Mujeres de la revolución francesa - Concepción Gimeno de Flaquer - E-Book

Mujeres de la revolución francesa E-Book

Concepción Gimeno de Flaquer

0,0

Beschreibung

Mujeres de la revolución francesa es un discurso de la escritora Concepción Gimeno de Flaquer leído en el Ateneo de Madrid en 1891. En él se hace un repaso de figuras femeninas clave en la Revolución Francesa, para concluir con una dura crítica contra las tradiciones machistas y opresoras de su época, convencida en relegar a la mujer a un segundo plano social, político, cultural y vital.-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 61

Veröffentlichungsjahr: 2021

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Concepción Gimeno de Flaquer

Mujeres de la revolución francesa

 

Saga

Mujeres de la revolución francesa

 

Copyright © 1891, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726509144

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

DISERTACIÓN LEIDA POR SU AUTORA

EN EL ATENEO DE MADRID

EN LA NOCHE DEL 25 DE MARZO DE 1891

AL DISTINGUIDO ESTADISTA MEXICANO

EXCMO. SR.

Don Mannel Romero Rnbio

Estimado amigo :

México fué uno de los primeros pueblos iberoamericanos, que siguió la evolución política y filosófica, iniciada en Francia en 1789; y á V. que rindió siempre culto al progreso, militando en las avanzadas, debe serle grato cuanto se relacione con una época simpática á todos los patriotas mexicanos.

Acepte V. la obra que le dedico, como un recuerdo cariñoso hacia México y una prueba de consideración hacia V.

Su afectísima amiga

Q. B. S. M.,Concepción Gimeno de Flapuer’.

ALGUNAS REFLEXIONES ANTES DE ENTRAR EN MATERIA

La mayor parte de los filósofos de la antigüedad han escrito enormes disparates acerca de la mujer, y los filósofos modernos no les van en zaga. Siendo la mujer el sér que agita las más impetuosas pasiones del hombre, no puede conservar éste la razón bastante serena para juzgarla. Al leer los libros que los sabios han consagrado al sexo femenino, se deduce que la mujer es arquetipo de perfección ó germen de todo mal. La mujer, según autores que blasonan de haberla estudiado (muchas cosas se estudian sin éxito), es ángel ó mónstruo: para ellos no hay término medio.

Separándonos del juicio que de la mujer han formado, y analizando el destino que carece de genio, es antimetafísica, no sigue deducciones, no generaliza, no sintetiza. Esto es negarle á la mujer de una manera vergonzante la facultal de pensar. Según el aforismo de Descartes, pienso, luego soy, el pensamiento es lo que revela nuestra existencia; si la mujer no piensa (según Proudhon), la mujer no existe, es un sér mítico que ha forjado la fantasía. Ahora bien, ¿podrá demostrar Proudhon con todas las sutilezas de su ingenio, que el hombre existe no existiendo la mujer? ¡Hasta qué dislates conducen las alambicaciones de los que se creen pensadores, por haber descubierto que la mujer no piensa, que la mujer no es!

No necesitaba Proudhon dirigir una mirada retrospectiva para encontrar múltiples talentos en el sexo femenino, pues en su época figuraban mujeres de brillante ingenio, como han brillado en todos tiempos, mas si no admite que aun generalizada la instrucción se nivelenlas inteligencias en los dos sexos, menos ha de querer admit r el fenómeno de que siendo poco cultivado el talento femenino, deba sus resplandores á facultades propias ó naturales.

La conciencia de la mujer — añade Proudhon—es más débil que la del hombre, por la diferencia que separa su espíritu del nuestro; su moralidad es de otra naturaleza; lo que la mujer concibe como bien y mal, no está bien apreciado; de modo que relativamente á nosotros la mujer puede ser considerada como una criatura inmoral. Observadla: la encontrareis siempre en pugna con la justicia, la desigualdad es su distintivo, en ella no se advierte ninguna tendencia á ese equilibrio de derechos y deberes, que es la idea fija del hombre, y por la cual lucha encarnizadamente con sus semejantes. Ella ama las distinciones, los privilegios; la justicia que nivela los rangos le es insoportable.

¡Qué aberración! La mujer ama los privilegios y la gloria, para el sér que hace palpitar amorosamente su corazón, mientras que el hombre los ama por sí mismo.

¡Que la mujer no conoce la ley del equilibrio! ¿Cómo no la ha de conocer? Son tantos y tantos los derechos que el hombre ambiciona, y por los que pelea eternamente, que para sostener el orden social, se ha visto la mujer obligada á no reconocer más que deberes.

¡Que la conciencia de la mujer es inferior á la del hombre! ¿Saben los proudhonianos lo que es la conciencia?

La conciencia es un sentimiento estético que nos inspira horror á la culpa, porque la culpa es fea, y siendo un sentimiento estético la conciencia, indudablemente ha de estar muy despierta en la mujer, teniendo cual tiene en más alto grado que nadie el instinto de lo bello, que en moral es el instinto de lo bueno. Después de negarle á la mujer el vigor de la idea, los proudhonianos quieren negarle la conciencia, la conciencia, que es lo eximio del sentimiento, lo más etéreo del alma, lo más noble de nuestro sér, lo que distingue al sér racional de los irracionales.

La constante observación viene demostrando que la conciencia se desarrolla antes en la mujer que en el hombre. La conciencia tiene dos fases: existe la conciencia espontánea, y la conciencia educada; la conciencia espontánea se manifiesta en la mujer, la conciencia educada en el hombre. La conciencia espontánea, que es la que se distingue en el sexo femenino, es inmutable, firme, fija; la conciencia educada, que es la única que posee el sexo masculino, está sujeta á mil cambios, es regida por distintas ideas, obedece á leyes sociales. La conciencia espontánea rige todos los actos de la vida; la conciencia educada ó artificial es regida por ellos. La conciencia es la reguladora del honor, y el honor tiene origen más alto, base más sólida en la conciencia de la mujer que en la del hombre. El honor muestra siempre la misma forma en la conciencia de la mujer; siendo en ella la virtud, la práctica de la moral: el honor en la conciencia del hombre está sujeto á mudanzas. Los hombres del siglo xix entienden la idea del honor de otro modo que los hombres del siglo xvi ; en la mujer, la idea del honor es inmutable.

Necesita la mujer toda una vida de pruebas para que pueda quedar declarado su honor; el hombre se coloca con serenidad ante el cañón de una pistola, tiene cinco minutos de arrojo, y ya es hombre de honor. El honor en el hombre llámase valor ó crédito; en la mujer llámase virtud; esto es, la síntesis de todos los sacrificios, de todos los triunfos sobre sí misma, á veces hasta de la inmolación. El honor del hombre se forma con un rasgo de valor físico, material, porque el valor depende del temperamento, con un rasgo de valor que muchas veces es debido á las circunstancias, mientras que el honor en la mujer tiene que ser sostenido por un valor moral, constante, perpetuo. ¡Cuántos crímenes se cometen en nombre del honor!