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El gran ciudadano es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la trama se articula en torno a un misterioso robo llevado a cabo por un vecino de una pequeña comunidad, y la desaparición del dinero robado tras su muerte.-
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Seitenzahl: 142
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
FARSA EN TRES ACTOS
ESTRENADA EN EL TEATRO BENAVENTE, DE MADRID EL 13 DE MAR O DE 1935
PRIMERA EDICIÓN 1.000 ejemplares
Saga
El gran ciudadano Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1935, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508550
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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esta obra es propiedad de su autor queda hecho el depósito que marca la ley
A José María Valiente
Despacho del director de una cárcel en una capital de provincias. Una puerta en cada lateral y una ventana alta, con reja, en el foro. Es de día. Época actual. Otoño.
Están en escena al levantarse el telón, OVEN y CUADRADO. OVEN, el director de la cárcel, es un cincuentón mal encarado, que habla mordiendo las palabras, pero que en esta ocasión está amable y hasta sonriente porque le está interviuvando CUADRADO, un prestigioso periodista.
Cuadrad . ¿Y a quién han detenido con motivo del robo?
Oven . Hasta ahora, a la sobrina del criminal: una pobre muchacha ajena por completo al delito.
Cuadrad . Usted, que es tan conocedor de estas cosas, ¿quiere decirme cómo supone que Juan Zamorano llevó a efecto el robo?
Oven . Hombre, el director de la cárcel opinando públicamente...
Cuadrad . Nada de cuanto me diga aparecerá como dicho por usted. Confíe en mi discreción.
Oven . Siendo así...
Cuadrad . Diga.
Oven . No sé si usted sabrá que se ha formado aquí, recientemente, una gran empresa para explotar los saltos de agua de nuestros ríos, muy especialmente los del río Muerto.
Cuadrad . Sí; creo que se trata de una hijuela de «Los Saltos de España», esa sociedad tan nombrada.
Oven . Sí, señor. Esta de acá se denomina «Los Saltos del Muerto». Pues bien; dicha sociedad depositó el pasado lunes en la Delegación de Hacienda, y en concepto de fianza, dos millones de pesetas. Juan Zamorano, que debió enterarse y que sabía, además, lo mal vigiladas que están las oficinas de nuestra Delegación, concibió la idea de apoderarse del dinero.
Cuadrad . Este Zamorano era un pájaro de cuenta, ¿no?
Oven . ¡Y qué pájaro! ¡Así esté en los profundísimos infiernos y allí nos espere muchos años!
Cuadrad . ¡Hombre, precisamente en los infiernos!...
Oven . ¿Dónde quiere usted que vayamos el día de mañana usted y yo, siendo yo director de una cárcel y usted redactor de La Tierra?
Cuadrad . (Riendo.) Tiene usted razón; adelante. ¿Decía usted que el tal Zamorano...?
Oven . Cuando el advenimiento de la República estaba cumpliendo dos perpetuas y tres temporales, no le digo más.
Cuadrad . ¡Qué espanto!
Oven . Le pusieron en libertad, pero en seguida hizo otra de las suyas y de nuevo le condenaron qué sé yo a cuántos años de presidio. La amnistía le salvó nuevamente, y a las pocas semanas, por asaltar un Banco y quemar una ermita, el Tribunal de Urgencia le condenó a cinco meses. Aquí los cumplió. ¡Qué cinco meses me hizo pasar! ¡¡Así le estén llenando las tripas de lacre derretido!! ( Al ver que CUADRARO escribe y sonríe.) Me figuro que no dirá usted esto del lacre...
Cuadrad . ¡Por Dios, señor director!
Oven . La noche de autos, Zamorano, en unión de otra persona, porque, aunque no aparezcan más huellas dactilares que las suyas, alguien debió ayudarle, escaló la Delegación y se apoderó del dinero. Le sorprendieron cuando se descolgaba por las tapias del jardín. Dispararon sobre él, le persiguieron; él, aturullado y acaso ya herido, se metió en el callejón de ahí al lado, que no tiene salida; se parapetó tras unos carros y sostuvo con sus perseguidores un tiroteo espantoso. Cuando, al ser de día, se acercaron a él, le encontraron muerto y sin el dinero que acababa de robar.
Cuadrad . ¿Alguien le desvalijó tal vez?...
Oven . No cabe esa suposición. En el callejón no hay puertas ni ventanas y nadie pudo entrar ni salir. De un lado, están los muros de la cárcel, y del otro, la pared de la iglesia de San Germán, que no tiene más que una claraboya a una altura inaccesible. A mi juicio, esa persona que debió acompañarle quedó rezagada con el dinero, y en tanto que la fuerza pública perseguía a Zamorano, el cómplice pudo quitarse de en medio tranquilamente.
Cuadrad . Muy verosímil.
Oven . La policía, hasta ahora, trabaja con una gran actividad, pero sin resultado. Todos los maleantes de la región han podido probar la coartada, y temo que este delito quede impune y le cueste al Estado la broma dos millones de pesetas.
Cuadrad . ¿Podría yo hablar un instante con la sobrina de Juan Zamorano?
Oven . (Dudando.) Hombre... Nadie me ha prohibido que se la interviuve; pero es que, desde el incendio de la cárcel, tengo suspendidas las visitas...
Cuadrad . ¿Ha habido un incendio aquí?
Oven . Hace poco más de dos semanas. Y un incendio puramente casual. Ésta es una casa viejísima, que no reúne condiciones de prisión: las instalaciones de luz son muy deficientes, y, sin duda, algún cortocircuito hizo arder el ala izquierda del edificio, donde estaban el pabellón destinado a las reclusas, las salas de visitas y lo que llamábamos el cuarto de las duchas.
Cuadrad . ¡Hola! ¿Duchas y todo?...
Oven . No; si era un dormitorio que le llamábamos así porque cuando llovía era una pura gotera.
Cuadrad . ¿Y aquí mismo... y perdone tanta insistencia, no podría yo ver a esa muchacha?
Oven . No hay otro sitio, y, de acuerdo con sus deseos, haré que comparezca. (Hace sonar un timbre.)
Cuadrad . Muchísimas gracias, señor director.
Oven . No le extrañe si, al dirigirme a los subordinados y a los reclusos los hablo un poco desabridamente; pero es que con ellos hay que ser áspero y rígido. Es el sistema que se sigue en los Estados Unidos, como habrá usted podido observar en las películas...
Quintín . (Por la izquierda. Es un ordenanza que ante OVEN está siempre un poco cohibido y temeroso.) ¿Señor director?... ¡Con el permiso del señor director!
Oven . (Con gesto de rabia y de asco y en un tono que da miedo.) ¡A ver! Reyes Zamorano que comparezca en seguida. ¡Vamos!
Quintín . Sí, señor.
Oven . La encontrará en la enfermería.
Quintín . No, señor.
Oven . (Aporreando la mesa.) ¿Eh? ¿Se atreve a contradecirme?
Quintín . (Temblando.) No, señor; señor director. Usted dice que la encontraré en la enfermería y allí estará, seguramente; pero es que la acabo de dejar en el patio pequeño, asistiendo a don Pompeyo, el de la tinta, que ha sufrido un nuevo ataque de los suyos.
Oven . ¡Y van siete ataques! Con esos ataques hay que acabar de una vez.
Quintín . Sí, señor.
Oven . Que comparezcan los dos: el del ataque y ella. ¡Vamos!
Quintín . Sí, señor. (Mutis por la izquierda.)
Oven . (A CUADRADO, en el mismo tono de furia y con igual gesto de rabia.) Como no hay en la cárcel más mujer que ésa... (Cayendo de su burro y rectificando el gesto y el tono.) ¡Ay, perdóneme! Le decía que como no hay en la cárcel más mujer que ella y por causa del maldito incendio no tenía dónde instalarla convenientemente, como soy de los directores que no se ahogan en un charco, el día que ella entró di de alta a todos los reclusos que había enfermos y la instaló en la enfermería.
Cuadrad . ¡Bien!
Oven . Mientras ella esté ahí no consiento que haya enfermos en la cárcel. De esta orden no debe haberse enterado el de los ataques y voy a tener que... (Sonriendo.) Bueno, no puedo enfadarme mucho con él, porque es la única persona que me ha hecho reír desde hace veinticinco años.
Cuadrad . ¡Caramba! ¿Lleva veinticinco años sin reírse?... ¿Desde que ingresó en el Cuerpo de Prisiones?
Oven . Desde que me casé.
Cuadrad . ¡Ah! ¿Y por qué le hace reír ese recluso? ¿Por su aspecto quizá?...
Oven . Por su... conjunto. Porque, ya verá usted, es un tipo muy raro. Viste un traje que cada prenda es un poema; fabrica tinta y se llama Pompeyo.
Cuadrad . ¡Atiza!
Oven . Pompeyo Roja y Cuervo.
Cuadrad . Sí, hombre, ya sé; le conozco. ¡Menudo tipo!
Oven . Va por esos pueblos vendiendo tinta en un automóvil tan deteriorado y tan desvencijado, que no hace más que siete kilómetros a la hora, y a él le parece una marcha excesiva, porque, como ha sido durante algunos años maquinista de apisonadora... En una ocasión llevó por carretera una apisonadora de las grandes desde Irún hasta Cádiz.
Cuadrad . ¡Qué horror!
Oven . Once meses tardó en llegar. Dice que durante el viaje, y para matar el tiempo, enseñó a bailar el tango a dos pulgas de Rentería, hizo que una cangreja de mar se entendiera con uno de río y acostumbró a una rana a vivir en agua de Seltz.
Cuadrad . (Riendo.) ¡Qué tío! ¿Y por qué está preso?
Oven . Porque al entrar en la ciudad, viniendo remolcado por un muchacho muy conocido de aquí, atropelló a un borracho.
Cuadrad . También es mala pata. ¡Atropellar viniendo remolcado!...
Oven . El juez que le tocó en suerte, es un señor que no puede ver a los automovilistas, porque tiene una hija coja a resultas de un atropello, y le ha zampado en la cárcel sin más ni más.
Cuadrad . ¡Pobre hombre!
Oven . Y es el caso que al principio parecía resignado y tranquilo, pero desde hace unos días, desde la noche del robo precisamente, le dan una clase de accesos nerviosos que hay que amarrarlo a la silla. Yo soy el único que le domina un poco, porque a mí me tiene un miedo cerval. (Se oye hablar dentro.) Aquí están ya.
Quintín . (Por la izquierda.) Señor director...
Oven . (Volviendo a la acritud.) ¡Que pasen!
Quintín . (Humildísimo.) Sí, señor. (Hablando hacia el lateral de peor talante aún que OVEN.) ¡Entren! ¡Vamos!...
(Entran en escena temerosos y quedan junto a la puerta REYES y POMPEYO.)
Reyes . (Aparte a POMPEYO.) No hay que temblar así, que no es pa tanto.
Pompeyo . (Por OVEN.) Es que ese hombre me domina, me acoquina y me arrocina. (REYES es una muchacha muy agitanada. No lleva falda de cretona, porque viste de luto, pero sí peinecillos de colores en el pelo. POMPEYO es un pobre señor que ha cumplido ya los cincuenta años y es un birria. En el pantalón, que no tiene nada que ver con el chaleco ni con la americana, lleva manchas de tinta de diversos colores.)
Oven . (Destempladamente.) ¡Acérquense!
Quintín . (Más destemplado aún.) ¿No oyen? ¡¡Acérquensem!!
Pompeyo . (A QUINTÍN.) Sobran el grito y la eme.
Quintín . ¿Cómo?
Pompeyo . (Desafiándole.) ¡Que a usted no, hombre! (Por OVEN.) A él sí, porque sí; pero a usted no, porque no: ya está dicho.
Oven . ¡¡Silencio!!
Quintín . (A POMPEYO.) ¡A usted le dicen!
Oven . (A POMPEYO.) Le llamo para advertirle que aquí, por ahora, están prohibidos los enfermos y que esos ataques están sobrando.
Pompeyo . (Carraspeando, y sin que se le entienda lo que dice.) Ugula guigui lojó...
Oven . ¡¡No me conteste!!
Pompeyo . No, señor...
Oven . ¡¡Siéntese por ahí!!
Quintín . ¡¡¡A usted le dicen!!!
Pompeyo . (Sentándose rápidamente.) Sí, señor.
Quintín . (A OVEN, humildemente.) Yo creo que a este hombre si se le pone...
Oven . (Más furioso que nunca.) ¡¡¡Silencio!!!
Pompeyo . (A QUINTÍN, remedándole.) ¡¡A usted le dicen!!
Oven . (Mirándole.) ¿Eh...?
Pompeyo . (Aterrado.) Nada, nada; no es nada...
Oven . (A CUADRADO.) Ésta es Reyes Zamorano.
Reyes . Pa servirle.
Oven . Aquí, el señor Cuadrado, desea hacerle algunas preguntas.
Reyes . ¿Pa los diarios?
Cuadrad . Para uno de ellos.
Reyes . Pos ya estamos. Pregunte lo que guste, que yo le contestaré lo que sea de rasón; pero diga antes de na, que mi pobresito tío, que esté en gloria, no robó esos dos millones. Si él los hubiera robao se les hubiera encontrao ensima, porque al pobresito mío, ni matándolo le quitaba nadie de ensima una perra gorda.
Cuadrad . Dígame: ¿a usted le comunicaba él sus proyectos?...
Reyes . ¿Proyertos? Si él no tenía preyertos nunca. To lo que hasía lo hasía siempre en un pronto. Hasta tocando la guitarra era iguá. A lo mejó, bordaba dos farsetas que se quedaba una cuajá de oírlas y aluego preguntaba: «¿Cómo hise yo?...» Prontos suyos; duendes, que le disen en el arte; cosas... impermeditás. Si a mí me ocurre también cuando bailo, que muchas veses hago un metiíllo, arqueo la figura y largo dos flin flanes impermeditaos y resurta que es lo mejó de la faena y lo de más salero de la cosa.
Cuadrad . ¿Y es verdad que él le dijo a usted delante de unas vecinas que si le salía bien un asuntillo que tenía en proyecto, no iba usted a tener necesidad de ganarse la vida bailando?
Reyes . ¡Ay, sí, señor! Pero él aludía a un negosio que iba a emprendé en Barselona con un amigo suyo: fabricá cuerdas de guitarra con tripas de pescao.
Cuadrad . ¿A usted la quería mucho?
Reyes . Muchísimo. Como que no tenía en er mundo más familia que yo. De aondequiera que estuviera preso, me escribía tos los años. Porque yo lo he conosío preso casi siempre. Sus prontos, ¿sabe usté? Y le advierto a usté que él, además de un guitarrista de punta, era un buen obrero.
Cuadrad . ¿En qué trabajaba?
Reyes . En carey. Era obrero peinetero. En la fábrica de peines de Sevilla llegó a ganá veintidós pesetas diarias. ¡Allí prinsipió su carvario! Na: el encargao de la fábrica y él, que estaban asín. (De punta.) Se pusieron de moda aquel año unas peinas muy altas pa las mantillas y el encargao lo llamó y le dijo: «Oye, Juan: Me ha dicho el amo que te mande hacer peinas»; que si se lo hubiera dicho asín, no hubiera pasao na; pero en lugá de peinas, dijo peinetas, y como él estaba sobre aviso, creyó que lo despedían, le dió un pronto y le arreó una puñalá que lo dejó seco. Y, claro, ya que lo había matao, aprovechó el pobresito y se llevó el dinero que había en la caja.
Cuadrad . Otro pronto.
Reyes . No; eso no fué pronto, porque tardó mucho en abrirla y le echaron mano al infelí.
Cuadrad . Bueno. ¿Y cuáles son sus planes de usted? ¿Piensa usted seguir bailando?...
Reyes . No, señor. (Por POMPEYO.) He conosío en la cársel a este santo der sielo que me ha hablao como un padre de la Iglesia, me ha ofresío un buen jorná en su fábrica de tinta y yo he aseptao.
Cuadrad . (A POMPEYO.) Tengo idea de haber hablado con usted alguna vez...
Pompeyo . Sí, señor. (A OVEN.) Con su permiso... En Madrid: en el Juzgado del Centro, que actué yo como perito en aquella causa por intento de evasión de capitales...
Cuadrad . Sí...
Pompeyo . Que se estuvo usted riendo porque yo le dije: «Parece mentira que a esta tontería se le llame intento de evasión de capitales cuando el verdadero intento de evasión ha sido el de Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona.
Cuadrad . (Riendo.) Sí, hombre, sí. Ahora recuerdo... Y está usted detenido por haber atropellado a un borracho, ¿no?
Pompeyo . Sí, señor.
Cuadrad . ¿Qué automóvil tiene usted?
Pompeyo . (Dudando.) Un... «auto cocktel». Vamos, un cocktel de varias marcas, porque el motor es Ford, la magneto Morris, los faros Fiat, la caja Buick y las ruedas Singer.
Cuadrad . ¿Y corre mucho?
Pompeyo . Hombre, cuesta abajo... ¡Caramba! Y si apelo a la cuerda, también...
Cuadrad . ¡Ah! ¿Pero es también de cuerda?
Pompeyo . Sí, señor; porque como llego a todas partes remolcado...
Cuadrad . No está mal.
Pompeyo . El coche, no se puede decir que sea bueno; pero para lo que me costó... Me salió en unas trescientas pesetas... Ahora, que yo, como no tengo nunca prisa...
Oven . Ya le he contado al señor Cuadrado lo de su viaje en la apisonadora.
Pompeyo . Pesadito; algo pesadito.
Cuadrad . ¿Y qué fué eso de la rana y el agua de Seltz?
Pompeyo . ¡Algo muy grande! Porque con el ácido carbónico, ¿sabe usted?, pegaba saltos hasta de catorce metros. Parecía un pájaro. Lo intenté luego con un saltamontes, pero se me ahogó.
Cuadrad ¿Y le va bien con la tinta?
Pompeyo . Me defiendo y vivo, que no es poco. Es una tinta muy buena y, sobre todo, muy fija. Donde cae una gota...
Cuadrad . (Mirándole los pantalones.) Ya veo, ya.
Oven . Tinta Cuervo. ¿No se llama así?
Pompeyo . Sí, señor. Al principio la llamé tinta Roja, que es mi primer apellido, pero la gente leía: «Tinta Roja, la mejor tinta negra», y se hacía un lío. Por eso apelé al Cuervo, que le va muy bien a la tinta, y he logrado acreditar la marca. La llamada «Inalterable-incombustible - amiántico - higiénico - negra Pompeyo - uno-ese-ge-ge» se vende muchísimo, porque es una tinta ozono-iodada que se puede utilizar también como medicina en los casos de quemaduras, rozaduras, escoriaciones y hemorroides externas.
Cuadrad . ¡Caramba!
Pompeyo . Sí, señor. En muchas escuelas la usan, y los chicos no han vuelto a tener uñeros ni padrastros. Es una tinta que en tela marca, en papel escribe, en madera graba, en pedernal relieva y en cristal esmerila.
Cuadrad . ¡Vaya tinta!
Pompeyo