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El fresco del fuego es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la trama se articula en torno a un fuego que se prende en un piso y que pone patas arriba a toda la comunidad, donde todos se apresuran a contemplar el estropicio y nadie quiere ayudar a apagarlo.-
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Seitenzahl: 45
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
Saga
El fresco del fuego Pedro Muñoz Seca Cover image: Shutterstock Copyright © 1925, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508567
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
EL “AS” DEL TRIMESTRE.
El prestigioso dramaturgo D. Pedro Muñoz Seca, el ídolo de los públicos, el que tiene acaparada la risa de las multitudes, el más discutido y censurado de todos los autores españoles... ha cedido galantemente dos obras suyas, “El fresco del fuego” y “Dentro de un siglo”, para que sean publicadas en “LA NOVELA DE VIAJE ARAGONESA”.
Dedicándome su retrato, me decía entre otras cosas con esa gracia suya característica y regocijante el afortunado autor de “La pluma verde”: “si le gustan las dos obras, las publica, para cuatro días que vá uno a vivir...”
Muñoz Seca, no es el autor de una obra cumbre y las otras como satélites girando en torno suyo, en torno del astro de primera magnitud... no. Se suele decir: el autor de “Los Intereses creados”. El autor de “La Garra”, etc. Fué una obra quien los encumbró, elevándolos al pedestal de la fama.
Muñoz. Seca, es el autor afortunado de “La venganza de Don Mendo”, de “La pluma verde”, de “El condado de Mairena”, de “El roble de la Jarosa”, de “El príncipe Juanón”, de “Los chatos”, etc. No es conseguir el éxito rotundo en una obra, sino en varias, lo que demuestra su gran pericia teatral, el hábil manejo de los muñecos, en una palabra; ser el gran psicólogo del público ese Juez tan incomprensible y absurdo a veces, y que Muñoz Seca, lo domina, amaestra, fascina, lográndolo vencer “metiéndoselo en el bolsillo”, valga la frase.
Este “as” del trimestre, que lo acapara todo, “el dinero se entiende” y que muchos autores al llegar a la Sociedad a liquidar sus derechos, suelen decir: “¿ha dejado algo Muñoz Seca...?”, tiene 140 obras escritas, ¡son obras! ¿verdad lector? y aunque en alguna se equivoque ¿no está justificado y aún perdonado.
Así se explica la gran labor desarrollada, pues solo el trabajo material de llenar las cuartillas se lleva un buen rato.
Hace poco ha conseguido como sabe el lector uno de sus triunfos definitivos con su obra “Lo que Dios dispone”. Muñoz Seca ha conseguido “eso”; lo que debe aspirar a conseguir todo autor teatral: que sus obras sean discutidas y censuradas. Esas son precisamente las que dan gloria y dinero. Peor es cuando al estrenar una obra, les dá a los críticos por coincidir y salir diciendo: “sí, está bien, es una obra que gusta...”, sin pelos, ni señales ni discusiones acaloradas, ni periódicos santos y mártires que excomulgan la obra y toman el rábano por las hojas, pero que todo esto, toda esta atmósfera es muy conveniente para el buen nombre del autor y para la buena marcha de la taquilla. No hay que darle vueltas. Líbreme Dios de estrenar una obra que no se discuta; ya me he caído.
Y esto es precisamente lo que ha conseguido este autor cumbre, este genio teatral llamado Muñoz Seca, tan envidiado por todos y que él se sonríe de todo con una sonrisa olímpica, que traducida al más perfecto castellano, pudiera decir: “Venga jaleo, que yo voy bien en el burro”.
A Rafael García Rodríguez (Erregé), poeta, cronista, autor y uno de mis mejores amigos.
Comedor en casa de Liberio Berlanga: un comedor modesto, pero benito. Una puerta a la izquierda, otra en el foro y un balcón a la derecha.
Es de noche. Epoca actual. La accion en Madrid
(Al levantarse el telón la mesa está puesta y la sopera humea sobre el blanco mantel, pero nadie se acuerda de la comida. Hay un incendio en la esquina, y BERLANGA, señor de la casa; ELENA. su esposa, y DAMASA, la criada, agolpados ante el balcón de la derecha, contemplan el siniestro.)
ELENA.—¡Qué horror, Liberio, qué honor! Va a arder toda la casa!
BER.—No se ha desplomado ya porque es de hierro y ladrillos, pero el fuego toma un incremento espantoso.
DAM.—Y ha empezado en la droguería de Lago, ¿ no?
BER.—Sí. Ya la droguería no es más que una llama, y el piso primero, donde vive ur dentista americano, otra llama.
ELENA.—Mirá, allí está Lago.
BER.—¿ Cuál es?
ELENA.—Aquel que está lleno de agua.
BER.—¡ Pobrecillo!
ELENA.—Y aquel otro es el dentista.
BER.—¿El del hongo?
ELENA.—No: el que está examinando aquella boca.
DAM.—¿Qué boca, señorita?
ELENA.—Mujer, aquella boca de riego.
BER.—Sí, tienes razón. ¡ Pobre Marinelli!
DAM.—Los vecinos están sacando los muebles; vea usté.
BER.—¡Qué hermosa columna!
DAM.—¿No es un piano?
BER.—Me refiero al humo, Dámasa.
ELENA.—¡Dios mío, qué llamas!
BER.—Voy a llegarme un momento, Elena.
ELENA.—¿Pero tienes obligación de ir?