Civilización de los antiguos pueblos mexicanos - Concepción Gimeno de Flaquer - E-Book

Civilización de los antiguos pueblos mexicanos E-Book

Concepción Gimeno de Flaquer

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Beschreibung

Civilización de los antiguos pueblos mexicanos es el texto de una conferencia dada por la autora Concepción Gimeno de Flaquer en el Ateneo de Madrid en 1980. Se basa en una disertación histórica sobre los pueblos precolombinos y su destino a la hora de enfrentarse al conquistador español.-

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Seitenzahl: 60

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Concepción Gimeno de Flaquer

Civilización de los antiguos pueblos mexicanos

DISERTACIÓN HISTÓRICA LEÍDA POR SU AUTORA EN EL ATENEO DE MADRID EN LA NOCHE DEL 17 DE JUNIO DE 1890.

Saga

Civilización de los antiguos pueblos mexicanos

 

Copyright © 1890, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726509274

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

EXCMO. SR. GENERAL PORFIRIO DÍAZ

presidente de la repúlica de los estados unidos mexicanos

__________

A Ud, tan amante de la historia de su patria y tau tau couocedor de ella, dedica esta disertación histórica referente á los pueblos del Auabúac, su afectísima amiga,

2. B. S. m., Concepción Cinteno de Flauer

Los pueblos americanos tuvieron civilización propia, con todos los caracteres esenciales de la originalidad, en la cual vinieron á ingertarse las ideas de las civilizaciones asiáticas por Occidente, y más tarde las de Europa por Oriente.

M. Orozco y Berra.

I

Para formar exacto juicio acerca de los pueblos del Anahúac, no deben consultarse historiadores semejantes á Paw, Dappers y Robertson, que denigran sistemáticamente sin apoyar en ninguna base sólida sus opiniones.

Sabido es que á los indios americanos les ha sido negada hasta la razón por algunos historiadores, y sin embargo, Solís, que es para los españoles en su historia de la Conquista, lo que Virgilio en la Eneida para los Césares y lo que Tito Livio en su historia para los romanos, no puede menos de encontrar discreta la contestación que dió un indio á Juan de Grijalba en el río de Tabasco, cuando el compañero de Cortés le ofrecía paz y grandes felicidades si sometía su tribu á Carlos V.

—«No me parece buen género de paz — dijo el cacique, — la que se quiere introducir envuelta en la sujeción y el vasallaje, ni puede dejar de extrañarnos que se nos hable de nuevo señor, sin saber si estamos contentos con el nuestro.»

Algunos viajeros europeos, tal vez por falta de análisis, por rutina hereditaria, ó por lucir frases de efecto, han querido sostener que los indios no eran hombres, sino sátiros ó monos grandes, á los cuales era lícito matar sin remordimiento; pero el examen de la verdad debe buscarse en historiadores serios, que se respeten á sí mismos, y sean incapaces de asentar absurdos á trueque de parecer originales.

Nada más contrario á las calumnias de algunos escritores, que la autorizada opinión de Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México. En su carta al Capítulo General de Franciscanos, reunido en Tolosa, dice hablando de los indios: son inteligentes y bastante ingeniosos, sobre todo en la pintura. El docto Padre Acosta, que vivió largo tiempo entre los indios del Continente Americano, dedica en su excelente obra «Historia Natural y Moral,» varias páginas á demostrar el claro entendimiento que poseían; el, famoso Bartolomé de las Casas, que tanto trato tuvo con ellos, dice en uno de los memoriales presentados á Felipe II: son los americanos de ingenio vivo y despejado, bastante dóciles, capaces de admitir toda buena doctrina y aptos para recibir nuestra santa fé y las costumbres virtuosas. El insigne Prelado Julián Garcés, obispo de Tlaxcala, tan alabado por Nebrija, celebra la inteligencia de los indios en su carta á Paulo III; el erudito Padre Durán, se asombra de que vivan en la superstición personas tan hábiles y entendidas, y por último, Cortés y Bernal Díaz, hablan con encomio de la capacidad de los indios para las artes liberales, pues era tanta la rapidez con que pintaban, que después de la Conquista, sabiendo ya la escritura alfabética, continuaron escribiendo su historia en geroglíficos, por los grandes elogios que tributaban los españoles á sus trabajos pictóricos.

Tan disparatado es el calificativo de bárbaros que se dió á los incas del Perú, como á los azteca ( 1 ), y con razón se indigna Zurita, que vivió diez y nueve años en Nueva España, de que se hable tan injustamente de los tenochca.

No porque existiera alguna tribu inculta cual la de los otomite ó chichimeca, es lógico afirmar que todos los pueblos del Anahúac eran bárbaros; en Asia, cuna de la civilización europea, existen todavía tribus salvajes y dispersas.

Tan pronto como los descendientes de Tenoch terminaron sus peregrinaciones y por inspiración de su dios principal Mexitl ó Huitzilopochtli se fijaron en Tenochtitlan, en 1326 de nuestra era, dejaron de ser trogloditas, construyendo edificios que admiraron á los conquistadores, según puede verse en sus descripciones. El salvaje no atiende más que á las necesidades materiales, y tanto los tolteca, como los acolhua, cholulteca, maya y zapoteca, han dejado claros testimonios de sus aptitudes para el cultivo de las ciencias y las artes, como pienso demostrar, no fiándome de historiadores de gabinete que escriben la historia de los pueblos americanos sin haber salido de Berlín, Roma ó Viena, sino valiéndome de opiniones propias cimentadas en mis observaciones, al visitar las ruinas, archivos y museos de México. Para determinar la civilización de los pueblos, deben conocerse sus monumentos arquitectónicos, las representaciones de sus dioses, artes decorativas, estatuaria, alfarería, amuletos, joyas y toda clase de utensilios empleados en la vida doméstica, á cuyo estudio me han llevado mis aficiones arqueológicas.

II

No era necesario que Paulo III declarara racionales á los que tenían fortificaciones ( 2 ) tecoallis, que servían de templo y fortaleza, como el acrópolis griego, correos por medio de cuerdas cuyos nudos trasmitían perfectamente las noticias, jardines botánicos, tan famosos como el de Huaxtepec, en donde se reunía la flora medicinal, jardines de plantas de ornamentación como el de Tetzcotzinco, y chinampas ó huertos flotantes que maravillaron á los conquistadores, haciéndoles pensar en los jardines aéreos de Babilonia.