Sofía - Concepción Gimeno de Flaquer - E-Book

Beschreibung

Sofía es una novela corta de la escritora Concepción Gimeno de Flaquer. En ella la autora teje una dura crítica contra las tradiciones machistas y opresoras de la época de la autora dentro de la trama de una diva del bel canto que llega a México de gira.-

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Seitenzahl: 104

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Concepción Gimeno de Flaquer

Sofía

 

Saga

Sofía

 

Copyright © 1888, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726509113

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Novela dedicada a la discreta dama Agustina Castelló de Romero Rubio

- I -

Gran animación se advertía en el Teatro Nacional de México, motivada por un acontecimiento extraordinario. Adelina Patti, la célebre diva había llegado a la tierra de Moctezuma por vez primera, y todos se hallaban ansiosos de escuchar sus trinos que según la fama rivalizaban con los del cenzontle. La Colonia española residente en México, que se distingue por la esplendidez, preparaba entusiastas manifestaciones para la diva madrileña. Los empresarios dispuestos a obsequiar a la reina del canto, habían engalanado el Teatro Nacional con los colores de la bandera española, flores y luz eléctrica. A pesar del timo que acababa de recibir la sociedad mexicana explotada indignamente por el falso Mayer, para cuya explotación se había valido del glorioso nombre de la diva, los bolsillos no habían quedado exhaustos ni se había enfriado el anhelo de oír al canoro ruiseñor, admirado en todos los climas y latitudes; pues la high life que había pagado espléndidamente un abono al estafador que se denominó agente de la Empresa Patti, volvió a dar a los revendedores hasta 600 duros, para el verdadero abono de cuatro conciertos. El Teatro Nacional que es muy grande estaba de bote en bote, habiéndose tenido que colocar muchas sillas hacinadas en los pasillos, para complacer a los que no alcanzaron localidad por haberse agotado. El deseo de oír y de ver a la célebre diva era vehemente, tanto, que el público mexicano más silencioso y comedido generalmente que el público europeo, formaba con su algazara inusitada encrespado oleaje: jamás se le había visto tan agitado. Los que por no haber salido de México no conocían a la famosa artista madrileña, anhelaban juzgarla, los que la oyeron en Europa sentían curiosidad por saber si habían disminuido las facultades artísticas de la reina del belcanto.

El público mexicano es muy inteligente en música y no se deja imponer reputaciones sancionadas en Europa; quiere fallar por sí mismo, en lo cual obra perfectamente.

Llegó el momento deseado, la Patti apareció en la escena: todos escucharon sus gorjeos con religioso silencio, pero la opinión se hallaba muy dividida. Cantaba con Adelina, la hermosa Scalchi, notable contralto, y aunque la Patti jamás quiere dividir con nadie sus laureles, el público mexicano los distribuyó entre las dos artistas. Unos decían que la Patti estaba en decadencia; otros, que el verdadero ruiseñor era la Scalchi, la cual se presentaba en el esplendor de sus facultades, luciendo una voz fresca, potente y argentina; pero todos afirmaban que, aunque en su ocaso, la Patti tenía resplandores muy brillantes.

En el primer concierto las dos artistas absorbieron por completo la atención general; pero pasado este, los concurrentes al Teatro Nacional, dueños ya de sus impresiones, empezaron a fijarse en las damas que ocupaban los palcos.

¿Quién es esa bella rubia que lleva traje blanco? -preguntó un lagartijo1.

-Es Sofía Galvín, casada con el señor Zarzamendi, rico propietario de San Luis Potosí - contestó el interpelado, que era un señor grave.

-O no la conozco o la he perdido de vista -dijo el pisaverde-. Es raro que yo no sepa quién es, pues nunca tengo que preguntar el nombre de una hermosa.

-Ya ve usted cómo en esta ocasión tuvo que preguntarlo, yo conozco a Sofía desde que era chiquita. Casó con Zarzamendi por obedecer a sus padres, pero no creo haya tenido que arrepentirse, pues su marido que la idolatra, emplea sus millones en transformarle la vida en Edén.

-¿Cuántos años tiene Sofía?

-Debe tener treinta.

-La edad de las heroínas de Balzac.

-Cuando casó tendría unos veintidós años y ha permanecido cerca de ocho en Europa.

-Viaje de luna de miel ¿eh?

-Y de estudio.

-Mucho lo ha prolongado el sexagenario.

-Ha tenido el buen gusto de querer que conociese Sofía las principales capitales de Europa. Ella es muy inteligente y ha viajado con aprovechamiento.

-¿Dónde nació Sofía?

-En Guadalajara.

-¡Ah, es tapatía!

-Sí señor.

-Debe ser muy salerosa como dicen los gachupines2.

-Sí, tiene gracia y mucho ingenio: ya sabe usted que Guadalajara es la Sevilla mexicana.

-Parece muy dichosa Sofía.

-No existe un mortal que pueda vanagloriarse de ser completamente feliz.

-¿Acaso abriga algún amor oculto?

-No se le conoce otro afecto que el amor a su marido.

-Será discreta y lo sabe ocultar.

-No comprendo por qué al tratarse de una mujer joven y bella se le han de atribuir siempre amores ilícitos.

-Porque el amor conyugal es muy soso, y tienen más atractivo las pasiones secretas, siempre más poéticas.

-Los jóvenes de hoy tienen ustedes el sentido moral completamente extraviado y por eso encuentran poéticos los amores culpables. Sofía tiene bastante poesía en su figura y no hay que buscarla en irregularidades.

-No llame usted irregularidades a esas pasiones; lo irregular va siendo el amor conyugal.

-Por fortuna no sucede así entre nosotros. Está usted calumniando a nuestra sociedad: la corrupción de que usted habla con gran cinismo, no ha tomado asiento todavía en México y espero nos libremos de ella; podrá existir lo que usted pinta en París y Londres; pero aún no nos ha llegado ese virus.

-Pero usted se aleja de la conversación con su plétora de moral. ¿Qué penas atormentan a Sofía?

-Su hija única, la niña que nació en Europa y a la cual puso el nombre de Guadalupe, en recuerdo de nuestra Patrona, se halla muy delicada de salud.

-Ya se aliviará.

-Lupe ha nacido enferma.

-Pues qué ¿no la han visto los médicos europeos?

-Sí, y también la están visitando nuestros médicos, que no son inferiores a aquellos; pero su enfermedad es terrible.

-¿Qué padece?

-Accesos epilépticos: su abuelo materno murió de epilepsia.

-¡Ah! por eso la nieta... sí, comprendo, la ley de atavismo como dicen los naturalistas, y Sofía tampoco parece muy sana.

-No está enferma; pero es nerviosa como un pájaro y su temperamento neuro-anémico le hace padecer algunas destemplanzas.

Esta conversación fue interrumpida al levantarse el telón, separáronse los interlocutores y volvieron a resonar en la sala estrepitosos aplausos tributados a la Patti.

La representación terminó sin ningún incidente; agolpose la multitud en las puertas de salida, subieron las damas a los coches, mientras algunos rezagados discutían en el peristilo del teatro, si valían los gorjeos de la diva el subido precio que costaba el abono.

- II -

La Colonia de Arquitectos es un nuevo barrio de México que ha puesto en moda el ex presidente de la República Manuel González. Respírase allí un ambiente muy puro, las casas espaciosas y poco aglomeradas tienen algunas de ellas aspecto de chalets suizos, o de esos pequeños palacios con parterre que todos conocemos con el neologismo de hoteles, aunque no lo ha aceptado la Academia. En general, las casas de la Colonia de Arquitectos tienen jardín, y como en México, gracias a la blandura del clima, jamás se despoja la naturaleza de su manto de follaje, no es extraño ver en enero el susodicho barrio convertido en vergel, lo cual corrobora al viajero observador en su opinión de que en la antigua Tenochtitlán reina perpetua primavera.

Álzase en el nuevo barrio una poética casa cuyas ventanas ojivales y semiabiertas por azuladas campanillas y olorosa madreselva presentan un aspecto misterioso que excita la curiosidad. El jardín que rodea la casa tiene surtidores con caprichosos juegos de agua, cascadas artificiales y transparentes y lagos donde rojos dorados pececillos aletean gozosos en su cárcel de cristal: no falta tampoco un pequeño kiosco sombreado por variadas trepadoras donde la pasionaria luce sus verdes clavos, cubriendo espesas celosías que hacen impenetrables los rayos del sol. En él se cultivan toda clase de plantas, pues a la gran variedad de la flora mexicana, únense plantas cubanas y europeas esmeradamente cultivadas por hábil jardinero. Pequeñas estufas permiten guardar bellas flores de Orizaba, Córdoba y Jalapa, ofreciendo los ricos matices que ostentan las flores de la llamada tierra caliente.

En ese pequeño paraíso, habita una Eva, encantadora como la que creó la pluma de Milton o el pincel de Veronés. Es Sofía, aquella interesante rubia que vimos en el Teatro Nacional vestida de blanco.

Penetremos en su gabinete de toilette, el mayor desorden reina en él, ese desorden que revela los preparativos que hace una mujer para asistir a un baile. Sobre el diván está el vestido de espumoso encaje con viso de pajizo raso, los níveos zapatos bordados en perlas que son diminutos porque han de encerrar pies mexicanos, hállanse tirados en la alfombra, en una rinconera está una caja de flores artificiales, sobre un sillón un abrigo de brocatel oriental ligeramente adornado con piel de armiño, en la mesa-tocador forrada de raso azul y cubierta por blanca muselina e idénticas cortinas prendidas con grandes lazos azules, aparecen en primer término el sachet de guantes y el abanico de plumas, más lejos el frasquito de sales inglesas y en el lavabo de jaspeado mármol poblano, jaboneras, cepillos y botellitas de esencias con marca de Guerlain y dos elegantes cajas de velutina.

Sentada ante el espejo se halla Sofía dirigiendo el peinado que le hace su doncella, la cual lucha con la dificultad de reducir a pequeños bucles impuestos por la moda, la abundosa cabellera de su joven ama. Contemplemos un instante a Sofía: su pálido cutis tiene el blanco aterciopelado de la gardenia, su correcto perfil una delicadeza griega, sus negros ojos, el fuego de la mirada árabe y su rubio cabello, los áureos reflejos de las cabelleras venecianas pintadas por Ticiano. Agregad a estos encantos un talle de sílfide y una elegancia innata y no dudareis es Sofía la mexicana más bella que ha pisado el Anáhuac.

Un nuevo personaje acaba de penetrar en el gabinete de toilette; es un personaje en miniatura, pero a pesar de ello tiene gran importancia, por ser hija de Sofía.

-Mamita -dice con zalamería la chiquilla-, ¿verdad que no vas al baile?

-Sí Lupe, tengo que ir.

-No vayas, mamacita.

-Estoy comprometida: debo muchas atenciones a la señora del ministro de Francia y no puedo faltar.

-Bien, bien, me dejas hoy que es Nochebuena y me toca dar la posada a mis amiguitas.

-Te quedas acompañada, y como sé que te has de divertir, me voy más contenta.

-No, no; si te vas no hacemos la fiesta.

-Las niñas no deben ser caprichosas.

-Si te marchas desarreglo el belén, rompo los pastores y desnudo a las muñecas. Todavía no has visto los trajes que les ha hecho la costurera.

-Enséñamelos.

-Las muñecas están escondidas hasta que vengan mis amigas porque quiero sorprenderte.

-Enséñamelas y me sorprenderé.

-¿Quién tocará el piano si te vas?

-He avisado al hijo de tu profesor que es muy amable, y os entretendrá.

-Nadie hace las cosas como tú. No quiero que venga Pepito. Bueno, bueno, ya no me quieres, lloraré y ya sabes, dice el doctor que no me conviene llorar.

-Abusas porque te quiero demasiado. ¿Sabes que te guardo un árbol de Navidad con juguetes de secreto, para que los regales a tus amiguitas?

-Si no estás tú, no quiero árbol, ni muñecas, ni nada.

-Caprichosilla, vamos al comedor que papá está esperando, y se enfría la sopa.

Empezaron a comer y una escena semejante a la que hemos presenciado en el gabinete de toilette provocada por Lupe, se verificó en el comedor.

-Papacito: dile a mamá que no vaya al baile -exclamaba la mimada chicuela.

-Hemos prometido ir.

-Vete tú.

-Muchas gracias: de modo que a mí no me quieres tanto como a mamá.

-Sí, os quiero a los dos iguales; pero con mamá me divierto más que contigo.

-¡Hermosa ingenuidad! Qué te parece Sofía.

-Que los niños son tan egoístas como los hombres.

La comida terminó silenciosamente: Lupe había comido muy poco, y esto puso de mal humor a Sofía.

-Elena te llama por el balcón -le dijo su marido.

Sofía abrió los cristales, apartó la persiana y dio la mano a su vecina.

-No te he visto en todo el día, prima -dijo esta.