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¡Usted es Ortiz! es una comedia teatral de enredo del autor Pedro Muñoz Seca. Contada en tono satírico y con un humor ácido, narra un reencuentro familiar dos años después de la muerte del inventor Feliciano Ortiz. La aparición del espíritu ocasionará numerosos enredos y situaciones cómicas.-
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Seitenzahl: 118
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
CARICATURA SUPERREALISTA
EN TRES ACTOS
ESTRENADA EN EL TEATRO DE LA COMEDIA, DE MADRID, EL DÍA 9 DE SEPTIEMBRE DE 1927
Saga
¡Usted es Ortiz! Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1927, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726507850
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Droits de representation, de traduction et de reproductión réserves pour tous les pays, y compris la Suede, la Norvége et la Hollande.
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Queda hecho el depósito que marca la Ley.
Un gran salón en el castillo de Ort í z de Crochino, vetusta mansión, casi feudal, situada en las cercanías de Valtablado de Beteta, pueblecito de la provincia de Cuenca.
Hay en este salón una monumental y artística chimenea en el ángulo de la derecha, un balcón en el foro, dos puertas en el lateral izquierda y otra, la de entrada, en ¡a derecha, primer término. Los muebles, magníficos, han conocido la florida época del renacimiento y los tapices y las altombras y cuanto hay en la estancia, y habrá mucho y bueno, ostenta la pátina de los siglos. May una vitrina con abanicos y objetos de arte y dos cuadros del siglo diez y seis, escuela italiana, ricamente enmarcados. Soa las once y media de la noche del d í a 31 de diciembre de 1926. Una mala noche porque unas veces llueve y truena y otras n í eva y vantéa furiosamente.
Al levantarse el telón la escena está a oscuras. Se escucha el zumbido del viento. Por la cristalera del balcón penetra la viva luz de un relámpago. Un trueno y en seguida se oye dentro la voz de
Juan Cerro
Juan ( Dentro.) ¡Ensienda usté, mardita sea er bicarbonato!
Eve. ( Dentro.) ¡Espere usted, cristiano!... (EntraEverilda en escena por la puerta de la derecha y da vueltas a una llave, de luz que hay cercana. Golpe a golpe se van encendiendo las bombillas de una gran araña que pende del centro del artesonado. Queda la escena intensamente alumbrada. Everilda, ama de llaves de la familia Ortiz, mujer de cincuenta años, trae dos saquitos de manoyviene muy abrigada, porque araba de hacer un viaje en automóvil con Juan Cerro, especie de mayordomo, y con Eulogia, cocinera de la casa, mujer joven y algo asustadiza.)
Eul. (Entrando con una cesta, en la que se supone que hay viandas y cacharros.) ¡Jesús qué noche!
Juan (Entrando con dos maletas, que no suelta,y con un abrigo que le está grande.)¡¡¡Mardita sea el invierno, y la lluvia, y la nieve, y la provincia de Madrí, y la de Cuenca, y la hora en que yo salí de Puerto Reá, que aquel día debieron abrírseme a mí las diez yemas de los diez deos de los pies!!!
Eve. Cuando acabe usted de desahogarse ponga aquí las dos maletas.
Juan (Que, como se habrá visto, es uno de esosandaluces renegantes que maldicen con los dientes apretados para que las palabras tarden más en salir y la maldición sea más larga.) ¿De desahogarme? ¡Vamos, señora!... Pa rosoplá yo to lo quemao que estoy nesesito dos mases. (Dejando las maletas en el sitio que indicó Everilda y estirando los brazos.) ¡Mardita sean las hipotenusas de los triángulos! ¿Pero me quieren ustede desí a qué venimos aquí el 31 de Disiambre y con el tiempesito que hase, que mardita sea la nieve y el primero que hiso horchatas en el mundo?
Eul. (Cerrando la puerta de la derecha pegandotiritones.) ¡Entra un aire más frío!...
Eve. Ahora subirán leña para encender esta chimenea.
Eul. Yo creo que a la señorita le falta un tornillo.
Juan Un tornillo, la tuerca y la redondelita esa que le ponen pa apretá bien. Hay que ve er caprichito de vení a comé las uvas a este castillo. ¡Permita Dió que se atragante!
Eve. ¿Pero qué uvas ni qué rábanos, hombre de Dios? ¿Cree usted que venimos aquí de monsergas? ¿No se acuerda usted de que hace hoy dos años que murió en este castillo D. Potentino Ortiz, el marido de la señora?
Juan ¡Mardita sea mi cara, que es verdá!
Eul. (Escamada.) ¿Murió aquí?...
Juan Y en este sillón. (Eulogia se separa del sillón.) Parece que lo estoy viendo. ¡Tan ético y tan simpático! Claro, la viuda querrá haserle mañana temprano algún fuñera y querrá que asistan a él alguna de las personas que estábamos aquí cuando “caeció” el fallesimiento.
Eul. A mí me encargó que trajera desayuno como para diez.
Juan Pos diez vamos a sé. Mi número. ¡Me...!
Eve. ¿Va usted a empezar de nuevo?
Juan Señora, si no estoy aquí a gusto y tengo mis razones. A mí toas estas casas antiguas con yedra y lagartijas por fuera y arañas gordas y murciélagos por dentro, me... me... (Un relámpago.) ¡Me caigo en la lertrisida y en los “reóforos” de los polos negativos!
Eul. ¡Por Dios, Juan Cerro!
Juan Señora, si estoy ya de relámpagos que me salen los ampéres y los kilowatios elértricos por las glóbulos de las orejas. ¡Josú, qué tiempesito!... Además, que yo sé que en este castillo suseden unas cosas muy raras y...
Eul. ¡Ay, no me asuste usted!... ¿Es verdad eso, Everilda?
Eve. Por lo menos la noche que murió el señor...
Juan No me recuerde usté aquella noche, Everilda, que me se ponen los pelos como garrochas. ¡También había un tormentaso!... ¡Josú! ¡Lo de veses que s’apagaron las luses!
Eve . ¡ Qué susto!
Juan Cayó un rayo en la capilla y... ¡qué cosa tan rara! La grieta que dejó en la paré tenía justo, justo el perfí der muribundo. (Tiembla Eulogia.) Allí está que puede verse.
Eul. ¿Es de veras, Everilda?
Eve. Sí, hija mía, sí. Y lo del espejo fué mucho peor. Al mismo tiempo que D. Potentino dejaba de existir, se cayó un espejo que había en ese testero...
Juan (Con asco.) Eso no lo sabía yo.
Eve. Se hizo trizas...
Juan (Haciendo con los dedos “lagarto, lagarto”.) ¡Mire usté qué guaza!
Eve. Y el pedazo que quedó pegado al marco era también exacta, exacta, la cara del señorito. Un dibujante no lo hubiera recortado mejor. En ese mueble lo tiene guardado la señora.
Juan (Separándose del mueble.) ¡Qué malísima pata tiene eso!
Eve. Además, todos vimos el alma del señor.
Eul. (Asustadísima.) ¡Ay, Everilda!
Juan (Idem.) ¿En el espejo?
Eve. No, hombre. Es que en aquel momento hubo un apagón a resultas de un trueno muy grande, y vimos cómo se abría esa puerta y aparecía una luz... (Suena un truenoyqueda la escena a oscuras.)
Eul. ¡¡ Ay!!
Eve. ¡Jesús!
Juan ¡Chavó!
Eul. ¡Dios mío!...
(Tiemblan.)
Eve. Uúúúúna cerilla...
Juan Dóóóónde tengo yo er mocherito... (Saca unmechero e intenta encenderlo infructuosamente.) ¡Mardita sea er tangolio y er petrolio y er monopolio...(Lostres ahoganungrito al ver que se abre la puerta de la derecha y asoma una luz.)
Casa. (Hombre del pueblo con un farol y un pocode leña fina.) Aquí estoy yo con la leña. Con la venia de tós. Buenas noches otra vez y mandarme.
Juan (¡Te daba yo a ti una de leña mardita sea san serení der monte y su padre!...)
Casa. Segundo apagón que tenemos esta noche. No sé qué pasará. (Manipulaenla chimenea.)
Juan ¿Qué quiere usté que pase, hombre? Que con los truenos “tripitan” los cables, “recurpete” en la “dignamo”, allá, aonde sarta el agua de los sartos, se carcujan las “tumbinas” y las bombinas se descargan.
Casa . ¿Es usted ingeniero?
Juan No hace farta sé ingeniero pa sabé eso que es “lementá”.
Casa. Encenderé aquí; con el premiso, usté lo tiene y mandá. Está tó dispuesto. No hay más que arrimal las verutas y ya está. (Se dispone a encender.)
Juan ¡Verutas! ¡Esta gente que no sabe ni hablé!... (A Everilda.) ¿Quién es?
Eve. Es Casado.
Juan Le pregunto a usté que quién es.
Eve . Casado, hombre: el alguacil de Valtablado de Beteta, que es el que tiene las llaves de la casa y el encargado de cuidar el parque...
Juan Pues este Casado es un tío ca...mueso, que nos ha dao un susto que a mí se m’ha quedao la ropa grande. (Nuevo relámpago, seguido de un trueno lejano.)
Casa. ¡Mala velá!... Y con la famita que tiene este castillo cuando soplan los “lucaranes”. (Enciende la chimenea.) Yo me he determinao a entral porque estabais ustés, que si no, iba o entral aquí el “Pronuncio” de Su Santidá.
Juan (¡Qué bruto!)
Casa Ni que me dieran tó el oro del Pontosí... Yo sé que este castillo tiene eso que la dicen “jete”, y yo con la jeta no quiero gromas. Por eso está tó unas miajas descuidiao. Dende que murió, ya va pa seis meses, la Geroncia, que era la encargá del cudio... En esa butaca murió; ¡Dios la haya Eulogia se separan de la butaca.) La poperdonao!, de salú sirva, amén. Juan y brecilla en vísperas de casarse...
Eve. (Extrañada.) ¿Eh? ¿Pero iba a casarse?...
Casa. Con uno de ahí, de Cuenca. Muy sempático que era el “cuencuense”. Toas las noches venía a acompañala, porque a ella le daba mucho miedo el estal aquí sola de noche, sobre tó a estas horas; de once a una, que es cuando se ven las apariciones.
Eul (Temblando.) ¡Ay, Everilda!...
Casa. Ella consultó a la señora, la señora le dió el “cosentimiente” y mire usté qué sombra...
Eul. ¡Ay!...
Juan ¡Dónde!
Casa. Quiero decir, que mire usté qué mala pata; mientras que él se fué a arregla! los papeles, cogió ella la gripe y... al callejón los toreros. ¡Lástima de mujé! Ya lo sentiría la señora, ya. Porque la señora no tenia secretos pa ella, y si la dejó aquí fué, según decían, por cosas de los espíritus, que vaya usté a sabel. ¡El susto que yo pasé el día que le dieron tierra! Estábamos aquí, asina, como ahora, cuasi a oscuras, y de pronto vino una luz... (Seenciende súbitamente la luz. Juan, Everilda y Eulogia ahogan un grito de espanto y quedan luego tranquilos.) ¡Menos mal! Ya tenemos la luz otra vez.
Juan Mardita sean los corales de la má, que hasta sarpullío tengo ya de tantísimo susto. ¡Haga usté er favó de callarse, hombre!
Eul. (Temblando.) ¿Y es verdad que de once a una hay apariciones?
Casa. Sí, señora. Y ahora más, porque ahora dicen que se aparece también el difunto don Potentino. Pero, vamos, el que aquí se ha apareció siempre, que yo lo he visto, ha sido un fraile: Fray Pompilio, uno que, según las romanzas, robó a una castellana, allá en los “lino tiempore”, cuando había castellanas. Porque este castillo es más antiguo que el comé.
Juan ¡Ya lo creo; eso lo sabe tó er mundo! Ahí, a la entrada, hay una lápida en el “pértigo” con una “suscrición”, de un año, que ya ven ustedes si sería antiguo el año, que toavía no se habían inventao los número: allí se pué leé: año equis, ele, eme, y qué sé yo. ¡De los tiempos de Soponcio Pilato! Porque este castillo fué de los “ebéricos”, cuando los cantagineses. Aluego, cuando la invasión “sarasena” de los árabes, lo conquistó un “gemir” muy valiente que era Arderramán de Córdoba y que se llamaba “Arcanfó”, y a este Arcanfó se lo conquistó un antipasao de mi amo que se llamaba don Gaitero de la Serda.
Casa. (Boquiabierto.) ¡Lo que sabe usté!
Juan (Muy satisfecho.) Hombre, oigo habla a mi amo, que es un hombre de un “saber foire” muy grandísimo; viajo por ahí con él, y aunque uno no quiera, siempre se le pega a uno arguna cosa. (Suena dentro un claxo.)
Eve. Un automóvil.
Eul. ¿Será la señora?
Eve . Abra usted, Casado.
Casa. Abriré y dejaré abierto, porque yo me tengo que ir. A las doce hay misa de fin de año en la iglesia del pueblo, y yo tengo que ayudala. Mañana vendré a prima hora, por si hace falta alguna cosa. Buenas noches nos dé Dios.
Eve. Buenas noches, Casado.
Eul. Buenas noches.
Juan Adiós, hombre. (Se va Casado por la derecha, llevándose el farol.)
Eve. Lleve usted todas esas cosas a la cocina, Eulogia.
Eul. (Miedosísima.) Yo no sé dónde está la cocina, ni yo voy sola a la cocina, aunque esté ahí al lado. Eso de las apariciones me... me...
Juan Pero, mujer, ¿va usté a hasé caso de ese infelí? ¡Qué aperisiones ni qué tonterías! Ese Casado es tonto! Ya vé usté si será tonto que es Casado desde que nasió.
Eve. Acompáñela usted, Juan.
Juan ¿Yo? ¿Pero es que voy yo a sé carabina de cosineras? Vaya usté con ella, que es su obligasión de usté, y ya está.
Eve. (Muy contrariada.) Venga usted por aquí. Iré encendiendo...
Eul. ¡Ay, sí! Yo en esta casa y a oscuras, ni a coger monedas de cinco duros.
Eve. (Haciendo mutis por la primera puerta dela izquierda.) Sígame usted. (Vase.)
Eul. (Haciendo mutis tras ella, llevándose lacesta de las viandas, que le suenan, de lo temblorosa que va.) ¡Dios quiera que a mí no me dé algo!... (Mutis.)
Juan (Escamado.) Tampoco me hace a mí ninguna grasia el quedarme aquí solo. (Se dirige a la puerta de la derecha y grita hacia el lateral.) ¡Aquí hay lumbre!... (¡Asuca!... Doña Valentina Selama y el asaura de su niño!)
Val. (