirándola divertido.

–Tyr es un hombre al que es peligroso conocer y mucho más peligroso querer – comentó Eva desde el otro lado de la mesa.

Todo el mundo se echó a reír.

–Nunca sabemos cuándo va a volver a desaparecer – continuó, captando de nuevo la atención de todo el mundo–. Si parpadeo, es posible que cuando abra los ojos ya no esté aquí.

Hubo más risas, pero Jazz sintió dolor, como si Tyr los hubiese abandonado ya.

–No te preocupes. Voy a quedarme – dijo este dirigiéndose solo a ella.

Casi fue capaz de cumplir su promesa de dejar a Jazz en paz hasta que su hermana Britt subió al estrado desde el que iba a dar su discurso y las luces se atenuaron. Todas las miradas estaban puestas en ella, el salón se había quedado casi a oscuras. Sharif había girado la silla para escuchar a su esposa, lo mismo que el resto de los comensales de la mesa.

–¿Qué? – preguntó Jazz en un susurro–. ¿Puedes dejar de mirarme, Tyr?

–No.

Al parecer, Jazz decidió que, si tenía que hablar con él, lo haría con educación, de manera completamente inocua. Y Tyr estaba tan ensimismado que casi no oyó su pregunta.

Cuando la asimiló, frunció el ceño.

–¿Que si conseguí llevar agua a ese poblado? – repitió–. Sí. ¿Cómo sabes eso?

–No te preocupes. Sharif no te ha traicionado. Vi una factura de una potabilizadora de agua y supe que Sharif no tenía ningún proyecto en marcha, así que até cabos.

–¿Y el resultado fui yo?

–A veces tengo ideas originales que mi hermano no tiene por qué aprobar.

–Seguro que sí. ¿Ha sido una nota de diversión lo que me ha parecido oír en su voz, Princesa?

Ella arqueó una ceja.

–¿Tan aburrida soy?

Él hizo una pausa antes de responder.

–Has cambiado.

–No te burles de mí, Tyr. Ya no tengo dieciséis años.

–Ya lo veo.

–En ese caso, no deberías estar mirándome.

Después de aquello hubo un silencio.

Los discursos terminaron y se entregaron algunos premios. Las luces se volvieron a encender y Britt volvió a la mesa, donde Sharif la felicitó. Tyr se fijó en que su amigo era distinto cuando estaba con Britt; esta apaciguaba al guerrero, cosa que él también necesitaba.

Necesitaba cualquier cosa que pudiese distraerlo de lo que sentía por Jazz.

–Eres como un volcán a punto de estallar – le dijo Eva, consciente de su tensión–. Pareces Thor sin el martillo, salvo que lo tengas debajo de la mesa.