La mujer intelectual - Concepción Gimeno de Flaquer - E-Book

La mujer intelectual E-Book

Concepción Gimeno de Flaquer

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Beschreibung

La mujer intelectual es un ensayo de corte feminista de la escritora Concepción Gimeno de Flaquer. En él, la escritora defiende el desarrollo del intelecto en la mujer como núcleo del progreso y de la sociedad futura, si bien desde un enfoque basado en la moral de su época y en su propio catolicismo.-

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Seitenzahl: 157

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Concepción Gimeno de Flaquer

La mujer intelectual

 

Saga

La mujer intelectual

 

Copyright © 1901, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726509205

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

La mujer puede aprender todo sin dejar de ser mujer.

Tennyson.

Cuando el talento y la sabiduría se hallan reunidos en un mismo sujeto, no me informo del sexo, admiro.

La Bruyère.

A J. A. R. la infanta Doña María Isabel Francisca de Brobin. Homenaje de

La Aulora.

I

La Eva antigua y la Eva moderna.

Sol del mundo moral, caricia de la vida, alma de la humanidad, apellídase á la mujer moderna.

Frágil, impura, germen del pecado, espíritu del mal, órgano del diablo, varón imperfecto, eterna convaleciente, fué denominada la Eva antigua.

Es cierto que todavía existen reaccionarios que consideran sér andrógino á la mujer que pospone la rueca y la calceta á la pluma y el pincel; pero los estridentes gritos de esos ciegos de espíritu son ahogados por los defensores de las nuevas ideas.

No puede reportar ventajas la insuficiencia de la mujer. Si el hombre es ilustrado, encuéntrase moralmente solo; si es tan vulgar como su compañera, ¡pobre familia, pobre hogar!

¡Gran diferencia existe entre los tiempos en que la mujer fué vendida como mercancía carnal, como fruto de la vida, y la época en que el hombre tiene que esforzarse para merecerla!

La emancipación de la Eva moderna dignifica á los dos sexos. La abdicación de la mujer antigua convirtióla en sierva.

¡Triste misión la de la compañera de nuestros antepasados, cuyo único ideal era la maternidad física! La mujer moderna, sacerdotisa de las ideas redentoras, apóstol de la regeneración, tiene una maternidad moral, ilimitada é infinita. Ejércela estableciendo esas instituciones clementes, en las que se inmola en pro de la humanidad, sin buscar aureola; esas instituciones que, moralizando al individuo, empujan á los pueblos hacia la perfectibilidad. Ejércela dando poderoso aliento á grandes empresas, colaborando con los pensadores para el engrandecimiento moral y material de la sociedad.

No temáis que desaparezca el sexo hermoso. La mujer moderna, alzada sobre el pavés de su ilustración, demuestra con el culto al amor, la ternura al niño y el esmero de la toilette, que no ha perdido sus condiciones femeninas, su peculiar idiosincrasia. No es el amor al estudio lo que aleja á la mujer del hogar, sino el entusiasmo por lo frívolo. La madre del conocido sociólogo Carlos Kautsky, aficionándose á los estudios de su hijo, llegó á trabajar literariamente tanto como él, y sus novelas vulgarizaron la ciencia sociológica, ciencia nueva, hija del siglo XIX.

Embrutecióse el hombre en brazos de la Eva antigua; civilízase á los pies de la mujer moderna.

La mujer de otros tiempos sólo fué receptiva, sér impulsivo; la de nuestros días tiene individualidad. Sometióse débilmente la mujer de ayer á las mayores injusticias de la ley; la de hoy ha hecho con sus protestas una revolución pacifica, atrayendo á la defensa de la justa causa á estadistas, filósofos, letrados, á cuantos se interesan por el más debatido problema social.

La hembra antigua poseyó únicamente la virtud pasiva de la resignación; la mujer moderna, dotada de virtudes más activas, influye en la orientación de la vida, elevándose con el ejercicio de su inteligencia á la comprensión de los intereses generales.

Criatura consciente, dotada de firmeza volitiva, no limita sus iniciativas provechosas á la familia, pónelas al servicio de la humanidad. Segura de que la misión suya está en todas partes, inquiere é investiga para arrancar victimas á la miseria y al crimen, trabaja tenazmente por el triunfo de las nobles causas, crea recursos nuevos para aliviar el infortunio, lucha valientemente por el triunfo de la equidad.

La mujer nueva inventa, perfecciona, explora, erige; es humanitarista, redentora.

En las sociedades bárbaras el poder estaba en la espada; en los tiempos modernos, en la idea.

El libro de la Baronesa de Suttnner ¡Abajo las armas! obra clásica en el movimiento en pro del desarme, llevó á muchos entusiastas al Congreso de la Paz. El grito sublime de ¡guerra á la guerra! lanzado por la Princesa Wiszniewska, creó la Liga de mujeres para el desarme internacional.

Si lo que se gasta en cañones se invirtiera en agricultura é instrucción pública, los pueblos serían más felices, porque el vicio y la corrupción nacen de la ignorancia y la miseria. Un filántropo ha calculado que con lo que cuesta á los inglesesla guerra sud-africana hubieran podido asignar pensiones á todos los ancianos del Reino Unido, dar enseñanza á todas las niñas, auxiliar á todos los indigentes, remediar el hambre de la India, dotar todos los hospitales, sostener á todos los convalecientes y guardar algunos millones.

El concurso que prestará con su actividad la mujer del nuevo siglo al progreso será muy importante, porque ella puede aportar grandes elementos á la felicidad universal.

Convencida de que la inteligencia necesita un organismo robusto en que desenvolverse, educará su sér físico para hacerlo vigoroso, enalteciendo al propio tiempo su espírita con los refinamientos más delicados.

Para mejorar las decadentes razas, fortalecerá sus músculos y su temperamento, como ya empieza á hacerlo con el sport, higiene moderna, base de la salud, y no dará á la patria seres enclenques, escuchimizados, cacoquimios, en cuyos cuerpos enfermos no pueden vivir almas sanas.

La mujer del nuevo siglo saldrá del marasmo, atonía é inercia en que estuvo sumida, y no encontrará disculpa á su far niente en la anemia y la neurosis.

Que acaben las neurasténicas con el siglo que empieza es lo que conviene á la vida material y espiritual de las naciones. De organismos equilibrados y vigorosos nacen las energías del carácter.

La Eva antigua, caprichosa, tímida, llorona, neurótica, mimada y adulada, no valió lo que vale la mujer moderna, que lucha, resiste y vence.

En la tragedia del proceso Dreyfus, que, estremeciendo á Francia, conmovió al mundo entero, aparecieron hombres malvados ó ridículos sin saber luchar con grandeza, y heroínas como Madame Henry, que se presenta en el Tribunal de Rennes para proclamar valientemente la inocencia de su marido muerto; Mme. Labory, que alza el cuerpo ensangrentado de su esposo, herido por venganza salvaje, y, sin desmayar en sus pesquisas, revuelve el mundo para encontrar al criminal; y Mme. Dreyfus, que dice enérgicamente á su marido al sorprenderle un pensamiento suicida: Si eres inocente, no debes matarte; si eres culpable, mátate. Dreyfus vive, y su mujer, que cree firmemente en su inocencia, espera con gran fe, recorriendo valientemente su calvario, la rehabilitación del esposo deshonrado por la ley.

Entre las manifestaciones de energía que está dando la mujer moderna, debe contarse el rasgo de la joven Reina de Holanda. Cuando las grandes potencias vacilaban para albergar en su suelo á Krüger, glorioso anciano peregrino de la justicia, la Reina Guillermina puso á su disposición un barco de guerra protegido por la bandera holandesa, y le ofreció hospitalidad en su palacio, como la había ofrecido en su nación al Congreso de la Paz.

Hermosas son las iniciativas de esta heroína del derecho, que al tratar de darle lecciones en el momento de jurar la corona, contestó que los actos de conciencia no necesitaban enseñarse porque para cumplirlos sólo se necesitaba poseer la intuición del deber.

La mujer del Presidente del Transvaal, dotada de carácter firme, resuelto, ha influído en la resistencia de su marido contra las injustas exigencias de Inglaterra. Aquel pueblo pequeño, que será tan grande en la historia, hace frente al formidable coloso sajón, ante el cual han retrocedido naciones que contaban para la lucha con medios de que carecen los boers.

La mujer moderna, educada entre el ocaso de un siglo y la aurora de otro, no es una muñeca destinada á exhibir la fortuna del marido, sino un sér intelectual en nada inferior al hombre, ya que piensa y trabaja. La mujer moderna es arqueóloga, como Sofía Torma; exploradora, como Mme. Bonnetain; reporter en campaña, como Sarah Wilson; antropóloga, como Julia Becour; catedrática, como la Doctora Catani; cirujana, como Miss Berlin; jurisconsulto, como Miss Phebe Conzins; arquitecta, cual Sofía Hayden; cultiva la oratoria, cual Paula Mink, y la crítica literaria, cual Ginevra Speraz, esposa de Mario Pilo, colaboradora suya en trabajos pedagógicos.

La mujer moderna vive en el mañana, sin dejarse sorprender por las contingencias desdichadas del azar; y en vez de gastar todo su haber en galas, deposita sus ahorros en esas humanitarias sociedades de seguros sobre la vida, que tan admirablemente organizadas tienen los anglo-americanos, dando participación en los empleos al sexo femenino, hasta el punto de haber nombrado Médico inspector de una de ellas á la Doctora Carolina Viderstrom.

Jules Bois observa que el tipo interior, la fisonomía del alma femenina, se ha modificado profundamente; que nuestra era asiste al florecimiento de caracteres y de individualidades que no tienen rivales en ningún tiempo pasado; que este fenómeno ha inspirado á todos los filósofos, á todos los poetas, á todos los escritores.

Las recompensas que en otras épocas fuéronle tan regateadas á la compañera del hombre, no se le escatiman hoy. En los pueblos que marchan á la vanguardia de la civilización existen mujeres que ostentan condecoraciones. Francia ha concedido á cincuenta la cinta roja de la Legión de Honor y á veintitrés la Medalla Militar.

La mujer de otros tiempos no debía ver, oir ni hablar; la de nuestros días discute en Ateneos, preside Congresos, forma parte de tribunales, asóciase á la vida espiritual del hombre, á la vida del progreso, á la vida de la patria.

Nunca como hoy puede decirse que en el fondo de todo gran acontecimiento existe una mujer. Hasta en China, donde se mira con desdén al sexo femenino, hállase la política en manos de una Eva. Europa ha sentido el duro yugo de esa política, que maneja con gran falacia la Emperatriz Tsh-Tsi.

__________

II

S. A. R. la Infanta Doña María Isabel Francisca de Barbón.

Es muy digna de estudio la fisonomía moral de esta Princesa, cuyas líneas, determinadas con precisión, nitidez y relieve, presentan notable originalidad.

Su alma, dotada de virtudes viriles, ofrece grandes contrastes: la Infanta Isabel es enérgica sin dureza; carece de toda coquetería, de toda frivolidad femenina y posee ternura de mujer; remóntase á las alturas de la metafísica, y achica sus potentes alas, revoloteando á flor de tierra, para atender á minucias que escaparían á penetracion menos sutil; es alegre sin ligereza, irónica sin mordacidad, seria y reflexiva con expresión risueña.

Su vigoroso entendimiento satúrase de conocimientos enciclopédicos, que le permiten disquisiciones eruditas, sin pedantería, encantando con ellas al naturalista, al arqueólogo, al músico, al historiador.

Su talento profundo complácese en los problemas filosóficos, brillando en todos sus argumentos la dialéctica del razonador apremiante, la lógica de una sindéresis sana: hubiera asombrado á Descartes, como asombró Cristina de Suecia al filósofo francés.

Si yo creyera en la metempsicosis, afirmaría que un espíritu pagano fundióse en los católicos sentimientos de esta Princera: tan vehemente es su pasión por la antigüedad clásica, tan grandes son las nociones que de ella tiene adquiridas.

Posee un sentido estético extraordinario, clarísima intuición para distinguir rápidamente lo bello de lo mediocre, y juicio tan exacto en las clasificaciones, que pudiera ser preceptista en materia de belleza.

Es culta cual Margarita de Valois, aquella interesante Reina que fué denominada la Margarita de las Margaritas, por haber descollado entre todas las ilustradas Princesas del siglo XVI que llevaron ese nombre.

Proteje á los artistas, impulsa los certámenes intelectuales, proporciónase goces del espíritu, respirando la atmósfera del arte y del ingenio, en sus peregrinaciones por Museos y Academias. Cultiva la música; sus conocimientos en el divino arte son teóricos y prácticos, habiéndole dado reputación de pianista.

Ama á la naturaleza con entusiasmo, porque la siente, sin que penetre en este amor ninguno de los sistemas cosmogónicos de Spinoza ó Herder; ámala con espíritu poético.

Cuando la Infanta Isabel vive lejos del campo, necesita rodearse de cuadros, para poder contemplar el aterciopelado césped, la robusta encina y la elegante palmera, el rielar de la luna en diáfano lago. Pídele á la música armonía imitativa, que le reproduzca fielmente rumores del bosque, susurros de brisa, murmurio de olas.

Prefiere á las fiestas sociales las campestres; diviértenla apuestas de equitación, cinegéticas: nunca se halla más contenta que cuando veranea en La Granja, en donde existen jardines superiores á los de Versalles. En La Granja es el hada benéfica de los pueblos segovianos: su nombre conviértese en palabra mágica, amuleto, emblema de felicidad. Dotada de imaginación activa, no descansa un momento, inventando rifas y funciones teatrales á beneficio de los pobres, jiras campestres para la colonia, cacerías, cotillones infantiles, excursiones artísticas. Está en todo, no descuida lo más nimio; delicada y correcta siempre, atiende al más pequeño detalle, para no lastimar el amor propio de nadie. Su ternura de corazón hállase al nivel de su elevada inteligencia; así es que sabe hacerse amar. Con su acostumbrada discreción tiene el buen gusto de poner en moda la modestia en el vestir, y no existe allí la enojosa rivalidad de lujo que en otras residencias veraniegas.

La Infanta Isabel muestra predilección por los paseos solitarios.

El torbellino de la vida social no puede satisfacer más que á seres de escaso entendimiento ó corazón vacío; los espíritus elevados desean vivir dentro de sí mismos muchas horas: necesitan estudiar, meditar. Por eso la Infanta Isabel se aisla algunas veces.

Si en la Corte es respetada por sus cualidades morales y por su ilustración, el pueblo la quiere por su sencillez, franqueza y patriotismo. Del sincero afecto del pueblo recibe expresivos testimonios siempre que se presenta en las tradicionales fiestas madrileñas.

Toda persona que es recibida una vez por ella, conviértese en partidaria suya: uno de los rasgos de su talento es no abrumar con las fórmulas palatinas, no hacer sentir á los grandes el peso de la etiqueta, ni á los pequeños el peso de su grandeza.

Su conversación es agradable: su palabra fácil, aguda, natural, oportuna; posee vena crítica, pero la benevolencia de su alma extingue la sátira que asoma tímidamente alguna vez á sus ojos, sin estallar en frases jamás. Nunca sacrifica á sus semejantes por lucir un retruécano de efecto ó un ingenioso epigrama.

Existe la absurda y rutinaria creencia de que el elogio tributado á personas de regia estirpe suele ser inmerecido. ¿Acaso los Príncipes tienen que carecer forzosamente de altas cualidades morales? Si las poseen, ¿por qué negarles alabanzas que no se niegan á personas de clase inferior?

Hay gente que se complace en regatear el elogio, lo cual no debiera hacerse nunca, porque el elogio estimula, despierta emulación, dando á conocer méritos ignorados; y al coronar la virtud, lo cual es de justicia, la hace germinar en muchas almas. De algunos seres no se puede hablar sin que la alabanza brote espontánea; la Infanta Isabel es uno de ellos.

El arte español débele tanto como debió el arte universal á las ilustradas Princesas del Renacimiento.

___________

III

La Esposa del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Exema. Sra. D.a Carmen Romero Rubio de Díaz.

Pretenden los orientales que el hombre amado por una mujer bella y buena se halla defendido de los rigores de la adversidad. La mujer es la fortuna —afirman; —y nunca se habrá realizado con más exactitud el proverbio que al referirse á la esposa del ilustre Presidente de la República Mexicana. Desde que éste unió su existencia á la de la interesante Carmen Romero Rubio, sus aciertos se han centuplicado, caminando siempre de triunfo en triunfo, de progreso en progreso, como si un astro protector iluminara las sendas de su vida.

¡Benéfica ha sido para México la influencia que la culta dama ejerce en el Presidente de aquella nación! La esposa del General Porfirio Díaz es su Egeria, el hada que le hace realizar portentos, la maga que convierte en fácil lo imposible.

El General Díaz, hombre de gran capacidad intelectual, de poderosa voluntad, de pronta iniciativa, de acendrado patriotismo, no hubiera podido conservar su gran popularidad sin la dulce influencia de su tierna compañera.

Él es la justicia que decreta, ella la clemencia que llega siempre á tiempo para suavizar el rigor de la justicia. Mientras el gobernante consagra sus altas dotes de mando á la solución de complicados problemas; mientras se preocupa seriamente con el engrandecimiento de la patria, Carmen vela por los desgraciados. Para él la gloria esplendorosa cuyo fúlgido resplandor se vislumbra desde los más apartados pueblos de América; para él triunfos, victorias, palmas y laureles; para ella la gloria callada, modesta, que no alcanza una página en la historia, que no se refleja en el cristal de la posteridad, que no tiene irradiaciones, que se condensa en la palabra gratitud, grabada en los corazones del menesteroso, del afligido. Carmelita, como cariñosamente la llaman en México, queriendo expresar la ternura que su bondad inspira, es el ángel que vela por los tristes hogares.

Nadie mejor que ella encarna el ideal de la mujer sociable sin frivolidad, sensible sin sensiblería, ilustrada sin pretensiones, caritativa sin ostentación, virtuosa sin severidad. La virtud severa podrá inspirar admiración, pero sólo la virtud amable posee el mérito de hacerse amar. Carmelita distinguese por la benevolencia, y la benevolencia es la cortesía del corazón.

La actividad de esta ilustrada dama no tiene limites: ella funda asociaciones benéficas como La amiga de la obrera, visita hospitales, cumple deberes sociales y religiosos, patrocina empresas piadosas, nutre su entendimiento con sanas lecturas.

Cultiva la música, sigue el movimiento literario-artístico americano y europeo; rodéase de cuadros, estatuas, pájaros y flores.

Ya conocéis su sér moral. Voy á presentaros un boceto de su sér físico, que ni mi pluma sabe perfilar ni la fotografía reproducir con fidelidad. Carmelita es elegante y esbelta como un lirio, atrayente cual delicado perfume; su rostro, de líneas sua ves y armoniosas, que parece formado de hojas de gardenia, posee expresión angelical; en sus grandes ojos de mirada profunda, dulce y melancólica, reverberan la bondad y la inteligencia.

Muéstrase correcta en las relaciones sociales, tan correcta como en su atavío; tiene el buen gusto de acatar la moda, sin rendirse servilmente á los absurdos despotismos de la inconstante diosa.